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Introducción
Las prácticas que definirán al barroco en música comienzan a manifestarse hacia mediados
del siglo XVI. Durante medio siglo la voluntad monumental, fuertemente expresiva e inclinada
hacia lo masivo y burgués combate contra el carácter aristocrático y anti-popular del
manierismo. Finalmente, tanto las condiciones sociales y políticas, como la nueva
cosmovisión surgida del racionalismo, dan pie al triunfo del barroco.
Barroco es un término que se aplica retrospectivamente a la música perteneciente al siglo
XVII y a los primeros decenios del XVIII. No solo se origina como caracterización despectiva
(entre sus significados predominan “deforme” y “artificioso”), sino que en el caso particular de
la música surge al intentar englobar las prácticas contemporáneas al estilo barroco en la
arquitectura y las artes visuales. Por lo tanto dentro de este conjunto encontraremos no pocas
expresiones fuertemente contrastantes, sino contradictorias. Un último aspecto que complica
aun más las cosas es el producido por la escisión definitiva del mundo protestante frente al
católico, y la acentuación de los rasgos identitarios de las distintas regiones de Europa
iniciadas con la aparición de los estados en el renacimiento.
Por todo esto generalmente se habla de “barrocos”, más que de un estilo unificado,
intentando reparar en las continuidades de estilo, pero sin perder de vista el origen de las
características divergentes de las manifestaciones musicales propias a la época.
En el siguiente texto intentamos condensar los principios que atraviesan estas diferencias.
Constituye una suerte de glosario, que no pretende ser un texto autónomo, sino un material
auxiliar para el abordaje de los textos de la bibliografía.
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Principios de la música barroca
Teoría de los afectos: Un rasgo común a todos los compositores del Barroco fue su tentativa
por expresar, o más bien representar, un amplio espectro de ideas y sentimientos con la
máxima vividez y vehemencia por medio de la música. Esta última, no se escribía para
expresar los sentimientos del artista individual, sino para expresar las emociones que se
entendían como universales; éstas no se comunicaban al azar ni se dejaban liberadas a la
intuición individual, sino que se transmitían por medio de un vocabulario sistemático y
reglamentado, de un repertorio común de figuras o recursos musicales. Este ideal estético
está íntimamente relacionado con la aparición del “espectáculo” y su público. “Mover los
afectos”, despertar por medio de la música y el melodrama las emociones en el oyente, es el
objetivo central de la música barroca. Esta es una de las causas del surgimiento de la textura
bipolar, que hacía descansar en una sola línea melódica, predominante y ornamentada, el
factor expresivo de la música, y del carácter monotemático de la música barroca, ya que la
coexistencia de diferentes materiales en un mismo pasaje atentaba contra la claridad de la
expresión.
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Monodia: Si bien es un término que se aplica usualmente como sinónimo de monofonía,
reviste una mayor importancia histórica cuando es asociada a la canción italiana profana con
acompañamiento de bajo continuo, desarrollada particularmente entre 1600 y 1640. En un
inicio formó parte del programa de la Camerata Florentina tendiente a recuperar las ideas de
la Grecia Antigua acerca de la melodía y de la declamación propias al teatro griego (aunque la
exactitud histórica de la camerata es dudosa) y sus propiedades expresivas, en la búsqueda
de realzar con la música el contenido afectivo de los textos dramáticos o líricos. Rápidamente
se difundió por toda Italia, desarrollándose fuertemente en Venecia y Roma.
En este tipo de obra una voz solista se encargaba de la parte melódica, generalmente muy
ornamentada y flexible, sobre una línea de bajo rítmicamente independiente que formaba
parte del continuo, que era rellenado armónicamente a partir del cifrado escrito.
La monodia es considerada uno de los cambios más representativos del Barroco con
respecto al Renacimiento. Representó una reacción frente al estilo contrapuntístico de este
último, particularmente en lo referido a la equiparación y equilibrio de las diferentes líneas
melódicas.
Al responder al ideal propio al barroco temprano, según el cual la música debía ser la
“sierva” del texto, la monodía reflejaba un estilo dramático, en el que la música intentaba
realzar el significado de las palabras a través de saltos, ornamentaciones, cromatismos y una
flexibilidad rítmica que imitaba la declamación en prosa. Surge así el “recitar cantando”, que
asociado a la ópera se convertirá en recitativo hacia el barroco medio.
