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Apuntes para una introducción en la Doctrina Social de la Iglesia Católica

Alejandro Bonet

Alejandro Bonet

Invita: Parroquia San Carlos Borromeo


Sunchales

Junio de 2011

Apuntes para una introducción en la


Doctrina Social de la Iglesia Católica

“Una inteligencia nueva de lo real…”

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 1 -


Apuntes para una introducción en la Doctrina Social de la Iglesia Católica
Alejandro Bonet
Sumario

Introducción
1.- Naturaleza, ubicación espacio temporal, metodología e historia de la DSIC
1.1.- Dar Razón de nuestra fe: Naturaleza de la DSIC
1.1.1.-La protestantización del catolicismo
1.1.2.- Pienso luego existo: el hombre como medida de la
realidad
1.1.3.- La esencia del Cristianismo es una pasión humana:
Cristo
1.2.- Ubicación espacio - temporal
1.2.1.- Ubicación en el tiempo: “Cristo centro del cosmos y de
la historia”
1.2.2.- Ubicación en el espacio: “Los Bloques Geoculturales
Continentales”
1.2.3.- Reflexión acerca de la ubicación espacial y temporal
1.3.- El método para aprender la Doctrina Social de la Iglesia Católica
1.4.- Visión general de la evolución de la DSIC en la historia
1.4.1.- León XIII y la cuestión obrera
1.4.2.- Pío XI y las Ideologías
1.4.3.- Pío XII y la configuración del mundo contemporáneo
1.4.4.- Juan XXIII y el Aggiornamento
1.4.5.- Pablo VI y el Tercer Mundo
1.4.6.- Juan Pablo II: Cristo y el Hombre
1.4.7.- De Redemptor hominis a Eclessia de Eucharistia
1.4.7.1.- Introducción
1.4.7.2.- La Fe es un acontecimiento
1.4.7.3.- Itinerario de su tarea educativa
1.4.7.4.- Juan Pablo II sometió la razón a la
experiencia (Fides et ratio)
1.4.7.5.- El Jubileo del 2000 y el desafío del tercer
milenio
1.4.7.6.- Conclusión
1.4.8.- Conclusión General- de León XIII a Juan Pablo II-:
Entre dos Milenios. La caducidad de la ideología y la continuidad del
Realismo Cristiano
1.4.9.- Benedicto XVI: La Caridad de Dios y el Hombre. En el
inicio de un Nuevo Milenio
2.- El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica

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2.1.- Esquema sintético del compendio de la DSIC
2.1.1.- Primera Parte
2.1.1.1.- Capítulo I
2.1.1.2.- Capítulo II
2.1.1.3.- Capítulo III
2.1.1.4.- Capítulo IV
2.1.2.- Segunda Parte
2.1.2.1.- Capítulo V
2.1.2.2.- Capítulo VI
2.1.2.3.- Capítulo VII
2.1.2.4.- Capítulo VIII
2.1.2.5.- Capítulo IX
2.1.2.6.- Capítulo X
2.1.2.7.- Capítulo XI
2.1.3.- Tercera Parte
2.1.3.1.- Capítulo XII
3.- Caritas in Veritate
3.1.- Introducción
3.2.- Capítulo I: El mensaje de la Populorum Progresio
3.3.- Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo
3.4.- Capítulo III: Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil
3.5.- Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes,
ambiente
3.6.- Capítulo V: La colaboración de la familia humana
3.7.- Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica
3.8.- Conclusión sobre Cáritas in Veritate
Conclusión
Bibliografía

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Introducción
En el presente trabajo quisiéramos ofrecer un instrumento de
trabajo y una guía de lectura de la Doctrina Social de la Iglesia Católica
(DSIC).
El contenido principal de estas páginas es una reelaboración del
texto “JÓVENES…A NAVEGAR MAR ADENTRO”, publicado en abril
de 2005, con una guía complementaria para leer el Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia Católica publicado ese mismo año, y la
Encíclica Caritas in Veritate, del año 2009.

