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Freud toma el ejemplo de los actuales salvajes de Australia. Ellos se rigen por el
totemismo: cada clan tiene su tótem, un antepasado benefactor y protector que
une a los miembros más que los mismos lazos de sangre. En cada tótem está
siempre la norma de la exogamia, no estando permitido el vínculo sexual entre
miembros del mismo clan totémico. Totemismo y exogamia aparecen muy unidos.
Si alguien viola la norma, toda la tribu lo castiga enérgicamente como si estuviese
defendiéndose de una seria amenaza, aunque la violación implique un amorío
pasajero que engendra hijos. Si el tótem se hereda de la madre, entonces los hijos
no podrán tener comercio sexual ni con su madre ni sus hermanas, ya que son del
mismo tótem. Todos los descendientes del mismo tótem son considerados parientes
consanguíneos (de la misma sangre), aún cuando sean de distintas familias. Tienen
horror al incesto.
El clan o estirpe totémica junto a otros clanes forman una unidad mayor llamada
sub-fratia, y dos de éstas últimas forman a su vez una fratria. Fratrias y sub-fratrias
son exógamas entre sí. Pero sin embargo alguien de un clan totémico de la fratria 1
sólo puede tener comercio sexual con alguien de un clan totémico de la fratria 2 y
no con una sub-fratria de su misma fratria, lo cual limita mucho la exogamia. Se
impuso tal organización quizá porque la prohibición totémica original del incesto
empezaba a relajarse. De todo esto importa destacar el horror que tienen los
australianos al incesto, quizás porque en ellos la tentación es mayor.
Wundt habla del tabú de los animales (prohibición de matarlos y comerlos), y que
es el núcleo del totemismo. También pueden ser tabúes seres humanos (niños,
mujeres, etc) y otros objetos como plantas, casas, etc. Wundt cree que el tabú
obedece al miedo a un poder demoníaco supuestamente escondido en el tabú. Su
contagio se evita mediante ceremonias expiatorias.
Con el tiempo el tabú pasó poco a poco a prohibir por sí solo, pasando lo demoníaco
a un segundo plano. Sin embargo Wundt no llega a las raíces últimas del tabú, que
son raíces psicológicas y no demoníacas.
El hombre que violó un tabú se vuelve él mísmo tabú porque da el mal ejemplo a
los demás, los cuales deben entonces evitarlo. También se vuelve tabú el ser
humano que tienta a violar lo prohibido, como por ejemplo una mujer, o también el
hombre que despierta envidia. Esta transferibilidad del tabú refleja la inclinación de
la pulsión inconciente, ya indicada para la neurosis, a desplazarse siempre sobre
nuevos objetos siguiendo diferentes caminos asociativos.
En el caso del tabú a los muertos, todo aquel que haya tenido algún contacto con
ellos es impuro, y se vuelve a su vez tabú. Incluso hasta quien pronuncia el nombre
del muerto. Esto mismo ocurre con los neuróticos obsesivos, que temen pronunciar
ciertos nombres, o escucharlos. El tabú de los muertos encierra también una
ambivalencia hacia estos, pues hacia el muerto se siente ternura y hostilidad. El
duelo se cumple porque queríamos al muerto, pero nuestra hostilidad hacia él la
proyectamos fuera de nosotros sobre la figura del muerto y él es ahora el peligroso.
Esta proyección de la hostilidad es inconciente y existía aún desde antes del
fallecimiento, Sólo con su muerte se actualiza este conflicto amor-odio hacia el
fallecido. En general, la proyección sirve para resolver un conflicto de sentimientos
ambivalentes, es decir como defensa, pero también puede usarse cuando no hay
conflicto alguno, como cuando mediante la proyección organizamos el mundo
exterior en base a nuestro mundo interior.
Pero además de ser una forma de explicar el universo, es también una forma de
dominarlo, mediante las técnicas del ensalmo (brujería) y la magia. Son técnicas
que movilizan a los espíritus para que estos cumplan la voluntad del hombre:
proteger, dañar, etc. Entre estos procedimientos está el daño hecho a un muñeco
que representa al enemigo (similitud), o también actuar sobre algo perteneciente al
enemigo como un cabello, o comer su carne, etc (contigüidad). Tanto la similitud
como la contigüidad implican contacto. Son relaciones entre cosas, pero en el
animismo las relaciones existentes entre las representaciones (palabras o
pensamientos) se presuponen también entre las cosas, de forma tal que lo que
hagamos con nuestras representaciones se supone que ocurrirá también con las
cosas. Esto se llama 'omnipotencia de los pensamientos', como el neurótico que
cree que al pensar en la muerte de alguien, esta muerte ocurrirá realmente. Los
enfermos obsesivos son así supersticiosos, aún cuando reconozcan ellos mismos lo
absurdo de su actitud.
En realidad lo proyectado no está afuera sino que está reprimido, latente, o sea es
inconciente. A este material latente accedemos interpretándolo, por ejemplo a
través de los sueños, las fobias, las obsesiones y los delirios. Psicoanalíticamente,
aquellos motivos escondidos existen también entre los salvajes en su animismo y su
magia, pero en ellos, a diferencia del caso neurótico cuyo síntoma es improductivo,
sus invocaciones mágicas tienen un sentido racional: por ejemplo el precepto-tabú
de que los guerreros al pelear deben olvidarse de sus esposas, es para que puedan
luchar despejados sin la añoranza de los ausentes.
