La Razón del Mito
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La Razón del Mito - Ricardo López Pérez
Prólogo:
Mario Orellana Rodríguez / Premio Nacional de Historia, 1994
Han transcurrido ya varios años desde que inicié con Ricardo López un fecundo diálogo sobre el mundo antiguo heleno (griego) y en especial sobre las relaciones entre mito, filosofía e historia
. Ahora, me ha invitado a presentar su libro La Razón del Mito y ocupar así las primeras páginas de su valiosa obra. Es la oportunidad, entonces, de continuar nuestras conversaciones sobre el difícil tema de cómo surgió el pensamiento reflexivo en las ciudades helenas de los siglos VII, VI y V aC.
En primer lugar, tengamos presente lo que para nosotros son las principales tesis del libro, en relación al problema del nacimiento de la racionalidad (logos) y de sus relaciones con las narraciones y creencias antiguas sobre dioses y héroes (míthos).
I. La racionalidad filosófica helena no apareció de pronto, rompiendo con las creencias anteriores, es decir como oposición y superación del mundo religioso y místico.
II. No debe buscarse en un tipo de causas la formación del pensamiento reflexivo. Por ejemplo, el notable crecimiento de las relaciones comerciales de las ciudades como Mileto con el Oriente Próximo, y la aparición de una clase de comerciantes que usaban la moneda y comenzaban a comunicarse a través de la escritura, no pueden explicar por sí solas la nueva capacidad de razonar y criticar. Igualmente las influencias del medio ambiente natural sobre los ciudadanos, por ejemplo, de Mileto, expresado en la luminosidad del cielo, en la claridad de la atmósfera, en la extensión del mar, en sus espacios físicos bien delimitados, etc., no bastan para originar un pensamiento diáfano en sus enunciados. Se trata, por lo tanto, de un complejo tema que necesita tomar en cuenta el máximo de variables explicativas, incluyendo también las citadas anteriormente.
III. La ciudad helena es el lugar en donde la palabra es el instrumento, el medio más eficaz de comunicación entre sus habitantes; en donde crecerá lentamente en algunas individualidades, el deseo de responder a muchas interrogantes que se hacían sobre el mundo, sus elementos naturales, sus relaciones, etc. Ya en el siglo VI aC el conocimiento y divulgación de la escritura ayuda a formular mejor las respuestas a los problemas no sólo referidas al mundo natural, sino también al mundo social y cultural.
IV. Pero la ciudad helena también estaba empapada de religiosidad, de cultos y ritos en homenaje a los dioses. El ciudadano no separaba sus actividades de sus creencias. Estas creencias y ritos no fueron socialmente desplazadas por el nuevo pensamiento que comenzaba a aparecer. Incluso no cabe duda que los primeros pensadores (filósofos) extrajeron de los mitos respuestas a sus problemas (Thales de Mileto y el papel del agua como explicación del origen del mundo natural).
V. El conjunto de cuentos, leyendas, narraciones y creencias sobre los dioses, los héroes y los hombres, sobre sus acciones y obras en el mundo divino y de los mortales, era un sólido edificio de ideas y ceremonias, que explicaban también el origen del orden suprahumano y de las instituciones de los mortales. Los mitos dados a conocer por los poemas de Homero y de Hesíodo, hacia el 700 aC, además de recoger antiguas leyendas y creencias, que se transmitían oralmente, ofrecían explicaciones
que tenían su propia racionalidad. Un ejemplo, que destaca López, de un comportamiento inteligente y astuto es el que nos da la Odisea. En este poema épico se presenta la figura del rey de Itaca, Odiseo, quien se distingue por su pensamiento reflexivo y creativo (metis) para resolver los muchos problemas que se le presentan en su regreso a su isla. Para López la metis de Odiseo es además un antecedente del pensamiento creativo que se cultiva en nuestro presente.
VI. Incluso en el siglo V aC la interacción de mito y reflexión filosófica fue muy fuerte. Así, el pensamiento más antiguo seguía alimentando al pensamiento más reciente, que se expresaba en diferentes obras teatrales, de investigación histórica, de textos filosóficos, de poemas, etc.
