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Varios han sido los historiadores que han escrito diversos artículos en defensa
de Tlaxcala, al conocer el infundio que algunos ignorantes y desorientados de
nuestra historia, le han querido colgar, señalándola como traidora. En este
breve ensayo, habremos de citar algunos de ellos, que a través de sus diversas
versiones de carácter puramente histórico e imparcial han fortalecido la
realidad exacta de lo que significó verdaderamente la alianza que realizaron los
tlaxcaltecas con las huestes de Cortés y su participación en la conquista de las
tierras de la Anáhuac.
Una de las pruebas que podría citarse para confirmar que las 7 tribus
Nahuatlacas (llamadas así exclusivamente por hablar el Náhuatl) y a las cuales
pertenecían tlaxcaltecas y mexicanos, no tuvieron un origen común, es el
hecho de citar, que si bien todas ellas tuvieron el mismo dialecto, cada una tuvo
también sus propios giros gramaticales y su propio grado de cultura, como
atinadamente fue observado en un interesante artículo que se publicó hace
tiempo en la revista de la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Junto con lo
anterior, podemos citar también como una segunda diferencia, que desde su
movimiento migratorio, ambos pueblos ya traían rencillas y divergencias que
estallan en los llanos de Poyahutlán y las cuales obligan, no obstante ser
vencedores los propios tlaxcaltecas, a seguir su caminata con distinto
peregrinaje de los aztecas, esto es, siguiendo más al sur, hasta asentarse en la
antigua Texcaltipac, hoy Tlaxcala.
Por otra parte, y dentro del aspecto religioso, no podemos dejar de mencionar
especialmente, que en tanto los aztecas adoraban a Huichilopoxtli como a un
dios guerrero y sanguinario; los tlaxcaltecas en cambio veneraban a Camaxtli
como dios de la caza, y a quien en un principio inclusive, solo ofrendaron flores
y frutos de la temporada, y no sacrificios de vidas humanas, como los aztecas
lo acostumbraban hacer ordinariamente. Por lo que se refiere a su tipo de
gobierno, también debemos de recordar que una vez establecidos los aztecas,
crean como forma de gobierno, la monarquía hereditaria, vitalicia, absolutista y
despótica como lo refieren los libros del Gobierno de Moctezuma II; en cambio,
es Tlaxcala precisamente dentro de toda la América, el pueblo que practica
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como forma de Estado y de Gobierno, la democracia representativa, electiva y
popular en manos de 4 senadores representantes de los 4 señoríos o calpullis
de aquel entonces.
Más desde luego, al no lograrlo nunca, ni éste ni sus aliados, inicia un bloqueo
comercial privando desde entonces a nuestro Tlaxcala, de algodón y de frutas,
pero principalmente de sal, al provocar una completa extorsión en su comercio
durante 60 años, como por otra parte también lo asegura la pluma de Don
Crisanto Cuellar Abaroa, en su obra “Tlaxcallan: 50 notas de Historia
Prehispánica”, con esto vuelve a reconfirmarse que nuestra nación y el imperio
mexicano, eran totalmente independientes, tanto en su régimen político, como
en su religión, en sus asentamientos humanos, sus costumbres y hasta en su
raza lo cual nos lleva a reconfirmar que todo lo anterior fomentó el hondo
abismo que existía entre estos dos pueblos, provocando como razón natural
que finalmente los tlaxcaltecas, se aliaran a Hernán Cortés, quien desde un
principio les prometió defenderlos del despotismo y de la mala voluntad del
Soberano Moctezuma. Por cierto, aquí cabe recordar que también Tlaxcala,
sirvió como refugio, para todos aquellos que huían del imperio tiránico de los
Aztecas, lo cual por otra parte nos viene a reconfirmar también su ambición de
poder y sometimiento con la que siempre amenazaron a todos los pueblos del
valle de México.
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número de otras que aunque procedían de un origen común, constituían
gobiernos separados, y no pocas veces enemigos.
Este mismo historiador (Chavero), aprecia que Tlaxcala, no solamente era una
nación completamente diversa de México; sino contraria, constante e
incansable de los pueblos del Anahuac. Por lo que llamar a su alianza con los
españoles, traición, sería lo mismo decirle traidora a España, porque se ligó
con los Ingleses para combatir a las huestes de Napoleón.
