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Y cita textualmente: «¿Durante cuánto tiempo aún estaremos clavados a la realidad presente? ¿Cuánto tiempo aún
hará falta antes de que podamos librarnos de ella? ¿Durante cuánto tiempo aún descuidaremos nuestra salvación?
Recordemos aquello de lo que Cristo nos ha considerado dignos; démosle gracias, glorifiquémoslo, no sólo con
nuestra fe, sino también con nuestras obras efectivas, de modo que podamos alcanzar los bienes futuros por la gracia y
la amorosa ternura de nuestro Señor Jesucristo, por el cual y con el cual sea gloria al Padre y al Espíritu Santo, ahora y
por los siglos de los siglos. Amén». CARTA EN EL XVI CENTENARIO DE SAN JUAN CRISÓSTOMO; 10/8/2007.
Javier Bocci
2
Nuestro Papa Benedicto acaba de exhortar a los sacerdotes: «Hay que tener la valentía de resistir a la aparente
cientificidad, de no someterse a todas las hipótesis del momento, sino pensar realmente a partir de la gran fe de la
Iglesia, que está presente en todos los tiempos y nos abre el acceso a la verdad. Sobre todo no pensar que la razón del
positivismo que excluye lo trascendente –lo considera inaccesible– es la razón verdadera. Esta razón débil, que
presenta sólo las cosas experimentables, es realmente una razón insuficiente. Nosotros, los teólogos, debemos usar la
razón grande, que está abierta a la grandeza de Dios. Debemos tener la valentía de ir, más allá del positivismo, a la
cuestión de las raíces del ser» (Respuestas en la vigilia por la clausura del año sacerdotal, el 10 de junio de 2010.
L’Oss. 20/6/10). Si cambiamos el nombre genérico de “positivismo” por el específico de “agnosticismo”, la cita
parecería sacada de Pascendi (Esto por no mencionar la verdadera y piadosa cruzada que lleva a cabo contra el
“indiferentismo” desde las vísperas de su elección papal).
San Pío X Pascendi 3
PASCENDI DOMINICI GREGIS
INTRODUCCIÓN
3
Hech 20, 30.
4
Tit 1, 10.
5
Tim 3, 10.
San Pío X Pascendi 4
LA DOCTRINA MODERNISTA
Para proceder ordenadamente en materia tan compleja, hay que empezar advirtiendo que el
modernismo hunde las raíces en sus principios filosóficos, y de allí se extiende a los diversos
campos del pensamiento y el obrar humanos, que podemos sintetizar, junto al filosófico ya
mencionado, en el religioso, el teológico, el historiográfico, el crítico, el apologético y el
reformista. Conviene ir distinguiendo uno a uno todos estos ámbitos en que se despliega el
modernismo si se quiere conocer bien su sistema, llegar hasta los principios de sus doctrinas y
ponderar sus consecuencias.
6
[Pues no sería posible llegar por la razón a ningún hecho (creación) ni principio divino (Causa primera), ni reconocer
hechos históricos divinos comprobables (milagros, heroísmo superior a las fuerzas humanas, hechos providenciales
improbables, etc.), ni mucho menos acceder a una comunicación divina sobrenatural (revelación)].
7
Concilio Vaticano I. De Revelatione, canon 1.
8
Ibidem, canon 2.
9
Concilio Vaticano I. De Fide, canon 3.
10
[E.d., cómo pueden convivir en una misma doctrina la afirmación de la ignorancia absoluta y general de todo
hombre sobre lo divino y la propia y particular certeza humana de ellos sobre el ateísmo].
San Pío X Pascendi 5
LA INMANENCIA VITAL
Pero el agnosticismo es sólo el aspecto negativo de la doctrina modernista; el aspecto
positivo lo ofrece la llamada inmanencia vital: Como cualquier otro hecho, la Religión –no
sólo natural sino también sobrenatural– debe tener una explicación. Pero puesto que se
rechaza la teología natural, que no se admiten los motivos de credibilidad como camino hacia la
revelación y tampoco se acepta ninguna revelación externa, por tanto la explicación no puede
encontrarse fuera del hombre. Es en el interior del propio hombre en donde hay que
buscarla, y se hallará por tanto en la misma vida del hombre (en la “inmanencia vital”): El
impulso de todo fenómeno vital comienza al experimentar una cierta indigencia o carencia,
cuya primera expresión es ese movimiento del corazón que llamamos sentimiento (el
sentimiento de carencia o indigencia).
Y ya que el objeto de la religión es Dios, concluyen que la fe, hecho humano verificable
que es principio y fundamento de toda religión, reside en un sentimiento íntimo engendrado
por la necesidad o la indigencia de lo divino 11 . Por otra parte, como esta indigencia no se hace
sentir sino en determinadas circunstancias que la favorecen, no puede provenir del ámbito de la
conciencia 12 : al principio está latente en el fondo de la conciencia que la sicología moderna llama
inconciente, que es donde se encuentra su raíz escondida e incomprendida por la conciencia.
EL ORIGEN DE LA FE Y DE LA RELIGIÓN
¿Cómo es que esta indigencia de lo divino, al ser sentida por el hombre, se convierte en
religión? De acuerdo al modernismo la ciencia y la historia se desarrollan entre dos límites, uno
externo que es el mundo visible, y otro interno, que es la conciencia. Más allá de estos límites
nada pueden afirmar, pues más allá está lo incognoscible. Por tanto al alcanzar estos límites en la
propia vida o inmanencia vital como hemos visto, la indigencia de lo divino sin ningún juicio
previo 13 –lo cual es “fideísmo” 14 –, suscita un peculiar sentimiento en el espíritu, que está
naturalmente inclinado a la religión; este sentimiento contiene en sí la realidad de Dios tanto como
objeto cuanto como causa 15 , y une en cierto modo al hombre con Dios. A este sentimiento los
modernistas lo llaman fe y es para ellos el principio de la religión.
Pero no acaba en esto el despropósito filosófico modernista, pues afirma también que en
esta fe, tal como el modernismo la entiende, tiene lugar la revelación: ¿No es ya revelación ese
sentimiento religioso que brota en la conciencia? ¿No es Dios mismo quien se manifiesta al alma –
aunque sea de un modo confuso– en ese sentimiento religioso? Y aun pretenden sacar
conclusiones de tales preconceptos infundados: Como en el sentimiento religioso Dios es al mismo
tiempo objeto y causa de la fe (revelador y revelado), por tanto toda religión es al mismo tiempo
natural y sobrenatural según se mire. También se sigue la equivalencia entre conciencia y
revelación 16 y, por fin, se afirma el principio que erige a la conciencia religiosa como regla
universal, equivalente a la revelación, a la que todo ha de someterse, incluso la suprema
autoridad de la Iglesia en su triple poder respecto a la doctrina, al culto, y a lo disciplinar.
11
[El hombre se siente débil, indefenso, e.d. indigente, y necesita apoyarse en un principio superior, protector o al
menos decisor, para escapar al menos a la contingencia, la casualidad, para que su vida indigente sea de algún modo
guiada por algo o Alguien superior que le imprima cierta necesidad, la haga menos indiferente. Ciertamente este es el
principio de la religiosidad natural, pero sólo el principio providencial de la Religión Sobrenatural].
12
[No proviene de un acto conciente, sino de un sentimiento espontáneo inconciente, que posteriormente se hace
conciente por reflexión].
13
[Pues no es objeto pasible de ciencia ni historia]
14
[E.d., apoyarse en la fe sin ningún argumento racional, sino sólo por el sentimiento (siento necesidad de que esto sea
así, luego creo y afirmo que es así). Esto ya se aparta incluso de la religiosidad natural, pues el hombre primitivo
deduce la divinidad a partir del orden y racionalidad del cosmos, no de su sentimiento de necesidad de lo divino].
