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Recordemos nuevamente que Nietzsche deja clara que la superioridad de Platón fue
justamente no tenerle miedo a la praxis política: “Platón fue la encarnación del deseo de
convertirse en el supremo legislador filosófico y fundador de Estados.” (KSA II, p. 215).
Consideraba a sus textos prácticos-políticos mucho más decisivos que los meramente
estéticos o filosóficos: “La República es un texto fundamental (Hauptschrift) más que el
Gorgias o El Simposio, pero con un nivel estético mucho más bajo.” (KGW 2.4, 14). El
desarrollo más maduro de su teoría del estado, que incluirá elementos de los diálogos
platónicos Gorgias, Político, La República y Las Leyes, aparece a fines de 1870 y abril
de 1871. Allí reconoce que “el Estado Ideal de Platón posee una sabiduría particular…
porque, precisamente en aquello que no es tan llamativo, se manifiesta la Fuerza Natural
Elemental (ungestüme Naturgewalt) de la Voluntad helénica (ellenischen Willens)… es
el modelo de un verdadero Estado de pensadores, con una posición completamente justa
(richtiger Stellung) de la Mujer y el Trabajo. Pero el error está únicamente en el
concepto socrático (sokratischen Begriff) de un Estado de pensadores: el pensamiento
filosófico no puede construir, sino sólo destruir.” (Nachlass, 7, 17). Detengámonos en
este párrafo: para Nietzsche Platón tiene “una posición completamente justa (richtiger
Stellung)… del Trabajo”. ¿Qué significado tiene para la filosofía práctica de Nietzsche?
Nietzsche reconoce que conviven, malamente, dos Platones, uno el auténtico (que a
veces se disfraza de los oponentes a Sócrates, como los sofistas) y otro
irremediablemente confuso ante el amor a su maestro Sócrates. El Idealstaat Platos es
básicamente sabio y se corresponde perfectamente con la fuerza elemental que proviene
de la misma Naturaleza (un instinto estatal) de los griegos trágicos. Recordemos que
para Platón la estructura íntima y constitutiva del estado perfecto es una monarquía
unipersonal (le llama el “gobierno real” par excellence) con un gobierno del político-
filósofo encima y no subordinado a las leyes: “el recto gobierno, debemos buscarlo en
uno, dos o en un número muy reducido de personas, en el caso de que se realiza un
gobierno recto.” (Politico, 293a). El régimen político verdadero es “el de un único
individuo que gobierna apoyándose en un Arte…” (Politico, 301a). La verdadera ciencia
política es un ‘Arte Real” que domina el arte persuasivo y el arte retórico. Además la
clase política del estado es muy estricta y elitista, ya que el “Arte Real” de la verdadera
política (que recuerda a la futura grossen Politik de Nietzsche) es asunto de pocos y
elegidos: “caracteres dotados de una Nobleza originaria y que han sido criados conforme
a su Naturaleza…” (Politico, 310a).
Esta verdadera aristocracia natural debe ser formada por una educación superior y
distinta de las grandes multitudes y los esclavos, una Paideia restrictiva y antigualitaria:
“el ‘Arte Real’, que guarda para sí la función de supervisión, no permitirá, a quienes por
Ley educan y crían, ejercitar a sus pupilos sino en aquellos pocos con cuya realización se
obtenga algún carácter que sea conveniente para la mezcla que es su Obra, sólo en eso
les recomendará impartir Educación… y a los que tienen mala naturaleza…y a los que se
revuelcan en la ignorancia y en una bajeza sin par, a esos los somete al yugo de la
esclavitud. Los que restan, cuyas naturalezas, gracias a la Educación recibida, son
capaces de elevarse a la Nobleza y prestarse a una mezcla mutua operada por el Arte…”
(Politico, 309a). Platón no tiene dudas de que estos hombres tan especiales conforman
una estirpe, cuyo talento “es cosa divina que nace en una Raza más que humana.”
