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F U N D A R
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INDICE GENERAL
1.- LA EDUCACIÓN
1.1.- Etimología y definición
1.2.- ¿Quiénes educan?
1.3.- La cultura
1.4.- Esbozando un diagnóstico cultural
1.5.- Educación y cultura
1.6.- En qué consiste “educar” hoy:
1.7.- La “crisis de la educación”
1.- LA EDUCACIÓN
El concepto así entendido está íntimamente relacionado con la teoría del acto y la
potencia. El educando logra poner en acto lo que tenía en potencia. Estará más
perfectamente educado cuanto más desarrolle sus potencialidades. También está
vinculado con la “mayéutica socrática”, esa idea de ayudar al discípulo a “dar a luz” el
conocimiento.
La educación hace referencia al estar un paso adelante y tender una mano al otro para
que, a su vez, también avance. Esa mano tendida no son sólo los conocimientos, sino
también la transmisión de experiencias, de fortaleza, de ejemplos.
1
Joan Corominas, Brev e Diccionario Etimológico de la lengua castellana”, Ed. Gredos, Madrid, 1990.
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1.3.- La cultura
Muchas definiciones se han dado del término “cultura” 2. En general se refieren a todo
aquello con lo cual el hombre expresa, en forma simbólica o directa, sus reacciones
ante las situaciones existenciales “que afrontan todos los seres humanos en todos los
tiempos: cómo se hace frente a la muerte, la naturaleza de la tragedia y el carácter del
heroísmo, la definición de la lealtad y de la obligación, la redención del alma, el sentido
del amor y del sacrificio, la comprensión de la piedad, la tensión entre la naturaleza
animal y humana, los reclamos del instinto y los frenos” 3. Cultura es, entonces, la
elaboración que los hombres de una época determinada hacen frente a realidades
dadas que no dependen en última instancia de él. Elaboración que se expresa en
construcciones artísticas, científicas, filosóficas, políticas, económicas y sociales de
todo tipo.
Nos podríamos preguntar, por ejemplo, qué postura adopta nuestra cultura frente a la
naturaleza material creada, frente a la propia esencia del hombre, frente a la existencia
de límites a su accionar, frente al misterio de su propia dignidad, frente a la existencia
objetiva de la verdad y del bien, frente a la irrupción interpeladora de Dios en su
historia, frente al dolor. Surgirían así múltiples e interesantísimos rasgos que no es el
momento de considerar aquí, pero que nos darían pautas para un diagnóstico
profundo de la cultura que estamos viviendo, o que estamos forjando en gran medida.
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Consultar, por ejemplo, la Constitución Apostólica Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II. Allí se
entiende por “cultura” “todo aquello con lo que el hombre af ina y desarrolla sus innumerables cualidades
espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace
más humana la v ida social, tanto en la f amilia como en toda la sociedad civ il, mediante el progreso de las
costumbres e instituciones; f inalmente, a trav és del tiempo expresa, comunica y conserv a en sus obras
grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirv an de prov echo a muchos, e incluso a todo
el género humano”. Por su parte el documento de la III reunión del Episcopado Latinoamericano en
Puebla, N° 386-387 def ine a la cultura como “el modo particular como, en un pueblo, los hombres cultivan
su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios de modo que puedan llegar a ‘un niv el
v erdadera y plenamente humano’. Es ‘el estilo de v ida común’ que caracteriza a los div ersos pueblos; por
ello se habla de ‘pluralidad de culturas’. La cultura así entendida, abarca la totalidad de la v ida de un
pueblo: el conjunto de v alores que lo animan y de desv alores que lo debilitan y que al ser participados en
común por sus miembros, los reúne en base a una misma ‘conciencia colectiv a’. La cultura comprende,
asimismo, las f ormas a trav és de las cuales aquellos v alores o desv alores se expresan y configuran, es
decir, las costumbres, la lengua, las instituciones y estructuras de conv iv encia social, cuando no son
impedidas o reprimidas por la interv ención de otras culturas dominantes”.
