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1
Cfr. Is 2,1-5; Miq 4,1-2; Mal 2,1-9; 3,3-4.
2
Cfr. VANHOYE, A., Sacerdotes antiguos, Sacerdote Nuevo. Según el Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca
19953,pp. 59-64.
3
Cfr. Ibidem, p. 231.
4
Cfr. VANHOYE, A., Op. cit., p. 272.
En el libro del Apocalipsis el punto culminante de la obra redentora de Cristo es haber hecho de
nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre... (Ap 1,6). La afirmación de la realeza y el
sacerdocio constituyen el motivo principal del cántico de alabanza que pronuncian los veinticuatro
ancianos: y has hecho de ellos para nuestro Dios y reino de sacerdotes, y reinan sobre la tierra.
(5,10). El sacerdocio aparece siempre en un contexto glorioso, pero nunca falta la evocación del
camino del sufrimiento que lleva a la gloria: la sangre de Cristo (1,6; 5,9s) y el martirio de los
cristianos (20,4).
El ideal de felicidad y de santidad se expresa en términos de sacerdocio (20,6): los mártires gozan
de una posición sacerdotal eminente (cfr. 7,14), están ante el trono mismo de Dios y permanecen
allí día y noche dando culto a Dios (7,15). Sacerdocio y realeza definen la situación privilegiada de
los que participen de la primera resurrección: ...la segunda muerte no tiene poder sobre éstos, sino
serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años. (20,6). La vinculación sacerdocio-
realeza imprime un sello característico en el culto cristiano, que consiste en transformar la propia
existencia por medio de la caridad divina, haciendo la voluntad de Dios (Heb 10,36; 13,21), por
tanto, no puede quedar aislado en un sector, encerrado en el templo, sino que esta en relación con la
totalidad de los seres y con el movimiento de la historia; 5 es un culto que se encarna en la historia
del día a día; la oración de la Iglesia sube hasta Dios y tienen una influencia decisiva sobre el curso
de la historia (cfr. Ap 8,3-5).
Aunque todos los cristianos participan de un solo sacerdocio, hay diversos niveles de participación.
Esto queda manifiesto en la relación que 1Pe establece entre los términos organismo sacerdotal y
casa espiritual (cfr 1Pe 2,5.9).6 En Ef 2,20-22, Pablo enfatiza la existencia de una estructura:
algunos han puesto los cimientos del edifico, los apóstoles y profetas, los demás forman parte solo
en la medida en que acepten apoyarse en estos cimientos. Por tanto, la comunidad cristiana esta
estructurada, tiene unos guías (Cfr. Heb 13,7.17; 1Pe 5,1ss).7 Estos dirigentes desempeñan unas
funciones que los convierten en los representantes para la comunidad de Cristo: son ellos los que
han dirigido a los fieles la palabra de Dios, a ellos se les debe obediencia. La mediación de Cristo se
ejerce concretamente por medio de ellos, no sustituyen a Cristo, sino que están encargados por él
mismo de representarle, ejerciendo su autoridad y manifestando su caridad, como responsables ante
él de esta misión. (cfr, Heb 13.7).
5
Cfr. Ibidem, p. 305.
6
Cfr, Ibidem, p. 273.
7
El título de guía no tiene nada de sacerdotal, expresa solamente una posición de autoridad. Cfr. Ibidem, p. 240.
A los de presbíteros (ancianos) de la comunidad,8 les corresponde la obligación de apacentar y
vigilar la grey de Dios que se les ha encomendado (cfr. 1 Pe 5,2). Este cargo constituye una
participación especial en Cristo, pastor y guardián de las almas, de modo que el ministerio de los
presbíteros se presenta como una realización de la misión de Cristo. Ya antes Pablo había realizado
una aproximación entre el servicio sacerdotal que se ejercía en el templo y el ministerio del
evangelio (cfr. 1Cor 9,13s). Hablando a los romanos define su ministerio por medio de una
formulación que expresa con claridad su comprensión sacerdotal (Rom 15,16); entiende el
ministerio apostólico como una capacidad de origen divina que hace de los apóstoles ministros de
una alianza nueva (2Cor 3,6), y describe el ministerio apostólico en términos litúrgicos (cfr. Rom
1,9; 15,16; Flp 2,17). Todas estas afirmaciones nos ponen en camino a una comprensión sacerdotal
del ministerio apostólico.9
Aunque el NT presenta a los ministros de la Iglesia como instrumentos vivos de Cristo mediador y
no como meros delegados del pueblo sacerdotal, nunca concede a los apóstoles ni a los demás
ministros de la Iglesia un título sacerdotal explícito. La ausencia de todo título sacerdotal manifiesta
que en su origen los ministros cristianos no se comprendieron como una continuidad del sacerdocio
antiguo. El interés que se dirigió al cumplimiento de las promesas divinas en Cristo llevó al
desarrollo de una Cristología sacerdotal y en el esbozo de una eclesiología sacerdotal, lo cual
muestra que se tradujo un cambio profundo en la manera de comprender el culto y el sacerdocio;
pero no desembocó en la adopción de títulos sacerdotales para los ministros de la Iglesia. Pero,
como ya hemos visto, el desarrollo doctrinal que se despliega en el NT claramente nos dirige a una
comprensión sacerdotal del ministerio apostólico.
Entre los diversos ministerios cristianos de los que nos da noticia el NT destacan los obispos,
presbíteros y diácono.10 Esta triada se impondrá a partir de Ignacio de Antioquia. A finales del siglo
I de nuestra era la Didaché aplica a los profetas cristianos el término de sumo sacerdote. Clemente
Romano establece un paralelismo entre sacerdotes judíos y los obispos y diáconos. Progresivamente
se asistirá a una sacerdotalización del ministerio. El desarrollo de este proceso desborda del marco
de la Biblia, y pertenece a la reflexión patrística valorar el significado de esta evolución.11
8
El término anciano no tiene, en su origen, una connotación sacerdotal, se empleaba designar a los
responsables de las comunidades. En el ambiente judío se había convertido en título de los dirigentes, paso a
las comunidades judeocristianas y se extendió finalmente a todas las comunidades cristianas, para convertirse
en el nombre de un ministro ordenado. Cfr, VANHOYE, A., Op. cit., p. 275
9
Cfr. Ibidem, p. 279.
10
Episcopos: Flp 1,1; 1Tim 3,1ss; Presbítero: Hech 14,23; 15,2; Tit 1,5; 1Pe 5,1ss; 2Jn 1; Diáconos: Hech 6,5;
Flp 1,1; 1Tim 3,8ss
11
AUNEAU, J., El sacerdocio en la Biblia, Verbo Divino, Estella (Navarra) 19942,p. 58.