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Voces: CONSULTA DEL EXPEDIENTE ~ DELITOS CONTRA LA ADMINISTRACION PUBLICA ~

DERECHOS DEL IMPUTADO ~ INSTRUCCION ~ PROCEDIMIENTO PENAL ~ TERCEROS


Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, sala
I(CNFedCrimyCorrec)(SalaI)
Fecha: 25/09/2008
Partes: Miceli, Felisa
Publicado en: LA LEY 26/01/2009, 26/01/2009, 3
Cita Online: AR/JUR/8466/2008

Sumarios:
1. Corresponde revocar el auto que, en una causa en la cual se investiga la presunta comisión de hechos de
corrupción por parte de un funcionario público, negó el acceso a las actuaciones a los representantes de una
asociación civil destinada a prevenir la corrupción porque no revestían el carácter de parte en el proceso pues,
visto que frente a un reclamo legítimo de participación ciudadana, la posibilidad de abrir al público el
expediente en la etapa instructoria debe ser una contingencia que cuente con el aval del imputado y del fiscal,
resulta procedente correr traslado a ambos de la petición del tercero tendiente a tomar vista de la causa.

Texto Completo: 2ª Instancia. — Buenos Aires, septiembre 25 de 2008.


Vistos Y Considerando:
I.
Ezequiel Nino y Pedro Bizcay, en representación de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ)
y Centro de Investigaciones y Prevención contra la Criminalidad Económica (CIPCE), interpusieron recurso de
apelación contra el auto de fecha 20 de diciembre de 2007 que obra a fs. 11, por el cual el magistrado de
Primera Instancia Dr. Marcelo Martínez De Giorgi les negó el acceso a las actuaciones, por no ser parte en el
proceso (art. 131 -a contrario sensu- y art. 204 del CPPN).
II.
a) Los peticionantes se habían presentado en el expediente con el objeto de "tomar vista de las actuaciones
en la presente causa de conformidad con lo que surge de una armónica interpretación del artículo 131 del
Código Procesal Penal en relación con lo establecido por la Convención Americana de Derechos Humanos, el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención interamericana contra la Corrupción y la
Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, que impiden considerar a los presentantes 'extraños'
en los términos del artículo 204 del código de forma". En esa línea dijeron ser organizaciones de la sociedad
civil "de reconocida trayectoria en el campo del derecho de interés público" y poseer un interés legítimo
respecto de la investigación de hechos de corrupción que damnifican al conjunto de la sociedad. Esto lo
tradujeron en un interés en ejercer control y prestar colaboración.
Como fundamento del pedido se apoyaron, en primer lugar, en el principio constitucional de publicidad de
los actos de gobierno -cfr. art. 1 C.N.- al que interpretaron en sintonía con los términos de la Convención
Americana de Derechos Humanos -cfr. art. 8.5-. En forma muy sintética afirmaron que surgía de este último
instrumento que la totalidad del proceso debía ser público, sin distinción entre etapa instructoria y juicio oral.
Sumaron también el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en tanto establece una serie de motivos
por los cuales "la prensa y el público" pueden ser excluidos de los juicios -Cf. art. 14.1-; derivaron de allí que la
publicidad era la regla y la reserva la excepción, al tiempo de destacar que en el caso no se estaba frente a
ninguna de las excepciones contempladas por la norma internacional. Señalaron fuentes jurisprudenciales y
doctrinarias que realzan la importancia de la publicidad y concluyeron que ella no podía ser considerada
exclusivamente un derecho del imputado sino que se proyectaba frente a la sociedad en general.
En segundo lugar, utilizaron como argumento el derecho a la información, como contracara de "la
obligación de comunicar a los administrados, en forma efectiva, las decisiones que han tomado tanto quienes
ocupan cargos públicos en todos sus niveles -PE, PL y PJ-, como de aquellos que integran organismos públicos
de contralor". En este sentido, destacaron la raíz constitucional de ese derecho -cfr. arts. 14, 33 y 75 inc. 22 CN-
, que respalda a las organizaciones no gubernamentales a exigir información que se encuentra en el ámbito del
accionar estatal "que se refiere al manejo que han hecho diversos funcionarios del Estado con el erario público,
durante el ejercicio de sus funciones".
