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El Presidente Chávez ha insistido en que la única forma de acabar con la pobreza es darle
poder a los pobres. Y nos ha dicho que el primer poder es el conocimiento.
Pues bien, nosotros hemos desarrollado un conocimiento sobre el tema de la vivienda que
consideramos justo e importante que el pueblo conozca. Honrando la recomendación del
Presidente, decidimos redactar este documento y hacerlo público para que sus ideas sean
de manejo común.
Está destinado a quienes tienen responsabilidad en las políticas de vivienda en los distintos
niveles de gobierno, a quienes se interesan en este tema tan importante, pero también y
sobre todo a las familias y comunidades que sufren el problema, a fin de contribuir
humildemente a formar en ellas una conciencia clara de su magnitud y el conocimiento de
las posibles grandes soluciones.
Aunque tiene un cierto carácter crítico y auto crítico, no es nuestra intención referirnos a
nadie en particular. Le pedimos disculpas de antemano a cualquiera que pueda sentirse
aludido con los conceptos que aquí se expresan. No creemos que en este caso haya que
mirar hacia atrás, sino siempre hacia delante, contribuyendo a acercar el futuro a
nosotros. Ese futuro que soñamos y que nos merecemos como pueblo.
Durante nueve meses, el equipo que estuvo al frente del Ministerio del Poder Popular Para
la Vivienda, entre junio de 2008 y febrero de 2009, intentó generar un cambio radical del
modelo de actuación del Estado en materia de vivienda.
Se consideró que ese cambio es imprescindible para avanzar hacia los objetivos
revolucionarios de transformación de la sociedad. Pues únicamente trabajando gobierno y
pueblo perfectamente articulados, y eso es parte esencial de la propuesta, podremos dar
respuesta a nuestros grandes problemas, uno de los cuales es el de la vivienda.
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Pero el viejo modelo de actuación está vivo. No sólo no termina de morir sino que
demuestra que tiene todavía mucha fuerza. Habría que preguntarse por qué y dónde está
esa fuerza que tanta vitalidad presenta. Y quiénes son los que sostienen ese modelo.
Este documento quiere dar testimonio, de una manera muy resumida, de las ideas que se
venían ordenando y que se estaban convirtiendo en acciones.
Confiamos plenamente en que el nuevo Ministerio del Poder Popular para Obras Públicas
y Vivienda recoja estas ideas, las debata, haga suyas aquellas que considere correctas y
las perfeccione.
Resumen anticipado:
Principales ideas contenidas en este documento:
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la ciudad socialista. Eso influye decididamente en los conceptos de diseño
arquitectónico y urbano.
10. Con los costos actuales de la vivienda, producto del modelo imperante
donde el Estado es únicamente financista y el sector privado el
encargado del proceso ejecutor, no hay solución al problema. Ante esa
realidad, se presenta una disyuntiva: o se reducen las metas, o se reducen los
costos. Reducir las metas sería indigno de una revolución social. Reducir los
costos es el único camino. Ese es el punto de apoyo sobre el cual deben
pivotar todas las políticas de vivienda.
11. El Estado debe ejercer con fuerza su rectoría en todas las partes del
proceso de producción de viviendas, para garantizar que las políticas y
estrategias revolucionarias tengan éxito.
12. El tema de la tierra es fundamental. Hay suelo por urbanizar y hay una gran
cantidad de suelo ya urbanizado. Pero lo importante es actuar para
quitarle a la tierra urbana el carácter de mercancía y, sobre todo, de
mercancía especulativa. Al respecto, debe legislarse con urgencia.
14. Sostenemos que si el Estado planifica como debe y asume los controles
necesarios sobre el cemento, el acero, la piedra y la arena, tendremos en
cada zona del país los insumos necesarios para construir las viviendas
planificadas a un costo racional y aceptable. Ello debe hacerse con
decisión y fortaleza. Es algo de relativamente fácil solución.
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15. Es indispensable impulsar una política nacional de industrialización
para la fabricación masiva de todos los componentes y materiales
elaborados para la vivienda. Empresas públicas estatales, empresas de
propiedad social, empresas mixtas y empresas privadas, deben estar todas
ellas mancomunadas en una gran estrategia unificada para darle respuesta a
la necesidad de construcción de tres millones de viviendas en los próximos
años.
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Caracterizamos el modelo prevaleciente como rentista, capitalista, no planificado y
populista
Populista, porque en las relaciones con el pueblo, sigue los esquemas de la Cuarta
República, donde el carácter clientelar domina la escena.
Por ese motivo, durante esos nueve meses, impulsamos la frase Vivienda Para el
Socialismo como el lema del Ministerio.
Así, los conceptos arquitectónicos y urbanos que se manejasen tendrían que responder a la
visión del mundo que guía el proceso bolivariano: esencialmente los de una humanidad
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igualitaria, libre de toda forma de opresión, y en sabia relación con la naturaleza. Y eso
tiene unas implicaciones determinadas en el ámbito formal y espacial. Viejos modelos
urbanísticos de la sociedad individualista y clasista deberían ser desechados.