15
[Puesto que la causa de la noción de Dios es imposible que provenga del mundo exterior ni de la conciencia, que se
considera ineptos por el agnosticismo, esa causa debe ser inmanente y localizarse en el inconciente].
16
[La revelación no sería sino el acto reflexivo que hace conciente al sentimiento religioso].
San Pío X Pascendi 6
LA "TRANSFIGURACIÓN" Y LA "DESFIGURACIÓN"
Ahora bien, lo Incognoscible, según el modernismo, lógicamente no se presenta a la fe
como algo aislado 17 , sino presente o a partir de algún fenómeno que aunque pertenece al campo
de la ciencia o la historia, de algún modo sale fuera de esos límites, ya se trate de un hecho natural
que encierre algún misterio, ya de un hombre cuyo modo de ser, sus hechos o palabras no puedan
explicarse por las leyes comunes de la historia18 . Entonces la fe, atraída por lo Incognoscible
que va unido al fenómeno, abraza al fenómeno entero comunicándole su propia vida.
De esto sacan dos consecuencias: Primera, una especie de transfiguración del fenómeno
por encima de sus propias características, de manera que se hace materia apta para revestir la
forma de lo divino que la fe le va a proporcionar 19 . Segundo, se produce así una especie de
desfiguración del fenómeno, ya que la fe le da algo que realmente no tiene, al sustraerlo a las
circunstancias de lugar y de tiempo 20 . Esto ocurre sobre todo en fenómenos que tuvieron lugar
hace tiempo, y tanto más cuanto más antiguos sean. Los modernistas sacan de todo esto dos leyes
que junto al agnosticismo, forman como los pilares de su crítica histórica.
Para exponerlo con mayor claridad, tomemos como ejemplo a Jesucristo: en la persona de
Cristo –dicen–, la ciencia y la historia no ven más que un hombre; luego en virtud de la 1ª ley, el
agnosticismo, hay que eliminar de su historia todo lo que presente carácter divino. Conforme a la
2ª ley, la persona histórica de Cristo ha sido transfigurada por la fe, luego hay que eliminar
también de ella todo lo que la eleva por encima de las circunstancias históricas. Por último, 3ª ley,
la persona de Cristo ha sido desfigurada por la fe: luego hay que expurgarla de los dichos y
hechos, y en fin, de todo lo que no responde a su mentalidad, estado, educación, lugar y tiempo en
que vivió. Es sin dudas una manera extraña de raciocinio, pero éste es el criterio del modernismo.
LA RELIGIÓN CATÓLICA
Así pues, el sentimiento religioso, que surge por la inmanencia vital desde la profundidad
del inconsciente, es el origen de toda religión y la razón de todo lo que en la religión hay o pueda
haber en el futuro. Este sentimiento, rudimentario y casi informe en su comienzo, va tomando
fuerza poco a poco al paso que progresa la vida humana que le dio principio.
Así se explica el origen de cualquier religión, incluso de la sobrenatural, como el mero
desarrollo del sentimiento religioso. La Religión Católica no está excluida, pues es una más entre
tantas: Según el modernismo, nació en la conciencia de Cristo –hombre privilegiado por demás–,
por el proceso de la inmanencia vital y no de otra forma. Causa asombro semejante oposición a la
doctrina católica, en especial porque no son sólo los incrédulos quienes afirman tales necedades:
hombres católicos, muchos de ellos sacerdotes, hablan del mismo modo, y con tales dislates
pretenden reformar la Iglesia. No es ya el antiguo error que atribuía a la naturaleza humana un
cierto derecho al orden sobrenatural 21 : se ha avanzado hasta afirmar que nuestra santa religión,
tanto en Cristo como en nosotros mismos, es un producto espontáneo de la naturaleza. Principio
apto para destruir todo el orden sobrenatural, que afirman sin temer lo que el Concilio Vaticano
decretó: “Si alguien dijere que el hombre no puede ser elevado por Dios a un conocimiento y una
perfección que supere a la naturaleza, sino que puede y debe llegar por sí mismo, mediante un
constante progreso, a la posesión de toda verdad y de todo bien, sea anatema” 22 .
17
[Siendo incognoscible es imposible que se presente como tal, y el sólo pretenderlo sería un absurdo contradictorio.
Además, lo Incognoscible no lo es nunca en absoluto, sino sólo relativo al avance científico de la época].
18
[Causas sólo debidas a un insuficiente avance del conocimiento científico en el momento considerado].
19
[Su carácter extra-ordinario –por encima del “standard”, digamos–, lo hace apto para que el sentimiento religioso –
la fe, para el modernismo–, le atribuya los caracteres divinos que ansía encontrar: lo transforma o transfigura].
20
[Lo que al principio era simplemente la atribución de una cualidad divina, debida a ignorancia de sus verdaderas
causas científicas, se convierte en una explicación arbitraria, que se va adornando de elementos ajenos elaborados por
la fe a lo largo del tiempo: lo desfigura].
21
[El Pelagianismo]
22
Concilio Vaticano I. De Revelatione, canon 3.
San Pío X Pascendi 7
PAPEL DE LA INTELIGENCIA. "PENSAR" LA FE.
Hasta este punto no ha tenido aún intervención la inteligencia, que recién ahora participa en
el acto de fe, según los modernistas: Puesto que el acto original de la religión es sentimiento y no
conocimiento, Dios se hace presente al hombre de una manera tan confusa que apenas puede
distinguirse del sujeto que cree. Por tanto, se necesita que ese sentimiento sea iluminado de modo
tal que la idea de lo divino resalte y se distinga. Esa luz pertenece a la inteligencia, a quien
compete pensar y analizar. Por medio de ella el hombre traduce, primero en representaciones y
después en palabras, los fenómenos vitales que en él se producen. El modernismo expresa esto con
la conocida frase: “El hombre religioso debe pensar su fe”.
La inteligencia se aplica al sentimiento, y poniendo su atención en él lo trabaja hasta
clarificarlo. En esta tarea el trabajo de la inteligencia es doble: En primer lugar, con un acto
espontáneo expresa las cosas en una fórmula simple y común. Después, de manera refleja y
elaborada, vierte las cosas pensadas en expresiones derivadas de aquella primera fórmula
sencilla, pero más trabajadas y más precisas. Estas fórmulas secundarias, una vez
sancionadas por el magisterio de la Iglesia, constituyen el dogma.
23
[O sea, entre el sujeto del sentimiento religioso y el sentimiento mismo, lo que equivale a decir: entre el sujeto y
el objeto de la religión o de la fe].
24
[Toda explicación de un sentimiento o experiencia es siempre inadecuada y pobre comparada con la realidad u
objeto que da origen a la misma, y aún con el sentimiento mismo. El problema es (1) si existe una realidad objetiva
que corresponde al sentimiento, o sólo el sentimiento mismo; y (2) si la fórmula que expresa esa realidad es verdadera
o no, aunque sea pobre o inadecuada (decir que Dios es inmensamente sabio es inadecuado respecto a la sabiduría de
Dios, no expresa “adecuadamente” su sabiduría, pero sigue siendo verdadero)].
25
[La razón de esto, como acotamos más arriba (22), es la realidad del objeto de la fe; pero ésta supera la naturaleza
del conocimiento sensible humano –es sobre-natural–, y como tal es considerada por el agnosticismo o simplemente
inexistente o, en el mejor de los casos, como absolutamente incognoscible].
San Pío X Pascendi 8
Ni su origen ni su número ni, hasta cierto punto, su cualidad misma importan nada: lo que
importa es que el sentimiento religioso, después de haberlas modificado lo que fuera necesario, las
asimile vitalmente. Es decir, es necesario que el corazón emita aquella expresión simple primitiva
y la apruebe, y que bajo la dirección del corazón se lleve a cabo la elaboración de las fórmulas
secundarias. Por lo tanto, para ser vitales estas fórmulas han de adaptarse simultáneamente al
creyente y a la fe y conservar esa adaptación. De ahí que, si esa adaptación desapareciera por
cualquier causa, perderían su primitivo contenido y habría que cambiarlas.
