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LA HOMINIZACIÓN SIGUIENTE

Durante el mioceno, la última etapa de la era terciaria, proliferaron los


primates. Vivían cómodamente en los árboles, alimentados de frutos,
prácticamente sin predadores. Sin embargo, hace unos 14 millones de años las
cosas empezaron a cambiar. Muchos primates se vieron obligados a
abandonar su hábitat arbóreo. Tal vez su vida fácil condujo a la
superpoblación y algunos grupos fueron expulsados de los bosques, hacia las
sabanas, un ambiente hostil para unos animales incapaces de digerir hierba y
pobremente dotados para la caza. De esta época datan los restos más antiguos
conocidos de una especie de primate llamada Ramapithecus, que pobló
buena parte de Europa, África y Asia (el primer ejemplar se encontró en la
India). En su esqueleto se advierten vestigios de posición erguida. Podemos
suponer que estos primates desplazados compensaron su debilidad formando
manadas, al estilo de los mamíferos cazadores. La postura erguida favorecía
que cada miembro de la manada pudiera mantener contacto visual con los
restantes, de modo que podían avisarse más eficientemente si detectaban
algún peligro. Así pues, la selección natural favoreció a los individuos mejor
dotados para la "incómoda" postura erguida.

El Ramapithecus se extinguió hace 8 millones de años, pero no era el único


primate expulsado del paraíso. Hubo más especies en sus mismas
circunstancias que sobrevivieron más o menos tiempo. En general, estos
monos cazadores reciben el nombre de homínidos. Desde hace unos 6
millones de años fueron apareciendo en el este de África varias especies de
homínidos agrupadas por los biólogos bajo el genero Australopithecus. En
realidad son los primeros a los que se puede aplicar sin discusión el
calificativo de homínido: paulatinamente, las distintas especies de
Australopithecus fueron adquiriendo la postura erguida como postura habitual
y su capacidad craneana -aun siendo pequeña en comparación con la del
hombre actual- fue aumentando. Lo que estaba sucediendo era que los
homínidos compensaban sus pocas dotes de supervivencia con un incremento
de sus habilidades: la postura erguida hizo que ya no necesitaran sus manos
para caminar, y pronto aprendieron a usarlas para matar presas pequeñas con
piedras, potenciaron su agilidad, su capacidad de comunicación y su
capacidad de observación, y todo ello se corresponde fisiológicamente con un
incremento de la complejidad neuronal de su corteza cerebral.

Así, los Australopithecus proliferaron y se vieron obligados a extenderse, pues


no había muchas presas a su alcance y una pequeña porción de territorio no
podía alimentar a muchos individuos. Poco a poco fueron ocupando todo el
este de África, desde Etiopía hasta el extremo sur. La naturaleza proporcionó
entonces una ayuda más a los homínidos: la maduración retardada. En un
momento dado, aparecieron homínidos con un defecto genético: nacían
prematuramente y su crecimiento era demasiado lento. A primera vista, esto
era un grave inconveniente: con el tiempo, las crias llegaron a nacer sin pelo,
sin dientes, con la caja craneal todavía sin soldar, sin capacidad de andar, y
tardaban un tiempo desmesurado en valerse por sí mismas. Sin embargo, estos
inconvenientes eran compensados con creces por una única ventaja: una
infancia más larga implicaba mayor tiempo para aprender. En efecto, las crías
de los primates actuales muestran un alto grado de curiosidad durante su
relativamente breve periodo juvenil, pero después ésta desaparece casi por
completo. Los homínidos conservaron su interés por observar y aprender
durante toda su vida, y esto los hizo notablemente más inteligentes. Ésta es la
razón por la que la selección natural estimuló la maduración retardada, que se
fue agudizando a lo largo de las sucesivas especies de homínidos. Hace unos
2.5 millones de años apareció entre los Australopithecus una nueva especie
que ya no puede englobarse en este género. Se trataba del homo habilis, al
que, como su nombre indica, los biólogos le han asignado el nuevo género
llamado homo.

