Professional Documents
Culture Documents
Como si fuera una corriente de agua subterránea ha vuelto a aflorar esta categoría de
clasificación y de relación que trata de diferenciar al otro por sus preferencias políticas.
Muchos han “levantado” la noticia y han empezado a tratar el tema nuevamente.
Quien conoce la calle, quien frecuenta los lugares populares, sus barrios, sus tabernas,
encuentra allí el racismo vivito, coleando, pero asumido como parte del vivir criollo, del
que es citadino frente a los que han llegado del campo, de zonas rurales, de la sierra o de
la selva. Ya no es sólo causa de mofa el color de la piel, el pelo, sino la manera de
expresarse, de hablar y la consiguiente burla de un limeño asentado, que olvida su
procedencia o la historia familiar.
Esta reflexión no trata de morigerar este virus de racismo que ha vuelto a brotar de
manera procaz utilizando las redes sociales y en eventos masivos, para mostrar nuestra
disconformidad porque el candidato de nuestras preferencias no ha ganado en las
elecciones. Es aberrante apreciar cómo este sentimiento racista está dormitado y denota
cómo cuesta el asumir lo que somos y sólo lo aceptamos de la boca para afuera. Pero en
lo profundo de nuestro ser se mantiene latente y aflora cuando las sinrazones e
impotencia de ideas frente a una realidad adversa pretende abatirnos.
No existe razón que permita que seamos personas reflexivas, tolerantes, que respetemos
al otro y lo valoremos. ¿Por qué? Arguedas nos narra en sus escritos cómo es el sentir
del indígena frente al desprecio de los blancos y de estos frente al indígena. En otros
ámbitos también se da con los chinos, los negros, los japoneses, los mestizos, los
selváticos. Existe un sentido de superioridad por tener procedencia geográfica o rasgos
diferentes o color de piel que diferencia a los blancos del resto.
Es asombroso apreciar cómo resurge una estratificación social y socioeconómica de un
grupo de personas, un colectivo social, que se cree superior al resto de la población.
Sueñan con Estados Unidos, con las playas de Miami, con Disney World (a donde
peregrinan anualmente a derrochar su dinero) y quieren rechazar esa autoimagen de ser
inferiores por ser peruanos. El P. Morales dice al respecto que “El fondo de nuestro
racismo es el rechazo de las culturas originarias, pese a la glorificación oficial de esas
culturas; la idea que tenemos del país y de su desarrollo excluye al indígena del
"nosotros" nacional. Es un pecado original todavía no redimido. No hemos sido capaces
de ver nuestra diversidad cultural como una riqueza y de resolver el antagonismo de
nuestras culturas constitutivas en un pluralismo aceptado y generoso. Las políticas
educativas en nuestro país debieran atender a la superación gradual de nuestras
prácticas discriminatorias y prejuicios raciales. (Ibídem).
¿Qué hemos hecho desde la educación para romper el desprecio que se siente por todo
lo nacional y no valorar lo nuestro? Poco, al ver los resultados. ¿Cómo enseñar y
aprender a valorar lo nuestro? ¿Cómo hacernos sentir que pertenecemos a una cultura
enriquecida por la diversidad de razas y aportes? ¿Qué valores se vienen inculcando
como dicen en cada discurso las autoridades, si son ellas las primeras en que
discriminan? La literatura nacional ha recogido un sinnúmero de hechos y anécdotas al
respecto en costa, sierra y selva.
En un blog sobre definición y causas del racismo en el Perú (Blog.pucp.edu.pe 27.11.06) se hace
una reseña histórica de lo que es el racismo en nuestro país que nos parece interesante
compartirlo. Se dice “Al revisar nuestra historia, entendemos cómo las decisiones políticas
se han tomado a partir de una exclusión de la población de etnias diferentes a la blanca
(andina, amazónica, negra y otras). En 1821, el año en que se declaró la independencia,
se oficializó como idioma nacional el castellano, a pesar de que solo lo hablaba el 10% de
la población, lo que señalaba claramente una independencia solo para la elite. Del mismo
modo, las comunidades indígenas fueron desapareciendo, dejando que los hacendados
tomaran sus tierras, empujándolos a una especie de sistema feudal y paternalista. Las
diferencias se abismaban cuando se les negó participación política a los indígenas. Solo
los hacendados, relacionados directamente con la oligarquía, tenían acceso a los asuntos
del poder. En la migración europea, el panorama no cambio: los migrantes fueron
absorbidos por las familias criollas, incorporándolos a sus prejuicios. A lo largo del siglo
XX, hubo cambios en la sociedad peruana al convertirse en un país centralista. Esto
generó la sobrepoblación de Lima, lo que obligo a las autoridades a ejercer ciertas
medidas para evitar mas migraciones campo-ciudad (una de ellas se originó entre algunos
congresistas, quienes presentaron la idea de construir un muro o peaje, que obstaculizara
la inmigración andina). De esta manera, el racismo se intensifico en los criollos limeños,
quienes se distanciaron de sus lenguas aborígenes.”
Transitar por los barrios populares del Rímac, de La Victoria, Barrios Altos, Chacra
Colorada en Breña, Lobatón en Lince y otros que tienen prosapia criolla es ponerse en
sintonía con esta cultura racista, pero que no se tiene como tal, sino la expresan como
parte de su cultura a la que se le añade el cariño como dicen. Decir cholo, cholito, chino,
moreno y otros apelativos para ellos no es sinónimo de menosprecio, de racismo. Todo lo
contrario es un sinónimo de fraternidad, de “patería”, de amistad, de cariño. Félix
Casaverde, músico y guitarrista peruano ha compuesto una canción titulada “Somos Adú”
y explica allí lo que significa en lenguaje de barrio, de la quinta popular. “Somos Adú...
