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RUBIANI
POSTALES
DE LA
ASUNCION
DE
ANTAÑO
VOLUMEN II
El Deber de memoria:
RECORDAR ES VIVIR
Las señas de una identidad creada a partir de usos y costumbres también forma
parte del libro. Como bien se sabe, los referentes comunes de un grupo de hombres
y mujeres que habitan un mismo suelo no se limitan a los símbolos patrios (muchas
veces utilizados para promover conductas fanáticas). La idiosincrasia de un pueblo
nace de elementos sutiles intangibles como la oralidad, pero vinculantes, que van
moldeando su forma de ser, su razón de ser. Entre ellos se encuentran la forma de
vestir, las fiestas, los estilos en el mobiliario, las comidas, los oficios, los hábitos de
los ciudadanos. Todos estos elementos, rescatados del tiempo para las generaciones
actuales y futuras, son aspectos que fortalecen la cultura propia y auténtica. Frente a
Edgar Montiel
Representante de la UNESCO en el Paraguay
El autor
Noviembre, 2000
POSTALES DE ANTAÑO
Fines del siglo pasado; Concurso hípico frente al Cabildo. El mismo escenario y la misma excitación
que -tal vez- motivara "El paseo del Estandarte Real" tres siglos antes.
días enteros- y mantenía despiertos a los varones detrás del ondulante movimiento
de las morenas.
Otra fiesta que no requerían de una justificación religiosa para desencadenarse, era
la "carrera de cañas", juego de caballería que obligaba la participación de varios
jinetes que, con llamativos atuendos y largas "tacuaras", ejercitaban su destreza en
la Plaza Mayor.
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 13
El paisaje social
No existen constancias que antes del 2 de Setiembre de 1541, fecha del arribo de la
población que abandonó Buenos Aires, hubiese mujeres europeas en Asunción. Ya
para entonces, niños de piel blanca -de dos y tres años- correteaban por entre el
caserío asunceno, parloteando en guaraní. Eran el primer producto del "desenfrena-
do mestizaje" , inédito en otros procesos colonizadores americanos. En él se incubaba
la "raza paraguaya" mentada por Manuel Domínguez o era líricamente descripta
por Eloy Fariña Núñez en su "Canto Secular": "... el nacional carácter: circuns-
pecto, callado, taciturno" amalgama de "...sedimento guaranítico y una capa
española". Y mientras las mestizas volvían a casarse con "hijosdalgos", los
mestizos, mancebos de garrote, no eran mas que carne de cañón para las azarosas
jornadas de conquista o en la tarea de fundar pueblos. Mientras tanto y a pesar de
omitirse toda alusión a su presencia en la conquista, ya había negros: 200 esclavos
negros venidos en la expedición del Primer Adelantado Pedro de Mendoza. A partir
de entonces, su presencia es constante y aún incrementada en todas las provincias del
Plata y el altiplano con la re fundación de Buenos Aires por parte de Juan de Garay,
en 1580.
Los negros, sin embargo, sólo contaban para el trabajo esclavo aunque el Paraguay,
ya exorcizado de las fórmulas tradicionales para las relaciones sexuales, disolvió la
"pureza" de todas las entidades raciales en variadas mezclas. En ellas, su principal
factor, la mujer, siempre perdía. Aunque española o criolla, tuviera fortuna o títulos,
propiedades o beneficios. La escasez sólo las hacía mercancía de valor.
Pero una sociedad funciona en base a los contactos entre sus componentes, las
relaciones y las instituciones que las encauzan. Y en el Paraguay, la variedad de las
combinaciones, los difíciles avatares que impuso la conquista, determinaron también
un desapego a las convenciones sociales europeas, tan cómodamente instaladas en
otras sociedades americanas. Las distensiones de aquí favorecieron en alguna escasa
medida, a la preponderancia de un cierto "igualitarismo", mas que una "democracia
social".
Luego de afianzada la colonia, cuando los "veteranos" de la fundación ya habían
muerto y el creciente intercambio con las provincias vecinas empezaban a producir
las primeras fortunas, los habitantes de la provincia, recompusieron el "cuadro
social" rescatando la alcurnia, el linaje, privilegios y cargos para todos aquellos que
no se hubieran "infestado" con pasadas (y olvidadas) licencias.
Incluso la Asunción tenía un perímetro urbano -no marcado- donde se hallaba
aposentada la "mejor sociedad" de entonces. Era el triángulo de los Conventos: el de
La Merced (Hotel Guaraní y Escuela Normal), el de San Francisco (cuatro
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 14
manzanas ubicadas entre las calles E. Ayala, México, 25 de Mayo e Iturbe), y el de
Santo Domingo (loma Cabará, 15 de Agosto y República).
Mientras tanto, los puntos de contacto, especialmente con los "arribeños" eran el
puerto, las pulperías y las posadas de los caminos reales. Los ciudadanos comunes
se encontraban en el mercado, en la Iglesia, en los acontecimientos sociales y durante
las fiestas populares.
Vista aérea de Asunción, tomada en la década del ’50. Corresponde a uno de los vértices del triángulo
de los Conventos (el de la Merced), tradicional asiento residencial de las familias asuncenas.
Sin los caballos, considerados temibles y casi mágicos por los naturales, los
españoles contaban con los perros para sus incursiones y correrías. "Los terribles
podencos preservarían a ese puñado de hombres de las peligrosas acechanzas de
la selva...", escribe Carlos Zubizarreta, que también refiere el respeto y veneración
del indio hacia ese animal. Tanto que, a dos siglos de la fundación de Asunción, Juan
Francisco de Aguirre informaba que la ciudad "...era fatigada particularmente"
por las sarnas "...que son generales" debido a la gran cantidad de perros que
deambulaban por el poblado. Ya en 1570, a escasos 33 años de la fundación de la
"casa fuerte" asuncena, el Gobernador Felipe de Cáceres había ordenado que "...
ninguno quedase con más de dos perros: uno en la casa y otro en la heredad, ni se
tengan más en cuatro leguas a la redonda". La justificación esgrimida para la
severa medida se basaba en que las jaurías vagabundas mataban los valiosos y
escasos animales de labranza y consumo de la población. Vanas pretensiones.... a
más de 300 años de "distancia" la devoción al perro demostró que ni decretos de
Carlos Antonio López, ni edictos policiales de la pos guerra del ’70, exhortando a
los propietarios de "raza canina (..) munirse de la chapa correspondiente",
pudieron con ellos. "...Feos, sucios, sin casta, ladradores, continúan enseñoreados
de las calles y reverenciados por el pueblo" concluye Zubizarreta.
La mediterraneidad paraguaya, definida a principios del siglo XVIII con los últimos
arreglos de límites y divisiones de la Provincia, no solo significó el aislamiento del
Paraguay sino su alejamiento de los movimientos sociales y culturales del resto de
la comunidad internacional, así como el retardado efecto de los conocimientos
científicos dentro de su territorio. Un solo ejemplo permite verificar este aserto:
cuando en 1809, Félix de Azara publicó el resultado de los trabajos demarcatorios
de límites realizados en la zona del Plata, pudo conocerse un plano de Buenos Aires
y otro, de Asunción; ambos realizados un par de décadas atrás. En ellos se observa
la enorme diferencia de extensión entre ambos cascos urbanos aún con la constancia
que la capital argentina fue refundada 43 años después que Asunción, con contin-
gentes y recursos de ésta. Las imágenes que en el libro de Azara como en otros medios
se han publicado, nos muestran además una gran diferencia entre el esplendor y la
variedad tecnológica de las construcciones de Buenos Aires en contraste con "el
chato caserío asunceno" de la misma época.
Es claro que no todas las influencias eran deseables. El aislamiento significó también
para el Paraguay la preservación de valores -un mayor sentido de la honra y la
honestidad- de costumbres y tradiciones así como la evolución de procedimientos
tecnológicos locales que perduraron hasta nuestros días. Pero lamentablemente, uno
de los aspectos más terribles del colonialismo, está determinado por el hecho que la
calidad -para productos y procedimientos- debía tener el distintivo de la metrópoli o
al menos, de lo extranjero.
Ignorado en la colonia, desconocida su independencia por las provincias vecinas,
aislado con el Dictador Francia y bloqueado en su intercambio comercial en época
de los López, nuestras construcciones coloniales no llegaron a tener desde luego, la
envergadura y el brillo que admiramos en Lima, Sucre, Quito o La Habana. Pero por
lo mismo, debería haber sido preservada hasta la última "covacha" asuncena, porque
ellas eran producto del ingenio resultante de todas las dificultades anteriores sumado
a los procedimientos tecnológicos que permitieron combinar la tava indígena con las
casas de Castilla... y sobrevivir, a pesar de todo y de todos.
Las "reformas urbanas" de Francia (la primera de muchas que vendrían después del
Dictador), propiciadas por el Cabildo asunceno a partir de 1821, echaron tal vez los
elementos más significativos de la simbiosis constructiva mencionada. Muchos de
los que cuestionan esta medida, creen ver en ella una parte de los variados
mecanismos de hostilización que el Dictador utilizó en contra de sus adversarios,
identificados éstos entre los extranjeros de Asunción y la reducida clase rica local.
El valor del patrimonio cultural no está en que sean "monumentales" o "bellos", sino en que nos
representan con legitimidad. Recova demolida en Antequera y 25 de Mayo.
Así como los edificios construidos a fines de la década de 1850 y comienzos de los
’60 y aún antes, siguen albergando las más importantes instituciones de la república,
como el Palacio de Gobierno, el Cuartel de Policía, la Aduana y la sede central y las
oficinas del Parlamento entre otros, algunos equipamientos para la estética urbana,
son los únicos que actualmente tiene la ciudad. Casi todos fueron construidos o
instalados a principios de este siglo y, de acuerdo a como están las cosas, no parece
que tal patrimonio fuera a incrementarse durante el año y poco que queda para
concluir la centuria.
De hecho, Asunción cuenta con pocos ornamentos y la mayoría de ellos, todo aquello
que se conoce como "obras de arte" en un recinto urbano, fue construido mucho
antes de la mitad de este siglo. Y me refiero a los muros de contención, puentes,
escalinatas, estatuas, bustos, monolitos, lámparas y faroles; obeliscos, balaustradas,
bancos y asientos; glorietas, pérgolas, miradores, piscinas, relojes, fuentes y estan-
ques; pajareras, parques y jardines, cuyos remanentes sólo nos deparan el consuelo
de pensar que "todo tiempo pasado fue mejor".
Es que en las épocas mencionadas, todavía se construían las cosas para que perduren.
Y para que sirvan. Por ejemplo, la tarea de resistir los embates de los raudales
ocupaban los mejores recursos de la ciudad y casi toda la atención de sus autoridades.
Así, las primeras defensas construidas -ya en tiempo de los jesuitas, en 1760- fueron
los muros de contención, de manera a que los antedichos torrentes no arrasaran toda
la ciudad. Ya era suficiente con que se llevaran algunos edificios, un par de iglesias
y la misma Catedral.
Y, a propósito de la Catedral, en 1776 fue instalado en su torre, el primer reloj público.
Diez años más tarde, sin embargo, el costoso artefacto agregó a sus campanadas,
otros sonidos "raros". Comisionado el "inteligente negro Pachi" para la verificación
correspondiente, la inspección derivó en un lapidario diagnóstico: el reloj estaba
herido de muerte debido a que la torre se disolvía por la acción combinada de viento
y lluvias.
Las precipitaciones, que ocasionaban también importantes deterioros a construccio-
nes y calles, hizo que entre los equipamientos urbanos más necesarios aparecieran las
veredas y las recovas, independiente a los factores de comodidad que reportaban al
tránsito peatonal. Ya cuando irrumpieron en Asunción los primeros vehículos:
carromatos, carretas, calesas, "tillburys", victorias, tranvía a mulas y ya posterior-
mente, automóviles, trenes y tranvías eléctricos, las veredas se constituyeron en una
necesidad más funcional que el de mera protección ante los raudales.
En cuanto a los monumentos, las estatuas de la costanera (algunos se preguntarán
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donde están, de tan escasas y perdidas que quedaron) fueron adquiridas de Francia,
en 4.000 francos. De acuerdo a una publicación de 1909, la inversión fue justificada
por la Municipalidad "....porque no debemos conformarnos con que los jardines
estén limpios. Es justo exigir (...) que los lugares de recreo ofrezcan algún atractivo
que se aparte de lo vulgar".
Excelente justificación que pocos han tenido en cuenta.
Monolito y escultura que recuerdan la Jura de la Constitución de 1870. Monumento olvidado pero
todavía presente. Luego se juraron la Constitución de 1940, la de 1967 y la de 1992. Nada en la ciudad,
las recuerda.
Bajo las pocas luces del sistema de alumbrado público de Asunción se prolongaban las tertulias de la
ciudad. En esta imágen, la confitería del Molino, en 14 de Mayo y Pdte. Franco, la lámpara y alrededor,
la gente.
LA GENTE
" El extraño caso de Kaspar Hauser" se llamaba un film alemán que contaba la
historia de un personaje aparecido en el mercado de Nüremberg, en una fría mañana
de 1840. Con los brazos extendidos, Kaspar mostraba un pequeño papel donde
alguien había escrito su nombre y su edad: 18 años. No decía más y su historia anterior
a aquel día quedó en el misterio. Pero cualquiera que se saliera de la germánica
formalidad ... aunque fuera en el siglo pasado, merecía una película. En Asunción,
sujetos como éste eran el habitual componente del paisaje humano. El puerto, los
bares, la estación del tren o el mercado "guazú" prodigaban pintorescas como
alucinantes personalidades. Tal fue el caso del Pa’i Mbatu, habitual concurrente al
mercado durante "la época del Dr. Francia". Mbatú fue en realidad un sacerdote
relevado del ejercicio de su ministerio pero que, vestido de severa y convincente
sotana, mendigaba por alimentos entre los vendedores de la feria. Pero un día decidió
hacer más "rentable" el esfuerzo y se presentó con un "...indio ‘tape’ de formas
hercúleas" el que, con una gran bolsa de cuero en la cabeza, almacenaba el producto
de la colecta. Desde entonces, los sorprendidos e indignados feriantes dejaron de
aportar a las alforjas del "Pa’i Mbatu" y éste terminó con sus apariciones por el
mercado.
