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Introducción
Numerosas interpretaciones provoca la lectura y análisis de la célebre
novela de Cervantes, casi tan numerosas como lectores haya. Todos los temas
que puedan surgir, de alguna forma ya habrán sido tratados, por lo que es
necesario generar una postura personal y crítica, uniendo interpretaciones que,
a nuestro parecer, sean dignas de mención.
En la novela de Cervantes es posible reconocer elementos sociales, que
junto con el orden de la caballería, configuran y caracterizan un determinado
momento social. En este trabajo se analizará el papel de la caballería, los
temas picarescos y el contexto social en el que se desarrolla la historia, temas
que abundan en el relato y que, a su vez, son atravesados horizontalmente por
la cuestión de la búsqueda de la trascendencia.
Desarrollo
Desde sus orígenes, el Quijote ha provocado controversias acerca de su
significado y sentido. Son múltiples los enfoques y conjeturas que provocó esta
obra célebre en la literatura universal. Genios de la talla de Goethe, Unamuno,
Borges, han puesto su opinión y creado diversas interpretaciones a partir de un
personaje que sobrevive a su creador.
Es natural que un libro que presenta tanta multiplicidad de sentidos no haya
mantenido invariable los enfoques de acuerdo al paso del tiempo.
La primera interpretación que se dio al Quijote, que se mantuvo durante todo
el siglo XVII, fue que era una parodia de los libros de caballería. Esta es una
visión muy simple y, en gran medida, cierta, pero como nos dice Montoliu:
“Es la interpretación más clara y sencilla del libro, y al mismo tiempo la más
indiscutible siempre que no se sostenga que es la única real o legitima”1
1
M de Montoliu “El alma de España y sus reflejos en la literatura del siglo de oro” ed Cervantes.
Barcelona, 1948.
Una de las posturas sin duda más interesantes fue la del Quijote como una
novela cruel, la más profundamente cruel de la literatura universal. Es en el
juego del ideal aplicado en la realidad donde entra en juego la crueldad y el
fracaso, la tristeza y el sufrimiento. Como dijo Tieck, “salvemos nuestro ideal,
porque es sagrado, pero sepamos preservar toda su pureza y toda su belleza
interior”, y más tarde agregó Montoliu: “El romanticismo aplicado a la vida lleva
al ridículo y a la locura”
Intentando unir los diferentes análisis y buscar una interpretación personal
de la novela, iremos consignando diversos puntos que son de importancia.
Desde el comienzo del relato, podemos notar una disociación entre la
realidad de Alonso Quijano y el ideal que busca llevar a cabo: resucitar la ya
acabada orden de la caballería andante. Este impulso es el que lleva a nuestro
personaje a intentar llevar a cabo toda suerte de empresas con tal de ingresar
en el modelo del caballero andante, en el estereotipo que los libros atribuían a
los caballeros pretéritos.
Ajena a las interpretaciones que sostienen una locura indiscutible en el
personaje, Salazar Rincón nos hace ver su punto de vista, que no deja de ser
interesante considerar:
Es decir, este autor quiere dar a entender que el ansia de nuestro buen
Quijano era compartida por muchas de las personas que estaban en su misma
posición socioeconómica. Los libros de caballerías que le “reblandecieron” el
cerebro al personaje, eran vistos por los hidalgos como el retrato embellecido
de una sociedad en que su propia vida tenía una función precisa y en la cual no
veían amenazada su condición. Esto se ve claramente reflejado en la
descripción que el narrador nos hace de la hacienda, criados y bienes que
poseía “Quijada o Quesada” apenas comienza la historia. Vemos aquí que el
hidalgo no poseía un pasar que le permitiera vivir con holgadez. Más tarde esta
ruptura entre los diferentes estamentos sociales se hace presente en las
palabras de su escudero al preguntarle qué opinión tenía el pueblo de él. La
respuesta es:
“El vulgo tiene a vuestra merced por grandísimo loco, y a mí por no menos
mentecato. Los hidalgos dicen que no conteniéndose vuestra merced en los
límites de la hidalguía, se ha puesto don y se ha arremetido a caballero con
cuatro cepas y dos yugadas de
tierra y con un trapo atrás y otro adelante. Dicen los caballeros que no querrían
que los hidalgos se opusiesen a ellos, especialmente aquellos hidalgos
escuderiles que dan humo a los zapatos y toman los puntos de las medias
negras con seda verde.”(II, 2)
2
José Salazar Rincón, “el mundo social del ‘Quijote’” Editorial Gredos, Madrid 1986.
La dura crítica que es hecha al personaje deriva de su incapacidad para ser
titulado caballero y llevar el honorífico “don”, debido a que su escasa hacienda
y el carácter escuderil de su nobleza no lo permitían. Los caballeros estaban un
escalón arriba de los hidalgos, quienes se caracterizaban por ser gente que
tenía una exención de impuestos y privilegios comunes a los nobles, pero que
no poseían fortuna suficiente para llamarse caballeros o aspirar a un título. Las
únicas 2 salidas que poseía un hidalgo para acrecentar su riqueza y honra era
el ejercicio de las letras o la carrera militar. Sancho, en determinado momento,
considera la posibilidad de unirse a un ejército y conseguir así alguna riqueza o
favor:
“Y así, me parece que sería mejor que nos fuésemos a servir a algún
emperador o a otro príncipe grande que tenga alguna guerra, […] que, visto
esto del señor a quien sirviéremos, por fuerza nos ha de remunerar a cada
cual según sus méritos, y allí no faltará quien ponga en escrito las hazañas de
vuestra merced, para perpetua memoria.”(I, 21)
Sin embargo Don Quijote no acepta la idea de llevar una vida de caballero
cortesano, que en esos momentos de la historia era la única orden
“caballeresca” que subsistía, ya que el ejercicio de cargos de gobierno fue la
salida que los nobles adoptaron, siendo los hidalgos la clase que se mantuvo al
margen de esta posibilidad y que, con el correr del tiempo, terminaron
integrándose con los sectores bajos de la población.