El homo habilis superaba a los Australopithecus en capacidad craneana y en


inteligencia. Como muestra de ello, nos encontramos con que el homo habilis
fue el primer homínido que aprendió a tallar piedras para hacerlas cortantes o
punzantes. Dispuso así de armas de caza significativamente más eficientes.
Con la aparición del género homo y su habilidad para fabricar útiles de piedra
se inicia la llamada Edad de Piedra, cuyo primer periodo se conoce como
paleolítico y cuya primera etapa, a su vez, es el paleolítico inferior. El homo
habilis se extendió rápidamente por los territorios habitados por los
Australopithecus. Poco después de su aparición se produjo un drástico cambio
climático: las temperaturas descendieron notablemente en todo el planeta.
Desde el precámbrico, la Tierra había pasado por varios periodos de frío
conocidos como glaciaciones, algunas de las cuales habían extinguido a
algunas especies, pero ésta era la primera glaciación que arrostraban los
homínidos.

Evidentemente, las condiciones de vida empeoraron. La caza fue más escasa y


los inviernos eran periodos de hambre. Pese a ello, los homínidos se adaptaron
a las circunstancias. Más aún, en plena glaciación, hace 2 millones de años,
surgió una nueva especie del género homo: el homo erectus. Con él da
comienzo la era cuaternaria, cuyo primer periodo se conoce como
pleistoceno. La glaciación duró cerca de un millón de años, es decir, hasta
hace 1.5 millones de años, pero la era cuaternaria reservaba cuatro
glaciaciones más, separadas por breves periodos interglaciares.

La primera glaciación de la era cuaternaria se inició hace algo más de 1


millón de años y fue más intensa que la anterior. La competencia entre las
distintas especies de homínidos terminó con la extinción de los
australopithecus poco después del inicio de la glaciación y la del homo habilis
hace 800.000 años. El homo erectus sobrevivió, entre otras cosas porque
aprendió a valerse del fuego. Por aquel entonces no sabía producirlo ni
controlarlo, sino que se lo encontraba cuando un rayo incendiaba un árbol. Tal
vez aprendió a conservarlo como algo valioso. La glaciación terminó hace
unos 700.000 años y no debió de pasar mucho tiempo hasta que el homo
erectus aprendió a controlar el fuego. Esto le supuso una mayor protección
frente al frío y los animales carnívoros, así como la posibilidad de alimentarse
de la carne de muchos animales que difícilmente podía digerir en estado
crudo.

La segunda glaciación de la era cuaternaria se extendió desde hace 600.000


años hasta hace algo más de 300.000 años. Durante esta época el homo
erectus aprendió a organizarse para cazar grandes mamíferos. Su modo de
vida era ya muy similar al de otros mamíferos cazadores, pues su inteligencia
había compensado ya con creces su inferioridad física.

Así pues, la adversidad climática ya no era un obstáculo serio para el homo


erectus, que empezó a proliferar, pero, al igual que les ocurrió a los
Australopithecus, se encontró con que cada pequeño grupo requería una gran
cantidad de territorio para cubrir sus necesidades, por lo que se extendió
paulatinamente por toda la Tierra. No obstante, el número total de habitantes
nunca debió de superar el medio millón. Tras un breve periodo interglaciar
sobrevino la tercera glaciación, desde hace algo más de 200.000 años hasta
hace algo más de 100.000 años. A su término el homo erectus ya ocupaba
medio planeta: poblaba toda África, buena parte de Asia y casi toda Europa
(excepto el norte). También había aprendido a fabricar cabañas que le
protegieran de la intemperie en ausencia de cuevas naturales, que hasta
entonces habían sido su único refugio.

Durante la tercera glaciación surgieron las primeras formas de una nueva


especie: el homo sapiens. Con el tiempo se diferenciarían dos subespecies: el
homo sapiens neanderthalensis y el homo sapiens sapiens. En Alemania se
encontró un fósil preneandertalense de al menos 200.000 años y en Israel se
ha encontrado un fósil de hace unos 100.000 años antecesor del homo sapiens
sapiens, en compañía de restos neandertalenses y de los últimos vestigios de
homo erectus, que se extinguió hace unos 90.000 años. Con la aparición del
homo sapiens se inicia el paleolítico medio.

