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Jorge Osorio
1. Antecedentes teóricos
*
Este texto corresponde al primer capítulo de la tesis del autor, “Comprensión de metáforas
conceptuales: un estudio descriptivo y experimental”. Ver Bibliografía General.
1
“Metáfora es la traslación de un nombre ajeno, o desde el género a la especie, o desde la especie al
género, o desde una especie a otra especie, o según la analogía.” García Yebra (1974: 204). La
metáfora del transporte en la teoría aristotélica de la metáfora, y en muchas de sus continuadoras, ha
sido comentada en por E. Rivano en su artículo “Sobre la Escena Básica de ‘metáfora’ en Aristóteles”
(en este volumen).
2
“Todo nombre es usual, o palabra extraña, o metáfora, o adorno, o inventado, o alargado, o
abreviado, o alterado.” García Yebra (1974: 203).
diferencias que importan en la relación metafórica. Pese a que, en efecto, la teoría
interaccionista propone, de modo bastante convincente, un modelo del proceso de
metaforización, algunos autores reivindican nuevamente la figura de Aristóteles en tal
orientación. Es el caso de Umberto Eco (1990), quien vincula el ingenio requerido para
percibir las semejanzas no obvias entre las cosas con el desarrollo de las capacidades
intelectuales para capturar, y poner en palabras, los aspectos dinámicos de la realidad3.
Desde el punto de vista de la lingüística contemporánea, algunas importantes
incomodidades teóricas y metodológicas fueron el acicate para forzar una nueva teoría de la
metáfora. Los teóricos de la pragmática, en sus versiones searleana y griceana, no
descuidaron el asunto y se dieron a la tarea de incorporar el problema del significado
metafórico en sus respectivos modelos teóricos. En la teoría de los actos de habla de Searle
(1969; 1975; 1993), se asimila la metáfora a los actos indirectos y se propone un esquema
inferencial que permite pasar del enunciado metafórico al literal. La teoría de las implicaturas
de H. P. Grice (1975), para la cual la metáfora constituye una violación de las máximas
conversacionales, ofrece una explicación del funcionamiento del lenguaje indirecto en la
conversación según la cual es requisito advertir que lo dicho literalmente no es lo que se
quiere decir. Esto último constituye la implicatura conversacional que posibilita que la
metáfora sea interpretada adecuadamente.
La teoría contemporánea de la metáfora entra en diálogo tanto con la tradición
semántica y como con las perspectivas pragmáticas. El núcleo de su aparato argumental
está orientado a remover el conjunto de supuestos que han alimentado las teorías
lingüísticas sobre la metáfora y, a la vez, incorporar de manera sistemática el fenómeno
metafórico en el marco de los procesos cognitivos. En los siguientes apartados intentamos
delimitar el objeto de estudio que abordaremos, a partir del contraste con otras escuelas de
pensamiento. Se trata de un examen del fenómeno metafórico que vincula la dimensión
lingüística con sus alcances cognitivos.
3
Una observación similar se encuentra en Vega (1999), quien además pretende exponer la teoría
interacionista implícita en Aristóteles.
x) "Es una buena metáfora"
2.2 El cuadro que estamos esbozando nos permite advertir de qué manera la metáfora
suele ser entendida como una cuestión de poetas y escritores profesionales. Ya sea por
inspiración o como fruto del oficio poético, la metáfora se ha mantenido como un reducto casi
exclusivo del discurso no-cotidiano. Observando la expresión ii) podemos recoger una
consecuencia de este hecho: la metáfora es un artificio, una sofisticación alejada del
hablante común y corriente. Un supuesto que se deriva del anterior es que las metáforas
son creaciones y, particularmente, son creaciones de los poetas (como se alude en iii). Las
metáforas, por lo tanto, no serían estrictamente convencionales, en el sentido de que son
compartidas por una comunidad y forman parte de las posibilidades de expresión cotidianas.
Al contrario, se supone que el poeta es capaz de introducir los usos metafóricos novedosos
de una palabra en el acervo lingüístico de una comunidad, la que durante un proceso
histórico se encarga de validarlos. Así, el poeta, el escritor profesional, se mantiene en su
calidad de genio innovador del lenguaje. Esta percepción bastante común en nuestra
comunidad no parece tener hoy un respaldo doctrinario formal; sin embargo, el supuesto
básico actúa con singular fuerza en múltiples tribunas públicas que postulan que el lenguaje
metafórico es un arte exclusivo de algunos y que, en todo caso, las buenas metáforas, las
estéticamente valorables, no pertenecen a la esfera de lo cotidiano.