El protagonista insiste en conservar los antiguos modelos sociales, y esta
pugna se transmite a diferentes ámbitos, uno de ellos es el de las batallas. El
ideal guerrero de Don Quijote, su concepción de la guerra, es arcaica, difiere
de la común entre los hombres de su época. Las monarquías absolutas, la
creación de milicias pagas, ponen en relieve la superioridad de la disciplina y el
orden sobre el valor individual. Las órdenes superiores, el plan de acción, la
técnica, eran instrumentos decisivos en el campo de guerra. Don Quijote, sin
embargo, rechaza esta innovación y mantiene firme su idea del combate
individual, entre caudillos, como si cada ejército fuera una masa uniforme que
puede ser enfrentada como una unidad. En el lance de los rebaños (I, 18), Don
Quijote sólo es capaz de ver dos ejércitos que pelean y son representados en
su imaginación como campeones individuales, acompañados por sus séquitos
personales, dispuestos a medir sus fuerzas en combate cuerpo a cuerpo.
El discurso que más encarna esta visión es aquel en el que contrapone su ideal
del valor guerrero con el uso de las armas de fuego:
“el destino de Don Quijote es perecer a manos de los pícaros de toda ralea. El
pícaro español encuentra así su suprema aventura, la más rara y
extraordinaria de todas las posibles, cuando ve caer en su mundo, como
llovido del cielo, un “auténtico” caballero andante atacado de la más rara y
peregrina locura, que le dará ocasión para un inextinguible regocijo”3
3
M de Montoliu Ob. Cit. Pág. 348
La lectura de un pasado heroico, donde los hidalgos tenían una función que
excedía el ocio y decadencia actuales, lleva a don Quijote a la necesidad de
revivir el tiempos que está harto de soñar. El error está, sin embargo, en no
haber captado los primeros signos de la nueva edad, un nuevo mundo en el
que los de su clase se sienten excluidos. Se puede decir que, al igual que el
término de una edad y el paso a otra dio una exaltación del pasado por parte
de los escritores de hechos caballerescos, la nostalgia provocada por esos
relatos llevaron a un hidalgo a querer ser un restaurador de los antiguos
valores. Don Quijote encarna la insensatez de un “cuerdo loco y un loco que
tira a cuerdo”, pero a su vez, es la encarnación de la justicia y el bien, y en esa
contradicción se constituye su historia.
El personaje es conciente de que su ideal se contrapone con el que
predomina en su tiempo, y sin embargo decide continuar en su larga jornada de
purificación, en búsqueda de la perfección.
En su camino se topará con la más variada gama de personajes, y en cada
uno dejará una impresión distinta. Es que don Quijote no evoluciona, se
mantiene siempre firme en una postura, ya que la locura es en gran medida
una obsesión que se enfoca en una idea. Es su entorno el que cambia de a
poco. La fantasía del caballero termina impregnando el mundo “real”. Tal como
dice Vargas Llosa, son ficciones los caballeros de la luna y los espejos, ideados
por el cura y el bachiller, es ficción todos los artilugios que los condes aplican
para mantener un espectáculo, son ficción los hechos ocurridos a Sancho en la
Ínsula. Pero todos terminan burlados, porque, al intentar engañar, son
engañados, caen en el juego de la ficción, tienen que seguir en la dialéctica
que sólo termina –o no– con la derrota de don Quijote, mas precisamente en el
momento en que recupera su cordura.
Decimos que quizá la ficción no termina con la muerte de Alonso Quijano,
porque las ideas sobreviven a su creador. Don quijote el loco, don Quijote el
burlado, es quien crea a Rocinante, a los encantadores enemigos suyos, que a
cada momento le jugarán malas pasadas. Es también el que provoca que
nazcan ínsulas y abismos interminables en montesinos, el que provoca que
sancho Panza llegue a inventar una dulcinea encantada, y el que hubiera
provocado, de seguir con vida, el nacimiento de los pastores Quijótiz, Pancino,
Carrascón , Niculoso Y Curiambro.
Es, en definitiva, capaz de crear una persona entera, dotándola de un
recuerdo y un nombre. Dulcinea del Toboso, la señora de sus pensamientos,
no es tanto una persona como un pensamiento, un ideal. Y una idea no puede
ser abrazada, pero eso es sabido por Don Quijote desde un principio.
El amor para él es su motor de progreso espiritual, es el despertar de
virtudes que duermen. Y el caballero de la triste figura demuestra esta virtud en
la emotiva respuesta que da al ser vencido:
Como síntesis, diremos que el Quijote tiene una temática caballeresca que se
desarrolla en un ambiente social picaresco, que refleja un determinado
momento social: la decadencia de los hidalgos y sus intentos por subsistir. Sin
embargo, dentro de esa búsqueda por el pasado glorioso se encuentra, en
nuestra opinión, la búsqueda individual por una trascendencia que el personaje
logra, ya que está dispuesto a sacrificar su cordura, beneficio propio, placeres,
comodidades, e incluso su misma vida, con tal de defender su ideal.
4
Unamuno, Miguel. “Vida de Don Quijote y Sancho” Espasa Calpe, Bs As 1941.