El uso de los conjuntos de vivienda tendría que responder, dentro del marco cultural y
geográfico de cada lugar y población, a la creación de la sociedad socialista. No puede ser
de otra manera. Se trata de crear un nuevo tipo de relaciones humanas.
Estas no son criterios abstractos. Por el contrario, como veremos más adelante, su puesta en
práctica tiene consecuencias directas y fácilmente verificables.
Este tiene que ser el punto de partida, de cualquier estrategia. Así como hay que atender el
derecho a la educación de todos los niños y jóvenes, o el derecho a la salud de todos los
ciudadanos, de la misma manera los planes del gobierno deben partir de la idea primordial
de que se debe actuar para todos los que no tienen una vivienda digna. No para unos pocos.
No para unos si y otros no. Sino para todos.
Eso quiere decir que el gobierno revolucionario tiene que trazarse el objetivo de terminar
con el problema de la vivienda, construyendo o haciendo que se construyen tantas como se
necesiten. En caso contrario no sería un gobierno revolucionario.
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Sacarle el cuerpo al problema cuantitativo es una desviación. Seguramente una desviación
interesada, cuando no pequeño burguesa.
¿En cuántos años? ¿Diez años, por ejemplo, para que se logre en el Bicentenario de la
Independencia? Eso es lo que nosotros planteamos. ¿No es posible acaso? ¿Se necesitarán
quince, veinte años? En todo caso, el pueblo venezolano debe ponerle un límite de tiempo a
su esperanza. Es lo justo y lo revolucionario.
Vivienda y Planificación
Si ello es así, en esta etapa de refundación de la República, de rescate y revalorización de la
idea de nación y de puesta en marcha del Plan Nacional Simón Bolívar, no cabe duda de
que le corresponde al Estado la planificación de la gran actuación en materia de vivienda.
Pero planificar es planificar y no otra cosa. No es, ciertamente, actuar por impulsos, por
presiones, por reacciones, o por decisiones puntuales, tal como se ha venido haciendo.
Planificar significa decidir de antemano, entre otras cosas, qué, cuánto, cuándo y cómo.
Eso quiere decir que la planificación tiene la obligación de poner de acuerdo a todos los
actores institucionales y sociales que tienen responsabilidad sobre ello.
Así el tema de la vivienda debe asumirse como una política de Estado. Según eso, ¿quién
pone de acuerdo a todos esos actores? ¿Quién es el gran rector de esa política?
En el caso de las nuevas ciudades, para nosotros se hizo evidente que la responsabilidad le
corresponde al Ministerio del Poder Popular para la Planificación. Ese ministerio debe fijar
las directrices en el tiempo y en el espacio.
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En el caso de las viviendas en ciudades existentes, ¿Quién dice cuántas viviendas y dónde?
¿Quién establece los equilibrios? ¿Es también el Ministerio de Planificación? ¿Es un
organismo interministerial? ¿Cómo hacer para que quien tome esas decisiones, tenga el
sentido de los tiempos? A estas preguntas todavía hoy se le está construyendo una
respuesta.
Se necesita visualizar la dimensión del problema en toda su magnitud, para planificar sobre
su totalidad. De ese modo, así como se planifica dónde van las viviendas, también hay que
establecer las cantidades anuales, de acuerdo al gran objetivo de terminar con el déficit de
vivienda. Una curva de actuación en ascenso exponencial debe ser definida de una vez,
hasta llegar a una “velocidad de crucero”, es decir a un número constante de construcción
de viviendas por año. Por supuesto, esto debe cuadrarse con la disposición de los recursos
necesarios.
En tercer lugar, la Política de Estado para la vivienda debe establecer las estrategias de
programación, producción y distribución, capaces de garantizar que las metas se cumplan.
Esto significa meterse en los temas de la tierra y la legislación urbana, de los insumos
básicos, de los materiales de construcción y su industrialización, de los aspectos logísticos
y de distribución, de los sistemas y procesos constructivos y de la fuerza de trabajo.
Esto significaría que para solucionar el déficit de vivienda en diez años, se necesitaría
construir tres millones de nuevas viviendas. En este cálculo no entran las viviendas que
deben ser reparadas o mejoradas, ni los problemas urbanos o de hábitat que deben ir siendo
solucionados. Se refiere únicamente al número de viviendas nuevas. No quiere decir que las
otras necesidades no existan.
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Un dato muy interesante que nos aporta el INE es el de la composición de las familias que
aspiran a una vivienda nueva. El promedio nacional no llega a tres miembros por familia.
El Estado que tiene el promedio más alto es Sucre, con 3,28 miembros por familia y el de
más bajo promedio es Cojedes, con 2, 68.
Comparando estas cifras del INE con las del SIVIH, Registro Integral de vivienda y hábitat,
donde ya se han inscrito varios cientos de miles de familias que demandan vivienda, nos
encontramos con que el 72 % de esas familias tienen de 1 a 3 miembros, el 17 % 4
miembros y solamente el 11% cinco o más miembros.
