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Christine Papin
Silvina
Vásquez
Paul
Eluard. (3)
El DSM IV me lo confirma:
¿Cuál es ese crimen tan grande que le hizo decir a Christine Papin: "Mi
crimen es lo bastante grande para que yo diga lo que es."? No hay duda:
se trata del abuso sexual incestuoso, esa forma de apoderarse de un hijo
para el goce del padre. Paul Eluard lo ha dicho por Viollete y por las
hermanas Papin. Por mi parte, yo también puedo decirlo, la clínica me
acompaña. Asimismo, el caso de las hermanas Vásquez hace, una vez
más, que se vuelva público el crimen del incesto. Pasaje al acto
desmentido, ignorado, descreído, consentido o cometido por adultos,
siempre responsables - para bien o mal - de los menores.
Hay crímenes que no prescriben con el tiempo. Aunque la ley no lo diga,
los artistas saben de ello. De allí que ciertas historias sean narradas y
hasta filmadas, una y otra vez, como denuncia que insiste sin darse por
vencida. En la 16° edición del Festival de cine, realizada en Mar del Plata
en marzo de 2001, una de las películas presentadas, Les Blessures
Assassines, (5) recibió - con justicia - dos premios: el Ombú de Plata al
mejor director, Jean -Pierre Denis y otro para la mejor actriz, Julie Marie
Parmentier, que encarnó a Léa Papin. Así, mientras muchos se espantan
ante el asesinato de las Lancelin y de Juan Carlos Vásquez, los
cineastas, fotógrafos y escritores transforman lo siniestro y sórdido en
belleza, como forma de encauzar causas que se quieren olvidar. De qué
otra forma, sino, se vuelve posible escuchar a las víctimas. "Lo que
intento hacer oír es una palabra" dice Maud Mannoni. "Los analistas
varones siempre se han rebelado ante el carácter intransmisible de
ciertas experiencias. Intransmisible dentro del marco conceptual
impuesto por ellos; pero transmisible, sin duda, en un mundo en el que
encontrase cabida la palabra de los poetas, los indígenas, las mujeres y
los locos". (6)
Cuando la palabra se niega a ser escuchada, el pasaje al acto puede
decirlo de otra manera. Como motivo desencadenante del crimen
aparece un hecho nimio: un corte de la corriente eléctrica había impedido
a Christine terminar el planchado. Cuando la Sra. Lancelin regresó con
su hija de un paseo, incriminó a Christine. La dama forcejeó con la
criada, mientras Genevieve trataba de defender a su madre y Léa a su
hermana. La violencia se desencadenó, las hermanas Papin arrancaron
los ojos a las Lancelin, destrozaron sus cuerpos con utensilios de cocina
y toda la casa quedó inundada en sangre. Luego, cerraron la puerta de
entrada con cerrojos y se acurrucaron juntas en la cama, vestidas
solamente con sus batas, esperando la llegada de la policía. "Buena la
hemos hecho", se dijeron.
El 29 de septiembre de 1933, ante la audiencia de La Sarthe, varias
opiniones se enfrentaron. Para la Ley, las hermanas Papin eran
monstruos, sangrientas y resentidas mujeres desprovistas de toda
humanidad. El abogado de la familia Lancelin alegó responsabilidad e
intentó incluso que se admitiera la tesis de premeditación. Frente a él, la
abogada defensora, Germaine Briére, se apoyó en el diagnóstico de
Benjamín Logre: histero-epilepsia.(7) Su intención era demostrar la
locura de las acusadas. Logre había sido llamado por Briére, que
necesitaba su opinión para la defensa. El respetable psiquiatra contradijo
a los tres expertos que, por el lado de la acusación, sostenían la entera
responsabilidad de las Papin. Para Logre, en cambio, las jóvenes tenían
varios antecedentes que demostraban su enfermedad mental: antes del
crimen "se habían sentido perseguidas y tenían una relación sexual
perversa". La homosexualidad, complicada con sadismo, se puso en
evidencia, porque, "mientras tajeaban con ferocidad a sus víctimas,
levantaban sus faldas". La opinión de Logre tuvo poco peso, en tanto él
ni siquiera tuvo, al principio del proceso, el derecho de examinar a las
dos hermanas. Dicen que "hablaba de oídas". Los tres expertos, en
cambio, fueron comisionados por la Ley e interrogaron largamente a las
Papin. Uno de esos médicos alienistas era el Dr. Truelle, jefe de clínica
en el asilo de Sainte-Anne, comisionado en esos momentos también para
examinar a Violette Noziéres. (¿Casualidad o revictimización
deliberada?).