3
Bell, Daniel; “Las contradicciones culturales del capitalismo”; Alianza Editorial Mexicana; 1989
5
En estrecha relación conviven hoy el bien con el mal, la verdad y el error, la fortaleza y
la debilidad. Separar los términos es una tarea muy ardua y dificultosa hoy para los
hombres. Más cuando también están involucrados las preferencias y sentimientos
subjetivos.
El bombardeo de los estímulos. Hoy el hombre no tiene que salir a buscar arduamente
las cosas, sino que las cosas van hacia el hombre, se le ofrecen. Y me refiero a todo
tipo de ofrecimientos: desde el credo religioso hasta la carrera; desde una golosina
hasta un programa de TV. La publicidad y los medios hacen que exista la posibilidad
de tener al alcance de la mano lo que se elige y de no reconocer límites al ancho
campo de la opción libre. Asimismo, esto acompaña a una cierta mentalidad del
confort y la superficialidad, combinación muy difícil de contrarrestar hoy.
No sólo se ensancha el campo abierto a la elección del hombre, sino que, por otro
lado, éste sufre el bombardeo de todos los estímulos que intentan captarlo muchas
veces con fines de mercado o no del todo honestos. Este bombardeo puede llegar a
ser tan nocivo que anule la capacidad misma de elección que dice favorecer. Así, y
volviendo a caer en el estilo paradojal utilizado en Gaudium et spes, nunca antes hubo
tantas posibilidades de elegir libremente, pero tampoco nunca antes el hombre había
sufrido tanto la atrofia de las facultades que conforman su libertad (la inteligencia y la
voluntad).
4
Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 4
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de parte de los que son tratados brutalmente o se han quedado atrás en el nuevo
sistema”. Afirma también Friedman que “el sistema de la globalización (...) no es
estático, sino un permanente proceso orgánico” 5.
Con esto se alude a una característica especial de la cultura actual, que está muy
relacionada con la globalización: el progresivo debilitamiento de los vínculos que unen
a las comunidades más cercanas al hombre, para agrandar el horizonte hacia una
universalización que muchas veces corre el riesgo de ser “despersonalizante”. El
mismo autor citado en el párrafo anterior reconoce que “el retorno al lugar es el
recurso de aquel que frecuenta los no lugares (y que sueña, por ejemplo, con una
residencia secundaria arraigada en las profundidades del terruño)”. Esta actitud
regresiva, si bien se comprende a la luz de los vertiginosos cambios culturales, no es
el ideal para el hombre que tiene que lidiar con ellos para que plenifiquen a las
personas.
En este punto se precisan pensadores profundos que vuelvan a elaborar esa síntesis
de pensamiento que constituye la respuesta adecuada a estas cuestiones, a la vez
que constituyen impulso y marco para nuevos desarrollos culturales.
Creo también que en esta búsqueda es posible lograr el consenso y el tan ansiado
objetivo de caminar juntos todos los hombres. Todos buscan esto, lo que ocurre es
que hoy hemos perdido la habilidad para desenmascarar falsas intenciones, así como
la firmeza para denunciar errores y la caridad para saber acompañarnos entre todos
sin consentirnos. El resultado de esto es una profunda confusión de ideas y opiniones,
en la cual todas reclaman el mismo peso y validez, y en donde la unidad es la que
termina sufriendo las consecuencias.
Y en tren de resolver este punto, se echa mano a cuanto método llamativo circule por
allí. Muchas veces con escasos o nulos resultados.
El proceso educativo de este niño no puede medirse por las generales de la ley.