El fenómeno que ocurre en Venezuela es la acumulación de dos, tres y hasta cuatro hogares
o familias en una sola vivienda, sea casa, apartamento o rancho. La demanda se centra en la
expectativa de estas familias para desagregarse y alcanzar cada una su techo propio.
Estos números reales nos hablan no sólo de la magnitud del problema en relación a la
necesidad de nuevas viviendas, sino de las cantidades que habría que construir para acabar
con el déficit en un determinado plazo y también de los tipos de vivienda que hay que
construir.
Para ello, dependiendo en todo caso de los recursos afectados por el precio del petróleo,
establecimos los planes necesarios para construir algo más de 100.000 viviendas en 2009,
lograr duplicar esa cantidad en 2010 y alcanzar ya el ritmo de 300.000 a partir de 2011 para
mantenerlo hasta saldar definitivamente el déficit.
Vivienda y Ciudad
Uno de los principios que sostenemos con más fuerza, sabiendo que ya hoy día nadie lo
contradice en los ámbitos donde se reflexiona y debate sobre estos temas, es el de que los
conceptos de vivienda y de ciudad van ligados. A todos los efectos podemos decir que son
interdependientes.
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Cuestionamos también los conjuntos de edificios rodeados de playas de estacionamiento,
donde no hay sentido de la estructura espacial al servicio de la comunidad.
Y, por supuesto, cuestionamos las soluciones apartadas del ámbito de las ciudades, salvo
que ellas mismas constituyan una nueva ciudad con todas sus condiciones: es decir, donde,
independientemente de su tamaño, haya espacios para la política, para el ocio, para la
producción y el intercambio, para la educación y la salud, para la cultura.
Dejamos claro que el concepto de ciudad que manejamos es el que estaba presente en la
propuesta de la Reforma Constitucional. En esa propuesta el concepto de ciudad tiene que
ver con la cualidad de tal y no con su tamaño.
Hasta ahora la ciudad que conocemos, aquí y en todas partes y en todas las épocas, es la
ciudad zonificada por clases sociales o por castas. Es la ciudad de las sociedades clasistas
que heredamos del pasado.
Vivienda y Territorio
Entre los cinco equilibrios estratégicos planteados por el Gobierno Bolivariano, uno de
ellos es el Equilibrio Territorial.
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Se trata de que la población revierta la tendencia a acumularse en ciertas áreas del país y
tienda a establecerse en el territorio de forma más equilibrada, a fin de que se desarrolle la
producción en todas las regiones geográficas, de acuerdo a su potencial, se repartan mejor
los recursos y servicios y sean valoradas las culturas de las distintas formas de vida y
asentamiento. Con ello desaparecerían las zonas deprimidas y se reducirían las migraciones
internas descontroladas.
Una contribución a esta estrategia desde las Políticas de Vivienda, consiste en atender a la
vez y equilibradamente las necesidades habitacionales de todos los lugares del país en sus
centros poblados. Se considera que, en lugar de reaccionar y darle prioridad a la presión de
la demanda de mayor ruido político o mediático, la acción planificada debe atender a la
demanda real en todo el país, desde las zonas rurales, los caseríos, las comunidades
indígenas, hasta los barrios de las grandes ciudades.
Al efecto, en la programación que habíamos hecho para 2009, se había asignado un número
determinado de viviendas a ser construidas a todos los estados y todos los municipios, para
establecer una estrategia de atención a 4.560 centros poblados. En ese programa ningún
municipio tenía menos de 100 viviendas a ser construidas en 2009. Con ello se ponía fin a
la tradicional práctica de atender únicamente a las capitales de los estados y de algunos
municipios con capacidad de presión política.
Vivienda y Calidad
Vivir en comunidad es el hecho cultural por excelencia, el de mayor importancia,
trascendencia y capacidad de adjetivación del ser humano. Todas las actividades que
consideramos culturales se dan allí, en la vida social.
Las geografías influyen, el clima, los paisajes, los recursos de la naturaleza en cada lugar,
los modos de vida desarrollados a veces a lo largo de siglos cuando no de milenios, las
cosmovisiones, los ritos, las costumbres en su desenvolvimiento dinámico, los sistemas de
producción y de intercambio, el lenguaje, las formas expresivas y artísticas, todo ello forma
parte del universo de una comunidad. También la relación con las otras culturas y, de un
modo especial, con la cultura nacional y, más allá, con las grandes corrientes unificadas de
la cultura planetaria, particularmente en el mundo contemporáneo.
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Todo ello está allí, presente en la vida en comunidad y, por consiguiente, ha de ser previsto
a la hora de planificar y construir.
Los conjuntos de vivienda deben, no solo permitir, sino facilitar esa vida en comunidad,
culturalmente rica y políticamente activa. La disposición de las edificaciones y la
conformación de los espacios semipúblicos y públicos, así como de las diversas
instituciones necesarias, deben tener la calidad requerida.
¿Quién establece esa calidad? De ninguna manera debe quedar en manos del proyectista y
menos si éste es una pieza más de los intereses empresariales, por muy bien intencionados
que puedan ser, si es que lo son. Los parámetros y las condiciones de calidad deben venir
de un organismo planificador estadal que establezca una relación dialéctica y respetuosa
con las comunidades e incorpore su participación.