Hubo otros personajes que, ya en este siglo, deambulaban por las calles de Asunción
con distintos grados de "... locura inofensiva y cómica". Algunos reaccionaban
agresivos ante el pertinaz acoso de la chiquillada, pero nunca fueron peligrosos.
"Gral. Resquin", se hacía llamar un sujeto que merodeaba la estación del ferrocarril
y la plaza Uruguaya. Con porte marcial, uniformado y entorchado con todo aquello
que diera brillo a su vestimenta y ayudara a enaltecer su militarizada autoestima:
medallitas, cintas de colores o tapitas de botella. "Piloto del ambiente" era un
personaje que, antes de su caída hacia la oscuridad, habría leido libros y disfrutado
de algún nivel académico porque buscaba la amistad de los estudiantes, de los
intelectuales y ya en compañía de ellos, recitaba "... largos trozos de prosa o versos".
"Kure hu" era mulato, mudo, calvo y "...muy popular en Asunción (..) en los años
’20". Merodeaba el mercado "guazú"o la estación del trencito, en Belvedere, con una
vestimenta desaliñada. Usaba zapatos números mucho mayores a las medidas de sus
pies. Según Darío Gómez Serrato, "Kure hu" solía golpear las columnas del
alumbrado público simulando hablar por teléfono con personajes encumbrados.
"Lucio tarova" era "... pequeño, sucio y casi harapiento" y como el "Gral.
Resquín", tenía inclinaciones al uso de la moda militar.
¿Qué situaciones, humores o enfermedades, habrían generado este tipo de personajes
provincia, el advenimiento del siglo XVIII trajo de nuevo al Paraguay los clamores
de rebelión. "Realistas" y "patriotas" confrontan posiciones, las que resueltas en
favor de los últimos, determinaron la independencia del Paraguay de España.
Inmediatamente después, los "patriotas" se enfrentaban a otra categoría de disiden-
tes: los "porteñistas". La disputa entre estos grupos renacería luego de la muerte del
Dr. Francia y ante la -nunca totalmente resignada- idea de sumar el Paraguay a las
"provincias del sur".
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Quién era quién?
pacholi y cuanto aroma pudiera perfumar el mate de todos los días. Todas las casas
tenían un altar para el santo o, al menos, adornados y venerados nichos para la vírgen.
Algunas hasta tenían capillas con pomposos ornamentos donde se oficiaban misas
de tanto en tanto.
Mientras tanto, barrios como La Lucha y Sanguinas, en terrenos que hoy son del
bañado, Ticutuja, Las Barcas y Campanero, las calles de Meaco, Santo Domingo
y otras, sólo son recuerdos de la colonia....
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Visitantes
Entre los que arribaron (¿debe entenderse como "los que llegaron arriba"?), algunos
no se limitaron sólo al espacio circundante de la Asunción sino que se volcaron a
hurgar en bosques y ríos del interior, ya con fines científicos o meramente comercia-
les.
Richard B. Hughes en 1841 y Jorge Juan Roberto Gordon, en 1842 (ingleses), son
los primeros en llegar luego de la muerte del Dr. Francia. A éstos seguirían otros:
Castelnau, Demersay, Baguet, pero eran ya tiempos de los cónsules y agentes
Si bien José Gervasio Artigas y Domingo Faustino Sarmiento fueron los más
connotados extranjeros en hacer del Paraguay su lugar de asilo, no fueron los únicos.
Hasta hace poco, todavía era frecuente que bolivianos y argentinos -según como se
desenvolvieran los "debates políticos" en sus respectivos países- tomaran a Asun-
ción como refugio. No sólo Juan Perón, Lechín Oquendo o Andrés Sellich sino
muchos otros connacionales de éstos -de los mismos sectores, u opositores a ellos-
eligieron "el clima" de nuestro país para sobrevivir la intolerancia de sus compatrio-
tas o gozar al amparo de la impunidad.
Artigas fue sin dudas, el pionero. Desde las Tranqueras de San Miguel y traicionado
por su lugarteniente Francisco "Pancho" Ramírez, había solicitado asilo al
Dictador Francia. Con sus asistentes Ansina y Joaquín Martínez y cerca de una
centena de soldados, negros en su mayoría, "el Protector de los pueblos libres" llegó
a las fronteras de Itapúa, en "la tarde del 5 de setiembre de 1820. (..) Venían casi
desnudos, desprovistos de recursos." Francia envió "..un oficial con 20 húsares
para conducirlos hasta Asunción". Ya en la capital, Artigas fue alojado en el
Convento de la Merced , hoy Escuela Normal, Independencia Nacional y Gral. Díaz,
"...donde habitualmente hospedaban a los visitantes ilustres" .
A pesar de su insistencia, el caudillo oriental nunca fue recibido por Francia quien,
en cambio y mientras Artigas permaneció en la ciudad, le impuso la visita de su
secretario Martínez además de indicar al Prior del Convento, que recomendara a su
huésped la realización de ejercicios espirituales. En Enero del año siguiente, Artigas
fue trasladado a la Villa de San Isidro de Curuguaty. Aparte de recibir una casa
como vivienda y una generosa pensión para sobrevivir con holgura, Francia dio
también instrucciones al Comandante de la Villa, Manuel Antonio Villalba para
"...extremar la hospitalidad con el ilustre asilado".
Aunque adversario, el Dr. Francia dio a Artigas protección, seguridad, clemencia,
generosidad y una lección que éste jamás olvidaría: que las obligaciones de estadista
del Dictador no iban a condescender en la aceptación de un trato personal que la
anterior hostilidad de Artigas y sus partidarios hacia su gobierno, habían hecho
imposible. No obstante, los uruguayos retribuyeron aquel gesto con una recordación
permanente. Una amistad que ni la Guerra de la Triple Alianza pudo desdibujar ya
que a partir de su finalización, fueron frecuentes las visitas de delegaciones oficiales
uruguayas, ya para devolvernos los trofeos y condonarnos la deuda de la guerra,
como en 1885; o, para compartir nuestras modestas pero emotivas fiestas de
recordación. En una de ellas, el 15 de Mayo de 1913, nuestro gran poeta Eloy Fariña
Francisco Solano López ya desde los tiempos de la alianza con Corrientes, Morgenstern
prestó un invalorable concurso al ejército paraguayo en el que"... desempeño
muchas misiones técnicas y militares". Fue consejero de Don Carlos y algunos le
atribuyen la elaboración de los planos originales del hoy Palacio de Gobierno.
Trabajó en la fortificación de Humaitá y mediante "....procedimientos trigonométricos
y astronómicos, levantó la carta topográfica de la república". Ya combatiendo en
la Guerra del ’70, cayó prisionero del enemigo, en Ita Ybaté. Volvió al Paraguay
después de la finalización del conflicto.
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Sarmiento
Belvedere. Se inicia la cuesta hacia la "cancha Sociedad" donde Sarmiento pasara sus últimos días.
Sus caminatas a través de este cerco de árboles habrían aliviado la pesada carga de su conciencia.
Las diferencias que entre los paraguayos se manifestaron hasta por cuestiones
triviales durante el período colonial, luego de la independencia y, en especial,
después de la guerra contra la Triple Alianza adquirieron ribetes trágicos. En aquel
tiempo, los enconos llegaron a sobrepasar la frustración y la miseria que había
ocasionado la lucha. Y entre los rescoldos de la contienda, la presencia de los
"victoriosos" ocupantes del territorio paraguayo, haciendo escarnio de honras y
señoríos que a pesar de todo habían quedado en pie, hicieron algo más para que el
fuego de la discordia se avivara. La emergencia de "argentinistas" y "brasileristas"
entre los paraguayos, alentados desde las carpas aliadas, no fue un motor generador
para consolidar la causa de la "reconstrucción" ni propició la fundación de institucio-
nes de "civilidad".
La participación de los representantes del Imperio o del "mitrismo" argentino fue -
sin embargo- motivo de otras cruentas luchas, para legitimar esta vez la preeminencia
de uno u otro pendón en los "gobiernos afines" y ante la inminente dilucidación de
los límites definitivos. Consumación final del ya bárbaro desenlace guerrero de unos
meses atrás y sarcástica sustitución del contenido supuestamente "civilizador" de la
Alianza.
Duros y crueles años para el Paraguay. La pugna alcanzaba su pico culminante en
Enero de 1874 cuando los ocupantes extranjeros armaron la enésima revuelta. Esta
vez, para eliminar el Gral. Benigno Ferreria del gabinete de Salvador Jovellanos,
debido a la resistencia que aquel oponía para "... entregar al norte del río Bermejo
ningún territorio a la República Argentina, no obstante el apoyo del Brasil".
Ironías del destino: un "legionario" atacado por ex combatientes de la "guerra
grande", Caballero, Escobar, Serrano y Molas, que se prestaban al juego de
quienes habían propiciado la destrucción del Paraguay. Recompuesto el gabinete
ministerial en función a "las demandas" extranjeras, empezaron a manifestarse en el
gobierno los explícitos manejos que argentinos y brasileros hacían de las cuestiones
internas del Paraguay. La posición brasilera era representada "...por Gill y Serrano"
mientras que la argentina era "...representada por Bareiro, Caballero y Escobar, a
los que servían de intermediario el Dr. Miguel Gallego, Jefe de la Sanidad
Militar...".
En 1887, se "institucionalizaba la discrepancia" . Esta vez ya con matices -sólo
matices- ideológicos. En Julio de aquel año se fundaba el Centro Democrático,
nombre "de nacimiento" del Partido Liberal y en Agosto, la Asociación Nacional
Republicana, Partido Colorado. Como era -y sigue siendo costumbre- la discre-
Aunque los vientos del sur y los fríos del invierno inicien su agonía en cada
Setiembre y el Paraguay entero se cubra de flores, el mes ha sido pródigo -desde
antiguo- en acontecimientos luctuosos. Si hubo épocas en que Setiembre nos deparó
también sucesos de feliz recordación, ha dado lugar, más que a clarinadas de gloria,
a desgracias e infortunio. Entre las primeras se encuentran la fundación del Cabildo
de Asunción, el 16 de Setiembre de 1541 y dos de las victorias más importantes de
nuestras armas, la de Curupayty, el 22 de 1866 y la de Boquerón, el 29 de 1932. Pero
en Setiembre, mes de evocaciones florales y primaveras fosforescentes, murieron -
en distintas épocas- seis mandatarios paraguayos: el Dictador José Gaspar
Rodríguez de Francia y cinco Presidentes de la República.
El Dr. Francia (1814-1840) falleció el 20 de Setiembre de 1840 y la funesta lista
continúa con el deceso del Primer Presidente, Don Carlos Antonio López (1844-
1862) producido en su casa de la calle El Paraguayo Independiente, el 10 de 1862.
Cándido Bareiro (1878-1880), tercer presidente de la era constitucional del ’70,
fallecía de una extraña enfermedad, en su casa de la calle de la Fábrica de Balas, actual
Mcal. Estigarribia, el 4 de 1880. Ya en este siglo, el 7 de 1940, el viejo avión Potez
que conducía al Mcal. José Félix Estigarribia (1939-1940) y a su esposa a San
Bernardino, se precipitaba a tierra en las cercanías de Altos, pereciendo -en el acto-
todos sus ocupantes. Siempre en Setiembre, el 16 de 1973, moría Rafael Franco
(1936-1937), ya retornado del largo exilio. Raymundo Rolón (1949), es el último
deceso presidencial de primavera. Muere el 17 de 1981.
Algunos grandes artistas nos dejaron también en Setiembre. En Paso Pucú, el 17 de
1865, en plena Guerra del ’70, deja de existir el gran poeta guaireño, Natalicio de
María Talavera, autor de aquellos broncíneos versos ".... Paraguayos! corred a la
gloria, coronad vuestra patria de Honor!". Ya en este siglo, tres artistas unidos en
el afecto popular y en dejarnos en Setiembre fueron: Emiliano R. Fernández,
fallecido el 15 de 1949, como consecuencia de una herida de bala, Luis Alberto del
Paraná, muerto de un derrame cerebral en Londres, en la misma fecha de 1974 y
Félix Fernández, autor de "Ñane aramboha", "Cerro Corá" y "Reservista purahéi",
entre otras conocidas composiciones, el 12 de Setiembre de 1984.
También mueren en Setiembre, tres extranjeros radicados en Paraguay: José Gervasio
Artigas, el 23 de 1850; Domingo Faustino Sarmiento, el 11 de 1888; y Moisés
Bertoni, el 19 de 1942.
El luctuoso Setiembre se vuelve lúgubre recordando la rendición del Mayor Antonio
Estigarribia y nuestras tropas en Uruguayana, el 18 de 1865, en uno de los hechos
de mayor incidencia en el desarrollo posterior del conflicto. El 3 de 1866, más derrota
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 51
Los féretros de Estigarribia y su esposa, Doña Julia Miranda Cueto, en la capilla ardiente instalada en
el Palacio de Gobierno. Desde allí serían conducidos, al día siguiente, al Panteón Nacional de los
Héroes. Setiembre de 1940 se cobraba el 7, su cuota de vidas.
S
"... eremos vilipendiados por una generación surgida del desastre que llevará en la
sangre -como un veneno- el odio del vencedor". Esta frase -atribuída a López- aparente-
mente fué redactada en "el ejercicio" de la larga disputa entre "lopiztas" y "antilopiztas" o
entre "legionarios" y "nacionalistas", dentro de las variadas maneras que los paraguayos
hemos puesto para hostilizarnos y discriminarnos, tarea en la que agotamos nuestros mejores
esfuerzos y talentos. Fuera o no López el redactor de aquel escrito, lo cierto es que "el odio
del vencedor" se derramó generoso sobre las "lides políticas" locales de la posguerra.
