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Abstract:
Se tomarán dos textos (segunda y tercera generación), para evidenciar las huellas
textuales que denotan la búsqueda de este significante ausente, detectándose una
dialéctica metonímica constante que evidencia la imposibilidad de narrar lo inenarrable
y la necesidad del ejercicio escritural como forma de construcción de un significante
inexistente, ausente, callado.
Palabras Claves:
Patricia Pienovi A.
Licenciada Lengua y Literatura Hispánica
P. Universidad Católica de Valparaíso
Santiago, Octubre 2009
Decir que el lenguaje es una herramienta o instrumento que nos permite conocer e
internalizar lo que nos rodea, es iterar lo que de suyo es evidente, de igual forma el
lenguaje permite contarnos a nosotros mismos (dar cuenta de) quienes somos, tomando
protagonismo en la construcción de la identidad; ya desde la infancia se van
instituyendo hechos que nos permiten significar; lo que Matilde Ruderman llama
“marcas”, las que se actualizarán continuamente sobre las originales. Tales marcas
pueden ser asumidas como positivas o negativas de acuerdo a los parámetros
previamente establecidos y relacionados con la sociedad y la cultura; por ello si en esta
visión dejamos de lado la relación de los sujetos con el Estado, dejaríamos fuera las
determinaciones de la historia social y ya que, el estado produce un sujeto con deberes y
derechos, el sujeto de un estado: el ‘ciudadano’, se configurará como sujeto de la
conciencia con las marcas específicas de estos, como refiere el historiador Ignacio
Lewkowicz “el Estado instituye marcas y produce un plus, un algo más que permanece
oculto”.
¿Cómo dar cuenta, entonces, cuando a un sujeto se le presenta en la vida social una
experiencia para la cual carece de antecedentes (marcas)? Es decir ¿Cómo da cuenta de
los horrores del traumatismo histórico (en ambiente de violencia política) cuando el
sujeto estructurado por el conjunto de marcas familiares y del estado, carece de
antecedentes que le permitan resignificar las marcas e incorporarlas al ejercicio
permanente de constituir su identidad?
En el contexto de mi trabajo con los hijos, he tomado contacto con la gran cantidad de
material que estos producen en el campo de las comunicaciones de todo tipo, cineastas,
audiovisuales, escrituras testimoniales, poemas y toda clase de producciones en el área
de las artes. Hoy con la perspectiva que da la lejanía de los hechos y los exiguos logros
que se han obtenido por establecer qué ocurrió con los sujetos víctimas de la violencia,
aún no se logran los procesos de resignificación en su totalidad.
“Las risas y las voces de mi padre” - Homenaje a Marcelo Concha Bascuñán de María
Paz Concha Traverso – 2° Generación (23/01/74) – Hija DD
María Paz nos adentra en las vivencias que le producen la escucha de una cinta de
audio, en la que por vez primera escucha la voz de su padre que la conoció recién
nacida. El texto deja traslucir la necesidad de construir la imagen del padre ausente
cuando nos dice “hoy sentí tu voz, el único registro vivo”, es necesario notar que usa el
verbo “sentir” por “oír” dejando en el lector la idea de lo envolvente que es el acto de
esa escucha. Luego de detallar el registro de los vestigios que le permitieron construir la
imagen de su padre nos señala “hoy día por fin supe la verdad, esa que estaba en mi
cabeza…Por eso tengo tu primera foto del campo de Chacabuco” para finalmente
señalarnos que existe un testigo presencial de la vida de su padre en el campo de
concentración: “el <Cachorro>, el único testigo que te vio en 1976” para concluir el
relato con la sentencia que debela esa búsqueda del objeto físico, del significante que le
permita abrir paso a la resignificación aún pendiente: “si pudiera encontrar al
cachorro, si supiera dónde está, si por lo menos supiera su nombre, si tuviera alguna
pista, alguna huella, algún lugar donde restaurar tu imagen y bendecirte a la luz del
día”
Hoy sentí tu voz, el único registro vivo aparte de tus fotos, las fotos de Marcelo con Aminta en Temuco, en
esa casa sencilla donde vivieron el único tiempo legal que tuvieron para amarse, ese tiempo vertiginoso
que parece que se hubiera ido con la lluvia o que nunca hubiese existido. Marcelo grande, crespo, moreno
y sonriente, al que le hacían descuentos en Patronato porque lo creían de la «colonia» y que tardaba días en
encontrar zapatillas de su número para hacer deporte.