La capacidad craneal del homo sapiens triplicaba a la del homo habilis. En un


primer momento, las diferencias entre las dos subespecies de homo sapiens
eran pequeñas, al igual que las diferencias culturales respecto al homo erectus.
No obstante, al principio de la cuarta glaciación, hace unos 80.000 años,
encontramos ya una cultura neandertal claramente definida. Entre sus nuevas
costumbres se encontraba la de enterrar a los difuntos, y entre sus nuevas
habilidades la fabricación de flechas. Respecto a las inhumaciones, no es
razonable suponer en los primeros homo sapiens una capacidad de
pensamiento abstracto o religioso, pero sí podemos entrever en ellas cierto
grado de autoconciencia. La selección natural fomentó la existencia de
relaciones afectivas de los padres hacia los hijos en mayor grado que las
usuales en otros animales, pues unas crías absolutamente inválidas no podían
sobrevivir sin una buena dosis de paciencia en sus progenitores.
Probablemente, los niños homo sapiens fueron los primeros en reír como
recurso para agradar y mantener la atención de sus padres. Estas relaciones
afectivas debieron de mantenerse entre adultos, de modo que llegaron a sentir
el dolor de la muerte e hicieron lo posible para evitar que sus cadáveres fueran
alimento de las fieras.

El homo sapiens se extendió por Europa, Asia y África. Cazaba todo tipo de
animales y se adaptó con eficiencia a cada medio ambiente. Hace unos 40.000
años el homo sapiens sapiens se convirtió en el primer poblador humano de
Australia. Hace unos 35.000 años empezó a manifestar su superioridad
cultural frente al hombre de Neandertal, dando inicio así al paleolítico
superior. Una buena prueba de esta superioridad es que la población mundial
pasó en un tiempo muy breve de poco más de un millón de habitantes a casi
cinco millones. A esta época corresponden los restos más antiguos conocidos
de arte prefigurativo (incisiones y marcas decorativas en hueso y en piedra).
Las primeras muestras conocidas de arte figurativo (cabezas y cuartos
delanteros de animales pintadas en piedra) datan de hace unos 30.000 años.
Este avance hay que asociarlo a una significativa evolución intelectual. Es
imposible poner fechas a esto, pero el hombre adquirió la capacidad de
pensamiento abstracto, es decir, la capacidad de pensar en algo sin necesidad
de ningún estímulo externo que le impulsara a ello. Así mismo desarrolló el
lenguaje articulado: los homínidos llevaban mucho tiempo comunicándose
entre sí con gran eficiencia, pero siempre mediante signos cuyo significado lo
fijaba el contexto (un grito en un momento dado podía ser la señal de iniciar
un ataque conjunto a una presa, o el indicio de algún peligro cuya naturaleza
había que percibir directamente, etc.). El lenguaje articulado suponía la
posibilidad de aludir a algo de forma unívoca independientemente del
contexto. Tal vez las figuras esquemáticas fueron al principio un método de
ponerse de acuerdo en el significado de las palabras, de convenir qué caza
iban a buscar, tal vez se quedó como costumbre hacer dibujos de las presas
que esperaban cazar, tal vez llegaron a imaginar que dibujar los animales era
una forma mágica de atraerlos. Es difícil saber cómo concebían el mundo
estos primeros hombres.

A medida que el homo sapiens sapiens fue cobrando conciencia de su


existencia en el mundo debió de percibir su debilidad e impotencia frente a la
naturaleza: había animales feroces a los que era mejor no enfrentarse salvo
extrema necesidad, otros, en cambio, podían ser dominados con habilidad. Por
otra parte, nada había que hacer contra las fuerzas del cielo, los rayos y los
truenos.
Sin duda el Sol y la Luna debieron de intrigarle. Probablemente llegó a la
conclusión de que en el cielo habitaban seres muy poderosos y de humor
voluble, a los que era mejor tener contentos, pues ejercían gran influencia
sobre la tierra. En manos de estos seres estaba que hubiera o no buena caza,
que las mujeres tuvieran o no hijos... La imaginación del homo sapiens
sapiens ante lo desconocido pudo ir por mil caminos diferentes, creando
creencias de toda índole, acompañadas de ritos y costumbres. Es difícil saber
qué finalidad concreta tendrían los objetos que hoy calificamos de
"manifestaciones artísticas". Se conocen estatuillas femeninas fabricadas
desde hace unos 27.000 años. A partir de aquí se van produciendo imágenes
pictóricas, bajorelieves y esculturas cada vez más perfeccionadas.