(Politico, 309c). La muchedumbre, la gran masa de mala naturaleza, poco tiene que
hacer: “Ninguna muchedumbre de ningún tipo sería jamás capaz de adquirir tal ciencia
[de la política] y de administrar un Estado con inteligencia…” (Politico, 297c)
Es más, la amplia mayoría de los hombres está incapacitado para adquirir cualquier
forma de sensibilidad estética por misteriosas determinaciones de la Naturaleza:
“Ninguna muchedumbre es capaz de adquirir un Arte, sea el que fuere.” (Politico, 300e)
Y mucho menos si tiene que trabajar manualmente o vive de un salario. Y si existe algo
así como un gobierno democrático de la multitud (una aberración histórica a los ojos de
Platón) “lo consideramos débil en todos los aspectos e incapaz de nada grande, ni bueno
ni malo, en comparación con los demás… por lo tanto de todos los regímenes políticos
que son legales, éste es el peor…” (Politico, 303a) Esta es la sabiduría particular del
“divino Platón” de la que habla Nietzsche, que jamás podrá oscurecer las interferencias
plebeyas-racionalistas de Sócrates. El único error es el concepto socrático (no platónico)
del filósofo-rey, una figura hiperracionalista, que pervierte finalmente a la forma
política. En el resto Nietzsche es el más extremista y radical de los que adoptaron el
platonismo político.
La idea de una autoritaria y reaccionaria “República de los Genios” es una imagen que
Nietzsche toma de su venerado maestro Schopenhauer (aunque éste hable de
“educadores” y no de hombres geniales) a la que le articula la teoría política platónica.
Para que una sociedad produzca genios de manera consciente y planificada es necesario
que los misteriosamente designados por la Naturaleza no trabajen manualmente, ni se
dediquen al vil comercio: “el Arte es el exceso de la fuerza libre de un Pueblo, que no se
despilfarra en la Lucha por la Existencia. Aquí se produce la cruel realidad de una
Cultura –en la medida en que ella construye sus arcos de triunfo sobre la esclavitud y la
destrucción.” (Nachlass, 7, 18). Lo volverá a repetir: “la Esclavitud pertenece a la
esencia de una Cultura (zum Wesen einer Kultur das Sklaventum).”
Como Platón, Nietzsche sostiene en El Estado Griego que “con el fin de que haya un
terreno amplio, profundo y fértil para el desarrollo del Arte, la inmensa mayoría, al
servicio de una minoría (Minderzahl) y más allá de sus necesidades individuales, ha de
someterse como esclava a la necesidad de la vida a sus expensas. A través de la plusvalía
extraída (Mehrarbeit) la clase privilegiada ha de ser sustraída a la Lucha por la
Existencia (bevorzugte Klasse dem Existenzkampfe), para que cree y satisfaga un nuevo
mundo de necesidades.” (GS, 277) la misma idea es repetida en las conferencias sobre
educación donde todas las clases productivas se ponen al servicio de la selección y
nacimiento del Genio y de la estimulación/producción de su obra (die Geburt des Genius
und die Erzeugung seines Werkes). (BA, 245).
El segundo modelo del origen del estado, que podemos llamar contractualista, se basa en
la ficción antropológica-política de Rousseau harto conocida: su modelo es tricotómico,
le agrega un estado natural o salvaje como primer estadio de la humanidad, un estado de
inmovilidad feliz, de reposo narcisista, donde los hombres son agentes libres e impera el
derecho de gentes. Este primer estadio se rompe por la facultad innata del hombre a la
perfectibilidad, haciéndolo pasar de la Naturaleza a la Cultura. El acto egoísta posesivo
es el que funda el segundo estadio de la Humanidad, la sociedad civil: aparece la idea de
propiedad, se rompe la igualdad primigenia y aparece el derecho del más fuerte. En el
segundo momento es donde aparece la lucha hobbesiana entre hombres, hay un pacto
absolutista (viciado por la desigualdad y el imperio de la fuerza) y se ha producido una
“astuta usurpación” que origina la mayoría de los estados y naciones. El acto de
violencia original se difraza en un derecho irrevocable e impera la voluntad particular: es
el período de desigualdad entre los hombres, el bellum omnium contra omnes. Para
acabar con la desigualdad absoluta y la guerra civil los hombres empujados por la
tendencia a la perfectibilidad (Libertad), deciden establecer un contrato, Contrat, en un
acto de voluntad general entre “pueblos y jefes”, que conforme un cuerpo político que
defienda y proteja tanto a las personas como a los bienes, además el Contrat es una
asociación por la cual, “uniéndose cada uno a todos”, el hombre no obedece más que a sí
mismo y queda tan libre como antes. Así se llega a la auténtica sociedad política, la
verdadera res publica.
Su enemigo mortal ideológico es precisado con exactitud: “la visión del mundo liberal-
optimista (liberal-optimistischen Weltbetrachtung), hoy tan extendida, que tiene sus
raíces en el enciclopedismo francés y en la Revolución francesa (französischen
Aufklärung und Revolution), es decir, en una Filosofía completamente antigermana
(ungermanischen), netamente latina, vulgar y desprovista de toda Metafísica.” (GS, 283).