El mismo razonamiento se aplica a la vivienda en particular. Hoy día, con los avances
científicos y tecnológicos, el progreso en las artes del diseño y la comprensión de la
naturaleza de las actividades humanas, no hay razón alguna para no construir viviendas de
excelente calidad, en términos de adaptación al clima, de comportamiento resistente, de
calidad material y espacial, de funcionalidad y, por supuesto de lenguaje formal, es decir,
viviendas de la mejor arquitectura posible.
Esa calidad tiene que estar establecida y garantizada por el organismo estadal responsable
de su planificación y diseño, obviamente dependiente del Ministerio encargado de la
Vivienda.
Aunque en este tema, no se debe poner límites a ningún tipo de propuestas, nuestros
análisis nos llevaron a la conclusión de que para efectos de la lógica de construcción, y
teniendo en cuenta la realidad de nuestros asentamientos humanos, era conveniente
comenzar trabajando con dos grandes grupos de tipos de vivienda: la vivienda unifamiliar
aislada y la vivienda multifamiliar diseñada especialmente para ir formando tejido urbano.
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Creemos que, en base a esos grupos, hay que ir elaborando un catálogo ilimitado, que
aunque sea propiedad del Estado, sea al mismo tiempo de libre acceso público.
En la vivienda multifamilar, con otra lógica de actuación más urbana, pensamos que se le
debe dar fuerza a la idea de manzanas con edificaciones de borde y grandes patios internos
bien definidos como facilitadores de la vida en comunidad. Propugnamos una densidad
media y baja altura, de tal modo que, en principio, se haga más fácil la construcción y
disminuya la necesidad de ascensores. Específicamente en nuestros proyectos se le fue
dando prioridad a los bloques continuos de viviendas de dos pisos con accesos
individualizados, y a las edificaciones de cuatro y cinco pisos. Con esos modelos, se logra
una densidad neta de entre cien y doscientas familias por hectárea, con grandes espacios
abiertos para el uso colectivo. En todos los conjuntos están presentes también los distintos
espacios para los usos comunes, con especial énfasis en el uso político-cultural y el uso
productivo.
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El costo de la Vivienda
Dada la magnitud numérica y las consideraciones que hemos hecho sobre distintos aspectos
del problema de la vivienda, se nos hace evidente que no hay forma de solucionar el
problema si se mantiene el nivel actual de costos de la construcción.
¿Cuál sería la masa monetaria que se necesitaría para construir los millones de viviendas
que hacen falta? A los costos actuales, se precisaría una cantidad de dinero enorme, de la
cual no dispone la sociedad venezolana.
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Ante esa realidad, se presenta una disyuntiva: o se reducen las metas, o se reducen los
costos.
Reducir los costos es el único camino. De hecho, consideramos que es el punto de apoyo
sobre el cual deben pivotar todas las políticas de vivienda.
La línea estratégica principal puede plantearse de la siguiente manera: reducir los costos sin
reducir la calidad. A partir de allí, se desenvuelven los distintos lineamientos.
El modelo actual, donde el Estado actúa como financista y otros son los que controlan el
proceso, debe desaparecer de las políticas públicas de vivienda.
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El Estado debe ejercer con fuerza su rectoría en todas las partes del proceso de producción
de viviendas, para garantizar que las políticas y estrategias revolucionarias tengan éxito.
A efectos prácticos que faciliten la toma de decisiones, nosotros identificamos esas partes
del proceso de construcción de viviendas.
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Ellas son la adquisición de tierra, su urbanización, los insumos y componentes básicos, los
otros materiales y componentes de la construcción, el almacenamiento, transporte y
distribución (los aspectos logísticos), los sistemas y procedimientos constructivos, la
asignación de las viviendas y el uso de las mismas.
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Sobre la existencia de la tierra, hay estudios que demuestran que, en este momento, hay
suficiente tierra urbanizada en Venezuela para darle soporte a los tres millones de viviendas
que se necesitan.
La mayoría de nuestras ciudades tienen una enorme cantidad de tierra con servicios que
está desaprovechada desde el punto de vista de su intensidad de uso. Bastaría con
redensificar esas zonas degradadas o de bajo aprovechamiento para solucionar gran parte
del problema de la tierra para vivienda. Con ello se reducirían costos, se evitarían los
desplazamientos de la población hacia zonas periféricas desasistidas y, al mismo tiempo,
con estas operaciones de renovación urbana, aumentaría notablemente la calidad de
nuestras ciudades.
Esto no quiere decir que no habría que pensar en ciudades nuevas de distintos tamaños.
Pero ello se haría, más que por la búsqueda de tierra, por el motivo ya anotado de lograr
mayor equilibrio en el poblamiento territorial o bien, por razones estratégicas de tipo
económico o militar.