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homenaje alguno, ni desde que sus antepasados salieron de los países
septentrionales para habitar estas tierras, han pagado los tlaxcaltecas
tributos a ningún príncipe. Siempre se han conservado libres; y no
conociendo la esclavitud a que pretendéis reducirlos; antes que
someterse a vuestro poder, derramarán más sangre que la que
derramaron sus mayores en la batalla de Poyahutlán”
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haberse aprobado lo anterior, al aguerrido y patriota Xicohténcatl el joven, para
fungir desde aquel momento como capitán general del ejército tlaxcalteca.
Fue así como Tecpacxochihuilli, quien fuera héroe y señor de Tecoac, con
inteligente táctica militar condujo al enemigo español, hasta donde ya estaban
en celada las fuerzas de Xicohténcatl, con su divisa roja y blanca, trabándose
así el combate con el grueso de las fuerzas españolas y sus aliados. Cabe
subrayar muy especialmente que en esta primera pelea, los tlaxcaltecas echan
mano de la lanza del famoso jinete Pedro Morón, a quien derriban de una
cuchillada para después degollar a su yegua. Más adelante, los tlaxcaltecas
ofrecen a su Dios Camaxtli, en acción de gracias por la victoria obtenida, tanto
el chapeo o sombrero velludo que les enviara Cortés, como los pedazos de la
piel arrancada a la yegua de Morón; que después, principalmente enseñan ante
sus hermanos de raza para demostrarles que los invasores no eran seres
inmortales y monstruosos; sino hombres mortales como todos.
En los Informes enviados por el propio Hernán Cortés a España, que ahora
conocemos como “Cartas de Relación”, confirmamos todo lo anterior a través
de sus propias palabras, las cuales dejó escritas con el siguiente texto: “El
embajador, enviado por Moctezuma, inició la platica diciendo algo que nos dejó
sin habla tanto a mí, como a doña Marina Aguilar: “Dios nuestro y señor
nuestro, sed muy bien venido que desde largo tiempo os esperábamos
nosotros, tus siervos y vasallos. Moctezuma, nuestro amo y tu vasallo,
nos envía a tu presencia para que en su nombre te saludemos, y dice que
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seas muy bienvenido, y te suplica recibir estos ornamentos que usabas
entre nosotros cuando te teníamos por rey y señor. Así (continua Cortés),
tres de estos indios empezaron a ponerme los ornamentos y adornos de
Quetzalcóatl, agregando más adelante: Fue así como a la salida del valle,
encontré una muralla de piedra seca como estadio y medio de alto (más
de 3 metros) que atravesaba el valle de una sierra a otra y tan ancha como
de 20 pies y a todo lo largo, un pretil de pie y medio de ancho para pelear.
Al preguntar la causa de aquella muralla, me dijeron los naturales que la
tenían porque eran fronteros con los Tlaxcaltecas, los cuales eran
enemigos de Moctezuma y tenían guerra siempre con ellos”.
(“Moctezuma, si bien extendió las fronteras del imperio hasta Honduras, jamás
pudo dominar a los tlaxcaltecas; absolutista y despótico, sembró el descontento
en parte de sus súbditos; por eso al llegar Cortés a México, halló muchos
aliados... y fueron sus propios gobernados, quienes indignados por la
pusilanimidad mostrada por Moctezuma, le arrojaron flechas y piedras (27-
Jun.1520), hiriéndolo gravemente; falleció a los 3 días”. Pag. 2,492, Tomo VIII
del Gran Diccionario Enciclopédico Ilustrado de México)
Eso es lo que alegó Tlahuexolotzin, dando a entender con ello, cual era
finalmente su partido. El de la paz y la alianza con Cortés. Resolución de última
hora, cuando ya todos los medios de defensa con que se contaba, se habían
puesto en juego, sin poder evitar, lo que ya era inevitable. Por eso, son sin
duda los tlaxcaltecas del siglo 16, combatiendo a las huestes extranjeras de
Cortés, los que inclusive forman el primer ejército que trata de detener esta
invasión, que los hispanos precisamente inician al encontrar desguarnecida la
entrada de su muralla por el lado oriente.
