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Por.Javier Flórez Henao .

El 2 de febrero de 2009 el presidente de Venezuela, Hugo


Chávez Frías, celebró su décimo aniversario en el Palacio de Miraflores. Década que ha
estado plagada de incidentes políticos, económicos, sociales e internacionales de la mayor
relevancia, todos ellos enmarcados dentro de lo que se denomina “Socialismo del Siglo
XXI” de espíritu “Bolivariano”. Esta revolución, impulsada por Chávez, tiene un propósito
político claro y evidente, y una finalidad personal propia de aquellos que desean el poder.
En el primer caso, se trata de transformar la sociedad venezolana en todas las categorías de
su actividad como agregado comunal, con vocación de permanencia, entre ellas la
económica, la cultural, la política, etc.; en el segundo, es la búsqueda permanente por
permanecer en el poder, por parte de quien lo tiene. Para ello, se necesita, por un lado, de
medidas pragmáticas de efectos inmediatos y, por el otro, de procesos de trasformación
estructurales con efectos en el largo plazo. En ambas direcciones ha avanzado el régimen
chavista.

Esos objetivos, tanto pragmáticos como estructurales (estratégicos), generan con facilidad
polarización en la sociedad específica donde se adoptan, provocando movilización social en
las dos posturas enfrentadas. En ese sentido, es evidente que la política en Venezuela debe
ser considerada, siguiendo a Duverger, como una realidad ambivalente, caracterizada por la
contradicción o disyunción entre lucha e integración. Así, las últimas encuestas realizadas
en este país visualizan esta realidad, al mostrar la evidencia cuantitativa de algo que a nivel
abstracto y teórico parece bastante diáfano en una coyuntura como la venezolana: la
existencia de polarización social en proporciones importantes, debido a que Venezuela se
encamina Hacia el autoritarismo.

La evidencia empírica que se encuentra en Venezuela, sumada a la percepción ciudadana


no dejan espacio para la especulación: el país va encaminado a un régimen autoritario, con
algunos matices totalitarios, sin llegar a concretarlo. Este se materializa a través de las
siguientes características propias de estos regímenes:

Pluralismo Limitado. La disensión en Venezuela es cada vez más limitada, el ya coartado


poder político de aquellos que piensan diferente, concretado en algunos Estados y
municipios, se ve aun más amenazado por las decisiones adoptadas por el poder nacional
que tienden a restringir la capacidad de gobernanza de la oposición, que legítima y
democráticamente llegaron al poder. Existe una persecución evidente a la oposición política
venezolana, confirmada con el exilio de Manuel Rosales, la limitación del poder del
Alcalde Metropolitano de Caracas, el acosamiento permanente a líderes como el General
Baduel y otros.

Movilización política permanente a favor del régimen. El gobierno venezolano ha dejado


de cumplir, en muchos casos, sus funciones constitucionales y legales y se han dedicado a
promocionar el régimen político allí existente. La movilización social no es producto de la
coincidencia, sino de una planificación sistemática y orquestada cuyo objetivo es legitimar
permanentemente el régimen ante la comunidad nacional e internacional, mostrando con
ello que la “Revolución Bolivariana” no está sola, tiene el apoyo del pueblo.

Conformación y fortalecimiento de un Partido Único. La creación del Partido Socialista


Unido de Venezuela (PSUV), en febrero de 2007, demuestra la intención de Chávez de
unificar las fuerzas políticas que lo apoyan con el fin de lograr un mayor control político,
expresado en la capacidad de coerción, de sus huestes. Preocupa que en vista de la
desorganización imperante en la oposición, el PSUV puede consolidarse como la única
fuerza política legítima que exprese las necesidades de la ciudadanía. En ese sentido, puede
considerarse que el PSUV es el primer peldaño hacia un régimen de Partido Único en
Venezuela.