Estos factores estilísticos y estéticos han vuelto controversial la periodización histórica de la
camerata de Florencia. Algunos autores (como Fubini o Leichentritt) al priorizar en el análisis
el aspecto estético, tienden a caracterizar a este movimiento como un brote tardío del
renacimiento, basándose en la manifiesta voluntad de estos músicos por recuperar los
postulados de la antigüedad clásica. En cambio, haciendo hincapié en las cualidades técnicas
y estilísticas, muchos autores (Bukofzer, Grout, Palisca) ven en la camerata claras
manifestaciones barrocas. Lejos de intentar superar estas controversias, sugerimos recordar
que tanto Renacimiento como Barroco son conceptos que provienen de otros campos
(historia, artes plásticas, arquitectura) y que se han utilizado a posteriori para describir la
música correspondiente a las épocas signadas por esas otras manifestaciones. En todo caso
de lo que si podemos estar seguros es de que los músicos florentinos no adscribieron
concientemente a ninguno de estos términos. Incluso monodia es una palabra acuñada por
los analistas contemporáneos al estudiar la música del 1600.
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Opera: La opera nace a finales del siglo XVI en Florencia y es unos de los géneros que
identifican al Barroco. Entre las prácticas que combinan drama y música que anteceden a la
ópera, encontramos la comedia Madrigalesca del renacimiento. Sin embargo es en los
Intermedios (intermezzi) donde se encuentra el antecesor más directo de esta nueva práctica.
El intermedio constaba de pequeñas intervenciones que tenían lugar en las interpretaciones
del drama en las cortes italianas. Estas constaban de piezas musicales autónomas con
respecto a la obra principal.
Las primeras óperas tratan temas tomados de la mitología clásica antigua. Generalmente la
macro estructura formal consta de una introducción instrumental (denominada sinfonía u
obertura), un prólogo, y un número diverso de actos. A su vez los actos se dividen en
escenas.
En las óperas italianas, desarrolladas en un clima generalmente burgués, la introducción
cumplía la función de llamar la atención del público en vistas a que prestaran atención al
drama. Por ello generalmente comienzan con un movimiento rápido. La ópera francesa en
cambio, al desarrollarse en la corte real, posee una obertura que comienza de forma lenta,
pomposa y acompasada. De ahí provienen las formas llamadas “obertura italiana” (rápido-
lento-rápido) y “obertura francesa” (lento-rápido-lento).
El prólogo solía estar cantado por un personaje que no intervendría posteriormente en la
historia. Presentaba la problemática del libreto e introducía la acción dramática. En muchos
casos se trataba de un aria estrófica, cuyas secciones estaban separadas por ritornellos
(estribillos) instrumentales.
Cada acto estaba conformado por escenas que respondían más al texto que a una
necesidad formal puramente musical. Estas escenas estaban conformadas por recitativos (en
los cuales descansaba la mayor parte de la narración), arias (que se utilizaban como reflexión
lírica de un personaje en particular) y coros (que en un principio comentaban la acción, como
en el teatro clásico. Paulatinamente los coros fueron perdiendo terreno en la ópera).
Entre los actos existían interludios instrumentales. Sobre todo en la ópera francesa, como es
el caso de la obras de Lully, éstos respondían a movimientos de danza.
Una vez estandarizada la ópera en el barroco medio, estos diferentes momentos se ven
claramente diferenciados. El recitativo está musicalmente muy ligado a la declamación del
texto, por lo que se caracteriza por un ritmo muy flexible, marcado por la recitación. En su
variante más extrema, el recitativo secco la línea melódica es apenas acompañada por un
continuo que es poco más que acordes plaqué. El recitativo acompagnatto en cambio está
acompañado por la orquesta, y manifiesta una textura claramente bipolar. El aria contrasta
con el recitativo, al poseer un carácter predominantemente lírico y melódico. Es una suerte de
canción, dónde se prioriza lo expresivo sin apelar a la narración dramática. Su versión más
paradigmática la constituye el aria da capo, estructura binaria en donde las secciones vocales
son alternadas con un ritornello instrumental. A la segunda sección contrastante seguía la
reexposición de la primera, que no se escribía, y en la cual el cantante modificaba la línea a
partir del agregado de ornamentaciones mediante las cuales mostraba su capacidad técnica.
Un caso intermedio entre recitativo y aria lo constituye el arioso, que cumplía dentro de la
obra la misma función narrativa del recitativo, pero apelando a recursos melódicos y
musicales más cercanos a los del aria.