"Héroe máximo" o "tirano" según quienes lo mentaran o denostaran, la figura del Mariscal
siguió presidiendo sin embargo, los más duros enfrentamientos hasta el 31 de Agosto de
1926, cuando la Cámara de Diputados trató la derogación "...del calificativo de traidor con
que los gobiernos posteriores a la guerra connotaron la memoria del mariscal Francisco
Solano López", según rezaba el Orden del Día de aquella "sesión histórica". Diez años
después, "el gobierno de Febrero" completaría la redención de López y sus oficiales
cuando sus restos, ingresaban al flamante Panteón Nacional de los Héroes, nueva función del
edificio cuya construcción se había iniciado con los auspicios de los López -padre e hijo- para
que sirviera de Oratorio de la Vírgen de la Asunción.
respetuosos de los plazos de cada mandato. Cuando los liberales accedieron al poder, no
siempre tuvieron la paciencia de esperar los turnos correspondientes. Pruebas al canto: desde
1904 a 1912, en el inicio de la "era liberal", se sucedieron 10 Presidentes de la República
(más de uno por año), con un rekutu de González Navero y la presidencia de 22 días de un
colorado: Pedro P. Peña.
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Cartas de amor del
Mariscal Estigarribia
Las hijas de José Félix con Felicia se llamaban Selva Emelia, nacida en 1911; Diora
Esmirna, nacida en 1914 y Francisca Ondina, nacida en 1915. El reconocimiento
de estos detalles ha sido posible gracias a un lote de cartas y fotografías originales
adquiridas por la señora Dila Estigarribia de Eaton (sin parentesco con el Mariscal).
Estos valiosos documentos son bastante expresivos en cuanto a los detalles de la
relación y las tribulaciones de sus protagonistas, pero la existencia de las hijas
naturales del gran conductor del Ejército del Chaco, no representa ninguna novedad.
Es posible -en todo caso- que la sentida muerte del Mariscal y su esposa, inhibieran
la difusión de esos datos pero en 1995, una interesante investigación realizada por el
Dr. Alberto Nogués y editada por la Academia Paraguaya de la Historia -en su
formato "separata"- Volumen XXXV, rescata los datos familiares de todos los
presidentes del Paraguay con el historial de sus respectivas descendencias. En la
publicación, denominada "Parentela Presidencial" , el Dr. Nogués menciona a las
hijas del Mariscal, nacidas antes de su matrimonio con Doña Julia, y antes de las tres
hijas habidas con Felicia. De acuerdo a los datos de la "separata", éstas nacieron en
el siguiente orden: Delia María, en 1906 (cuando Estigarribia tenía 18 años); Lidia
Felicia, en 1908; Nimia, en 1910. Luego de las tres hijas de Felicia, nació Celia
Jorgelina, en 1916. El Dr. Nogués también recuerda que esta nómina le fue proveída
por el Dr. Aniano Denis Estigarribia, hijo de Delia María y -por lo tanto- nieto del
Mariscal.
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 56
Vida de militar
Sería lógico suponer que la existencia de siete hijas habidas con distintas mujeres
sugieran una vida disoluta y poco afecta a las responsabilidades. Pero, aún conside-
rando que estas situaciones fueran un hecho común -aunque no generalizado- en el
estamento castrense o en el resto de la sociedad paraguaya de la época, la vida de un
militar de principios de siglo estuvo signada por circunstancias que no podían alentar
la estabilidad ni la posibilidad de una "vida familiar". Las "revoluciones" o asonadas,
desde la misma terminación de la Guerra del ’70, así como las guerras civiles de 1904,
de 1911 y 1922, tanto como los golpes, cuartelazos y enfrentamientos habidos entre
1905 y 1924 hacía que, no ya el peligro sino la angustia, presidiera las expectativas
de los militares sobre su destino. Y si la población civil era "arreada" a estos
enfrentamientos sin ningún miramiento, a los militares se les reservaba -inevitable-
mente- la gloria o la deshonra -y aún la muerte- según quienes quedaran triunfantes
en el terreno. No según las ideas o instituciones que se defendieran. El Teniente
Estigarribia contaba a Felicia sobre los "..sacrificios por la patria", o de las veces
que estuvo al borde de la muerte en "..el cumplimiento del deber" debido a que todos
los golpes y conatos mencionados, desde 1911 a 1923, tuvieron de protagonista al
futuro Mariscal. Y aún si quisiéramos ahondar en las "circunstancias sociales" de
nuestros primeros mandatarios, un repaso a "Parentela Presidencial" permite verifi-
car que ocho presidentes de la República fueron hijos naturales y 14 tuvieron
hijos naturales, incluyendo a Estigarribia.
Las cartas de la colección comienzan el 3 de Octubre de 1911, tras la ida del joven
Estigarribia a Chile y continúan durante su permanencia en Santiago. Se extienden
luego al tiempo que estuvo en la guarnición de Concepción hasta finalizar con notas
desde el Chaco (con membretes "CORRESPONDENCIA DEL SOLDADO -
Chaco Paraguayo") además de otras cartas y esquelas -sin fecha- pero ya con la
mención de "General Estigarribia" y sellos del Ministerio de Defensa Nacional en
los sobres. Esto permite presumir que fueron enviadas desde o después de la Guerra.
En una postal desde Montevideo, escala previa a su residencia en Chile, Estigarribia
escribe a Felicia: "Esta mansión que debíamos ocupar los dos, me tiene hoy
viviendo de tus recuerdos". Desde Santiago, la primera de las cartas menciona la
dirección en donde debe recibir las de Felicia: "Alameda de las Delicias Nº 411".
A lo largo de toda la correspondencia recuerda a sus hijas y en una de las primeras
cartas, pide a Felicia: "...sobre ella me hablarás en todas tus cartas", refiriéndose
a "Selvita". Ella no contesta de inmediato o cuando lo hace, reprocha y ofende a
distante "Gral. Estigarribia". Alterna el trato afectuoso, de amorosos tuteos con uno
severo, frío e impersonal. En todo momento habla de "atender a las chicas" o de
"atenderlas mejor" en cuanto las "...circunstancias sean más propicias". De
hecho, en varias cartas o esquelas, anuncia a Felicia el envío de dinero o la promesa
de construirles la "casa en Asunción".
Final infeliz
La cureña que conduce los restos del Mariscal hacia el Panteón de los Héroes. Le siguen las más altas
autoridades del país. La multitud llora la muerte de "su Comandante".
A la par que los clamores por lograr las benditas "inversiones extranjeras", en el
Paraguay han florecido -desde siempre- las apelaciones localistas: "..al Paraguay lo
construimos los paraguayos"; ".. una empresa de paraguayos", etc. acompañados
de una serie de exteriorizaciones despectivas hacia el -o lo- extranjero. Es increíble
que en un país tan abastecido de foráneos desde los tiempos de la colonia y tan
dependiente hoy de las importaciones, de capital, de tecnología, de productos (desde
sacapuntas hasta tractores) se consolidara una actitud tan hostil hacia el forastero.
Donde todos -finalmente- provenimos de inmigrantes. Algunos de por aquí cerca, en
tiempo y distancia. Otros, la mayoría, de ".. allá lejos y hace tiempo". Y aunque
extranjeros desde el inicio, ni bien afincados, discriminamos al recién llegado. Hace
poco tiempo, un grupo de empresarios del microcentro se reunía para desentrañar el
motivo del decaimiento de la calle Palma. Uno de ellos, de origen árabe, colectividad
hasta hace poco "gratificada" con el menosprecio de la "aristocracia local", senten-
ció: "...Lo que pasa es que ahora Palma está llena de coreanos".
El refranero popular paraguayo está cargado de alusiones despectivas a los extran-
jeros y, por extensión, a los rubios y rubias, porque éstos -obviamente- no provienen
de la "...amalgama hispano-guarani". A las rubias -particularmente- se les ha
endosado el ser sexualmente ardorosas (para decir lo menos) con una serie de
"ñe’enga hovy", que algunos -solo algunos y con rubor- pueden ser escritos: "Rubia
rãkamby pa’úme vaka akãngüé jepe ojy"; o, "Rubia ha kabaju morotí mombyry
güivente iporãva"; y a éstos puede agregárseles expresiones como "rubia tatãre",
"rubia tuviana" y el famoso "rubio kesu", que le endilgábamos a cualquier
compañerito de escuela que no fuera morocho. En Santaní, allá por el 1910, los
compañeros de escuela de mi papá le obsequiaban con la famosa "carrera vaqueta",
todos los días, sólo por ser rubio y "gringo ra’y". Ni hablar de las burlas a los
apellidos raros, significado por aquellos que no suenen a hispano. Algunos naciona-
lidades, también gozaron de nuestras "preferencias" a la hora del menosprecio, como
los "kurepi" y los "boli". Recuerdan aquel "...oguahéva último boli kuña!!"?
La historia cuenta de los extranjeros que se quedaron pero no habla de los que
volvieron a salir del Paraguay, estafados, amargados, desilusionados. Algunos, que
no tuvieron mas remedio que quedarse porque habían agotado sus ahorros en la
empresa emigratoria, llegaron a decir: "...Prefiero ser mendigo en cualquier parte
que millonario en Paraguay". Otros, abandonados a su suerte no tuvieron mas
remedio que apelar a la ferocidad de sus perros para defender sus cultivos y
propiedades. De ahí surgió otro ñe’enga que dice: "Y jargelve gringo jagua güi".
Llegarse hasta el lejano Paraguay del siglo pasado, suponía algo más que remontar
desde Buenos Aires los mil y tantos kilómetros de río. Había otros inconvenientes.
Tantos que las veces que alguna embarcación era avistada desde los presidios (1) al
sur de Asunción o un carruaje atravesaba los "puestos" de la frontera, se auguraban
grandes acontecimientos. Es que, transcurrida la primera década del siglo XIX todo
el sur americano se hallaba inflamado con ideas de libertad e independencia,
exaltación patriótica y violencia. El Paraguay, aislado en el centro del continente,
sumido en el sopor de "la larga siesta colonial" , alejado de los grandes sucesos que
un poco más al sur, enardecían a otros, fue sin embargo de los primeros países en
obtener su independencia. Corría el año 1811. Cuando aún no se habían cumplido tres
años de aquel acontecimiento mayor, asumía como "Dictador Supremo de la
República" del Paraguay, el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Abogado,
miembro de la Segunda Junta y Cónsul , su prestigio había ido creciendo paulatina-
mente hasta lograr que los patriotas primero y un Congreso después, le otorgaran el
cargo. Dos años mas tarde, en Junio de 1816, otro Congreso le posisionaba en el
inédito escalafón de "...Dictador perpetuo de la República durante su vida, con
calidad de ser sin ejemplar". Y efectivamente lo fue hasta el día de su muerte,
acaecida el 20 de Setiembre de 1840.
De nuevo en familia
Como una prueba de la relativa libertad de la que disfrutó en Santa María, Bonpland
pudo formar una nueva familia. Su nueva esposa se llamaba María y aparte del
nombre sólo se supo que era hija de Guachire, un cacique guaraní. Aimeè y María
tuvieron dos hijos llamados como ellos, Amado y María. Dadas las circunstancias era
casi feliz. Tanto que empezó a atormentarle la idea de quedar en libertad y verse
obligado a dejar todo aquello; sus hijos incluido. Ya le habían anticipado que el Dr.
Francia no dejaría que se los llevara. Y efectivamente ... así fue.
"Don Amado, el Supremo ordena que Ud. deberá abandonar el país, sin demoras".
Un día cualquiera de 1830, tan imprevistamente como fue introducido al Paraguay,
el mismo delegado de Itapúa, Ortellado, le informaba que debía partir. De nada valió
que Bonpland reclamara por su hospital, por sus enfermos. De nada sirvió que llorara
por su mujer y sus pequeños hijos. Podía llevar lo que quisiera, sus caballos, sus mulas
y el resto de sus bienes -le informaron- pero "...los paraguayos se quedan en el
país!". La misma intransigencia que impidió su libertad cuando todo el mundo la
reclamó, le impedía ahora llevar del Paraguay a su familia.
Fue retirándose lentamente, como buscando retardar el adiós definitivo a sus seres
queridos. Se entretuvo un año en Itapúa desde donde se enteró que María y sus dos
hijos habían abandonado Santa María sin dejar rastros. Una vez más resignado, cruzó
a San Borja formó una nueva estancia, merodeó por Corrientes y sus cercanías,
escudriñando el Paraguay, durante muchos años. Fue reconocido, enaltecido y
condecorado. Volvió a contactar con el mundo científico pero jamás pronunció una
condena, una palabra de reproche, ni al Dictador, ni a quienes lo habían tenido preso
en el Paraguay. Allí habían quedado más que nueve años y 10 meses de su vida.
(1) Presidio denominaba una instalación militar a los efectos de vigilancia en la frontera. Conocidos
posteriormente como "fuertes", se ubicaron -casi todos- sobre los ríos fronterizos del Paraguay. Al
norte de Asunción, estaban los presidios de San Miguel , San Sebastián, Castillo, San José,
Arecutacuá, Orundey, Manduvirá, Villa Real y Curuguaty. Hacia el sur, se encontraban los de San
Gerónimo, Lambaré, Fortín, San Antonio, Villeta, Angostura, Macaypirá, Ibioca, Agatapé, Reduc-
ción, Remolino y Herradura.
(2) Carai en guarani, significa Señor. Arandu (con acento en la "u" final , aunque la grafía guarani
no lo marca) significa inteligente, sabio.
(3) Chasque (o chasqui): Voz quéchua que designaba a un indio utilizado de correo. En el Río de la
Plata, era usado para designar también el correo a caballo.
(4) Itapúa, antigua fortificación y puerto del sur paraguayo, hoy conocida como Encarnación.
USOS
Y
COSTUMBRES
Mueble existente en el museo "Juan Sinforiano Bogarín". Perteneció al prócer Pedro J. Caballero y
es una muestra de la excelente ebanistería practicada en tiempos de la colonia.
"Verja que separa el zaguán del vestíbulo o del patio" explica el diccionario acerca
de la función de la puerta cancel. Pero también hacía posible mantener abierta la del
frente de la casa, casi permanentemente. En las residencias de Asunción de unas
décadas atras, la puerta de la calle cerrada era una demostración de hostilidad hacia
los transeúntes y una actitud de descortesía y desconfianza muy mal tolerada por el
resto del vecindario. Solamente la grave enfermedad de algún miembro de la familia
o un duelo podían hacer que las casas se cerraran. En esas circunstancias, el luto se
extendía al edificio.