Como, según todo lo dicho, la situación de las fórmulas dogmáticas es tan precaria, se
comprende que los modernistas se burlen de ellas y las desprecien, y que, por el contrario, sólo
hablen de “sentimiento religioso” y de “vivencia religiosa”. Por eso acusan con insolencia a la
Iglesia de perder el camino de la historia aferrándose a fórmulas vacías y arruinando la religión.
Ciertamente son “ciegos que guían a ciegos”, inflados con el soberbio nombre de “ciencia” han
llegado a la locura de pervertir el eterno concepto de la verdad y, simultáneamente, la
auténtica naturaleza del sentimiento religioso. 26
La filosofía modernista admite la realidad de lo divino como objeto de la fe, pero esta
realidad no existe fuera del alma de quien cree, en cuanto que es objeto de su sentimiento y de
su afirmación, y en cuanto tal solo tiene realidad subjetiva o en el sujeto. Para el filósofo
modernista pues, carece de importancia que esta realidad exista o no en sí, fuera del
sentimiento y de la afirmación que el sentimiento hace.
Para el modernista creyente o religioso en cambio, es absolutamente cierto que lo divino
existe por sí mismo y no depende en absoluto de quien cree, pero el fundamento en que basa
esta certeza es la experiencia singular de cada hombre 27 . Consideran que el sentimiento
religioso incluye una cierta intuición del corazón, por la cual el hombre llega hasta la
realidad de Dios, con un convencimiento tal de que Dios existe y actúa dentro y fuera del ser
humano, que es muy superior a cualquier persuasión científica. Esto constituye una verdadera
experiencia, superior a cualquier otra experiencia racional, que es la que verdaderamente hace
creyente a la persona que la ha tenido.
¡Qué lejos está todo esto de la doctrina católica! Ya hemos visto que el Concilio Vaticano
condenó estas fantasías, admitidas las cuales queda abierto el camino al ateísmo.
Por de pronto, según esta doctrina de la experiencia, unida a la consecuente del simbolismo
como hemos visto, toda religión ha de considerarse verdadera, sin exceptuar el paganismo. En
todas las religiones se dan experiencias de esta clase, luego ¿cómo puede el modernismo negar que
en los otros las haya y afirmar que sólo en el catolicismo las puede haber? En verdad no lo hace,
de hecho unos de manera velada y otros abiertamente aseguran que todas las religiones son
verdaderas. No es posible adoptar otra postura, pues según los principios que ellos mismo
han asentado, no existen argumentos para decir que hay religiones falsas. Esto sólo podrían
decirlo basados en la falsedad del sentimiento religioso o en la falsedad de la fórmula elaborada
por el entendimiento, pero el sentimiento es siempre el mismo aunque pueda ser imperfecto, y la
fórmula, para ser verdadera, lo único que precisa es estar de acuerdo con el sentimiento y con el
hombre que cree, cualquiera que sea su agudeza mental. Lo más que podrían alegar en favor de la
26
Han inventado un nuevo sistema en el que, empujados por una desenfrenada avidez de novedades, no buscan la
verdad allá donde verdaderamente está, y despreciando las santas y apostólicas tradiciones, se abrazan a doctrinas
vanas, fútiles, inciertas y no aprobadas por la Iglesia sobre las cuales hombres llenos de vanidad pretenden
fundamentar y asentar la verdad misma. GREGORIO XVI, Encíclica Singulari Nos.
27
Es verdad que en este punto se apartan de los racionalistas, pero en cambio se adhieren al pensamiento de los
protestantes. [Por lo demás, mantienen intacto el principio de inmanencia vital: En definitiva, Dios existe porque yo
siento que existe, ajeno a cualquier razón objetiva, cuya posibilidad sigue negándose].
San Pío X Pascendi 9
religión católica es que por tener más vida tiene también más verdad, y que es más digna del
nombre cristiano porque responde con más plenitud al cristianismo primitivo.
No es extraño que se llegue a estas conclusiones partiendo de los datos propuestos. Lo que
sorprende es que hombres católicos e incluso sacerdotes, a quienes espantan estas
aberraciones cuando son expuestas, actúan como si estuvieran plenamente de acuerdo con
ellas, tales son los elogios que dedican a quienes enseñan esos errores, tantos son los honores que
públicamente les tributan a quienes ponen todo su empeño en difundirlos entre el pueblo.
LA "EXPERIENCIA" Y LA TRADICIÓN.
El concepto de experiencia se aplica también a la tradición, en oposición a la doctrina
católica al respecto que destruye por completo. Para el modernismo la tradición no es el tesoro de
verdades recibidas por la Iglesia y que permanece en el tiempo, sino la comunicación de una
experiencia original por medio de la predicación y por virtud de las fórmulas intelectivas. A
estas fórmulas, aparte de la fuerza representativa, les atribuyen un poder sugestivo, tanto
sobre el que cree, para despertar en él el sentimiento religioso adormecido y renovar la
experiencia ya habida, como sobre los no creyentes, para engendrar en ellos el sentimiento y
producir la experiencia. Así es como la experiencia religiosa se propaga: por la predicación a los
pueblos que hoy existen, por escrito o por transmisión oral a los que existirán mañana.
Unas veces esta comunicación de experiencias echa raíces y vive, otras veces envejece y
muere. El hecho de estar viva es para el modernismo señal de ser verdad, pues para ellos verdad y
vida se confunden. De lo cual se concluye nuevamente que todas las religiones existentes son
verdaderas, pues de lo contrario no existirían.
Llegados a este punto, se trata pues de armonizar la fe modernista con la ciencia, y eso de
tal manera que la una se subordine a la otra como base de su teología. En este ámbito teológico el
modernismo utiliza los mismos principios que hemos visto en su filosofía: la inmanencia y el
simbolismo. El procedimiento es simple: El modernismo filosófico afirma que el principio de la fe
[el sentimiento de indigencia] es inmanente; el modernismo religioso acepta que este principio es
Dios; el modernismo teológico concluye ahora: por tanto es claro que Dios es inmanente al
hombre. Esta es la inmanencia teológica. Análogamente: para el modernismo filosófico las
representaciones del objeto de la fe son simbólicas; el religioso o "creyente" acepta que ese objeto
de la fe es Dios en sí mismo [aunque otra vez sin más fundamento que su sentimiento]; la teología
modernista deduce la consecuencia: las representaciones de la realidad divina son simbólicas. Este
es el simbolismo teológico. Errores enormes de consecuencias perniciosas.
EL SIMBOLISMO
Comencemos por el simbolismo. Aceptado que los símbolos o fórmulas son al mismo
tiempo símbolos del objeto e instrumentos para el sujeto 30 , éste -el creyente- debe tener sumo
cuidado de no apegarse tanto a la fórmula que pierda de vista que es una mera fórmula; debe
utilizarla sólo para unirse por medio de ella a la verdad, que la fórmula descubre y encubre al
mismo tiempo, sin conseguir expresarla nunca del todo. Además, el creyente ha de utilizar esas
fórmulas en la medida que le sirvan de ayuda, pues se ponen a su disposición para darle facilidades
y no para que le sean un estorbo; con todo el respeto que una buena educación social exige hacia
esas fórmulas, que el magisterio público ha considerado adecuadas para expresar la conciencia
común, y siempre y cuando el magisterio no determine otra cosa.
28
[Esto es consecuencia clara de lo que vimos acerca de la relatividad de lo “Incognoscible” (notas 15 a 18): el
sentimiento religioso, o sea la fe, debe estar guiada por la ciencia hacia su objeto, lo Incognoscible].
