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“LECCIÓN MAGISTRAL” de San Alberto.

UNIVERSIDAD ALCALÁ DE HENARES

Excmo. y Magfco. Sr. Rector,

Ilmo. Sr. Decano y equipo decanal,

Profesores y personal de la Facultad de Química

Queridos licenciados y doctores,

Señoras y Señores,

Es un honor participar en una de las ceremonias más gratas que

organiza cada año la Universidad de Alcalá de Henares para conmemorar

la festividad de San Alberto Magno y quiero agradecer al equipo decanal

que, en esta ocasión, me haya elegido como oradora.

Gracias Pilar, por tu cariñosa presentación, presentación de una

buenísima amiga.

En una ocasión como esta no me queda más remedio que empezar

dedicando unas palabras a nuestro patrono, y para ello, permítanme

situarme en el siglo XIII, es decir, la etapa final de la Edad Media,

también conocida como Baja Edad Media.

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En esa época las ciudades adquieren cada vez más importancia y su

crecimiento es constante.

Desde el siglo XI se vino produciendo un gran desarrollo

demográfico y económico que favoreció este proceso que a la postre

supondría la ruptura del mundo feudal.

El paulatino traslado del eje económico del Mediterráneo hacia el

norte de Europa por medio de dos rutas principales:

Italia-Países Bajos y

Países Bajos-Mar del Norte

dará lugar, con el paso del tiempo, al magnífico gótico civil de

ciudades enriquecidas como las belgas de Lovaina o Brujas, o el de otras

como Siena, Florencia o Venecia en Italia, o las hanseáticas Bremen,

Lübeck, Hamburgo, Dancing o Riga en el Norte de Europa.

El nuevo carácter urbano de la sociedad dio lugar a una nueva

religiosidad caracterizada por los deseos de reforma de la Iglesia, a la

que dio un fuerte impulso la aparición de las Ordenes mendicantes.

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Hasta entonces la organización de la Iglesia giraba en torno a dos

núcleos: los obispados que existían en determinadas ciudades, y

monasterios que se ubicaban en zonas alejadas que posibilitaran el

recogimiento.

El movimiento religioso de las Ordenes mendicantes buscó el

acercamiento de sus monjes al pueblo, compatibilizándolo con una vida

religiosa acorde con el evangelio, rechazando las desviaciones de la

jerarquía católica demasiada apegada a la riqueza material.

De este modo las Ordenes mendicantes, como parte de su vocación

de acercamiento, se asentaron en las principales ciudades, con el apoyo

de no pocos monarcas que sabían que ciudades grandes hacían más

grande su poder.

Las dos Ordenes mendicantes por excelencia fueron los

franciscanos y los dominicos.

Una característica común de estas dos órdenes fue la importancia

que dieron al estudio.

Todo esto tiene su importancia porque San Alberto, recuerden, era

dominico.
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Se han fijado, muchas ciudades y pueblos tienen una plaza de San

Francisco y otra de Santo Domingo, o bien una iglesia o un convento con

ese nombre.

Gran parte de las veces su origen se encuentra en las fundaciones

que esas órdenes hicieron, de modo que hoy en día o aun queda algo del

edificio, o el mismo se ha convertido en plaza.

En Madrid también lo tenemos. El de San Francisco es la Iglesia de

San Francisco el Grande, y el de Santo Domingo estaba en la plaza de su

nombre ocupada hoy por un garaje.

Aquí, en Alcalá de Henares, también queda algo, entre otras cosas,

las almendras garrapiñadas que elaboran en el convento de San Diego las

monjas clarisas, rama femenina de la orden franciscana, y que por ese

motivo son conocidas por los alcalainos como “las almendreras”.

Otra de las novedades fue el desarrollo de las universidades a

partir de las antiguas escuelas episcopales, insuficientes para las nuevas

necesidades, tanto por su número como por sus objetivos.

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Las más importantes fueron París, que fue el modelo de la mayoría,

Bolonia y Oxford.

Tal vez la principal preocupación intelectual del siglo XIII fue la

relación entre fe y razón.

Hasta ese momento, la batalla la venía ganando la fe en perjuicio de

la razón. Baste recordar que la frase que imperaba era: “La locura de

Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres”.