2.4 La expresión v) revela una actitud que es absolutamente compatible con una
perspectiva esencialista. Para un defensor de la retórica clásica, el hablante común y
corriente es incapaz de lograr una buena metáfora, al contrario, en su boca, esta figura
carece de eficacia y sólo contribuye al oscurecimiento de sus dichos. La lucha por evitar las
metáforas en el discurso es también la lucha por evitar el lenguaje indirecto, oblicuo. Todo
hablante que quiera ser claro debe evitar el uso de metáforas. Así, la metáfora es un vicio
más en el vasto mundo de los vicios del lenguaje.
2.5 En el marco del positivismo lógico, de larga influencia en las semánticas filosófica y
lingüística, la denominada teoría verificacionista postula que las oraciones son significativas
si y sólo si tienen un determinado valor de verdad. Tal perspectiva es la base de la
formulación posterior de la teoría del significado basada en las condiciones de verdad que,
con variaciones más o menos importantes, está presente en la semántica formal
contemporánea, incluyendo la teoría de actos de habla4. La expresión vi) refleja una actitud
bastante común que consiste en tomar como falsos los enunciados metafóricos, esto es,
como un tipo de lenguaje que no tiene respaldo en la realidad. Esta actitud se funda en una
concepción de la verdad como algo absoluto y objetivo. En este marco, la metáfora no
puede expresar tal verdad, sino a través de mecanismos parafrásticos. Una vez constatada
esta concepción, Lakoff y Johnson (1980) revelan su propia perspectiva que establece como
principio básico la relación entre verdad y coherencia: una expresión es verdadera en la
medida en que puede ser comprendida sobre la base del sistema conceptual. Si aceptamos
que este sistema conceptual está en su mayor parte conformado por conceptos metafóricos,
la verdad es un atributo también de las expresiones metafóricas. Así, reconocer la
naturaleza metafórica de una expresión como “Nuestro matrimonio naufragó” no implica su
falsedad, más bien permite identificar que su comprensibilidad radica en que es una
expresión que resulta coherente en el sistema conceptual. Esta afirmación está avalada por
el sencillo hecho de que nadie cuestiona que “naufragó” puede ser un predicado de “nuestro
matrimonio”, porque tal relación está fundada en un concepto metafórico convencional que
vincula la navegación con las relaciones de pareja. La comprensión se produce sobre esta
base conceptual y, en ese sentido, no cabe preguntarse si la expresión es verdadera o falsa
en términos de realidad.
2.6 Las expresiones vii), viii) y ix) son usos del término “metáfora” que reflejan una
perspectiva del fenómeno como algo complejo, como un tipo de organización que supera a
una simple palabra y sus posibles usos. Esta perspectiva nos lleva a la formulación
aristotélica de las metáforas por analogía. Rescata un tipo de formulación que representa un
orden de cosas en términos de otro orden de cosas. La vida en términos del teatro es una
analogía de cuyo examen podemos extraer variadas relaciones a modo de correspondencias
entre un orden y otro. Lo relevante, en todo caso, es que no se trata sólo de un problema de
palabras, sino más bien de una forma de concebir un fenómeno, una forma que tiene
respaldo en la comunidad, una forma que los hablantes reconocen, comprenden y usan de
diferentes modos, mediante diversas palabras, frases y expresiones, convencionales y
novedosas. Esta analogía no sólo sirve para “decir mucho con poco” o para “poder decir
algo que de otra forma no podría decirse”, sino que sirve para dar cuenta de un fenómeno
complejo, la vida, en el cual podemos distinguir elementos, funciones y relaciones diversas
que pueden ser cubiertas por un sistema definido, que toda la comunidad conoce y al que
tenemos rápido acceso, el teatro.
4
Lyons (1997:160 y ss.) destaca la importancia de la teoría del significado de condiciones de verdad
por su aporte instrumental y teórico que ha permitido incorporar la variable contextual como parte
importante del fenómeno del significado.
Por otro lado, estas metáforas de carácter analógico no sólo nos permiten pensar
respecto de un fenómeno, sino también realizar acciones de acuerdo a un patrón de
razonamiento. En viii) se hace referencia a una metáfora propuesta para resolver
funcionalmente el problema de las interfaces computacionales. El diseño informático tiene
dentro de sus desafíos proporcionar ambientes fáciles de utilizar. Uno de los mecanismos
que tiene para ello es la metáfora conceptual que está en la base del ambiente por diseñar.