Figura de dictador padre. Chávez pasó de ser un fenómeno puramente caudillista, típico de
la región latinoamericana, a buscar la consolidación de su nombre y de su figura como el
símbolo real y tangible de la “Revolución” allí buscada. Su historia militar, sumada a la
lógica bélica y castrense de su gobierno, lleva a la conclusión de que Chávez ha logrado
superar ese estadio del caudillismo para mezclarlo con la figura de dictador padre, normal
en regímenes autoritarios. Este hecho es sustentado también por la imagen que tienen los
venezolanos de su presidente, el 52% lo asocia con un dictador, según la última encuesta de
Keller y asociados.

Límites difusos al poder del gobernante. Las constituciones, típicas en los Estados liberales,
buscan ante todo limitar el poder del gobernante para lograr que se consolide un régimen
apegado a la ley y no al temperamento de su líder. En Venezuela esta premisa se ha
empezado a desvanecer y la constitución se acomoda a los designios del presidente, no el
presidente a lo estipulado en la constitución. Es claro que el pueblo venezolano cada vez
sabe menos de las restricciones al poder de Chávez, inclusive en cuestiones tan elementales
como son los derechos políticos y civiles de los ciudadanos.

Búsqueda de control de los medios de comunicación. El cierre de RCTV y la persecución


actual a Globovisión, sumando a las amenazas permanentes a medios de comunicación
escritos que tienen perspectivas editoriales contrarias a las de gobierno, denotan la
necesidad del régimen de controlar la información existente, para guiar la opinión pública
nacional e internacional. Adicional a ello, episodios como la detención por horas de Vargas
Llosa en el aeropuerto de Maiquetía debido a sus posiciones políticas, revelan con claridad
el sentido mismo de la libertad de expresión y pensamiento existente en este país, el cual
viola los derechos humanos fundamentales, irónicamente defendidos en el discurso
chavista.

Debilitamiento de las Fuerzas Armadas existentes para estructurar unas adeptas al régimen.
Los cambios normativos y prácticos en la institución castrense permiten observar con
facilidad este fenómeno. El nuevo proceso para ascensos, la fácil politización de los
miembros de las FFMM, el fenómeno de las milicias bolivarianas como organización
militar paralela, el debilitamiento del sistema de seguridad social de las FFMM, los bajos
ingresos, entre otros, son ejemplos prácticos encaminados a lograr este objetivo.

Así, se puede afirmar que este proceso en el que se encuentra Venezuela es producto de un
plan sistemático del régimen chavista para concretar su anhelada revolución, que no es más
sino la implantación de un autoritarismo con matices propios del totalitarismo. Cada
movimiento en el ajedrez político venezolano, tiene la intención clara de coadyuvar en este
propósito.
En 1994 Hugo Chávez fue liberado de la cárcel de Yare por el Presidente Rafaél Caldera. En prisión
esperaba ser juzgado por rebelión militar y traición a la patria, lo cuál conlleva una pena de 30 años de
cárcel en Venezuela. Chávez había llevado a cabo una insurrección militar en 1992, en la cuál murieron
alrededor de 200 Venezolanos, incluyendo una niña llamada Noelia, quien estudiaba en su casa para un
examen que tendría el día siguiente. La rebelión había sido planificada por Hugo Chávez por diez largos
años y fracasó en diez horas.

Al salir de la cárcel, gracias a la generosidad y falta de visión de Rafaél Caldera, Chávez viajó a Cuba,
donde recibió las primeras lecciones de su mentor estratégico Fidel Castro. Luego viajó a Buenos Aires,
donde conoció a quien sería uno de sus mentores ideológicos, el anti-semita y neo-fascista Norberto
Ceresole. Estos dos hombres, junto a los Marxistas Adán Chávez, su hermano mayor, y Luis Miquilena
fueron, en aquél momento, quienes influyeron mas decisivamente en Hugo Chávez para ir a tratar de
conquistar el poder por la vía no deseada por él: la vía electoral.