Finalmente, los peticionantes llamaron la atención sobre la importancia de la participación de la sociedad
civil. En, especial remarcaron que tanto la Convención Interamericana contra la Corrupción como la
Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción estimulan la participación de la sociedad civil en la
prevención y lucha contra la corrupción. Consideraron que excluir a la sociedad civil de una participación activa
"implica continuar con los métodos tradicionales de persecución penal de la corrupción que, tal como surge del
espíritu que inspiró la redacción y ratificación de estos tratados, se han mostrado completamente ineficaces para

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terminar con la impunidad" (v. fs. 4/10) b) La negativa del Dr. Martínez de Giorgi a permitir el acceso por
entender que Ezequiel Nino y Pedro Biscay no revestían el rol de parte en el proceso ni habían podido acreditar
un legítimo interés en la obtención de copias e informes de la causa -cfr. arts. 131 y 204 del C.P.-, generó la
apelación sustentada en una crítica hacia lo que consideraron una interpretación inconstitucional de la norma
procesal y alejada de los preceptos establecidos por "la Convención Americana de Derechos Humanos, el Pactos
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Interamericana contra la Corrupción" (v. fs.
12/13). El recurso se mantuvo y los apelantes comparecieron a la audiencia oral fijada en los términos del
artículo 454 del CPPN (V. fs. 22/3 y 26).
III.
Detrás del juicio sobre la adecuación formal del objeto de la presentación a las normas procesales,
básicamente en los términos de los artículos 131 y 204 del CPPN, subyace el reclamo por un incremento de la
participación ciudadana en el ejercicio de la administración de justicia -entendida en sentido amplio- cuando la
investigación compromete hechos de corrupción y criminalidad económica. En este contexto, ACIJ y CIPCE se
posicionan como representantes de la ciudadanía y canales para facilitar dicha participación en este proceso
penal en el que, de momento, se conforman con peticionar el acceso a las constancias que componen el sumario,
cuyo objeto procesal en parte conocen tal como lo demuestra las referencias concretas realizadas en los escritos
presentados -v. p. ej. fs. 12vta.-.
El planteo nos conduce a abordar el análisis del caso desde dos aristas.
La primera remite a la norma general que informa sobre el carácter del legajo de la instrucción: la
posibilidad de que terceros que no son parte en el proceso tengan acceso a las actuaciones, encuentra su primer
escollo en el artículo 204 del CPPN, que limita el acceso a las partes y a contrario sensu dispone el secreto para
los extraños.
Clariá Olmedo relaciona dicha previsión con lo que llama "publicidad externa o popular de la investigación
instructoria", la que a su entender no tiene razón de ser en el proceso moderno. El tratadista cordobés
concretamente explica que se trataría de "poner en la picota pública a un imputado que todavía no soporta el
peso de la acusación, sin haberse determinado aún si debe ser sometido a juicio". Paralelamente, reparasen el
riesgo para el éxito de las investigaciones que dicha publicidad externa puede significar, en el sentido de
entorpecer el descubrimiento de la verdad. En suma, la regla es para él la publicidad interna del procedimiento
instructorio -con base en el derecho de defensa- y la no publicidad externa (Derecho Procesal Penal, T. II, Ed.
Rubinzal Culzoni, Bs. As., 1998, p. 477).
Vélez Mariconde concuerda en que "el secreto para los extraños durante la instrucción preparatoria es
consecuencia de la situación en la que se encuentra el imputado en ella". Expresamente nos dice que "si
consultamos la situación del sospechoso tampoco puede convenirle, desde luego una publicidad que acrecienta
los peligros de la instrucción en cuanto a su fama, pues lo coloca prematuramente en el banquillo de los
acusados, es decir, sin una seria y detenida investigación". Y agrega: "no es difícil imaginar el daño moral que
esta publicidad de la instrucción causa al imputado, cuando un sobreseimiento o una absolución ulterior
demuestra que después de todo es inocente, que el auto de procesamiento fue injusto. Especialmente cuando la
prensa difunde el concepto de que aquél es culpable -lo que arraiga fácilmente en el seno de la colectividad
(sobre todo cuando también ella ansía el castigo del delincuente que ha logrado conmoverla)- ese daño resulta
irreparable" (Derecho Procesal Penal, T. I, Ed. Marcos Lerner, Córdoba, 1986, pp. 393/395).
En materia de organización el límite es similar.
Específicamente, el Reglamento para la Jurisdicción en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal
aprobado por resolución del acuerdo general de la Cámara de fecha 12 de diciembre de 2007, dispone que "las
actuaciones judiciales, siempre que no se hallaren sometidas al secreto sumarial, sólo pueden ser examinadas
por las partes los abogados por ellas propuestos... y por los damnificados o imputados o por los profesionales
que los mismos autoricen al efecto" (art. 92). Textuales palabras comprendían el texto del artículo 103 del viejo
Reglamento -aprobado por acuerdo extraordinario de superintendencia con fecha 30/08/1979- al que refieren los
peticionantes en el escrito de fs. 4/10.