Para muchos, Christine y Léa eran consideradas víctimas expiatorias de
una despiadada sociedad burguesa. Paul Éluard, tal como hizo con
Violette Noziéres, las celebró como heroínas, invocando Los Cantos de
Maldoror, mientras Sartre denunciaba la hipocresía social y Jean Genet
les dedicaba Las criadas. Simone de Beauvoir decía: "Sólo la violencia
del crimen cometido nos da una medida del crimen invisible, en el que,
como se comprenderá, los verdaderos asesinos 'señalados' son los
amos." También Man Ray se ocupó de ellas. Motivos del crimen
paranoico: el crimen de las hermanas Papin de Jacques Lacan, fue
publicado en diciembre de 1933, en el número 3 de la revista surrealista
Le Minotaure (8). El entonces psiquiatra, que nunca entrevistó a las
Papin, se siente llamado a escribir debido a que el "caso" gira del registro
penal al campo psiquiátrico. Lacan observa que, mientras se hacían
notar, durante el juicio, ciertas rarezas de las jóvenes - un cariño singular
las unía, mostrándose inmunes a cualquier otro interés, pasando sus
días de descanso encerradas en la habitación- se omitía el dato de un
padre alcohólico y brutal, que había violado a una de sus hijas (9).
Con los surrealistas y desde una revista surrealista, Lacan tomó partido
por el peritaje psiquiátrico. No estaban solos en esto, los acompañaban
la abogada defensora Germaine Briére, algunos periodistas (como los
hermanos Jeróme y Jean Thauraud) y el ya citado Benjamín Logre. Sin
dejar de rendirle homenaje a la valentía de Logre, Lacan empezó
desistiendo del diagnóstico de histerio-epilepsia. Es que, como señala
Roudinesco, allí había un crimen que se integraba perfectamente en el
marco teórico que había planteado Lacan en 1932: la homosexualidad
femenina, el delirio entre dos, el gesto asesino sin motivo aparente, la
tensión social, la paranoia y el auto castigo. El delirio había surgido,
según Lacan, al azar y por un incidente que parecía banal: un corte de
corriente eléctrica que había impedido el planchado. La furia, (10)
entonces, se desató. Lacan propone que ese "apagón" significaba el
silencio que se había instaurado, desde hacía mucho, entre amas y
criadas. No "se pasaba la corriente", en tanto no se hablaba. Pero el
verdadero móvil del crimen no era el odio de clase, sino la estructura
paranoica a través de la cual el asesino hiere al ideal del amo que lleva
en sí.
El "mal de ser dos" que afecta a estos enfermos no los libera sino apenas
del mal de Narciso, sostiene Lacan.
Pasión mortal y que acaba por darse muerte. Aimée (11) agrede al ser
brillante a quien odia justamente porque representa el ideal que ella tiene
de sí misma. Esta necesidad de auto castigo, este enorme sentimiento
de culpabilidad se lee también en las acciones de las hermanas Papin,
aunque solo sea en el arrodillamiento de Christine al escuchar su
sentencia. Pero es como si las hermanas no hubieran podido siquiera
tomar, respecto la una de la otra, la distancia que habría sido necesaria
para hacerse daño. Verdaderas almas siamesas, forman un mundo
cerrado para siempre; cuando se leen las declaraciones que hicieron
después del crimen, dice el doctor Logre, "uno cree estar leyendo doble".
Sin más medios que los de su islote, tienen que resolver su enigma, el
enigma humano del sexo (12).