Según Nietzsche la Modernidad burguesa ha construido una bella fábula que al
reconstruirla se revela como una pobre racionalización a posteriori, una construcción
artificial en conflicto directo con la verdad de la Naturaleza y su Konfiguration der
Gesellschaft. El estado de naturaleza no es un colectivo de individuos iguales pugnando
por su propio interés burgués, como le recuerda a sus lectores: “el que reflexione sin
prejuicios sobre la estructura de la sociedad, el que se la imagine como el parto doloroso
y progresivo de aquel privilegiado Hombre de la Cultura (Kulturmenschen) a cuyo
servicio se deben inmolar todos los demás, ese ya no será víctima del falso esplendor
con que los Modernos (Neueren) han embellecido el origen y la significación del Estado
(Ursprung und Bedeutung des Staates).” (GS, 279).
El origen del Staat nada tiene que ver con el producto de microdecisiones racionales,
procesos deliberativos ni es el resultado de una perfectibilidad de la Humanidad a través
de decisiones consensuadas y pactos de unión entre personas libres, iguales y soberanas.
El Estado no surge con el propósito de proteger los sagrados y naturales “Derechos del
Hombre”. El Estado para Nietzsche no surge como alguna variante más o menos
autoritaria del Contrat Social entre “iguales”, sino primariamente para escapar de la
violencia, la conquista y el miedo. Las raíces ontológicas del Estado no hay que
buscarlas en una racional y voluntaria transferencia de la soberanía individual, sino en el
sustrato oscuro y opaco de dominación, esclavitud y obediencia:, de la Voluntad de
Poder: “El vencido pertenece al vencedor, con su mujer y sus hijos, con sus bienes y con
su sangre. La Violencia (Gewalt) se impone al Derecho (Recht), y no hay Derecho que
en su fundamento no sea insolencia, usurpación, acto violento. Aquí volvemos a ver lo
despiadada que es la rigidez de la Naturaleza (Natur), para llegar a ser una Sociedad, y el
cruel instrumento del Estado (Werkzeug des Staates), es decir, aquel Conquistador
(Eroberer) de férrea mano, que no es más que la Objetivación (Objektivation) del
mencionado Instinto (Instinktes).” (GS, 280).
Para Nietzsche el origen del estado está en el derecho de guerra bárbaro, el barbarisches
Kriegsrecht, no en una utópica utilitaria institución que protege los egoísmos
individuales, como sostiene la filosofía del liberalismo. En sus fragmentos póstumos
escribe: “El Esclavo. Origen del Estado, el Derecho de guerra bárbaro (Entstehung des
Staats, barbarisches Kriegsrecht). Desarrollo del individuo a partir de la ‘Lucha por la
Existencia’ (Daseinskampfe). Belleza de las Plantas. La Fuerza de la Pulsión política
(politischen Triebes) garantiza la continuidad (Stärke) de la Cultura. La Naturaleza ansía
ardientemente la sonrisa. El Estado como estado de Necesidad y como Estado de Rapiña
(Nothzustand und Raubstaat), deviene pronto Estado de la Cultura (Kulturstaat). La
Pulsión política (politische Trieb) está muy sobrecargado, por eso surgen las guerras y la
agotadora vida de los partidos. De esta manera, la Pulsión misma con frecuencia llega a
ser nociva para su propio fin. El Tirano (Tyrann) (punto culminante de la codicia
política) como Protector de la Cultura (Pfleger der Kultur)… El Estado platónico es una
contradictio: en cuanto Estado de Pensadores (Denkerstaat) excluye al Arte. Por lo
demás, se construye completamente sobre una base griega (griechischer Basis).”
(Nachlass, 7, 25).
