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En mi corazón, Señor, se ha encendido el amor por una criatura que tú conoces y amas.
Tú mismo me la haz hecho encontrar y me la has presentado. Te doy gracias por este
don que me llena de alegría profunda, me hace semejante a Ti, que eres amor, y me hace
comprender el valor de la vida que me has dado. Haz que no malgaste esta riqueza que
tú has puesto en mi corazón: enséñame que el amor es don y que no puede mezclarse
con ningún egoísmo; que el amor es puro y que no puede quedar en ninguna bajeza; que
el amor es fecundo y desde hoy debe producir un nuevo modo de vivir en los dos. Te
pido, Señor, por quien me espera y piensa en mí; por quien camina a mi lado; haznos
dignos el uno del otro; que seamos ayuda y modelo. Ayúdanos en nuestra preparación al
matrimonio, a su grandeza, a su responsabilidad, a fin de que desde ahora nuestras
almas dominen nuestros pensamientos y los conduzcan en el amor.
Madre Nuestra:
En tu nombre hemos unido nuestros corazones. Queremos que presidas nuestro amor;
que defiendas, conserves y aumentes nuestra ilusión. Quita de nuestro camino cualquier
obstáculo que haga nacer la sombra o las dudas entre los dos.
Haz que nuestro trabajo sea ayuda y estímulo para lograrlos plenamente. Conserva la
salud de nuestros cuerpos. Resuelve necesidades materiales.
Y haz que el sueño de un hogar nuevo y de unos hijos nacidos de nuestro amor y del
cuerpo, sean realidad y camino que nos lleve rectamente a tu Corazón. Amén.
Hijo mío, Yo vine a la tierra para hacer la voluntad de Aquél que me envió. Sabía
cuántos insultos, dolores, desprecios y tormentos me estaban reservados, y sin embargo,
no vacilé en abrazar la voluntad de mi Padre. Todo esto era bien poco en comparación
de la amargura que experimentaba mi Corazón al pensar en la ingratitud de los hombres
que, ciegos y deslumbrados los unos con el amor de los placeres y el brillo de las
riquezas, y dormidos los otros sobre los papeles de sus negocios, los primeros no han
querido verme, y los otros apenas se despiertan, o se despiertan tan tarde que hacen
inútiles mis enseñanzas y la vida que di por ellos. ¡ Oh ingratitud incomprensible! Tu
también hijo mío te apartas de mi. ¿Por qué corres tras de lo que no has de conseguir?
¿Por qué te precipitas en las fuentes cenagosas que no apagan la sed? Por qué no
escuchas mi voz, cuando te llamo como el padre más cariñoso, como el amigo más fiel?
En mi Corazón y en el de mi Purísima Madre, que también lo es tuya, encontrarás el
manantial que nunca se agota. Te ofrezco dulzuras incomparables y tú prefieres el
acíbar que produce el remordimiento, a cambio de un momento de placer. Buscas una
dicha ficticia y engañosa, y a pesar del afán con que la buscas, tienes que confesar que
no la encuentras. ¿Sabes por qué? Porque has despreciado la Ley que yo te di, y te has
desviado de la senda que yo te tracé. Si alguna vez me sigues, tu paso es tan inseguro
que el menor obstáculo te hace retroceder.
¡Oh dulcísimo Corazón! Ya que dijistes: Qui fecerit voluntatem Patris mei, ipse meus
frater est, yo quiero ser tu hermano.
Y para que yo pueda llevar con propiedad este título deliciosísimo que me da tu amor,
ayúdame Madre mía, y Tú, Jesús mío, modelos de humildad y obediencia. Yo propongo
en adelante conformarme con tu voluntad, Corazón adorable de Jesús.
Ayúdanos a formar a
nuestros hijos, a ser
testigos de tu amor
en nuestra familia
y en la comunidad.
Danos fuerza en los desalientos. Comparte nuestras alegrías. Señor, bendice nuestro
amor. Amén.
Enséñanos tú Padre
bueno por los méritos de Jesús
tu Hijo y Señor nuestro. Amén
Dios todopoderoso y eterno, te agradecemos por el don de San Gerardo y por el ejemplo
de su vida.
Por la fe y completa confianza en Ti que tuvo San Gerardo, lo bendijiste con grandes
poderes de ayuda y curación.
A través de él, mostraste tu amoroso interés por aquellos que sufrían o estaban
necesitados.
Por eso, Padre, llenos de fe y confianza, y en acción de gracias por todos las cosas
maravillosas que has hecho por nosotros, nos ponemos ante Ti hoy,
San José,
casto esposo de la Virgen María;
intercede para obtenerme
el don de la pureza
Amén
Proteged, oh providentísimo
Custodio de la Sagrada Familia,
la escogida descendencia de Jesucristo;
apartad de nosotros
toda mancha de error y corrupción;
asistidnos propicio, desde el Cielo,
fortísimo libertador nuestro
en esta lucha
con el poder de las tinieblas;
y, como en otro tiempo
librásteis al Niño Jesús
del inminente peligro de su vida,
así, ahora, defended
la Iglesia Santa de Dios
de las asechanzas de sus enemigos
y de toda adversidad,
y a cada uno de nosotros
protegednos con perpetuo patrocinio,
para que, a ejemplo vuestro
y sostenidos por vuestro auxilio,
podamos santamente vivir
y piadosamente morir
y alcanzar en el Cielo
la eterna felicidad. Amén
Angelus
Ave María
Ave María
Ave María
T: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
D: Oremos
Derrama Señor tu gracia sobre nuestros corazones y concede a quienes hemos conocido
por el anuncio del Ángel la Encarnación de tu Hijo, que por su Pasión y su Cruz
alcancemos la gloria de la Resurrección. Por el Señor Jesús, tu Hijo, que contigo vive y
reina, en unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
T: Amén
Magnificat
(Lc 1, 46-55)
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí:su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a
los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los
ricos los despide vacíos.
Gloria al Padre.