Muchas de las dificultades de aprendizaje tienen su oscura raíz en una situación
conflictiva anterior a la escuela. Y los bloqueos a causa de estos problemas pueden
ser muy grandes.
propio origen; es necesario que ponga a prueba y verifique la oferta recibida por
tradición (…). Hoy la educación es deficiente a causa de una orientación racionalista
que olvida la importancia del compromiso existencial como condición para obtener una
genuina experiencia de lo verdadero y, por tanto, para alcanzar convicción” 8.
Hoy se dice que la educación está en crisis. Comparto esa idea y me parece
importante abrir el debate para encontrar respuestas a todos los aspectos de la
misma: la crisis de los contenidos de la educación, la metodología, la contención y,
sobre todas ellas, la crisis cosmovisional que trasciende en terreno meramente
educativo.
Digo esto porque estamos asistiendo a una crisis de la razón, hija de la decepción y el
cansancio que generó la falta de cumplimiento de las promesas de la modernidad. El
lógico que esa situación haya afectado a la actividad racional por excelencia, que es la
que debe darse en las aulas, educadoras del intelecto.
8
Luigi Giussani, “El riesgo educativ o”, Ed. Ciudad Nuev a, 2004
10
Cuál deba ser este objetivo es el tema que nos ocupará ahora.
Hemos dicho, entonces, que la educación debería tener un sentido, un objeto final. Yo
no estudio por el simple hecho de estudiar, excepto que tenga una vocación muy
especulativa, pero aún así, no estudio TODO lo que existe, bajo TODOS los aspectos
posibles, porque eso es imposible.
Quizás aquí esté la causa de los problemas que tiene hoy el método educativo: en la
dificultad de vincular las formas de impartir la enseñanza con la verdad de fondo que
se intenta transmitir. Quizás, también, no estemos demasiado seguros sobre la verdad
que queremos enseñar, ni sobre para qué educamos.
Caemos así en el tema de los valores. Se trata de saber cuáles son hoy los valores
imperantes que se pretende que la educación haga presentes.
Seguimos aquí el interesante capítulo del libro “La tragedia educativa”; de Guillermo
Jaim Etcheverry, titulado “¿Hacia dónde parece orientarse la educación?” 9.
La educación “útil”, es decir, aquella que privilegia lo que sirve para el trabajo, frente a
lo que considera “ocioso saber perimido”. “Pocos buscan aprender para tener la
experiencia irrepetible y esencialmente humana de entender, de intuir la inteligibilidad
del mundo. La preocupación central de nuestra sociedad es que lo que aprenden los
9
Cf r. Guillermo Jaim Etchev erry , “La tragedia educativ a”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires,
2000
11
jóvenes les ‘sirva’. Y pronto. Pero lo que ‘sirve’ está, cada vez más, relacionado con la
vida profesional, con el beneficio económico”.
¿Es posible proponer valores diferentes hoy? ¿Cuáles deberían ser esos valores?
Con el Papa, queremos sostener hoy que “hace falta promover una espiritualidad de la
comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se
forma el hombre y el cristiano” 10.
Una mirada al conjunto de las realidades sociales y culturales de hoy, nos confirma
esta intuición del Papa. Sólo con consultar los medios de comunicación, se nos ofrece
un panorama en el que, como muestra, pueden enumerarse los siguientes ejemplos:
• Enfrentamientos sociales
• Enorme dificultad de los intentos de encarar procesos de diálogo entre
argentinos
• Resentimientos entre los distintos sectores sociales
• Violencia en las escuelas
• Inseguridad, secuestros y desconfianza
• Permanentes reclamos
• Actos de corrupción en perjuicio del bien común
• Extrema pobreza que agrava estos y otros conflictos
En este estado vivió el hombre hasta el pecado. El pecado opaca esa relación prístina,
y produce un alejamiento progresivo de esta situación de plenitud.
Cuando decimos que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, muy pocas
veces conocemos las implicancias de lo que estamos diciendo. Deberíamos saber que
esa frase encierra un misterio de un alcance infinito para el hombre.