29
Breve al obispo de Bratislava del 15 de Junio de 1857.
30
[Ver Modernismo filosófico: Origen y naturaleza del dogma].
San Pío X Pascendi 11
Y otros la explican de tal suerte que la cargan de significación panteística 31 , que en realidad es lo
que concuerda mejor con el resto de su doctrina.
A este principio de la inmanencia se le añade otro, que podríamos llamar de permanencia
divina; estos principios difieren entre sí como difiere la experiencia privada de la experiencia
transmitida por tradición. Veámoslo con un ejemplo: El modernismo niega que la Iglesia y los
Sacramentos hayan sido instituidos por Cristo, ya que el agnosticismo ve en Él sólo un hombre
cuya conciencia religiosa se ha ido formando como en todos los hombres poco a poco, de acuerdo
a la ley de la evolución que exige un cierto tiempo y un determinado número de circunstancias
para que se desarrolle lo que está en germen. Sin embargo, admite que puedan haber sido
instituidos por Cristo de modo mediato, por permanencia: Toda la conciencia cristiana estaba
incluida virtualmente en la conciencia de Cristo, como la planta en la semilla; y en este sentido se
puede decir que todos los cristianos viven la vida de Cristo. Y puesto que según la fe la vida de
Cristo es divina, luego también lo es la vida de los cristianos. Ahora bien, como esta vida dio
origen en el transcurrir del tiempo a la Iglesia y a los Sacramentos, se puede decir con toda razón
que por permanencia de lo divino su origen está en Cristo y que es un origen divino. En el mismo
sentido se puede decir que la Sagrada Escritura y el dogma son también divinos.
En esto consiste básicamente la teología modernista [e.d. su idea de la causalidad divina].
Es un núcleo pequeño, pero muy fructuoso si se mantiene en el desarrollo de todo lo demás: hasta
aquí hemos tratado del origen y naturaleza de la fe, veamos ahora qué enseñan los modernistas
acerca de las principales fuentes de la fe: la Iglesia, el dogma, el culto y los libros sagrados.
EL DOGMA Y EL PENSAMIENTO
Empecemos por el dogma. Ya hemos indicado cuál es según el modernismo su origen y su
naturaleza: Brota de un impulso o necesidad que lleva al creyente a elaborar su pensamiento para
ilustrar mejor su propia conciencia y las ajenas. Esta labor consiste en profundizar y purificar la
primitiva fórmula de la mente, pero no siguiendo un proceso lógico sino, como dicen ellos, un
proceso “vital” acorde a lo que dicten las circunstancias. Como resultado de este proceso, en torno
a la fórmula primera van surgiendo poco a poco las otras fórmulas secundarias de las que hemos
hablado, con las cuales se forma un cuerpo de doctrina que, una vez que el magisterio público
reconoce que son expresión de la conciencia común, pasan a ser dogmas. Hay que distinguir estos
dogmas de las especulaciones de los teólogos, las cuales aunque no están vivificadas por la vida
de los dogmas, sirven para conciliar la religión con la ciencia y limar sus oposiciones, para ilustrar
y defender la religión, e incluso para ir preparando el camino a algún futuro dogma.
31
[Básicamente que Dios es la naturaleza, o mejor, que la naturaleza es Dios].
32
Si alguien dijere que los Sacramentos fueron instituidos sólo para alimentar la fe, sea anatema. Concilio de Trento,
De Sacramentis in genere, canon 5 (Dz 848).
San Pío X Pascendi 12
LOS LIBROS SAGRADOS
Algo hemos dicho también sobre la naturaleza y origen de los libros sagrados. Según el
esquema de los modernistas, podrían ser definidos como una colección de experiencias, pero no
de experiencias al alcance de cualquiera, sino sólo aquellas extraordinarias y destacadas como
siempre han habido en toda religión.
Esto es lo que enseñan los modernistas acerca de nuestros libros, tanto del Antiguo como
del Nuevo Testamento. Para apoyar sus teorías advierten que, aunque la experiencia versa sobre el
presente, puede también versar sobre algo pretérito o sobre algo futuro, ya que quien cree puede,
por medio del recuerdo, vivir en presente las cosas pasadas, o puede vivir por anticipación el
futuro. Esto explicaría el que entre los libros sagrados los haya históricos y apocalípticos.
No niegan que en estos libros Dios habla por medio del creyente, pero sólo por inmanencia
o permanencia vital. Por tanto afirman que la inspiración no se distingue de aquel impulso
general que el creyente siente de manifestar su fe de palabra o por escrito, excepto por su
mayor vehemencia. Algo parecido a la inspiración poética.
Los modernistas añaden que no hay nada en estos libros que carezca de esta inspiración,
por lo cual se podría pensar que son más ortodoxos que quienes reducen el alcance de la
inspiración, como aquellos que hablan de citas tácitas. Pero es un mero juego de palabras que
conduce al engaño, pues si consideramos la Biblia de acuerdo al agnosticismo como algo humano
hecho por los hombres para los hombres aunque pueda calificarse de divina por inmanencia 33 ,
no existe motivo para restringir tal inspiración. Por cierto que en ese concepto modernista de
inspiración no queda nada del sentido católico.
LA IGLESIA
Es abundante la materia que la escuela modernista ofrece en lo que se refiere a la Iglesia.
Empiezan por decir que surgió por dos necesidades: una la necesidad que tiene cualquier
creyente, especialmente quien ya ha tenido una primera y singular experiencia, de comunicar su
experiencia a los demás; y cuando ya la fe se ha comunicado entre varios, surge la necesidad que
siente la colectividad de formar un grupo 34 y de defender, incrementar y propagar el
patrimonio común. Por lo tanto, la Iglesia es el fruto de la conciencia colectiva o de la unión
de las conciencias singulares, que en virtud de la permanencia vital están ligadas a un primer
creyente, en el caso de los católicos a Cristo.
Ahora bien, toda sociedad necesita una autoridad que dirija a sus componentes hacia el
fin común [1] y coordine con prudencia todos los elementos que contribuyen a su cohesión,
elementos que en una sociedad religiosa son la doctrina [2] y el culto [3]. De aquí se deriva en la
Iglesia católica una triple autoridad: la disciplinar, la dogmática y la litúrgica.
La naturaleza de esa autoridad depende de su origen, y de la naturaleza se deducen los
derechos y los deberes. Antiguamente fue un error común considerar que la autoridad en la
Iglesia había venido desde fuera: en concreto, directamente de Dios; por eso se la
consideraba como autocrática. Ahora esto ya está superado. Del mismo modo que la Iglesia ha
procedido de las conciencias de la colectividad, la autoridad emana vitalmente de la misma Iglesia.
Por consiguiente, igual que la Iglesia, también la autoridad brota de la conciencia
religiosa y está subordinada a ésta; si tal subordinación desaparece, se convierte en una
autoridad tiránica. Vivimos una época en que el sentido de la libertad ha alcanzado su punto más
alto. En la sociedad civil, la conciencia pública impuso la democracia, y el hombre no tiene más
33
[Recordemos: inmanencia de un sentimiento que, o llamamos divino porque versa sobre una necesidad del hombre a
la que damos ese nombre, o porque como creyentes afirmamos –sin razones– que hay algo divino que lo motiva].
34
[Todo esto podemos entenderlo mejor concretizándolo a la luz de lo que sabemos de las “sectas”, que se forman,
ellas sí, en un todo de acuerdo a estos principios subjetivos: un iluminado, una propagación, un sentimiento colectivo].