Hace unos 25.000 años se extinguió el hombre de Neandertal, con lo que el


homo sapiens sapiens pasó a ser la única especie humana sobre la Tierra y ya
podemos referirnos a él simplemente como "el hombre". Aparte de mínimas
diferenciaciones raciales, no se ha producido ninguna evolución fisiológica
importante desde entonces. La extraordinaria evolución del hombre ha sido
puramente cultural. Hace al menos 23.000 años el hombre pobló América por
primera vez. Accedió a ella desde Siberia, cruzando un estrecho de Bering
seco (el nivel del mar era inferior al actual a causa de la glaciación) o helado.
Así, el hombre no tardo mucho en poblar la práctica totalidad de la Tierra.

EL MESOLÍTICO SIGUIENTE

Hace unos 20.000 años, durante la cuarta y última glaciación de la era


cuaternaria, el hombre vagaba por la Tierra en busca de caza y recolectando
frutos allí donde los hallaba. Cuando un grupo humano llegaba a una zona rica
en caza o en vegetación comestible, establecían campamentos temporales
hasta agotar los recursos, pero algunos se encontraron con parajes
especialmente fértiles, hasta el punto de que se regeneraban antes de ser
agotados, de modo que poco a poco fueron surgiendo campamentos estables o
poblados dedicados a la caza y la recolección. Así fue como el hombre se hizo
sedentario.
Tal vez los ejemplos más antiguos
de este tipo de poblados (aunque no
muy numerosos al principio) son
una serie de asentamientos
escalonados en el tiempo en el
noreste de África, en el actual
Egipto, los primeros de los cuales
datan de hace 19.000 años. Al
parecer, sus habitantes recogían
anualmente cosechas de cebada y
trigo silvestres. Por aquel entonces
todo el norte de África era una
selva rica en fauna y vegetación,
pero pronto terminaría el periodo
glaciar y comenzaría un proceso de
desertificación que originaría el
desierto del Sahara. No obstante, la
zona noreste continuó siendo fértil
mucho tiempo gracias al río Nilo.
Se trata del río más largo del mundo, que nace en el lago Victoria, en el
ecuador africano, y transporta sus aguas hacia el norte hasta el Mediterráneo.
De todos modos, esto sólo se descubrió mucho más tarde. En la antigüedad,
ningún hombre "civilizado" sabía de dónde surgía el Nilo, pues una serie de
cataratas impedían seguir su curso río arriba a través de la selva.

Otra zona donde hay indicios tempranos de recolección de cereales es la costa


más oriental del Mediterráneo, lo que hoy es Palestina. Se han encontrado
restos de hace 15.000 años que demuestran que en esta región el hombre había
aprendido a moler el grano. Palestina formaba parte de una zona de
condiciones especialmente favorables, conocida como la media luna fértil.
Se trata de una región que, como indica su nombre, tiene forma aproximada
de media luna. Su parte este es lo que podríamos llamar Canaán. La costa de
Canaán recibe el nombre de Palestina al sur y Fenicia al norte, si bien estos
nombres están relacionados con pueblos que habitarían la región
posteriormente. La media luna fértil avanza hacia el este por el llamado
corredor sirio y luego desciende hacia el sur siguiendo el curso de dos ríos
que fluyen paralelamente: el Éufrates y el Tigris, que finalmente se unen
poco antes de desembocar en el Golfo Pérsico. En la antigüedad el mar cubría
una extensión mayor de terreno, de modo que el Éufrates y el Tigris tenían
desembocaduras separadas. La tierra comprendida entre los dos ríos (y, por
extensión, sus alrededores) se conoce como Mesopotamia. Mesopotamia
limita al este con los montes Zagros. Se conocen restos de cazadores-
recolectores que poblaron estos montes hace casi 13.000 años.
La vida en poblados estables supuso un cambio cultural importante. Se abre
así una última fase del periodo paleolítico conocida como mesolítico. Los
casos que acabamos de comentar son sus primeras manifestaciones, si bien la
cultura mesolítica sólo empezó a ser representativa desde hace unos 12.000
años, es decir, desde el X milenio, momento en el que se considera que
empieza el último periodo de la era cuaternaria: el holoceno. De esta época se
conservan poblados palestinos con cabañas circulares semisubterráneas de
madera, adobe y piedra.