Hacia el barroco medio, cuando en Venecia (y luego en el resto de Italia y de Europa) la
ópera se transforma en un espectáculo burgués, destinado a todo aquél que pueda pagar una
entrada, esta estructura se ve enriquecida por intermedios cómicos que funcionan como
momentos de distensión. Resulta de ello una estructura que se asemejaría más a nuestra
noción contemporánea de espectáculo circense (dentro del cual las sucesivas apariciones de
humoristas y payasos distienden los momentos de “peligro” de domadores y equilibristas) que
a lo que hoy en día es una función de ópera. Incluso el público pocas veces guardaba silencio
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en las representaciones, y la ópera funcionaba muchas veces como excusa para el encuentro
de tipo social. De ahí la necesidad de dotar a las arias de momentos de gran virtuosismo para
lucimiento de los cantantes, lo que provocaba la modificación de la obra al agregar el
intérprete gran cantidad de ornamentaciones (o directamente pasajes melódicos). No era
extraño que la acción dramática se viera interrumpida al tener que repetirse un aria a partir del
pedido del público. Ya hacia el final del período los ideales originarios del barroco temprano se
vieron abandonados por completo, siendo el componente dramático del texto una mera
excusa para la composición de melodías que permitieran la ornamentación y el despliegue
técnico de los intérpretes. Es por eso que en el clasicismo volveremos a encontrar tendencias
que proponen (150 años después) reequilibrar nuevamente las relaciones entre texto y
música.
A partir de los intermedios cómicos surgirá la ópera buffa (cómica), que se opondrá a la
ópera seria (de libreto dramático). Mientras esta última continuará tomando sus argumentos
de la mitología clásica o de la historia antigua, la ópera cómica tratará temas vinculados a la
cotidianeidad y a la propia época. Ambos estilos operísticos continuarán en el período clásico.
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Cantata: Es el tipo de obra de cámara barroca más importante del género vocal, y fue la
principal forma musical del servicio religioso protestante. Originalmente en Italia, a principios
del siglo XVII, se utilizaba para designar obras vocales estructuradas a partir de variaciones
estróficas. Pero rápidamente se consolidó como un tipo de obra que alternaba arias, ariosos y
recitativos, de forma similar a la ópera, pero resultando en una composición
considerablemente más corta, equivalente a un acto de una ópera o aun a una escena.
Compositores como Rossi, Marazzoli, Carissimi y A. Scarlatti fueron los principales
representantes de este tipo de composición. Los textos en estos casos se referian muchas
veces a situaciones cotidianas y humorísticas, con excepción de las llamadas cantate
spirituale de carácter ligado a lo moral o religioso. En las cantatas de Scarlatti la forma se
estandariza, consistiendo en una serie de arias separadas por recitativos.
En la Alemania protestante se llama cantata a un tipo de obra que generalmente deriva de un
coral luterano, en donde se mezclan textos de los evangelios con otros escritos poéticos.
Buxtehude, Telemann y Bach compusieron cantatas que incluyen arias, recitativos y corales.
Al ser la cantata protestante parte de la liturgia, se compusieron en gran número con el fin de
completar el año litúrgico. Esta es la razón por la que la cantata profana no tuvo una
proliferación similar a la de Italia.
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XVII, la idea del concertato fue rápidamente difundida y adoptada en toda la producción
musical barroca. Tanto las óperas de Monteverdi como las sinfonías sacras protestantes de
Schütz, se compusieron bajo el principio del contraste originado en Venecia.
Dentro del primer grupo encontramos la música que cumplía algún tipo de papel en la
liturgia, y que se puede dividir en dos grupos:
• La que emula a la música vocal (pretende ser el traslado de una obra “a capella” a
un instrumento). Las más importantes son el ricercare y la canzona. En ambos
casos se trata de música polifónica estructurada por el principio de la imitación,
siendo el primero una suerte de motete instrumental, mientras que la segunda
debe su origen a la chanson polifónica francesa. Este carácter imitativo no solo es
el antecedente más claro de la fuga, muy difundida en el barroco tardío, sino que
constituye la principal característica por la que la sonata da chiesa o de iglesia
recibirá su denominación.