Del otro margen, la excepción bajo la cual pretende ampararse el planteo nos ubica frente a la segunda
arista, que admite en casos probados de "legítimo interés" el acceso a la encuesta a personas extrañas a ella. Esto
nos remite a los términos del artículo 131 del CPPN que prevé que "El tribunal ordenará la expedición de copias
e informes, siempre que fueran solicitados por una autoridad pública, o por particulares que acrediten legítimo
interés en obtenerlos".
D'Albora interpreta el interés señalado por la norma en el sentido de aquellas personas consideradas
"interesadas" por el artículo 56 del CPPN, es decir: "el imputado, el ofendido o damnificado y el civilmente
demandado" (Código Procesal Penal de la Nación, Anotado. Comentado. Concordado -séptima edición
corregida ampliada y actualizada por Nicolás D'Albora-, Ed. Lexis Nexis, Bs. As., 2005, p. 270).
Nuñez, en cambio, concibe de manera más amplia el campo semántico de la norma y le otorga al término un

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sentido más laxo. De modo que, en su comentario al equivalente del artículo 131 en el antiguo Código Procesal
de la Provincia de Córdoba (art. 139), entiende que aquel interés no sólo debe recaer en el proceso, sino que,
siendo de cualquier otra índole basta con que "no sea contrario a la ley" (Código Procesal de la Provincia de
Córdoba, Ed. Marcos Lerner, Córdoba, 1992, p. 129 -art. 139-).
Washington Abalos repara en que "las copias e informes ...deben ser resueltas mediante decreto fundado -
aun cuando la ley no lo diga- pues contradice expresamente la letra del artículo 204", Por. ello, "si bien la ley es
imperativa ('ordenará'), cuando se cumple la hipótesis del artículo, creemos que será facultativo del Tribunal el
expedir o no las copias solicitadas, porque no es suficiente acreditar el interés legítimo, si ello perjudica los
intereses del proceso o del imputado, sobre todo en la etapa de instrucción" (Código Procesal Penal de la
Nación. Comentado Anotado y Concordado, T. I, Ed. Jurídicas de Cuyo, Mendoza, 2006, pp. 896/7).
Para hacer ingresar su caso dentro del universo delimitado por dichos extremos normativos, los
peticionantes dijeron ser portadores de un legítimo interés producto de una construcción interpretativa basada en
los "compromisos internacionales asumidos por el Estado Argentino y (...) principios fundamentales plasmados
en nuestra Constitución", con los que confrontaría la decisión adoptada por el juez instructor (v. fs. 12).
Reivindicaron, como se adelantó, el principio de publicidad de los actos de gobierno que emana del sistema
republicano de gobierno (art. 1 de la CN), el derecho a la información, en tanto obligación de comunicar a los
administrados, en forma efectiva, las decisiones que han tomado quienes ocupan cargos públicos en todos sus
niveles, así como la necesidad de fortalecer la participación de la sociedad civil en la prevención y lucha contra
la corrupción.
Cobijados bajo una interpretación amplia del presupuesto normativo formal que los lleva a ubicarse dentro
del proceso en términos de interesados, construyeron la legitimidad invocada asumiéndose como pieza
fundamental en la lucha contra la corrupción. Desde allí sortearon los límites que el derecho procesal interno
dispone -en clave de garantía- cuando restringe la publicidad externa durante la etapa instructoria.
IV.
a) Ser portavoz del interés que despierta en la sociedad la persecución de hechos de corrupción de
funcionarios estatales, sobre todo frente a la presunción de haber comprometido seriamente, al erario público, es
un gesto profundo y sintomático que, por tanto, no puede ni debe ser subestimado. Sin embargo, tampoco puede
ni debe ser relativizada la misión de los jueces dentro de un estado constitucional de derecho, fundamentalmente
como garantes de los derechos del individuo frente al Estado y mediadores en los conflictos generados a partir
de la tensión permanente entre individuo y sociedad.
La medida de interés social conduce a un patrón de difícil aprehensión y cálculo, pero por sobre todo remite
a una característica que no es privativa de la tipología especial articulada por los incidentistas -hechos de
corrupción que afectan el interés de la ciudadanía en general (v. fs. 12 vta.)- sino que, por el contrario, atañe a
toda causa penal, en especial, a aquellas concernientes a delitos de acción pública.