Con los jóvenes de la Diócesis de Rafaela decidimos hacer un


curso que titulamos “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad”
para trabajar en profundidad con la ayuda de la Comisión Justicia y Paz
el documento de los Obispos que lleva ese nombre y la encíclica Cáritas
in Veritate. Aquí traduciremos el proceso que compartimos en el estudio
de estos magníficos textos.

Desarrollaremos los contenidos dividiéndolos en tres partes.

En la primera, “Naturaleza, Origen, Desarrollo y Actualidad de


la Doctrina Social de la Iglesia Católica”, intentaremos definir que es la
DSIC, como surgió y cómo fue su evolución y cuál es su vigencia actual.
En las otras dos partes nos introduciremos en la comprensión
de los dos instrumentos más importantes de la DSIC que proponen el
contenido de nuestra Fe. Éstos nos proponen vivir una verdadera
conversión, una metanoia, para unir Razón y Fe, Inteligencia y Afecto, el
Corazón y la comprensión profunda del Misterio de todo lo que sucede.
Es decir, nos desafían a vivir una verdadera inteligencia nueva de la
realidad.
En la segunda parte presentaremos una introducción al
Compendio de la DSIC, para facilitar su lectura. Aquí veremos cómo
éste nos enseña a vivir de una manera nueva siguiendo a Cristo,
siguiendo a la Iglesia, obedeciendo su Tradición, ensimismándonos con
Ella, de la misma manera que los discípulos se ensimismaban con
Cristo, de manera comunional. El compendio representa la primera
gran síntesis sistematizadora de todo el contenido de la DSIC. Es una

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herramienta fundamental que marca un nuevo inicio en la doctrina de la
Iglesia.
En la tercera parte, nos ocuparemos de la encíclica “Cáritas in
Veritate”. Haremos en principio una introducción general y a
continuación una guía de lectura de cada capítulo. Esta parte tiene como
expreso propósito provocar la lectura directa de la encíclica, ofreciendo
una clave de lectura como hilo conductor.
Como conclusión ofreceremos nuestra disponibilidad y
apertura. A partir de la gracia que hemos tenido de encontrarnos con
Cristo en la Iglesia nos proponemos como compañía en la fascinante
fatiga de vivir intensamente la vida de cada día. Así queremos hacer
vivas en nosotros las palabras de nuestro papa: que la Iglesia sea casa y
escuela, madre y maestra.

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1.- Naturaleza, ubicación espacio temporal, metodología e historia de
la DSIC

1.1.- Dar razón de nuestra Fe

1.1.1.-La protestantización del catolicismo


En los últimos años, en nuestra sociedad, el interés por la vida de
la Iglesia ha disminuido considerablemente. La influencia del
humanismo, el racionalismo, el naturalismo pusieron en jaque la visión
medieval del hombre occidental, que reconocía a Dios en el centro de su
vida. Esto nos obliga hoy también a nosotros de alguna manera a
cuestionarnos las razones de nuestra fe. Antes de ser una amenaza,
podemos comprenderlo como un desafío a vivirla más auténticamente.
Este fenómeno occidental del desinterés por la vida de la Iglesia
Católica nos lleva a preguntarnos por las razones de tal indiferencia. Así
podemos darnos cuenta también, que la percepción que se tiene de la
Iglesia es una imagen que no refleja la esencia de lo que ella en realidad
nos quiere proponer.
Hoy en día se identifica a la Iglesia generalmente con un grupo
de personas que celebran un determinado culto (rito), rezan
determinadas oraciones (espiritualidad) o se comportan de un
determinado modo (moral). Esto se refleja muchas veces en la manera
de vivir el Cristianismo que tienen nuestros hermanos protestantes.
Nosotros entendemos que esto es una reducción de la fe (sea a un
aspecto ritual, espiritual o moral). Esto ha degenerado en un
cristianismo amorfo, espiritualista, ritualista y moralista, muy lejano a
un encuentro personal con Cristo, que es lo que propone nuestra Iglesia.
La palabra Católico significa “según la totalidad”1. No podemos
reducir nuestra fe sólo a un aspecto. Cristo nos abraza en toda nuestra
vida, no sólo en los momentos de “espiritualidad”.
Si no existe un verdadero encuentro con Dios, la fe se reduce a
reglas o a un rito, que ya no mueve, que ya no conmueve, que no tiene
nada que ver con la vida cotidiana. Creemos que estas reducciones de la
Iglesia han colaborado al desinterés de mucha gente por la vida de la fe.