En ese clima de descrédito a la razón se desarrolla buena parte del

pensamiento de la Edad Media, impulsado por el poder material de la

iglesia, y el riesgo de la prisión o de la hoguera en el supuesto de

desviarse de la ortodoxia.

Hay que considerar que una nueva teoría, o un posicionamiento que

se alejase de lo “aceptable” no implicaba solamente que su autor se

viera excluido de los foros intelectuales, sino que podía suponer además

un serio riesgo para su integridad física o para su libertad.

De hecho no pocos pasaron temporaditas encerrados a cuenta de

sus ideas, Roger Bacon por ejemplo.

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O sea, que en no pocas ocasiones, defender una teoría era tanto

como defender la propia vida.

En este contexto, San Alberto Magno y su discípulo Santo Tomás

de Aquino proclaman la autonomía de la razón y de la fe. Para ello

desarrollan su pensamiento a partir de Aristóteles.

La filosofía aristotélica es sobre todo una investigación de la

naturaleza de las cosas, y no tanto una búsqueda de Dios.

Para evitar problemas tanto San Alberto como Santo Tomás de

Aquino defenderán la autonomía de la razón y de la fe como sistemas

independientes, aunque cooperantes y concurrentes.

Se enfrentan así a los teólogos agustinianos, neoplatónicos, al

afirmar que la razón filosófica puede servir para comprender las

verdades de la fe.

¿Qué pasaba?......

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Como ya he apuntado estas ideas eran por sí mismas potencialmente

peligrosas, pero además, el pensamiento aristotélico sobre el que se

desarrollaban se conoció en esa época a través de la obra del cordobés

Averroes, que incluía sus propios comentarios, lo cual le daba un peligro

añadido a los ojos de la ortodoxia que temían la contaminación de lo que

se llamó “averroísmo latino”, que desde el punto de vista religioso

constituía una grave herejía.

En este escenario hubo innovadores que querían deshacerse de la

fe tradicional y hallar para todo una explicación científica, seguidores

de los sabios griegos como Aristóteles, y musulmanes como Avicena y

Averroes.

Y hubo conservadores o, incluso, reaccionarios, que querían

deshacerse de la ciencia griega por considerarla un peligro para la fe

pura.

Para San Alberto la diversidad no es ruptura y conflicto, sino

orden; en él predomina la aceptación de los diversos legados históricos y

su armonía

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Al caer en la cuenta de la autonomía de la filosofía y del uso que se

podía hacer de la filosofía aristotélica para ordenar la teología, se valió

de las obras del filósofo para hacerlas aceptables a los ojos de los

críticos cristianos.

Por otra parte, aplicó el método y los principios aristotélicos al

estudio de la teología, proclamando la autonomía de los métodos de la

ciencia y de la razón, frente al conocimiento de la fe.

Su alumno aventajado fue Santo Tomás de Aquino, que en su obra

las desarrolló, sosteniendo que las verdades de la fe y las propias de la

experiencia sensible, así como las presentaba Aristóteles, son

compatibles y complementarias.

El año 1277, poco después de morir Santo Tomás de Aquino, varias

de sus proposiciones fueron atacadas violentamente por el obispo de

París, Esteban Tempier, a invitación de Juan XXI y de acuerdo con

dieciséis maestros de la Universidad parisina.

A pesar de su avanzada edad, San Alberto partió apresuradamente

a París para defender la memoria y la ortodoxia de su difunto discípulo,

que coincidía en muchos puntos con la suya, y propuso a la Universidad

que le diese la oportunidad de responder personalmente a los ataques.


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Si no todos, la defensa que hizo consiguió que algunos de los puntos

de su doctrina fueran admitidos, y sobre todo, abrió la puerta para que

el pensamiento aristotélico dejase de ser considerado como

potencialmente herético.

San Alberto seguramente pasó pocas horas por el laboratorio, pero

indiscutiblemente fue hombre estudioso y de consenso, que tuvo clara la

necesidad de la multidisciplinaridad, como lo es la disciplina de la lección

que he elegido para hoy, biomateriales, disciplina integrada en Ciencia

de Materiales, que a su vez constituye una pequeña parcela de la

Ingeniería de la Salud.