San Pío X Pascendi 13
que una conciencia como sólo tiene una vida. Por tanto, si no se quiere provocar un conflicto en la
conciencia del hombre, la autoridad de la Iglesia debe adoptar un régimen democrático, tanto más
cuanto que si no lo hace así, camina hacia su propia destrucción. Sería locura pensar que en el
proceso actual hacia la libertad pueda haber un regreso. Si se le pretende coaccionar o frenar por la
fuerza, este proceso lo arrastrará todo con violencia, incluida la Iglesia y la religión.
Así discurren los modernistas, afanándose por encontrar los medios que concilien la
autoridad de la Iglesia con la libertad de los creyentes.
35
(2) «La proposición que afirma: La potestad ha sido dada por Dios a la Iglesia para comunicarla a los Pastores,
que son sus ministros, en orden a la salvación de las almas; cuando es entendida de modo que de la comunidad de los
fieles se deriva en los Pastores el poder del ministerio y régimen eclesiástico, es herética» (Dz 1502). (3) «Además, la
que afirma que el Pontífice Romano es cabeza ministerial, explicada de suerte que el Romano Pontífice, no de Cristo
en la persona de San Pedro, sino de la Iglesia recibe la potestad de ministerio, por la que tiene poder en la Iglesia
universal como sucesor de Pedro, vicario de Cristo y cabeza de toda la Iglesia, es herética» (Dz 1503).
San Pío X Pascendi 14
EL MAGISTERIO (Autoridad doctrinal)
En cuanto a la autoridad doctrinal y dogmática son mucho peores y más nocivos sus
puntos de vista. Así, respecto del Magisterio de la Iglesia, afirman que la sociedad religiosa no
puede de ninguna manera tener unidad eclesial, si todos sus miembros no tienen una misma
conciencia y no utilizan una misma fórmula. Pero la unidad de conciencia y de fórmula exigen una
unidad de inteligencia que sea quien fije la fórmula que mejor responda a la conciencia común, y
que también revista la autoridad necesaria para imponer a la comunidad esa fórmula establecida.
En esta convergencia de la inteligencia que define la fórmula y de la autoridad que la impone,
sitúan los modernistas la noción de magisterio eclesiástico. Como en definitiva el magisterio
nace de las conciencias singulares, y como por el bien de esas mismas conciencias detenta el
cargo público, resulta que es en todo dependiente de ellas y debe someterse a las formas
populares. Por lo tanto, será abuso y no uso de la autoridad concedida para el provecho de todos,
el prohibir que los individuos expresen con libertad los impulsos que sienten y el poner obstáculos
a la crítica que impulsa al dogma hacia las necesarias evoluciones.
En el ejercicio de la autoridad pues, se ha de emplear moderación y templanza. Condenar y
prohibir un escrito cualquiera sin conocimiento del autor y sin dar ninguna explicación ni
someterlo a discusión, raya en la tiranía. Habrá que encontrar una fórmula intermedia para respetar
los derechos de la autoridad y los de la libertad. Por su parte, el católico debe actuar de manera que
en público respete a la autoridad, pero sin dejar por ello de seguir su propia inspiración.
La postura general que imponen a la Iglesia es ésta: puesto que la autoridad eclesiástica
sólo ha de referirse al fin espiritual, hay que suprimir cualquier manifestación externa que la
haga aparecer con demasiada magnificencia, negando así que si bien la religión se refiere al
espíritu, no se agota en el espíritu, y que la honra que se tributa a la autoridad de la Iglesia
recae sobre Cristo, que es su Fundador.
LA EVOLUCIÓN RELIGIOSA
Para completar la exposición de esta materia acerca de la fe y de sus fuentes, nos queda ver
la explicación que los modernistas dan al desarrollo de una y otras. Parten de un principio
general: en una religión viva no hay nada invariable y, por tanto, que no deba ser variado.
Arrancando de aquí, llegan a lo que es casi el punto más importante de su doctrina: la
evolución. Por tanto el dogma, la Iglesia, el culto sagrado, los libros santos, incluso la fe misma,
tienen que someterse a las leyes de la evolución si no quieren fenecer. No es de extrañar esta
afirmación, teniendo en cuenta lo que los modernistas enseñan sobre cada una de estas cosas.
Establecida esta ley, los modernistas nos describen la manera en que la evolución se
realiza, comenzando por la fe: La forma primitiva de la fe era rudimentaria y común a todos los
hombres, ya que brota de la misma naturaleza humana y de la vida del hombre. La evolución vital
la hizo progresar, no con añadiduras externas sino porque el sentimiento religioso iba penetrando
cada vez más la conciencia. Este progreso se produce de dos maneras: una negativa rechazando
cualquier elemento extraño, como podría ser el que viniera de la familia o de la nación; otra
positiva con el refinamiento intelectual y moral del hombre, que provoca una más amplia y lúcida
noción de lo divino haciendo más elevado el sentimiento religioso. Las causas de este progreso
en la fe son las mismas de su origen, ya citadas. A estas causas hay que añadir determinados
hombres –a los que llamamos profetas y entre los cuales el más eminente es Cristo–, ya sea
porque en su vida y en sus palabras manifestaban algo que la fe atribuía a la divinidad, o bien
porque tuvieron experiencias inéditas, que respondían a las necesidades religiosas de su tiempo.
El dogma progresa de manera principal porque hay que superar obstáculos puestos a la fe,
hay que vencer a los enemigos y refutar a los contradictores. A esto se debe añadir un continuado
esfuerzo para profundizar en los misterios que la fe contiene. Así sucedió en Cristo: ese algo
divino que la fe reconocía en El, fue tomando cuerpo insensiblemente, poco a poco, hasta
llegar a ser considerado Dios.
PROGRESO Y TRADICIÓN
Es de advertir que, si bien las indigencias o necesidades empujan hacia la evolución,
llevarían más a la ruina que al progreso, si se las dejara actuar libremente, ya que con facilidad
traspasarían los límites de la tradición, cortando así la conexión con su principio vital 36 . Por eso,
según los modernistas, la evolución proviene del conflicto de dos fuerzas contrarias: una que
impulsa hacia el progreso, otra que tiende a conservar la tradición. La fuerza conservadora se
manifiesta en la autoridad religiosa tanto de derecho, ya que es propio de la autoridad mantener la
tradición, como de hecho, pues la autoridad se halla fuera de las contingencias de la vida y no se
siente urgida a promover el progreso. Por el contrario la fuerza progresiva vive y se agita en las
conciencias de los individuos, que responde a las indigencias íntimas, especialmente en aquellos
que están en más íntimo contacto con la vida, como dicen. Y aquí asoma esa doctrina perniciosa
que furtivamente introduce a los laicos como elemento de progreso en la Iglesia.
De la combinación de estas dos fuerzas, la conservadora y la progresiva, es decir de la
conjugación de la autoridad y las conciencias individuales, nace el progreso y los cambios. Las
conciencias de los individuos, o al menos algunas de ellas, actúan sobre la conciencia colectiva, y
ésta sobre quienes detentan la autoridad y les obligan a pactar y a mantener lo pactado.
36
[El cambio se erigiría en un principio en sí mismo, con motivaciones propias que serían ajenas al hecho religioso].
San Pío X Pascendi 16
Nuestro Predecesor Pío IX: «Estos enemigos de la divina revelación, prodigan grandes
alabanzas al progreso humano y querrían, con temeraria y sacrílega osadía, introducirlo en la
Iglesia, como si la religión no fuese obra de Dios, sino de los hombres, o un invento de la
filosofía que admita un perfeccionamiento por medios humanos» 37 .