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finalmente lograban destrozar los compactos batallones de los tlaxcaltecas,
ocasionándoles numerosos muertos y heridos.
Junto con esto último que hemos expresado, no resulta por demás recordar,
que la primera batalla campal que libraron los tlaxcaltecas contra los hispanos,
tuvo lugar un 2 de Septiembre de 1519 en un lugar conocido como
Tzompantzingo, donde el conquistador Don Hernán Cortés, afecto a los
formulismos jurídicos y siguiendo las costumbres de la época, debió haber
ordenado leerles por medio de un interprete el famoso bando de la conquista
que decía: “Caciques e Indios de este continente: Hoz anunciamos que
existe un dios y un rey de castilla, el cual también lo es de estas tierras,
mientras que el Papa es representante de Dios en la tierra, y él ha
concedido estos territorios al rey de Castilla con la condición de
cristianizar a sus moradores, para que después de su muerte, sean
admitidos en el reino de los cielos. Venid a nosotros, caciques e indios,
abandonad vuestros falsos dioses y rendid tributo al rey de castilla, como
vuestro soberano y dueño. Se declara la guerra a quien ofrezca
resistencia, y de acuerdo con las leyes bélicas será muerto, vendidos
como esclavos los prisioneros, y les serán confiscados sus bienes”.
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septiembre, y la tercera, la noche del mismo día, por recomendarle los
agoreros que si los hispanos eran hijos del sol, podrían vencerlos por la noche;
lo que tampoco lograron, porque los invasores siempre tuvieron guardias
nocturnas, y ante el peligro de ser sorprendidos nunca se separaron de sus
armaduras.
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A todo esto, el también historiador Don Lucas Alemán nos vuelve a reconfirmar
que fue Xicohténcatl el joven, uno de los guerreros más celebres de las
naciones americanas, que no se fascinó jamás con la falsa política que por
medio de la división arrastraba a su patria al abismo de la servidumbre.
Por eso volvemos a insistir: nada tenían, ni tuvieron ni han tenido de traidores
los tlaxcaltecas y otros muchísimos indios que únicamente (como ya se ha
explicado en parte), se unieron a Cortés para luchar contra sus tiranizadores,
los aztecas.
El Historiador Don Alfonso Junco en su obra: “Lo que fue y lo que no fue
Cuauhtémoc”, apoya también nuestras apreciaciones al señalar que los
tlaxcaltecas vieron la oportunidad de libertarse de sus opresores y la tomaron;
porque además era dentro de los límites de su minúscula patria ¡respectivos
patriotas!. Así también lo consideró en definitiva el congreso mexicano de
historia, en una especial e importantísima sesión que llevó a cabo en la ciudad
de Xalapa con fecha 28 de Junio de 1951, y cuyo acuerdo fue después dado a
conocer a través de su secretario del consejo permanente, Don Antonio Pompa
y Pompa, ya con fecha 26 de Junio de 1961, al dar respuesta a una
correspondencia girada el 17 de Noviembre de ese mismo año por el Lic.
Germán George Hernández en ese entonces, presidente de la asociación de
tlaxcaltecas “Xicohténcatl”, residentes en la ciudad de México, y quien solicitó
oficialmente se emitiera la opinión histórica que en justicia debía de darse a la
participación del pueblo y autoridades tlaxcaltecas en la conquista del Anahuac,
y territorios aledaños respondiendo finalmente tan autorizada representación
que:
“1.- El pueblo y gobierno tlaxcaltecas constituían unidad absolutamente
independiente de CUALQUIER OTRO PUEBLO y autoridades mexicanas: con
quienes no tenían pacto ni alianza política, religiosa o militar. 2.- Que la
Alianza que los 4 señoríos tlaxcaltecas hicieron en representación de sus 4
señoríos con el conquistador Hernán Cortés, la llevaron a cabo en uso de sus
propios derechos como pudieron hacerlo con cualesquiera otro pueblo o grupo
militar en defensa de un enemigo común. 3.- Que la nobleza del pueblo
tlaxcalteca manifiesta en la colonización del territorio de la Nueva España, le
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enaltece por su calidad de miras y de grandes servicios a la organización de la
nueva nacionalidad de un pueblo que entraña la unidad de oriente y occidente.