Tres tipos de teorías intentaron explicar el origen del totemismo: las nominalistas,
las sociológicas y las psicológicas. Según las primeras, los antepasados dieron
nombres de animales a sus jefes porque tenían algunas cualidades de ellos. Con el
tiempo, sus descendientes terminaron creyendo que su antepasado, el tótem, fue
un animal.
En cuanto a las teorías psicológicas, hay varias, como las de Wilken, Boas, Wundt y
Frazer. Este último, en un primer momento sostuvo como teoría que el tótem es
sentido como un refugio seguro del alma del primitivo para protegerla de los
peligros. Después adhirió a la teoría sociológica antes indicada, y por último, Frazer
buscó identificar la fuente última del totemismo en la ignorancia de los salvajes
acerca del proceso de la reproducción sexual, especialmente respecto del papel del
macho. El totemismo resulta ser así una creación de la mujer, quien cree que algo
(el tótem) la fecunda y le da hijos. Freud critica esto, diciendo que los salvajes no
son tan ignorantes como para creer en una concepción sexual mágica.
Respecto de las relaciones entre totemismo y exogamia, hay quienes dicen que
ambas instituciones están juntas por azar y que en realidad son independientes,
mientras otros sostienen que la exogamia es una consecuencia lógica del
totemismo. Freud no estará de acuerdo con ninguna de las teorías expuestas para
explicar el origen de la exogamia (es decir, el origen del horror al incesto).
Freud intentará una teoría de tipo histórico-conjetural, es decir que supondrá que
hace mucho tiempo se produjo un cierto acontecimiento primordial, a partir del cual
puede luego deducirse el horror al incesto.
Tal acontecimiento se relaciona con una hipótesis darwiniana según la cual los
monos superiores vivieron en hordas, dirigidos por un jefe que acaparaba las
mujeres y que por celos impedía la promiscuidad sexual dentro de su horda. De
esta exigencia exogámica vino después el tótem imponiendo su prohibición del
incesto. Otra teoría sostiene lo contrario, al sostener que la exogamia es
consecuencia (y no origen) de las leyes totémicas. No parece cosa simple unificar
ambas concepciones.
Los niños se interesan más por los animales y se sienten más cerca de ellos que de
los adultos, pero sin embargo desarrollan zoofobias (terror a ciertos animales), y el
análisis mostró que tales animales representaban al padre, en tanto temido
oponente de sus intereses sexuales, en tanto fuente de amenazas de castración.
Estos niños también se identifican con el animal temido, siendo ellos mismos
quienes son peligrosos. Encontramos aquí hasta ahora dos rasgos comunes entre
estas zoofobias infantiles y el totemismo: la plena identificación con el animal
totémico, y la actitud ambivalente de sentimientos hacia él (porque tanto el padre
como el tótem son a la vez temidos y amados). Freud aclara que estas zoofobias
aparecen en los niños varones.
Los mismos miembros del tótem ven en éste a su antepasado y padre primordial.
Este es el núcleo de la explicación psicoanalítica del totemismo. En efecto, las dos
prohibiciones del tótem (no matar al animal totémico y no cometer incesto) son
justamente los dos crímenes cometidos por Edipo (mató a su padre y tomó por
mujer a su madre). Si estos dos deseos no son adecuadamente reprimidos, darán
lugar a la neurosis. Se concluye hasta ahora: el sistema totemista resultó de las
condiciones del complejo de Edipo.
El lazo que los une no es entonces simplemente el banquete, sino el hecho que
tanto los adoradores como el dios comían el mismo animal, con lo cual la vida de
este pasaba a morar en la sangre y la carne de todos ellos. La religión totemista se
funda así en la matanza y devoración periódica del tótem. Consumada la muerte, el
animal es llorado y lamentado compulsivamente por temor a una represalia, pero
inmediatamente después viene un festejo jubiloso donde se liberan todas las
pulsiones. El tótem, desde el psicoanálisis, es el padre, pues hacia él hay
sentimientos ambivalentes: se lo odia (por eso es matado) y se lo ama (por eso es
llorado).
Uniendo esto con la hipótesis darwiniana de la horda primordial, cabe pensar que
esta horda es el origen de los sistemas totémicos. Ello se debe a un acontecimiento
que conjeturalmente según Freud tuvo que haber ocurrido: los hermanos se unieron
para darse fuerza y poder matar al jefe de la horda, severo y celoso. Luego
comieron su cadáver para identificarse con él y que cada uno tuviese un poco de la
fuerza del padre. El banquete totémico recuerda periódicamente este
acontecimiento. Pero como los hermanos también amaban al padre vino luego el
arrepentimiento, naciendo así el sentimiento de culpa en la humanidad, volviéndose
el muerto más fuerte de lo que había sido en vida. Desde esta conciencia de culpa
de los hijos varones nacieron las dos prohibiciones totémicas: no matar al animal
totémico, y no tener vínculos incestuosos con mujeres del mismo clan (ya que era lo
que el padre originalmente prohibía). Ambas cosas fundaron la eticidad del
hombre,y mientras la primera solo tenía su razón de ser en un simple sentimiento,
la segunda tuvo además un valor práctico: la prohibición del incesto impedía que
los hermanos se peleen entre sí por las mujeres de su clan, lo cual implicaba el
riesgo de que apareciera nuevamente un padre tirano y celoso entre ellos. En
suma: el psicoanálisis nos lleva sostener un nexo íntimo y un origen simultáneo
entre totemismo y exogamia.