Sostenía Durkheim, a fines del siglo diecinueve, que la característica común de todos los crímenes era que
constituían actos universalmente reprobados por la comunidad en su conjunto por herir "los estados fuertes y
definidos de la conciencia colectiva". Al explicar -respecto de las naciones germanolatinas- la modalidad en que
la sociedad asumía su intervención en el funcionamiento de la justicia represiva a través del jurado, señalaba
que "el estado de difusión en que tiene que encontrarse esta parte del poder judicial sería inexplicable si las
reglas cuya observancia asegura y, por consiguiente, los sentimientos a que esas reglas responde, no estuvieran
inmanentes en todas las conciencias" y el hecho de que, en otros casos, la actuación estuviese reservada a
"magistrados particulares" no implicaba "que hayan cesado de ser colectivos para localizarse en un número
restringido de conciencias"; por el contrario, "el poder de reacción propio del Estado, debe ser, pues, de la
misma naturaleza que el que se halla difuso en la sociedad" (Durkheim, Emile, La División Social del Trabajo,
Volumen I, Ed. Planeta Agostini, Bs. As., 1993, pp. 93/139). En otras palabras, para el sociólogo francés no era
el objeto de la investigación o los sujetos comprometidos en ella los que convertían en pública a la naturaleza de
una causa penal y actualizaba el interés social en la pesquisa: el derecho penal es público por definición pues
justamente un acto es considerado delictivo cuando la sociedad lo reprueba.
La afirmación del carácter público del derecho penal no es un hecho de la modernidad sino que reconoce
antigua data. Borda al clasificar el derecho positivo entre público y privado, enseña que uno de los criterios de
diferenciación se remonta a los juristas romanos, entre los que recuerda a Ulpiano, para quienes "la clave de la
distinción debe hallarse en el interés; si lo que predomina en la norma jurídica es el interés general, colectivo,
social, es derecho público". Para el civilista el derecho penal integra el derecho público pues "establece la
legislación represiva de los delitos, en protección del orden social" (Borda, Guillermo A. Tratado de derecho
civil. Parte General I, Abeledo Perrot, Bs. As., 1999, p. 32 y sstes.).
Es así que el interés de la sociedad está puesto en la persecución y juzgamiento de todos los delitos y no tan
sólo de algunos de ellos -como pueden ser los actos de corrupción-, aun cuando pueda ciertamente argumentarse
que la atención no es homogénea y existen focos de mayor preocupación y seguimiento que otros, lo que

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muchas veces responde a factores coyunturales.
Que el interés público no es algo privativo de la persecución de los hechos de corrupción sino que atañe a la
represión de todas aquellas conductas que la sociedad desaprueba de tal modo que ha decidido llamarlas delitos,
seguramente es conocido por los peticionantes quienes también deben saber acerca, de la colisión de intereses
que encierra todo proceso penal, en tanto debate entre "la razón de Estado, en forma de interés público por el
descubrimiento de los hechos punibles y por la actuación de la coacción estatal, y el interés individual por
librarse de la persecución y de la pena" (Maier, Julio, Derecho Procesal Penal, T. I., Ed. del Puerto, Bs. As.,
1996, pp. 812/3).
Perfecto Ibañez entiende que el imperativo de transparencia en tanto "materia prima del poder democrático"
específicamente en el ámbito jurisdiccional opera de un modo particular. Remitiéndose a Eberhard Schmidt
señala que aquí "el interés en la aclaración de los hechos y en la defensa del acusado (...) preceden al interés en
la información pública" (Los fundamentos teóricos y constitucionales del derecho procesal penal, trad. de J. M.
Núñez, Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. As., 1957, p. 243). De modo que, lo que en palabras del autor español
debe evitarse es "el tratamiento inadecuado de tal segunda vertiente del principio" pues, cuando ello no sucede,
"puede hacerle entrar en contradicción con la primera". Sostiene: "es patente que, de ambas vertientes del
principio, la segunda debe ser rigurosamente funcional a la realización de la primera (...) y en modo alguno
podría entrar en colisión con ella o representar alguna limitación o atenuación significativa de su eficacia". La
reflexión lleva al magistrado español a concluir que: "referida a la jurisdicción, la publicidad tiene un primero y
nuclear sentido de garantía del imputado, que debe presidir su tratamiento normativo y su proyección práctica"
(Proceso Penal: ¿qué clase de publicidad y para qué?, en Estudios sobre Justicia Penal. Homenaje al Profesor
Julio B. J. Maier, Ed. del Puerto, Bs. As., 2005, pp. 165/7).
