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La escuela que queremos Michael Fullan y Andy Hargreaves* EDUCADORES TOTALES Los educadores totales no son educadores. perfectos En los iiltimos aifos, la mayoria de nosotros he- mos empezado a reconocer la importancia del docente en la produccién del cambio. Prestamos ids atencién al desarrollo del personal, al creci- riento de los docentes. Pero en general lo hicimos de una manera limitada e incluso equivocada. En efecto, muchas de nuestras propuestas para el de- sarrollo del personal son parte del problema de! cambio més que una solucién de este. Muchas estrategias de desarrollo del personal han sido tan fragmentadas, tan ajenas e indiferentes a las ver- daderas necesidades eintereses docentes como las mismas estrategias de innovacién a las que pre~ tendfan complementar o suplantar (Fullan, 1998, 1991; Little, 1990). En una elevada proporcién, los esfuerzos de desarrollo del personal son especificos, se cen- tran en innovaciones particulares y estin aislados unos de otros. Se los suele offecer en una serie de opciones separadas —como a los mentis de un + En: Los obetvosporlos cules vale la peo lchar, Amorrrt, Buenos Airs, 1999. WMortes Va de dunio de 2004 Mada Avadslope Bogan restaurante de autoservicio— a los grupos de do- centes y escuelas atendidos en cada caso. Como los funcionarios encargados del desarrollo del personal suelen tener una jerarquia bastante b centre los supervisores, los programas cerrados, las iniciativas especificas y los talleres puntuales pue~ den ser atractivos y pricticos porque no traen com- plicaciones curriculares ni afectan a la organiza- cién cotidiana de la escuela, No disputan derechos territories. Como consecuencia, el entrenamiento en técnicas de instruccién eficaz se trata separado del desarrollo de los sistemas de tutorfa, que a su vvez se tratan separados de la capacitacién entre pares. ¥ esta misma se trata separada del entrena- miento para el liderazgo. Estas estrategias de desarrollo del personal aislan las iniciativas unas de otras y del contexto institucional més amplio en el que se insertan. En un contexto laboral hostil que no offece apoyo a los trabajadores y desconfia de Ia innovacin, las ivas especificas de desarrolle del personal estén condenadas a un fracaso casi seguro. Ahora se necesita una integracion més cuidadosa de las estrategias de desarrollo del personal con las es- trategias de mejora de la escuela: una integracién Ewodadyso sl a a0 Paniieawa INSTITHICIONAL DE TUTORIA ACADEMICA que tenga en cuenta a Ia escuela en su totalidad como institucién compleja y cambiante. Muchas iniciativas de desarrollo del personal adoptan la forma de algo que se hace a los docen- tes, no con ellos ni, menos aun, por ellos. Cuando se adoptan iniciativas nuevas como los grupos de trabajo cooperativos, el aprendizaje activo o los ‘grupos heterogéneos de alumnos, los directores y administradores suelen hablar de “capacitar en servicio” a sus docentes como si fueran meros residentes de alguna granja educativa. Estas pro- puestas de desarrollo del personal que fluyen de arriba abajo nacen de una visién pasiva del do- cente al que se considera alguien vacié, fallido, carente de habilidades, y que necesita entonces ser orientado y provisto de nuevas técnicas y es- trategias. Las propuestas de este tipo subestiman seria- mente lo que los docentes ya piensan, saben y pueden hacer. Subestiman la manera activa con la que hacen su trabajo. Desconocen que los en- foques del docente en su tarea tienen raices pro- fundas en su acumulacién de experiencia viva, ‘en el sentido que para él como persona tienen su trabajo y el enfoque de su trabajo. No reconocen las importantes intenciones éticas y sociales que busca satisfacer con su ensefianza. El desarrollo del personal en muchos casos no se inspira en estrategias destinadas a mejorar la calidad general y el rendimiento de las escuelas, sino que es impuesto por presiones administrati- vas y politcas; se trata de innovaciones “de moda” que se implementan a la ligera (Pink, 1989). Los efectos adversos de este proceso de desarrollo. docente de arriba abajo plantean serias dudas no sélo sobre la perspicacia de los que proponen ese desarrollo sino también de los que controlan la innovacién. Las érdenes impartidas de arriba abajo pueden impedir que los docentes hagan lo que saben si encierran la responsabilidad del desarro- Mo curricular en la oficina del distrito escolar. ‘Muchas iniciativas de desarrollo del personal docente adoptan Ia forma de algo que se hace a los maestros, no con ellos ni, menos ain, por ellos. Dado que este desarrollo del personal es en gran parte de naturaleza fragmentaria, precipitado en suimplementacién ¢ impuesto de arriba abajo, solo alcanza a una fraccién de los docentes. Pasa por alto que los docentes tienen diferentes necesida- des segiin sus afios de experiencia, su género y la etapa de su carrera y de su vida. Tratan al docente como a un docente parcial, no como a un docen- te foral. No alcanzan a entender cémo crecen y cambian los docentes. En los modelos de des rrollo del personal que hemos descrito, se invi tieron muchos esfuerzos en mejorar las habilidades ‘técnicas de los docentes a través de iniciativas de capacitacién entre pares y programas de mancjo del aula, Pero en el afin de generar el cambio y la mejora, se omitieron otros cuatro aspectos del ceducador total; por eso la ensefianza y el cambio han sido mal entendidos. Esos aspectos son 1, La intencién del docente. I. El docente como persona. IIL El contexto del mundo real en el cual trabajan Jos docentes. IV. La cultura de la docencia; las relaciones labo- rales del docente con sus colegas. Trataremos los primeros tres aspectos en este ca- pitulo. El cuarto componente —la cultura de la docencia— tiene mucha relacién con la escuela total, tema del capitulo 3, Advertimos al lector que las ideas vertidas en los capitulos 2 y 3 deben ser feradas juntas. Serfa erréneo derivar estra- tegias de una argumentacién aislada de las otras, argumentaciones. |. La intencién det docente La docencia no es una acumulacién de habilida- des técnicas, un conjunto de procedimientos ni una serie de cosas que usted puede aprender. Si bien tas habilidades y técnicas son importantes, la docencia es mucho més que eso. Su naturaleza compleja se suele reducir demasiado a menudo a una cuestién de habilidad y técnica, a cosas que se pueden envasar, dictar en cursos y aprender facilmente. La docencia no es s6lo cuestién de técnica. También es algo moral. Hay dos sentidos cen los cuales esto es valido. En primer lugar, los maestros se cuentan entre las influencias mas importantes en la vida y el desarrollo de muchos nifios. Desempefian un pa- pel clave en ta formacién de las generaciones del futuro. Con la declinacién de la fe religiosa, ta desintegracién de las comunidades tradicionales . y el contacto cada vez menor que muchos hijos tienen hoy con padres de carne y hneso “presen- tes” con regularidad, el papel moral y la impor- tancia del maestro de nuestros dias quizé sean mayores que en su versién tradicional. También en un segundo sentido, 1a docencia es profundamente moral e irreductible a técnicas eficaces y conductas aprendidas. Se trata de la naturaleza de las decisiones y juicios de fos do- centes, En la docencia, como en muchas otras ‘ocupaciones, ef niicleo del profesionalismo se define y describe mejor no refiriéndoto al ingre- so, a la posicién o a las calificaciones, sino a la especificidad de las acciones y los juicios carac- teristicos de los profesionales. Como sefiala Schén (1987), la accién profesional incluye emitir jui- cios autorizados en situaciones de incertidumbre inevitable. Los docentes, como los arquitectos, los plani- ficadores urbanos 0 los psicoterapeutas se ven sin cesar obligados a adoptar pequefias e innumera- bles decisiones pricticas, cotidianas, que son de gran importancia para sus clientes y sus colegas. Para esas decisiones, son pocas 0 no existen las reglas de aplicacién que se puedan enunciar cla- ramente en un manual y trasladar de manera sis- temética de