En el IX milenio terminó la cuarta glaciación. La cultura mesolítica se


extendió desde Palestina hasta Siria siguiendo la media luna fértil. Mientras el
noreste de África permaneció en estado mesolítico durante varios milenios, en
el Oriente Próximo se produjeron cambios relativamente rápidos. Los
hombres sedentarios tuvieron ocasión de estudiar más a fondo el
comportamiento de las plantas y los animales. Lentamente, descubrieron que
era posible retener y alimentar a algunos animales en lugar de matarlos, de
modo que se podía disponer de su carne cuando fuera más necesaria. Hay
indicios de que por esta época, en un asentamiento que más tarde sería la
ciudad de Jericó, ya se había domesticado el carnero. Poco a poco, los
hombres de la parte occidental de la media luna fértil se hicieron pastores y
agricultores.

Los que optaron por reunir animales y apacentarlos se encontraron con que
tenían que viajar de un sitio a otro en busca de pastos, lo que les llevó a
abandonar los poblados y convertirse en pueblos nómadas. Por el contrario,
los agricultores debían permanecer junto a sus tierras, las cuales requerían
toda clase de trabajos y cuidados. Formaron poblados más firmes y
numerosos, pues, por una parte, la tierra trabajada proporcionaba alimento
para más personas y, por otra, necesitaban defenderse de las fieras y de otros
pueblos nómadas que no tenían escrúpulos de llegar y llevarse sin esfuerzo el
fruto del trabajo ajeno.

LA REVOLUCIÓN SIGUIENTE

NEOLÍTICA
Con la aparición de la agricultura y la ganadería entramos en la segunda etapa
de la edad de piedra: el neolítico. Las primeras manifestaciones neolíticas
propiamente dichas aparecen en Palestina a partir del año 8600. Por aquel
entonces, la Tierra debía de contar con alrededor de ocho millones de
habitantes. Los nuevos descubrimientos fueron divulgándose lentamente,
junto con otras innovaciones. En el año 8000 se descubrió la cerámica en el
Sahara y en Siria independientemente. Las vasijas de barro fueron prácticos
sustitutos de los pesados recipientes de piedra. No obstante, el labrado de la
piedra también se perfeccionó. De hecho, la denominación paleolítico /
neolítico marca el tránsito de la piedra tallada a la piedra pulimentada, si bien,
como ya queda dicho, no es ésta la diferencia más significativa entre ambas
culturas, sino la aparición de la agricultura y la ganadería.

Hacia el 7500 se empezó a cultivar


el trigo en Jericó, y se
domesticaron el cerdo y la cabra.
Por esta época la agricultura y la
ganadería llegaron a la Alta
Mesopotamia (esto es, a su parte
norte, la más alejada del mar).
Palestina continuaba a la cabeza de
la civilización: Hacia el año 7000,
las viejas cabañas circulares habían
sido sustituidas por casas de planta
rectangular, subdivididas en
habitaciones y con las paredes y el
suelo cubiertos de arcilla. Sus
pobladores enterraban a los
difuntos bajo sus casas, pero antes
les separaban el cráneo, lo cubrían
de arcilla y lo adornaban con pinturas. Esto indica un complejo ceremonial
religioso.

En general, las culturas agrícolas desarrollaron una religión más compleja y


sofisticada que los pueblos nómadas. Los nómadas llevaban una vida
relativamente cómoda. Se sentían capaces de dominar su entorno. Eran gente
ruda y fuerte. A menudo efectuaban provechosas incursiones en aldeas de
agricultores indefensos. Para sus pocas necesidades, desconocían lo que era la
escasez o falta de recursos. Las únicas cosas que no podían controlar eran las
tormentas, las enfermedades y tal vez los enfrentamientos con otros pueblos
nómadas. Por ello sus religiones se limitaban a algún "dios de las tormentas" o
"del trueno" o "del rayo", a quien implorar clemencia en las tempestades, o
quizá a un "dios de la guerra" a quien encomendarse y pedir protección antes
de un enfrentamiento. Por el contrario, los agricultores estaban rodeados de
eventos que escapaban a su control. Su nivel de vida dependía de que lloviera
en el momento oportuno, de que no hubiera tormentas devastadoras, de que
las cosechas fueran buenas, de que los ríos trajesen agua suficiente pero no
excesiva, etc. Conocían las diferentes estaciones del año y las vinculaban con
los cambios de posición del Sol y las estrellas en la bóveda celeste. Así, el
agricultor aprendió a rezar ante la adversidad. La superstición se extendió
rápidamente entre los pueblos agrícolas, y surgieron toda clase de ritos para
mantener propicios a los dioses de la lluvia y de los ríos, y al Sol, etc. En
torno a estas creencias no tardan en surgir sacerdotes especializados en velar
por que los dioses estuvieran satisfechos con el pueblo. Los sacerdotes tienen
fama de sabios y a menudo son objeto de innumerables preguntas de todo tipo,
para las que siempre tienen alguna respuesta basada en historias sobre tal o
cual dios. Así, cada pueblo fue creando su mitología, más o menos rica según
la imaginación de sus gentes, y en consonancia con el grado de sofisticación
de cada sociedad.