En palabras de Clariá Olmedo: "El derecho penal se manifiesta en toda su amplitud a través de las normas
jurídicas determinantes de ese orden, socialmente enfocado para custodiar los valores jurídicos fundamentales
de la colectividad. Pero ese conjunto normativo penal debe regir y aplicarse sin desmedro de la libertad
individual. Surgen aquí dos intereses, que si bien se contraponen en los hechos, corresponde armonizarlos
jurídicamente, prevaleciendo el individual en caso de duda frente al respeto a la dignidad humana. Ese doble
contenido de protección jurídica se sintetiza en nuestro preámbulo constitucional con el afianzamiento de
ajusticia y los beneficios de la libertad" (Op. cit., Tomo I -actualizado por Jorge E. Vázquez Rossi-, p. 17).
Esa frase del procesalista cordobés explica por qué aún mediando un interés social tan profundo en todo
enjuiciamiento penal -entre ellos, pero no sólo, los casos de corrupción- la ley previó que durante el transcurso
de la etapa sumaria el procedimiento carezca de publicidad externa. Como se vio, así lo ha hecho en resguardo
del derecho del individuo sobre quien pesa una imputación incipiente y precaria.
Si se recurre a la raíz iluminista del actual régimen procesal en lo que refiere a los límites al poder punitivo,
aun tratándose de un modelo inquisitivo reformado, es sencillo comprender la previsión desde el punto de vista
de la publicidad concebida como garantía del acusado.
Así, cuando Beccaría sostenía: "Sean públicos los juicios, y públicas las pruebas del reato", lo hacía
pensando en el imputado. La remisión implícita al derecho de defensa se explicita en la justificación que le
sigue: "para que el pueblo diga: Nosotros no somos esclavos, sino defendidos". La oposición al secreto y la
reivindicación de la publicidad eran concebidos por el precursor del derecho penal liberal como un dique frente
al arbitrio: presupuestos del derecho de defensa en juicio. Pues a continuación agregaba "¿Quién puede
defenderse de la calumnia, quando ella está armada del secreto, escudo el más fuerte de la tyranía?" (Tratado de
los Delitos y de las Penas, Ed. Centro de Publicaciones Ministerio de Justicia y Biblioteca Nacional Ministerio
de Cultura, Madrid, 1993, pp. 71/2 y 74).
Bajo ese prisma es contemplada por los catálogos de derechos humanos cuya atención está centrada en el
individuo de cara a los Estados. Así lo hace la Convención Americana de Derechos Humanos -cfr. art. 8.5- y el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que recién se ocupa de identificar los motivos por los
cuales "la prensa y el público" pueden ser excluidos de los juicios -cfr. art. 14.1- de seguido a declarar el
derecho de toda persona a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente,
independiente e imparcial.
Los peticionantes al transcribir tan sólo parte de las normas incluidas en esos instrumentos omitieron dar
cuenta de que ellas se refieren a la publicidad entendida como garantía judicial. Pero como no podía ser de otra
manera, tales instrumentos centran su atención sobre los derechos del individuo frente a los Estados, por lo que
una interpretación que prescinda de ese enfoque es errada si no tergiversada.
La publicidad del procedimiento instructorio no debe ser confundida, empero, con la publicidad popular del
debate como imperativo del sistema republicano de gobierno -artículo 1 de la C.N.-. Aquí junto al derecho del
individuo sometido a proceso aparece con fuerza el punto de vista de la participación popular en una
administración de justicia republicana y democrática. Este también es el espacio del derecho a la información.
Vélez Mariconde distingue la publicidad del debate como aquella que pertenece a la propia esencia del

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régimen republicano de gobierno" impuesto por la Constitución. De todos modos se toma el trabajo de aclarar
que "el secreto, puede derivar excepcionalmente, de la propia naturaleza de los actos procesales, como ocurre
con la instrucción preparatoria", donde la publicidad "podría traducirse en un perjuicio para el propio imputado,
sin computar su inconveniencia como factor contrario al descubrimiento de la verdad, en el primer momento de
la investigación" (Op. cit., T. II, p. 195/6 -nota al pie-).
También para Clariá Olmedo [op. cit., T. III] la publicidad de las audiencias es una imposición expresa en la
Constitución, pues afirma que sin ella, no es posible que rija el pleno contradictorio (cfr. p. 79), rasgo
fundamental -como indica más adelante- de la instancia del debate (cfr. p. 113).