una situacién a otra, Enfrentar a un alumno o evitar el enfrentamiento. Dejar que el nifio prosiga solo su actividad de descubrimiento © intervenir y dirigirlo, Tomar decisiones sobre disciplina, gobierno de la clase, imparcialidad, i- bertad del nifio ver su necesidad de intervencién ¥y apoyo del docente: todo esto concreta una com pleja trama de juicios morales, sociales, flos66i- cos y psicolégicos. Pero también hay juicios que es preciso concebir y comunicar segundo a se~ gundo en el complejo desorden del aula. Lo que en buena parte define al profesionalismo del maes- tro es la aplicacién de una habilidad, una expe- riencia y un saber acumulados en las circuns- tancias especificas y variables de Ia clase: su capacidad para tomar decisiones autorizadas ¢ LHERRAMIENTAS PARA LA ACTIVIDAD TUTORUA informadas en el medio répidamente cambiante del aula. Adoptar este punto de vista sobre la docencia y la labor de los docentes Hleva a enfocar el li- erazgo, la administracién y el desarrollo profe- sional con respeto, para respaldar a los docentes confiando en su capacidad de formular juicios autorizados en el aula con los alumnos, puesto que los conocen mejor. En cambio, los enfoques que procuran regimentar y regular las acciones de los maestros; que circunscriben y limitan sus ‘oportunidades de juicio autorizado y estandarizan el proceso y los productos del aprendizaje, soca- van el profesionalismo de los maestros y los prin- cipios éticos en los cuales se fundamenta Como la docencia es una profesién ética, tiene sentido para aquellos que a ejercen. Hay cosas que los docentes valoran, que pretenden lograr con su labor. También hay cosas que desprecian, que a su juicio no surtirin efecto o que realmente les parecen perjudiciales para los nifios a su car- 4g0. Las intenciones de los maestros los motivan & hacer lo que hacen. Lamentablemente, los refor- madores y los agentes de cambio suelen pasar por alto esas valoraciones. No prestan atencién a las intenciones del maestro. Las tratan como si fuera irrelevantes 0 no existieran, El cambio incluye los valores y las intencio- res que se asocian con lo que va a ser cambiado. {Sera beneficioso 0 perjudicial? jEs realista 0 poco prictico? Estas son preguntas importantes para los docentes, y sus opiniones merecen ser escuchadas. Si no se los escucha ni se invita a hacerlo, es natural que los docentes se sientan frus- trados y desalentados, En el estudio sobre el tiem- po de preparacién, un docente describié su expe- riencia de “capacitacién en servicio” donde “sélo ‘ofamos filosofar. No ofa nada con sentido précti- co. Y me agrada ver que la filosofia y la prictica ‘vayan juntas como me agrada poner a prueba al- ‘gunas de las ideas; por eso, si tengo dudas, quiero poder preguntar, y no es es0 lo que consigo...”. En otro caso: “Habfa una gran cantidad de dudas, pero ellos se limitaban a hacemos tragar todo”. Desconocer o tratar desconsideradamente las intenciones de los docentes puede generar resis- tencia y resentimiento, Pero cuando los docentes rmuestran este tipo de reacciones y exponen du- 4 22 PronAMA INSTITHCIONAL DE TUTORLA ACADEMICA das razonables acerca de lo que se les pide que cambien, demasiado a menudo se ve en esas re- aeciones problemas de competencia técnica, mie do al cambio en si mismo o temor a trabajar con otros. Los problemas del cambio Hlegan a ser con- siderados como problemas del docente. Los pro- blemas fundamentales de voluntad se interpretant como meros problemas de habilidad técnica No estamos diciendo que la intencién del maestro sea sacrosanta, En realidad, la intencio- nalidad de muchos docentes es vaga, desatinada, negligente 0 escasamente desarrollada. Los do- centes rara vez enfrenan ¢ intentan aclarar y de- sarrollar su intencionatidad en forma sea indi vidual sea colectiva. En las condiciones de aislamiento de los docentes, muchos pueden per- der de vista su intencionalidad 0 no lograr desa- rrollarla Por lo tanto, la cuestiGn clave es descubrir el mejor modo de valorar, considerer y desarrollar una intencionalidad mds