A partir de esta tesis me parece oportuno ejemplificar esta relación entre mito y logos, con algunas referencias a la obra del historiador Heródoto. Se trata de un investigador
que nació en la ciudad de Halicarnaso hacia el 485 aC y murió en la ciudad de Turío hacia el 420 aC. Su obra, conocida por el nombre de Los Nueve Libros de la Historia, es una extensa narración que recoge las ideas, las creencias, las leyendas, los informes oficiales, los comentarios de sus contemporáneos, fueran helenos o extranjeros (bárbaros
), y sobre todo lo que vio en diferentes lugares del mundo habitado (oicumene).
Su obra es una especie de enciclopedia
del siglo V griego, que en las ciudades helenas se caracteriza, entre otras, por muchas actividades y obras, por la organización de un pensamiento racional que no abandonaba muchas creencias y ceremonias religiosas y narraciones referidas a las acciones de dioses y héroes. Estos mitos fueron reactualizados en las obras de teatro, especialmente en las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides.
Heródoto inicia su investigación (historíe) de las guerras de los helenos contra el imperio persa (490 - 479 aC) buscando sus causas. Lo primero que menciona es el rapto de varias mujeres (Io, Europa, Medea y Helena); se trata de cuentos legendarios que podrían explicar las disputas de helenos y asiáticos. Como esta respuesta, sin embargo, no le satisface busca una explicación más probable. Así, inicia su indagación escribiendo sobre el pueblo de los Lidios y principalmente sobre su rey Creso. Este relato está lleno de cuentos (lógoi) que escuchó; entonces toda la historia
de Creso oscila entre hechos verificables y otros que no podían ser comprobados. Por ejemplo, el diálogo entre Creso y Solón (el filósofo y político ateniense) posiblemente no ocurrió, pero lo que se dice pertenece a las opiniones (gnómai), a las sentencias que se expresaban en la Atenas del siglo V aC.
Para nosotros, la obra escrita de Heródoto es una tela narrativa de muchos colores; unos corresponden a antiguas leyendas, cuentos, sentencias; otros a informaciones escuchadas y finalmente a acontecimientos que pudo ver y, por lo tanto, probar que ocurrieron. Aunque a veces dudaba de la veracidad de lo que le contaban, de todos modos, lo escribía, señalando que lo hacía para no dejar de lado ninguna información. Otras veces sus relatos sobre dioses y héroes los ponía en duda o los acomodaba a una exposición racional; por ejemplo, a propósito de lo que narraban algunos de sus informantes sobre Hércules, escribe en el libro segundo: Los helenos dicen muchas y diferentes inexactitudes. Por otra parte es una necedad lo que cuentan sobre el mito de Heracles
. Esta opinión racional de Heródoto no es un rechazo a la creencia de Hércules (Heracles) o de Poseidón. En el libro séptimo escribe que los tesalios dicen que Poseidón abrió el cañón del río Peneo, lo que les permitió salir al mar. Heródoto precisa que fue un sismo el que separó los montes creando el cañón. Como el dios Poseidón sacude la tierra
y los sismos son su obra, no tiene problemas para mencionar al dios.
Heródoto, investigador y escritor, no fue un mitógrafo
ni tampoco un historiador científico
, como hoy día exigimos. Fue un estudioso de los hechos de los hombres
, de los gloriosos acontecimientos realizados por helenos y persas, de las guerras que se hicieron los unos y los otros. En la búsqueda de la causas (aitíai) verdaderas no podía dejar de lado las antiguas tradiciones, los relatos del pasado (por ejemplo, guerra de Troya) y lo que se opinaba, en su presente, sobre los hechos que estudiaba (guerras médicas).
Su pensamiento más profundo sobre estos acontecimientos debía mucho a los poetas, a los poetas líricos, a los trágicos, y sobre todo a Homero. Los mitos recogidos por los primeros filósofos (Thales, Anaximandro, Anaxímenes), por los trágicos del siglo V y por Heródoto hacían posible entender al mundo tanto natural como cultural. A partir de ellos se enriquecía la descripción del orden, de la organización, tanto de la naturaleza como de la cultura.