• La que servía como interludio de las secciones vocales: tocata, fantasía,
preludio, capricho, intonazione: todos estos términos aluden a distintos tipos de
música instrumental con origen en el período Barroco, que tienen en común su
carácter cuasi improvisatorio, combinando pasajes homofónicos constituidos por
acordes y recorridos de carácter virtuoso de pasajes escalísticos. Podían tocase
con diferentes funciones: como introducción a una obra vocal; para dar la nota al
coro; o como obra instrumental relativamente independiente dentro de un
contexto más amplio fundamentalmente vocal (celebraciones especiales,
coronaciones, misas de matrimonios de la nobleza).
A lo largo del barroco es importante apreciar como se constituyen pares de ambos tipos de
obras, siendo el caso más representativo el agrupar un preludio o tocata con una fuga, siendo
nuevamente J. S. Bach quien condense esta práctica en muchas de sus obras. Así mismo en
la sonata da chiesa, la macroforma alterna movimientos imitativos con otros principalmente
homofónicos.
En el segundo grupo son principalmente importantes las formas que constituirán a lo largo
del periodo el esquema de la suite. Son danzas que si bien tienen un origen popular que se
remonta al renacimiento, ya en los comienzos del barroco se ven estilizadas al pasar a formar
parte del repertorio cortesano. Es así que en Francia se incorporan al Ballet de la corte.
Originalmente se agrupaban en pares, a partir de una lógica de alternancia de tempi (rápido
– lento) y pies (binarios y ternarios). Primero las suyettes de bransles y luego los pares
pavane / galliard o pasamezzo / saltarello (en Italia) constituyen los primeros casos.
La característica definitiva de la suite barroca lo constituirá la alternancia de varios
movimientos que comparten en general la tonalidad y el material temático, pero se diferencian
en cuanto al compás, la división y el tempo o carácter. De hecho resulta similar a una serie de
variaciones sobre un mismo material, pero es importante recordar que en el la suite ninguno
de los movimientos es el tema original. En líneas generales es preponderante la utilización de
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una textura homofónica, con una línea melódica principal y bajo continuo. Es muy excepcional
el uso de procedimientos contrapuntísticos.
En la Francia del siglo XVII suite era un término que se utilizaba para nombrar un conjunto
más o menos heterogéneo de música instrumental proveniente de otras obras (óperas y
ballets). Pero hacia fines del siglo XVII, la suite había asumido en Alemania un orden estándar
de cuatro danzas: allemande, courante, sarabande y gigue. A estas podía agregárseles un
movimiento de introducción (Obertura o Preludio, en este caso si frecuentemente
contrapuntístico) o bien una o más danzas (minuett, bourreé, gavotte) antes de la gigue.
Es interesante observar que la denominación de las danzas es francesa, y responde a reunir
características supuestamente identitarias de algunos países de Europa: la allemande de
origen alemán, la sarabande de origen español, la gigue de origen inglés, siendo las demás
francesas. Tal vez se pueda leer en esta caracterización el espíritu universalista de las cortes
absolutistas, y el primer impacto de índole nacionalista de los tempranos estados europeos.
La música instrumental a partir del barroco medio: si bien, como se dijo más arriba, el
barroco es un momento histórico en el cual se define el género instrumental, y se valida como
independiente, no conseguirá generar estructuras formales que sean absolutamente
autónomas o puras. Por esta razón toda la música del barroco busca permanentemente, y a
veces como excusa, afirmar su estructura a partir de su origen vocal o danzable, aun cuando
dichas funciones específicas habían sido abandonadas. Es posible rastrear entonces, al
interior de cada una de las manifestaciones de la música instrumental barroca, una
justificación que proviene en última instancia de alguna de estas dos fuentes. Las tres grandes
formas instrumentales del barroco, la sonata, el concierto y la fuga, pueden ser entendidas
entonces como derivaciones o desarrollos de las que hemos mencionado anteriormente.
Sonata: Durante las primeras décadas del siglo XVII, este término (como su palabra paralela,
sinfonía) indicaba principalmente preludios o interludios instrumentales en obras
predominantemente vocales; después de 1630, las palabras sonata y sinfonía se utilizaron
con creciente frecuencia para designar composiciones instrumentales autónomas. De hecho
sonata es el antónimo de cantata, y justamente se estandariza en el barroco como la
contraparte o traducción instrumental de la cantata da camera. Es importante diferenciar la
sonata barroca de la sonata perteneciente a períodos posteriores de la historia de la música.
Sobre todo recordemos que la sonata en el barroco nunca se constituye en un estereotipo
formal, como sí lo hará a partir de la “forma sonata” del clasicismo.