Aquí nos encontramos con el hecho de que la tierra urbana en Venezuela ha sido
convertida, no sólo en una mercancía, sino en una mercancía de fuerte carácter
especulativo. Con el agravante de que, generalmente la plusvalía que sirve para justificar el
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aumento del precio no la puso el propietario de la tierra, sino el Estado. El Estado ha hecho
las calles, las aceras, ha puesto los servicios de infraestructura, educativos, de salud,
culturales, ha colocado las instituciones que le dan vida a la ciudad, ha organizado la vida
política de la ciudad, le ha dado gobierno, en fin, los elementos que son los que le otorgan a
la tierra el valor añadido. Y unos cuantos propietarios, a quienes se podría denominar
latifundistas urbanos en los casos más notables, engordan los terrenos y se lucran con ello.
Consideramos que hay que legislar de inmediato sobre el tema para disponer a la brevedad
de un cuerpo de leyes y normas favorables a la construcción del socialismo en materia
urbana.
Con ello el problema de la tierra comenzaría a dejar de serlo y más bien se convertiría en un
elemento de carácter positivo.
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En este punto el carácter especulativo de algunos sectores empresariales privados alcanza
cotas inimaginables. Desgraciadamente el Estado les ha dejado a los empresarios la
ejecución de todo lo que tiene que ver con estudios de suelo, movimientos de tierra y
dotación de servicios de infraestructura y vialidad, es decir con el proceso íntegro de
urbanización.
Decimos que, sin ninguna duda, los costos del movimiento de tierra en Venezuela son
absolutamente irracionales. En el caso de muchos de los conjuntos que hace el Estado, ese
costo, a todas luces abusivo, incide extraordinariamente en proceso.
Esta situación de todos conocida nos ha llevado a proponer que tanto el movimiento de
tierras como el urbanismo en el caso de macroparcelas o urbanizaciones, lo ejecute
directamente el Estado, a través de empresas públicas y de propiedad social en cualquiera
de los niveles de gobierno, y con tablas de costos establecidas por el Ministerio
responsable. Ello es posible a muy corto plazo, para lo cual debemos capacitarnos
debidamente y dotarnos de la tecnología adecuada. He ahí una política correcta.
Por otra parte, habíamos comenzado a avanzar en la creación de una institución pública,
organizada en red, con presencia en todos los estados, especializada en estudios de suelo
para vivienda y dotada de los equipos necesarios para el trabajo de campo, así como de los
instrumentos de laboratorio, con capacidad organizativa para atender de forma efectiva
miles de estudios al año. Es importante anotar que esta empresa no solo haría los estudios
de suelo necesarios para los cálculos estructurales de las edificaciones, sino que los haría en
forma integral, es decir, los complementaría con análisis urbanísticos, paisajísticos, de
dotación de servicios y, por supuesto, geológicos, geomorfológicos y geofísicos, que le
sirvieran de base a los planificadores y proyectistas.
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A efectos de este análisis de los insumos nos vamos a concentrar en el cemento, el acero, la
piedra y la arena como insumos. Y como materiales básicos a los bloques y ladrillos de
concreto y de arcilla o de algún tipo de tierra.
Hoy día el cemento, el acero, la piedra y la arena, a pesar de ser regulados, están sometidos
a una seria especulación y a manejos mafiosos en la distribución, de manera tal que el costo
de la vivienda se ve gravemente influido por ello.
Usemos al cemento como ejemplo. Un saco está regulado en 8,35 Bs. Sin embargo se
consigue por encima de veinte, a veces hasta en veinticinco bolívares. Sale de la planta
empacado al precio regulado, llega al doble a la distribuidora y luego se le añade el precio
de la comercialización.
La paradoja es que habiendo sido nacionalizado el cemento, sin embargo los graves vicios
de la especulación con los costos y la manipulación de la escasez forzada continúan
indemnes. La verdad absurda es que las obras de infraestructura que construye el Estado, y
desde luego la mayoría de los conjuntos de vivienda, se hace pagando el precio
especulativo.
El Estado también recuperó la Siderúrgica del Orinoco Alfredo Maneiro, Sidor. Las cabillas
y planchas están reguladas. Los tubos y otros materiales de acero, no lo están. A partir de
allí también se va produciendo un sistema de costos fuera de control.
Acuerdos con las Cementeras y con Sidor estaban siendo efectuados de tal modo que el
Estado construyera las viviendas con esos insumos al costo real.
En cuanto a la piedra y la arena, su explotación se hace por concesión del Estado que
delegó esa potestad en las gobernaciones, con los permisos correspondientes del Ministerio
del Poder Popular Para el Ambiente. En esos rubros igualmente se da el fenómeno de la
especulación y la manipulación del suministro.
Hemos dicho también que si el Estado planifica como debe y asume los controles
necesarios sobre el cemento, el acero, la piedra y la arena, tendremos en cada zona del país
los insumos necesarios para hacer las viviendas planificadas a un costo racional y
admisible. Ello debe hacerse con decisión y fortaleza. Es algo de relativamente fácil
solución.