Las tesis de Ricardo López, que afirman, con diferentes y valiosos ejemplos, que no hubo un cambio brusco entre el pensamiento mítico y el pensamiento racional, ni menos grandes contradicciones entre el uno y el otro, pueden también enriquecerse con el estudio de la gran obra del investigador
Heródoto de Halicarnaso.
Saludamos, por último, el hecho que en Chile comiencen a publicarse libros de calidad sobre temas que generalmente tratan los investigadores europeos. El libro está bien apoyado por una bibliografía especializada y tiene como logro principal una exposición conceptual rica en el análisis de muchas variables explicativas. Las tesis del Doctor López son consistentes y se leen con agrado porque están, además, escritas en una elegante prosa.
Santiago / Abril de 2012
Introducción:
Convivencia, Distancia y Conflicto
Suele aceptarse, a veces sin demasiadas precauciones, que la racionalidad filosófica aparece en la historia cruzando un umbral, dando un salto, clausurando un período oscuro. Un antes y un después en la biografía de la razón; un paso sin sobresaltos. Una mirada cuidadosa, orientada críticamente, sin embargo, muestra un paisaje más alejado de contrastes tan bruscos; caracterizado, por el contrario, por una variedad casi inagotable de matices.
Pensar, acudiendo a los principios de la lógica, es un rasgo determinante del comportamiento intelectual en la cultura occidental. Racionalidad es la palabra que refiere a una forma del pensar, que obtiene su legitimidad de principios universalmente aceptados. La cultura griega descubrió la razón que favorece el intercambio entre los hombres, convirtiendo a la argumentación, la discusión y el diálogo en las condiciones necesarias para el despliegue intelectual, la búsqueda del conocimiento y el establecimiento de las relaciones políticas. En la antigüedad, con la aparición de la polis, se fortaleció un sistema social que convirtió a la palabra en la herramienta superior de la influencia. En este contexto, surge una tensión fundamental de repercusiones duraderas para nuestra cultura: mito en oposición a logos. Esto es, la imagen, la narración, la emoción, lo maravilloso, en contraste con el discurso abstracto, racional, argumentativo. La lógica de la ambigüedad, por una parte; y la lógica de la contradicción, por otra.
Durante un período, ambas dimensiones conviven y mantienen un equilibrio: implicación y distancia no generan bruscamente una dicotomía insalvable. Con el tiempo, la razón cometerá el exceso de representarse a sí misma como la expresión privilegiada de las capacidades humanas, descalificando otras propiedades del espíritu, impidiendo con ello una concepción plural de la inteligencia y del pensamiento como entidad compleja; y una representación de la creatividad y las habilidades de orden superior. Llegará un momento en que mito y logos entran en oposición, como el discurso no verificable a uno verificable, y como una narración en donde domina la contingencia, al argumento, en donde la organización interna del discurso presenta un carácter de necesidad. Platón tiene en esto una responsabilidad, en la medida en que reorganiza el sentido entero de la palabra para los griegos, en función de un objetivo principal, como ha destacado Luc Brisson: hacer del discurso filosófico el patrón que permita determinar la validez de todos los demás tipos de discursos, incluyendo aquí especialmente la narración poética (2005: 123).
Estos procesos no pueden ser interpretados ni comprendidos acudiendo sólo a fuentes filosóficas. La forma más tradicional de presentar y enseñar la filosofía en nuestro medio universitario, excluye la mirada histórica. Más aún, paradojalmente las propias historias de la filosofía, muchas veces, son colecciones de antecedentes cronológicamente ordenados, sin un verdadero contenido histórico. Demasiado centrado en el texto, el esfuerzo por recoger los aportes de la filosofía, ha olvidado el valor de las fuentes históricas y literarias; y la importancia de buscar puntos de articulación y encuentro. La filosofía y la historia han vivido tensiones mayores, pero una disputa excluyente entre el texto y el contexto no tiene justificación. Muchos desarrollos de la filosofía ganan en matices, y alcanzan su mejor dimensión, precisamente cuando se proyectan en el tiempo y se reconocen dentro de los contextos en los cuales surgieron.
