You are on page 1of 43

ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad.

Una clase de ajuste

Acerca de la verdad
Una clase de ajuste1

[Un compás de espera]


Los organizadores del curso me han pedido que les hable de mi experiencias
docente y si fuera posible articulándola con algunas cuestiones en torno al
problema de la verdad. Menuda cuestión... Pero como veo que aún falta gente
llegar, mientras esperamos que lleguen… si llegan… voy a confiarles unas
ideas que me daban vuelta en la cabeza cuando venía hacia aquí.

Lo que vine pensando no es ninguna novedad. Les va a sonar a lugar común...


Y, para peor, aparenta tener poco que ver con el asunto de la verdad. En fin,
con un poco de vergüenza, aquí van mis devaneos viajeros.

Pensaba al venir que mujeres y varones somos consumidores sin remedio.


Igual que cualquier viviente. Igual que amebas, árboles, hormigas, tiburones,
gallinas, perros y gatos… ¡Vaya si consumen perros y gatos! Con sólo ir a un
supermercado o al negocio del veterinario podemos cerciorarnos de sus hábi-
tos consumistas. No hay dudas, vivimos consumiendo para vivir. Y esta retroa-
limentación, este feedback, vivir-para-consumir-para-vivir, nos trae un sinfín de
complicaciones, que todos conocemos de sobra.

Porque además de que nos complicamos la vida cocinando alimentos que bien

1 El siguiente texto proviene de la grabación de una charla dada a docentes de


institutos de nivel secundario y terciario de Comodoro Rivadavia el sábado 18 de
Octubre de 2008 en un ciclo denominado Aventuras y desventuras docentes. Se le
hicieron puntuaciones y correcciones gramaticales necesarias y pequeños detalles
de estilo (repeticiones, frases mal construidas, etc.). Se ha mantenido el tono co-
loquial de una charla entre colegas. Las notas a pie de página se agregaron para
la presente publicación.

1
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

podríamos comer crudos muchos de ellos (recuerden que Lévy-Strauss puso


la diferencia entre lo crudo y lo cocido en la frontera entre naturaleza y cultura,
entre la animalidad y la humanidad, de la misma manera que lo que se come y
las formas de cocinarlo marcan la frontera, trazan el carácter étnico, cultural,
de las identificaciones grupales entre miembros de diferentes comunidades
humanas), porque además de complicarnos la vida, decía, con los apremios y
las holguras gustosas del consumo, mujeres y varones podemos ser omnívo-
ros: consumidores voraces de todo. Al menos en nuestra cultura. Y serlo no
sólo por aceptar, a sabiendas o no, la excitación de compra y consumo que
nos insufla, de mil maneras, la codicia ilimitada del capitalismo; codicia que
hoy, como es de dominio público, se encuentra en una espiral de crisis impre-
decible por su propia insaciable avidez. “No sólo”, dije, pero, claro, nadie pue-
de dudar de que nuestra capacidad de consumir de todo ha sido aprovechada
por el industrialismo y el comercio capitalista de manera exacerbada, loca, da-
ñina. Decididamente loca.

Consumimos de todo: lo necesario, lo conveniente, lo placentero, lo innecesa-


rio, lo inconveniente, lo deseable, lo indeseable, lo saludable y lo perjudicial o
malsano… Algo, pues, extraño, muy raro… Algo que comenzó, sepan, con fu-
ria imparable con la modernidad antes del capitalismo industrial que conoce-
mos. En ella se unieron, pasionalmente diría, por un lado, una idea de infinito
cuantificada, una idea no teológica - les subrayo esto - que dio lugar a un ideal
de ilimitación en los logros intelectuales, tecnológicos, empresariales, políti-
cos y de dominio del mundo. Y por otro, el imperativo innegociable de total
autonomía para el conocimiento racional de la ciencia. Resultas de lo cual fue
la gestación de una imagen del hombre, una antropología que propició como
rasgo exclusivo del ser humano el de ser capaz de producir y consumir todo
sin límite alguno. Un verdadero disparate cuyas consecuencias estamos pa-
gando hoy con los conocidos problemas sociales y ambientales que semejante
exorbitancia produjo y sigue produciendo. El capitalismo explotó esta antro-
pología de la desmesura irracional. Pero el socialismo no fue del todo ajeno a
esa ilimitación. Buscó un poder político ilimitado de dominio en lo social y mili-
tar. En la guerra fría, usó y abusó de la ciencia en la industria pesada para su

2
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

poderío militar, sustento de su dominio y eventualmente de planes de hege-


monía regional o universal. Y pagó consecuencias ambientales inimaginables.

Volvamos a nosotros. No sólo somos consumidores por naturaleza de oxígeno


cada segundo de nuestra vida, de agua, de granos, de frutos, de huevos,
lácteos, carnes, verduras y “otras yerbas”. En nuestra voracidad consumista
incentivada, somos inducidos encima a ser consumidores de chizitos, camione-
tas 4x4, celulares, pen drives y I-Pods (y otros adminículos electrónicos), zapa-
tillas, zapatos y carteras (cuyos diseños cambian cada tres meses o más segui-
do). Somos llevados a consumir también cartas natales, literatura que nos re-
fuerza en nuestras identificaciones, juguetes sexuales, jazz, discursos políticos
de todo el espectro ideológico, flores de Bach, espectáculos musicales con o
sin “after”, frivolidades televisivas, cine de culto, arte conceptual, programas
de radio, propuestas underground, chats, comics… ¿Qué más? Ah, cremas an-
ti-aging, reparadores de puntas de pelo, masajes en spa, siliconas, botox, ropa
de moda, de marca o exclusiva de una tribu urbana, tatuajes, clonazepan, pa-
co, éxtasis y agua industrializada, revistas, viajes, café literarios, psicoterapias,
ideas… ¿Para qué seguir si ustedes saben de esto mejor que yo? La lista es
corta, apenas insinuada, algo manida, pero me es suficiente para insinuarles
algo de nuestros consumos...

Somos consumidores de ideas, dije. Al menos los que lidiamos con la educa-
ción. Quizás por ese consumo muchos de ustedes están aquí… Sí, al venir me
daban vueltas en la cabeza ideas… ¡sobre el consumo de ideas! Ellas también
se ponen de moda. Tengan en cuenta que la desmesura exacerbada de la mo-
da es una contradicción moderna porque moda como modo están etimológi-
camente emparentadas con las palabras castellanas moderación y medida.
Nada menos.

Sigo. Muchas de las ideas que sobrevuelan sobre nuestras cabezas llevan su
marca registrada en el orillo. Pero en lugar de decir Ferrari, Vuitton, Lagarfeld,
Bulgary (los nombres extranjeros siempre tienen más brillo y cuestan más, por
eso los chinos los imitan y nos los venden a precios de ganga), en lugar de
esos nombres, les decía, las marcas de las ideas revelan sus progenitores inte-

3
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

lectuales: Nietzsche, Marx, Benjamin, Heidegger, Arendt, Lacan, Fanon, Fou-


cault, Habermas, Derrida, Bourdieu, Butler, Agamben, Laclau… No deja de ser
inquietante la cercanía entre el logo de las marcas y el logos de las ciencias y
las filosofías que resuenan en las aulas universitarias.

No resisto la tentación de comentarles al pasar la estrecha vinculación que


hoy existe, por mediación de la publicidad, entre la industria de los cosméticos
y la jerga científica de los laboratorios de investigación que da sonoridad casi
irresistible a su publicidad y consumo. Ha sido motivo de artículos en el New
York Times en los primeros días de este mes [octubre]. Palabras rimbomban-
tes como biomolecular, microtecnología bioactiva, procolágeno, microlift, tie-
nen, según el artículo, un encanto particular un poder de hechizo como lo tu-
vieron las pócimas de las brujas de tiempos supuestamente superados por la
ciencia, pócimas, menjunjes y elixires también con nombres esotéricos de
aquellos tiempos.

Los avisos publicitarios de la marca Olay, decía el articulista del New York Ti-
mes, “pasan el dato” (tout, expresión del turf de aquel país) de una tecnología
basada en “la ciencia del agua corriente” celular, Aquacurrent Science, en la
que poros o canales (Aquaporin) conducen agua hacia adentro y hacia afuera
de las células. Este descubrimiento, según me enteré allí, le valió el Premio
Nobel de Química al Dr. Peter Agre. El uso de la jerga científica – que te hace
sentir ignorante pero encandilado y embobado – jerga, susurrada diría por la
manipulación publicitaria, tiene más fuerza de compra que calificativos ya vul-
gares y algo gastados como humectante, exfoliante, anti-arrugas, o cualquier
otro de esa generalidad. En cambio, palabras como “aquaporin” o “limpieza a
nivel celular” adquieren aires de alta tecnología de última generación (que sus
competidores no tienen), connotan que se trata de ciencia y no de vanidad o
mera frivolidad y, por supuesto, justifican así el alto o altísimo precio del pro-
ducto de marras.2

2 Las palabras tomadas una por una no se entienden, pero tomadas todas juntas

tienen globalmente un efecto de sentido: significan juventud, belleza, ciencia, re-


novación, lo “último”, que pocos tienen, claro…

4
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

Después de esta distracción cosmetológica, seducido por las cremas de la


eterna juventud, sigo con el tema del consumo de ideas. Me preguntaba al
venir si una de las razones por las que asistimos a cursos, charlas, conferencias
es porque somos consumidores de eso tan etéreo, tan condicionante, tan
efectivo, tan luminoso, tan encandilador, tan obnubilante, tan tiránico, tan pe-
ligroso a veces, que llamamos ideas. Obviamente, no es reprochable su con-
sumo. Al contrario. Yo colaboro con él desde hace añares. Necesitamos de las
ideas como necesitamos de oxígeno. Pero… pero… corremos el riesgo de
convertirnos en consumistas frívolos de las que están en boga (que en francés
se dice vogue, como el nombre de la famosa revista de modas) o consumistas
de los autores que están en el candelero o en la cresta de la ola (vague, en
francés, que también significa “vago” pero con el sentido de vaguedad y no
de vagancia. ¿Será una moda, me pregunto, hablar con vaguedad usando au-
tores en boga?).

En materia de ideas - les aseguro que “materia de ideas” no es un oxímoron


pedante - hay que tener cuidado…

- ¿Qué es oxímoron? [se oye preguntar entre los asistentes]


- ¿Oxímoron? Ah, es una combinación de palabras contradictorias o incon-
gruentes. Por ejemplo, bondad cruel. En la expresión que usé en materia de
ideas, materia e idea no se oponen entre sí, no se contradicen. Materia signifi-
ca en ella “cuestión”, “asunto”. Hice la aclaración de que no había oxímoron
entre ellas, porque algunas filosofías, las materialistas, suelen presentar mate-
ria e idea como términos de una contradicción dialéctica. De allí la oposición
entre materialismo e idealismo.

Les decía que en materia de ideas hay que andar con cuidado. Especialmente
en lugares tan alejados de los centros donde se producen las más influyentes;
e innegablemente una ciudad patagónica sin mucha tradición de vida intelec-
tual intensa como la nuestra es uno de esos lugares alejados. No nos engañe-
mos. Nos pueden vender fácilmente chafalonías, espejitos y cuentas de colo-
res, chucherías. Ah… no tienen que excluir esta charla mía de la anterior ad-

5
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

vertencia, porque quizás pudiera estar yo hoy aquí vendiéndoles ideas que en-
tre intelectuales serios de otras partes del mundo son consideradas de poco
valor. Les dejo esta preocupación sobre mi charla, convencido de que enseñar,
entre tantas otras cosas, es preocupar…

Reparen en este hecho curioso: también, y con bastante frecuencia diría, aquí
y ahora por ejemplo, se da entre nosotros la compulsión a consumir las ideas
que combaten lo que está de moda, que combaten lo que se usa, las ideas de
marca, con logo y etiqueta. O sea que también nos gusta consumir ideas con-
tra el consumo. Otra retroalimentación que tiene sus bemoles pero que no voy
desarrollar…

Por casualidad, traía hoy en el auto un ejemplar de la antología de textos que


Fernando Savater hizo del pensador y ensayista rumano Émile M. Cioran,
Adiós a la filosofía publicado por Altaya3. Como buen consumidor de libros que
soy, lo compré en un kiosco y, hace unos días, lo saqué de mi biblioteca con
ganas de hojearlo sabiendo que para obtener mi licencia de conductor iba a
tener que esperar en las oficinas de Tránsito de la Municipalidad unas cuantas
horas. Por eso lo traía en el coche.