Los biomateriales son materiales implantables en un organismo vivo.

Se fabrican con componentes naturales o artificiales. Tienen que ser

compatibles biológicamente con el cuerpo humano y se utilizan para

reparar o reemplezar un tejido natural dañado, como por ejemplo

huesos, dientes, piel, ….. y en un futuro próximo, tejidos de órganos

como hígado, riñones, ……

Su auge es indiscutible, entre otras razones, porque cada vez van a

ser más necesarios, como consecuencia del envejecimiento de la

población.
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El objetivo que se persigue al utilizar biomateriales es salvar vidas,

mejorar la calidad de vida, reducir el sufrimiento y contribuir a llegar

en mejores condiciones al final de nuestra vida.

En efecto, reconstruir partes dañadas del ser humano ya es una

realidad. Pero si se extrapolan las partes al todo:

- ¿Se está hablando de ciencia-ficción?

- ¿Dónde termina la ciencia-ficción y empieza el hecho científico?

- ¿Hasta dónde puede llegar la ciencia en la elaboración de

prótesis, dispositivos y cementos óseos?

Más de cincuenta millones de personas en todo el mundo tienen

implantado algún tipo de prótesis y es un hecho bien conocido en nuestra

sociedad la utilidad y necesidad de todo tipo de implantes, siendo raro

que en nuestro entorno próximo no conozcamos algún caso de familiar o

amigo que los necesite.

Somos testigos de los grandes avances logrados en la medicina, que

en gran medida han ido emparejados a los de la ciencia y la tecnología de

otros campos.

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Si buscamos una explicación sencilla de qué es la Ingeniería

biomédica, podríamos decir que es la ingeniería al servicio de la medicina


y requiere educación y entrenamiento de los ingenieros en el ámbito de

la medicina y viceversa, los mismos condicionantes para los médicos en el

ámbito de la ingeniería.

Esto que dicho así no parece complicado, en la práctica lo es y

mucho. Para ello es necesario conocer los lenguajes del médico y del

ingeniero, yo diría que más aún, también el del biólogo y el del

especialista en ciencia de los materiales.

Claramente es un área interdisciplinar en la que necesariamente se

tienen que coordinar especialistas muy diferentes que tienen que llegar

a ser complementarios.

La ingeniería de la salud aborda muchos campos donde están

implicados investigadores, tecnólogos, clínicos, gestión hospitalaria e

industrias.

Las posibles subdivisiones del conjunto de áreas se podrían

simplificar en tres grandes campos: ingeniería instrumental y equipos,

ingeniería de prótesis e implantes y química y biología de la salud.

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El entrenamiento entre los profesionales que deben trabajar

conjuntamente es esencial y complejo para llevar a buen termino

aspectos tales como instrumentación biomédica, diagnóstico por imagen,

telemedicina, informática clínica, ingeniería de rehabilitación,

biosensores, dispositivos protésicos y órganos artificiales, modelización,

simulación y control fisiológico, biotecnología, ingeniería clínica,

biomateriales, biomecánica….

La bioingeniería está en plena eclosión y asociada a la

nanotecnologia. Sin duda el siglo XXI será el siglo de la bio, la

biotecnología y la genética darán respuesta y solución a muchos


problemas, pero para ello es necesario utilizar un nuevo paradigma

teórico experimental y computacional.

En pleno apogeo de la era informática y adentrándonos en la de la

biotecnología nos encontramos en los albores de la nanociencia pero

todavía estamos a niveles muy lejanos de lo que se puede conseguir con

el desarrollo de estas nuevas tecnologías.

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Los implantes artificiales que se utilizan hoy en día, fabricados con

metales, cerámicas, polímeros o materiales compuestos todavía nos

darán servicio durante mucho tiempo, pero ya se va pensando y

trabajando en nuevas estructuras para sustituir los implantes

tradicionales actuales, tarea muy compleja y difícil pero que

seguramente dará sus frutos antes de lo que ahora estamos imaginando.

La tecnología avanza tan rápidamente, que los profesionales que no

estén permanentemente reciclándose se quedarán fuera del sistema.

Permítanme una reflexión sobre dos conceptos interrelacionados,

salud y función.

