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Aprendiendo a trabajar" de Paul Willis

Hace unos meses leía este libro para un trabajo de la facultad. Con esta obra Willis aporta una gran cantidad de datos y
reflexiones a la teoría de la reproducción social y, aunque la obra haya sido editada en 1977, todavía conserva toda su
actualidad y puede ayudar mucho a maestrxs y profesionales de la educación en su actividad docente. Recomendado a
todxs aquellxs que quieran material para reflexionar sobre qué se hace en las escuelas y como estas acciones repercuten
en la vida de lxs alumnxs. Ahí va un resumen de lo que os podeis encontrar en el libro;

Paul Willis realiza su estudio en un barrio obrero inglés, al que se le pone el nombre de Hammertown, concretamente
entre los chicos de una escuela situada en el centro de esta zona urbana habitada por unos 60.000 habitantes,
característico del periodo de entreguerras. Esta escuela es, en el periodo de trabajo etnográfico, únicamente masculina,
aunque cambiaría posteriormente con la entrada en vigor de la nueva ley de educación y la llegada de las Comprehensive
Schools. El estudio se lleva a cabo durante los tres últimos años de estancia en la escuela y los primeros años en los que se
produce la inserción en el mundo laboral.

El libro se divide en dos partes; la primera de corte mas etnográfico nos presenta numerosos fragmentos de entrevistas,
grupos de discusión, etc, y en él Willis nos presenta las características principales de esta escuela. En ella existe una
división palpable entre los alumnos; “los pringaos” y “los colegas”. Los primeros son los conformistas, los que aceptan en
mayor grado las normas e imposiciones de la escuela, que se corresponden normalmente con la clase media o la
burguesía, los segundos, se corresponden con la clase obrera, son inconformistas, y no aceptan la autoridad de la escuela
o cualquier persona que represente a esta. El estudio se centra sobre todo en la cosmovisión de estos últimos, e intenta
explicar a partir de su trabajo etnográfico la siguiente hipótesis, esta es, que son las propias actitudes inconformistas de
los colegas las que les llevan a reproducir el orden social, y por lo tanto la estructura, de la sociedad capitalista,
condenándose ellos mismos a permanecer dentro de la clase obrera, sin poder ascender dentro de la sociedad. Incluso
destaca el autor que existen ciertos elementos contradictorios, ya que la propia institución escolar parece apoyar esta
promoción social, intentando dar una mayor educación a estos jóvenes, siendo sus diferentes actitudes hacia la escuela,
la educación y la vida en general las que los condenan a seguir reproduciendo el orden social.

Todo esto lo articula Willis en torno a diferentes actitudes culturales muy marcadas en el ámbito escolar, que los
distinguen de los conformistas. Entre ellas están el machismo, tanto en el trato a las mujeres como en su concepción de
la masculinidad, de la fuerza y las relaciones entre iguales, en las que destaca una actitud muy física y agresiva.
Relacionado con esto, utilizan y se preocupan por su apariencia física, la utilizan en el ámbito sexual y se preocupan por
ser sexualmente atractivos y parecer que son activos en este campo, tanto es así que es utilizado en numerosas ocasiones
como elemento diferenciador entre ellos y los “pringaos”. El racismo es otra característica de este grupo de chicos, que
odian, con diferentes grados y en distintos sentidos, tanto a los pakistaníes, como a los orientales, negros, etc. Sus ganas
de divertirse, de pasarlo bien en cada momento es otra característica de estos alumnos, esto tiene su manifestación más
palpable en la escuela, cuando boicotean las clases con bromas, mal comportamiento, no asistiendo a ellas, etc, porque
creen que esto es lo divertido y esta es, para ellos el principal objetivo, incluso como se dice a lo largo del libro, es la
razón por la cual justifican en cierta medida su preferencia por el trabajo manual, ya que dicen que el trabajo de oficina
es mas aburrido, menos físico y por lo tanto con poca actividad. Valoran el trabajo manual, como se ha dicho, porque
además de activo es considerado masculino, útil y por lo tanto mejor que el trabajo de oficina o intelectual, es, para
ellos, parte de la “cosas que importan”, de la “vida real”. El fumar y el beber, aunque formen parte también de las
actividades relacionadas con la diversión, se relacionan a su vez con el plano de lo adulto, y son dos actividades que los
“colegas” comienzan a hacer desde muy temprana edad, como muestra incluso de identidad cultural. Estas dos
actividades los acompañarán seguramente el resto de sus vidas, y es incluso uno de los alicientes a los que hacen alusión
cuando hablan de las ventajas de ponerse a trabajar y ganar un sueldo, pudiendo de esta manera salir a divertirse y por lo
tanto beber, cuando quieran.

Todos estos elementos forman un continuo entre el mundo escolar y el laboral, entre el que ciertas características se
repiten; el machismo, el fumar, el beber, la valoración del trabajo manual por encima del intelectual, etc. Pero surgen
otros aspectos que se contraponen. Uno de ellos al que willis trata de forma amplia por las implicaciones que tiene es la
decepción que casi siempre se llevan estos chicos a la hora de entrar en el mercado laboral. El trabajar en esos empleos
no suele ser tan gratificante como al cultura obrera les ha inducido a creer y se suelen producir desencantos que, de
todas formas, no pueden cambiar el destino de estos chicos, ya que cuando esto se produce suelen estar ya metidos en la
dinámica familiar, donde tienen una familia a la que mantener y donde la actividad no remunerada de la escuela no
puede ser una opción.