Cioran, por si no lo saben, luchó con desgarrada lucidez y mordaz aspereza y


acrimonia contra una cultura abarrotada por espejismos fabricados en serie.
Fue la antítesis de un consumista. Por eso satirizó sobre un “empresario de
ideas”. Su crítica fue dirigida a… ¡Sartre! Nada menos. El texto de esto está in-
cluido en la antología que les mencioné. Traje el libro para leerles algún párra-
fo. Ustedes pueden leer en él el texto completo.

Les leo la imputación que hace Cioran al empresario de ideas en ese pasaje
mascullando sus ideas con estilo corrosivo:
No hay nada de lo que [tal empresario] no sea contemporáneo. Tanto vigor en los artifi-
cios del intelecto [reparen en la palabra “artificios”], tanta facilidad en abordar todos los
sectores del espíritu y de la moda [!] – desde la metafísica hasta el cine – deslumbra…
Ningún problema se le resiste, no hay fenómeno que le sea extraño, ninguna tentación

3 É. M. CIORAN, Adiós a la filosofía, Barcelona, Altaya, 1995, 143-44.

6
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

le deja indiferente… Lo Irremediable puesto en sistema, o en estado de revista, expues-


to como un artículo de circulación corriente, verdadera manufactura de la angustia. El
público se reclama de ella; el nihilismo de bulevar [!] y la amargura de los mirones se sa-
cian con ella. Pensador sin destino, infinitamente vacío y maravillosamente amplio, ex-
plota su pensamiento, lo quiere en todos los labios… Su habilidad para entrarles de
frente a los grandes problemas desconcierta: todo es notable en ella, salvo la autentici-
dad. Profundamente aporético, si habla de la nada, carece de estremecimiento; sus as-
cos son reflexivos; sus exasperaciones, dominados y como inventadas a posteriori.

Claro, uno no suele ponerse a pensar que en una época dominada por el con-
sumo ilimitado tiene que haber “empresarios” que producen sin descanso
ideas y explicaciones para todo, incitando indiscriminadamente a la compra y
al goce insensato de ellas por vanidad, por engreimiento o sentido comercial,
por cierta perspicaz lucidez o por rechazo de las lacras del sistema, o por lo
que fuere. Aun cuando maticemos la dureza de Cioran, es bueno andar preca-
vido con tales “empresarios” – pueden ser periodistas, gente de radio, ensa-
yistas – incluso si tuvieran mucho renombre, incluso si algunas o muchas de
sus ideas nos parecieran brillantes y acertadas.

El consumo de ideas, como sabemos, si es desaforado enerva la necesaria


fruición de ellas y encima las vuelve banales. Cierra senderos nuevos de inda-
gación, difunde como maleza prejuicios y lugares comunes, deja a muchos
pensadores solitarios y faltos de comprensión. Una tendencia poco crítica al
consumo de ideas puede conspirar contra la lucidez - de la que en Argentina
hacemos tanta gala – y también contra la vida intelectual dedicada, rica, crea-
tiva.

Esa tendencia poco crítica se muestra de forma aguda en un hecho frecuente.


Cuando asistimos a una charla o curso de materias sociales, nos gusta por re-
gla general (siempre hay excepciones, claro) que se confirmen nuestras cre-
encias o posiciones. Y si vamos tras la búsqueda de algo “nuevo”, queremos
que eso “nuevo” refuerce nuestras ideas y convicciones más íntimas, aquellas
que nos sostienen en algún aspecto fundamental de nuestras vidas, profesio-
nes o trabajos, aquellas, digamos, en que se nos va la vida.

Como igualmente nos gusta oír ideas que combatan ideas o posturas que

7
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

combatimos, y nos disgusta en cambio que nos contraríen. Y cuanto más críti-
cos, lúcidos e informados nos consideremos, casi con seguridad menos nos va
a gustar que nos critiquen con información que desconocemos. Puesto lo
mismo pero de otra manera… un poco más maliciosa: cuanto más gocemos
quitándole seguridad a las convicciones más firmes e íntimas de otros, menos
aceptaremos gustosos que nos quiten la seguridad de las creencias que fundan
nuestro “derecho” a desfondar la seguridad de otros. La frase me salió medio
larga y rebuscada. Dicho de manera más simple: nos disgusta que le quiten
seguridad a nuestro supuesto derecho de quitar seguridad a otros. Todo un
tema que les dejo apenas susurrado al oído…

No es raro que caigamos en dogmatismos luchando contra los dogmatismos.


No es raro que nos volvamos fundamentalistas atacando el fanatismo de
otros. No es raro que nos mortifique que ataquen a nuestros autores de cabe-
cera. Por ejemplo, a los nietzscheanos no les gusta que nos riamos de Nietzs-
che o que la emprendamos contra él “a martillazos”… Otros te atacan, con
justa razón, si mezclas chizitos con cine de culto o con el poder crítico del arte
conceptual… ¡arte al que le gusta mezclar! No son lo mismo, claro. Pero al ar-
tista crítico no le gusta mucho que lo critiquen por sus críticas.

No hay que ser muy sagaz para deducir que el iconoclasta cree que no idolatra
ningún ídolo, ningún ícono. Y sin embargo no hay duda de que al menos tiene
un ícono que adora: la iconoclastia. Creer que no se cree en ídolos es una ido-
latría más, pero de poca calidad. Las ideas, las ideas que juzgamos más impor-
tantes y decisivas, pueden terminar siendo para nosotros amuletos o talisma-
nes teóricos: ¡nos encantan! Nos encandilan. Es decir, nos iluminan y nos en-
ceguecen al mismo tiempo. Y como sirven para desprestigiar y excluir las que
se le oponen, en su uso se da un efecto de rebote: nos hacen creer que nos
cubrimos de prestigio automáticamente con la mera oposición al término que
tenemos por desprestigiado. Quizás ese supuesto prestigio de “culatazo” sea
vacío, ficticio, fantasmal, iluso pero puede llegar a ser muy eficaz si no esta-
mos sobre aviso… Uno de esos términos desprestigiados es “esencialismo”, y
se ha vuelto “esencial” luchar contra él… Ayayay, ¡qué manera de hablar!

8
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

[Entrando en materia]
Ya hace un tiempo que estamos todos en el aula. Bien, pasemos entonces a la
charla programada. Les pido perdón por haber alargado demasiado este
compás de espera sin haber entrado en materia y para colmo distrayéndome
con temas de los que, al preparar esta clase, no tenía pensado siquiera decir ni
una palabra. Pero antes les pediría que dejáramos de lado todos los gustos y
disgustos de los que recién he hablado para evitar ruidos molestos que dificul-
tarían nuestra mutua comunicación.

Mi intención es presentarles ahora algo de lo que muy probablemente no ten-


gan mucha idea. Pero no tienen por qué consumirla. Tomando de base mi ex-
periencia como profesor, les voy a presentar una artesanía teórica respecto
del tema de la verdad que no reproduce ni ideas en boga ni ideas obsoletas.
Una artesanía mía que presumo novedosa para ustedes pero de la que soy
consciente – quisiera subrayarlo – de su tosquedad, de su esmerada y pulida
rusticidad. Les voy a presentar, como diría Macedonio Fer-nández, una idea
que llena un vacío con otro – pero sin desdoro. Un vacío repleto de meras po-
sibilidades para pensar. Lo que sigue es lo que había preparado para decirles
hoy. Entremos pues en materia.

El filósofo español Ortega y Gasset, en una charla que dio en Buenos Aires en
1929, confesó que, salvo excepciones que siempre hay, había perdido toda ilu-
sión que consistiera en esperar de españoles o de argentinos que entendieran
por leer u oír otra cosa que resbalar del significado espontáneo, impresionista
de una palabra al de otra o del sentido primerizo de una frase al de la siguien-
te. Tal cual. He sido casi literal, creo, si la memoria no me falla. Suenan duras
esas palabras pero eso dijo. Por mi parte convengo con él que en mi experien-
cia docente – y llevo en esto una temeridad de años – he confirmado en buena
medida su severo juicio. Me sucede a cada rato y no sólo en clase sino en con-
versaciones informales con amigos o conocidos.

Cuando mis alumnos o conocidos más leidos y escribidos e intelectualmente


inquietos, escuchan de mí una palabra que les “suena” mal, no me suelen pre-

9
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

guntar, ni pedir explicaciones, salvo las excepciones, claro, que siempre hay. Y
no conformes con ello se lanzan a responder o a rebatir lo que creen oír en lu-
gar de hacer un esfuerzo por entender, prescindiendo de sus convicciones
más entrañables… prescindiendo de ellas en un primer momento, claro. Sub-
rayo esto. Esta situación se extrema cuando “lo-que-creen-oír” de mi parte les
suena a “crítica” hecha con planteos que a su juicio son “retrógrados” y “ob-
soletos”, sin vigencia.

Entonces, sin que hayan estudiado los vericuetos, a veces milenarios, de cier-
tos problemas, empiezan a argumentar – “poseídos” por la verdad – con ínfu-
las y hasta con cierto desdén contra una postura que tienen por “superada”.4
Esto me sucede más seguido de lo que imaginan. Ustedes lo saben: en filosof-
ía como en cuestiones de fútbol todos nos creemos con los conocimientos, la
agudeza y la autoridad suficientes para discutirle a cualquiera… Como si no se
necesitaran estudios, pareciera. Estudios algunos de ellos muy complejos y
erizados de problemas. Como si bastara lo que sostiene un autor o maestro. Y
cuando las cuestiones se vuelven molestas por la información que se ha de
manejar en cantidad y sutileza, entonces rematan el debate con un “Bueno,
yo no pienso así”, o desdeñan las precisiones por “academicistas”, o peor, por
“abstracciones filosóficas”… Una posición esta última típicamente positivista,
frecuente en algunos que se declaran públicamente anti-positivistas… Ya ven
cómo me malhumoran estos hábitos intelectuales… [Risas]

Recuerdo que hace unos años di una clase sobre la polisemia de lo que enten-
demos por verdad. Entre los significados que expuse mencioné uno de larga
tradición indoeuropea. Era aquel significado que entiende que “las palabras y
las acciones son tenidas por verdaderas si se ajustan al orden de las cosas que
se dicen o se hacen”.

[Una reacción bastante frecuente]


A una alumna mía, Antonella B., en su segundo año de universidad, inteligen-
te, entusiasta del pensamiento de M. Foucault, esa mención semántica le re-

4En ocasiones dan por solución lo que realmente es el problema y es el asunto


que está en el tapete en discusión.

10
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

sultó o le sonó a una versión disfrazada de la teoría que concibe la verdad co-
mo “correspondencia” y a la correspondencia como “adecuación”. O sea, la
teoría que formula el significado de verdad, dicho grosso modo, como “la
adecuación entre el intelecto y la cosa tal como es en sí misma”.5 Antonella
me hizo saber su discrepancia con tal postura. Pero no conforme con traducir
ajuste con adecuación, dio un paso más dando por equivalente ajuste a adap-
tación al sistema. Ambas traducciones distorsionaban el sentido de la frase
que les había dado a conocer a mis alumnos.

Quizás muchos de ustedes sepan que la versión convencional, estereotipada


de la verdad como “adecuación” está hoy completamente desprestigiada, Y,
formulada como lo hice antes, ya prácticamente ningún filósofo la sostiene.
Yo no, por cierto. Pero, por si no lo saben, sepan también que existen versio-
nes muy sofisticadas de la correspondencia que se ciñen a planteos contem-
poráneos de muy distinto cuño. Y algunos, como X. Zubiri prefieren hablar de
mayor o menor conformidad, en lugar de adecuación, con lo que desaparecen
muchos problemas.6

Les voy a mostrar dos listas de teorías que sobrevuelan los círculos de estu-
diosos del tema de la verdad, simplemente para que capten la complejidad de
lo que está en discusión y que a veces - incluso en aulas universitarias - se to-
man con una liviandad que a mí me desespera y me malhumoran al tener que
tratar este asunto no menos delicado que decisivo.