La función es calidad de vida, pero la calidad de vida implica poder

desarrollar nuestras actividades diarias sin problemas, actividades que

van desde andar, subir escaleras, sentarse, entrar y salir de un coche,

hasta poder ponerse y quitarse los zapatos.

Para toda esta actividad completamente natural en una persona

sana y joven es necesaria en muchos casos la colaboración de los

biomateriales, por ejemplo, cuando existen problemas de salud o cuando

vamos cumpliendo años, y como es bien sabido el siglo XXI también se

caracterizará por un aumento considerable de nuestra vida media.

Por tanto hay que prepararse y organizarse para recorrer el mayor

trayecto en el mínimo tiempo posible.


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Los biomateriales están destinados a su aplicación en seres vivos, y

para su fabricación se requiere la coordinación de expertos de muy

diversos campos. El campo de los biomateriales ha experimentado un

espectacular avance en los últimos años y una motivación importante

para ello ha sido el hecho de que la esperanza de vida aumente de forma

considerable.

Según los demógrafos de Naciones Unidas, dentro de unos 5 años

es muy probable que haya más personas de más de 60 años que niños de

menos de 15. Hoy en día una de cada diez personas tiene 60 años o más,

pero en el año 2050 se prevé que será una de cada cinco. Y se prevé

también que el número de los que tienen unos 80 años se multiplicará por

cinco. La longevidad masiva tiene implicaciones individuales relacionadas

con mantener la calidad de vida.

Estos factores sociológicos han impulsado un gran avance en

Biomateriales, y han potenciado la investigación en este campo. Si a esto

se le añade la mejora de las técnicas quirúrgicas, se puede entender el

crecimiento acelerado en la utilización de prótesis, implantes, sistemas

y aparatos médicos que deben trabajar en contacto con los tejidos

corporales.

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Los biomateriales deben cumplir con las condiciones de partida de

ser biocompatibles y asegurar una determinada vida media. A su vez,

tienen que aportar las prestaciones específicas que requiera la

aplicación a que vayan destinados.

Inicialmente, que fue hace relativamente poco tiempo, durante el

último tercio del siglo XX, los biomateriales eran esencialmente

materiales industriales seleccionados con el criterio de que fueran

capaces de cumplir ciertos requisitos de aceptabilidad biológica. Sin

embargo, hoy en día muchos biomateriales son diseñados, sintetizados y

procesados con el único fin de tener una aplicación en el campo médico.

En la actualidad, el mundo de los biomateriales se formula tres

importantes cuestiones:

¿Qué calidad de vida proporcionarán?

¿Cuánto durarán?

¿Cuál es su precio?

Las respuestas no son en ningún caso satisfactorias al cien por cien;

sin embargo, sí son positivas en líneas generales para un elevado número

de pacientes.

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Creo que puedo aventurar que la calidad de vida sin duda se mejora

con la ayuda de los biomateriales.

La duración de las prótesis va alargando su vida media……

El precio……como todo es relativo.

En este punto, como anécdota comentarles que es posible fabricar

un cuerpo artificial con piezas artificiales, de las que se utilizan como

implantes y que hoy en día pueden sustituir cualquier parte del

organismo a excepción del cerebro, por un total de 130.000 €, excluidos

los gastos asistenciales y de hospitalización.

Para llegar, o al menos aproximarse a ese cien por cien deseado,

hay todavía mucho trabajo por hacer, desde los campos investigador,

médico, técnico e industrial.

En cualquier caso, todo implante tiene que ser biocompatible y ni los

materiales utilizados para su fabricación ni sus productos de degradación

deben originar toxicidad.

Las propiedades de un material implantable dependen de factores

biológicos, mecánicos y cinéticos, y su carácter multidisciplinar, obliga a


considerar simultáneamente muchos factores.

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El que los biomateriales sean tales, implica una composición adecuada

no sólo del material implantado, sino también de las partículas liberadas

de cualquier implante, como consecuencia de su desgaste y de los

productos de degradación a que pueda dar lugar.

Pero tanto tolerancia como toxicidad de cualquier sustancia en el

organismo humano son función de la concentración en la que se encuentra

presente.

Esto es un hecho bien conocido en Química Bioinorgánica, que

estudia los elementos que intervienen en la bioquímica de los humanos, lo

que puede relacionarse con la composición que debe tener un determinado

biomaterial para que cumpla las normas de no toxicidad.

