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1.

Contrato social

El contrato social permite a los individuos salir del estado de naturaleza para entrar en
el estado civil. No es un hecho histórico sino una hipótesis que nos dice cómo debe ser
administrado el Estado. El contrato social es el propio de una constitución republicana
si implica la igualdad o sumisión absoluta de los individuos a una autoridad, lo cual
acerca el pensamiento kantiano a Hobbes y, al mismo tiempo, garantiza la libertad o
que el individuo es colegislador, esto es, que ninguna ley puede ser aprobada sin su
consentimiento y que, por tanto, el gobernante tiene que dictar las leyes como si
emanasen de la voluntad general, lo cual aproxima el pensamiento de Kant a Rousseau.
El contrato social originario ha de respetar también el principio de ciudadanía, que
implica la elección de representantes. Al contrario que Rousseau, para quien todos los
hombres son ciudadanos, Kant distingue entre ciudadanos activos y pasivos siguiendo
el criterio de posesión de tierras.

2. Racionalismo-empirismo.

El empirismo es la teoría filosófica según la cual el origen y límite del conocimiento


es la experiencia sensible. Los empiristas más conocidos son Hobbes, Locke, Hume
y Berkeley.

El racionalismo es la doctrina filosófica que no reconoce como fuente de


conocimiento más que la razón, rechazando, por tanto, la revelación, la fe y los
sentidos. En la historia de la filosofía el racionalismo tiene un significado más
restringido y comienza en el s. XVII con la figura del matemático R. Descartes.

Es interesante comparar empirismo y racionalismo:

1. Según el empirismo el origen del conocimiento es la experiencia mientras que


para el racionalismo es la razón. Según el racionalismo a partir de las ideas
innatas el conocimiento avanza de forma necesaria y a priori: por ejemplo, en
Descartes, Dios es una idea innata que funciona como criterio de evidencia,
como fundamento de todo nuestro conocimiento. Para el empirismo la mente es
como una “tabla rasa” y, por tanto, toda idea que se pueda encontrar en ella
procede de la experiencia; realiza, por tanto, una crítica sistemática de la
metafísica.
2. Según el empirismo el conocimiento humano tiene límites, está limitado por la
experiencia sensible, mientras que el racionalismo tenía una confianza absoluta
en los poderes de la razón para conocerlo todo.
3. El racionalismo buscaba un método que unificara el saber y había tomado
como modelo a la ciencia moderna únicamente en su aspecto matemático,
mientras que el empirismo, inspirándose en la física de Newton, tiene un
carácter más crítico y habría recogido el otro aspecto: la importancia de la
experiencia.
4. Empiristas y racionalistas defienden el fenomenismo: lo que directamente
conoce la mente son sus ideas (no las cosas), y pensar se reduce a relacionar
ideas entre sí. Por esta razón, los empiristas conceden gran importancia a los
análisis de los mecanismos psicológicos que explican las asociaciones de ideas
entre sí y el aislamiento del sujeto frente a la realidad. El fenomenismo conduce
al clásico cuestionamiento de la existencia del mundo externo. Descartes tendrá
que recurrir a Dios como garantía de la existencia del mundo externo. Locke
considera absurdo demostrar determinadas cosas y da por supuesto que nuestras
ideas de sensación, al menos las que se refieren a cualidades primarias, son una
copia exacta del mundo real. Hume entiende que la única garantía del mundo
externo es el hábito o costumbre que producen en nosotros la constancia y
coherencia de nuestras percepciones, así como su valor de supervivencia.

3. Libertad jurídica.

La libertad es para Kant y Rousseau un derecho natural que corresponde a todo


individuo. Kant defiende, por tanto, la libertad política positiva, por la cual cada
individuo se convierte en colegislador, es decir, en coautor de las leyes del Estado. En
este punto, Kant se aparta de Hobbes y se acerca a la idea de autolegislación presente
en el concepto de “voluntad general” de Rousseau. El gobernante debiera legislar
como si fuera posible que la voluntad unida del pueblo diera su consentimiento a las
leyes .

El concepto de libertad jurídica no expresa desobediencia civil, puesto que Kant, al


igual que Hobbes, consideraba que la sumisión al poder del Estado era una condición
necesaria para el orden social. Para evitar excesos del gobernante Kant confía en su
defensa de la libertad de expresión.

4. Giro copernicano

Matemáticas y Física son ciencias y, por tanto, conocimiento verdadero


universalmente válido. Es decir, ambas ciencias aumentan nuestros conocimientos
sobre el mundo (sintético) y nos proporcionan conocimiento necesario, universal e
independiente de la experiencia (a priori). Kant llega de este modo a la sorprendente
conclusión de que poseemos conocimiento necesario sobre el mundo que es previo a la
experiencia. ¡Menuda sorpresa! ¡Sabemos cosas verdaderas sobre el mundo sin haberlas
previamente experimentado!. Pero, después de Hume, ¿cómo es eso posible? ¿cómo son
posibles los juicios sintéticos a priori con sus extraordinarias propiedades?