Con las casas abiertas, la puerta cancel servía para preservar la intimidad de los
hogares. Si bien la apertura era una manifestación de respeto al resto de la gente, no
era el caso que la vida familiar transcurriera a la vista de cualquiera. Sobre todo
porque trasponiendo el "recibidor" y el "cancel", podía observarse que gran parte de
las actividades se cumplían al abrigo de corredores, galerías o en el mismo patio, al
aire libre. La puerta cancel se encontraba en el límite interior del zagúan después de
ascender la escalinata, recurso habitual para diferenciar el nivel de la casa del de la
calle. De acuerdo a la pretendida jerarquía de la construcción y al ancho de aquellos
zaguanes, la puerta constaba de una o dos hojas, con segmentos más pequeños y fijos
a ambos lados de aquellas. La puerta cancel no llegaba generalmente hasta el techo
ya que su función era solamente cubrir la vista desde el exterior. Eran vidriadas,
translúcidas y tanto los vidrios y como las piezas de madera o hierro contenían
elementos decorativos que denotaban anagramas con los apellidos de las familias,
tallas en relieve y hasta escudos heráldicos.
Pero la puerta cancel era un elemento formal -se diría- de segunda línea en las
construcciones. Lo principal era toda la amplitud de la fachada; la decorada extensión
compuesta de bases, balaustres o verjas -en disposiciones casi siempre simétricas y
sobre la misma calle- cornisas y alféizares, bajos relieves y molduras (recordando a
deidades, musas y flores), coronados todos por los ya citados elementos heráldicos,
cúpulas o torreones. El material de terminación o la profusión de aquellos elementos
reflejaban la jerarquía del edificio: mármoles o granito, cristales tallados, esculturas
y verjas materializaban su magnificencia. El paisaje interior de estas casas era -sin
embargo- relativamente uniforme: un patio central con aljibes o alhajado con crotos
o palmeras, rodeado de galerías o corredores, los que a su vez protejían la intermi-
nable hilera de habitaciones. Este decorado interior -salvo algunos "aderezos" de
alcurnia- era casi siempre igual. Lo importante era la calle aunque en el interior las
casas carecieran de otras comodidades y siguieran teniendo un modesto excusado -
Es mas que probable que los soldados de las huestes de Juan de Salazar para la
fundación de Asunción, no tuvieran mas ropa que la que llevaban puesta. Una de las
razones habría sido precísamente que no tuvieran razones y ocasiones de lucirla
como porque en medio de tantas penurias y privaciones, la que más se notaba era la
falta de mujeres. ¿Para quien entonces se arreglarían estos hombres? Con las indias,
la ropa no era necesaria. Cuando más vestidas estaban, las vinchas o collares de
cuentas adornaban su completa desnudez. O, en un alarde de natural coquetería,
agregaban a aquel etéreo vestuario, la pintura corporal que tanto había impresionado
al cronista teutón Schmidl, que dió "relación de ellas".
Y para sumar una desgracia más a la patética condición de los conquistadores, a poco
de instalados, sobrevino el incendio de Asunción que dejó a los pobres "....
prácticamente en cueros".
En 1555 si hubo razones para que aquellos hombres, hoscos y desaliñados, se
acicalaran y rescataran de los polvorientos baúles, su mejor indumentaria. Es que
arribaban las "50 doncellas para poblar", que acompañaron a Doña Mencia
Calderón de Sanabria en la accidentada expedición de su marido, muerto antes de
salir de España, el tercer Adelantado Juan de Sanabria. Eran las primeras europeas
después de las pocas que, catorce años antes, habían llegado a Asunción tras el
abandono de Buenos Aires.
Los que hicieron mucho por el vestido y por vestir a los indígenas fueron los Jesuítas.
Gracias a "...un extenso estudio de la flora suramericana", ellos pudieron obtener
perfumes, remedios y colorantes. Las tinturas fueron utilizadas para los tejidos de
algodón que los indígenas elaboraban en sus casas como en los talleres comunales.
Aparte del algodón, los religiosos utilizaban también el cáñamo que habían traído de
España y que "... crecía en este país tan fácilmente como el algodón". Para
entonces, la industria textil se había desarrollado al punto que los indígenas recibían
hasta hilos de lana, elaboración que, dadas sus complicaciones técnicas, se hacían en
los talleres comunales. Cada familia recibía "... cuatro metros de tejido de lana" para
"...hacer ponchos". En aquellos talleres, trabajaban de cuatro a seis tejedores, los
que acortaban los plazos para la entrega de los pedidos según los "regalitos" que las
mujeres del poblado les hacían: "...alguna torta de maíz o de mandioca, algún
objeto de pacotilla" . Eran los embriones de nuestros actuales funcionarios que, ya
desde entonces, empezaban a incubarse.
Dadas las dificultades de comunicación con el exterior y el cada vez mas escaso
Puede decirse que la escasés de todo, asi como las tremendas penurias en los años
de la Colonia, no permitieron la radicación de algunos hábitos europeos. Sobretodo,
lo que a vestimenta se refiere.
Para intentar una explicación de este hecho, debe tenerse en cuenta que aunque la
expedición del adelantado Pedro de Mendoza llegó al río de la Plata muy bien
dotada, la de Juan de Ayolas -subiendo el "río del Paraguay"- y la de Salazar, por
la misma ruta, unos veinte meses después, no habrán estado pertrechadas más que con
hombres para la guerra y algunos víveres.
En cuanto a las penurias, debe recordarse que antes de transcurridos seis años de
fundada la casa-fuerte, Asunción sufríó el gran incendio de Febrero de 1543. Cuando
entonces, ante la ferocidad del fuego y la sorpresa -el siniestro empezó al amanecer-
los españoles no pudieron hacer otra cosa que salir corriendo con sus armas, poco
menos que " ... en cueros". Pero aparte de aquellos, hubo otros inconvenientes que
motivaron la desestimación de algunos cuidados otorgados a la vestimenta.
El primero de ellos, tuvo que ver -necesariamente- con el clima. Las tórridas
temperaturas del Paraguay, si bien contaban con auxilio de árboles y agua en
abundancia, habrá proscripto el uso de capas, abrigos y armaduras. El otro tendría que
ver con los usos de los propios indígenas que andaban, según consignaban los
cronistas de la época:"...enteramente desnudos, pero cuando hace frío o para
entrar a las casas de la ciudad se ponen por los hombros una de estas mantas para
cubrirse (..) las partes anteriores. Otros usan una camiseta que no tiene cuello ni
mangas y cubre apenas el signo distintivo del sexo" .
Pero es probable que si los españoles aprendieron a consumir lo que los indígenas,
a hacer "familia" con ellos, a dormir en sus hamacas y usar de sus conocimientos
medicinales -y de los otros- para sobrevivir en aquel territorio, habrán desmantelado
tambien algunos de sus prejuícios en cuanto al exceso de ropa que hacía parte de sus
hábitos culturales. Y tambien habrá influido en la distensión de las costumbres del
"buen vestir" europeo la falta de mujeres. Las primeras llegaron recién en 1541 luego
del abandono de Buenos Aires; y con ellas los "primeros géneros". Estos procedían
del buque de un italiano llamado Pancaldo, subastados entre la gente que se
aprestaba a abandonar aquel puerto. Otras mujeres se sumaron a la escasa población
de Asunción, en 1555, cuando ya las herederas mestizas de los fundadores empeza-
ban la adolescencia y se cotizaban "casamenteras". Como de cualquier modo,
aquellas no habrían sido suficientes para satisfacer la demanda de tantos hombres
solitarios, volvería a renacer la importancia del atuendo para que los caballeros
compitieran por "sus favores". En consecuencia, tanto por enfrentar al calor como por
el beneficio de la elegancia y la coquetería, aquella población no desestimó totalmen-
te ni los sombreros o la sombrilla, los bastones, ni los abanicos. O las sustitutas de
éstos: las folklóricas "pantallas".
Aún cuando los argumentos mencionados hubieran pesado en las consideraciones
para abandonar algo de la ropa europea, no debe olvidarse tampoco que tanto
militares como religiosos, siguieron haciendo uso de ella como para representar "con
dignidad" la autoridad que investían.
Del protocolo oficial -entonces- no desapareció completamente el terciopelo, las
sedas y oropeles.
Era especialmente desde el plano de la doctrina religiosa católica donde,por un lado
se consagraba -de palabra- la sencillez pero de hecho se imponía el esplendor, la
estética del brillo y la "virtud" de la riqueza. Y aunque el clima y la miseria
condenaban la ropa a su condición de accesorio, los europeos tuvieron que mantener
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 77
las necesarias diferencias con los vencidos. Con aquellos "bárbaros" que aunque
desnudos, no abandonaban las primorosas pinturas en todo el cuerpo. Que usaba el
nambipay, las pendientes de conchillas, el tembetá y el uso de las plumas en sus ritos
ceremoniales.
Una vez afirmada la autoridad del poder español, religioso o militar, la escasés, cotizó
aún más alto la tela o la ropa de orígen europeo. En medio de las carencias, cualquier
tejido importado o los sustitutos industriales del caraguatá o algodón locales,
adquirieron un extraordinario valor.
Paulatinamente sin embargo, con las distintas expediciones que llegaban al puerto,
con otros oficiales que se sumaban a la tarea de la conquista y con nuevos sacerdotes
y mercaderes, tambien las comodidades se iban agregando a "la Asunción".
Aquellos traían muebles, enseres, ropas, instrumentos musicales. El ganado original
ya se había multiplicado lo suficiente para que el cuero se incorpore como materia
prima para el vestido -especialmente zapatos- y muebles. Las casas se fueron
convirtiendo en pequeñas factorías domésticas donde se hacía todo lo que se pudiera
con la materia prima que producían las "chácaras". Cada "enclave industrial
doméstico" contaba con husos para la elaboración de hilos, cada uno de ellos tenía
su telar y cada mujer -aún niña- aprendía los secretos del hilado, a bordar, coser, tejer
y confeccionar la ropa de la casa: manteles, servilletas, sábanas, cubrecamas,
cortinados y otros "primores". Ya entonces el vestido había recuperado la totalidad
de su valor. Aquello de:"De acuerdo al traje tratan al paje" había renovado su
vigencia. Tanto que -como siempre sucede- a falta de otros valores, la gente ponía un
extraordinario acento en la ropa. Aún en los más feroces entreveros de aquella época,
los combatientes se desentendían del resultado final de la brega ocupandose de
desvestir a quienes habían matado para quedarse con sus atuendos. Así, el macabro
espéctáculo de nuestras "revoluciones" de este siglo, el de soldaditos muertos,
desnudos por el saqueo de sus ocasionales "vencedores", ya tuvo su orígen en la
Colonia cuando las disputas entre "comuneros" y fuerzas del "partido jesuítico".
Como cuando Asunción fuera asolada por el siniestro Sebastián de León y su
"...ejército de indios misioneros", el 1º de Octubre de 1649. Carlos Zubizarreta
menciona en su "Historia de mi ciudad" que en la ocasión, podrían haber muerto
todos los defensores de Asunción si no fuera porque los indios se entretenían en
desnudar a los españoles muertos: "....tasadamente veían muerto a un español
cuando había masa de veinte indios en litigio sobre quien habría de llevarse el
vestido" .
Típico rancho del Paraguay. Recinto de las familias paraguayas desde los tiempos de la Colonia.
Horcones de madera, galerías abiertas y el entorno de árboles frutales y flores.
explotar la pesca en el río Paraguay, entre Lambaré y Villa Hayes. En 1885, Marcos
Quaranta inaugura la primera fábrica de fideos del Paraguay y A. Peña y Cía.,
obtenía el usufructo -por 20 años- de los tres cuerpos del Arsenal-cué para instalar
en ellos "...aserraderos a vapor y alfarería, fábrica de ladrillos, tejas, loza y tubos".
Y como hacía falta enfriar mas cerveza, Pecci Hnos. instalaba otra fábrica de hielo.
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 85
CAPITULO 4
CASAS
Y
LUGARES
Desde la llegada de los primeros europeos a los territorios que serían del Paraguay,
en "...el espíritu de aquellos hombres desmesurados", al decir del insigne Carlos
Zubizarreta, se habrían mezclado encontradas sensaciones. Por un lado, la provo-
cada por la visión de aquellos caudalosos ríos, de los bosques inmensos con sus
extraños habitantes; y, por el otro, la de la desolación y el aislamiento más completo.
Todos habrían tenido la desagradable seguridad que -en aquel paraje- todo era
inseguro y que la vida pendía de un hilo.
No era de extrañar que la casa -aunque de "modesta fábrica"-
asumiera entonces las características de un verdadero refugio. Más que los barcos,
aquellas moradas los mantenía a salvo de la inestable relación con los indios, a
cubierto de los diluvios tropicales y, para asegurar un mínimo reposo, a cierta
distancia de los insectos y de las fieras. Aunque las largas correrías en pos del oro y
la conquista de nuevas tierras, mantenía a aquellos hombres mas afuera que adentro
y mas lejos que cerca, una casa y las connotaciones de refugio y seguridad,
justificaban la ansiedad por el retorno a "la Asunción".
Inmediatamente a la construcción de la "casa fuerte" en 1537, tres acontecimientos
marcaron "a fuego" la disposición del futuro asentamiento: la llegada del contingen-
te remanente de la primera fundación de Buenos Aires, el 6 de Setiembre de 1541;
la creación del Cabildo, diez días después de dicho arribo; y, el incendio de la aldea,
el 4 de Febrero de 1543. Gracias a aquel primer hecho, vinieron las primeras mujeres
españolas, se introdujo el primer ganado (porcino) y se incrementó la población. El
Cabildo permitió un mejor funcionamiento del enclave y el incendio obligó a
replantear la disposición urbana que, en función a la necesidad de su cercanía al
fuerte, se había arracimado peligrosa y promíscuamente alrededor de sus empaliza-
das.
Re-edificada la ciudad, puede apenas deducirse la ubicación de las casas más
importantes de la colonia, según las crónicas de la época. Félix de Azara -por
ejemplo- refiere que tras el reparto de solares, Domingo Martínez de Irala instaló
la suya detrás del Convento de los Dominicos. Cuando llegó el Segundo Adelantado,
Alvar Núñez, aparte de ensanchar con "tres mil palmas, la empalizada de la
población", mandó edificar una casa con pretensiones "...dignas de su rango", al
decir de Zubizarreta. La construcción tenía "...tejados de canales de palma y
pajizos" y aunque no se conoce su ubicación exacta, habría estado "...cerca del río
(...) entre la actual catedral y el Cabildo (..) sobre suelo que ya se ha desmoronado".