5 Después del llamado “giro lingüístico” se hace de la verdad una propiedad de las
oraciones o enunciados que expresan nuestras percepciones, creencias, conoci-
mientos, acciones, etc..
6 Téngase en cuenta que correspondencia es un término polisémico. No es lo

mismo la correspondencia con un color, con una roca, con una señal de tráfico,
con un documento, con un cuerpo de conocimientos admitido, con una norma o a
una orden o un mandato, a un llamado o a una invitación, etc. De modo que
siempre hay que aclarar en qué sentido uno usa el término correspondencia y en-
tre qué y qué ella se da o no se da. Sobre la polisemia del término he escrito en
Realismo y correspondencia, ¿está todo dicho? que pueden consultar en mi websi-
te.

11
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

[Proyección en Power Point] La primera lista la dio en Argentina en 1987, un


peso pesado, Donald Davidson en su conferencia del Congreso Internacional
Extraordinario de Filosofía en Córdoba. Incluía las siguientes concepciones
epistemológicas con respecto a la verdad: 1) correspondencia, 2) coherencia
[Neurath, Carnap], 3) afirmabilidad garantizada [Dummet], 4) afirmabilidad
idealmente garantizada [Putnam], 5) aquello que la ciencia terminará por sos-
tener [Pierce], 6) aquello que explica el éxito de la ciencia [Boyd], o el éxito de
nuestras creencias comunes, 7) aquello que se acepta en las conversaciones
de gente apropiada.

[Proyección en Power Point] La segunda es la de K. O. Apel, de la Escuela de


Frankfurt. Incluye: 1) teorías de la correspondencia en sentido aristotélico; 2)
teoría de la evidencia en el sentido de Descartes, Brentano o Husserl; 3) teoría
de la coherencia en el sentido de Hegel o de Neurath; 4) teorías pragmáticas
en el sentido de James, Dewey o Rorty; 5) teoría semántica en el sentido de
Tarski; 6) teorías postarskianas de la teoría realista de la correspondencia; 7)
formas constructivistas de la teoría del consenso; 8) formas pragmático-
transcendentales de la teoría del consenso de procedencia pierceana.

Ya ven. Este asunto de la verdad se las trae. Es una cuestión compleja y no se


puede hablar de él con simplismo o desconocimientos groseros sin hacer el
ridículo entre los que saben. Bien, como les dije, nuevas versiones de la co-
rrespondencia son compatibles con la mayoría de las propuestas mencionadas
en esas listas. El mismo Apel está convencido de que la teoría de la correspon-
dencia está presupuesta por todas las teorías de la verdad como condición
necesaria. La presuponen para él los representantes de las diferentes ontolog-
ías o/y epistemologías. Lo dice casi literalmente en un texto suyo conocido.7

Pero no vine a desarrollar estas teorías. Quiero exponerles más bien una for-
mulación distinta, y supongo que nueva para ustedes y que acabo de mencio-
nar: la verdad como ajuste. Dicha formulación produjo la reacción de Antone-
lla, reacción – nada infrecuente – que a mi juicio es de lamentar. Con un agra-
vante: ella, como la inmensa mayoría, no conocía ninguna de las posturas a las

7 Teorías de la verdad y ética del discurso, Barcelona, Paidós, 1991, 44.

12
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

que se referían ambas listas… excepto la de la correspondencia en su versión


vulgarizada que hoy prácticamente nadie sostiene.

Por eso, en el ejemplo de ella que les di, me interesa destacar entre otras co-
sas lo que ven en pantalla [proyección en Power Point]:
1) Antonella no preguntó ni pidió precisiones sobre la formulación que
expuse a pesar de que era la primera vez que la oía;
2) interpretó mi exposición según le “sonaba” la frase a sus hábitos
lingüísticos; [una costumbre para entender a otros deplorable que
cuesta erradicar]
3) sostenía posiciones “anti-correspondentistas” que, a juzgar por la
manera de exponerlas, no había investigado mucho;
4) suponía que esa teoría implicaba cierta actitud reprochable de
“adaptación al sistema” [sic, sin más precisión];
5) argumentaba que la correspondencia es una construcción social-
mente impuesta a fin de que tengamos por “verdad” lo que se
adapta a las necesidades de perdurabilidad del sistema. Esto es, una
teoría que nos ajusta a él.
6) desconocía implícitamente que ella [Antonella] pudiera estar ajusta-
da y adaptada a algún sistema;
7) presuponía que el pensamiento de Foucault sí se ajustaba a las cosas
como en realidad son;
8) dada esta adhesión, quedaba tácitamente invalidado su argumento
contra la caracterización de la verdad como ajuste por un lado y
contra la supuesta complicidad de ésta con la adaptación al sistema
[social y político que enjuiciaba críticamente] por otro.

Aunque abundé en datos e información que destacaban la pobreza de su


planteo crítico, no logré convencerla demasiado. O sea, lo normal y esperable.

13
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

A todos nos cuesta cambiar ciertas ideas fundamentales sobre las que se
asientan nuestras más firmes convicciones y creencias; nos cuesta cambiar
nuestras exageraciones, nuestros simplismos o excesos de teoría; nos cuesta
poner en duda la supuesta y deseada incuestionabilidad de los autores en que
basamos nuestras posiciones y argumentos. O mejor, nos cuesta poner en du-
da la supuesta y deseada incuestionabilidad de nuestra interpretación de los
autores con cuyo discurso pretendemos, en definitiva, reclamar la verdad del
nuestro.

Ante el hecho de que no hubiera formulado ninguna pregunta ni pidió aclara-


ciones, me acordé de otro texto de Ortega. Es una conocida Carta a un joven
argentino que estudia filosofía, de 1924 y que apareció publicada en una espe-
cie de revista fundada por el filósofo madrileño, El Espectador. Allí le dice a ese
joven argentino que le ha complacido la carta, especialmente por encontrar
en ella algo insólito en un joven y sobre todo siendo argentino: que pregunta.
Preguntar, sabemos, es admitir la posibilidad de que ignoramos.8 No pregun-
tar y ponernos en cambio a discutir sobre cuestiones complejas, debatidas, al-
gunas por milenios, que reclaman mucha erudición, sutileza y puntillosidad
teóricas, habla mal de nosotros, al menos frente a los que realmente conocen
el tema. Ustedes son docentes, les pido pues que tengan entre sus objetivos
de aprendizaje evitar en sus estudiantes, cuanto sea posible, estas precipita-
ciones en sentar posición sobre temas que no dominan (¡objetivo que ya figu-
raba en el primer paso del método de Descartes!).

Creo importante detenernos un momento en el manido tema de la verdad


como construcción, un asunto muy caro a las ciencias sociales en el siglo XX,
pero con el que se cometieron excesos indebidos. Ni siquiera las aulas univer-

8 Dice mucho más en ese carta: “Son ustedes más sensibles que precisos, y,
mientras esto no varíe, dependerán ustedes íntegramente de Europa en el orden
intelectual – único al que me refiero-. Porque al ser sensibles, toda idea graciosa y
fértil que se produzca en Europa, conmoverá, quieran o no, el fino receptor que es
su organismo, pero al querer reaccionar frente a la idea recibida – juzgarla, refu-
tarla, valorarla, oponerle otra - encontrarán ustedes dentro de sí esa impresión,
esa vaguedad – llamémoslo por su nombre -, esa falta de criterio certero, firme,
seguro de sí mismo, que sólo se obtiene mediante rigurosas disciplinas”.

14
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

sitarias se han salvado de excesos y vulgarizaciones inadmisibles, y que dio pie


al sonado Affaire Sokal.

Sin duda, cualquier concepción que se tenga en torno al significado de “ver-


dad” es una construcción. Incluso podemos decir una construcción con nom-
bre y apellido. En la lista de Apel aparecían esos apellidos de manera explícita.
En cada caso precisaba: “en el sentido de Fulano o Mengano”. En la primera
lista yo agregué los apellidos que “corresponden” - ¡pido perdón por hablar
de correspondencia! -, que corresponden a los autores más famosos que sos-
tienen una u otra postura.

Ahora, que toda concepción semántica del valor de verdad sea una construc-
ción de ninguna manera implica que “cualquier” construcción conceptual de
ese valor sea admisible. Y entre las construcciones admisibles las hay mejores
y peores. Un criterio para valorar esto último es, por ejemplo, evaluar qué
construcción da cuenta de mayor cantidad de tipos o clases de verdad y res-
ponde a mayor cantidad de objeciones y qué construcción lo hace en menor
medida. Con lo que “mejor” o “peor” puede estar determinado por “más
ajustado” o “menos ajustado”, una determinación más específica que la vaga
y general “construcción”.

Antonella argumentaba que la correspondencia es, de hecho, una construc-


ción socialmente impuesta a fin de que tengamos por “verdad” lo que se
adapta a las necesidades de perdurabilidad del sistema. Esto es, se nos ajusta
a él. Bien, tenemos aquí una cuestión interesante sobre la que vale la pena
reflexionar.

Según el argumento de la construcción con que ella desafiaba mi exposición,


aseverar que “la correspondencia es una construcción de lo que se adapta a
las necesidades de perdurabilidad del sistema”, resulta ser igualmente una
construcción, sin lugar a dudas. Bien, entonces podríamos afirmar que el ar-
gumento da por supuesto lo siguiente [proyección de Power Point]: 1. Tal jui-
cio sobre la correspondencia (“adaptar a la perdurabilidad del sistema) co-
rrespondería de alguna manera a lo que realmente sucede en la realidad de

15
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

la vida social; 2. Dicho juicio se adapta a alguna necesidad; 3. En el contexto


del debate, esa necesidad parecía ser la necesidad de cambiar el sistema y
reemplazarlo por otro. Cambio o revolución cuya perdurabilidad, hemos de
presumir, se buscará afianzar en algún momento posterior. Las revoluciones
se hacen para que perduren, podría susurrarnos Pero Grullo.

Una consecuencia de todo esto es que siempre estamos más o menos adap-
tados a algún sistema, sea tradicional, conservador, reformista, progresista,
revolucionario, o como lo quiera calificar. Siempre estamos en mayor o me-
nor grado ajustados a algún sistema de ideas al que adherimos porque lo
consideramos más ajustado, más acorde o conforme a cómo son, se dan o
suceden las cosas en nuestra vida. Más ajustado… Bueno, más ajustado has-
ta que las cosas se desajustan o hasta que las cosas (o lo real como a algu-
nos les gusta imaginar) nos desajustan nuestros “bien” construidos discur-
sos sobre ellas, no importando en realidad a la diosa Verdad si esos discur-
sos son tradicionales o revolucionarios, retrógrados o progresistas… Para
pensar, ¿no?

Les he traído a colación esta anécdota, y “digo la verdad”, para contarles mi


experiencia de tener que internarme en mi enseñanza como profesor en los
laberintos y vericuetos de los pocos temas que están en el corazón más en-
trañable del discurso filosófico. La Verdad justamente es un ejemplo formida-
ble, fantástico, de esos pocos temas. En este caso, quiero que conozcan lo
que yo presuponía y tenía en cuenta cuando presenté el significado de la ver-
dad como ajuste – un significado entre muchos otros –.

En realidad, quiero contarles qué presupuestos hicieron para mí atrayente y


prometedora la sugerencia de la tradición indoeuropea de considerar la ver-
dad desde el punto de vista que me daba la metáfora del ajuste.

Espero con esta charla ser para ustedes un guía de aventuras y no un soporífe-
ro guía de turismo, un guía de desventuras. ¿No es acaso esa la función de to-
do docente ser un guía de aventuras? ¿No se trata acaso de que la experiencia
de uno ayude a explorar el mundo a otros que no la tienen, a mostrarles sus
paisajes y secretos, a precaverlos de los senderos que no conducen a nada, o,

16
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

peor, que pueden terminar en precipicios peligrosos? ¿No se trata acaso de


darles conocimientos y destrezas para que puedan explorar por sí mismos,
con valentía, inteligencia, precauciones y astucia, parajes desconocidos…?
Bien, ahora viene entonces lo que quiero contarles ajustadamente a decir ver-
dad. Pero antes hagamos un corte aquí. Tomémonos un descanso de 10 minu-
tos…

[Segunda parte de la clase]


Mientras bebía un café en el descanso, me acordé de un poema. Se titula “Co-
rrespondencia” y muestra con imperceptible humor la ambigüedad, la poliva-
lencia de esa palabra y de lo narrado en él sobre un afligido pesar. Imagínense
a un pasajero en un hotel que en la Recepción pregunta se ha llegado algún
correo o carta para él. Aquí va de memoria: No hay correspondencia, / me decía.
/ No, no hay correspondencia, / repetía. / No le corresponde, / me decía. / No me
corresponde, / repetía. // El conserje me mira / con cara de que la termine. // Yo
sufría. ¿En cuántos sentidos aparece lo relativo al corresponder? Piénsenlo [Se
repite la cita]

Bien, comencemos… Hagámonos algunas preguntas sencillas para empezar.