En cuanto a los bloques de concreto, arcilla o adobe, hay gran posibilidad de bajar su precio
a la mitad y al mismo tiempo estimular las economías locales, impulsando bloqueras
familiares, comunitarias o de propiedad social. Centenares de bloqueras y alfarerías por
todas partes, para los tres millones de viviendas que se necesitan.
En todo caso nuestros cálculos, considerando el volumen de insumos que se consume por
una vivienda promedio incluyendo la parte de urbanismo, nos dicen que, si se respeta el
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control y la regulación de costos, difícilmente hoy día una vivienda emplearía en estos
insumos y materiales básicos más de diez mil bolívares.
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Por otra parte, se calcula que en unos treinta años Venezuela podrá duplicar su población,
para estabilizarse entonces en una cifra de cincuenta y tantos millones de habitantes. Eso
quiere decir que, por un larguísimo tiempo, el mercado interno está absolutamente
garantizado.
Pionera en esta idea ha sido Pequivén con su empresa Petrocasa, cuyo mérito a nuestro
juicio, más que en la elaboración de un tipo de vivienda, está en la iniciativa de
industrialización de partes para la construcción en base productos petroquímicos. En muy
pocos años ha recorrido un largo y estimulante camino. Ejemplo que deberían seguir las
industrias del acero, el aluminio y la madera por citar algunas que deberían dotarse de
serias y consecuentes políticas de industrialización aguas abajo.
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que en la complementación de ambas estrategias estaría la clave para alcanzar las cotas de
producción necesaria.
Todo ello tiene que ver con programas de estandarización, normalización, coordinación
modular y tipificación de modelos, impulsados por el Estado para el diseño de sus
viviendas. (El desarrollo un poco más elaborado de las ideas en relación a este tema sería
algo que sobrepasa las intenciones de este documento de carácter resumido. Pero queda
anotado).
En todo caso, vale la pena dejar asentado que, a costos actuales, incluso sin ninguno de
estos planes puestos en marcha, el costo de estos materiales y componentes
complementarios por vivienda no debería pasar de veinte mil bolívares. Estamos en
capacidad de demostrarlo.
Ya vamos sumando el costo de la tierra que debería tender a cero o, en todo caso, a muy
poco por vivienda. El costo de la urbanización del suelo que, asumido por el Estado,
debería ser también pequeño. El costo de los insumos y materiales básicos, así como el de
los otros componentes que, a precios actuales regulados y, sin una intervención estatal
fuerte, no debería hoy día pasar de treinta mil bolívares en total. ¿Qué nos queda? La
logística y los sistemas constructivos incluyendo la mano de obra. ¿Cuánto representa eso?
¿Cuál debería ser, entonces, el costo de una vivienda, cuando el Estado se propone dirigir el
proceso de construcción de centenares de miles y apoyándose en las economías de escala?
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El componente logístico
No vale la pena dedicarle demasiadas líneas a reflexionar sobre esto. Si la vivienda es
según la ley un tema prioritario de utilidad social e interés público, además de un derecho
constitucional e, incluso, un derecho humano fundamental, el Estado debería organizar el
tema del transporte, almacenamiento y distribución de materiales, como si de una guerra se
tratase. Y efectivamente es una suerte de guerra del Estado y la sociedad en su conjunto
contra la deuda social que significa la carencia de vivienda digna.
Resulta algo extraño, y esto lo decimos con el mayor respeto, que no se haya podido
desarrollar un sistema público en estos campos capaz de ordenar el sector. Tal vez el exceso
de voluntarismo y buenas intenciones para lo inmediato en cada caso, impidió desarrollar
una visión de Estado. Pero la clarificación de esta visión hoy es absolutamente necesaria.
Lo cierto es que en el país con el combustible más barato del mundo, el transporte de carga
en Venezuela es más caro que en la mayoría de los países altamente desarrollados de
Europa. ¿Cómo es esto posible?
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Grupos empresariales controlan el transporte e imponen sus costos y su política que, el caso
de la vivienda, se ve sumamente afectada por ello. Seguimos preguntando: ¿Cómo es esto
posible en un país que se supone transita el camino hacia el socialismo?
Por eso decimos que, para el caso de la vivienda pública, el Gobierno Nacional,
seguramente a través del Ministerio encargado de la vivienda, haciendo un trabajo de
equipo con Gobiernos estadales y locales, debería manejar todo lo referido a la gran escala
del almacenamiento, transporte y distribución de insumos y materiales.
Una gran red de alcance nacional tendría que constituirse al más corto plazo. Grandes
depósitos estratégicamente ubicados por regiones, depósitos medianos y pequeños en todos
los municipios y ciudades. Una gran flota de transporte, desde gandolas hasta pequeños
camiones, algunos de ellos de doble tracción, gabarras y lanchas. Todo ello en una única
gran estructura organizada, compuesta de partes diversas y con diversos grados de
autonomía Las comunidades organizadas podrían formar parte de esta gran estructura. Sería
algo a ser considerado.
La inversión en estos rubros debería tener prioridad absoluta si se quiere tener una política
exitosa en materia de vivienda.