El Staat es una necesidad de la Naturaleza, que a través de una Pulsión política (que aquí
reemplaza a la humanista apetito societatis) edifica una compleja institución que
centraliza el poder, la autoridad y la violencia con el fin de ordenar la vida de una
comunidad, regular la conducta de los hombres y reproducir las condiciones para la
generación de una Aristocracia del Espíritu. Sin el Estado no hay sociedad humana real
sino exclusivamente un Nothzustand, un estado de necesidad y escasez similar al State
of Nature de Hobbes (negando cualquier posibilidad de una lectura anarquista de
Nietzsche): “En esta misteriosa relación (geheimnisvollen Zusammenhang) que aquí
señalamos entre Estado y Arte, voracidad política y creación artística (politischer Gier
und künstlerischer Zeugung), campo de batalla y obra de arte (Schlachtfeld und
Kunstwerk), entendemos por Estado, como ya hemos dicho, el grillete de hierro que
sujeta el proceso de la sociedad; porque sin Estado, en el natural bellum omnium contra
omnes, la Sociedad poco puede hacer y apenas rebasa el círculo familiar. Pero cuando
poco a poco va formándose el Estado, aquella Pulsión (Trieb) del bellum omnium contra
omnes se concentra en frecuentes guerras entre pueblos y se descarga en tempestades no
tan frecuentes, pero más poderosas. En los intervalos de estas guerras, la Sociedad,
disciplinada por sus efectos, va desarrollando sus gérmenes, para hacer florecer bellum
brotes verdes por todas partes, y en cálidos días, la brillante flor del Genio (Genius).”
(GS, 282/283).
Nietzsche debe reconocer que el hombre es instintivamente sociable por naturaleza, pero
esta Geselligkeit sin una forma estado autoritaria, sin sanciones adicionales y estricto
ordenamiento político-social, sin el encarrilamiento violento y amoral de la Pulsión
política, tiene un desarrollo limitado “no más allá del círculo de la Familia…”. Es sólo el
Estado (cuyo modelo general vuelve a ser aquí el del reaccionario Platón), con un poder
ilimitado para controlar recursos y personas, el único que puede movilizar con sus
medios de coerción y sublimación al entero proceso social para generar la leuchtenden
Blüten des Genius. Sólo el Estado en su forma piramidal autoritaria y jerárquica puede
forjar una Cultura auténtica, verdadera; la función inicial y más básica del Estado es ser
“el” instrumento par excellence en la configuración de la Sociedad: “Por fuerte que sea
la Pulsión a la sociabilidad del Hombre (Trieb zur Geselligkeit), sólo el fuerte grillete de
hierro del Estado sirve para organizar a las grandes masas (größeren Massen), de modo
que debe evitar la descomposición química de la sociedad, con su nueva estructura
piramidal.” (GS, 279/280).
En otro artículo, “Sobre el Contrato original”, Hume vuelve con la misma idea: “El jefe,
que probablemente adquirió su influencia durante el desarrollo de una guerra, gobernó
más por la persuasión que por las órdenes; y hasta que pudo emplear la fuerza para
reducir a los refractarios y desobedientes, mal puede decirse que la sociedad haya
alcanzado el estado de Gobierno Civil. Es evidente que no debió formarse expresamente
convenio o acuerdo ningunos para la sumisión general, idea que escapaba muchísimo a
la comprensión de los salvajes. Cada ejercicio de la autoridad, por parte del Jefe, debe
haber sido particular y requerido por las exigencias actuales del caso. La palpable
utilidad resultante de su intervención hizo que esos ejercicios se tornaran cada día más
frecuentes: y su frecuencia produjo gradualmente una habitual y, si se le quiere llamar
así, una voluntaria y por tanto precaria aquiescencia en el Pueblo.
Sabemos que Nietzsche leyó a Hume en esta época de manera indirecta a través de
manuales e historias de la filosofía, por lo que no es extraño que haya sido influenciado
por una cita literal de sus ideas. Recién en 1873, como se puede constatar en su
biblioteca personal, Nietzsche lee directamente a Hume, adquiriendo en un anticuariado
Gespräche ubre natürliche Religión, traducción alemana de 1781 del original inglés
Dialogues concerning Natural Religion de 1779. Hume le daba la posibilidad de criticar
a la Ilustración desde sus propios presupuestos y muchas herramientas críticas para
atacar a la religión cristiana. No por casualidad Hume es considerado como uno de los
primeros filósofos conservadores que entre otras cosas proponía restringir el sufragio a
un censo de propiedades y fortuna. Además Hume ya era muy valorado por su maestro
Schopenhauer, quien decía que “se aprende más de cada página de David Hume que de
las obras filosóficas completas de Hegel, Herbart y Schleiermacher en su conjunto.” El
ataque de Nietzsche a la Ilustración y sus ideas, que invaden el Volkstaat del IIº Reich,
se profundizará y radicalizará, enfrentando a la auténtica filosofía helénica-germana
(Schopenhauer) con la décadent visión del mundo de Rousseau. (Nicolás González
Varela)
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Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad
para publicarlo en otras fuentes.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=96208
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