Preguntas simplonas, si quieren: ¿Qué significa “la verdad como ajuste”? ¿Qué
nos sugiere esa formulación? ¿Qué tipo de lecturas y reflexiones puede inspi-
rarnos el plantearla en esos términos? Bueno, expondré, casi susurrando diría,
tres líneas de sugerencias [proyección en Power Point]:

1. [Una línea que destaca] La verdad como una acción o rito que se atiene
ceñidamente al orden que nos imponen las cosas para tratarlas de una
manera ajustada y, por ajustada, certera y eficaz.
2. [Otra línea muestra] La verdad como una formulación justa, precisa,
afinada, para el caso de que se habla.
3. [Y una tercera ve] La verdad como efecto de un hacer protegido y ale-
gre y de un decir con música y cantos que nos subyuga y nos ajusta y
junta comunitariamente.

En las tres recurriré al apoyo de etimologías indoeuropeas para recuperar una

17
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

mayor frescura semántica. Espero hacer así más atractiva la clase saliéndome
de lugares demasiado transitados. Lugares demasiado conocidos que termi-
nan por ocultarnos el esplendor joven, lozano de las cosas que son importan-
tes para nosotros… Voy a decir algo que quizás caiga mal a algunos de uste-
des, pero no resisto la tentación de decirlo… Algunos de esos lugares transi-
tados que nos ciegan para ver ese resplandor joven son a veces… ¡los discur-
sos más actuales y en boga! Ellos también - contra sus intenciones - pueden
meter mucho bochinche, pueden hacer mucha bulla, e impedirnos oír enton-
ces el balbuceo vívido, no trillado, de lo que se nos muestra en nuestro mun-
do, en nuestro entorno, y tenemos delante de las narices. Cosas y sucesos que
nos rodean… nos afectan… nos reclaman. Voy a dejar, pues, por el momento
las opiniones habituales, sin importarme el renombre de sus autores.

[La verdad como actuar ritualmente ajustado]


Bien, veamos. La verdad como ajuste tiene una larguísima tradición y se in-
sertó en sus comienzos… ay, siempre hay que andar con cautela hablando de
comienzos; tiene sus bemoles… esta visión de la verdad se insertaba al co-
mienzo en el campo de significación de las acciones rituales.

Georges Dumézil, una de las máximas autoridades de los estudios indoeuro-


peos, me dio una pista para esto, al tratar el tema de la traducción de la pala-
bra sánscrita rta en su libro sobre los dioses indoeuropeos. Esta palabra tiene
la misma raíz que nuestra palabra rito; también que aritmética, arte, articula-
ción, artritis. Dumézil nos advierte allí que la traducción de rta es siempre
complicada porque como significante central de la cosmovisión india significa
al mismo tiempo eso y otra cosa. Él es de la opinión de que la mejor aproxima-
ción al significado de rta sigue siendo Orden. Nos habla en esa palabra el or-
den cósmico, el orden ritual, el orden moral, el orden jurídico, en cuanto todos
ellos están basados en el ajuste exacto, bien articulado de las partes de un todo.
Y agrega: “verdad” es uno de los elementos de la comprensión de esta idea
dada en rta. Uno entre otros.9

9 Los dioses soberanos de los indoeuropeos, Barcelona, Herder, 1999, 63. Para la

raíz indoeuropea de rito como ajuste, consultar E. BENVENISTE, Vocabulario de las


Instituciones Indoeuropeas, Madrid, Taurus, 1983, 298.

18
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

Entonces, sintetizando podemos decir que en la cosmovisión del Rig Veda,


verdadero es lo que se ajusta al rito; y el rito es verdadero si, una vez purifica-
dos, nos ajusta al orden del cosmos y nos inserta en él de manera articulada y
armónica. Veamos si podemos sacar esto de su oscuridad.

Para entender mejor esta forma de ver antigua, tengamos en cuenta que ella
ve y experimenta al trabajo humano como un rito que se amolda y ajusta a las
exigencias que nos imponen las cosas para acertar y tener éxito al trabajarlas.
Las exigencias que nos impone la realidad para obtener y defender lo que de
ella nace, brota, crece, prolifera, pulula, y también protegernos de lo que de
ella nos acecha y amenaza. Lo sabemos muy bien: no todo es color de rosa ni
en los amaneceres ni en los atardeceres de la naturaleza. El ritual del trabajo,
entonces, nos ajusta en verdad al orden de los astros, de las estaciones. Nos
ajusta a las reglas de convivencia con otros hombres y con los dioses. De estos
ajustes depende la supervivencia de la comunidad, los plantíos, los ganados,
las huertas, las comidas…

En esta visión un carpintero, por ejemplo, ha de ajustarse a la madera, su du-


reza, sus nudos, su forma, etc.. Y ha de ajustar sus instrumentos para trabajar-
la correctamente. Y ha de ajustar su trabajo al objeto que produce: un barco,
un carro, una mesa, una silla, etc. Tiene que haber ajuste, “correspondencia”,
entre su hacer, sus medios, la cosas que hace y el bien o beneficio que produ-
ce para la comunidad. Ese ajuste con el orden de las cosas y del grupo lo cons-
tituye en verdadero carpintero.10 Lo mismo un picapedrero, un herrero, un es-
cultor, un ceramista, un campesino, un horticultor. En suma, ajustarse al orden
de las cosas que le son entregadas por la divinidad para su trabajo y ajustarse
al servicio benéfico de la comunidad constituye el ritual de los oficios, y los

10 Sobre este trasfondo exponía Heidegger en su curso de Friburgo en 1951-52:


“Si es que [el aprendiz de carpintería] llega a ser verdadero carpintero sabrá, so-
bre todo, corresponder a las diversas clases de madera y las formas posibles que
encierra todavía latentes; se ajustará, pues, a la madera tal como ésta, con la
oculta plenitud de su esencia, integra el habitar del hombre […] Acaso el pensar
no sea otra cosa que la construcción de un armario”. ¿Qué significa pensar?, Bs.
As., Nova, 1972, 20-21.

19
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

hace verdaderos, genuinos, legítimos, auténticos.11

Pero el ajuste ha de alcanzar también, como decía, a los vínculos de las gentes
de la etnia, a fin de lograr el orden y la armonía, la unión y la cooperación, la
equidad y la justicia de una comunidad que se experimenta entonces así como
verdadera. Pues, cuando los hombres no se entienden entre sí, el sol brilla co-
mo siempre y la lluvia cae, pero las semillas no germinan como deben ni pro-
ducen lo mismo. ¿Por qué? Ah, porque los campos y los huertos no están bien
cultivados, las cosechas se resienten, la aldea muestra las heridas del abando-
no, los frutos se distribuyen con inequidad, o peor, con iniquidad, o la guerra
devasta la tierra y la esteriliza.12

Es por eso que cuando se enjuicia algún mal en la vida comunitaria, cuando se
denuncia alguna situación injusta de expoliación o explotación, de persecu-
ción ideológica o étnica, se los enjuicia o denuncia siempre como un desajuste
que no corresponde al ideal de una “verdadera” comunidad. En este sentido en-
tre nosotros, por ejemplo, los que combaten al capitalismo lo denuncian como
un ominoso y repudiable desajuste a un orden justo o más justo de la vida so-
cial; y los que combaten las dictaduras (sea cual sea su signo ideológico de
ellas, incluidas las anticapitalistas) o las guerras genocidas las impugnan y re-
cusan como un inadmisible y detestable desajuste a un orden justo o más jus-
to de libertad en la vida social. El dilema, por tanto, no es “ajuste sí, ajuste
no”, sino “qué ajuste sí, qué ajuste no, con qué grado y quién tiene la autori-
dad y el poder de realizarlo”. Tengámoslo en cuenta.

11 Es un lugar común en antropología afirmar que los ritos están entrelazados con
la realidad de la acción de modo tal que forman una parte constituyente e indis-
pensable de ella. En algunas etnias estudiadas sus miembros viven de la creencia
de que la naturaleza no proporciona nada sin ceremonias, de que se trabaja y se
come porque se celebran y festejan de la manera correcta los ritos apropiados. Pe-
ro además no podemos perder de vista que en la visión ritual del mundo no exis-
ten fronteras entre tecnología, economía, sociedad, rito, mito… Por ejemplo, el
Señor de los peces o el Dueño del río, las redes y técnicas brindadas a los ances-
tros por la divinidad (a ella le pertenecen), la norma que manda no pescar más
peces que los que se necesitan para comer, etc., constituyen también el sentido
de la pesca.
12 Cf. R. GIRARD, La Violencia y lo Sagrado, Barcelona, Anagrama, 1983, 16.

20
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

[La verdad como formulación justa]


Paso ahora a la segunda serie de ideas sobre ella con el que espero enrique-
cerles el análisis de este asunto: la verdad como formulación justa. Asunto sin
duda complejo y por cierto fundamental.

La perspectiva de análisis que respecto de la verdad nos da la metáfora del


ajuste tiene el atractivo de su parentesco con palabras tan llenas de anhelos y
esperanzas, tan valoradas y reclamadas como justo, justicia, o jurar, o con
otras más intimidantes y temibles como justiciero o ajusticiar. Nada menos. Es-
te parentesco, simultáneamente, nos coloca de lleno en la polisemia, en la po-
livalencia significativa de la palabra justo, de la que “ajuste” proviene.

Ajuste, ajustar, ajustarse tienen muy distintos tipos de usos lingüísticos. Uste-
des los conocen. Por ejemplo [proyección en Power Point]:

+ Ajuste de piezas (de un motor)


+ Ajuste de cuentas
+ Ajustarse el cinturón,
+ Ajustarse a lo dicho (en un documento, texto o conversación)
+ Ajustarse a los hechos,
+ Ajustarse a derecho…

Pueden agregar ejemplos a esta lista - sería recomendable - que sólo les doy a
título de sugerencia.

El diccionario de la Real Academia da cuenta de la polisemia de esas palabras.


Para “ajustar” rescata 17 acepciones. Vayan algunas como ilustración [proyec-
ción en Power Point]: 1. Hacer y poner alguna cosa de modo que case y venga
justo con otra; 2. Conformar, acomodar una cosa a otra de suerte que no haya
discrepancias entre ellas. Ú. t. en sent. fig.; 3. Apretar una cosa de suerte que
sus varias partes casen o vengan justo con otra cosa o entre sí; 16. Ponerse de
acuerdo unas personas con otras en algún ajuste o convenio.

Fijémonos que “justo”, que aparece en 1 y 3, no hace alusión a algo que tenga

21
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

que ver con la justicia. Alude a una acción exacta, precisa: cuando una cosa se
acomoda estrecha, ceñida, apretadamente, a otra. Lo usamos así a diario: vivir
con lo justo (sin que sobre nada pero sin que falte lo indispensable); llegar jus-
to a tiempo. Podemos sospechar que quizás este sentido de “justo” es más
primitivo que el referido a quien obra con justicia. De hecho es así, créanme.
¿A quién se consideraba persona justa? A quien actuaba ciñéndose con punti-
llosa exactitud, estrechamente a las creencias más básicas, a las normas, a los
usos y costumbres más hondos y entrañables de su comunidad o de su etnia.
Y ahora les añado: se supone en esta manera de ver las cosas que un juez, al-
guien que dicta justicia, es el que dice lo que cuadra en cada caso de duda o liti-
gio de manera ceñida, precisa, estricta.

Voy a redondear este asunto entonces, volviendo al indoeuropeo para rastre-


ar en él la etimología de justo, de jurídico y de jurar [proyección de Power
Point]. Estas palabras castellanas provienen del latín: iustus, ius, iurare. Deri-
van de un radical reconstruido como *yous.13 Si aceptamos lo establecido por
Benveniste, *yous habría significado entonces un estado de purificación y in-
tegridad de nuestro ser. Un estado de normalidad, alcanzado con puntillosa
estrictez. Ese estado es el requerido por el culto y sus reglas rituales para que
éste no tenga defecto alguno y sea realmente efectivo. Se buscaba con esa fi-
delidad ritual que el infortunio o la enfermedad, por caso, no tuvieran poder
sobre alguien. Un estado también requerido por la concordia, el orden, el ajus-
te imprescindibles para la vida en común.