Durante el VII milenio la densidad de población en la media luna fértil


aumento notablemente. Se domesticó al buey. En Siria se exploraron muchas
innovaciones, como la fabricación de recipientes de cal, aunque estas técnicas
no tuvieron continuidad. La agricultura se extendió por la península de
Anatolia (Turquía). Hacia el año 6500 encontramos una agrupación de
pueblos de cerca de 6.000 habitantes, con casas y santuarios de ladrillo crudo
y frescos de divinidades femeninas y toros. A finales del milenio aprendieron
a fundir el cobre para fabricar adornos, puntas de lanza y objetos diversos,
pero el metal era escaso y el descubrimiento no tuvo muchas repercusiones.

Por esta época empieza a aparecer también la agricultura en algunas zonas del
actual México.

Al comienzo del VI milenio las técnicas agrícolas se habían perfeccionado


notablemente en la zona occidental de la media luna fértil. Se descubrió la
hoz, la azada, etc. La cerámica se extendió desde Siria por ambos "cuernos"
de la media luna. El Éufrates y el Tigris suministraban excesiva agua en
primavera y poca el resto del año, por lo que en su entorno se formaron
grandes aldeas de obreros que construyeron presas y canales para almacenar y
distribuir el agua. Se ocupó la baja Mesopotamia, que había quedado
despoblada desde la glaciación.

Los agricultores
podían cosechar más
de lo que necesitaban
consumir, lo que
propició que algunos
hombres optaran por
especializarse en
producir otro tipo de
bienes que canjear a
los agricultores por sus
sobrantes. Así, tras la
cerámica surgió la
cestería y luego la
elaboración de tejidos. Se formó una importante aldea en donde después
estaría la ciudad de Ur. Allí surgió una comunidad de comerciantes que
llegaron a recorrer por mar las costas de Arabia. Su emplazamiento está
actualmente lejos del mar, pero entonces la costa llegaba hasta sus
inmediaciones. Hay constancia de que durante un cierto periodo la aldea fue
completamente inundada por el mar. Es posible que este suceso fuera el
origen de una leyenda que pervivió durante milenios en la zona sobre un
"diluvio universal", que supuestamente había inundado la totalidad de la
Tierra. El mapa muestra otras aldeas fundadas en esta época que con el tiempo
se convertirían en ciudades importantes. Al norte de la media luna fértil, cerca
del nacimiento del Tigris, se fundó Nínive, que miles de años después sería la
capital de un poderoso imperio.

Mientras tanto, la vida en Anatolia debió de ser especialmente difícil. El único


avance cultural durante el sexto milenio fue la construcción de fortalezas,
signo de que sus habitantes sufrían frecuentes incursiones de pueblos nómadas
vecinos. En Egipto las condiciones eran más propicias que las de
Mesopotamia o Canaán, por lo que la región permaneció ajena a los avances
de estas regiones y continuó en su tradición mesolítica de caza y recolección
durante todo el milenio. Por el contrario, la cultura neolítica se extendió desde
el oriente próximo hacia Europa. Hacia el año 6000 aparecen las primeras
comunidades agrícolas en el sureste de Europa y a lo largo del milenio se
extendieron a lo largo de la costa mediterránea. Así mismo apareció la
agricultura alrededor del valle del Indo (en el actual Pakistán).
EL QUINTO MILENIO SIGUIENTE