Expresamente los peticionantes consideran insustancial esa distinción entre etapa instructoria y debate, lo
que les permite encarar la publicidad prioritariamente desde el lado de la participación ciudadana más que como
garantía del individuo, aun cuando las citas de los tratados de derechos humanos tengan relación estrictamente
con este último. Esto responde a que de algún modo su pretendido lugar en el proceso aparece enfrentado al de
aquel que está sometido a la persecución, lo que se ve reflejado desde el momento mismo en que se presentan
como víctimas de los hechos de corrupción y llegan a sostener que no existe combate eficaz contra "la
problemática de la corrupción y la criminalidad económica" sin su auxilio. Los compromisos asumidos por el
Estado en la lucha contra la corrupción son puestos de relieve en esa dirección. Pese a este posicionamiento, las
asociaciones no reclamaron ser tenidas por parte querellante, lo que distancia la cuestión ahora debatida de la
profusa doctrina de esta Sala en esa materia (ver entre otras: c. n° 27.886, "Zapletal, Lidia s/ denuncia" del
28/08/96, reg. 741, c. n° 28.054, "Pluspetrol Energy S.A. s/ ser tenido como querellante" del 26/11/96, reg.
1052, c. n° 35.540, "Spicacci Citarella, Aldo Andrés s/ sobreseimiento", del 14/08/03, reg. 692 y c. n° 36.260
"Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos", reg. 999, del 1/10/02).
Que no quepa duda: de ningún modo el afán transmitido es censurable, por el contrario ya ha dicho este
Tribunal que "desde ya el auxilio de la ciudadanía y su compromiso en relación a la labor jurisdiccional no ha
de ser desalentado, y por el contrario debe ser festejado y promovido" (c.41.074, "Azcarate, Javier y O. s/ apela
rechazo de nulidad", rta. 19/05/08, reg. 532). Lo que sí debe quedar en claro es que la publicidad a la que se
refieren los peticionantes no es aquella que se lee en términos de garantía, lo que es igual a decir que no es
aquella de los pactos de derechos humanos ni aquella en la que pensó el legislador cuando sancionó los artículos
131 y 204 del Código de rito.
A todo esto, no puede pasarse por alto que los peticionantes no formularon un planteo de
inconstitucionalidad de la norma procesal pues se limitaron a exponer lo que, a su modo de ver, era la
interpretación constitucional de tales cláusulas.
b) Es posible que detrás de la pretensión de incrementar la participación ciudadana en la administración de
justicia, opere, en un contexto más amplio, la redefinición de la relación entre el Estado y la sociedad, como
consecuencia de la crisis global de representación política plasmada en "la idea de que los ciudadanos no se
sienten representados en sus reclamos" (Filmus El perfil de las ONGs en Argentina, Ed. Banco Mundial, La
Plata, 1997, p. 20). Expresar una vocación de "control" y explicar el fracaso de la respuesta punitiva a los
hechos de corrupción por la falta de participación de las organizaciones no gubernamentales, como lo hacen los
incidentistas, obviamente habla de una falta de confianza en las instituciones estatales y de la creencia en que
nuevas formas de acción social, que no articulan lo político y lo social; sino que se desarrollan por fuera del
espacio de la política tradicional, pueden "encargarse de resolver lo que el Estado no hace" (Filmus, op. cit., p.
20).
No es este el espacio para entablar una discusión que pueda abarcar la complejidad de dicha problemática.
Si es arduo describir cómo se ha llegado a esa creencia colectiva -si es válido llamarla así-, no lo es menos
explicar el surgimiento de algunas asociaciones civiles por sobre otras, su conformación y funcionamiento
democrático, la lectura de su trayectoria e interés, etcétera. Algunas voces críticas han reparado en estos
interrogantes al extremo de plantear sus reservas "respecto de vínculo inmediato y unidireccional que se ha
puesto de moda establecer entre el desarrollo de la sociedad civil y democracia". (Nun, José, Democracia
¿gobierno del pueblo o gobierno de los políticos?, Ed. Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2001, p. 103).
Otros han propuesto ciertas reglas, por ejemplo para el caso concreto de la formación de los jurados, con la
exigencia de que los mecanismos de participación no sólo sean utilizados para un número muy pequeño de
causas ni sean "susceptibles de una apropiación indirecta por parte de los sectores permanentes o profesionales",
ni tampoco "mecanismos de distorsión política; es decir, deben garantizar que la elección de los ciudadanos no
está motivada por razones políticas ajenas a lo judicial" (Binder, Alberto M, Introducción al derecho procesal
penal, Ad Hoc, Bs. As., 2005, p.87).
Tampoco se trata de poner en tela de juicio la legítima aspiración por construir un régimen democrático
transparente y eficiente, bajo la idea de que el acceso ciudadano a la información pública es un medio apto de
control de la corrupción y un incentivo idóneo para mejorar la eficiencia de la instancia gubernamental.