Como ven, pues, volvemos a encontrar en esta raíz el mismo sentido que ya
vimos con respecto a rta anteriormente. Lo que no tiene por qué sorprender-
nos: un rito colocaba en el estado de *yous.

El ius latino - derivado de ese *yous era, siempre según Benveniste, una fórmu-

13Su significado – y esto, nos lo informa Benveniste – es dable de ver en indicios


dados por el radical védico indio yoh que expresa el deseo de felicidad y prosperi-
dad (como nuestro famoso “feliz y próspero Año Nuevo”), y el avesta persa yaoš
que expresa el efectivo alcanzar de un estado apto para el culto. Vocabulario…,
pág. 305.

22
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

la, ritual también.14 Era la fórmula que se ajustaba estrictamente al caso, cuan-
do había una duda ante la norma o regla a seguir en una situación dada, o
cuando se trataba de un pleito. Esas fórmulas, además, enunciaban no sólo la
decisión de una autoridad legítima. También implicaban que no podían ser po-
sesión de cualquiera. Sólo unos pocos eran sus poseedores, y estaban distri-
buidas entre ellos en función de qué causa se tratara y entre quiénes era el plei-
to. “Juez”, iudex, significaba simplemente – ya se los adelanté – “el que dice (-
dex) la fórmula o regla (iu-)”, la cual se aplicaba justamente al caso en cues-
tión.

Por lo tanto, el hacer de un juez consistía y consiste en un decir que produce e


instituye la cosa misma juzgada. Lo repito porque tiene su importancia: el hacer
de un juez consistía y consiste en un decir que instituye la cosa misma juzgada,
produciéndola. Fíjense es un hacer que consiste en un decir que hace un cosa,
en este caso la cosa-judicial. Es por eso que por mediación de ese acto de
habla, por mediación del decir del juez, por mediación de ese “decir la fórmu-
la”, el ius dicere, que hace la cosa misma del derecho, se desarrolló toda la
terminología de la vida judicial: “juzgar” en latín iu-dicare; “juicio” en latín iu-
dicium; “jurisdicción” en latín juris-dictio.

Ahora, ¿qué consanguinidad etimológica, digámoslo así, guardan el *yous in-


doeuropeo y el ius latino? ¿qué afinidad unía por un lado el estado de normali-
dad y integridad ritualmente adquirido, o sea el *yous, y, por otro lado, el acto
de decir la fórmula, o sea el ius, que se ajustaba exactamente al caso y a la oca-
sión, fórmula que prescribía a qué habían de conformarse los involucrados
haciendo así, literalmente, la justicia?

En el *yous, dicho estado permitía estar purificado para otro rito: por ejemplo,
el casamiento o una oblación sacrificial. Con la fórmula o ius, el ritual jurídico
legitimaba, ajustaba, normalizaba para la vida social aquel o aquello sobre lo
cual se pronunciaba. Lo conformaba en estado de iustus; lo producía efecti-
vamente como “justo”. Así se hablaba, por ejemplo de nupcias justas, iuxtas

14Su plural, iura, era el conjunto recopilado de las fórmulas, impregnadas de es-
crupulosa religiosidad, que reglaban las cuestiones de la vida social.

23
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

nuptias.

Preguntémonos: ¿a qué hacemos “justicia” cuando en cada caso podemos


ajustar nuestro decir para hablar con verdad?

- [Interrupción de una participante] Profe, la verdad... no entiendo mucho.


- Yo tampoco… no vayas a creer. [Risas]
- ¿A dónde quiere ir?
- Quizás al Caribe, o al Egeo… [Risas] Bueno, más allá de las bromas, lo que in-
tento darles a conocer es esto: para visiones antiguas, que están en la raíz de
nuestra lengua, la verdad era “algo en que se está”. Es un estado. Estar en la
verdad significaba un estar con el ser íntegro ajustado armónicamente con el
resto de las cosas. Tal estado te ponía en condiciones para una vida social…
justa, ajustada al resto y al modo de ser, o ethos, del grupo o etnia. Te ponía
en condiciones para entender la justicia exigida por una vida en común plena y
en concordia. Ese estado como tal era un ideal, no hay duda, pero vivir impli-
caba para ellos, entre otras cosas, el buscar con ahínco tal ideal, aunque sea
inalcanzable. Esto es típico, y ustedes lo saben, de los planteos de sabidurías
orientales. ¿Respondí a tu pregunta?
- Digamos que sí. [Su tono no era nada firme]
- Sigo, entonces.

Les había hecha una pregunta: ¿a qué hacemos “justicia” cuando en cada caso
podemos ajustar nuestro decir para hablar con verdad? La respuesta es pero-
grullesca, trivial: hacemos justicia a las cosas de las que hablamos si nos ceñimos
a lo que de ellas se nos muestra, lo que de ellas se nos hace manifiesto. No se
asusten. Trataré de aclarárselo con un ejemplo.

Supongamos que estamos en una calle manejando un coche. Para poder


hacerlo sin chocar ni ser chocado, sin atropellar a nadie, llegando a dónde
queremos ir, tenemos que atenernos a lo que en la calle se nos muestra vi-
sualmente (un ciego, obviamente, no puede conducir ni obtener el carnet de
conductor). Dicho de otra manera: nuestra percepción visual ha de estar ajus-
tada en un grado suficiente a lo que - quieto o moviéndose - se nos muestre
en la situación de tráfico que nos encontramos. De esta manera circularemos

24
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

con seguridad para nosotros y para los otros y llegaremos a destino sanos y
salvos… si no pasa nada raro o imprevisto.

Los antiguos admitirían decir pues que “hacemos justicia” a las cosas del
mundo vial cuando, por ejemplo, en la calle manejamos un coche según lo que
se nos manifieste allí, evitando con nuestro ajuste y cuidado, con nuestra “jus-
ticia callejera”, poner en peligro nuestros cuerpos y el de los demás.

Una última observación sobre esto para terminar este punto. Sin duda podr-
íamos decir que la verdad vista como ajuste nos llevaría a afirmar que nuestros
juicios sobre las cosas les hacen a éstas justicia cuando se ajustan a lo que ellas
son. Nada más tradicional que una aseveración semejante. Pero después de
Nietzsche esta manera de hablar está desprestigiada. El decía que nuestras
verdades son mentiras vitales: mentiras necesarias para la supervivencia, ne-
cesarias para vivir. Que cuando afirmamos que “la pared es dura”, la dureza
no tiene nada que ver con la pared. Es simplemente una reacción nerviosa,
orgánica de nuestro cuerpo. En tal sentido, “la pared es dura” es algo falso, un
engaño, una mentira.

Un filósofo griego, sin embargo, podría responderle que si las verdades son
mentiras hacerle justicia sería reconocer sin tapujos lo que son: es decir “men-
tiras”. Y como él sabe son mentiras muy útiles porque nos permiten cruzar
una calle con más tranquilidad cuando nuestras mentirosas percepciones nos
avisan que “algo viene hacia nosotros”. Este aviso vago, poco definido, “algo
viene hacia nosotros”, mentiroso sólo en parte, es suficiente para ponernos
en alerta, para ajustarnos a un posible peligro y atenernos justamente a ello. Y
si ese venírsenos algo encima es una reacción nerviosa poco importa: es una
reacción que nos avisa y ayuda a protegernos de algo que puede sernos peli-
groso. La reacción no crea de la nada el peligro: lo hace a partir de algo que
puede hacernos daño, herirnos o matarnos…

Hay que tener cuidado con las afirmaciones contradictorias del tipo “las ver-
dades son mentiras”. Caemos fácilmente en contradicciones pragmáticas: “las
verdades son mentiras” sería una verdad de la que estamos convencidos que

25
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

se ajusta a lo que las cosas son. Tengan en cuenta que estas aseveraciones o
como queramos llamarles, algo enfáticas y exageradas, no son inofensivas.
Tienen consecuencias, algunas de ellas políticas, pues nos lleva a hacernos
sospechar de los dictámenes o de los juicios de los Tribunales de Justicia. Por
ejemplo, en Argentina, los Juicios de la Verdad que se instauraron para rever
lo actuado durante la dictadura militar, ¿son “juicios de la mentira”? O ponién-
dolo de una forma más punzante: ¿son juicios de la mentira de unos contra la
mentira de otros? Ya ven por qué les insisto que no podemos hablar de estos
temas demasiado a la ligera sin ahondar en las posibles consecuencias que
ellos tienen para nuestra vida y en especial para nuestros cuerpos, frágiles y
mortales ellos…

Pero aun si dijéramos “las verdades son siempre verdades a medias”, inade-
cuadas, con fallas, fallidas y con cegueras, etc., nuevamente nos encontramos
con un juicio que trata de ajustarse a lo que las verdades son. Y entonces vol-
vemos a caer en algo perturbador: ¿aseverar que toda verdad es una verdad a
medias, es a su vez una verdad a medias, inadecuada, fallida, con puntos de
ceguera? O, teniendo en cuenta que hay muy distintos tipos de verdades,
¿habrá verdades que no son a medias? Es para pensarlo…

[Ajuste y cuidado de sí]


Quiero aclararles algo de lo anterior. Con mi exposición no pretendo que us-
tedes adhieran a la manera antigua de ver la verdad, como si fuera “la verdad
sobre la verdad”. De ninguna manera. Por cierto: podemos comprender esos
planteos antiguos con mayor o menor sutileza o no entenderlas en absoluto;
podemos adherir o no a esa visión o preferir otra según el asunto que estemos
tratando; podemos cuestionarla con mayor o menor “ajuste” teórico. A mí
sólo me interesa que conozcan otros senderos para que se animen a explorar
la verdad por fuera de la perspectiva epistemológica moderna, perspectiva
que suele ser la única que ronda las aulas universitarias, sobre todo por las
consecuencias políticas que se busca sacar de allí. Que sea la única es a mi jui-
cio algo que no le hace justicia a la verdad.

Volvamos a nuestra charla. Este asunto de la verdad como “ajuste con el or-

26
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

den de las cosas que se dicen o hacen” tiene un lado que puede llegar a sor-
prenderlos y los desoriente. Esta forma de entenderla implica ya estar previa-
mente instalado de alguna manera en la verdad con la propia vida, “de cuerpo
y alma”. Que para acceder al conocimiento verdadero de las cosas primero
uno tiene que estar ajustado con su ser al orden de las cosas. Ya voy a tratar de
explicarles esto.

Pero antes … ¿qué tiene de sorprendente, de inesperado, este enfoque? Que,


créase o no, es una manera de plantear las cosas afín a lo que M. Foucault ex-
ponía en sus clases de 1982 en el Collège de France, luego conocidas como La
hermenéutica del sujeto.15 Así como suena. El ajuste con el ser de uno al orden
de las cosas implica que uno ha de ocuparse de sí mismo; que ha de “purificar-
se”, ha de efectuar en sí mismo transformaciones necesarias para tener acce-
so a la verdad.

Les hago una rápida alusión a la postura de Foucault. En esas clases, él distin-
guía entre filosofía y espiritualidad. Lo plantea, si mal no recuerdo, en la clase
del 6 de Enero. Caracteriza a la “filosofía” como la forma de pensamiento que
intenta determinar las condiciones y límites que permiten el acceso del sujeto
a la verdad. En cambio, por “espiritualidad” entendía la búsqueda, la expe-
riencia, las prácticas – si no me falla la memoria, nombra allí expresamente
Foucault purificaciones, ascesis, modificaciones de la existencia, etc. – por las
que el sujeto efectúa en sí mismo las transformaciones necesarias para tener
acceso a la verdad. Tal cual.16
De modo que la perspectiva del ajuste en este asunto de la verdad de la que
venimos hablando no se trata de verla primero como problema epistemológi-

15México, FCE, 2002. Ver especialmente clases del 6 y del 13 de Enero.


16 En el Seminario que dio en la Universidad de Vermont, The Technologies of the
Self, en el otoño boreal de ese año expuso las mismas ideas. Esas tecnologías pa-
ra el cuidado de sí “permiten a los individuos efectuar, por cuenta propia o con la
ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensa-
mientos, conductas, o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación
de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o
inmortalidad” (itálicas mías). Ver M. FOUCAULT, Tecnologías del yo, Bs. As., Paidós,
2008, 48.