firme y clara en la do- cencia, Aqui se presenta otro dilema, Por un lado, necesitamos que los docentes se cuestionen sus propias précticas y permanezcan abiertos a las nuevas ideas y a los modos potencialmente mejo- res de hacer las cosas. Por otro lado, necesitaros respetar el conocimiento y las ideas que los do- centes ya tienen, y confiar en ese conocimiento y en esas ideas, o corremos el riesgo de pasar por alto las pricticas valiosas existentes, y alejar asi a los docentes. Podemos utilizar el famoso modelo de desarrollo del personal de Joyce y Showers (1988) para ilustrar ambos aspectos del proble- ma, Joyce y Showers propusieron un modelo de teorfa, demostracién, préctica, realimentacién y ‘entrenamiento o aplicacién. Se concentraron en modelos de docencia que tenfan “un potencial conocido para incrementar el aprendizaje estudian- til", incluyendo el aprendizaje cooperativo, ta ‘mnemotécnica, la formacién de conceptos, ete. En un proyecto reciente, Joyce y Showers trabajaron en un distrto escolar para ayudar a producir mejo- ras educativas y organizativas. Han hecho consi- derables progresos en la introduccién de nuevas pricticas para los docentes. Mientras experimen- taban con su modelo, informaron sobre la presen- cia notable de angustia entre los maestros y la explicaron de la siguiente manera: Ahora creemos que la angustia es un sindro- me natural que surge de dos fuentes: la prime 1a, temores de ser puesto en evidencia y de revelarse incompetente en ambitos docentes més piblicos, y la segunda, el tener que des- estimar las razones por las cuales no se podria mejorar (Joyce et al., 1989, pag. 23). Esté bien, En algunos docentes la angustia es atri- Dbuible a esos factores. Y los docentes necesitan considerar nuevos métodos de ensefianza que, ‘comparados con los que ellos aplican, prometan ser més eficaces. Pero también, por la aplicacién rnormal de las politicas de desarrollo del personal yy de capacitacién en servicio, se ven bombardea- ddos por un gran mimero de innovaciones peda- ‘g6gicas, todas las cuales afirman “tener bases s6- lidas”. Asf, ademas de la angustia directamente ccausada por el temor a quedar en evidencia, mu- chos docentes tienen dudas y desacuerdos muy razonables sobre la validez de lo que les piden que hagan, su pertinencia para lo que ahora ha- cen, y su relacién con la serie de modelos que ven entrar y salir. {Las nuevas habilidades son pricticas y deseables? ,Surtirin efecto en mi aula? {Cémo se relacionan con otras alternativas? Lo ‘que importa no es sdlo si e! modelo particular es vélido 0 no, sino cémo se conecta con la inten- cionalidad general del maestro y con su situacién concreta de trabajo. ‘Nos preocupan las propuestas de mejora que se reducen a implementar uno 0 més modelos educativos sin conceder igual importancia a las, creencias iniciales de los docentes sobre la ense~ fianza y el aprendizaje. Las innovaciones elabo- radas externamente tienen dos requisitos. Al co- mienzo, como el sistema estd sobrecargado de aitemativas, tanto los administradores como los, docentes son vulnerables a las soluciones ad hoc y al consejo “experto”. El primer requisito es que dos profesionales Heguen a ser consumidores cri- ticos de las innovaciones extemas, no porque los promotores de la innovacién sean siempre sospe- chosos (aunque algunos lo son), sino porque la variedad de opciones debe estar relacionada e in- ‘egrada con el contexto y con su propia intencio- nalidad. Ademés es preciso guardarse de los in- vestigadores y programadores que atribuyan una “certeza” exagerada a su base de saber (Robertson, 1991), El segundo requisito es que los promoto- res y programadores de modelos particulares uti- licen procedimientos para inspirarse en el saber prictico de los docentes y construir sobre esa base. Un ejemplo que integra de ese modo Ia investiga- cidn con el saber profesional es el proyecto d= formacién del personal de Richardson y Anders (1990) “para introducir en el pensamiento y las pricticas de los docentes acerca de la lectura con- clusiones extraidas de