En su sentido más general, la sonata instrumental independiente del período barroco es una
composición para un pequeño grupo de instrumentos (de uno a cuatro) más un bajo continuo,
y que consta de varias secciones o movimientos de tempi y texturas contrastantes. Los tipos o
clases principales de sonatas comienzan a distinguirse con claridad más o menos a partir de
1660: la sonata da chiesa (sonata de iglesia) cuyos movimientos están signados por el
carácter o el tempo (Allegro, Adagio, etc…). Los movimientos lentos en general presentan una
textura “bipolar” u homofona y se alternan con movimientos rápidos generalmente fugados.
Esta estructura recoge el emparentamiento propio a las formas instrumentales de origen sacro
del primer barroco (ver más arriba “formas Instrumentales originadas en el barroco
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temprano”). La sonata da camera (sonata de cámara) es un conjunto de danzas estilizadas,
que reproducen la estructura de la suite (ver más arriba “suite”). Las sonatas de Corelli, de
ambos tipos, son un buen ejemplo de sonatas barrocas.
Es materia de discusión el origen de esta terminología. Algunos autores e intérpretes
sostienen que se debe al lugar en el cual eran ejecutadas (y por ello realizan el continuo con
órgano o clave depende del tipo de sonata del que se trate), mientras que muchos otros
prefieren encontrar una explicación en las formas instrumentales de las que se nutre cada una
(composiciones relacionadas a la música vocal sacra, o música vinculada a la danza
cortesana).
Concierto: Aparece durante las dos últimas décadas del siglo XVII como un tipo de
composición instrumental. Este es una síntesis, en música puramente instrumental, de cuatro
prácticas barrocas fundamentales: el principio del concertato; la textura “bipolar”; una
organización musical basada en el sistema tonal mayor – menor; y la construcción de una
obra extensa a partir de movimientos separados autónomos.
Alrededor de 1700 se pueden diferenciar tres tipos de concierto: el concerto orquestal, una
obra orquestal de varios movimientos, en un estilo que subraya la parte de primer violín y el
bajo. En cambio, tanto el concerto solístico como el concerto grosso contrastan
sistemáticamente grupos instrumentales de diferente proporción. En el primer caso se trata de
oponer un solista a la orquesta (denominada tutti o ripieno). El concerto grosso opone un
grupo de solistas a la orquesta. Estos últimos dos tipos de concierto derivan de la sonata
barroca, siendo el primero el equivalente orquestal de la sonata a solo y el segundo de la
sonata a trio. De hecho Corelli, al componer su colección de conciertos, estructuró a la mitad
de ellos de acuerdo a las características formales de la sonata da chiesa, mientras el resto
poseía un esquema de suite propio a la sonata da camera.
Del mismo modo que la sonata, el concierto barroco no constituye una tipología formal,
variando la cantidad de movimientos y la lógica a partir de la cual estos se suceden.
Fuga: (literalmente huida) Fue inicialmente una mera denominación del estilo canónico de
escritura, que se remonta a la caccia (caza) medieval. La fuga apunta a la igualdad en
importancia de las voces y es uno de los mejores ejemplos de la supervivencia del
contrapunto en el barroco. En general esta se limita a un tema (soggetto), por lo que se la
denomina monotemática (hecho intimamente relacionado a la unidad de los afectos). Las
fugas dobles, triples y cuádruples – dos, tres, cuatro temas- son bastante raras, aunque no
inexistentes.
Dentro de la fuga, y fundamentalmente en las escritas por J. S. Bach, la estructura responde
a la organización del plan tonal. Como momentos diferenciados una fuga típica suele estar
conformada por las entradas imitativas del sujeto en las distintas voces, para luego pasar a un
“episodio”, estructurado a partir de una progresión armónica y una secuencia melódica, de
función modulante. Si la obra esta en modo mayor, la modulación del episodio suele
establecer a la dominante como nueva tonalidad. Si está en modo menor, se afirma la relativa
mayor. En esta nueva tonalidad se vuelve a exponer el sujeto mediante la entrada fugada de
las voces, cambiando generalmente el orden de aparición de las mismas. Para volver a la
tonalidad principal se atraviesan alternativamente episodios y exposiciones del sujeto,
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recorriendo tonalidades vecinas (subdominante, relativa menor, etc.). Como resabio de las
formas del barroco temprano, las fugas generalmente están precedidas por un preludio o una
tocata de carácter virtuosístico.
Bibliografía
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