27
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

co de conocimiento, sino como problema existencial. Sé que el uso de la pala-


bra “existencial” tiene sus peligros y está un poco “demodé”. Sepan discul-
par, pero el mismo Foucault habla de “modificaciones de la existencia”, por
eso la uso en este contexto.

En la antigüedad griega y romana – exceptuando a Aristóteles, como consigna


el mismo Foucault – el tema epistemológico de la filosofía17 (¿cómo tener acce-
so a la verdad?) y la cuestión existencial de la espiritualidad (¿cuáles son las
modificaciones requeridas en el ser mismo del sujeto para acceder a la verdad?)
nunca estuvieron separadas. Para este acceso uno había de estar “justi-
ficado”, “veri-ficado”. Hubo que esperar hasta la edad moderna para que ese
acceso se convirtiera para filósofos y científicos de Occidente en una cuestión
exclusiva de conocimiento, epistemológica, una cuestión de rigor metódico
puntilloso. A partir de entonces filosofías y ciencias vieron con ojeriza y
desdén el aspecto de iluminación, de transfiguración del sujeto por el efecto
retroactivo de la verdad que le atraviesa su ser. (En este momento, a pedido de
algunos de los asistentes se hizo un corte en la clase de 5 minutos)

[La verdad como efecto del decir]


Bien pasemos a otra cosa. Dejemos de lado esas ojerizas y desdenes moder-
nos que mencioné antes del corte, y sigamos ahondando en nuevos sentidos
posibles que se nos abren en la formulación de la verdad como ajuste. Paso en-
tonces así a la tercera serie de consideraciones que les había anunciado: la ver-
dad como efecto de un decir.

Vimos que el ius latino se engarzaba con el *yous indoeuropeo y encontrába-


mos en la palabra sánscrita rta la misma idea de este radical indoeuropeo re-
construido. ¿Qué idea? Ya lo dije a raíz de una pregunta, que en la verdad se
está, es un estado. ¿De qué manera, cuándo? Cuando alcanzamos con nuestro
ser un estado de ajuste bien articulado y armónico con el resto de las cosas. Ya
les di el ejemplo del manejo vial. Otro ejemplo podría ser esta clase. Estamos
en la verdad si en ella nos encontramos en un proceso de comunicación entre

17 En realidad, onto-epistemológico.

28
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

nosotros mínimamente ordenado, “aceitado” con ciertas reglas (no superpo-


niendo nuestras voces, escuchándonos, no molestando al vecino ni abofe-
teándolo, etc.). Les reitero: alcanzar la perfección de ese estado de ajuste es
un ideal inalcanzable. No obstante, si nos atenemos a esta manera de ver, en
su búsqueda nos hacemos más verdaderos.

Muy bien. El verbo castellano “decir” de la formulación “la verdad como efec-
to de un decir” que les di, se engarza con la palabra griega díke, “la justicia in-
terfamiliar” y con la palabra dikaios, “el justo”. También los verbos latinos
“dicere” (que se pronuncia “díkere”) y “dicare” están emparentados con esas
palabras griegas.18

No quiero que se pierdan… Acuérdense que vimos ya que el decir del juez, al
pronunciar las fórmulas que están bajo su cuidado, hace con su acto de habla
la “cosa” misma del derecho: el ajuste del orden social.19 Su decir hace la cosa.
En este caso la cosa-judicial con la que se quiere ajustar la vida en común. Lo
mismo pasa cuando juramos o prometemos o advertimos. Al pronunciar un ju-
ramento o al prometer algo o al dar una advertencia, hacemos la cosa-
juramento, la cosa-promesa, la cosa-advertencia. Son “cosas” hechas con pala-
bras, como nos enseñó Austin. No son cosas como mesas o casas. Pero son
cosas en el sentido de que son “algo”: algo que se dan en nuestro mundo,
acontecimientos en él, algo que encontramos en nuestra vida, que nos con-
mueve o perturba, algo que nos hacen frente o con lo que contamos, que
modela o condiciona nuestras acciones, nuestros discursos, nuestros pensa-
mientos e ideas, o que puede meternos en una cárcel…
Por supuesto, cuando argumentamos hacemos la cosa-argumento, cuando
amenazamos hacemos la cosa-amenaza, cuando alentamos hacemos la cosa-
aliento. Yo estoy haciendo ante ustedes la cosa-clase-de-filosofía o como le
quieran llamar. Sigan ustedes la lista…

18Derivan de un radical indoeuropeo *deik.


19En Homero, el nombre del juez era dikas-pólos: el que vela por las fórmulas del
derecho, las conserva, cuida y aplica en los vaivenes de los litigios, mostrando lo
que corresponde en cada caso y debe ser.

29
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

Ahora bien, cuando caractericé – como hice al comienzo – a palabras y accio-


nes como verdaderas “si se ajustan al orden de las cosas que se dicen o se
hacen” (contra esta caracterización, recuerden, protestó la citada Antonella)
tenía en mente, entre un montón de cosas – algunas ya se las he contado –
tenía en mente, decía, que también podemos tener por verdadero “lo que se
ajusta a cosas hechas porque están dichas y a cosas dichas porque están
hechas”. Veamos si podemos sacar este trabalenguas de su enigmática abs-
tracción.

Aquí entre nosotros hay profesores de historia, de letras, de química, de ma-


temática. Bien, primero caigamos en la cuenta que la historiografía, la literatu-
ra, la física, la matemática son cosas hechas. Son construcciones culturales,
cosas que hacemos los hombres, sólo nosotros. Tomemos como ejemplo a los
historiadores. En la historia humana no sólo hacen las gestas – los llamados
“hechos” de la historia justamente – los héroes y heroínas o los hombres y
mujeres comunes y silvestres. También son hechas las narraciones correspon-
dientes que relatan aquellas gestas y las convierten en “hechos historiográfi-
cos”. Los hechos históricos son hechos también por el relato del historiador o
historiadora, no sólo por sus “gestores” o hacedores.

Cuando en nuestros discursos nos ajustamos a lo que se ha narrado en las


fuentes documentales, damos a ese ajuste nuestro el calificativo de “verdade-
ro” – aun si lo dicho por la fuente fuera un error o una falsedad. Por ejemplo,
si un historiador dijese que en el periódico The British Packet and Argentine
News publicado en Buenos Aires, en su edición del 19 de Febrero de 1831 se
publicó un artículo contra el carnaval, porque el articulista no admitía que du-
rante la celebración se mezclaran las clases dando así lugar a un espectáculo
de locura y extravagancia que habría asombrado aun a los salvajes, tal afirma-
ción del historiador la aceptaremos como verdadera si podemos tener acceso
a una edición original o facsimilar del diario inglés y podemos leer en él lo que
dice el historiador que allí se dice y se rechaza.
El relato historiográfico - que cuenta lo que decía el diario ese día y eso que
cuenta puede ser constatado por cualquiera que sepa leer inglés - se ajusta al
decir del documento y en ese sentido lo que el relato del historiador narra es

30
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

aceptado en el campo disciplinar de la historia como verdadero. En esta caso,


el objeto del historiar del investigador, el “hecho histórico” de su estudio, es
la postura del British Packet con relación al carnaval porteño de esos años. Y
se supone que el periódico habla de algo que realmente sucedió, que se ajus-
taba a algo acontecido en la ciudad: el carnaval. Por supuesto, lo que acabo
de decir no significa que la opinión del articulista se ajustaba al significado de
ese festejo para los “salvajes”, como él dice, ni para sus celebrantes vernácu-
los, los hacedores del carnaval de esa época. Esto es otro cantar, otro con-
tar.20

Veamos un ejemplo con la química, porque hacerlo con la literatura o la ma-


temática es demasiado obvio y lo pueden hacer ustedes por sí mismos. Con la
química o con la física es un poco más complicado… Un ejemplo fácil, que
cualquiera puede entender y que me ha hecho famoso, es el de H2O. Que la
fórmula es una construcción hecha dentro de la ciencia química nadie puede
ponerlo en duda. De modo que se alguien dijera que esos símbolos son la
fórmula química del agua se ajustaría a lo que en nuestra cultura se dice de
esos símbolos y del significado con que se han construido. Entonces, ese al-
guien cumpliría así lo que hemos dicho que se tiene por verdadero lo que se
ajusta estrictamente a las cosas que se dicen o se hacen. Por supuesto, esos
símbolos se ajustan a observaciones hechas en experimentos de modo que la
fórmula resulta de acuerdo con la teoría que guía los experimentos y la cons-
trucción de los aparatos de medida, de acuerdo con las observaciones hechas
en estos, y con la teoría que da sentido a los datos arrojados por tales instru-
mentos.

Ahora, la fórmula me da pie para “ajustar” la caracterización de H2O y hacerla,


digamos, más “verdadera”. Es más exacto decir que H2O es la fórmula química
de la estructura molecular del agua. Porque en el agua “pura” además de la
molécula que consignamos en la fórmula hay siempre otras cosas: átomos
sueltos de hidrógeno y de oxígeno, electrones, protones, neutrones, fuerzas

20He desarrollado con detalle el tema de la verdad en las narraciones históricas,


en Historiografía y Verdad que se puede consultar en mi página de Internet.

31
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

electromagnéticas que los unen, cosas de las que en la fórmula, en su simplifi-


cación, no están dichas ni se muestran.
Hago esta precisión porque el famoso ajuste del que hablamos nunca es per-
fecto, perfecto. Y dentro de su imperfección, permite grados que se extien-
den entre un mínimo y un máximo. Entre esos extremos las precisiones serán
más o menos ajustadas. Tendremos ajustes más flojos y ajustes más ceñidos,
todos ellos aceptables. Por eso hablamos del ajuste a un “orden” de las cosas.
Un orden que admite que nos ciñamos a él en más o en menos. Que se exija
más o se exija menos, que se sea más puntilloso o menos depende de quienes
hablan y de qué, con que propósito, en qué circunstancia, etc.. El ajuste que se
pide a una tesis de doctorado a su objeto de estudio, no es el mismo que el
que se pide a un artículo periodístico hecho por la misma persona sobre el
mismo tema.

Ajuste, entonces, es atenerse a los límites fijados en un orden, fuera de los cua-
les no hay “verdad”. La palabra ajustada, verdadera, es la que respeta esos
límites, los señala, se atiene a ellos y se articula con ellos. Aquello sobre lo que
el poder humano no puede poder nos impone sus condiciones, nos limita. Hay
que atenerse a esas condiciones para no delirar, para no errar, para no caer en
la injusticia de la trasgresión que hace estragos o causa la muerte. Hay que
atenerse a esas condiciones para evitar la destrucción o el dislate que se paga
caro, porque se paga con la propia carne. Esto es fácil de ver en la actual crisis
medioambiental del planeta.

Muchos ajustes son posibles dentro de los límites de un orden, pero no cual-
quiera. Aristóteles repetía: “el ser viene de múltiples maneras al brillo de la pa-
labra en que se muestra y hace su aparición”. Eso sonaba en griego, según di-
cen, así: To ón légetai pollajôs. Lo que significa que hay muchas posibles lectu-
ras sobre la realidad de algo, todas ellas eventualmente ajustadas… en cierta
medida. Pero no puedo hacer la lectura caprichosa que se me ocurra. Me ten-
go que limitar a ciertas posibilidades de interpretación y descartar otras por
no ser apropiadas al caso ni tienen que ver con él. O descartarlas por ser fal-
sas, o antojadizas, o delirantes o psicóticas o imposibles, etc.. La Hermenéutica
del sujeto de Foucault no enseña a cebar mate, ni habla de una conspiración

32
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

de extraterrestres con la CIA.

La verdad es “politeísta”, digamos. No obstante en el Panteón, donde habita


el conjunto de los dioses adorados por los hombres, no se admite cualquier
dios. Pero además se sabe: los dioses son celosos. Por eso, como advierten no
pocos intelectuales de hoy, el dios de lo real golpea con tanta más crudeza
cuanto uno más ciego está. O mejor, cuanto más lúcido y sagaz se considera
uno a sí mismo, cuanto menos ciego uno se cree que es, con tanto más dureza
suele golpearlo, traumarlo, la dura realidad.

Heidegger, ajuste y juntura.


