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MENSAJE DEL DOCTOR ÁNGEL ORTIZ GUZMÁN,

PRESIDENTE DE LA ORGANIZACIÓN AUTONOMISTA


PROELA, DEL ESTADO LIBRE ASOCIADO DE PUERTO
RICO, CON MOTIVO DE LA SEMANA DE PUERTO RICO
EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SANTO
DOMINGO (UASD), SANTO DOMINGO D.C., REPÚBLICA
DOMINICANA, A CELEBRARSE EL 18 DE NOVIEMBRE
DE 2004

Panel: Desafíos políticos de Puerto Rico

Ilustrísimo señor Rector de la Universidad Autónoma de

Santo Domingo y demás autoridades académicas; señor delegado

general del Estado Libre Asociado de Puerto Rico en la República

Dominicana; compañeros de panel; docentes y estudiantes de la

Universidad Autónoma de Santo Domingo; hermanos

dominicanos; hermanos puertorriqueños, caribeños todos, buenas

tardes.

Deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento

para los organizadores y auspiciadores de este evento; gratitud por

la invitación a dirigirme a ustedes que recibo y acepto, estoy

seguro que al igual que mis compañeros de panel, como una

reafirmación del lugar de Puerto Rico en la comunidad

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latinoamericana de naciones, pero ante todo gratitud por la

oportunidad de abrir un espacio, en esta casa de estudios, para

reflexionar en torno a los desafíos políticos de esa patria vecina

que es Puerto Rico, y que enfrenta sin duda retos importantes en

esta delicada pero potencialmente prometedora coyuntura

histórica. Confío en que este intercambio produzca reflexiones

valiosas que nos ayuden a mirar el futuro político de Puerto Rico

con renovada esperanza y con una voluntad política cada vez más

sólida para dejar atrás siglos de colonialismo e indecisión y poder

lograr así, desde una plataforma de soberanía y dignidad políticas,

fortalecer nuestros lazos afectivos, culturales, políticos y

económicos con la patria de Duarte y Mella.

Pero permítanme comenzar por lo más reciente. Al momento,

Puerto Rico espera, con una considerable dosis de angustia, los

resultados del escrutinio de votos luego de lo que parece fue una de

las elecciones nacionales más cerradas de nuestra historia. Al

momento, todo parece indicar que el Partido Popular Democrático

retendrá la gobernación y con ella el control de la rama ejecutiva.

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El Partido Nuevo Progresista, por su parte, tomará posesión de la

rama legislativa con mayoría tanto en el Senado como en la

Cámara de Representantes, así como de la posición de

Comisionado Residente en Washington. Tal escenario supondrá

una puesta a prueba de nuestra democracia y de la capacidad de

nuestro liderato político para dialogar, identificar puntos de

encuentro y concertar. Y el mismo surge, para qué negarlo, como

fruto del malestar ciudadano para con la clase política

puertorriqueña: una gobernación poco ágil, distante, con cierto

grado de testarudez y evidentes señales de falta de concentración y

enfoque en lo verdaderamente importante; un ex gobernador que

tras liderar el período más infausto en la historia de la corrupción

pública en el país y desaparecer de la Isla por varios años, decide

regresar intentando borrar su deprimente récord; y una asamblea

legislativa resistente y sorda, cual Ulises, a los reclamos

ciudadanos de mayor eficiencia y menos gasto inútil; y un partido

independentista soberbio, arrogante y poco democrático, que

evidenció no tener siquiera, a pesar de un récord indiscutible de

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labor patriótica, la voluntad política para hacer causa común con

los sectores no afiliados del independentismo y llegando al ridículo

de cuestionar la probidad de todo el que pensara por cabeza propia.

Ante tales estilos y faltas de efectividad y voluntad democrática,

los puertorriqueños sorprendieron con un voto que apenas

comenzamos a analizar, pero que debe abrir un espacio importante

y sosegado para que los partidos reflexionen y repiensen tanto sus

estrategias y estilos de manejar la cosa pública como sus

propuestas políticas de futuro al país. En ese proceso, todos los

partidos políticos deben tener claro una cosa importante y

adicional: la era del estado de los partidos terminó, vale decir, los

tiempos en que el espacio público era dominado por la discusión

intra e inter-partidista son cosa del pasado. El protagonismo de los

ciudadanos, las organizaciones de sociedad civil, el sector privado

y la prensa, como actores políticos claves, promotores del

crecimiento del país, y guardianes del bien público, reposiciona a

los partidos y les exige una entrada más discreta y una actitud de

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mayor apertura al diálogo y la concertación con una diversidad de

actores y actrices.