Esta idea no es sólo producto de la iniciativa de la sociedad civil ya que también desde la esfera institucional
se han esbozado mecanismos de participación ciudadana que reflejan la decisión de articular y estrechar la

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relación entre el Estado y la sociedad civil (v. p. ej. decreto 1172/03 del Poder Ejecutivo Nacional).
Jueces democráticos no pueden ser enemigos de la participación ciudadana; por el contrario, deben alentarla
y promoverla. Pero la aspiración de que el ciudadano se sienta parte de la justicia de ningún modo puede
significar para el juez renunciar a sus deberes y obligaciones. Si el juez penal deja de mediar entre la demanda
de castigo y el individuo sospechado, abandona su mandato constitucional. Por eso se ha dicho que de él se
espera que "no tenga ningún interés, ni general ni particular, en una u otra solución de la controversia que está
llamado a resolver, al ser su función la de decidir cual de ella es verdadera y cuál es falsa. Al mismo tiempo, no
tiene por qué ser un sujeto representativo, puesto que ningún interés o voluntad que no sea la tutela de los
derechos subjetivos lesionados debe condicionar su juicio, ni siquiera al interés de la mayoría, o incluso el de la
totalidad de los sujetos lesionado... el juez juzga en nombre del pueblo pero no de la mayoría, para la tutela de la
libertad de las minorías" (Ferrajoli, Luigi, Derecho y Razón. Teoría del garantismo penal, Ed. Trotta, Madrid,
2006, p. 580).
En el proceso penal la participación ciudadana debe articularse con los presupuestos que garantizan desde
ambos polos -ciudadanía e imputado- el debido proceso (art. 18 CN). Si algo falla en la persecución -
verbigracia: los procesos se dilatan más de la cuenta, la etapa de instrucción es desnaturalizada, quienes deben
acusar no lo hacen con la solvencia esperada, etcétera- no puede tolerarse que el paliativo se traduzca en una
mengua de los límites constitucionales impuestos a la persecución penal. En, todo caso, los esfuerzos deben
concentrarse en evitar tales disfuncionalidades o incluso, llegado el caso, promover una reforma procesal, mas
no convertir el actual sistema en el peor de los escenarios posibles para el imputado: aquel donde la condena
producto de un debido proceso sea reemplazada por el proceso entendido como sanción informal o "pena de
banquillo".
Perfecto Ibañez reflexiona sobre la especial tensión que se produce entre estos lineamientos constitucionales
y el interés de la sociedad en conocer desde un inicio todos los vericuetos que recorre un proceso penal que
involucre a personajes políticos o algún nombre de singular capital social. Sobre ese tópico y aun frente a esos
casos, formula sus reparos a la publicidad externa durante el trámite de la instrucción. No desconoce que
muchas veces lo que él denomina "nueva clientela del proceso penal", en referencia a generalmente políticos o
agentes económicos; se convierten en adalides del secreto instructorio (externo). No obstante, incluso ante estos
supuestos, señala el magistrado español que "En la dimensión externa, en general, ha de prevalecer una cultura
de la reserva, al menos hasta el inicio de la fase propiamente pública de la causa, es decir, del enjuiciamiento
verdadero y propio que, a su vez, tendría que quedar a salvo de esa ya aludida distorsionadora publicidad
masiva", pues "... en materia de proceso penal, el pesado gravamen que su sola instauración representa para el
afectado no debería verse incrementado por la pena sobreañadida de la difusión de los datos que inducen una
anticipación del juicio y muy perturbadores efectos dentro del mismo. Siquiera hasta la existencia de una
hipótesis acusatoria suficientemente contrastada y madura, apta para determinar la apertura de aquél". Y agrega:
"El informativo es una modalidad de poder de las más penetrantes, con marcadas inclinaciones al absolutismo,
que demanda modalidades eficaces de control y contrapoder en una perspectiva constitucional. Estas, cuando la
información tiene que ver con el proceso penal han de pasar necesariamente por la recuperación de la que aquí
es la vertiente esencial del principio de publicidad, la que hace de él garantía (sobre todo) del imputado, en un
doble sentido: porque asegura el respeto de sus derechos; y porque posibilita un marco de interlocución
idealmente presidido por las reglas de confrontación el discurso racionales; las únicas capaces de propiciar una
verdad procesal dotada de la necesaria calidad epistémica" (op. cit., p. 177/8)
c) Sostiene la Corte Suprema de Justicia de la Nación que "la primera fuente de exégesis de la ley es su
letra... a la que no se le debe dar un sentido que ponga en pugna sus disposiciones, sino que las concilie y
conduzca a una integral armonización de sus preceptos (...) este propósito no puede ser obviado por los jueces
en procura de una aplicación racional... cuidando por que la inteligencia que se les asigne no pueda llevar a la
pérdida de un derecho" (A. 2186, XLI, "Acosta Alejandro Esteban s/ int. art. 14, 1° párrafo ley 23.737" causa n°
28/05). Es entonces como consecuencia del mandato constitucional de legalidad -que exige priorizar una
exégesis restrictiva dentro del límite semántico del texto legal-, en consonancia con la impronta internacional en
materia de derechos humanos -específicamente a través del reconocimiento del principio pro homine-, que se
impone privilegiar la interpretación legal que más derechos acuerde al ser humano frente al poder del Estado. La
interpretación racional de la letra de la ley a la que nuestro Máximo Tribunal hace referencia parte de la regla
que impone el respeto incondicional de los derechos y garantías del imputado.