Una vez más sostenemos que la cultura rentista, según la cual el Estado paga lo que le
imponen, debería dar paso a una cultura productiva donde el Estado y el Pueblo organizado
le van trazando un camino a la construcción del socialismo. Y uno de los soportes de ese
camino es el manejo de los aspectos logísticos.
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Quién haya construido una vivienda en los tiempos modernos, sabe que no es fácil. En el
surgimiento de la materialidad del objeto, hay un gran esfuerzo realizado por múltiples
actores.
La gran pregunta que debe hacerse la revolución si quiere cumplir con el pueblo y lograr
sus metas es: ¿cómo construir cientos de miles de viviendas al año y unos cuantos millones
a lo largo de los próximos años? Menos, es nada. Menos que eso es renunciar a los sueños
y a los deberes de una revolución socialista.
Sostenemos que la única manera es que, sin renunciar a ninguno de los procedimientos
constructivos tradicionales y existentes, puesto que todos contribuyen cada uno a su
manera, hay que meterse con gran fuerza en un gran plan de industrialización de la
construcción.
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Todo lo que tratamos en los puntos anteriores, la tierra, la urbanización, los insumos y
materiales y la logística, si no conduce allá, de nada vale.
Es esencial trazarse como Estado un gran plan de producción de vivienda en base al más
alto nivel de industrialización, no sólo de las partes y componentes, sino de los
procedimientos constructivos, mediante la prefabricación pesada, la prefabricación mediana
y la prefabricación liviana, coexistiendo, como hemos dicho, en algunos lugares, con la
construcción convencional cuando ella sea conveniente por distintas razones
Es necesario reducir al máximo el nivel artesanal, para propulsar cuatro factores: mayor
calidad, mayor cantidad en relación al tiempo, mayor ahorro de recursos y, esto es muy
importante, mayor dignificación del trabajo humano que en materia de construcción, es
particularmente duro cuando se realiza con los métodos tradicionales.
Pero esto no puede responder a decisiones puntuales que se toman ocasionalmente. Esto
debe ser producto de una estrategia nacional, estudiando en cada caso, en cada región del
país, cuáles sistemas constructivos deben tener prioridad. Hay que decir dónde, cuántas y
cuales plantas de prefabricación de distinto tipo, en concreto, en acero, en madera, en
sistemas mixtos, en fábrica o en sitio, de un tamaño o de otro, deben ser instaladas. Hay que
establecer las plantas de fabricación de moldes de los distintos sistemas tipo túnel u otros
similares. Hay que dotarse de las maquinarias y los laboratorios necesarios. Y hay que crear
empresas públicas o de propiedad social especializadas.
Y, por supuesto, hay que calificar a los trabajadores al más alto nivel. Y ya que hablamos
de fuerza de trabajo, es indispensable darle el poder a los trabajadores de la construcción, lo
cual, a nuestro juicio, pasa por desmantelar las mafias sindicales de la construcción, nacidas
bajo la cultura adeca, que tanto daño han hecho y siguen haciendo a nuestro pueblo.
Sin una política de este tipo, que ponga en consonancia todos los factores del proceso y
todos los actores, es imposible que la revolución cumpla sus metas.
Creemos que todo este proceso conduce a la transferencia del poder de la capacidad
constructiva a las comunidades organizadas. Nos referimos a una capacidad constructiva
desarrollada a plenitud y no estimulada en la precariedad. Es un camino a recorrer
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Las familias se registran una y otra vez en distintos organismos, introducen planillas,
entregan papelitos a las autoridades, esperando sin mucha expectativa a que una especie de
lotería del destino las favorezca. Lotería que llega en muy pocos casos y que nunca es
producto del destino, sino de alguna fuerza interventora que respondió, no a un sistema de
equilibrio y justicia, sino a algún tipo de circunstancia totalmente aleatoria.
Las familias conocen esta realidad y, las que pueden, actúan en consecuencia. A veces
organizándose en grupos de presión, lo cual generalmente les cuesta dinero que va a parar a
algunos gestores, bien comunales o bien funcionarios de organismos públicos que trafican
con la necesidad. A veces, planteando su problema en solitario una y otra vez ante las
oficinas de atención de las instituciones, de los distintos niveles de gobierno. Y casi
siempre sin resultado, porque las ofertas son escasas.
Sin embargo, por el grado de desorden y falta de sistematización, hay personas o familias
que han recibido varias veces el beneficio y han luego negociado con él.
Alrededor de este asunto se ha creado una verdadera economía irregular. Familias muy
pobres reciben su vivienda y luego la venden por veinte, treinta o cuarenta millones a otras
que se aprovechan de la situación. A veces esos compradores oportunistas, lo hacen varias
veces y llegan a constituirse como propietarios de un sistema de viviendas en alquiler. Todo
ello al margen de la ley, porque una de las características de la actuación del Estado en los
últimos años es que la asignación no se concreta en un acuerdo legal ni en un compromiso
financiero, sino que es solamente una especie de permiso de ocupación que se presta a todo
tipo de manipulaciones: ventas ilegales, alquileres, comodatos, etc. Como decimos, toda
una economía que roza el delito y desordena la creación de un sistema de justa distribución.