4.- Que la misión colonizadora del tlaxcalteca, es reconocida por múltiples
testimonios históricos y por estudiosos de esta obra, que se proyectó desde la
región norteña de Texas, los grandes territorios de la Nueva España y al sur
hasta las regiones del Ecuador, y 5.- Que por consiguiente, cualquier
apreciación que suponga falta de lealtad o traición en la actitud de alianza entre
el pueblo tlaxcalteca y los conquistadores españoles, ES CARENTE EN
ABSOLUTO DE FUNDAMENTO HISTORICO.
Así, a la llegada de Hernán Cortés, podemos asegurar que la única ley que
conocían los tlaxcaltecas, era la suya; y tan la conocían y la respetaban, que
antes de pactar alianza con el conquistador, como ya lo dijimos y
reconfirmamos, se enfrentaron en batallas sangrientas a sus tropas; y todavía
aun después deliberaron democráticamente y justamente como acostumbraban
hacerlo en su senado, el delicado asunto de la alianza; lo cual nos determina
¡no existió delito alguno!. Ya dijimos también, que Tlaxcala por todas las tribus
era asediada y amenazada; con todos guerreaba porque eran súbditos
doblegados al poder de Moctezuma y Tenochtitlán; dentro de la actual patria
¡esta era una patria independiente!. Luego entonces, al pactar con los
españoles, no quebrantaron ninguna fidelidad y sí hicieron lo propio y lo justo,
al recibir la promesa de que si se unían con aquellos hombres venidos del
oriente, iban por fin a ver derrotados a sus eternos enemigos: los aztecas.
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Destacando por cierto aquí también, la invaluable participación de un
Chiautempense, primer diplomático y evangelizador de América; y todavía
fundador de la actual población de Tlalcuapan, Don Diego Martín Tzontlimatl
Chichimecateutli, quien (según nos señala la historia) fue el primero en
aconsejar a Xicohténcatl Axayacatzin para combatir a los españoles; peleando
por otra parte con Bizarria, en los encuentros que se sostuvieron en la
Covadonga, Xaltianquizco y Tzompantepec, donde precisamente los
tlaxcaltecas hicieron refugiarse a los españoles en el Teocali que se
encontraba en la cima del cerrito de Tzompantzinco; en este lugar fue donde
precisamente Chichimecateutli, arrebata al ejército español su estandarte de
guerra, demostrando con ello, un arranque de gran sentido patriótico.
Después de la paz entre los tlaxcaltecas y los españoles, se dice también que
fue el mismo Chichimecatetutli, quien salvó la vida del conquistador en
Xochimilco y que siendo éste caudillo militar, un hombre activo, cuando no
tenía la macana en las manos, tenía la voz de mando; y así lo vemos subir y
bajar de la majestuosa Matlalcueyetl (o Malintzi), trayendo madera para la
construcción de los 13 bergantines, que se utilizaron para la invasión de la
antigua Tenochtitlán, un 13 de septiembre de 1519. Pero no podemos llegar
aun a la conclusión de este prologo, sin antes destacar, que no solo para los
estudiosos de nuestra historia, sino inclusive también para brillantes filósofos,
humanistas y psicólogos de nuestro tiempo, Tlaxcala ha sido ubicada en el
lugar que su estatura patriótica y nacionalista, le ha erigido a través de estos
cientos de años que han transcurrido, desde el arribo de los hombres rubios y
zancudos que comandó don Hernando de Cortés.
Tal es el caso del intelectual mexicano Don José Vasconcelos , cuya pluma
dejó escrita una verdad trascendental dentro del devenir histórico de nuestra
patria, al señalar enfáticamente: “era Tlaxcala el reino más civilizado de
México, se regía por una especie de senado y no abusaba de los
sacrificios”. Con esta última cita, podemos sacar en conclusión que sin duda
alguna todas las raíces de nuestro pasado, nos demuestran que antes de la
conquista de los españoles, aquí en Tlaxcala, como en ninguna otra parte de
este continente, se vio florecer una estructura republicana, compuesta por
cuatro senadores que representaron a los 4 señoríos que ya señalamos; siendo
así como esta pequeña república, antecedente de lo que hoy somos todos los
tlaxcaltecas, supo mantener su independencia y su libertad, sin que jamás
hayamos sabido que por sus venas haya corrido sangre esclava o esclavizante.