Puede también relacionarse la dosis de cualquier elemento esencial

con su respuesta esperada, factor muy importante a la hora de elegir, no

sólo la composición, sino la posible concentración de las sustancias que

intervienen en el implante.

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Si bien es verdad que en la actualidad, para realizar una sustitución

ósea predomina la utilización de tejido donante, tanto de aloinjertos

como de autoinjertos, su elevado precio, su escasez y el riesgo de

transmisión de enfermedades como el sida o el mal de las vacas locas en

el caso de los aloinjertos, o la necesidad de una doble operación en el de

los autoinjertos, hace que se mire con esperanza a los materiales

artificiales, que sin duda alguna van aumentando su porcentaje relativo

de utilización.

Existe un amplio campo interdisciplinar donde se estudian las

propiedades y procesos en las intercaras entre materiales sintéticos y

entornos biológicos.

Pueden, además, fabricarse superficies biofuncionales para

mejorar la unión entre la pieza implantada y el tejido vivo.

Los materiales empleados en tecnología biomédica se diseñan, en

gran medida, buscando que presenten interacciones biológicas concretas

y deseables con su entorno, en vez de la antigua práctica habitual que

consistía en intentar adaptar materiales tradicionales a las aplicaciones

biomédicas.

Por otra parte, los investigadores de ciencia de materiales están

aprendiendo cada vez más de los materiales presentes en la Naturaleza,

para poderlos imitar en la fabricación de materiales sintéticos.


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La combinación de estas dos áreas de trabajo constituye la

bioingeniería de materiales. Es posible establecer un conjunto


razonablemente completo de características comunes a todos los

materiales de bioingeniería, entre ellas el autoensamblaje, la

estructura jerárquica, la síntesis de precisión, la plantilla, y las

interacciones específicas y no específicas, y en el futuro, una

combinación cuidadosamente elegida de entre este conjunto de

características nos permitirá diseñar superficies de bioingeniería que

sean capaces de dirigir y controlar una respuesta biológica deseada.

En última instancia, las superficies de bioingeniería se convertirán

en importantes herramientas para la comprensión y el análisis de las

interacciones de los materiales en la Naturaleza.

En efecto, las superficies de los implantes desempeñan un papel

fundamental en biología y medicina, dado que la mayoría de las

reacciones biológicas tienen lugar en las superficies y las intercaras.

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Si analizamos los cimientos, la evolución y el impacto del estudio de

las superficies en biomedicina, podemos constatar que en el siglo XIX se

obtuvieron las primeras evidencias de que las superficies controlan las

reacciones biológicas, pero hasta el último cuarto del siglo XX no se

produjeron los avances en la instrumentación que permitieron estudiar y

analizar las superficies y han potenciado, considerablemente, la

capacidad para caracterizar la composición superficial y la estructura

molecular de los biomateriales.

Avances similares se han producido en Ciencia de Materiales y en

Biología Molecular.

La combinación de todos estos progresos ha permitido desarrollar

un modelo biológico para la ciencia de superficies, donde el objetivo

final es lograr un conocimiento detallado del control que ejercen las

propiedades superficiales de un material sobre la reactividad biológica

de una célula que interaccione con dicha superficie.

El reto consiste en desarrollar plenamente un modelo biológico para

el estudio de superficies en el enormemente complejo e interactivo

entorno biológico in vivo, donde las proteínas, por un lado, están dentro

de la escala nanométrica y las células, por otro, dentro de la

micrométrica.

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El intento de diseñar materiales biomiméticos que combinen

materiales sintéticos con posiciones de reconocimiento celular resulta

atractivo.

Una posibilidad podría ser el moldeado de proteínas, utilizando

diversos ligandos con elevado reconocimiento específico y que su

ubicación espacial sólo sea posible en ciertas zonas, para lograr un

esquema concreto de organización celular.

La ingeniería de tejidos, iniciada hace una década, está en pleno

apogeo investigador y dando los primeros frutos en desarrollo. Consiste

en disponer de un andamio fabricado con un material artificial, por

ejemplo, con una biocerámica.