Marcelo nadador en la Universidad de Chile, con las copas y trofeos que quedaron escondidos en las
bodegas de nuestras casas junto con los libros en ruso y las cartas de Chacabuco. También están las otras
cartas, ésas en que hablabas del cansancio y la pena que te produce dejar a Aminta sola cuando tú te
pierdes en esos campos tratando de ayudar a los campesinos en sus líos de las tierras. Pero para eso
estudiaste, para eso vives; sin embargo la chica que se queda sola y dejó Santiago jurando acompañarte
toda la vida, también te necesita y, a sus diecinueve años apenas sabe cocinar, por eso llama a su madre
para preguntarle cómo se hacen las cazuelas, es que sabe de tu apetito y sabe también que en las casas de
los compañeros te comerás las uvas y la harina tostada.
Hoy día por fin supe la verdad, ésa que estaba en mi cabeza y que nunca quise preguntar quizás porque en
realidad lo sabía y sólo necesitaba confirmar detalles. Por eso tengo tu primera foto del campo de
Chacabuco junto al grupo folclórico y al capellán, donde te volviste a reír y a tocar la guitarra y, cuando
Aminta viajó esos miles de kilómetros para que me vieras recién nacida, pudiste conocerme. Me cantaste
entonces, y les cantaste a tus compañeros, ésos con los que compartías el horror supremo de las prisiones, y
que se burlaban de ti porque no creían que un turco tan negro pudiera tener una hija tan blanca; si parecía
de leche entre tus manos grandes.
Y después el reencuentro con la libertad, ésa que duró tan poco antes de que partieras de nuevo dejando a
Aminta, a mí y a ese hijo póstumo que nació después que tú te fuiste y, que al igual que yo, no conocía tu
voz hasta ahora; con la diferencia que él no sabe lo del «Cachorro», el único testigo que te vio en 1976,
cano y con la barba blanca, desquiciado en alguna casa de tortura en algún lugar de Santiago entre las luces
de las vendas. Yo te imagino y reconozco así Marcelo sentado, cabello cano, pero no con ese pelo crespo,
negro; sí con tu barba blanca. Si pudiera encontrar al cachorro, si supiera dónde está, si por lo menos
supiera su nombre, si tuviera alguna pista, alguna huella, algún lugar donde restaurar tu imagen y
bendecirte a la luz del día.
Texto 2:
“Mi Abuelo” – Eustorgio Bravo Encina – Fernanda Bravo - 3° Generación (12/12/89) –
Nieta de Preso Político y Torturado
Mi Abuelo
Fernanda Bravo B.
http://www.facebook.com/Vittoriaenatto?ref=name#/wall.php?
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Como entender lo que te hicieron
Si recordarte significa dulzura
Si tú eres quien nos marco el camino
Si gracias a ti aprendimos que el mundo no es justo
Pero que pese a eso hay que luchar y vivir cada momento con alegría
Nos enseñaste a entender la verdad y la justicia
Esa justicia que es justa solo para algunos
Pero que hay que cuidar porque sin ella estaríamos peor
Y no digo que estemos mal
Tenemos vida, salud y cariño
Pero no te tenemos a ti
No tenemos tus brazos, los que jamás volveré abrazar
Tus ojos cansados de luchar
Pero llenos de vida para dar
Esas manos y ese humor
Que era capas de llenar toda una habitación
Apenas se advertía tu presencia
Alegraste las reuniones familiares
Debo admitir que ya no me reúno con mi familia
Porque sin ti no es lo mismo
Porque tu recuerdo lo tengo muy dentro
Y me duele
Me duele saber los detalles de lo que tuviste que pasar
Tengo vagos recuerdos de ti pero son fuertes
Eres mi abuelo y tengo memoria, por ti.
(22 de febrero de 2009 a las 2:39)
Por último es necesario señalar que no sólo los afectados directos por la violencia
política del estado son los que, en la etapa posterior, se ven impelidos a la
resignificación, también los victimarios y su descendencia se encuentran en el mismo
proceso, por lo que el ejercicio de la resignificación abarca a la sociedad en su conjunto,
es lo Matilde Ruderman concluye ya en 1999: “Quizás el duelo sea imposible de cerrar
hasta que se encuentren palabras que permitan instituir un nuevo universo de discurso
donde nada nos sea ajeno”