Para explicar su hipótesis Kant afirma que es necesaria una “revolución filosófica”
análoga a la que dio origen a la revolución científica. Así, Kant cree que no hay más
remedio que dar a la filosofía un giro copernicano. Vamos a explicarlo despacio. El
empirismo de Hume minusvaloró el alcance de nuestro conocimiento porque afirmaba
que todo nuestro conocimiento tiene su origen en la experiencia. Esta posición era para
Kant análoga al geocentrismo astronómico (hipótesis falsa aunque muy intuitiva). El
racionalismo cartesiano sobrevaloró el alcance de nuestro conocimiento porque creía
que podía avanzar exclusivamente a partir de ideas innatas (hipótesis también falsa pero
más afín al resultado kantiano pues es análoga al heliocentrismo). Kant adopta una
postura intermedia entre empirismo y racionalismo: El conocimiento es una síntesis
entre lo dado por la experiencia y lo que pone el sujeto que conoce. El gran
descubrimiento kantiano es que el mundo es, en parte, el producto de nuestra mente.
Por ese motivo podemos formular juicios a priori sobre él. El giro copernicano
consiste, por tanto, en situar al sujeto y no al objeto (la experiencia) en el centro del
conocimiento. Kant confía en superar de este modo el escepticismo de Hume. Ahora
bien, ¿qué hace nuestra mente con la caótica información que nos llega a través de los
sentidos? Si podemos responder a esta pregunta sabremos en qué dominios podemos
alcanzar un conocimiento sobre el mundo verdadero y universalmente válido.

5. Ilusión trascendental

Lo primero que hay que saber sobre la tercera y última facultad del conocimiento es que
la razón no conoce sino que piensa. Veamos, conocer, según Kant, es lo que hace el
entendimiento en los juicios, es decir, aplicar a los fenómenos particulares conceptos
generales, algunos de ellos a priori (categorías). Hay, por tanto, en el conocimiento, dos
elementos necesarios: concepto y experiencia (fenómeno). Pues bien, pensar consiste
sólo en organizar los conceptos según sus relaciones lógicas, encajando unos dentro de
otros según sean más o menos universales. El resultado de la actividad de la razón son
los conceptos universalísimos que Kant llama Ideas de la razón:

• Alma. El conjunto de nuestros conocimientos acerca de los fenómenos de la


experiencia interna
• Mundo. El conjunto de nuestros conocimientos acerca de los fenómenos de la
experiencia externa
• Dios. La síntesis de ambas.

Ahora bien, aunque mediante las ideas podemos pensar la totalidad de los fenómenos,
ellas mismas no nos dan a conocer nada pues para ello necesitaríamos tener alguna
intuición (experiencia) de las Ideas de la razón, cosa que no es posible. Por lo tanto, la
metafísica como ciencia es imposible porque el límite de nuestro conocimiento es la
experiencia sensible. Pero se da el hecho -faktum, que es la palabra que usa Kant para
ponerse serio- de que el hombre es un animal metafísico, de que el hombre posee una
tendencia natural a preguntarse ¿Quién soy?, ¿Qué sentido tiene el mundo? ¿Existe
Dios? a pesar de ser consciente de que nunca podrá obtener una respuesta. A esta
tendencia al error le llamamos ilusión -engaño- trascendental. Kant la compara con la
imposibilidad que tenemos de ver la Luna siempre del mismo tamaño: nos guste o no, la
vemos mayor cuando está más cerca del horizonte. No podemos conocer las Ideas de la
razón, pero, dice Kant, podemos atribuirles un uso regulativo en dos sentidos:

• negativo, señalan los límites del conocimiento;


• positivo, impulsan a organizar cada vez mejor los conceptos del entendimiento.

Aunque imposibles de tratar mediante la razón pura Kant cree que podemos realizar un
nuevo acercamiento a los grandes temas metafísicos a través de la razón práctica. Los
postulados de la razón práctica son presupuestos o condiciones necesarias de la
existencia de la moralidad, es decir, proposiciones que es necesario suponer si no
queremos admitir que la moral y el deber no son más que un absurdo. Así:

1. La libertad. ¿Qué sentido tienen el deber, la culpa, la responsabilidad, los


juicios si no somos libres?
2. La inmortalidad del alma. La Naturaleza ha puesto en el hombre la tendencia
al deber y ya sabemos que la Naturaleza no hace nada en vano. Si ha puesto
dicha tendencia en el hombre la ha puesto para que sea cumplida pero en esta
vida el hombre es un ser limitado, condicionado por las urgencias del cuerpo,
por el deseo, por el egoísmo… Por ello, como garantía de la posibilidad de un
progreso indefinido en la virtud es necesario que el hombre sea inmortal.
3. La existencia de Dios. La virtud consiste en la intención y la lucha por
someterse al deber “por el deber”. La felicidad – bien supremo de ser humano,
recuérdese a Aristóteles- queda excluida como motivo determinante de la acción
moral; pero no como “premio” de la virtud. Para los epicúreos y los estoicos,
virtud y felicidad coincidían. Pero tal coincidencia no es evidente. A menudo
observamos que el cumplimiento del deber lleva aparejado normalmente lo
contrario a la felicidad. Para que el deber y la moral tengan sentido es
necesario que Dios exista y haga coincidir virtud y felicidad en el futuro.

