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Escuela de Literatura
Autorretrato literario de Chile
José Pedro Jarpa
30 de junio del 2008
ABSTRAC:
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El réprobo debe ganarse la vida en muchos oficios. Primero como aprendiz de pintor,
después, ayudante de anticuario, mozo de sastrería, etcétera.
Pronto su rica experiencia callejera sobrepasará su orgulloso infortunio.
En 1915, González Vera vive en un conventillo de la calle Maruri[…]
[Espinoza 168]
Era adolescente cuando, para ganarme el pan, intenté aprender los más diversos oficios.
Así pude vincularme a obreros ansiosos de establecer una sociedad igualitaria y libre,
como la conciben los anarquistas. Muy pronto hice mía tal aspiración, porque nada ayuda
tanto a decidirse como el ser joven, y todavía con un resto de candor.
[González Vera 48]
[3]
Claudia Solar en su artículo “Una sonrisa literaria” ironiza- para bien- con la
brevedad de la novela.
Bien pudo haber agregado González Vera: “lo malo, si breve, menos malo. En un país
dónde lo común era publicar novelas de 300 páginas, a la manera de la novela europea del
siglo XIX.
[Solar 4]
Vivo en un conventillo.
La casa tiene una apariencia exterior casi burguesa. Su fachada, que no pertenece a
ningún estilo, es desaliñada y vulgar. La pared, pintada de celeste, ha servido de pizarrón a
los chicos de la vecindad, que la han decorado con frases y caricaturas risibles y
canallescas [González Vera 21]
Fino, sutil, analista íntimo, habita un conventillo, entre lavanderas y zapateros remendones;
pero en vez de lamentarse y huir de ese medio inadecuado, lo mira minuciosamente, lo
estudia con ojo atento y lo describe detalle por detalle, sin repugnancia ni aspavientos de
[4]
odio. Otros escritores nacionales, hijos de millonarias, han pitado la vida de nuestro bajo
pueblo clamando misericordia, maldiciendo al rico explotador, derramando torrentes de
palabras caústicas. González Vera no se inmuta […]
[Alone 13]
De cierta forma Vidas mínimas puede ser llamada una novela de iniciación
o de aprendizaje: el humor, la ironía, la falta de estímulos, la duda y el
existencialismo están presentes. El mayor conflicto que se le presenta al
protagonista es la incapacidad de concretar una relación con su amiga Margarita y
entusiasmarse infantilmente con una muchacha que llegar al conventillo: Alicia.
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Al medio día siguiente la encontré en casa. Margarita narraba las peripecias de su viaje. El
tal viaje, de dos horas de tren, no tiene nada de sorprendente. Es de una monotonía
ejemplar; pero Margarita hasta en una excursión de media cuadra halla motivo para charlar
una tarde
[González Vera 39]
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cambiará la ideología, pero ya todo se estaba cocinando en el cerebro en el patio
trasero del conventillo, ahí donde no ocurría nada muy interesante.
Su vivienda estaba atestada de hombres y mujeres que discutían y se agitaban. Los había
españoles, argentinos, ingleses y rusos. El inglés, de cara ancha, era silencioso; el ruso
era persona muda, bajita, muy atenta, con aire de hombre de salón [GV 114-115 ]
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había conocido en otro momento, antes de la narración de “ el conventillo.”, en
Santiago, lo que se presenta de modo de analepsis y se termina de cerrar la
información con la decisión de la tía de María para emigrar a Valparaíso.
Domitila, entre cucharada y cucharada, clavaba sus ojos en los míos y me transmitía un
monólogo excesivamente materialista. Sus ojillos agudos y fríos decíanme sin duda : “ para
comer este puchero, mascar este pan y beber este trago de té, trabajo como esclava y
debo, además, sufrir los manotazos de todos. Sepa que es bastante sacrificio mantener a
este viejo flojo. Es vergonzoso que usted coma lo que tanto me cuesta. ¿Cuándo se va?
¿Cuándo se va? ¿Cuándo se va? [GV 126]
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de conocer a Tomás, anarquista mendocina que había cruzado la cordillera a pie
que él admira mucho, pero a pesar de estar rodeado de gente, la idea de la
soledad y la introspección que eso conlleva, construye la esencia, del
existencialismo del protagonista, en soledad : teme, medita, reflexiona, elucubra y
toda esa información la recibimos y logramos hacerla parte de nosotros; acá no
hay un héroe ni una historia maravillosa, nos desplazamos por el corte de un
momento en la vida, como cualquiera de nosotros, vidas mínimas de seres
mínimos. La idea de la mímesis funciona a la perfección en esta novela. Este es
verdaderamente un hombre, esto es realidad. González Vera pinta el autorretrato
literario de nosotros.
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BIBLIOGRAFÍA
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