La metáfora del escritorio es la base conceptual que orienta el diseño y que debe optimizar la
utilización del sistema: los usuarios deben actuar con los programas informáticos como lo
harían si estuvieran en un escritorio real. La perspectiva de la metáfora implicada en estas
expresiones se entronca con el papel predominantemente cognitivo, enfatizando el carácter
"generativo" de las metáforas, esto es, como herramientas para pensar y actuar en
situaciones nuevas.
La expresión ix) completa el cuadro multidimensional de la metáfora al suponerla
como explicación científica o didáctica. Los fenómenos nuevos como el genoma son sólo
transmisibles (y pensables) en términos de ciertos modelos téoricos y/o de divulgación
fundados en determinadas metáforas.
2.7 Por último, el ejemplo x) recoge un tipo de valoración a la que están sujetas las
expresiones metafóricas. Muchas actitudes de los hablantes hacia los fenómenos
relacionados con el lenguaje figurado, del que tradicionalmente la metáfora forma parte,
están atravesadas por el supuesto de que la metáfora debe cumplir una finalidad específica,
ya sea de carácter informativo, estético o retórico. Ciertamente, la primera es asumida en el
marco de la artificiosidad característica del lenguaje poético y, como tal, no aplica en muchos
contextos en los que las expectativas se relacionan más con la eficiencia comunicativa. La
finalidad informativa está asociada a tres hipótesis básicas, a saber: la hipótesis de la
inexpresividad, que presupone la existencia de ideas para cuya expresión el lenguaje literal
se muestra ineficaz; la hipótesis de la compactación, que atribuye a la metáfora el poder de
expresar una idea abstracta, o compleja, con pocas palabras; y la hipótesis de la imagen
vívida, que asume la metáfora como un medio para comunicar una idea con riqueza de
detalles, mediante la evocación de una experiencia en forma de nítidas imágenes mentales5.
El recorrido que hemos hecho hasta aquí muestra la diversidad de enfoques del
fenómeno metafórico y las fuentes que nutren ciertas actitudes de los hablantes (incluidos
los escritores profesionales, los teóricos y otras autoridades). Todo ello debe estar presente
para comprender los alcances de la perspectiva conceptual de la metáfora, que cuestiona la
gran parte de los supuestos que han guiado los estudios semánticos. Conforme hemos
discutido tales supuestos (y las actitudes consecuentes) se han deslizado trazas de una
teoría del significado que es en varios sentidos radicalmente diferente de la tradicional6. En
las secciones siguientes exponemos los fundamentos de la teoría conceptual de la metáfora,
a la luz de los postulados de una semántica cognitiva.
5
Las tres hipótesis sobre las funciones de la metáfora aparecen consignadas en Ortony (1993). El
autor las presenta como teorías alternativas que pretenden explicar la motivación del uso de
metáforas en la comunicación.
6
Continuamente aludiremos en este texto a la tradición semántica. Por ella entendemos un complejo
teórico que abarca tanto la semántica filosófica de raigambre empirista como las corrientes lingüísticas
de acento estructuralista.
Ya hemos señalado la postura reivindicativa de algunos teóricos al atribuir a Aristóteles la
tesis de que la metáfora juega un papel en el conocimiento, esto es, que la metáfora es una
herramienta del lenguaje que posee un poder cognitivo más allá del lenguaje. Sin duda, la
afirmación aristotélica puede tomarse como un argumento eficaz para mostrar la vinculación
entre lenguaje, percepción y pensamiento, que forma parte del aparato teórico de la
lingüística cognitiva.
En lo que sigue, ubicaremos la teoría conceptual de la metáfora en el marco de los estudios
sobre el lenguaje, contrastando las posturas tradicionales con las de la lingüística cognitiva.
Posteriormente, entregaremos los argumentos que a nuestro juicio son más decisivos para
respaldar la idea de un sistema metafórico conceptual y, por último, discutiremos los
alcances de la teoría conceptual en relación con los estudios lingüísticos.
Tabla 1.1
La crítica es, a nuestro juicio, válida, si se considera la aparente identidad entre el plano
conceptual y el plano lingüístico que atraviesa el planteamiento de Whorf. Tal traslapo
llevaría a concebir una relación de equivalencia entre los conceptos y las expresiones
lingüísticas. Esta implicación es rechazada por Black, para quien "los seres humanos
poseen más conceptos -capacidades cognoscitivas distintivas- que palabras para
expresarlos" 8 . Si bien Black no entrega argumentos definitivos para respaldar esta
afirmación, resulta conveniente apoyarse en la distinción plano conceptual/plano lingüístico
para explicar cómo la emergencia del lenguaje exige ordenamientos cognitivos anteriores a
él y cómo según estos ordenamientos se pueden predecir los variados usos lingüísticos.