Dios, inmortalidad y libertad no son fenómenos, sino noúmenos. Son


indemostrables e incognoscibles. Los postulados de la razón práctica únicamente nos
permiten creer en ellos, pero creer con una “fe racional”, es decir, “creer con algún
fundamento racional”. En definitiva, el resultado de las dos primeras críticas es
“suprimir el saber [metafísico] para dejar sitio a la fe”.

6. Imperativo

Kant se ocupa del tema de la moral en su obra Crítica de la razón práctica. Del mismo
modo que, en respuesta al escepticismo y el relativismo de Hume, había buscado en su
Crítica de la razón pura el fundamento del conocimiento científico (universal y
necesario) Kant busca en la ética el fundamento de una ley universal.

Los imperativos morales pueden ser de dos tipos: a) Máximas: principios subjetivos
de acción y b) Leyes prácticas: Son principios objetivos y universales, es decir,
válidos para todos.

Las leyes morales se hallan del lado del deber moral. Según Kant el deber moral es un
hecho (faktum) del que cualquiera es consciente: todos hemos experimentado el
conflicto entre los intereses o los impulsos de nuestro cuerpo y la voz de la “conciencia”
o el deber. Sólo somos libres cuando obedecemos a la ley moral que dicta el deber. En
cambio, cuando nos dejamos llevar por nuestros instintos estamos siendo determinados.
La libertad, paradójicamente, pertenece al campo del deber. Y, pertenece, además, al
reino de la cosa en sí, del alma.

Según Kant, a la hora de valorar una acción hay que atender exclusivamente a la
intención de la que emana esa acción y nunca a las consecuencias de la misma. No hay
nada bueno ni malo en el mundo, salvo una buena o una mala voluntad. Una voluntad
es buena cuando la guía una buena intención y una intención es buena cuando busca
cumplir el deber por respeto al deber y no por las consecuencias de la acción.

Kant distingue obrar por respeto al deber y obrar conforme al deber. Obrar
conforme a deber es, por ejemplo, “no robar” por miedo al castigo. Obrar por respeto al
deber es, asimismo, “no robar” porque se considera que nadie debería hacerlo. El
Estado nos exige solamente obrar conforme a deber pues su ámbito es el de la
legalidad. Sin embargo, la moral nos exige obrar por respeto puro al deber. Es el reino
de la moralidad.

En el reino de la moralidad sólo vale guiarse por los principios de la moral formal y el
imperativo categórico.
Kant dice que hay dos clases de moral: la moral material y la moral formal:

(1) La moral material

Una moral es material cuando sus imperativos nos dicen qué tenemos que hacer -la
norma que hay que seguir- y qué fin obtendremos si actuamos de ese modo. Un
ejemplo: “Si quieres ser feliz -fin- entonces debes elegir siempre el término medio
-norma-” Todos los sistemas morales anteriores al de Kant son “materiales”. Kant
considera que fueron incapaces de fundar deberes universales. En efecto, los
imperativos de esta moral son siempre hipotéticos, del tipo: “Si quieres…, entonces
debes…” : Por ello, el imperativo sólo obligaría a los que aceptan el fin (por ejemplo, la
felicidad), pero no a los que no lo acepten como algo deseable: no sería, pues, un deber
universal. Además, estos imperativos son siempre empíricos o materiales, ya que sólo
mediante la experiencia se puede determinar cuáles son las normas para alcanzar la
felicidad. Ahora bien, la experiencia no puede nunca fundamentar una afirmación
universal. Así, es posible que mucha gente no esté de acuerdo en que la felicidad se
encuentre en el término medio. Las morales materiales no incluyen, por tanto, leyes
prácticas sino sólo máximas. Las morales materiales son, además, heterónomas.

(2) La moral formal

La moral formal es aquella en la que no se propone ningún fin concreto ni norma


alguna. Es a priori pues su propuesta es ajena a la experiencia. Se formula mediante el
imperativo categórico y no hipotético, es decir, la máxima no está sometida a
condición alguna. La moral formal es, también, autónoma pues el deber emana
directamente de la voluntad.

La moral formal contiene un único imperativo, el imperativo categórico. Este


imperativo es:

“Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley
universal” (Fundamentación, II).

Se trata de un imperativo categórico, porque no está sometido a condición alguna, es


decir, no dice: “Si quieres…” (en cuyo caso sería hipotético). Y es formal, ya que no
expresa lo que hay que hacer (entonces sería material). Lo único que dice es que para
que una “máxima” personal de conducta que ella misma sí es material y particular
pueda ser considerada por mí como un deber moral, es preciso que yo pueda querer que
se convierta en un deber universal. Es decir, que lo que yo considero un deber para mí
deba ser también un deber para todos.

Otra formulación del imperativo categórico es:

“Obra de tal manera que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de
cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio” (Ibíd.).

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