Este texto quiere hacerse cargo de las complejas dimensiones relacionadas con el surgimiento del pensamiento filosófico, en explícito contraste con una cierta manera consagrada de mostrar su origen sobre el fondo de una dicotomía rígida, que fácilmente lleva a plantear las cosas en términos de exclusiones. Una oposición que se hace insostenible, desde el momento en que se reconoce que los poetas no están aislados de los asuntos humanos; y que hay razón también en el mito. Porque no sólo hay representación mítica; el mito cuenta una historia, pero hace más que eso. También explica, revela la trama oculta de todo lo que se tiene por real; preserva para la posteridad los hechos de los hombres y de los dioses. Contiene las categorías que permiten a los griegos pensar su existencia con relación a la vida cotidiana, los grandes acontecimientos y el mundo divino. Una extensa construcción simbólica, que tiene un gran espacio para las emociones, y para el pensamiento.
El mito nos enfrenta tempranamente con el problema de la verdad. Es una forma de conocimiento e interpretación de lo real; ciertamente un acercamiento al mundo, que a pesar de tener a dioses y héroes como protagonistas centrales, aunque no exclusivos, no desembocó nunca en una sacralización. Como proceso de interpretación representa, a su manera, una forma de especulación, que contiene una alta valoración de la palabra, y como tal se encuentra cercana al objeto de la filosofía. Si el mito no contuviese ya una forma propia de racionalidad, no se entiende la carga de provocación que le conocemos, responsable de desatar tantas tensiones y estímulos para el desarrollo del pensamiento.
Pero los poetas no sólo proponen formas de ver e interpretar, convirtiéndose a su modo en educadores; la relación se da igualmente a la inversa, porque el mito refleja también el mundo del cual ha surgido. Según M. I. Finley, la poesía de Homero da cuenta de una sociedad real, plena de actividad, entre los siglos X y IX, cruzada por un conjunto de creencias que son su patrimonio común. Junto con recoger las antiguas narraciones, abriendo una primera etapa en la historia del dominio griego sobre sus mitos, el poeta incorpora una experiencia que no puede ser tenida como pura invención (1999: 26).
El mito es un conjunto variado de historias, pensamientos, lenguajes, explicaciones y enseñanzas, que constituyen la herencia común de los griegos de la época preclásica. Un tesoro que la comunidad entera conserva en su memoria y divulga en cada ocasión. Un tesoro interminable, además, de ejemplos y modelos de acción. Multiforme como Proteo, agrega Jean-Pierre Vernant, designa realidades muy diversas: desde teogonías y cosmogonías, hasta genealogías, cuentos, proverbios, moralejas y sentencias; todo lo que se piensa y todo lo que se dice es trasmitido espontáneamente en el trato cotidiano. El mito se presenta "como el conjunto de los contactos, los encuentros, las conversaciones, ese poder sin rostro, anónimo, siempre evasivo que Platón llama Pheme, el Rumor" (1998: 17). Los mitos están por todas partes; pueden verse tanto como oírse, dado que sus imágenes se encuentran en esculturas, monedas, telas, cerámicas, escudos y construcciones. El hombre griego sabe lo que es la prudencia y el valor; la justicia y el honor; conoce de la guerra, del destino, de la fragilidad de la vida, del trabajo, de la muerte y de la sabiduría. Las narraciones del mito trasmitidas activamente a través de la Hélade por toda la comunidad, y de manera privilegiada por rapsodas errantes especialmente competentes en el arte de la memoria y la narración, como una actividad propia de una cultura predominantemente oral todavía hasta el siglo V, le han mostrado cotidianamente la profundidad y los misterios de la existencia.
En la poesía de Homero, apenas hay una mención muy breve del lenguaje escrito, en un verso en que se hace referencia a una tablilla con amenazas dirigida a