Internadas
El delirio habla
Desmentida y sugestión
En la causa, uno de los policías relató que aquel lunes trágico, luego que
sus compañeros y él ingresaron en la casa "endiablada", le había
sucedido algo extraño: al intentar ponerle las esposas a Silvina, salió
despedido unos tres metros. "La menor no nos dejaba pasar, amenazaba
con un cuchillo. Pero yo no la escuché hablar a ella: escuché a un
hombre. Todo el tiempo decía ‘Satanás’ y ‘el diablo’, decía que era el
Purificador". El policía, hace notar un cronista, no habla en potencial sino
que afirma que el sonido de una voz ronca emana de Silvina: "no era una
voz grave de mujer, era un hombre. Yo escuché a un hombre". Pero el
único hombre de la habitación estaba ya muerto, tirado en el suelo.
Entonces, ¿quien hablaba por boca de Silvina? ¿El Diablo?. El trastorno
no terminó allí para el policía. Más cosas extrañas le siguieron pasando.
Relata que cuando, en sus investigaciones, intentaron entrar a la página
web del Centro Alquímico de Buenos Aires Transmutar, no podían
hacerlo. Habla de un embrujo: "Eran tres páginas y tardamos tres horas y
media en copiarlas. Primero no entrábamos, después no podíamos
copiar el disquete. Después intentamos en otra máquina, lo copiábamos
y no podíamos abrirlo". El derrotero se extendió hacia nuevas
computadoras y más discos de copiado. Finalmente consiguieron tomar
los datos e insertarlos como prueba. Evidentemente, la policía estuvo
presa de la sugestión. Satán andaría haciendo de las suyas. En este
caso, la sugestión es un refugio que no permite la probabilidad de un
padre incestuoso. Como si fuera inconcebible pensar que no el diablo
sino un vulgar padre de familia, como Juan Carlos Vásquez, pudiera ser
capaz de abusar de sus hijas. Entonces, como en la Edad Media, se
demoniza a una mujer y se ignora al verdadero culpable (23).
Margarita Fernández, madre de una de las mejores amigas de Gabriela
Vásquez, parece tenerlo todo más claro cuando dice: "Silvina le gritaba a
Gabriela: 'Por tu culpa se murió mamá. Vos la mataste'. La insultaba, le
pegaba y la rasguñaba. Después Gabriela aparecía en mi casa, cuando
venía a visitar a mi hija. Yo creo que tiene que ver con que Gabriela
dormía con el padre".
La versión sobre esta relación incestuosa circula con fuerza, señala el
periodista Rolando Barbano en el Diario Clarín del 31 de marzo. Pero, a
pesar de las declaraciones de estos testigos y de la sórdida escena que
los policías describieron, en todas las notas que el Diario La Nación, el
Clarín y Página 12 publicaron sobre el tema, la palabra incesto o el
término relación incestuosa, aparece una sola vez en el Clarín, dos en
Página 12 y también dos en La Nación. Este último diario informa que el
juez Campagnoli, a cargo del caso, afirmó que no estaba claro aún si
había una relación entre el asesinato y el incesto. "No lo descarto", dijo.
En el pene de Vásquez había restos de semen.
La desmentida llega de todos lados. Un hermano de Vásquez declaró en
la causa afirmando que desconocía que hubiera.
La mirada de la madre
Los vecinos de Lomas del Mirador, en donde habitaron los Vásquez
desde 1971 hasta la muerte de Aurora, declaran que ella tenía 15 años
cuando nació Gabriela. Enfermó de diabetes siendo muy joven. Primero
tuvieron que cortarle una pierna, fue empeorando y murió en 1995. Tenia
solamente 38 años, mientras que Silvina tenía 16 y Gabriela 24. En vida
de Aurora ya existían problemas de familia, dicen. Gabriela "andaba en la
droga". Juan Przepiora (84 años) declara ante un cronista: "La mayor era
una bandolera. Aurora venía trabajando muy bien, pero cuando ella
murió todo se vino abajo. Las chicas estaban muy pegadas al padre. Yo
creo que había algún tipo de relación. Creo que el papá dormía con
ellas". Para algunos -vecinos y periodistas- la muerte de Aurora es tal vez
el elemento desencadenante de la historia.