Zubizarreta presume que la descripción que hace Aguirre de la casa de Irala, está
Mas alla del Puerto, la Aduana y "la recova", se observa la silueta de la casa de Hernandarias, primera
"casa de los Gobernadores" y también conocida como "Machain cué", dominando la vista del río y
el chaco frontero.
Recalde y las de otras familias. El poeta Alejandro Guanes las retrató con aquel
fulgurante: "Caserón de añejos tiempos, el de sólidos sillares, con enormes
hamaqueras en paredes y pilares... ". Lo que vino después, es archisabido. El nuevo
siglo derribó lo que había quedado. Algún remanente subsistente al final de éste, es
pura casualidad: es que no habrá interesado a gobiernos y empresariado a la medida
de una "generación dorada", voraz de mediocridades y sin ninguna conciencia de la
historia, para invertir -siquiera- en algún reciclaje reparador.
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 90
Casas en versos
A pesar de la detallada bibliografía que se maneja hoy sobre los mandatarios del
Paraguay, en la misma no se encuentran datos que refieran la ubicación de sus
respectivas residencias. Casi todos los presidentes de la pre y posguerra -sin
embargo- vivieron "en los barrios del centro", en las calles del hoy casco histórico,
zona matizada en otro tiempo de residencias, consultorios, comercios, industrias y
baldíos.
El día que renunció Cirilo Antonio Rivarola, accedió a la Presidencia de la
República, Salvador Silvestre del Rosario Jovellanos, militante de la Legión
Paraguaya desde su inicio y quien viviera en una casa todavía existente, en la
esquina de Palma y 15 de Agosto. En 1874, accede a la presidencia, Juan Bautista
Gill. Gill vivía en una casa que sobrevive penosamente en la esquina de Yegros y 25
de Mayo y ocupada hasta hace poco, por el bar "Estrella". Su sucesor, José Higinio
Uriarte, vivía dos cuadras más abajo, en Pdte. Franco e Independencia Nacional, casi
frente al lugar donde habían asesinado a Gill. Parte de la casa existe. Tanto Gill como
Uriarte tenían otras propiedades. El primero compartía con su esposa, María
Concepción Díaz de Bedoya (luego de viuda, sería esposa del Gral. B. Caballero),
los dominios del actual "Parque Caballero"; y el segundo, era dueño de extensos
territorios al sur de la ciudad, prácticamente desde el límite del égido urbano hasta
los bañados de Tacumbú. El Dr. Rafael Oddone, aseguraba que en la esquina de la
actual calle Colón con la de Humaitá, existía una tranquera que introducía a aquellas
posesiones. Cándido Pastor Bareiro (que no tuvo nada de cándido y mucho menos
de pastor) fue presidente entre 1878 y 1880. Mientras estuvo en el cargo se sabe que
vivió en la casa de Mcal. Estigarribia casi Palma. La amplia edificación de dos plantas
está casi intacta. Bareiro fue nieto del prócer Pedro Juan Caballero y la tradición
oral asigna como la casa una demolida sobre Pdte. Franco entre Yegros e Indepen-
dencia Nacional, donde alguna vez funcionó la "Alianza Francesa". A Bareiro sucede
el Gral. Bernardino Caballero, quien vivió en la casa que fuera del Mcal. López,
en la esquina de Palma y Ntra. Sra. de la Asunción. Desde el 7 de setiembre de 1883,
cuando contrae nupcias con la viuda de Gil, Caballero comparte con la citada, Ma.
Concepción Díaz de Bedoya, la posesión del actual parque. El general habría muerto
en la casa de dicho solar aunque algunos "memoriosos" mencionan también que el
deceso se habría producido en el edificio que sirve de sede al Ministerio de Educación
y Cultura, Chile entre Humaitá y Piribebuy y que habría sido su domicilio cuando
entonces.
El 25 de Noviembre de 1886, accede a la Presidencia de la República el Gral.
La casa de Salvador Jovellanos, conocida hasta el día de una desgraciada intervención "modernizadora",
como la "casa Casaccia" .
El Mercado Guazú y más abajo, dos esquinas fatales: Palma e Independencia Nacional, donde fuera
apuñalado Cirilo A. Rivarola. A lo lejos, en Independencia Nacional y Pdte. Franco se recorta el
palacio Barrios, desde donde salió Nicanor Godoy para matar al entonces presidente Juan B. Gill.
Hasta los últimos años del siglo pasado, Asunción había conservado el limitado
casco de unas 100 manzanas, resultado de las "reformas" implementadas por el
Dictador Francia, en 1821. Las calles de la periferia -entretanto- seguían mantenien-
do el sistema de "atajos" y cruces, a través de la gran cantidad de terrenos baldíos o
de las numerosas casas dispersas en el arrabal aledaño al casco céntrico. Por entonces,
los únicos espacios cercados de aquellos barrios, eran los "chiqueros", gallineros,
tambos o huertas de las casas. Lo demás quedaba sujeto al abrigo (y la confianza) de
la colectividad vecinal. Es que con aquellas calles llenas de charcos y zanjones -con
mechones de kapi’i pe y ñana rogüe ty entre el tosco pavimento de tierra- los cercos
y muros perimetrales eran un lujo innecesario.
Recién en Setiembre de 1899, el contratista Luís Bazzano, presentaba a la Munici-
palidad las facturas de liquidación por los empedrados construidos en la calle 25 de
Diciembre (Chile) entre Manduvirá e Ygatimi. En Mayo del año siguiente, el mismo
empresario completaba los pavimentos pétreos de algunos tramos de la calle
Igualdad (25 de Mayo) al Este de la plaza "del Uruguay". En Setiembre del mismo
año -por lo leido, fructífero en empedrados- se hallaban concluidos los de las calles
Asunción (Mcal. López) entre Antequera y Tacuarí; Sebastián Gaboto (M.Gondra)
desde el Parque Caballero hasta la entrada de la Estación del Ferrocarril; Tacuari
entre España e Igualdad además de otros tramos de las calles Antequera, Libertad
(Pdte.Franco) y Pdte. Carnot (Mcal. Estigarribia). La expansión urbana de aquel
1900, se completaba con el empedrado de la ya mencionada calle Pdte. Carnot entre
Estados Unidos y Brasil, construido por el mismo Bazzano. En Agosto de 1901, se
construían los empedrados de la calle Cnel. Martínez (Haedo) entre Alberdi y 14 de
Mayo mientras que en Setiembre del mismo año, se completaban los de Ayolas entre
Estrella y Gral. Díaz, todavía en pleno "casco histórico" asunceno.
Pero a medida que aquellos pavimentos eran terminados, el cerro Tacumbú iba
perdiendo altura como resultado de la irracional comodidad de descastar los
promontorios quitándoles su cima. Es cierto que el de Tacumbú sirvió para que se
cubrieran las calles de Asunción con la negra dureza de la piedra, pero aquel peñazco
desde donde atisbó el cario el arribo de las huestes españolas y que -desde entonces-
referencia la llegada los territorios de "la Asunción del comunero", se redujo a un
triste montículo que ya pocos recuerdan.
Cercado de cuarteles, el barrio quedó asociado a un cerro ya inexistente, donde el
hueco que marcaba su antigua presencia solo conservó el recuerdo del triste paso de
los presos políticos los que, con sus grillos a cuestas, se dirigían al cotidiano martillar
de aquella piedra destinada a los muros y calles de la ciudad. Otros sólo recordaban
que, de tanto en tanto, cuando todavía cerro, Tacumbú recibía la madrugada con los
estampidos de algún duelo. Los duelistas, mentores de una moral distinta, buscaban
entonces el abrigo del cerro para dirimir disputas donde cada uno se jugaba la honra
sin saber (o creer) que -a veces- quien no tenía honra tenía sin embargo, muy buena
puntería.....
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 98
Bares del arrabal
No pasó mucho tiempo -desde la finalización de la guerra del ’70- para que el
Paraguay estuviera nuevamente enfrascado en un conflicto de proporciones, esta vez
con Bolivia; aunque desde aquella ruinosa época no faltaron ocasiones de practicar
nuestro valor con las armas. Lo hacíamos -como habitualmente- entre "locales" a
falta de contendientes internacionales. En efecto, ni bien apagados los rescoldos del
"marzo de Cerro Corá" y hasta la segunda década de este siglo, no faltó uno solo de
los ingredientes que matizaran -regularmente- nuestra democrática convivencia de
siempre: complots, cuartelazos, asesinatos políticos, degollamientos y atracos a la
Policía y al mismo Parlamento Nacional. Hasta tuvimos un ensayo general "a toda
orquesta" en 1922, cuando 10 años después ya atronaban de nuevo el aire, los clarines
de guerra.
Allá fuimos y devueltos del "infierno del Chaco" en 1935, con el ánimo hecho
pedazos y con el muñón de país que nos quedaba, Asunción se reconstruía -así como
al término de la "cruzada humanitaria de la triple alianza" en 1870- con un
inusitado despliegue de actividades para la distensión y el buen vivir. El "centro",
permanente catalizador de las tendencias sociales, se convertía -como por arte de
magia masoquista- en un interminable desfile de paseos familiares, lujosos automó-
viles y bellas figuras femeninas (y algunas masculinas), rondando alrededor de los
cafés, bares, las sombrererías y los centros "del buen vestir". Entre las "gorrerías"
-como le llamaba la gente a las sombrererías- había una ubicada en Palma entre
Convención (O’Leary) y 15 de Agosto, qué convocaba a las damas y a los caballeros
a cubrirse la cabeza con elegancia. Algunos años después, esta tienda fue consumida
por las llamas. Otra se hallaba instalada en la misma Palma, ya casi 14 de Mayo. Este
negocio pertenecía a la Sra. Lola Corvalán de Rodi e importaba sombreros de París.
Entre las tiendas, se destacaba la "Gran Casa Francesa" de León Levy, en Palma
entre 14 de Mayo y 15 de Agosto. Y también sobre Palma al 125, se encontraba "The
Derby", el lugar de la elegancia masculina.
Pero los vestidos había que exhibirlos. Y para eso estaban los bares, cafés y
restaurantes; como el "Ideal", frente al Teatro Municipal, el "Bar y Café La Bolsa"
-actual Bolsi- y, mas tarde, el "Vertúa", hoy ya desaparecido. Locales donde además
de la billetera bien provista, era indispensable la indumentaria elegante, saco y
corbata para los hombres. Cuando entonces uno podía carecer de todo abajo de la
ropa, pero arriba debía estar el traje bien puesto. Y con sombrero!!
Mientras tanto, en la esquina de Pdte. Franco, Alberdi y B. Constant -en la década del
’50- sentó sus reales el "Restaurant La Alhambra". El local se instalaba en una casa
Mientras los caballeros discuten sobre el gobierno o las carreras de caballos, las mujeres salen del
silencio, iniciando los paseos por Palma. "Tailleur" y sombreros importados de Europa... y compras,
algo impensable unos años antes.
En la "Loma Cabará", se presume, estuvo la "Casa Fuerte" que dio origen a "la
Asunción". No queda nada que lo recuerde.
El sitio fue ocupado sucesivamente por otras instalaciones y edificios igualmente
carentes de materiales más resistentes al paso del tiempo. Hasta hace muy poco
estuvo aquí el Estadio Comuneros. Era una construcción de madera que suplantó al
yuyal que quedó luego del incendio que destruyó la antigua Iglesia de la Encarnación,
el 4 de Enero de 1889. Esta Iglesia fue la primera Catedral que tuvo la capital.
Más antes, desde 1621, se afincó en el sitio el Convento de Santo Domingo de los
sacerdotes Dominicos, según datos de algunos historiadores.
Como augural indicación de que no sólo los políticos de nuestra historia fueron
intolerantes y arbitrarios, los miembros de esa Congregación fueron expulsados y
destruido su Convento por el Obispo Cárdenas, en 1642.
El sitio del antiguo templo de la Encarnación, asentado en la Loma Cabará, visto desde la torre del
palacio de López.
Tres años más tarde, los Dominicos volvieron al lugar y re-edificaron el Convento
y la Iglesia. Por esa presencia, una de las primeras calles de la ciudad, la actual
"avenida República" se llamó - desde tiempos inmemoriales- Calle del Convento de
Santo Domingo.
El plano de Félix de Azara muestra a la vera de la loma la presencia de la "Laguna
de los Patos" y los embarcaderos "del Colegio", uno de los puertos de la Colonia.
Desde la desembocadura de la "Laguna" al río hasta el sitio en que se estrechaba para
convertirse en el arroyo del "Pozo Colorado", se encontraban cuatro puentes que
posibilitaban la circulación sobre el curso de agua. El nombre del vecindario, "Barrio
de las Barcas" sugiere la presencia permanente de las embarcaciones en el sitio,
seguro refugio contra los vientos y las correntadas. Ya después de la Independencia
Nacional, el Templo del Convento pasó a ser Parroquia de la Encarnación. Al morir
el Dictador Francia, sus restos fueron sepultados en la Iglesia y de allí desaparecieron
algunos años después.
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 104
La Escalinata
El camino serpentea en el antiguo "cerrito", bajando hacia la calle Antequera, antes de la construcción
de las "escalinatas".
Desde el puerto y a través de los embarcaderos del oeste, puede verse la silueta de la Loma San
Gerónimo.
Al pié de la loma San Gerónimo, hacia el río, se econtraba la "Playa Carrasco", balneario y centro
de lavado de ropas.
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 107
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 108
La Iglesia de Trinidad
La Iglesia de Trinidad, emerge a lo lejos. La vista habría sido tomada desde la "casa alta" de Don Carlos
A. López.
Para el inicio de la obra, alrededor del año 1852, López eligió una plaza en un sitio
prominente del citado poblado.
Según la historiadora Margarita Duran Estragó, "... a fines de 1853, las paredes
..... ya llegaban al techo y en enero del siguiente año, se alzaron las primeras piernas
de llave".