La segunda parte del libro es más teórica, y pretende dar explicación a porqué todo lo anterior ocurre de la forma en que
ocurre a través de dos términos; el de penetración y el de limitación. El concepto de penetración hace referencia a
determinados rasgos de la contracultura obrera que implican una mejor comprensión, o una comprensión real y diferente
al que supone la cultura escolar, a la naturalización de las relaciones sociales que promueve el discurso social. La primera
penetración de la que habla Willis tiene que ver con la manera de entender los títulos y la propia educación por parte de
los “colegas”, los cuales no los valoran porque han vivido y comprobado que, aunque estos títulos puedan promocionar a
un individuo concreto, no van a solucionar el problema de clase, estructural, en el que también están inmersos. Esta
contradicción es la que hace que los individuos, como pertenecientes a este grupo, no se dejen “domesticar” por los
valores de la cultura escolar. La segunda y tercera penetraciones están muy ligadas, una hace referencia a la fuerza de
trabajo como mercancía que es vendida a cambio del salario semanal, pero que sin embargo es controlado en cierta
medida por los trabajadores con técnicas como el escaqueo y cierto control de los tiempos en las fábricas. La otra es que
el trabajo se tiene como un “trabajo general abstracto”, los “colegas” no distinguen entre diferentes trabajos, mientras
éste entre dentro de lo que culturalmente se considera un trabajo deseable, da igual que sea de fontanero como fundidor
en una fábrica o repartidor de leche. Esto muestra precisamente que dan más importancias a las semejanzas que estos
tienen, que no es ni mas ni menos que el comercio con esa fuerza de trabajo, y no con productos concretos con los que se
comercializa o trabaja.

Toda esta conciencia o contracultura escolar, podría dar lugar a un cambio social, o a una respuesta estructural. Una de
las razones porque esta no se produce es la desorganización política, pero principalmente, para Willis, existen otros
criterios que impiden este cambio, y las categoriza, como ya hemos dicho, bajo el concepto de limitación. Las diferentes
limitaciones pueden resumirse en una serie de divisiones culturales que en que la contracultura obrera categoriza la
realidad. La primera es la ya comentada división entre trabajo manual/mental, esta división se corresponde con una
asociación del trabajo manual con la masculinidad y del mental con la feminidad y esto se relaciona con una segunda
división; la división sexual. Lo masculino es puesto como lo deseable y es de hecho lo que los colegas imponen,
conduciendo a diferentes contradicciones en lo referente a la percepción de lo femenino. Esto conecta con lo que Willis
llama el patriarcado inherente al capitalismo, dentro del cual la mujer adoptaría el papel de ama de casa, de madre, de
aportar un sueldo secundario y depender siempre del salario del hombre. Esta importancia que la contracultura da al
sueldo masculino es importante, ya que demuestra en parte ese “fetichismo del sobre”, según el cual lo importante no es
el sueldo en sí mismo, ya que este es a veces insuficiente para mantener a la familia, sino el hecho de entenderlo como el
sueldo principal, del que el resto de la familia depende. Además de esta división sexual del trabajo, existe otra división,
que es la racial. Los inmigrantes realizan trabajos incluso más duros que los propios “colegas” y esto hace que podría
considerarse a estos inmigrantes como “más hombres” que ellos mismos, pero culturalmente se califican esos trabajos
como asquerosos e indeseables, conformando así una forma de racismo en la que los obreros se separan también de las
personas inmigrantes.

En otro capítulo Willis trata el papel de la ideología en el ámbito que ha trabajado. Dice que el servicio de orientación del
colegio es el que de alguna forma más influye en la “confirmación” por parte de los “colegas” lo que las penetraciones
tratadas anteriormente les mostraban. A continuación reflexiona acerca del análisis de la reproducción social, en ella
rechaza las explicaciones mecanicistas, dice que han de tenerse en cuenta y explicarse cómo los cambios estructurales se
manifiestan realmente y a través de qué instituciones. En cuanto a la reproducción social, esto también ha de tenerse en
cuenta, y se ha de ser consciente que las instituciones no sólo consiguen aquello que dicen perseguir, sino que las
consecuencias de su funcionamiento pueden ser incluso opuestas a las que persiguen, tal como pasa en las escuelas
progresistas con los chicos de clase obrera, incluso de un modo inconsciente.

Para terminar el libro, el autor dedica un capítulo a reflexionar acerca de las posibles consecuencias que su trabajo
podría tener en una aplicación práctica en cuanto a la modificación de la educación para mejorar la educación de estos
chicos de la clase obrera. El apéndice constituye una pequeña reflexión por parte de los “colegas” acerca de su propio
trabajo de campo, de cómo lo percibían a él en el momento en que fueron entrevistados y también el propio libro, que
Willis le había dado a leer.

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