1 Catecismo de la Iglesia Católica.

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1.1.2.- Pienso luego existo: el hombre como medida de la
realidad
A partir del siglo XV surge una corriente nueva de pensamiento
en Europa: el humanismo. Éste propone una visión del hombre como
ser autónomo.
Luigi Giussani, en su libro “La conciencia religiosa del hombre
moderno” explica este fenómeno de esta manera:
“Hubo una época en que se abrió camino en el hombre la pretensión de
ser él la medida, y por consiguiente el dueño de la realidad. Se trató de un
humanismo en el que la razón –que es el instrumento con que se abre el hombre a
la realidad hasta su último horizonte misterioso- no se concebía ya como apertura,
sino como garantía última de la existencia misma de lo real, como jaula en la que
encerrar la inagotable naturaleza de la realidad. El hombre se erigió en medida de
todas las cosas, consiguiendo reducirlas todas ellas a la medida de su capacidad y
de su poder sobre ellas. Sobre la base de su capacidad y del resultado de sus
intentos de poder, de dominio de lo real, se pretendió fundamentar la dignidad y el
valor mismo del ser humano. En este camino, la variedad de los factores que
constituyen la personalidad del hombre y la convivencia humana dejaron de
tender a la unidad. La figura del Santo, que representa una imagen ejemplar de la
personalidad humana que vive una experiencia no fragmentada de su yo, del
cosmos y de la historia, fue sustituida por la idea del hombre como divo, que debe
pretender imponer su soberanía en uno o varios campos de la realidad entendida
de manera fragmentaria”.2

1.1.3.- La esencia del Cristianismo es una pasión humana:


Cristo
Como dijimos al principio, la DSIC nos propone una inteligencia
nueva de la realidad, es decir, nos propone vivir la vida cotidiana a
partir de una nueva mirada: el amor de Cristo, ayudándonos a
comprender de una manera más humana lo humano. Así también la
historia, puede ser interpretada a partir de esta perspectiva, de esta
mirada. Es Cristo mismo que a través de su Iglesia, por la voz de sus
pontífices y de toda la tradición viva de la Iglesia, unifica la dinámica de
la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio, proyectándolos en
una comprensión plena de las circunstancias históricas, uniendo
permanentemente Fe y Razón.
En este sentido dice Juan Pablo II, al final de “Centecimus
Annus”:
“Su única finalidad (la de la Iglesia) es la atención y responsabilidad
hacia el hombre. No se trata del hombre abstracto, sino del hombre real, concreto e

2
Luigi Giussani, La conciencia religiosa del hombre moderno.

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histórico: se trata de cada hombre, porque cada uno lleva el misterio de la
redención, y con cada uno se ha unido Cristo para siempre a través de este
misterio. De ahí se sigue que la Iglesia no puede abandonar al hombre, y que este
hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su
misión. Es esto y solamente esto lo que inspira la Doctrina Social de la Iglesia. Si
ella ha ido elaborándola progresivamente de forma sistemática es porque toda la
riqueza doctrinal de la Iglesia tiene como horizonte al hombre en su realidad
concreta de pecador y de justo”.