7
Black (1966: 243). El autor entrecomilla una frase de Whorf que aparece en el libro Language,
thought and reality: selected writings of Benjamin Lee Whorf (1956).
8
(Ibíd.: 243-44).
Un segundo argumento para establecer la distinción entre lo categorial-lingüístico y lo
conceptual-cognitivo se basa en la hipótesis del conocimiento enciclopédico (que
presentamos como parte del manifiesto figuralista). En efecto, resulta altamente intuitiva la
afirmación de que el significado de una forma lingüística, en muchos casos, sólo puede ser
caracterizado respecto de un marco o dominio de conocimiento compuesto por normas,
actitudes o prácticas culturales de distinto alcance. Un ejemplo tradicional de la necesidad
del conocimiento enciclopédico es la caracterización del significado de términos como
“soltero”. En casos como éste se requiere incorporar el término a un marco conceptual que
dé cuenta de los aspectos culturales, sin los cuales no es posible comprenderlo. Así, los
rasgos semánticos que responden a condiciones necesarias y suficientes para la atribución
del término (i. e., ‘(+) macho’, ‘(+) humano’, ‘(-) casado’) no alcanzan el nivel descriptivo y
llevan a categorizaciones inadecuadas (por ejemplo, un sacerdote cabría dentro de la
categoría ‘soltero’). De acuerdo con la perspectiva cognitivista, el significado no es un
problema exclusivo del contexto lingüístico, sino una construcción en la que participan tanto
los conceptos (estructuras altamente convencionalizadas) como el contexto situacional en el
que las categorías lingüísticas son aplicadas.
En suma, el sistema conceptual es, para esta escuela, un cuerpo convencionalizado
de conocimiento, estructurado a partir de la experiencia. Los conceptos son las unidades de
este conocimiento que se pueden reconocer en una configuración determinada,
relativamente estable, denominada "dominio conceptual". Todo esto se encuentra, según el
modelo cognitivista, en el plano conceptual.
Por último, la distinción entre el plano conceptual y el plano de la expresión lingüística
es tratada por algunos autores (vid. Fauconnier, 1997; Turner y Fauconnier, 1995) en función
de una hipótesis constructivista de la comprensión del lenguaje. Esta hipótesis consiste en
considerar las formas lingüísticas como instrucciones para la construcción de dominios
interconectados, dotados de estructura interna.
9
Las perspectivas teóricas en el campo de la semántica cognitiva son variadas y, en muchos
aspectos, divergentes. A la escuela californiana, en la que además de George Lakoff destacan
Ronald Langacker (vid., 1983) y Leonard Talmy (vid., 1985), entre otros, se agrega una escuela
francesa encabezada por Bernard Pottier (vid., 1993; 1997). Pese a notables diferencias, un punto
importante de contacto entre ambas escuelas es la identificación de esquemas, esto es,
construcciones de carácter mental que subyacen a las formas lingüísticas.
“ From a cognitive point of view most linguistic expression are based on the perception
of objects or situations in the real world. Initially this intake is probably a rather chaotic
assembly of perceptual stimuli. Before this crude cognitive intake can be ‘translated’
into linguistic expressions, it needs to be structured into more tangible cognitive
units.”10
Las unidades cognitivas dan lugar a los conceptos, estructuras que se integran
coherentemente dentro del sistema conceptual y que poseen una configuración susceptible
de participar significativamente en tareas de pensamiento. Esta manera de concebir las
estructuras conceptuales tiene una serie de implicaciones en el análisis lingüístico. La
primera de ellas es que las expresiones lingüísticas deben ser estudiadas en el marco de las
categorías conceptuales, que -como hemos señalado- son derivadas de unidades cognitivas
específicas. Una segunda implicación es el imperativo de contar con un fondo conceptual
sobre el que se verifiquen las relaciones conceptuales. Este fondo conceptual es
significativo para los individuos en la medida en que está respaldado en la experiencia.