En mayo de 1854, el presidente López ordenó al Jefe de Urbanos de Yaguarón para
"... que tomara las medidas de dos retablos colaterales del templo de su pueblo" y
los enviara a Ybyrai. En Octubre del mismo año, 8 carretas conducían a la flamante
Iglesia consagrada a la Santísima Trinidad, denominación que se trasladó posterior-
mente al poblado, los antiguos retablos de madera de la Iglesia de Yaguarón, los que
dan realce y jerarquía al templo.
El templo fue bendecido el 13 de Abril de 1856 ".. con arreglo al Ritual Romano"
y en algunas de las pinturas del artesonado, trabajó también el arquitecto italiano
Alejandro Ravizza.
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 110
PLAZA INDEPENDENCIA
Acontecimientos
Formación de soldados en la Plaza. Detrás de los soldados, sus madres, sus mujeres o sus hijas.
Espectáculo habitual de las "revoluciones" del Paraguay.
CASAS
Y
PRESIDENTES
Aunque las casas consulares del Paraguay fueron desapareciendo según iba
consumándose la combinación de tragedias naturales y "antinaturales" (éstas son
producidas por la estupidez y la ignorancia), no quedó en nuestra capital práctica-
mente sitio que venerar. Los pocos -muy pocos- a contabilizarse fueron los ex
cuarteles, Colegio de San Carlos y Casa de "Recogidas y Huérfanas" (hoy
devenida en "casa de no muy recogidos parlamentarios"), la Catedral y alguno que
otro pedazo de muro de adobe escondido entre los pliegues de la "modernidad" que
trasformó a Asunción en lo que es. Si el objetivo de estas desapariciones fuera el
olvido de sus moradores, el operativo resultó francamente exitoso. Nadie recuerda
hoy al Dr. Francia y sus compañeros de la independencia, a Don Carlos, al
Mariscal, a Facundo Machain (a él realmente nunca le recordaron), a Cirilo A.
Rivarola y a los otros presidentes que vinieron con la sanción de la llamada
"Constitución del ’70".
Según Julio C. Chávez, antes de la revolución del 14 y 15 de Mayo, el Dr. Francia
habría vivido cerca del Convento de la Merced , en la dirección de la actual calle
Chile. Se sabe que también tenía su chacra de Ybyrai, cerca de Trinidad. El edificio
que sobrevivió en el lugar y conocido como la "casa Francia", sería en realidad la
edificada por su nieto, Agustín Cañete, poco después de la finalización de la Guerra
del ’70. Como se sabe también, al ser elegido Dictador, Francia "....abandonó su
casa en la plazuela de la Merced" y fue a vivir a la casa de que fuera ocupado por
los gobernadores tras la expulsión de los Jesuitas, en 1767. La casa, demolida en
1913, "...era baja y blanqueada, techo de tejas, anchos corredores, con numerosos
pilares".
Don Carlos tuvo su casa en Asunción además de la hoy conocida como "Casa Alta"
del Botánico, que había hecho construir en los terrenos de su esposa, Doña Juana
Pabla Carrillo. La de la capital, se encontraba al costado de la Catedral, sobre la
acera sur de la calle El Paraguayo Independiente, entre las calles Chile e Independen-
cia Nacional. "Fantástico y paraguayo", comentaba del edificio el capitán Richard
F. Burton, en sus "Cartas de los Campos de Batalla del Paraguay", editado en
Londres en 1870. La casa, con su frente sobre la gran plaza contaba con un piso
superior "..soportado por 15 pilares encarnados, con extraños capiteles como
egipcios, formando el profundo alero". Sucesivamente transformado, incorporan-
do en su historial el alojamientos a instituciones y demoliéndose de a poco -
procedimiento depredatorio hasta hoy exitoso- el edificio desapareció definitiva-
mente cerca de 1920.
La casa de "madame Mère", como le llamaban a la Doña Juana Pabla, esposa de Don Carlos. Este
grabado refiere una formación militar frente a la casa del Presidente en 1859.
"Mburuvicha róga". Casa del cacique y por extensión, casa del jefe. Alguien dijo que la primera
acepción venía de perillas a quien había adquirido y puesto el nombre a la mansión, el Gral. Higinio
Morínigo.
Los presidentes del Paraguay de este ya agonizante siglo, tuvieron distintas moradas
según las variaciones de la rocambolesca política paraguaya. Algunos sin "patrimo-
nio conocido" antes del vértigo en la cumbre, residieron en principescas mansiones
al volver a "las penurias del llano". Otros sin embargo, vivieron y murieron en casas
de alquiler, en solares heredados o prestados de los suegros.
Benigno Ferreira, el "general doctor" como le llamaban sus contemporáneos, era
un muchacho pobre oriundo de Moras Cué, un "puesto" de la estancia de los Mora
-hoy territorio de Luque- cuando fue a estudiar en el colegio de Concepción del
Uruguay. Al retornar a Asunción al final de la Guerra del ’70, vivió en un edificio
que se encontraba en la esquina de Alberdi y Estrella. Ya Ministro del Interior en los
gabinetes de Rivarola y Jovellanos, se instaló en una habitación del mismísimo
edificio parlamentario. Luego de los primeros "debates con cañones" que matiza-
ron nuestro acceso a la "civilización" prometida por los aliados, Ferreira vuelve al
exilio.
Retornado a Asunción ya próximo al 900, vivió en una casa de la calle B. Constant
entre 14 de Mayo y 15 de Agosto, hoy asiento de una mueblería. De ahí se mudó a
otra ubicada en la esquina de Independencia Nacional y Azara, única casa abatida por
un perdido cañonazo del "Sajonia" buque insignia del movimiento revolucionario
de 1904 liderado .... precisamente por el general-doctor. Ya Presidente, Ferreira
abandonó la muy maltrecha construcción y se instaló en el Palacete Heyn, edificio
todavía existente en la esquina de Palma y Montevideo. Derrocado a los dos años,
exilado y muerto en Buenos Aires, sus restos retornaron -por su expreso pedido- a
descansar en el Paraguay.
Emiliano González Navero vivió en una hermosa mansión demolida hace unos
años. Se hallaba en la esquina de Brasil y Eligio Ayala y sus muñones albergan hoy
una "playa de estacionamiento". Cuando Manuel Gondra llegó a la presidencia,
abandonó los inquilinatos y vivió en la quinta de los Alfaro, sus parientes políticos,
en la hoy calle Gondra -ex S. Caboto- cerca del Parque Caballero.
Albino Jara vivía -con su madre y hermanas- en un conventillo de la calle Estero
Bellaco. Cuando Presidente y cuando le tocó el turno de salir al exilio, lo hizo desde
los altos de un edificio que todavía se encuentra (con muchas "reformas" encima) en
la esquina de O’Leary y Pdte. Franco. Liberato Marcial Rojas, periodista, poeta y
padre del malogrado Teniente Adolfo RojasSilva, vivía en una casa que "balconeaba"
Casa de Benigno Ferreira a su retorno al Paraguay, luego de la Guerra del ’70. Ubicada en la esquina
de Estrella y Alberdi, alojó a las empresas Urrutia Ugarte y Martel para caer -finalmente demolida-
en la década del ’60.
La casa de los Solalinde, Fulgencio R. Moreno esquina Yegros, en cuyo fondo, en una construcción
aún más modesta, vivió el Coronel Rafael Franco.
El Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia fue el primero -entre varios jefes de
estado del Paraguay- en considerar que con los poderes y privilegios que les otorgaba
el cargo, debían entender y operar sobre prácticamente cualquier cosa. Así fuera el
urbanismo, ciencia bastante compleja que cuando los primeras décadas del siglo
pasado estaba en sus embriones y cuando aún entonces, no servía mas que para
consagrar honras a emperadores y reyes o crear grandes espacios destinados a las
evoluciones militares. Pero si Napoleón tuvo el pudor de designar a un arquitecto
para sus devaneos imperiales, por aquí no hubo tantas molestias. La excepción fueron
los López, Don Carlos y Francisco, que nos legaron ejemplos de buena arquitectura
que todavía adornan Asunción y sustentan (con depredaciones de por medio) la
actividad de importantes instituciones del estado.
Ya en este siglo, algunos Presidentes del Paraguay, que soñaron con el desfile de
tropas imperiales por la ciudad, sólo se limitaron a despejarles el camino demoliendo
edificios de incalculable valor. Ni siquiera se molestaron en diseñar paseos, jardines
o palacios, como los que construyó Haussman para Napoleón. Otros, ni siquiera se
detuvieron a considerar el cauce de los arroyos, la existencia de cerros y promonto-
rios, la irreductible fuerza de los raudales siguiendo el derrotero urbano que el Dr.
Francia les indicara ¡cien años atrás!. Como el Dictador, estos señores habían
concluido -con curiosa irracionalidad- que el orden urbano tenía que ver mas con la
geometría que con la naturaleza. Aunque Francia tuvo la excusa de un atentado contra
su vida para propiciar las "reformas", su desempeño como "primer urbanista del
país" fue un mal ejemplo que cundió tardía y funestamente en Asunción y el resto
del Paraguay.
Lo que debe lamentarse de tan desatinadas intervenciones, es que con ellas desapa-
reció una disposición original que, antes de 1821, traía "una historia" de 284 años ,
desde la fundación de la ciudad y relacionaba lo construido con el sitio: casas y
senderos rodeando arroyos y promontorios, dejando a salvo lo esencial del terreno
y su paisaje. En aquel recinto se había desarrollado más de la mitad de vida de la
capital de la provincia. Después de aquel funesto 1821, desaparecieron también los
conjuntos urbanos, cuadras enteras con galerías y recovas, líneas de fachadas
continuas alrededor de las calles principales. Y además, construcciones aisladas,
algunas de ellas, recintos de gran protagonismo histórico. Cayeron demolidas o
derrotadas por el tiempo, llevándose al olvido tipologías originales que, aunque
preñadas con los conceptos formales de los colonizadores, eran una muestra de cómo
habían resuelto nuestros antepasados las carencias tecnológicas, como habían
Cuantos espacios como éste habremos perdido en la Asunción de antaño. Curiosa fotografía de un arco
de homenaje erigido a Francisco Solano López.
ARBOLES
Cuando el Paraguay exportaba "árboles históricos". Estos "33 arbolitos de Artigas", con destino a los
departamentos del Uruguay, fueron cultivados por la Escuela Agrícola del Jardín Botánico y
entregados a una prestigiosa delegación uruguaya llegada a Asunción para los festejos de Mayo de
1913.
"¡Alto sobre nosotros!, (...)¡siéntenos parte tuya -rama de tus ramajes- de tal modo
que el viento, cuando te toque, toque nuestra maraña invicta de follajes y de
sueños!". El árbol, omnipresente en nuestro ambiente y en nuestra historia, no podía
estar fuera de las evocaciones de los poetas. Y tampoco podía ser de otra manera. La
poesía -hay tan devaluada y ausente en las expresiones cotidianas- permite desorde-
nar las frases de tal modo que resulten más precisas y bellas. Y es también porque los
poetas se permiten el atrevimiento, como diría Ortíz Guerrero, de sentir y expresar
lo que otro no. Tal vez esos "otros" -nosotros- no hemos sabido valorar la escasés de
lo que sobra. No hemos podido percibir como los poetas, la incalculable fecundidad
del polen, la tenaz persistencia de semillas y ramajes. O, porque siempre fieles a la
belleza, los poetas no dejaron de reparar que los árboles alojan -desde siempre- flores
y pájaros, trinos y perfumes. No sólo fueron sombra y abrigo, sino también cielo para
juramentos, promesas y soledades....
Elvio Romero, a quien debemos las líneas que encabezan este escrito, es uno de los
más reverentes cultores poéticos de la tierra. En "Lástima, lapacho...!", expresa su
pena ante la inmóvil apostura del árbol. "... ¡Lástima que estés inmóvil! ¡lástima
que a la rosada ronda de tus flores/no hurtó el lucero su perfume en fresco/beso
varón de claridad y montes!" También cantó al quebracho, crecido "..en las
madrugadas, entre trompos y pájaros silvestres", tanto como Herib Campos
Cervera a los "Arboles ausentes", versos dedicados a Bruno Guggiari "... que
plantó árboles y los cuidó hasta que los oyó hablar con el viento, con los pájaros
y con la Luna". A los taladores de árboles sentenció Herib con este bello poema:
"...huyeron los asesinos/con sus hachas como espejos. Los pájaros ya no tienen/
donde colgar sus canciones"; aunque más tarde, el mismo poeta redime a los
"asesinos" en otro bello poema: "Hachero".
Y los versos se vuelven canciones y las canciones tornan en himnos, en "Paraguaype"
de Ortiz Guerrero y José A. Flores "...Plaza Uruguaya selva aromada, oh!
pajarera de mi canción". O en el bello reclamo de la patria ausente, en la
composición de Enrique Valiente y Eladio Martínez: "...Oiméne tajy poty pe ñúre
i ñapysemba/oiméne hyakuã porã opárupi ka’aguy". Y la bella evocación a la
infancia: "... Yma pako mi ñande/jahava’era kañyhápe/amo tarumã’i guype/
ñamopoti verapa". Emiliano R. Fernández se suma al elogio de la selva para
indicarnos: "...Primavera oguahe/ñu ka’aguy oflorecé/hokypa y verde asy/palo
blanco ha tajy/mombyrygüi jahecha". José Luis Appleyard no podía quedar fuera
de este recuento poético en beneficio del árbol: "...Mancha de luz al borde del
camino, jalón del campo y corazón del viento, árbol que tiene para si el destino/de
ser la primavera en todo tiempo".
Y están el canto al "Yvapuru" de Ignacio A. Pane, la "Balada del árbol", de Néstar
Mazó de Pérez y el infaltable "Canto Secular" de Eloy Fariña Núñez: "La selva,
la sagrada y vasta selva, (...) cuando el viento sacúdela en la noche/y con lento
cantar le arrulla el río, tiembla como una lira y se estremece" . Y José María
Cantilo, un argentino nos enseña la nieve de azahares en el poema: "En Asunción
ha nevado".
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 136
Arboles y frutos
El Jardín Botánico, Parque y Museo de Historia Natural y en otro tiempo, Escuela Agrícola, donde
se hicieran importantes cultivos experimentales que fundamentarían la producción frutícola del
Paraguay.