Sobre el sustrato se cultivan células para que la pieza llegue a

colonizarse.

Esto puede realizarse tanto in vitro como in vivo.

Uno de los objetivos primordiales es el desarrollo de materiales

para lograr la reparación funcional y la reconstrucción de estructuras

biológicas.

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En este sentido se está dedicando especial atención a la obtención

y caracterización de superficies de diferentes sustratos, para su

aplicación en el desarrollo de andamios tridimensionales utilizables en

ingeniería de tejidos.

Uno de los aspectos prioritarios es el estudio y modificación de las

propiedades superficiales de los sustratos, con el fin de modular su

interacción con entidades biológicas tales como macromoléculas y

células.

La estrategia de reparación y sustitución de partes dañadas del

organismo será, en un futuro próximo, claramente distinta a la de los

implantes biomédicos tradicionales, utilizados en la actualidad.

El s. XXI se caracterizará por una sociedad basada en una cultura

del conocimiento y buena parte del mismo será científico. Quienes no lo

posean serán desplazados en gran medida del mercado de trabajo.

La investigación científica y el desarrollo tecnológico exigirán un

aumento de los recursos públicos.

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La indiferencia frente a la ciencia supone un obstáculo para la

sociedad democrática, que se enfrenta a decisiones importantes sobre

el sida, las drogas, la clonación o la producción de energía.

El desarrollo sostenible requiere de la excelencia científica en los

temas frontera como la genómica o la microelectrónica.

Es, asimismo, necesario eliminar o reducir el aislamiento de los

científicos que deben realizar un esfuerzo para dar a conocer sus

trabajos más allá del ambiente profesional.

Mantener este contacto permanente con la sociedad debe

constituir para vosotros, jóvenes licenciados y doctores, uno de los

retos más apasionantes.

En cualquier caso, hay que aceptar la idea de que la tecnología no

proporciona la felicidad. Parece, sin embargo, lógico admitir que su

oposición frontal es irreal, cuando no ideológica, en una sociedad que ya

navega por el siglo XXI. Pero inevitablemente todo desarrollo técnico

lleva consigo costes sociales.

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De aquí la importancia del cambio de actitud de los científicos y

técnicos, al que antes me refería, quienes deben estar dispuestos a

difundir, a divulgar mucho más y con lenguaje más asequible lo que están

realizando y el por qué y para qué lo llevan a cabo.

A esta necesidad se une otra, consecuencia del carácter

multidisciplinar de las nuevas tecnologías, que impide a los científicos y

tecnólogos comunicarse con colectivos que no lo son porque no se

entienden.

En este complejo proceso, la optimización de la comunicación entre

las ciencias naturales y las ciencias sociales puede ser un instrumento de

gran efectividad. Por ello, es necesario desarrollar programas que

acentúen la apertura de los cultivadores de las ciencias sociales hacia

los sectores tecnológicos, los medios socio-profesionales y el entorno

internacional.

Quizás sea el momento de volver a recordar a San Alberto en su

lucha por romper el inmovilismo al que llevaba la negación del método que

tan brillantemente había desarrollado su discípulo Santo Tomás de

Aquino.

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Y para terminar quisiera dedicar unas palabras a los nuevos

licenciados y doctores: Me gustaría que entre vuestros retos siempre

esté presente la búsqueda de la calidad, de la excelencia y del trabajo

bien hecho, desde cualquier actividad profesional que ejerzáis.

También la Universidad debe cumplir con una trilogía: investigar,

enseñar y formar, contemplada desde la búsqueda de la calidad

científica y el “acorde triple” tan presente en muchas cosas, y en

particular en la divinidad, también lo encontramos en la obra del genial

Mozart, que en su maravilloso mundo encantado de “La flauta mágica”

organiza su trama con tres hadas , agrega tres muchachos, juega con

tres instrumentos mágicos y ensalza tres cualidades notables de

Tamino, virtud, discreción y caridad, al que por último le hace pasar tres

pruebas.

Sin duda alguna, el número tres me viene muy bien para recordar el

mensaje: calidad, excelencia y trabajo bien hecho.

Mi más calurosa felicitación a los nuevos licenciados y doctores

extensiva a sus familias.

Y a todos Uds., muchas gracias por su atención.

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