A lo largo del V milenio la cultura neolítica se expandió y consolidó por


Europa, Asia y África. La prosperidad fue tal, que en este periodo la población
mundial pasó de unos 10 millones de habitantes hasta casi 50 millones. En
Europa y África central surge la cultura megalítica, caracterizada por la
construcción de grandes monumentos de piedra: a veces simples piedras
levantadas a modo de columnas, a veces alineadas según ciertos patrones,
otros en forma de enormes losas horizontales apoyadas sobre otras dos
verticales, etc. Naturalmente, estas construcciones debían de estar asociadas a
nuevos rituales y creencias más o menos sofisticadas, típicos de la cultura
neolítica. En Grecia se desarrolló la navegación por el Egeo, que llegó hasta la
isla de Creta. En Asia la agricultura continuó extendiéndose lentamente por el
valle del Indo.

En América el progreso fue ligeramente más lento: en algunas zonas de


México y Perú hubo pueblos de cazadores-recolectores que empezaron a
llevar una vida sedentaria. Domesticaron animales e inventaron la cerámica.
Los cultivos eran muy variados, pero la agricultura les proporcionaba sólo una
pequeña parte de sus recursos. También aprendieron a tejer fibras vegetales.

En China se formaron asentamientos mesolíticos a lo largo del río Amarillo


(Huang He), donde finalmente se aprendió a cultivar el arroz. En el Baikal se
originó un complejo de culturas nómadas que se extendieron y diversificaron
por Siberia y Asia central. Su influencia llegó hasta China. Al oeste de los
montes Urales surgió una cultura de pastores nómadas, entre el mar Caspio y
el mar Negro. Sus integrantes hablaban una lengua común, conocida como
Indoeuropeo. La península Arábiga y el norte de África fue poblada por otro
grupo humano que también hablaba una misma lengua, conocida como
Afroasiático o Camitosemítico. No obstante, el desierto del Sinaí supuso una
separación permanente entre Arabia y África, por lo que las variantes
dialectales del Afroasiático de Arabia formaron pronto un grupo de lenguas
bien diferenciadas de las Africanas, conocidas como lenguas semíticas. Las
tribus de Arabia se hicieron ganaderas, mientras que las del norte de África
continuaron viviendo durante mucho más tiempo de la caza y la recolección,
pues el territorio era mucho más fértil.

Los mayores avances se produjeron en la Baja Mesopotamia, esto es, la parte


más cercana a la desembocadura del Éufrates y el Tigris. El sistema de canales
que habían ideado en la parte alta de la región llegó hasta el sur, lo que
permitió aprovechar plenamente las posibilidades que ofrecían los ríos, dando
origen a una agricultura de irrigación que convirtió la zona en la más fértil y
próspera de la época. Además de la agricultura, florecieron el comercio y la
alfarería. Los mercaderes inventaron un antecedente de la escritura: el sello.
Los recipientes de barro se marcaban con sellos planos que imprimían un
relieve distintivo de su propietario o de su contenido. A finales del milenio
algunas ciudades llegaron a contar con 10.000 habitantes.

Hasta entonces, las aldeas pequeñas tenían una estructura tribal, formadas por
unas pocas familias que obedecían a algún patriarca, pero las grandes ciudades
requerían una organización que no descansara en vínculos familiares. Así, las
ciudades mesopotámicas se fueron convirtiendo en ciudades-estado. Cada
ciudad dominaba y cultivaba las tierras de su entorno y era gobernada por un
rey. La administración corría a cargo de los sacerdotes. Éstos ejercían de
tesoreros y recaudadores de impuestos y, en la medida en que su autoridad
residía en su papel de intermediarios con los dioses, la religión se fue
sofisticando más y más. El templo era el centro de cada ciudad. Además de la
clase sacerdotal, surgió una aristocracia y una burguesía que originó una
demanda de adornos, tejidos y obras de arte. El modo de vida de la Baja
Mesopotamia fue imitado rápidamente por el resto de la media luna fértil, que
mantuvo una cultura similar.

En la península del Sinaí se descubrió la fundición del cobre, y el sistema se


extendió rápidamente tanto hacia Mesopotamia como hacia Egipto. Hacia el
4500 el sur de Canaán fue invadido por un pueblo que conocía la fundición
del cobre. Por la misma época aparecen los primeros poblados neolíticos en
Egipto, junto al lago Moeris, algo al oeste del curso del Nilo. Las
inmediaciones del Nilo hubieran requerido un sistema de canales similar al de
Mesopotamia para ser aprovechadas adecuadamente, por lo que las zonas
cercanas (pero prudencialmente alejadas de las súbitas crecidas del río) eran
más adecuadas para una población que acababa de descubrir la agricultura y la
ganadería.