Para una organización autonomista como PROELA, que me

honro en presidir, estas elecciones también suponen una

oportunidad impostergable para que el Partido Popular

Democrático se replantee su proyecto político. Si bien todo parece

indicar que el Partido Popular retiene la gobernación, no hay duda

que tal triunfo fue el resultado de una alianza de facto entre los

simpatizantes del Partido Popular y simpatizantes de la

independencia de Puerto Rico, vinculados y no afiliados al Partido

Independentista Puertorriqueño. Mientras que, tenemos que

aceptarlo, la base política del Partido Nuevo Progresista ha crecido

en las últimas décadas –aunque no así el apoyo a la estadidad

federada-, la base política del Partido Popular no ha registrado el

mismo crecimiento. De ahí que no podemos perder de vista que la

única posibilidad de hegemonizar el espacio político

puertorriqueño y ser una opción de gobierno pasa por la

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concertación con sectores autonomistas, independentistas y de

centro izquierda e izquierda democrática en Puerto Rico.

¿Qué significa esto para el Partido Popular Democrático y

para el ideal del autonomismo? Creo que los resultados de estas

elecciones, que ponen felizmente en primera fila a una nueva

generación política con la esperanza de dejar atrás viejas mañas y

estilos dinosáuricos, abren una oportunidad inigualable para que el

Partido Popular Democrático vuelva a identificar, como le llamó el

padre fundador, don Luis Muñoz Marín, “nuevos caminos hacia

viejos objetivos”. La ruta de la justicia social y el respeto por los

valores democráticos del pueblo puertorriqueño, requieren hoy de

una nueva ruta, que por la vía de una mayor autonomía, logre

ampliar la base política de un Partido que indiscutiblemente le ha

servido bien al pueblo puertorriqueño y que hoy, bajo el liderato de

nuevo cuño del doctor Aníbal Acevedo Vilá, propone una ruta de

progreso con dignidad.

Pero la ruta de una mayor autonomía y de progreso con

dignidad, por medio de un proyecto verdaderamente

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descolonizador, que resignifique al Estado Libre Asociado por

medio de la articulación de una propuesta de soberanía política y

asociación sin ningún vestigio de territorialidad ni colonialidad, no

debe pensarse como una mera salida de oportunismo político para

sumar votos y ganar futuras elecciones. Se trata, por el contrario,

de aprovechar la coyuntura de un mensaje electoral importante,

para enfrentar, con voluntad política descolonizadora y nuevas

estrategias, el eterno dilema del status político y, al así hacerlo,

asegurar la inserción de Puerto Rico en el nuevo tablero económico

en condiciones más favorables y de mayor apertura a nuestra

comunidad natural y al mundo entero.

Más que trabajar para garantizarse una oportunidad en

futuras contiendas electorales, el Partido Popular Democrático,

ente posibilitador de la transformación económica y política más

importante de nuestra historia contemporánea, tiene que

comprometerse hoy con un nuevo proyecto de país que asegure la

viabilidad económica de nuestra Isla. Para ello, es imprescindible

superar la planificación cortocircuitada por imperativos electorales

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de cada cuatro años y comprometerse, como el proyecto Puerto

Rico 2025 nos sugiere, con un esfuerzo de planificación a largo

plazo. Pero la planificación a largo plazo y un proyecto de

viabilidad económica de nuestra patria no puede quedar

secuestrada cuatro años más por la fragilidad y el desgaste de un

status político que, si bien le sirvió bien a Puerto Rico en la

segunda mitad del siglo veinte, no le sirve bien a la situación actual

de nuestra nación caribeña. Superar el déficit democrático del

Estado Libre Asociado como ha propuesto el ex gobernador Rafael

Hernández Colón; potenciar su inserción política y económica

como igual en el concierto de las naciones soberanas del mundo; y

resignificar nuestra relación de asociación con los Estados Unidos

de América liberándola de todo vestigio de colonialismo, es una

agenda de acción política que el Partido Popular, los autonomistas

puertorriqueños, el pueblo de Puerto Rico en su conjunto, no puede

aplazar.