Salud por la amistad. Somos Adú/ por algo que siempre es verdad. Nada en la vida se
detiene /algo se acaba con la edad / mas hay un sentimiento / que siempre es de verdad/
Nuestra amistad es de verdad, es de verdad nuestra amistad. De niños gorreábamos
tranvías, de grandes hermanos en la vida. Es de verdad nuestra amistad.” (Félix Casaverde
Somos Adú) – IEMPSA)
Es la vida cotidiana que en costa, sierra y selva, la gente del pueblo al utilizar
determinados adjetivos, al parecer ofensivos, ellos los utilizan con una connotación de
amistad, de sentimiento. ¿En qué momento todo esto se volvió racismo? En el barrio aún
se escucha “colorao”, “cafringo”, “negro Charles”, “burro blanco”, y otros nombres que en
son de grito recorren las calles llamando a alguien. ¿Existe acaso resentimiento por ello?
¿El pueblo lo toma como una afrenta?
Lo que hoy tenemos y nos llama la atención, tiene viejas raíces que han guardado el ADN
del racismo peculiar en el país sobre todos aquellos de raza blanca. El discurso de
educación en valores es necesario revisarlo pues se ha tornado tan vago y devaluado que
hoy llaman la atención ciertos comportamientos, dichos, desprecio por el otro. La reacción
frente a ello es la represión y no el discurso de la tolerancia.
Una prueba de la poca educación cívica que se tiene es la reacción que hoy se vive. No
se dice cara a cara porque sonaría ofensivo, sino tras el escudo de las redes sociales y un
grupo que lo sigue como rebaño. Pero lo que llama la atención es que los líderes de
aquellos que hoy proclaman su fobia no son capaces de hacer reflexionar a sus
seguidores, sobre el respeto al otro, sobre la tolerancia. ¿Qué nos espera? ¿Será que las
barras bravas son la personificación del racismo también? ¿Será que sólo con la
represión se les combate y qué hacer con el racismo xenófobo?
Sin duda existe mucho por desarrollar en la llamada educación en valores. Pero mientras
tengamos otras prioridades relacionadas con las estructuras económicas y no con las
personas, seguiremos lamentándonos de las formas cómo el racismo brota en cuanto se
tocan intereses personales. Ante falta de argumentos y convicciones vuelve a aparecer.
Las elecciones nos dejan además como resultado las orfandad de una formación para la
ciudadanía, para la tolerancia, para el respeto del otro, para la valoración de nuestra
diversidad. Somos ajenos a nuestra cultura y lo que se exacerba como patriotismo en
eventos deportivos. Puro sentimiento fugaz que termina al día siguiente del evento.
En su columna diaria Mirko Lauer nos dice “Pero los deslices racistas más groseros son
algo distinto. Vienen de sectores incómodos por la coexistencia, y revelan realidades
sociales profundas. Por ejemplo que el mestizaje no es un antídoto para el desdén. O que
las llamadas razas se parecen terriblemente a las clases sociales. Hay excepciones,
claro, pero son eso: excepciones. El maltrato verbal a los grupos que fundan lo popular en
el Perú (cholos, indios, negros, y otros) es inaceptable. Pero bien visto es además
síntoma de un padecimiento más hondo y complicado: consistentemente raza y condición
socio-económica van de la mano. Es cierto que hoy hacen compras en el mall (pronuncie
mol). Positivo, pero insuficiente.” (La República. 19.04.11)
¿Cuántos de los lectores podrían estar de acuerdo con lo escrito? ¿Cuántos de los
lectores no prefieren diarios o revistas que publican fotos a colores de lo que sería el
prototipo racial del país? ¿Se han dado cuenta que un diario ha empezado desde hace
tiempo a publicar su sección “sociales” a todo color y donde aparecer los apellidos que
hace tiempo no eran determinantes de la vida nacional? ¿Y qué dicen de las revistas de
nombre internacional que promueven una falsa manera del buen vivir? Se han dado
protestas y movimientos para denunciar la discriminación establecida en los
establecimientos públicos (restaurantes, tiendas exclusivas, etc.). Pero pasada la ráfaga,
la vida y la exclusión siguen igual. ¿Sirvió de algo la protesta por la exclusión de las
chicas y señoras nanas en las playas del sur? ¿Acaso no las vemos excluidas con su
mandil blanco en el barrio, en las plazuelas, en los malecones?
Urge que ante el escenario actual tan cargado de cierta violencia y constatando que lo
hecho en educación no viene dando los resultados esperados, debería revisarse a fondo
los contenidos, las formas como se educa para la vivencia de la ciudadanía. La cultura
escolar y la institución educativa están sin respuesta ante los acontecimientos. Es
indudable que se requiere revisar la propuesta, los contenidos, la metodología para
preparar a los alumnos en el concepto de una ciudadanía que se debe enfrentar a un
nuevo escenario cruzado por las nuevas tecnologías en medio de un proceso de
mundialización.
De una vez por todas debería promoverse la comprensión y el desarrollo de una visión
crítica de los hechos y sucesos que ocurren en la vida cotidiana y las prácticas
ciudadanas.
¿Qué concepto se trabaja en educación para la ciudadanía? Acaso no podría ser una
oportunidad de formación de derechos inalienables de quienes conformamos la sociedad
peruana y la asunción de responsabilidades y deberes que se asumen en relación a los
demás.