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Y así, hubo un pueblo, solo uno, que nunca se doblegó ante las armas
mexicanas; ni ante aquel imperialismo que nuestra historia registra; Y ESE
PUEBLO FUE EL TLAXCALTECA, pueblo sin sal, pueblo aislado, pueblo
aguerrido y fiero, que hizo todo, hasta entregar su sangre como Tlahuícole,
antes de capitular sus armas o permitir el desprecio de su origen y el
desmantelamiento de su estructura política.
Junto con lo anterior, nunca debemos de olvidar también, que nuestra forma de
gobierno del ayer, fue muy superior en todo y por todo, a la que los
emperadores aztecas habían establecido en el valle del Anahuac; y en esa
forma de vida nos encontró el conquistador, guerreando, peleando por nuestra
independencia ante el emperador azteca. Sabiendo mantenernos libres y
erguidos como nuestra montaña: ¡de pie, mirando al sol, retando al horizonte! Y
así, en ese territorio, en esta parte del país, que como ya lo dijimos, nunca
logró ser dominada por los aztecas, en este, tal vez único reducto de libertad,
dentro de todas las latitudes de la tierra, los tlaxcaltecas teníamos nuestra
pequeña república.
Sacamos una conclusión nuevamente entonces, que México no era una nación
estructurada como lo es hoy, mientras que los tlaxcaltecas ya lo éramos; y que
nuestros antepasados supieron valientemente defender nuestra libertad frente
a las agresiones del imperialismo azteca. Aunque como de todos es sabido,
andando el tiempo, ahora es cuando detractores gratuitos, envidiosos tal vez
de nuestra trascendencia o ignorantes también de nuestra historia, se han
empeñado en sostener una ficticia traición que los verdaderos anales históricos
no registran; y es aquí donde yo creo que nuevamente todos los tlaxcaltecas,
niños, jóvenes y personas adultas, debemos de imitar a la Matlalcueyetl,
nuestra montaña secular, para mostrarnos siempre de pie, con la frente limpia y
el corazón honesto; mirando al sol y retando el horizonte; porque ya es
imperdonable que se detracte a nuestro verdadero pasado y que se quiera
seguir sembrando con guijarros punzantes nuestro futuro. ¡No somos
Traidores!. ¡No lo hemos sido!. ¡No lo seremos jamás!
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contrario, sí somos colonizadores y culturizadores, de infinidad de pueblos que
hoy ya son grandes metrópolis; pues la sangre generosa del tlaxcalteca
alimentó las raíces de muchas regiones que partieron especialmente desde la
región norteña de Texas, a los grandes territorios de la Nueva España; y al sur
hasta las regiones del ecuador; abarcando también casi todo el territorio de
nuestro país actual, con excepción de los estados de Yucatán y Quintana Roo
y sí comprendiendo aquellos otros que perdimos en la guerra de 1847; y
extendiéndose, todavía inclusive, a varios puntos de Filipinas, Alaska, Canadá,
Cuba y República Dominicana; y todavía por el sur hasta el Salvador,
Honduras, Guatemala, el Ecuador y Perú.
Bástenos saber también que esta, nuestra Tlaxcala, fue el horizonte de cuyo
fondo eternamente azul, nació la aurora del cristianismo, predicado por primera
vez en toda la América, desde el púlpito que aun se conserva en la hermosa
Catedral de la Asunción. Bástenos en fin, saber que este es el motivo de
nuestro orgullo, ”La heroica, imponderable y eterna Tlaxcala”, brillando
como el crisol de la religión, la cultura y la democracia en toda la América
Latina; sin dejar de recordar también a nuestros detractores, y a quienes
pretenden aparentar ser ignorantes de nuestras trascendencias, que también
en las entrañas de nuestra tierra se dio origen al nacimiento del primer ejército
mexicano, con las aguerridas huestes que encabezó Xicohténcatl Axayacatzin
para combatir al ejército español; y que fue también aquí, en Tlaxcala, donde
se abolió por primera vez en todo México la esclavitud 273 años antes que lo
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hiciera Miguel Hidalgo y Costilla en Valladolid, al concederse la libertad a todos
los esclavos indios que había en esta provincia, hacia el año de 1537.
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