una investigacién”. En su propuesta se alienta a los maestros a examinar sus propios juicios empiricos y de valor sobre lo que vvenian haciendo en comparacién con las premisas ue se inferian de la investigacién. Aqui, el an sis del conocimiento aportado por la investigacién ‘modifica la préctica de los maestros, mientras el anilisis del saber practico de los maestros plantea importantes interrogaciones criticas a la investi- gacién, El aprendizaje no se lleva a cabo en una sola direccién, de la investigacién a la docencia. Es un respetuoso proceso de doble via. La innovacién de la enseftanza no es el ‘inico camino por ef cual se desconocen o tergiversan las intenciones de los maestros. Es frecuente que planificadores y administradores no entiendan bien los motivos de los docentes, las intenciones que los impulsan en su trabajo. Por ejemplo, las mayores oportunidades de promocién (a través de planes como los escalafones de carrera) y Ia in- {roduccién de bonificaciones por mérito para los maestros sobresalientes han sido dos innovacio- nes ampliamente propuestas en los Estados Uni- dos y, en algunos casos, implementadas como métodos para motivar a los maestros de grado. Pero estas innovaciones se basan en supuestos falsos sobre lo que motive a muchos maestros de arado, en particular en los primeros afios. La pro- mocién s6lo atrae a algunos y se puede offecer a ‘unos pocos. Las bonificaciones por mérito apelan ala busqueda de una ganancia personal, que no es una prioridad elevada para muchos maestros primarios més alla de cierto nivel mfnimo. Ningu- na de estas motivaciones concieme a los estimu- {os principales para la mayorfa de los maestros: Ia calidad del trabajo y la del ambiente laboral mismo. HERRAMIgNTAS PARA LA ACTIMDAD TUTORA. Las mayores satisfacciones de la ensefianza escolar primaria no se encuentran en la remune- raci6n, el prestigio o la promocién, sino en lo que Lortie (1975) lamé las compensaciones psicolé- gicas de la docencia, Se refiere a los placeres y satisfacciones de preocuparse y trabajar con y por Jos nitios. Los maestros entrevistados en el estu- dio sobre el tiempo de preparacién hablaron mu- ccho del placer que significa estar “con los nifios”. Se refirieron al inmenso placer de escuchar a un nifio leer su primera palabra o frase. Un maestro comenté que cuando los nifios recibian alegres ‘un nuevo proyecto, “esa era su propia compensa- cin”. Muchos se desvivian por expresar que ha- bian sido eriticos sobre ciertas maneras de asig- nar 0 utilizar el tiempo de preparacién, pero no querian que el entrevistador pensara que no les gustaba ensefiar. La docencia les proporcionaba luna inmensa satisfaccién, dijeron. Para algunos, era “una tarea maravillosa”. Aunque las presio- nes y limitaciones burocriticas parecfan abruma- doras, eran Ios niflos y el hecho de estar con ellos Jo que mantenia motivados a esos maestros. Mu- chos cuestionaron el valor de las reuniones, det planeamiento cooperative obligatorio, asf como de otras iniciativas administrativas, porque !os separaban de sus nifios. Estas compensaciones psiquicas de la ense- fianza son importantes. Son decisivas para man- tener un sentimiento de valia de la labor docente. De muchas maneras, estas compensaciones indi- ‘can la preeminencia en los maestros primarios de lo que Gilligan (1982) denomina una ética del cui- dado formativo, donde las acciones responden a la vocacién de formar y educar a los otros, y a estar en relacién con ellos. La ética del cuidado formativo es comiin en extremo entre las muje- res, pero no es exclusiva de ellas, dice Gilligan. Desde luego, las mujeres son mayoria en el ma- isterio de la enseiianza primaria. En muchos as- pectos, es el compromiso con la ética del cuidado formativo lo que principalmente encamina a mu- cchos docentes a la ensefianza primaria. {Qué in- dca esto para el cambio impulsado por las autori- dades administrativas? Por un lado, parece que la autoridad adminis- trativa, cuando invita a la colaboraciéa entre co- 33

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