EL MODERNISMO NO ES NOVEDAD
En cuanto a la revelación y al dogma no hay ninguna novedad en la doctrina modernista;
dicen lo que ya condenó Pío IX en el Syllabus: «La revelación divina es imperfecta y, por tanto,
está sujeta a un continuo e indefinido progreso, correspondiente al de la razón humana» 38 . En el
Concilio Vaticano se condenó esto mismo más solemnemente: «La doctrina de la fe, que Dios
reveló, no está propuesta como un invento de la filosofía, que se pueda perfeccionar por el ingenio
humano, sino como un depósito divino entregado a la esposa de Cristo, y ha de ser fielmente
custodiada e infaliblemente declarada. Por esto, los dogmas sagrados han de ser mantenidos
para siempre en el sentido declarado una vez por la Santa Madre Iglesia, y nunca hay que
apartarse de ese sentido con el pretexto de hacerlos más inteligibles» 39 . Con esto no se ponen
trabas al desarrollo de nuestros conocimientos, incluido el conocimiento de la fe, sino que se les
presta una ayuda y se les estimula; por eso el mismo Concilio Vaticano continúa: «Crezca, pues, y
avance hasta lo indecible la inteligencia, la ciencia, la sabiduría de los individuos y de todos, la
de un solo hombre y la de toda la Iglesia; mas sin salirse de su terreno, es decir, en el mismo
dogma, en el mismo sentido, con la misma formulación» 40 .
Después de haber estudiado al modernismo filosófico, al religioso y al teológico, nos resta
considerar su historiografía, su crítica, su apologética y su afán reformador.
37
Encíclica Qui pluribus, 9 de Noviembre de 1846.
38
Syllabus, proposición 5.
39
Constitución Dei Filius, capítulo 4.
40
Loc. Cit.
41
[E.d., pretenden abstraerse de la filosofía, pero desde el comienzo de su tarea obran de acuerdo con los mismos
principios que esta profesa, como si fueran principios evidentes y no propuestos explícitamente].
San Pío X Pascendi 17
historia y el Cristo de la fe, la Iglesia de la historia y la Iglesia de la fe, los Sacramentos de la
historia y los Sacramentos de la fe, y así sucesivamente.
Pero no se puede perder de vista que el elemento humano mismo, que el historiador
reclama para sí tal como aparece en los documentos, ha sido elevado por la fe por encima de las
condiciones históricas mediante la transfiguración. Por eso importa quitar estas añadiduras puestas
por la fe y recluirlas al ámbito de esa fe. Así por ejemplo en el caso de Cristo, quitar todo lo que
supera su condición humana, tanto en lo natural psicológico como en lo que se refiere al lugar y al
tiempo en que vivió. Además y en virtud del tercer principio, hay que cribar aún lo que no se sale
de la esfera de la historia y eliminar, remitiéndolo a la fe como desfiguración, todo lo que no está
en armonía con la lógica de los hechos, como dicen, o no es adecuado a las personas. Así, afirman
que Cristo no dijo las cosas que estaban por encima de la inteligencia de las masas y eliminan de la
historia real, remitiéndolas a la fe, todas las alegorías que aparecen en sus discursos. ¿En virtud de
qué ley se hace esta discriminación? En virtud de la manera de ser del hombre, de su condición
social, de su educación, de las circunstancias que le rodean; en una palabra, en virtud de una
norma meramente subjetiva. Intentan identificarse con la persona de Cristo, ponerse en su lugar, y
le atribuyen lo que ellos habrían hecho de hallarse en sus circunstancias.
42
[No hay Principio Divino que la haya podido prever y actuado en la historia con anterioridad; o posibilidad de que
se hubiera tomado conciencia del problema con posterioridad y se descubriese su solución ya contenida en el hecho
Divino (v.gr. la divinidad del Hijo y el Espíritu Santo y así la Santísima Trinidad definida en Nicea, no lo descubrió la
reflexión sobre la fe como algo preexistente y recibido, sino que lo creó la necesidad; cualquier referencia en
documentos anteriores, en realidad habrá sido añadida con posterioridad)].
San Pío X Pascendi 18
Finalmente habría que distinguir entre el comienzo de un hecho y su desarrollo, ya que lo
que puede nacer en un día no se desarrolla sino a lo largo del tiempo. Por esta razón, el crítico
deberá tomar los documentos ya ordenados por épocas y distinguir en ellos lo que corresponde al
origen de los hechos y lo que corresponde a su desarrollo. Y esto lo hará nuevamente conforme a
un principio filosófico: la ley de la evolución verificada a través de las fuerzas contrapuestas 43 .
Para ello investiga detenidamente las circunstancias por las que la Iglesia ha atravesado en cada
momento, por un lado su capacidad conservadora y por otro las necesidades internas y externas
que la han impulsado al progreso, así como los obstáculos que se fueron presentando; en una
palabra, ha de analizar de qué manera se observaron las leyes de la evolución.
Ahora bien ¿la historia resultante es obra de historiador o de crítico? En verdad de ninguno
de ellos, sino obra de filósofo, pues todo se ha hecho en base a aprioris filosóficos. Y por cierto,
aprioris llenos de errores. Causan verdadera lástima estos hombres, que el Apóstol incluiría entre
aquellos de los cuales afirma: «Se extraviaron con sus propios pensamientos y su insensato
corazón se entenebreció; jactándose de sabios se convirtieron en necios». Y es indignante verles
acusar a la Iglesia de manipular los documentos y acomodarlos para hacerlos hablar en su favor,
pues atribuyen a la Iglesia aquello de lo que claramente les acusa su propia conciencia.
43
[O sea un revisionismo histórico completamente apriorístico, e.d., distribuyendo los hechos de acuerdo a leyes
definidas previamente a la investigación de los mismos].
San Pío X Pascendi 19
5. LA APOLOGÉTICA MODERNISTA
44
[Por supuesto que esto es defendible, al igual que lo que sigue, pero no en sentido agnóstico-modernista, como
enseña 1500 años antes San Agustín: «No obstante, esta posibilidad de adaptación ha de admitirse tan sólo cuando se
trata de cosas científicas, porque entonces el lenguaje popular, si bien falso científicamente, como a la vez expresa
mucho mejor la manifestación externa del fenómeno, se hace más inteligible y sencillo, por lo que su empleo resulta
conveniente y oportuno incluso en boca de Jesús, el cual quería transformar a sus oyentes en cristianos, y no en
matemáticos». SAN AGUSTÌN: De actis cum Felice Manichaeo, I, 10].
45
Concilio Vaticano I, De Revelatione cap. 2.
46
Epístola 28,3.
47
[E.d. una necesidad lógica por la cual la naturaleza exigiría en sí misma la destinación sobrenatural, que por el
contrario la Iglesia considera “Gracia”, o sea don gratuito de Dios].
San Pío X Pascendi 21
Sin embargo la exigencia de la religión católica la defiende el modernismo que se dice
moderado, pues aquel que llamaríamos integral afirma que en el hombre que todavía no cree está
latente el mismo germen que tuvo Cristo en su conciencia y que El transmitió a los hombres.
El método apologético del modernismo pues, se sigue plenamente de sus principios y
participa de los mismos errores que el resto de sus doctrinas; no es apto para hacer católicos sino
para conducirlos a la herejía, e incluso para destruir totalmente cualquier religión.
6. LA “REFORMA” MODERNISTA
Cuanto hemos venido diciendo muestra hasta qué punto se halla el modernismo
animado de un incontenible afán de novedades, y que este afán se extiende absolutamente a
todo lo que lleva el nombre de cristiano.
Quiere renovar la filosofía, especialmente en los seminarios, para que relegada la
escolástica a un capítulo de la historia de la filosofía, como uno de tantos sistemas ya superados, se
enseñe a los jóvenes una filosofía moderna que corresponda a nuestros tiempos.
Para renovar la teología, el modernismo pretende que aquella que llamamos racional se
fundamente precisamente en la filosofía moderna, mientras que la teología positiva debe apoyarse
en la historia de los dogmas.
Por su parte, exige que la historia se escriba y enseñe conforme a sus modernos métodos.
Acorde a ello, los dogmas y su evolución se han de armonizar con la ciencia y con la historia.