Dios Uno, modelo de toda coherencia, de toda unidad, de toda identidad. Dios Trino,
modelo de toda relación, de todo ‘salir de sí mismo’, de todo amor. Dios Uno y Trino a
la vez, modelo de misterio profundo y lleno de sentido, abismo insondable pero
fascinante y Verdadero, donde la identidad se hace relación de amor y esta relación de
amor se constituye en identidad11.
“Por su unidad, Dios no se contradice, es claridad. Por su unidad Dios entabla una
relación de comunión perfecta con el Hijo y el Espíritu Santo, relación regida por el
10
Juan Pablo II, Nov o millennio ineunte, número 43
11
Cf r. Enrique Cambon, “La Trinidad, modelo social”, Ed. Ciudad Nuev a
13
Amor y por el continuo salir de sí mismo para ir hacia el otro y así ser más plenamente
uno mismo para poder entregarse más plenamente. Proceso vertiginoso que el amor
hace posible; aparente contradicción, pero, en el fondo, la más implacable lógica, tan
perfecta que ciega a quien no acepta la luz sobrenatural de la Fe” 12.
El hombre, creado por y para la comunión, debe entonces restaurar una a una las
relaciones heridas por el pecado, en varios planos: con Dios, con la Naturaleza,
consigo mismo y con los demás hombres.
Esto tiene consecuencias clarísimas para el hombre concreto y le abre los ojos sobre
la naturaleza más profunda de sí mismo y de todo el universo.
Nos presenta un cuadro absolutamente extraño para la lógica del mundo: el amor
como criterio supremo; la entrega que fortalece la identidad y a la vez la presupone; la
Cruz y el sacrificio; la serenidad y la confianza; el destino común de los bienes de la
creación. Todo esto nos habla de un código absolutamente distinto del que estamos
acostumbrados a escuchar.
Los datos que acabamos de exponer hacen que la realidad del hombre adquiera un
nuevo significado, una nueva riqueza, una nueva “insondabilidad” y misterio. Significan
contemplar al hombre con otros ojos, con otra apertura. Significan, en definitiva, una
antropología que parta de la comunión y que tienda hacia ella.
- El hombre es un ser hecho para la comunión, para estar con otros y llegar a
esa unión con los demás que engendra la fraternidad.
- Todas sus potencialidades están hechas para ser puestas al servicio de los
demás. El hombre no tiene nada que le pertenezca de forma absoluta. No se
posee si no es para entregarse.
- El criterio máximo es el amor. Esto descarta y relativiza otros criterios, desde el
interés personal hasta el propio derecho.
Estas ideas revolucionan las disciplinas humanas y también las relaciones entre los
hombres.
12
Cf r. Enrique Cambon, Op. cit.
14
La inteligencia del hombre está hecha para extraer la verdad de las cosas, a fin de
relacionarse con ellas. La voluntad lo lleva a tender hacia determinadas personas y
realidades.
También las heridas más profundas se producen cuando este valor de la comunión es
vulnerado. Y los momentos más grandes de plenitud son aquellos en los que se
establecen encuentros, ya sea con personas o con realidades que nos iluminan por
dentro.
Hoy esta estructura creada para vivir en comunión se ve profundamente dañada por
realidades lacerantes: las rupturas familiares, las experiencias de anonimato, las
divisiones, las guerras, las incomprensiones, el terrorismo, la desconfianza, la
corrupción, la falta de comprensión de unos con otros, la aceleración que no deja
tiempo para el encuentro.
Todo esto nos habla de la necesidad de volver a restaurar la idea de comunión como
base de nuestra cultura y de nuestras búsquedas.
Creo que no tenemos una sociedad preparada para aceptar “la locura de la comunión”.
Por eso, para prepararla, me parece fundamental que el camino comience por la
educación.