Los investigadores consideraron como muy posible que se haya dado
una relación incestuosa entre Juan Carlos y Gabriela, su hija mayor: "fue
como si Silvina, la hermana menor, no hubiera resistido más y haya dicho
basta con este acto". Por otra parte, cuando recorrieron la casa,
comprobaron que todos los espejos estaban rotos. No había en donde
mirarse. Recordemos, junto con Winnicott, que el rostro de la madre es
un precursor del espejo y que su mirada es esencial para el proceso de
subjetivación. Una señal que suele anticipar la entrada en la psicosis es
el "signo del espejo": el yo que se está quebrando necesita ir, una y otra
vez, a mirarse en el espejo, en un último intento desesperado de
conectarse consigo mismo y con la realidad. En la casa de los Vásquez
tal vez nunca hubo para Silvina y Gabriela un espejo en donde mirarse ni
por quienes ser vistas. Los espejos fueron destruidos, no tenían razón de
ser.
Rubén, el dueño del negocio en donde trabajó Vásquez durante 16 años,
hizo un comentario curioso: "Cuando llegué a la casa de Juan Carlos, me
hicieron pasar a reconocer el cuerpo. No le sacaron los ojos, no hubo
nada de eso". Aunque las hermanas Vásquez no actuaron en este
sentido igual como las Papin, hicieron algo similar: en lugar de arrancar
esos ojos que nunca las reconocieron, rompieron los espejos que nunca
las miraron.
Caso cerrado
Bibliografía
Allouch, Jean; Porge, E.; Viltard, M.: El doble crimen de las hermanas
Papin. Editorial Pele. México. 1995.
Monzón, Isabel: El diablo se llama incesto. Revista Brujas. Año 19. N° 27.
Ediciones ATEM "25 de noviembre". Octubre de 2000.
Síntesis
Notas:
1Una primera y muy breve versión de este trabajo se publicó en la revista Tertulia
el 29 de abril de 2000. Internet: Editora Laura Asturias. La segunda versión fue
editada en la revista Brujas, por ATEM.
7 Según Székely se trata de un término creado por Charcot en 1872. Designa una
firma de histeria en la predominan síntomas motores: convulsiones, temblores y
tics violentos.
8 Este ensayo está actualmente publicado en De las psicosis paranoica en sus
relaciones con la homosexualidad.
9 Los testimonios dicen que la abusada por el padre fue la mayor de las hermanas
Papin, Emilie, quien más tarde, huyendo del horror de esa familia, se hizo monja.
12 Lacan. Op.cit.
15 Nótese que estas mujeres no tienen nombre, son solamente la "esposa de " y
las "hijas de". Ellas no tienen identidad, son propiedades.
19 Una paciente adolescente relata, con mucho dolor y miedo, que un día su
padre, con la excusa de dormir la siesta, se acostó a su lado. En un momento,
comenzó a tocarla sexualmente. La joven se desertó asustada, interpelando al
padre, quien respondió. "Es que estaba dormido y te confundí con mamá."
20 Para informarme sobre el caso, trabajé con las notas publicadas por los Diarios
Clarín, Nación Página 12 Y la revista Gente. De modo similar a Lacan y a Logre
con las hermanas Papin, yo también hablo "de oídas". Nunca tuve la ocasión de
entrevistar a Silvina y Gabriela Vásquez ni de acceder a las declaraciones en
Tribunales. Pero al fin de cuentas, siempre los psicoanalistas de un modo otro
hablamos de oídas. No somos testigos del hecho cuando sucede. Escuchamos,
de boca de nuestros pacientes, la crónica de una historia, siempre con baches,
inconclusa y muchas veces incoherente. Hacemos construcciones, para que esas
historias se tornen coherentes mientras nos constituimos en co-narradores de una
vida, acompañando en el camino a ese paciente para el que Piera Aulagnier
acuñó el más que atinado término de "aprendiz de historiador."
24 Actualmente, Gabriela está en libertad. Pareciera que vive con un tío paterno.
Desconozco si está o no en tratamiento psicoterapéutico, tampoco sé si ha
logrado reinsertarse en la sociedad. No le será fácil conseguir trabajo, nuestra
sociedad discrimina a las personas que han estado presas en prisiones o
manicomios
http://www.querencia.psico.edu.uy/revista_nro6/isabel_monzon1.htm