Y
" a se hueeele Asunción hína..", decía un primito mío cuando el viejo "camión de
pasajeros" luqueño cruzaba el puente del Itay, unos cuantos años atrás, rumbo a la
capital. Entonces, cualquiera que se acercara a Asunción sentía su presencia, no por
los edificios altos (no estaban todavía), ni por las calles mal pavimentadas o por la
aglomeración de personas, sino por aquella rara combinación de olores que, desde la
nafta en combustión hasta los jardines con hierbas y jazmines, pasando por los de los
árboles, baldíos y yuyales, tambos y chiqueros, gallineros y arroyos poluídos,
constituían el "olor a Asunción". También el viento aportaba los suyos desde donde
viniera: del norte o del sur; desde el río, los bosques o las capueras todavía cercanas.
Oler a Asunción, temprano en la mañana, significaba percibir -desde las modestas
mesas de las casas de barrio- el aroma de la yerba quemandose para el cocido, deleite
al que más tarde se sumaba el conjunto de procesos para el rambosa jo’a y el
almuerzo. Era también el olor a tierra húmeda que subía luego del riego de las plantas
o se manifestaban con la frescura natural del amanecer. Porque había plantas en la
mayoría de las casas: crotos, rosales, flores de todos los colores, formas y aromas que
combinaban con los de las hierbas, prodigadoras de sabores y "efectos especiales"
para el refrescante tereré, la tisana medicinal o la comida: el cedrón capi’i, el pacholi,
menta’i, albahaca, el romero y otras muchas.
Entre los aromas, ninguno como los de los jazmines que desataban sus efluvios al
atardecer o cuando la lluvia se hacía próxima. Hasta en las casas del centro había de
ellos; copiosas enredaderas de jazmines que se entrelazaban con los tejidos de las
cercas, se derramaban sobre las murallas hasta casi tocar las veredas. Y también en
el centro y en los barrios más próximos a él, había aserraderos y carpinterías con el
aserrín que desbordaba hasta las calles cercanas con su cóctel de aromas selváticos
al alcance de nuestras narices: a incienso, a lapacho; a cedro y algunas veces, hasta
a palo santo y quebracho. La aristocracia del bosque inundando el barrio con sus
aromas.
Claro que en Asunción también se aspiraban (y se aspiran todavía) olores desagra-
dables como los de los desaliñados mercados, la pestilente tablada y los de los
numerosos chiqueros, caballerizas y muladares, sustentos estos últimos de la
movilidad urbana. Y cerca nomás, sin embargo, estaban también las panaderías, que
desde la madrugada nos brindaban el inigualable aroma del pan recién horneado.
Diez años atrás, un canciller boliviano de visita en nuestro país, al salir del "palacio
de López" informaba a los periodistas sobre su siguiente actividad: "Ahora -decía-
voy a caminar desde aquí al puerto, a ver si encuentro una panadería que todas las
T
" ajy florecido, nido de cigarras, copón encendido..." cantan los versos del poeta
y pareciera que en nuestro país el afecto a los árboles esté proporcionado al esplendor
que nos obsequian. Nada mas falso. Los árboles llegan a flores, frutos y sombra
mientras no estorben a cables, construcciones, cultivos o sencillamente porque no
llegaron a molestar la visual de cosas más importantes ... como una mansión "de
estilo" por ejemplo. Es la natural prescindencia con que desvaloramos lo que abunda
o crece fácilmente. Pruebas al canto: no sólo nuestros bosques fueron depredados
para dejar la floresta natural del país reducida a su mínima expresión, sino las
avenidas de árboles del Jardín Botánico o del Parque Caballero, o las líneas de
jacarandás de la avenida Mcal. López o las de Carlos Antonio López de la propia
capital, fueron raleandose sin que, jamás!!, se intentara una mínima reposición o una
tarea de revalorización ambiental semejante, en otros sitios publicos. Los árboles de
naranjo agrio plantados en la segunda mitad de este siglo, en casi todas las calles del
centro de Asunción desaparecieron sin dejar rastros (ni herederos). Existe una
curiosa variedad denominada "cambá akã", diseminada en las calles Tte. Fariña,
Manduvirá y Haedo que van desapareciendo lentamente. Ya no quedan lapachos de
flores blancas; los de flores amarillas quedan muy pocos. Ya no están las ovenias de
generosa sombra. Estamos desarbolados!... y el término es hoy mas preciso que
nunca.
Los agresivos, calurosos y anti-estéticos tinglados vinieron a sustituir la cobertura de
yvapovó de nuestros viejos talleres mecánicos y el acondicionador de aire nos
permite prescindir de la siesta, o el tereré, bajo el mango del patio.
Pero la depredación ya nos viene de antes. Aparte de los desmontes necesarios para
las construcciones domésticas, o de navíos, y los que permitían obtener terrenos de
cultivos, en Agosto de 1598 Hernandarias disponía que "..por estar la ciudad muy
abajada y sombrada, está llena de enfermedades y que, por tanto, se corten por el
suelo, dentro de seis días, todos los árboles, no dejando más que los naranjos y
limones y otros árboles de España". La ordenanza se cumplió a rajatabla sin que
"..el estúpido crímen mejorara la salud urbana", como bien lo expresa Carlos
Zubizarreta. Por el contrario -agrega el mismo citando a Aguirre- "... la ciudad era
fatigada por oftalmías, salpullidos" y otras enfermedades que eran producto de los
fuertes rayos solares antes que el exceso de sombra.
Doscientos veinte años después, el Dr. Francia, dispuso lo mismo por distintos
motivos y con el agregado de la destrucción de casas y otros hitos naturales de la
ciudad. Independientemente de las razones esgrimidas y la pertinencia de las mismas,
La calle Cnel. Martínez desde la torre de la casa Milleres. Bajo la sombra de los árboles se extendía
la actividad de la casa. Hoy "nada está, todo ha cambiado". Las casas, las árboles y los patios ya son
solo historia.
LABORES
¿ Cómo fué posible que un centenar de soldados españoles, sin conocimiento del
terreno, sin mapas que definieran sus contornos y características, pudiera vencer a
decenas de miles de naturales? ¿Qué hizo que éstos les proveyeran de bastimentos y
de mano de obra para sus labrantíos y construcciones?. Si los europeos eran
ignorantes del idioma, de los usos y de las armas indígenas ¿cómo pudieron
convencer a tantos para que les asistieran con ayuda militar en sus empresas
guerreras?. Estas son preguntas que cualquiera se reitera ante la magnitud de la gesta
conquistadora. Preguntas que más allá del poderío militar y entrenamiento exhibido
por los europeos, tiene una sola respuesta: la predisposición favorable de los
indígenas hacia los recién llegados. Para algunos fué el "retorno de los dioses". En
México, Moctezuma glorificaba a las huestes de Hernán Cortez con un discurso
muy explícito: "...Señor nuestro ... has arribado a tu ciudad, México. Aqui has
venido a sentarte en tu solio, en tu trono". Los indígenas de Guatemala pensaron
igualmente que los que llegaban eran dioses; y, por su parte, los cario/guarani del
Paraguay se refirían a los visitantes como "...hijos de Dios".
Pero el estupor y la impresión de respeto o veneración inicial fué sólo el pasaporte
para la introducción de otras armas, aún mas poderosas: la astucia para acentuar y
explotar las rivalidades existentes entre las distintas comunidades indígenas; los
instrumentos de "trabajo guerrero" -ya mencionados en entregas anteriores-
como los perros y los caballos; y, finalmente, las armas de fuego: mosquetes,
arcabuces y cañones además de alfanjes, ballestas, rodelas, lanzas, flechas y
hondas, convencionalmente usadas por los españoles en cuanto operativo bélico
existiera. Sin olvidar que, frente a las exiguas armas de los naturales, los combatientes
europeos tenían otros elementos como las armaduras, escudos, yelmos y otros
protectores metálicos.
Pero lo que nadie pudo evaluar inmediatamente como una consecuencia directa de
la presencia conquistadora, fue lo que finalmente, más daño causó: los microbios y
las enfermedades, para cuya incidencia no tenían los naturales ninguna defensa o
protección. Desde los primeros contactos, las epidemas de "...sarampión, viruela,
tifus, difteria y gripe causaron más muertes que las mismas armas". Recientes
investigaciones han confirmado que durante la incursión de Hernando de Soto en
los llanos del río Mississipí, desaparecieron poblaciones enteras como consecuencia
de las plagas diseminadas por los soldados europeos.
Obviando la tremenda influencia de la propagación de la fe católica en el proceso de
colonización en América así como la acción de las armas ya citadas, las de mayor
efectividad fueron las siguientes: el mosquete, antecedente del fusil aunque mucho
más largo y de mayor calibre. Para el disparo, el cañón debía apoyarse en una
horquilla; el arcabuz, que constaba de un cañón de hierro y una caja de madera. Se
disparaba prendiendo la pólvora "...mediante una mecha móvil colocada en la
misma arma"; y, la ballesta, de gran poder y peligro. Constaba de una caja de madera
-que se apoyaba al hombro como un fusil- y tenía"...un canal por donde podían
arrojarse flechas y piedras".
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 151
Canónigos y arcedianos
La lejanía de España, las grandes distancias entre las sedes virreinales y las colonias
de América, además de las enormes extensiones de los territorios afectados por ellas,
hizo que se multiplicara el número de "efectivos reales". Estos, "ojos y oídos del rey"
hacían que el monarca, "...lejano y fantasmal", se enterara de los problemas
emergentes de la conquista. Como en las antiguas satrapías romanas pero con mayor
número de funcionarios, los del reino español eran muchos más ojos y oídos aunque
no se les prestaba -a veces- ninguna atención. Entre estos cargos -con los ya
nombrados- deben mencionarse los del Oidor, Pesquisidor, Regidor y Revisor
además de aquellos que, sin ser importantes en la jerarquía, lo fueron por las
funciones que cumplían, como los chasques y escribientes. El Oidor era el que en
las audiencias "...oía y sentenciaba las causas y pleitos". El Pesquisidor -sin
embargo- era el investigador si bien -a veces- ambas funciones se reunían en una sola,
como cuando el Oidor de la Real Audiencia de Charcas, José de Antequera y Castro
fue designado Juez Pesquisidor de la Provincia del Paraguay, en 1721. El Regidor
tenía funciones equivalentes a un concejal de la actualidad. Los líderes Comuneros
Juan de Avalos y Mendoza, José de Urunaga, Francisco Roxas Aranda y
Salvador Arsenio López, eran regidores del Cabildo de Asunción. Por último, el
Revisor tenía por oficio "...revisar o reconocer".
También estaban los funcionarios eclesiásticas tales como el Dean, el Arcediano, el
Canónigo, el Chantre, el Provisor y otros que por su naturaleza administrativa,
tenían los mismos nombres que los que ostentaban los funcionarios del monarca. Sin
embargo, Fray Bernardino de Cárdenas , paceño, nacido en Chuquiabo Marca,
nombre indígena de La Paz, Bolivia, reunió cargos tanto eclesiásticos como reales.
Fue Definidor, Vicario Provincial y Visitador de la Orden Franciscana en la
provincia de Charcas. Designado Obispo del Paraguay en 1642, se vio envuelto en
una larga disputa contra la Orden Jesuítica de cuya consecuencia, en 1649, fue electo
por el Cabildo, Gobernador de la Provincia, haciendo vigente la Cédula Real del 12
de Setiembre de 1537.
En cuanto a los demás cargos mencionados, de Arcediano se trataba al primero -o
principal- de los diáconos. El Canónigo era un perito en cánones, un "..asesor
jurídico del cabildo catedral". El Chantre era una dignidad a cuyo cargo se
encontraba "...el gobierno del canto en el coro" . El Dean constituía la "...cabeza del
cabildo después del prelado y lo presidía en las iglesias catedrales". El Provisor era
un juez diocesano nombrado por el obispo. Pero el que proveyó un listado -casi
completo- de cargos eclesiásticos, fue el primer obispo designado para el Paraguay,
La antigua Encarnación, incendiada el 4 de Enero de 1889. Ultimo reducto del Convento de Santo
Domingo, el edificio custodiaba el sitio de la fundación de la ciudad con todas las dignidades de una
Catedral.
La Fundición de Ybycu’i, según un dibujo original que perteneciera al Dr. Alfredo Jacquet y
reproducida en el libro "Carlos Antonio López, obrero máximo" de Juan Francisco Pérez Acosta.
Vista de Asunción tomada desde la loma San Gerónimo. En el grabado aparece el Arsenal -todavía
incloncluso-y el resto de la ciudad, la calle de la Aduana, la Catedral, el Oratorio y la "vieja"
Encarnación, entre otros edificios.
Aunque la historia sobre la presencia de los Jesuitas en el Paraguay -desde 1610 hasta
1767- menciona a tres arquitectos italianos en el contingente, Bianchi, Bressanelli y
Prímoli, son éstos dos últimos los que trabajaron en territorios, hoy paraguayos. El
milanés José Bressanelli estuvo "...en Encarnación entre 1718 y 1725" y realizó
obras en el templo de Santa Rosa. Se destacó igualmente como escultor, arte en el que
-según el padre Sepp, "...cual otro Fidias, despertó la madera durmiente y dio vida
a los bloques de cedro, de modo que a sus figuras les falta solamente la facultad de
hablar". Como el anterior, Juan Bautista Prímoli era oriundo de Milán; ingresó al
Paraguay en 1716 y trabajó en la misión de Trinidad. En la construcción de este templo
actuó al lado de Prímoli, el hermano José Grimau , catalán. Este -a su vez- acompañó
al jesuita español Antonio Rivera en la erección de los templos de Santa Rosa,
Santiago y Jesús.
Más de cien años después, llegaba a Asunción otro arquitecto -casualmente milanés-
contratado por Don Carlos A. López. Se trataba de Alessandro Ravizza, quien tuvo
a su cargo las obras del Oratorio, del Teatro, del Club Nacional, la reforma de la
antigua Aduana y los palacios de los hermanos Venancio y Benigno López. También
diseñó y dirigió la construcción del monumento al Gral. José E. Díaz en la Recoleta,
hecho que permite suponer su vigencia hasta después de las exequias del vencedor de
Curupayty, en Febrero de 1867, ya que el historiador Juan F. Pérez Acosta le da por
muerto durante la guerra "...dejando una fortuna que fue encontrada posteriormen-
te". Ravizza vivió en una casa de la calle Asunción (hoy Mcal. López) y Yegros.