Lakoff y Johnson (1980) postulan la existencia de “gestalts experienciales” que son las
formas en la que se organizan las experiencias en cuanto totalidades estructuradas. Así, la
formación de un concepto es entendida como la emergencia de una estructura a partir de
una experiencia entendida como unitaria. Por otro lado, la noción de "programas motores"
(Lakoff 1988) es un respaldo para el carácter interaccional de los conceptos, esto es, los
conceptos respetan una lógica que es subsidiaria de la experiencia: pensamos y actuamos
conforme a esa lógica. Por ejemplo, si alguien categoriza una actividad como TRABAJO,
sigue ciertos parámetros implicados en la categoría (esfuerzo destinado a la actividad,
impacto en el ambiente, producción de bienes o servicios, obtención de remuneración a
cambio, etc.). Experimentar de este modo la actividad específica lleva a actuar en función de
los parámetros de la categoría, por ejemplo, realizando la actividad con eficiencia y de la
manera más eficaz11.
4. El concepto metafórico
10
Ungerer y Schmidt (1996: 188).
11
La sola inclusión de una actividad en la categoría TRABAJO impone la tarea de argumentar en el
caso de que alguno de los parámetros no se cumpla. Por ejemplo, ciertas actividades no es obvio que
tengan una naturaleza o función productiva. Aquí es conveniente dejar establecido que la constitución
de una categoría como la tratada es un fenómeno dependiente de factores culturales y sociales, de
modo que lo que en una comunidad es productivo puede no serlo en otra.
dominios, conformando una red, un entramado, que se ve reflejada en el plano del lenguaje
en un cuerpo habitualmente extenso de expresiones tanto convencionales como novedosas.
Figura 1
luz
A
B C D
A: ver claramente, es evidente, salta a la vista, está expuesto, está en el tapete, es a todas
luces …, desvelar, revelar, mostrar, descorrer el velo, levantar la alfombra, …
B: difuso, borroso, ver a medias, ver apenas, está en la nebulosa, en la bruma, …
C: en la penumbra, estado crepuscular, entre tinieblas, …
D: no ver, está en la oscuridad, ocultar bajo espesas capas, tras un tupido velo, bajo la
alfombra, es ciego, cierra los ojos, …
Figura 2
12
La discusión sobre cómo opera el mapeo es considerada en el capítulo siguiente, dentro de la
revisión de los modelos psicolingüísticos de comprensión de la metáfora.
13
Esta metáfora es propuesta para el inglés por Lakoff y Johnson (1980) y descrita en Sweetser
(1990).
14
Las escenas alternativas pueden contemplar, por ejemplo, que la fuente de luz está ausente o que
el objeto tiene luz propia.
elige una de dos posibles interpretaciones para asignarle sentido a la expresión (Grady y
Johnson, 2000). De esta forma, la experiencia en ambos dominios se da primariamente en
términos de correlación: el pasar desde un estado de no-visión a uno de visión (por ejemplo,
un objeto que está al interior de una caja y luego está sobre ella, a la vista del niño) se
correlaciona con la experiencia de pasar de un estado de no-conciencia a uno de conciencia,
respecto de un hecho.
Figura 3 Figura 4
FUENTE FUENTE
SENSOR
SENSOR
OBJETO OBJETO
AGENTE
OBSTÁCULO
OBJETO
5. El estudio conceptual
artículo: “Los estados de ánimo son como las olas, con sus propias leyes, ritmos y momentos. Una
persona que nunca ha surfeado no podrá aprovechar una buena ola, mientras que un surfista
consumado sabrá aprovechar lo que aparece como un desafío amenazante para deslizarse sobre su
cresta.”
16
Lakoff y Johnson (1980) acuñaron el término “metáfora literal” para referirse a lo que
tradicionalmente se denomina “metáfora muerta”, esto es, los casos en los que una expresión de un
concepto metafórico está incorporada a la lengua en virtud de su convencionalidad.
o fraseología no convencional que explota las implicaciones de la metáfora conceptual o que
añade expresividad a dimensiones conceptuales vigentes17.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Lakoff, George y Mark 1980 Metaphors we live by. Chicago: The University of
17
La expresión hipotética “Clara y yo andamos a la gira” refiere a la idea de que la relación de pareja
no ha cumplido su objetivo todavía y se encuentra a la espera de ello.
Johnson Chicago Press. (Las citas corresponden a la
traducción al español: Metáforas de la vida
cotidiana. Madrid: Cátedra; 1995).
Lakoff, George y Mark 1999 Philosophy in the flesh. The embodied mind and its
Johnson challenge to western thought. New York: Basic
Books.
Searle, John R. 1975 “Indirect speech acts”, en P. Cole & J.L. Morgan
(eds.), Syntax and semantics, vol.3, Speech acts,
New York, Academic Press.