Quiero ir terminando este punto, con una alusión a Heidegger, al - pareciera -
insoslayable Heidegger. El tradujo la famosa díke de dos maneras afines: en
1935 como “la juntura que junta” y en 1943 como “el ajuste que ajusta”. La
primera traducción está en un curso, que él publicó casi veinte años más tar-
de, en 1953, con el título de Introducción a la Filosofía. La segunda en su semi-
nario sobre Parménides dado en la Universidad de Friburgo publicado con ese
nombre.21

Antes una aclaración. Sus planteos son siempre sugerentes. Dan que pensar.
Pero sepan que muchos de sus análisis filológicos resultan objetables e incluso
inadmisibles para los académicos entendidos. No se ajustan, dicen éstos, a la
historia semántica, a la historia de los significados de las palabras griegas de
las que él nos habla. Una de esas palabras es díke… justamente. Pese a estas
observaciones se las presento porque lo que me importa en este caso es que
al menos vislumbren el campo de posibilidades significativas que, con sus su-
gerencias, se nos abren para pensar. De hecho, las ideas de los pensadores, las
de cualquiera, han de ser un pre-texto para ponernos a pensar y hacer nuestro
texto, también él provisorio. Por eso no importa demasiado cuánto se ajustan
realmente los análisis de Heidegger al sentido que esas palabras tuvieron para
algunos pensadores griegos del siglo VI y V antes de Cristo. Nos basta con que
haya creído realmente lo que decía, aun cuando su creencia fuera un mero de-

21 Introducción a la Metafísica, Bs. As., Nova, 1972; Parménides, Bs. As.,

33
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

seo de él. Veamos qué podemos sacar de su discurso torturado. Quizás, al


oponernos a él, podamos arrancarle una chispa para pensar. De hecho, sus
pensamientos me llevarán al tema con que voy a cerrar esta charla, un tema
muy poco o nada heideggeriano.
Les decía: él tradujo díke por “ajuste que ajusta” y “juntura que junta”. Le en-
cantaba hablar así. Tal caracterización apuntaba a señalar un aspecto o di-
mensión del Ser. Y a ese juntar del Ser que ajusta oponía una actividad huma-
na, necesariamente violenta: la téjne, palabra que los romanos tradujeron par
ars, arte y de la que viene nuestra “técnica” pero con un significado bastante
distinto. Téjne es un saber hacer o arte, dice Heidegger, que ha de desgarrar lo
que está junto, unido, bien ajustado, para crear los entes, las cosas en las que
resplandece el Ser.22 La relación recíproca y necesaria entre la juntura y su
desgarro violento es para él el acontecimiento de lo inquietante y pavoroso:
aquello que es tremendo, terrible, pero a la vez nos subyuga y nos arranca de
lo familiar.23 Como ven, mucho no se entiende. Pero por pura malicia mía quer-
ía que lo escucharan para que sintieran como resonaba su discurso. En reali-
dad, sólo me interesa ahora concentrarme en su traducción de la díke como
juntura que junta, traducción que hizo comentando un pasaje famosísimo de la

22 O. c., 195-203. En pág. 197 caracteriza a la díke como el ensamble que junta,
que obliga a la inserción y al insertarse. Es pre-potente: una potencia previa, an-
terior a la actividad violenta de la τέχνη, de la tékhne. Como potencia previa la dí-
ke puede sobre ella, dispone de la tékhne.
“El arte, en señalado sentido, erige y hace aparecer al ser en la obra de arte como
ente, debe regir sin más como el poder-poner-en-obra, como tékhne. El poner-en-
obra es el manifestante e-fectuar [sic] del ser en el ente […] El arte es saber, y por
eso τέχνη.” O. c., 196.
23 Cf. O. c., 201. Heidegger traduce el tò deinón de los famosos versos 332-333 de

Antígona como das umheimliche, palabra que para él significa por lo menos tres
cosas: algo que es terrible, das Furchtbare, que al imperar subyuga; algo violento,
das Gewaltige; y lo inhabitual, lo no familiar, das Ungewöhnliche. En la versión
castellana a que me remito aquí, das umheimliche es traducido por “lo pavoroso”.
De todos modos ha habido muchísimas traducciones de esa palabra, quizás la
más estudiada de la obra sofoclea: “inquietante”, “monstruoso”, “formidable”…
Con respecto a deinón como lo violento, Heidegger explicita que quien la usa no
sólo dispone de ella sino que ese hacer violencia, esa actividad de violencia (Ge-
walt-tätikgeit), que no es brutalidad arbitraria, es el rasgo fundamental no sólo de
su hacer sino de su mismo ser. Ib., 186.

34
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

Antígona de Sófocles.

Hagámonos esta pregunta: ¿realmente nos junta el Ser entendido desde la


diké como él la entiende? El cree que sí. No hay duda: es la mirada de un inte-
lectual. Un intelectual que se ha creado su propio dios: el Ser, al que invoca
como Seyn. Con palabras le ha construido un templo que remeda un templo
griego y se siente transportado en su recinto fascinante y pavoroso donde ofi-
cia de pontífice y vidente.24 ¿El Ser revelado en la palabra, en el logos heideg-
geriano, ha juntado alguna vez a mujeres y hombres? ¿Puede acaso juntar un
Ser al que no se reza, ni se celebra con danzas, música y canciones, un Ser cu-
yo sentido exige para ser entendido esfuerzos de teoría que pocos pueden
hacer? Creo que no, salvo quizás a esos pocos muy pocos.

Fiesta y verdad
En realidad, una forma de juntura que junta a los mortales de esta Tierra, una
forma de juntarse que ajusta a los hombres al orden del mundo y que realizan
las gentes comunes y silvestres, las gentes de todas las culturas y sin que ne-
cesiten dedicarse con rigor ni denuedos de intelectuales a teorizar, la pode-
mos rastrear curiosamente en la etimología de nuestra palabra “verdad”, pa-
labra esta que viene de la palabra latina ueritas y ésta a su vez de uerum. Lo
que van a escuchar de ahora en más no lo van a encontrar, que yo sepa, en
ningún autor de renombre o conocido.

Es muy curioso, muy irónico, inquietantemente irónico diría, lo que ha pasado


con la palabra “verdad”. Por lo general, está unida a la seriedad y no a la bro-
ma o a la risa. Tratándose de la exposición de verdades, en el lenguaje acadé-
mico el tono serio es de rigor. Verdades que se han rumiado, meditado, inves-
tigado, que se han elaborado sopesando teorías, recurriendo a mediciones y
estadísticas, observando hechos, pasando horas frente a aparatos en un labo-

24Donde recita y predica del “ajuste” cosas como éstas: es “lo que ajusta al hom-
bre … por lo cual debe ajustarse a ello para que su esencia sea en el ajuste. Lo
que es ajustado de esta manera para el hombre, lo ajustable para él y lo que se
ajusta a él, lo nombramos con la palabra singular ajuste, en griego δίκη”. Parmé-
nides, Madrid, Akal, 2005, 120.

35
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

ratorio, fatigando archivos y bibliotecas diría Borges, hocicando documentos,


libros o fotografías añadiría yo… Todo esto hecho con sumo rigor y severidad
intelectual, en serio. La curiosidad a que hice mención radica en que “serio”
proviene de la palabra latina severus. Y “severus” significa literalmente “apar-
tado, separado (se-) de lo verdadero (verum)”. El hombre serio separado de lo
verdadero… ¿qué tal? ¿Raro, no?

La idea de verdad en latín, y en idiomas celtas y germánicos está dada por una
raíz indoeuropea reconstruida como *uer. De esa raíz, que ha tenido distintas
derivaciones (los entendidos señalan unas 13), vinieron al castellano del latín
no sólo “verdad”, “verdadero”, “veraz”, “aseverar”, “perseverar”, sino tam-
bién “guarda” con sus parientes: “guardián”, “resguardar”, “salvaguardar”; y
“garante”.25 Eso implicaría que la raíz indoeuropea *uer- habría significado
“proteger, defender, en un lugar cercado y custodiado, en un espacio puesto
a resguardado de peligros o amenazas que provienen del afuera, del exte-
rior”. Por tanto, estar protegido, amparado, a salvo de poderes que pueden
destruir al grupo o a sus miembros, a sus bienes, cultivos y comidas es estar en
la verdad con el ser íntegro, de cuerpo y alma. En esta visión de las cosas la
verdad – me importa volver a subrayarlo - no era una cuestión epistemológica,
una cuestión de conocimiento. Era un estado de nuestro ser. El estado en que
nos encontramos a resguardo, inmunes. ¿De qué? De males que pueden causar
nuestra destrucción o ruina. ¿No les resulta interesante esta visión distinta de
la verdad?

Pero hay algo curioso y sorprendente en esto. Los estudiosos aceptan que de
ese radical indoeuropeo *uer- proviene la palabra griega para “fiesta”,
‛εορτη´, heorté.26 ¿No es esto sorprendente? ¿Qué relación podría existir entre
significados aparentemente tan distanciados, fiesta y verdad? ¿Podemos unir
la verdad (un estar a salvo de los males) con el festejar? ¿En qué sentido estar-

25 De esa raíz también provienen las palabras alemanas para “verdadero” y “ver-
dad” (wahr,, Wahrheit), y para “defensa”, “protección”: Wehr.
26 Cf. Gerhard KÖBLER, Indogermanisches Wörterbuch (basado en el renombrado

diccionario de J. Pokorny). Se puede consultar en Internet: www.koeblergerhard.


de/idgwbhin.html. Ver *uer- (5), (8), (11).

36
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

íamos instalados existencialmente en nuestra verdad al celebrar ritos y feste-


jos? ¿Podemos unirla con la alegría a veces muy poco seria de ciertos festejos,
por ejemplo el carnaval?

Los rituales, entre ellos los rituales festivos de todo tipo, alegres o serios, reli-
giosos o laicos, cívicos o deportivos, comunitarios o familiares, se desarrollan
es espacios especialmente dedicados para tales acontecimientos. En espacios
fijos consagrados para la celebración, por ejemplo un templo, un estadio, una
plaza. En Argentina, por ejemplo, la Plaza de Mayo. O en espacios ordinarios,
de todos los días, como nuestra casa o una cancha de basquet, lugares que
son transformados con arreglos y adornos específicos y distintivos para la
ocasión y se convierten así en espacios extra-ordinarios, separados de la vida
cotidiana y de su uso habitual.

Los espacios festivos se “cercan y custodian”. Esto significa que se ponen a


resguardo de lo que dentro de ellos pueda poner en peligro la realización del
ritual de la fiesta. Se dejan fuera de su recinto todo aquello que pueda acarre-
ar males, daños, o ser mortífero para los celebrantes. Se dejan pues fuera ren-
cores, riñas, pleitos, conflictos, pendencias, inquinas, enemistades… Hay
siempre un clima festivo que se ha de respetar. Quien no lo respeta o queda
afuera del festejo o se lo echa o destruye la celebración.

Los poderes ordinarios de la comunidad quedan igualmente suspendidos y


afuera del espacio extraordinario de la fiesta exceptuando algunos. Aquellos
que estén a su disposición, a su servicio, a fin de que la fiesta pueda realizarse
conforme a sus propias leyes, a las formas de conducta y atmósfera que le son
propias. Se busca que en el recinto de celebración estemos a resguardo de los
poderes divinos, demónicos, humanos, o bestiales que pudieran causar males,
estragos y muerte. En este clima de seguridad pues los que celebran se saben
en estado de gracia. Por lo que, confiados y alegres, se invitan mutuamente a
sumarse a los ritos y encantos del festejo. Sólo en la fiesta, en su espacio san-
to, sacrosanto, a salvo de los poderes, resguardados, con garantías divinas y
humanas, los festejantes comen, beben, cantan, bailan, desfilan todos juntos
nomás. En el recinto festivo se construye el nosotros verdaderamente huma-

37
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

no… Se está en la verdad…

Lo sabemos perfectamente: la fiesta es la reunión en cuerpo y alma, la consti-


tución efectiva de la comunidad de mujeres y varones, de todas las edades y
de todos ellos con las cosas que se valoran y que se necesitan para vivir en
común. Es el acontecimiento vivido, físicamente vivido, de la exaltación extro-
vertida de la más íntima y preciada realidad para los seres humanos. Por eso la
fiesta es subyugante: junta, ajusta, justifica, exalta, recrea, entusiasma… En
ella estamos instalados, con sentido y gozo en la verdad de nuestra existencia.
Al celebrar, celebramos también esa instalación en nuestra verdadera ver-
dad…

No hay duda ninguna que la fiesta “junta”, como ninguna otra cosa. Hasta los
actos políticos, cuando verdaderamente juntan, toman rasgos festivos o deci-
didamente son “pura” fiesta. No hay duda que ella nos ajusta, y nos “obliga”
a insertarnos en su celebración (so pena de ser un “amargado” o un “agua-
fiestas”). Al celebrar juntos, comiendo, bebiendo, cantando, danzando, sin
preocupaciones ni temores, nos hace un conjunto reunido, estrechamente
unido. Conjugamos el Nosotros verdaderamente humano. En e-lla, si nos ajus-
tamos a sus códigos festivos, los que celebramos somos “justos”, somos
“buena gente”. Y la comunidad política en ellos se sostiene para alcanzar lo
que le conviene a largo plazo, y no sólo en el presente de la coyuntura.