Si desde la expulsión de los Jesuitas hasta la llegada de Don Carlos al poder, no consta
la actividad de otros arquitectos, se sabe de la labor de algunos "prácticos" y
"expertos" locales, como lo fueron el señor Tomás Ocampo, "sobrestante de obra"
en el Teatro Nacional y "...el inteligente negro Pachi" que tuvo a su cargo la
reparación de la torre de la Catedral, a fines del siglo XVIII. Se presume además, la
realización de obras de arquitectos y constructores residentes en el extranjero, por
comisiones recibidas desde el Paraguay, como los planos elaborados para la Catedral
(finalmente no utilizados) "...por encargo particular de Juan Andrés Gelly, en
1844", y realizados por el arquitecto italiano Carlos Zucchi, residente en Montevi-
deo.
Inmediatamente después de la Guerra del ’70, se destaca la labor de Juan Colombo.
Italiano, oriundo de Milán (!!), llegó al Paraguay cuando contaba con 22 años y
"..siguió a López en la guerra; sobrevivió a la hecatombe y volvió a la Asunción",
según la crónica de Pérez Acosta. Asociado a José Pelozzi, Colombo trabajó en la
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 162
Perfil asunceno con diseño milanés. Desde la balconada del Parlamento, se ven las siluetas de la
Encarnación y la Policía, obras de Colombo y la del Oratorio, obra de Ravizza.
"Guazú" -serían los que estaban donde se construyó más tarde el Hotel Guarani- La
Paraguaya de Seguros, la residencia del señor Juan Pessolani, todavía existente en
Estados Unidos esquina Mcal. Estigarribia y -en sociedad con el constructor Marchese-
la villa Scavone.
Bartolomeo Talenti construyó el Banco de la República, edificio todavía existente
en 15 de Agosto y Palma (hoy Farmacia Scavone).
Stefano Caligaris fue el constructor de algunas de las obras del Arq. Tomás Romero
Pereira; Antonio Covelli construyó el Teatro Granados y Héctor Giovannelli hizo
las refacciones en el edificio de la Curia Metropolitana, Independencia Nacional
esquina Mcal. López. Antonio Marchese construyó el edificio del Colegio María
Auxiliadora, la hermosa "Villa Rosalba" -actual sede del Comando en Jefe- para el
Dr. Emilio Pérez, la villa para el señor Slaviero Scavone en Mcal. López y 22 de
Setiembre, la Escuela República del Brasil así como la casa de la Sra. Vedova de
Gasparini, en Mcal. Estigarribia y Caballero.
plantas en la esquina de 14 de
Mayo y Palma, sede de La Positiva
de Seguros, la casa de José Gómez,
al lado de la cancha del Olimpia,
donde residió el presidente Higinio plantas en la esquina de 14 de Mayo y Palma, sede
de La Positiva de Seguros, la casa La implantación de las formas decorativas clásicas
propuesta por estos profesionales: molduras, sobre y bajorrelieves, esculturas,
balaustres y capiteles- introdujo también en los edificios algunos mecanismos
constructivos que mezclaban la pre-fabricación, proceso industrial, con los usuales de
la construcción artesanal. Las fachadas ornamentadas con aquellos elementos, reveló
el oficio de "frentista", nombre con el que se conocía a los que dibujaban las formas,
preparaban los moldes y hacían el vaciado de los objetos decorativos. Otros construc-
tores italianos (por orden alfabético) fueron: Tomás Achinelli, Simón Agato,
Andrea y Eugenio Andreatta, José Angelino.
Matías Babagnoli, que retornó a Milán, Giovanni Barrain, Luigi Bianchi, Alfredo
Bonini, Pedro Botti, Giuseppe y Luigi Buccini, Rafael Buongermini, Carlo
Calparoli, Sebastiano Canclini, Rocco Caniggia, Giovanni Caselli, Antonio
Cino, Luigi Clérici y Luigi Colla, que vivía en la calle Samuhu Peré al 386.
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 166
Molinos Harineros en la esquina del Palacio
de Gobierno, Ayolas y El Paraguayo Inde-
pendiente, obra de Giovanni Barbero.
La lista sigue con los hermanos Angelo, Antonio, Emilio y Romano De Tone, Pedro
Filipini, Salvatore Gianninotto, Luigi Marelli, Giovani Migliorisi, Pedro Monetti,
Doménico Montanaro, Angelo Morassi, Guillermo y Augusto Movia, Antonio y
Nicolás Orsi, Ambrosio y Lorenzo Orsini. Augusto Paván, Vicente Petinatti,
Angelo Radice, quien retornó a Italia, Stéfano Rapetti, Giovani Renna, Víctor
Repetto, Ferrando Romei, Antonio Ruotti, Tomás Sachero, Luigi Salerno,
Giovanni Segú, Giorgio Spatuzza, Guglielmo Trovatto y finalmente, los herma-
nos Vincenzo y Salvatore Tumino.
El arte de la construcción -nunca como entonces- se desparramó en Asunción gracias
a la labor de estos grandes constructores!
Datos obtenidos mediante investigaciones personales y extraídos de los siguientes libros y publicacio-
nes: La República del Paraguay, un Siglo de Vida Nacional - 1811/1911; Gli Italiani in Paraguay
- 1931; Italiani nel Paraguay/Estirpe Itálica en Paraguay - 1939; y, El aporte italiano al progreso
del Paraguay; 1527/1930.
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 167
Los constructores catalanes (*)
aporte profesional para la concreción del Teatro Granados aunque terminó residiendo
en Concepción. José Vilar fue maestro de obras. Trabajó en la capital hacia fines del
siglo XIX. Y, finalmente, mencionemos a Enrique Clari, el mejor representante del
modernismo Catalán en el Paraguay aunque el exiguo número de obras marcado por
esa tendencia puede explicarse en el hecho que las exigencias estéticas de la "alta
burguesía asuncena" de la época, no reclamaban tales diseños. Sus obras, por tanto
-aunque afirmadas en "lo catalán"- recorrieron también otros estilos. Clari había
nacido en Manresa, en 1879 y "...llegó al Paraguay cuando tenía 11 años de edad".
A poco de su arribo trabajó con los maestros Jaime Feijó y José Vilar y con ellos
aprendió el oficio de construir. Para completar su formación estudió dibujo en el
Instituto Paraguayo donde obtuvo su licencia como "Constructor de Obras", en 1902,
luego de ser examinado por Carlo Hoffer, italiano, pero que había abrevado de las
fuentes catalanas.
También fue discípulo de Juan Colombo, a quien acompañó en la construcción del
Palacio de Justicia. Entre las obras más importantes de Clari se encuentran la casa del
Dr. Cayetano Masi, luego Hotel Hispania, en Cerro Corá e Iturbe; el local de Foto
Fratta, todavía existente en Pdte. Franco y Ayolas; la casa de Cornelia S. Vda. de
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 169
Vargas, hoy desaparecida, sobre la avenida Mcal. López y Kubistchek. Una de las
tantas riquezas perdidas en Asunción se encontraba próxima al Hotel del Paraguay.
Se trataba de la casa del Sr. Augsten. Con un torreón y detalles muy parecidos a la
"casa Vargas" y por su clara inspiración en el modernismo Catalán , puede presumirse
la autoría de Clari en este edificio, lamentablemente demolido.
También se le atribuye al constructor de Manresa el exótico pabellón paraguayo en
la Exposición Industrial de Buenos Aires de 1910, obra en madera probablemente
realizada por el carpintero catalán Ricardo Comellas Durán. Clari materializó
igualmente otras obras, apelando a propuestas diferentes aunque igualmente bellas
como el palacio del señor José Costa, que todavía engalana la calle Palma entre 14
de Mayo y 15 de Agosto; la sede de la Cervecería Nacional, tanto la fábrica en
"Arsenal Cué" como la oficina, sobre la calle B. Constant (luego sede de "El Orden"
y -ya demolido el edificio- sede de "Ultima Hora"); la panadería de José Ligier,
todavía existente en Palma y Colón; la casa-quinta del señor Diego Martínez, en
La casa del Gral. Pedro Duarte, obra de José Marsal , con hermosos detalles catalanes. Fue sede
comercial, imprenta y alojo al Cnel. Albino Jara, para renunciar -finalmente- a casi todos sus
encantos ante "reformas" poco felices.
Varadero, sobre el río Paraguay; la quinta del señor José Cancio, en Villa Morra,
entre otras muchas y destacadas construcciones que enriquecieron el repertorio
formal de Asunción y colocan a Enrique Clari entre los más altos contribuyentes a
la belleza de la ciudad.
(*)Datos extraídos de: «Presencia Catalana en el Paraguay», publicación realizada por el CEN-
TRE CATALA de Asunción. Ed. 1993.
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 171
Los primeros servicios
El aspecto que ofrecía "la Asunción" al término de la Guerra del ’70, era el "...de
una ciudad bombardeada". Abandonada por sus habitantes, sucia y derruida, con
aguas estancadas, pozos y casas destartaladas por doquier. Ocupada por los "aliados"
desde los primeros días de 1869, la capital era el retrato de la desolación y la ruina.
La incesante "labor" de los "soldados de la libertad" pugnando por algún botín,
convencidos de la existencia de riquezas escondidas en las entrañas de la mítica
Asunción, no hacían sino aumentar los destrozos.
Ardua fue la tarea para la reconstrucción. Luego de cuatro años de la última "batalla",
el 4 de Agosto de 1874 y durante el gobierno de Salvador Jovellanos, se realizaban
las primeras adjudicaciones para los pavimentos en algunas calles. Los trabajos
habrían de afectar a las del casco histórico, desde El Paraguayo Independiente hasta
la calle De la Justicia -actual Gral. Díaz- incluyendo las transversales, desde la calle
De la Aduana, hoy Colón, hasta la de Loreto, actualmente México.
El italiano Francesco Terlizzi recibió la concesión para las obras. Para el efecto,
también tuvo a su cargo la explotación de la cantera de piedras del cerro Tacumbú ;
piedras que serían -y fueron, durante mucho tiempo- el sustento material del
"empedrado" asunceno hasta que el cerro terminó reduciéndose a un triste muñón,
sepultado tras las casas del lugar. Para el transporte de los materiales se utilizaron
"zorras" o vagones de una línea de tranvías a tracción a sangre -también concedida a
Terlizzi- que, desde la cantera, llegaba hasta la Plazoleta del Puerto. El recorrido
seguía la calle Florida, hoy B. Constant, hasta el Atajo, actualmente calle Alberdi,
seguía por frente al Teatro para subir por la calle 25 de Diciembre, hoy Chile, hasta
Tacumbú "...donde funcionaban una cantina, cancha de bochas y otras distraccio-
nes domingueras" debido a que el servicio atendía -a la vez- el transporte de pasajeros
hasta este último sitio, objeto entonces de turismo urbano. Terlizzi fallecería en
Buenos Aires -unos años mas tarde- en la más completa miseria.
El empedrado y tranvías a tracción de mulas siguieron a cargo de Luis Bazzano
aunque en el negocio del "empedrado" también trabajaron Tobías Simone y Santia-
go Ammatuna -éste, en sociedad con Bartolo Trovatto- entre otros concesionarios.
Diez años después del inicio de las obras de pavimentación, fue sancionada una Ley
de Concesión a Rafael Augusti, Silvio Andreuzzi y otros, para proveer el servicio
de tranvías a la "Cancha Sociedad". Andreuzzi había sido el médico que asistiera a
Sarmiento cuando su visita al Paraguay. Asociado a Christian Heisecke, también era
dueño del Hotel Villa Egusquiza, actualmente Hotel del Paraguay. "El Conductor
Universal" -tal se llamaba la empresa- extendería sus líneas el 24 de Setiembre de
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 172
1887, cuando ya estaban a cargo de la misma José Macías y Cía. y una nueva Ley
del 26 de Agosto de 1884, autorizaba otras extensiones de las líneas y una prórroga
de 20 años en los plazos de la concesión. En 1888, Macías es beneficiado con una
nueva concesión para extender las líneas; esta vez hasta Trinidad. En 1884, el médico
italiano Francisco Morra también recibía la concesión para la habilitación de un
servicio de tranvías desde la Estación del Ferrocarril hasta la Recoleta, sitio que unos
años mas tarde, sería conocido como Villa Morra. El servicio fue extendido con
nuevas líneas, mediante una ley sancionada el 15 de Setiembre de 1886.
Cuatro años mas tarde, el 29 de Setiembre de 1890, el uso de la energía eléctrica
El siempre eficiente, puntual y pulcro tranvía en uno de sus recorridos por la calle 25 de Mayo, girando
hacia México, en la esquina de la plaza Uruguaya.
sangre, vigentes hasta entonces. Aquella ley de concesión fue modificada por otra del
29 de Agosto de 1911, por la que se mejoraba la concesión y se extendía el servicio.
De esa manera se inauguraba un sistema de transporte útil, económico y eficiente, que
por la extrema incapacidad de las autoridades -nacionales y municipales- fue
lamentablemente condenado a la extinción.
Jorge RubianIi - Postales de la Asunción de antaño II 175
De la mano de ingenieros y arquitectos
Edificios "sobre catálogo". El Banco del Paraguay, construido frente a la antigua "plaza del Mercado",
fue elegido de un catálogo y construido por una empresa argentina. Es casi una réplica del Palacio de
Buckingham, de Londres.
El "nuevo" Colegio Nacional, donde José Rubiani decoró el frente y dibujo las letras del "frontis".
Papá, al dejar estas columnas sobre la Asunción de Antaño, que yo recorrí a través
de las fotografías, escritos y recuerdos de otras personas, te rindo este tardío, pero
necesario y justo homenaje. Para vos, que la recorriste con tu valioso trabajo de
albañil. Aunque no apareciera tu nombre en ningún texto o catálogo que recuerde a
los sacrificados constructores de la ciudad, no importa .... fuiste el mejor .