En cuanto a la catequesis, quiere el modernismo que en los libros de catecismo sólo se
incluyan los dogmas que hayan sido reformados y que estén al alcance del vulgo.
Acerca del culto, hay que disminuir las devociones exteriores y prohibir que surjan otras
nuevas. Aunque hay algunos, partidarios del simbolismo, que en esto son más tolerantes.
Exige con vehemencia que el gobierno de la Iglesia sea reformado, especialmente en sus
aspectos disciplinar y dogmático; en lo interno y en lo externo deben adecuarse a la que llama
conciencia moderna, que tiende a la democracia; por eso han de participar en el régimen de la
Iglesia el clero inferior y los laicos, repartiendo así la autoridad, que está demasiado concentrada y
centralizada. Así mismo quiere que se reformen las Congregaciones Romanas, sobre todo la del
Santo Oficio y la del Índice. También pretenden que se cambie la influencia del gobierno
eclesiástico en las cuestiones políticas y sociales, de modo que se independice de los
ordenamientos civiles, y que al mismo tiempo se adapte a ellos para imbuirlos con su espíritu.
En lo que respecta a la moral y las costumbres, las virtudes activas se han de anteponer a
las pasivas [contemplativas y especulativas] y también se han de practicar con preferencia a éstas.
Desean un clero que viva la humildad y la pobreza antiguas, pero que en sus ideas adopte
los principios modernistas. Por último, hay quienes, siguiendo de grado a los maestros
protestantes, desean que se suprima el celibato de los sacerdotes.
Como se ve, nada queda incólume en la Iglesia, que no deba ser reformado por el
modernismo y según sus ideas.
7. CONCLUSIÓN DOCTRINAL:
EL MODERNISMO ES UN VERDADERO SISTEMA DOCTRINAL
Puede que alguien piense que nos hemos extendido demasiado en la exposición de esta
doctrina modernista. Era absolutamente necesario, tanto para que no nos echen en cara que
desconocemos cuales sean sus caminos oponiéndonos a ellos sin fundamento, como para poner de
manifiesto que al hablar de “modernismo” no se habla de una serie de doctrinas vagas y
dispersas, sino de un verdadero cuerpo doctrinal, en que una vez admitido un punto,
necesariamente se han de admitir todos los demás. Esta ha sido la razón por la que hemos
adoptado un método casi didáctico, distinguiendo los diversos aspectos, doctrinas o disciplinas en
que consiste el modernismo y procediendo a explicarlos uno por uno.
CONDUCE AL ERROR EN LA FE
Parece pues al menos una gran impudencia, considerar como verdaderas sin ninguna
investigación las experiencias íntimas, como el modernismo propone. Por lo demás, es claro a
todo hombre que el sentimiento y la experiencia no podrán nunca convencer a la razón para llegar
a un conocimiento de Dios. Esta vía pues, sólo lleva al ateísmo y a la negación de la religión.
Tampoco puede el modernismo ofrecer mejores resultados con la doctrina del simbolismo.
Pues si todo elemento intelectual, como él afirma, no es más que un símbolo de Dios, también lo
será el concepto mismo de Dios o de la personalidad divina; y si esto es así se puede dudar de Dios
como persona, quedando abierto el paso al panteísmo.
A un puro y descarnado panteísmo conduce también la doctrina de la inmanencia divina.
Debemos preguntarnos si en definitiva esa inmanencia distingue al hombre de Dios, o no. Si lo
distingue, ¿en qué se diferencia de la doctrina católica, o por qué no admite la doctrina de la
revelación externa [de ese Dios distinto del hombre]? Pero si no los distingue, es propiamente
panteísmo. Ahora bien, el modernismo propone y afirma que todo fenómeno de conciencia, como
el sentimiento y la experiencia de Dios, procede del hombre en cuanto hombre. Luego, se debe
concluir lógicamente que Dios es una sola cosa con el hombre; de donde se sigue el panteísmo.
CAUSAS Y REMEDIOS
48
Gregorio XVI: Carta Encíclica Singulari Nos
49
[Cf. Lc 18, 11].
San Pío X Pascendi 24
OBSTÁCULOS A SU DESARROLLO
Así como la ignorancia sobre el método escolástico de filosofar es causa de la difusión del
Modernismo, su conocimiento es para él un escollo insalvable. Por eso la convierte en objeto de un
contínuo escarnio y desprecio. No hay mayor síntoma de que alguien empieza a inclinarse hacia
las doctrinas modernistas que verle despreciar al método escolástico. Por eso condena Pío IX la
proposición que dice: «El método y los principios con los que los antiguos doctores escolásticos
cultivaron la teología no son adecuados a las necesidades actuales ni al progreso de las ciencias» 50 .
Pone asimismo el espíritu modernista todo su empeño en desvirtuar el valor y la naturaleza
de la Tradición, para quitarle importancia y peso. Pero siempre estará en pie para los católicos la
autoridad del Concilio II de Nicea, que condenó a «quienes se atreven a despreciar las tradiciones
eclesiásticas y a maquinar novedades... o a moverse siniestra y astutamente para derrumbar
cualquiera de las legítimas tradiciones de la Iglesia católica». Y permanecerá firme la confesión
del Concilio IV de Constantinopla: «Profesamos observar y custodiar las normas que han dado a la
Iglesia Santa Católica y Apostólica, los santos Apóstoles, los Concilios ortodoxos universales y
locales, y cualquier Padre inspirado por Dios y maestro de la Iglesia». Por lo cual los Romanos
Pontífices Pío IV y Pío IX decretaron que en la profesión de fe se añadiera: «Acepto firmemente y
abrazo las tradiciones apostólicas y eclesiásticas, y las demás observancias y constituciones de la
Iglesia». Pero igual que de la Tradición piensa el modernismo sobre los Santos Padres de la
Iglesia. Con enorme desfachatez enseñan al pueblo que son muy dignos de veneración, pero que
tenían una ignorancia tan grande acerca de la crítica y de la historia, que sólo se les puede excusar
teniendo en cuenta el tiempo en que vivieron.
Por último, se dedica denodadamente a menoscabar y debilitar la autoridad del magisterio
eclesiástico, tergiversando su origen, su naturaleza y sus derechos, y haciéndose eco de las
calumnias que contra él levantan sus adversarios. Son aplicables las palabras que con gran dolor
escribía nuestro Predecesor: «Con el propósito de hacer odiosa y detestable a la Esposa mística
de Cristo, que es la luz verdadera, los hijos de las tinieblas tienen la costumbre de atacarla
públicamente con calumnias perversas y, tergiversando las cosas y el sentido de las palabras,
la hacen pasar por partidaria de las tinieblas, mantenedora de la ignorancia y enemiga de la
luz y del progreso de las ciencias» 51 .
Por eso no es de extrañar, que los católicos que luchan con denuedo por la Iglesia se
atraigan toda la malevolencia y el odio del modernismo. No hay ningún género de injuria que no
les lancen, y a cada momento los acusan de intolerancia y cerrazón. Si temen su erudición y su
fuerza, anulan su eficacia con una conjuración de silencio. Es un modo de actuar contra los
católicos tanto más odioso cuanto que simultáneamente no escatiman los medios para ensalzar sin
descanso a quienes están de acuerdo con ellos; acogen con grandes aplausos sus libros cargados de
novedades; a quien con mayor atrevimiento destruye lo antiguo y rechaza la tradición y el
magisterio, más propaganda la hacen como hombre sabio. Por último si la Iglesia condena a
alguno de ellos, no sólo se reúnen para alabarlo públicamente por todos los medios, sino que hasta
lo veneran unánimemente como mártir de la verdad.
Con todo este estrépito respectivamente de alabanzas y de insultos, los entendimientos de
los jóvenes se ven perturbados y confundidos y, por un lado para no ser tenidos por ignorantes, por
otra para ser considerados sabios, al mismo tiempo que alentados en su interior por la curiosidad y
por la soberbia vistas como causas, se rinden y se entregan al modernismo.
