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Cabe resaltar que no existe la posibilidad de una creación artística ni semiótica sin la

aportación directa de los influjos de la exterioridad, es decir, del mundo que rodea al
creador. Se ha tratado muchas veces el tema de la lucha por el protagonismo entre los
sentidos sensoriales y la abstracción de la razón. Creo que no hace falta entrar
nuevamente a éste diálogo, por lo que tomaré por sentado la importancia del estudio
de la sensorialidad como inicio, tanto de un proceso semiótico como de uno artístico.

Ahora, si damos por hecho que el ser humano no puede prescindir de un ambiente
cultural y que todo su quehacer se traduce en cultura, debemos añadir la siguiente
afirmación, hecha por Roland Barthes: “la semiótica es una disciplina que puede y
debe ocuparse de toda la cultura” Por tanto, no nos enfocaremos en si la cultura es un
acto semiótico, sino en que la semiótica es una forma de observar cualquier forma
cultural. Entrarían dentro de este juego, ahora sí, todos los elementos, ya que el arte es
una expresión cultural, por tanto puede ser estudiada por la semiótica. Además de
considerar que el arte es una de las formas más ricas de interpretar y crear realidad.

De acuerdo a Charles Morris, existen tres tipos de signos, los pre-lingüísticos, los
lingüísticos y los post-lingüísticos. Los primeros aparecen en la conducta de un niño,
anterior al lenguaje hablado, son independientes del lenguaje formal. Los segundos
dependen totalmente del lenguaje y los terceros deben su significación al lenguaje
pero no son elementos del mismo, sino que van más allá porque poseen una carga
simbólica como podría tenerla una bandera. En esta dinámica, podemos encontrar que
el arte, o el valor estético, se encuentra constituido por las tres etapas, por lo que
podemos descartar que éste dependa de un lenguaje formal, más bien se apoya en él
para favorecer su significación.

Para entender el arte, es fundamental recurrir a la intencionalidad y a la significación.


Antes es necesario precisar que el arte requiere de un soporte material y que es por
tanto una reestructuración de la materia que rodea al artista. Pero es difícil entender
esto si tomamos en cuenta que el arte puede contar con el elemento del azar, es decir,
si alguien encuentra una roca erosionada con la forma de un martillo, puede colocarlo
en una muestra artística al estilo de Marcel Duchamp y afirmar que eso es arte.
Igualmente un músico puede equivocarse de nota y descubrir una nueva melodía con
gran valor estético.

El arte se encuentra en los límites del ser humano porque su necesidad estética es tan
grande como su capacidad de expandir su realidad, es por eso que las mayores
riquezas del hombre se encuentran fuera de sí, pero indudablemente todas han partido
de su interioridad. Además los significantes, que se transforman con el paso del
tiempo, tratan de apropiarse y explicar una realidad extraña y plural y el arte no es la
única forma de acercarse a ésta; sin embargo, es en el arte donde puede abarcarse la
totalidad del hombre y, por lo tanto, no sólo se trata de una importante forma de
entender la realidad humana, sino un pilar de su “humanidad”.

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