También por vía de resolución ministerial se ha creado un sistema de distribución para los
conjuntos de vivienda que pretende ser más ordenado y equitativo: de cada conjunto, 25%
van para las familias de los consejos comunales adyacentes, 25% para la demanda del
propio municipio, 15% para la demanda nacional o de los otros municipios del Estado, 5%
para las trabajadoras o trabajadores que participaron en la construcción del conjunto, 10%
para convenios interinstitucionales, 10% para alquiler y vivienda temporal administrado por
la comunidad, 10% para familias damnificadas o en riesgo inminente.
En todo caso, el problema va a seguir estando presente hasta tanto no se cumplan tres
condiciones: Primero, que se construyen suficiente cantidad de viviendas en todo el
territorio. Segundo, que se perfeccione el sistema nacional de registro y asignación para
hacerlo científica y humanamente confiable, sin que se crucen otros intereses
manipuladores. Tercero, que las comunidades organizadas para el socialismo, asuman el
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tema directamente en sus manos, sin gestores ni intermediarios sino a través de las
asambleas de los gobiernos comunales.
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Alfredo Maneiro nos recordaba una frase de Mao Tse Tung. Decía Mao: el papel de la
vanguardia es devolverle al pueblo con precisión lo que del pueblo recibe con confusión.
En este caso es el gobierno, del cual dependen las grandes decisiones estratégicas, quien
debe trazarlas en el caso de la vivienda oyendo al pueblo y de tal manera que sus obras no
contradigan y, en todo caso, favorezcan la vida socialista.
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Conclusión:
Hay temas que dejamos al margen de este documento. Por ejemplo, el del financiamiento.
Esto lo hicimos a propósito para no distraer la atención con puntos que consideramos que
no son fundamentales y que, en el pasado, consumieron muchas de las energías dedicadas a
resolver el problema. Sostenemos que la dificultad está en lograr la materialidad de las
viviendas y eso, en lo esencial, responde a líneas de planificación, organización y
producción. No de finanzas. Al fin y al cabo, como hemos dicho, una casa es piedra, arena,
cemento, acero y algunos otros materiales, más mano de obra. Cuestiones todas ellas, por
supuesto, relacionadas con la economía, pero no tanto con el mundo crediticio. Esto es,
desde luego, una posición discutible pero es nuestra posición.
También dejamos de tocar el tema de las OCV y su modelo fracasado, porque justamente
él responde a una visión que le da énfasis al tema del financiamiento.
Queda pendiente el tema de los barrios y los urbanismos populares. Es un tema que merece
una reflexión muy a fondo.
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En este caso, nos hemos concentrado en el de las nuevas viviendas, por considerar que es el
tema clave.
Hay que anotar, por último, que de acuerdo a eso en este documento exponemos las
grandes líneas estratégicas a ser seguidas por las instituciones del Estado encargadas de la
construcción de vivienda. Y que, por lo tanto el tema de la participación comunal está
enunciado, pero no desarrollado. Estamos absolutamente conscientes de que las estrategias
expuestas no son viables sino con base a una relación sumamente estrecha entre gobierno y
pueblo, vale decir, en este caso, entre las instituciones y las comunidades organizadas. Al
respecto no hay fórmulas, y es preferible que no las haya, porque la diversidad geográfica,
demográfica y cultural es muy acentuada en nuestro país. Solo nos sirve el conocimiento de
que es indispensable construir cada día esa relación en todos los aspectos de la producción
de vivienda, desde la planificación hasta la distribución y uso. Si una de las dos partes de la
relación no funciona o se coloca en relación de debilidad con respecto a la otra, el problema
de la vivienda, a nuestro juicio, nunca será resuelto, ni en lo cuantitativo ni en lo
cualitativo. Gobierno revolucionario. Comunidad organizada. He ahí la doble palanca para
despejar el camino.
En resumen, lo que a lo largo de este documento hemos querido exponer, con la intención
de argumentar y convencer, es que la deuda social de la vivienda, si la asume el Estado
revolucionario, para enfrentarla con políticas y estrategias bien definidas, claras, fuertes,
conocidas por todos, y sostenidas en el tiempo, abandonando la visión rentista y
sustituyéndola por otra productiva, enfocada a la construcción del socialismo, no sólo tiene
solución a la vista, sino que además puede ser un elemento de desarrollo social, político y
económico como ningún otro, tal vez salvando el tema de la producción de alimentos.
Decimos nuevamente que la idea del socialismo no puede ser un lema, o un barniz que se
aplica posteriormente a los conjuntos urbanos, sino que, en relación a la vivienda, debe
acompañar todo el proceso, desde la génesis, la planificación y el diseño, pasando por todos
los aspectos productivos, hasta la distribución y el uso.
Terminamos agradeciendo al equipo que nos acompañó durante ocho meses intensos en el
intento de darle un cambio al modelo público de construcción de viviendas. Tal como se lo
comentamos al Presidente Chávez, tenemos la confianza de que ese esfuerzo no fue en
vano.
Farruco Sesto
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