Digo no deseada porque, una de las grandes decepciones de Hugo Chávez, ha sido no “poder llegar al
poder” por la vía del golpe militar. Su naturaleza es autoritaria, no está hecho para la democracia. Haber
llegado a la presidencia por la vía electoral le causó inmensa frustración, pues debió comenzar a
gobernar dentro de un sistema institucional donde ya existía un Congreso, elegido un mes antes de su
propia elección y en el cuál sus seguidores estaban en franca minoría, así como existían organizaciones
judiciales y contralorías independientes que le impedirían hacer y deshacer libremente.

De allí que tuviera que rehacer la estructura del Estado a su imagen y semejanza. Ello lo logró a través
de una Asamblea Constituyente compuesta en un 95% por sus partidarios. ¿Cómo se hizo esto?

Primero, introduciendo un cambio en las reglas electorales, eliminando la representación proporcional y


restringiendo la votación a candidatos uninominales, lo cuál condujo a la dispersión del voto opositor.
Luego, violando la constitución existente para convocar una Asamblea Constituyente a la cuál se le
otorgó, con la complicidad de los magistrados de la Corte Suprema del momento, un poder
supraconstitucional. Esta asamblea no se limitó a aprobar una nueva Constitución redactada por el
Ejecutivo sino que, amparada en su ilegal supraconstitucionalidad, procedió a eliminar el Congreso y
todos los demás poderes del estado, para sustituirlos por los seguidores de Hugo Chávez. En menos de
un año, durante 1999, Venezuela pasó de ser una democracia liberal a ser una seudo-democracia
manejada por un presidente autoritario.

Lo que si está fuera de toda duda es el carácter anti-democrático del gobierno. Venezuela no es una
democracia. Lo que define una democracia, más allá del acto electoral, es la separación efectiva de
poderes, la existencia de un estado de derecho, el respeto por la disidencia política, el tratamiento
equitativo para todos los ciudadanos ante la ley, el respeto a la Constitución, la rendición de cuentas y la
transparencia en el manejo de los bienes públicos. Es perfectamente demostrable y documentable que
el gobierno de Hugo Chávez no cumple con ninguno de estos requisitos.
En el plano moral el daño ha sido inmenso. El país se encuentra hoy dividido por la prédica de odio que
ha llevado a cabo Hugo Chávez desde la televisión, con redoblados esfuerzos dignos de mejores
propósitos, como nos decía Santayana. Es preciso decir como Miranda, en 1812: “Venezuela está
herida en el corazón”. Tendrán que pasar varias generaciones para revertir el desastre que Hugo
Chávez ha causado y amenaza causar en mi país. Chávez ha asesinado los sueños de progreso y
desarrollo de toda una nación.

Lo más doloroso es que haya podido conservar adeptos. Muchos de ellos, en Venezuela y la región
Latinoamericana, actúan por simple interés material. Otros en los países desarrollados y en otros
continentes, actúan estratégicamente, por odio contra los Estados Unidos, por aquello de que “los
enemigos de mis enemigos son mis amigos”. Algunos otros actúan de buena fe, idealistas que siempre
han soñado en mayores niveles de justicia social y que aún ven en Chávez, no sé como, cualidades de
defensor genuino de los pobres y de los menos favorecidos.

Termino diciendo lo siguiente: más allá de las ideologías y de la lucha por el poder político tenemos que
colocar el bienestar colectivo, el bien público. Más allá de nuestras afinidades ideológicas o de la
simpatía que podamos sentir por quién ha asumido astutamente el papel de David frente a Goliat,
tenemos que ver la realidad de nuestras sociedades, tenemos que medir resultados más que buenas
intenciones. Tenemos que ser fieles a nuestras convicciones y valores democráticos y ciudadanos,
frente a las pretensiones de los eternos aspirantes a caudillos latinoamericanos empeñados en
convertirse en profetas mesiánicos. Lo que hace Hugo Chávez en Venezuela recuerda la definición que
dio Albert Einstein de la locura: “La locura”, dijo, “es la repetición incesante del mismo proceso
esperando obtener resultados diferentes

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