En esta coyuntura surge la oportunidad de que la plataforma

de gobierno que parece será refrendada por la votación ciudadana

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de hace unas semanas, incluye el compromiso programático con la

celebración de una asamblea constitucional de status en la que,

representantes de todos los sectores políticos y sociales del país,

puedan acordar una ruta procesal y validar un mecanismo de

consulta ciudadana que considere únicamente opciones de status

político no coloniales y no territoriales.

Los simpatizantes del Estado Libre Asociado debemos

reconocer, con honestidad y voluntad de futuro, que los contenidos

actuales del arreglo político al que llegamos en 1952 con el

gobierno de los Estados Unidos de América, no cumple con dichas

condiciones. No se trata, como otros querrían, de dejar al Estado

Libre Asociado fuera de la contienda. Se trata de reconocer que lo

logrado en 1952, como ha dicho el licenciado Luis Vega Ramos,

“no era el final sino el principio de un proceso de

autodeterminación y descolonización”. Se trata de resignificar lo

que el Estado Libre Asociado, que ha sido la opción preferida de

los puertorriqueños a lo largo de los últimos cincuenta años,

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representa y representará en nuestra ruta de cambio y

consolidación democrática a lo largo de los próximos años.

La posición de PROELA es clara: el Estado Libre Asociado

tiene que replantear su relación política con los Estados Unidos de

América para asegurar que, validando la voluntad ciudadana de

seguir vinculados política y económicamente a los Estados Unidos

de América, dicha relación vuelva a nacer de la soberanía política

del pueblo puertorriqueño por la ruta de la libre asociación, modelo

político reconocido por la Organización de las Naciones Unidas

como fórmula legítima de descolonización para el país.

La consistencia del Partido Popular Democrático en la

voluntad política expresada por su Presidente de impulsar la

asamblea constitucional de status no puede flaquear. Más aun, ése

debe ser uno de los puntos clave del diálogo y la concertación con

el liderato estadista en el País. De ninguna manera el nuevo

escenario de gobierno compartido debe ser excusa para abandonar

este importante compromiso. Por el contrario, debe ser la ocasión

para que la nueva generación del liderato autonomista y popular

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del país, evidencie su compromiso inquebrantable con la

descolonización de nuestra patria y la identificación de nuevos

contenidos para el Estado Libre Asociado.

Esta ciudad y este querido país hermano son lugares idóneos

para recordar el dictamen que, evocando un texto sagrado, hacía

uno de los padres de las patrias dominicana y puertorriqueña, el

doctor Eugenio María de Hostos: “mataréis al Dios del miedo, sólo

entonces seréis libres”.

En efecto, esta es una coyuntura en la que como lo propusiera

Inés María Mendoza de Muñoz Marín, el Partido Popular, los

autonomistas, tienen que proceder sin miedo. El crecimiento del

Estado Libre Asociado se ha visto detenido por los temores a la

derecha republicana y estadista, y a su proyecto de meter miedo

con supuestas consecuencias apocalípticas de la soberanía y la

república asociada. El futuro de nuestro país no puede quedar

prisionero de los miedos acomodaticios, tanto más si tal detención

nos aleja de la única posibilidad viable de inserción económica

exitosa y competitiva en la globalización, que nos permita retomar

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con éxito la ruta de la justicia social y el fortalecimiento de

nuestras instituciones democráticas, para desde esa plataforma

identificar novedosas respuestas a los desafíos sociales que aquejan

a nuestra población.

La ruta hacia la descolonización espiritual del pueblo

puertorriqueño pasa por la voluntad política decidida del liderato

autonomista del Partido Popular Democrático para transformar al

Estado Libre Asociado y convertirlo en una fórmula cabalmente

descolonizadora y no territorial. Confío en que sean muchas y muy

productivas las semanas de Puerto Rico que celebremos en esta

casa de estudios y en esta patria hermana, pero donde podamos

celebrar desde el reconocimiento y orgullo de ser un pueblo

soberano, asociado libremente a Estados Unidos y vinculado,

desde una plataforma de dignidad e igualdad, desde un pacto con

soberanía, a todas las naciones del mundo.

Muchas gracias.

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