Sobre esta premisa y en última instancia, frente a un reclamo legítimo de participación ciudadana -que no
evidencie, como se decía más arriba, razones ajenas a lo judicial, ni impedimentos de orden público o que
comprometan la realización del derecho penal material-, la posibilidad de abrir al público el expediente en la
etapa preliminar debe ser una contingencia que cuente con el aval de quien sufre la persecución penal. Es ésta la
mejor manera del superar el conflicto entre el principio liberal de protección del individuo frente al Estado y el
principio democrático de la publicidad, puesto que en definitiva no es otro que el imputado quien debe afrontar
la etapa de instrucción del proceso mixto de origen napoleónico traducida, según Ferrajoli, en una "híbrida
unión de secreto y resonancia" y que comporta para el imputado "tanto las desventajas del secreto como las de

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la publicidad" ("la media publicidad del proceso mixto acaba siendo una publicidad sólo de las acusaciones -la
incriminación; la privación de libertad o quizá las pruebas de cargo- y no también de las defensas,
transformándose así su función de garantía frente al arbitrio en instrumento añadida de penalización social
preventiva" -op. cit., p. 618-).
De esta manera, no serán otros quienes hablen por el imputado sino tan sólo él quien pueda considerar, en
todo casos como lo hace Ignacio Anitua, que la publicidad externa, cualquiera sea la etapa del proceso, "vela
por el efectivo cumplimiento de todos los otros derechos, fundamentales", "evita la posibilidad del arbitrio o de
la desidia del juzgado", y "permite el control de la 'razonabilidad' de las sentencias" (Justicia Penal Pública. Un
estudio a partir del principio de publicidad de los juicios penales, Ed. Del Puerto, Bs. As., 2003, p: 335).
Este principio gobernará la armonía de la interpretación; reconociendo la aspiración legítima del ciudadano,
de contar con información acerca de la actividad del Estado sin mengua de los derechos del imputado.
Ello, sin olvidar que el levantamiento del secreto no ha de implicar una puesta en riesgo de la realización de
los fines del proceso en el sentido de entorpecer, como decía Clariá Olmedo; el descubrimiento de la verdad -
cfr. art. 193 C.P.P.-, extremo que debe ser evaluado por el juzgadora la hora de decidir acerca de la oportunidad
y extensión de la información a suministrar, previa opinión del Ministerio Público Fiscal en su calidad de titular
de la acción penal -cfr. art. 5 C.P.P.-.
V.
El orden de razones precedentes impone revocar el pronunciamiento denegatorio a los efectos de que el
magistrado de la anterior instancia corra traslado al Ministerio Público Fiscal -atento a su función de promover
la actuación de la justicia en defensa de la legalidad y de los intereses generales de la sociedad (art. 120 de la
Constitución Nacional)- y al imputado, y evalúe la petición de acuerdo a los lineamientos ut supra establecidos.
Por todo lo expuesto el Tribunal RESUELVE: REVOCAR la resolución de fs. 11, en cuanto niega a
Ezequiel Nino y Pedro Bizcay en representación de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) y el
Centro de Investigaciones y Prevención contra la Criminalidad Económica (CIPCE) el acceso a las actuaciones,
debiendo el Sr. Juez de grado proceder conforme a lo expuesto en los considerandos.
Regístrese, hágase saber a la Fiscalía de Cámara y devuélvase a primera instancia a fin de que se practiquen
las notificaciones de rigor.
Sirva la presente de atenta nota de envío. — Eduardo R. Freiler. — Eduardo G. Farah.

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