Quiero terminar esta charla leyéndoles sendos pasajes de dos autores conoci-
dos por todos nosotros: Platón y Aristóteles. Platón en su diálogo Las Leyes
(653c-654b), dice de las fiestas: [proyección en Power Point]
Y los dioses, compadeciéndose del género humano, cargado de pesares por su condición na-
tural, han dispuesto para los hombres unos relevos de las penalidades, que son las épocas de
sus fiestas (heortai) y les han dado como compañeros en la celebración de ellas a las Musas, a
Apolo su conductor y a Dionisos, para que restituyan su crianza y su vivir en esas fiestas junto
a sus dioses […] Por cierto, los demás animales no tienen el sentido del orden o desorden en
los movimientos, cuyo nombre es ritmo y armonía; mientras que a nosotros los hombres los
mismos dioses que nos fueron dados como compañeros de fiesta nos procuran ese sentido,
junto con su goce. Con lo cual nos ponen en movimiento y dirigen nuestros cuerpos enlazán-
donos unos a otros con canciones y danzas.

38
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

La fiesta aparece en este texto como un tiempo de alivio a la condición peno-


sa de la vida humana, gravada por el trabajo fatigoso y por la pérdida o dete-
rioro de los valores recibidos desde la infancia. En tales épocas, hombres y mu-
jeres participan de una condición superior, sobrehumana, divina, una condi-
ción más noble que la habitual de sus trabajos y sus días. Su condición más
verdadera. Porque si bien gritan, saltan y dan brincos como los demás anima-
les, transforman tales expresiones en figuras coreográficas de danzas y en los
tonos melódicos de sus cantos festivo-rituales. En tales épocas, pues, mujeres
y hombres restauran el sentido de lo mejor y peor, de lo que se ha de preferir
y lo que se ha de rechazar para recuperar la integridad y perfección humana
justa. Y así reavivan el sentido comunitario al juntar, al entrelazar vincular go-
zosamente sus cuerpos con danzas y cantos.

Aristóteles, por su parte, dice en la Ética a Nicómaco (1160 a 21-29: [proyección


en Power Point]:
La comunidad política no se propone como fin la conveniencia presente, sino lo que con-
viene para toda la vida, haciendo sacrificios y organizando reuniones con motivo de ellos,
tributando honores a los dioses y procurándose a la vez momentos de descanso acompa-
ñado de gozo festivo. En efecto, los sacrificios y reuniones antiguos parecen haber tenido
lugar después de la recolección y puesta en común de los frutos, a modo de ofrenda de
primicias, porque era en esa época cuando los hombres disponían de más ocio. Todas las
comunidades, parecen, pues ser partes de la comunidad política…27

Es sorprendente constatar que Aristóteles puso el gozo festivo de rituales y


celebraciones, el descanso o el ocio alegre de los días de fiesta y ofrenda de
las primicias, después de la recolección y puesta en común de los frutos, como
la manera con que una comunidad política tiene de alcanzar lo que le conviene
para toda la vida, y no sólo una conveniencia coyuntural del presente. Maravi-

27 El mismo Aristóteles ejemplifica las distintas clases de comunidad: la


tripulación de un barco, los compañeros de ejército, una asociación reli-
giosa, los miembros de una tribu o de un demos (distrito territorial de
Atenas). Las fiestas aseguran la unión de estas distintas comunidades en
la única comunidad de la polis.

39
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

lloso. El buen funcionamiento de la comunidad, el duradero, el que hace digna


la vida en común, requiere mucho más que un mero cumplimiento más o me-
nos fiel de los deberes que la sociedad nos impone. Son necesarias las cele-
braciones comunitarias, su gozo y exaltación en la que todos juntos festeja-
mos y nos regocijamos con la prosperidad colectiva, en la que juntos nos ale-
gramos por la generosidad de la tierra, por la fertilidad de las madres y los re-
baños, en la que juntos celebramos el hecho de… estar todos juntos nomás.

Una comunidad política no sólo consiste en estar juntos dentro de cierto terri-
torio. Ni sólo consiste en estar regidos por la misma ley y unas mismas normas
de conducta y buena vecindad, velando todos para que se cumplan y se logre
con ellas el cometido de que haya un “buen funcionamiento social”. No sólo
es el sentir en común la existencia compartida. La dulzura del existir juntos,
en la que sentimos la verdad de estar viviendo juntos, ha de hacerse también,
diría, carne comunitaria en el lujo de los festejos públicos comunes; en el en-
tusiasmo festivo con comidas y bebidas, con danzas y con cantos por esa vi-
da; y por gozar justamente haciéndola juntos.

Bueno, colorín colorado la clase se ha acabado. ¿Tienen alguna pregunta que


deseen hacerme?

- Yo tengo una. Quizás no sea una pregunta sino un comentario. O un comen-


tario con una pregunta. No sé... Perdón, mi nombre es Lucía [Casabianca]. Soy
profesora de Letras y en mis clases uso como textos literarios algunos pasajes
bíblicos. Uno de esos pasajes es el de Adán y Eva en el Jardín del Edén…
- Nada menos.
- Así es, nada menos. Es interesantísimo pero hay que lidiar mucho, demasia-
do, contra un montón de creencias, falsas imágenes, confusiones, prejuicios,
falta de información…
- Me imagino.
- Incredulidades, en fin… Quería comentar que en el relato del Génesis el fa-
moso jardín de la región de Edén vendría a ser una especie de huerta o quinta.
Podemos imaginar esa quinta en medio de un pasaje árido, estepario, un rega-
lo de Dios, digamos, para que el hombre viva en ella, sin problemas, gozando

40
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

su vida en pareja, disfrutando de plantas y árboles que le dan de comer, des-


cansando al fresco de sus sombras, y todo eso. El texto dice explícitamente
que el hombre tenía que trabajar el suelo de ese huerto, cultivarlo. Contaba
con el agua de cuatro ríos para hacerlo dice la Biblia. El Jardín del Edén no era
para rascarse el pupo… El hombre tenía que guardarlo, cuidarlo. Esto es tex-
tual. Las quintas o huertas, sus canales de regadío hechos por los hombres, la
alimentación que brindaban, el trabajo de horticultor, y no sé que más, todo
eso era altamente apreciado, obvio, en la cultura del Medio Oriente. Bueno
bah, todavía hoy. En la literatura religiosa sumeria y babilónica que influenció
a los relatos bíblicos, el tema del jardín es frecuente. Por ejemplo, en el relato
de los amoríos de la diosa sumeria del amor, Inanna, la Ishtar de los babilo-
nios…
- Por lo visto has estudiado bastante el tema.
- Sí. No sé si bastante. Algo. Decía que en un poema de los amores entre Inan-
na y Shukaletudis, una de las cuestiones que aparece es el origen y progreso
de la jardinería, pues junto con la agricultura de cereales, la horticultura era
una fuente de alimentación segura e indispensable en esos lugares áridos y
desérticos. El huerto era un espacio cerrado de tierra, dividido y trabajado con
técnicas particulares de regadío. Había que protegerlo además de los contra-
tiempos y tempestades. Y se lo hacía con hileras de álamos, árboles no fruta-
les como nosotros hacemos aquí en la Patagonia. Había que protegerlo de
poderes maléficos, demonios y fantasmas y había que ajustarlo al movimiento
de los astros, o sea tener en cuenta las estaciones. Pero lo interesante, y esto
es clarísimo en el mito de Inanna, no era sólo un espacio de tierra cultivable
para frutas y verduras. Era también un lugar aislado, cerrado, regado y con
sombras, un lugar placentero y refrescante en el que se pasaba el tiempo de
una manera más agradable que en la estepa, que era de terror, o en las casas,
llenas de gente y de estorbos. Los documentos de los amoríos, sobre todo, de
los dioses, las famosas hierogamias, los ubican normalmente en un jardín o
huerto, escenario ideal para los retozos, digamos, pasionales de los enamora-
dos… [murmullos] Así es… Bueno, toda esta perorata era para preguntar si
podríamos decir que el relato bíblico del jardín del Edén simboliza el estado de
ajuste de la mujer y el hombre, de Eva y Adán, al orden del mundo, al orden de

41
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

las cosas del mundo en un lugar guardado, en el que no había entrado todavía
el desorden y por eso estaban en el goce de la verdad, o mejor dicho en el go-
ce de una condición de vida más verdadera. ¿Podríamos interpretar el mito
así? También la historia de la salvación podría ser pensada como el proceso de
recuperación de ese estado. Y no importaría que fuera un ideal inalcanzable,
porque el camino de su recuperación haría más verdadera nuestra vida. ¿Podr-
íamos decir eso?
- No sé. Ni idea. No he pensado ni investigado sobre eso, no conocía lo que
nos contaste de los huertos mesopotámicos, y confieso que soy un ignorante
total de los estudios bíblicos. Complejísimos por otra parte. Hay que saber un
montón de idiomas como el hebreo, el arameo, el sumerio, el acádico, el
ugarítico, y no sé cuántos más… Además no sé nada de teología. Pero lo que
planteás me parece al menos muy interesante y provocador. Lo tomaría como
una hipótesis de la que vale la pena averiguar si tiene algún asidero teórico…
Has hecho un muy buen aporte. Gracias. Me has enseñado muchísimo… ¿Al-
guien más quiere preguntar?
- Sí yo. Soy profesora de Historia. Mi nombre es Adelaida [Estepona]. Me
quedé enganchada con el tema del ajuste y la correspondencia… ¿No pueden
plantearse como sinónimos?
- ¿Te animarías a darme un ejemplo de lo que estás pensando?
- Bueno… ¿qué se yo?... Por ejemplo, si me ajusto a lo que una fuente o docu-
mento historiográfico dice, de alguna manera correspondo a algo de la reali-
dad, el texto, que me impone sus condiciones. No puedo leer el texto de cual-
quier manera…
- Sí, por cierto. Muy buena observación. ¿Leíste mi trabajo sobre historiografía
y verdad?
- No.
- Bueno, allí digo algunas cosas parecidas sobre este asunto. Algunos autores
prefieren hablar de conformidad y no de correspondencia para evitar discu-
siones inútiles. También podemos decir que cuando me ajusto a lo ya estable-
cido en un cuerpo de conocimientos como imposible que sea falso, o cuando
me ajusto a una decisión tomado en común en consenso con otros, o cuando
ajusto un motor con éxito porque lo hago funcionar bien, de alguna manera

42
ROMEO CÉSAR – Acerca de la verdad. Una clase de ajuste

estoy en correspondencia, estoy en conformidad con ese cuerpo de conoci-


mientos, con esa decisión tomada, con los criterios tecnológicos de la mecáni-
ca. Al ver las cosas así, podemos decir que las distintas versiones de la verdad -
conformidad, coherencia, consenso, éxito pragmático, etcétera, etcétera,
etcétera - son versiones de la correspondencia. O, para ser más exacto y
“ajustados”, son versiones de algún tipo de correspondencia con algo de la
realidad que nos impone sus condiciones de modo que no podemos decir lo
que se nos antoja. Cuando decimos “algo de la realidad”, presuponemos que
ese algo pueden ser cosas muy diferentes: una percepción, un texto, un cor-
pus científico, una decisión tomada en consenso con otros, una acción exito-
sa, etc. De modo que en función de qué sea ese “algo”, será la corresponden-
cia en cada caso. Recuerden la poesía que les recité: la correspondencia es un
término polisémico, de múltiples significados. Siempre hay que preguntarse:
¿de qué tipo de correspondencia hablamos y entre qué y qué? ¿Alguna otra
pregunta?

(No habiendo ninguna, se dio por terminada la clase).

Comodoro Rivadavia, Enero de 2009.

43

You might also like