La metalurgia del cobre prosperó en Irán, que importaba el mineral de la India


y lo exportaba manufacturado a Mesopotamia, junto con oro, plata y piedras
preciosas. El cobre fue especialmente útil en Mesopotamia. El oro y la plata
son blandos, y sólo servían para confeccionar adornos. El cobre, en cambio, es
más duro y servía para fabricar armas más efectivas que las de piedra, armas
con que repeler las incursiones de los nómadas, que se hacían más frecuentes
cuanto más prosperaba el valle. Por una parte estaban los rudos pastores que
habitaban en los montes Zagros, al Este, y por otra los habitantes del desierto
arábigo al suroeste. Las ciudades-estado se fortificaron, como ya habían hecho
tiempo atrás las de Anatolia. Egipto, en cambio, estaba rodeado por el mar, el
desierto y las cataratas del nilo, así que vivió mucho más tranquilamente que
Mesopotamia durante mucho tiempo.

Hacia el año 4000 la Baja Mesopotamia no pudo resistir por más tiempo la
presión de los pastores, que invadieron la región desde los montes Zagros y se
asentaron en ella, sumiéndola en una profunda crisis.
El hombre actual es el resultado de largas etapas evolutivas. En esta sección verás
cuáles fueron esas etapas así como las principales fases culturales por las cuales
pasaron los primeros seres humanos.

Evolución de los primates y aparición del Homo sapiens

El cuerpo humano está conformado por miles de millones de células y decenas de


órganos que demuestran nuestro parentesco con otros seres vivos. Sin embargo, un
solo órgano, el cerebro, relaciona a los hombres de hoy con los primates, un orden de
mamíferos muy evolucionados que aún existen en el globo terráqueo.

El origen de los primates se remonta a los comienzos de la era Terciaria, hace


aproximadamente 60 millones de años, cuando un grupo de mamíferos de reducido
tamaño comenzó a cazar insectos y a agudizar más la vista que el oído. Al desaparecer
los grandes dinosaurios, los mamíferos sobrevivientes ocuparon el lugar predominante
en la naturaleza y entre ellos se destacaron los primates que habitaban en las copas de
los árboles y que desarrollaron una gran capacidad para sobrevivir: poseían un cerebro
superior puesto que podían coordinar la vista y el movimiento de las manos. Sus
manos eran prensiles y la posición de los ojos les permitía una visión tridimensional.

Durante el Eoceno, estos pequeños primates se desarrollaron aceleradamente y dieron


origen a formas superiores como fueron los prosimios y los simios. Estos últimos son
de dos tipos: los monos catarrinos (o monos del Viejo Mundo) y la platirrinos (o monos
americanos). Muy posiblemente fueron los catarrinos los que dieron origen a seres muy
superiores, los antropoides generalizados o póngidos, de los cuales se desprendieron 2
ramas: los antropoides arborícolas o grandes monos africanos como el gorila y el
chimpancé, y los antropoides a ras de tierra. Los antropoides arborícolas son los
primates existentes en la actualidad que más se acercan a los seres humanos.

Los antropoides a ras de tierra aparecieron hace aproximadamente 20 millones de


años y aunque eran muy parecidos a los arborícolas evolucionaron en otra dirección.
Como ejemplo de estos antropoides pueden citarse el Dryopithecus, el Oreopithecus y
el Ramapithecus. Estos últimos tienen una antigüedad estimada en 14 millones de
años y fueron, posiblemente el origen de los homínidos, es decir, seres con algunas
características humanas pero que no eran todavía hombres.

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Evolución de los homínidos

Según parece, el Ramapithecus dio origen al Australopithecus, un primate más


avanzado, que a su vez evolucionó dando origen al Pithecanthropus u Homo Erectus
del cual salió el Homo sapiens en sus dos subespecies: Homo sapiens neanderthalensis
y Homo sapiens sapiens u hombre moderno. A continuación te explicaremos cada una
de estas etapas de la evolución de los homínidos.

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Los Australopithecus

Este primer estadio de la evolución de los homínidos está representado por un grupo
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