Los docentes, y con más razón los creyentes, estamos llamados a ‘educar para la
comunión’, somos ‘docentes de la comunión’. Si algo debemos enseñar, hoy que los
medios de comunicación nos toman la delantera y ‘roban’ la atención de nuestros
discípulos, es a vivir en comunión. Es el conocimiento que más necesita nuestra
sociedad y el que menos comúnmente encuentra en sus ‘mentores’ y ‘maestros’.
Educar para la comunión significa educar para hacer capaz al otro de vivir la comunión
intensamente. Significa vivirla con conocimiento de causa, dejándose plenificar por esa
comunión y promoviéndola en todos los aspectos en donde ella se juega, mostrando la
belleza y el don de la comunión y cómo ella puede restaurar los vínculos personales y
sociales rotos o heridos.
Y aquí nos hacemos una pregunta clave: ¿cómo va a ser testigo de la comunión un
docente que vive la problemática actual con enorme intensidad? Los últimos años de
la historia argentina han sido testigos de la ingratitud hacia nuestros maestros, de
reclamos muchas veces justos y hasta de violencia. ¿Y cómo va el docente a proponer
15
Y sin embargo, la Iglesia nos sigue diciendo hoy más que nunca que “las buenas
escuelas son fruto no tanto de las buenas legislaciones cuanto principalmente de los
buenos maestros, que (...) arden en puro y divino amor hacia los jóvenes a ellos
confiados” 13.
Creo que ante todo los docentes debemos ‘reconciliarnos’ entre nosotros. Y la mejor
manera de hacerlo es reencontrarnos con la profundidad de nuestra vocación común,
con aquel arder “en puro y divino amor” hacia los jóvenes que nos han sido confiados.
Creo que la vocación une; los intereses que se apartan de la vocación, dividen. Y el
principal pecado de las políticas injustas hacia los docentes, es que favorecen que los
intereses, muchas veces legítimos, pero que no se identifican con la verdadera
vocación, nos distraen de esta última. Y toda la sociedad se ve resentida y
perjudicada, desde sus raíces. Pierde.
¿Qué papel juegan los docentes en esta tarea? Sabemos que “la docencia es una
actividad de extraordinario peso moral, una de las más altas y creativas del hombre: el
docente (...) escribe sobre (...) el alma misma de los hombres” 15. Sabemos también
que los buenos maestros han cautivado desde siempre el corazón de los jóvenes.
Nadie como ellos ha sabido comprender y dar cauce a los anhelos más profundos de
esta edad tan sensible y crítica. Numerosas historias han sido recreadas por la
literatura y el cine teniendo como base la relación entre docentes y alumnos.
13
Pío XI, Div ini Illius Magistri, 55
14
Fr. Congregación para la educación católica; “La escuela católica en los umbrales del Tercer Milenio”;
16
15
Congregación para la educación católica; “La escuela católica en los umbrales del Tercer Milenio”; 19.
16
Juan Pablo II; Discurso al Congreso Internacional organizado por el Comité Europeo para la Educación
Católica; 28 de abril de 2001; 2
16
inquieto tramo (...) del milenio (...). Se ve obligada a relacionarse con adolescentes y
jóvenes que viven las dificultades de los tiempos actuales (...), con alumnos que
rehuyen el esfuerzo, incapaces de sacrificio e inconstantes y carentes (...). Hay casos,
cada vez más frecuentes, en los que no sólo son indiferentes o no practicantes, sino
faltos de la más mínima formación religiosa o moral (...)”.
Jesús, como Buen Pastor y modelo de Maestro, se nos brinda para confortarnos:
“Vengan a mí todos aquellos que estén agobiados y yo los aliviaré”. “Me dicen Maestro
y Señor, y dicen bien, porque lo soy”.
En Él encontraremos los docentes la fortaleza para cumplir esta misión de ser signos
de contradicción en medio de este panorama, educando para el encuentro y la
comunión a semejanza del Único Maestro.
17
Congregación para la educación católica; “La escuela católica en los umbrales del Tercer Milenio”; 6.