Lloramos por esa gran cantidad de jóvenes, en quienes se podían poner las esperanzas, que
hubieran podido trabajar con gran eficacia por la Iglesia, y que se han extraviado. Y lamentamos
que otros muchos, si no han llegado a ese extremo, se han corrompido contagiados por una
atmósfera insana, y piensan, hablan, escriben con un desenfado impropio de católicos. Los hay
seglares y los hay sacerdotes y hasta los hay en las órdenes religiosas.
50
Pío IX, Syllabus, proposición 13.
51
León XIII, Motu proprio Ut Mysticam, 11 mar. 1891.
San Pío X Pascendi 25
Manejan la Biblia según los principios modernistas y al escribir de historia, bajo pretexto
de imparcialidad, destacan con minuciosidad y fruición cualquier cosa que parezca manchar a
la Iglesia. Intentan con todas sus fuerzas destruir las piadosas tradiciones populares y desprecian
todo lo sagrado. Los arrastra la vanidad de que el mundo hable de ellos, y piensan que no lo
conseguirán si se limitan a decir las cosas que siempre y por todos se han dicho. Y a todo esto,
están convencidos de que están prestando un servicio a Dios y a la Iglesia; sin embargo, la verdad
es que no hacen más que daño, colaborando eficacísimamente con las maniobras del modernismo.
REMEDIOS EFICACES
En primer lugar y por lo que se refiere a los estudios, queremos que como fundamento de
los estudios sagrados se ponga la filosofía escolástica.
Ciertamente que «si hay alguna cosa tratada con excesivas sutilezas, o superficialmente
enseñada por los doctores escolásticos, si algo no concuerda con las doctrinas comprobadas
con posterioridad, o que incluso de algún modo no es probable, está lejos de nuestra
intención el proponer que hoy día se siga» 52 . Y es importante notar que, al proponer que se siga
la filosofía escolástica, nos referimos a la que enseñó Santo Tomás de Aquino. A los profesores
exhortamos a que tengan presente que abandonar al Doctor de Aquino, especialmente en
cuestiones metafísicas, nunca será sin gran perjuicio.
Puestos así los fundamentos filosóficos, se deberá proceder a levantar con todo cuidado el
edificio de la Teología. Es preciso promover con esfuerzo el estudio de la Teología, para
conseguir que se lo considere como una de las ocupaciones más gratas. «Está claro que entre las
muchas y diversas materias que se ofrecen a un espíritu ávido de la verdad, la Sagrada Teología
ocupa el primer lugar; ya los sabios antiguos afirmaban que a las demás ciencias y artes les
correspondía el papel de secundarla, como si fueran sus servidoras» 53 .
A esto hay que añadir que son dignos de elogio quienes ponen su esfuerzo en aportar
nuevo lustre a la teología positiva, guardando el respeto que se debe a la Tradición, a los
Padres y al magisterio eclesiástico, y con luces tomadas de la verdadera historia.
Ciertamente que hoy hay que tener más en cuenta que antes la teología positiva, sin que la
teología escolástica salga por ello perjudicada.
En lo que se refiere a las ciencias naturales, basta con remitirnos a lo que sabiamente dijo
Nuestro Predecesor: «Trabajad con denuedo en el estudio de las cosas naturales, pues así como
ahora causan admiración los ingeniosos inventos y las empresas llenas de eficacia de hoy día, más
adelante serán objeto de perenne aprobación y elogio» 54 . Pero todo esto sin daño de los estudios
sagrados, como también advierte nuestro Predecesor con estas serias palabras: «Si se investigan
con detenimiento las causas de estos errores, se advierte que consisten principalmente en que hoy,
cuanto con mayor intensidad se cultivan las ciencias naturales, tanto más son descuidadas las
disciplinas fundamentales y superiores; algunas incluso han caído en el olvido, otras se tratan de
un modo superficial e insuficiente, y lo que es peor, se les niega el esplendor de su dignidad,
rebajándolas con enseñanzas perversas y veleidosas opiniones» 55 . Es menester pues, que las
ciencias naturales se cultiven teniendo en cuenta estos extremos.
Es necesario tener presentes todas estas salvedades a la hora de elegir las autoridades y los
profesores de las casas de estudio y de las universidades católicas. En esto, sobre todo en la
elección de profesores, nunca será demasiada la vigilancia y la constancia; los discípulos saldrán a
los maestros. Por estos motivos, con conciencia clara de la propia responsabilidad, es preciso
actuar en ello con prudencia y con fortaleza.
52
León XIII, Encíclica Aeterni Patris.
53
León XIII, Letra Apostólica In magna, 10 dic. 1889.
54
León XIII, Alocución del 7 de Marzo de 1880.
55
Loc. cit.
San Pío X Pascendi 26
Con la misma vigilancia y exigencia se deberá conocer y seleccionar a quienes deseen ser
ordenados, manteniendo lejos de las Sagradas Órdenes el amor a las novedades. Dios ama la
humildad, pero aborrece los espíritus soberbios y contumaces.
Por último, es preciso advertir a los fieles contra los escritos modernistas exhortando a
alejarse de ellos y cuidando que no se encuentren en las librerías católicas. Esos mismos recaudos
deben tomarse con los escritos de algunos católicos, por lo demás bienintencionados, pero que
carentes de formación teológica y contagiados de filosofía moderna, se esfuerzan por armonizar
ésta con la fe, pretendiendo promover la fe por este camino. Tales escritos, que se leen sin temor
precisamente por el buen nombre y opinión de sus autores, tienen mayor peligro para inducir
paulatinamente al modernismo. Los mismos recaudos propuestos para sus libros, deben tomarse y
recomendarse con las reuniones y congresos promovidos por las mismas personalidades.
Por el contrario, debe recomendarse y promoverse vivamente la edición, difusión y lectura
de la enorme colección de autores reconocidamente sabios, piadosos y santos, que han alimentado
y alimentan a las almas sedientas de sabiduría, de virtud y santidad.
CONCLUSION
Hemos querido escribir estas cosas pensando en la salvación de todos los creyentes. Los
adversarios de la Iglesia intentarán con toda certeza aprovecharlas para renovar la ya antigua
calumnia que nos tacha de enemigos del saber y del progreso de la humanidad. Con el fin de
oponer algo nuevo a estas acusaciones, que la misma historia de la religión cristiana rechaza con
argumentos constantes, nos proponemos poner en marcha con todas nuestras fuerzas una
Institución peculiar en la que, contando con la colaboración de todos los católicos famosos por su
sabiduría, se cultiven todas las ciencias, toda la erudición, bajo la luz de la verdad católica que es
guía y maestra. Quiera Dios asistirnos para llevar a cabo este propósito, con la ayuda de todos los
que aman con amor sincero a la Iglesia de Cristo.
Mientras tanto Venerables Hermanos, depositando nuestra mayor confianza en vuestro
trabajo y esfuerzo, pedimos para vosotros con toda nuestra alma abundancia de luz del Cielo, para
que en medio de tantos peligros para las almas a causa de los errores que se infiltran por todas
partes, veáis con claridad lo que es necesario hacer y cumpláis vuestra obligación con energía y
fortaleza. Que Jesucristo, autor y consumador de nuestra fe, os asista en esta misión, así como
también la oración y el auxilio de la Virgen Inmaculada, destructora de todas la herejías.
Y Nos, como prenda de nuestro amor y del divino consuelo en la adversidad, os damos a
vosotros, al clero y a vuestro pueblo, Nuestra bendición apostólica. Dado en Roma, junto a San
Pedro, el día 8 de septiembre de 1907, año quinto de Nuestro Pontificado.
PÍO X, PAPA