1.2.- Ubicación espacio – temporal

1.2.1.- Ubicación en el tiempo: “Cristo centro del cosmos y de


la historia”
Desde que Cristo se encarnó hay un antes y un después en la
historia de la humanidad. El acontecimiento de su encarnación es un
hecho histórico, constatable científicamente. También es constatable que
a su venida le siguió la vida de una Iglesia milenaria.
Para nosotros, los cristianos, esto no es sólo un acontecimiento
histórico, sino la encarnación del Misterio, de Dios.
El Papa Juan Pablo II sintetizó la presencia del acontecimiento
cristiano en la historia en cuatro oleadas evangelizadoras3.
La primera se da en el mundo grecorromano-helenístico y está
precedida por las enseñanzas de San Pablo. Este Santo sintetiza en su
persona las tres herencias que asumirá y transfigurará desde dentro el
cristianismo: era judío de raza, helenístico por formación y ciudadano
romano.
El cristianismo primitivo hereda la religión judía, la filosofía
griega y el derecho romano. En ese imperio, el más grande de la
antigüedad, acontece una gran novedad: se hace presente Jesucristo a
través de su Cuerpo Místico, la Iglesia, el Pueblo de Dios. En el
transcurso de tres siglos, ese imperio pagano se convierte en cristiano.
La evangelización de la cultura de los distintos pueblos que la Iglesia
fue encontrando y la inculturación del Evangelio había dado su primer
fruto.
La segunda oleada se inicia con la caída del Imperio Romano de
Occidente y el posterior nacimiento de un nuevo continente, Europa. En
este proceso la Iglesia estará siempre presente. Ya desde su gestación

3
Discurso del 12 de octubre de 1984 en Santo Domingo con motivo de la inauguración del novenario,
camino al Quinto Centenario de la Evangelización de América Latina.

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tendrá un rol fundamental y será quien conformará su identidad
cultural más profunda. En la Europa Occidental fueron figuras decisivas
San Benito y San Agustín y en la Europa Oriental, Metodio y Cirilo.
La tercera oleada evangelizadora se produce con el
descubrimiento de América Latina. En este caso la Iglesia mostrará las
riquezas de su pluriformidad con los distintos carismas de las órdenes
religiosas. Franciscanos, Dominicos. Mercedarios, Agustinos,
Capuchinos y Jesuitas serán los encargados de encarnar el mensaje
evangélico en esas latitudes y lo harán emerger en América Latina.
La cuarta oleada es la contemporánea, que se inicia con León
XIII en 1878 y sigue hasta nuestros días. Este último período está
sintetizado en el Concilio Vaticano II y coincide providencialmente con
el inicio de la enseñanza sistemática de la Doctrina Social de la Iglesia
Católica. Esta doctrina debe ser leída a la luz de los 19 siglos
precedentes. Concentraremos nuestro trabajo en este último período.
Entre 1891 y 2009 se publicaron 10 encíclicas sociales.
León XIII en 1891 publica la Rerum Novarum, sobre la cuestión
obrera, dentro del marco de la revolución industrial.
En 1931 Pío XI redacta la Quadragesimo Anno en pleno apogeo de
las ideologías. El nacionalsocialismo, el fascismo, el marxismo y el
liberalismo serán sus enemigos. Los condenará a todos por igual.
Juan XIII en 1961 y 1963 escribe la Mater et magistra y Pacem in
terris. Una hace referencia al problema Norte- Sur y la otra al conflicto
Este- Oeste respectivamente.
Pablo VI en 1967 y 1971 publica la Populorum Progressio y la
Octogesima Adveniens. Retoma los temas de su predecesor y les da una
proyección planetaria con recomendaciones prácticas.
Juan Pablo II en 1981, 1987 y 1991, con la Laborem Exercens, la
Sollicitudo Rei Socialis y la Centesimus Annus, hará un planteamiento de
síntesis retomando las encíclicas anteriores y logrará con sus viajes a
todos los confines de la Tierra demostrar la inconsistencia de los viejos
esquemas ideológicos Norte- Sur / Este- Oeste, desde la cosmovisión de
los Bloques Geoculturales Continentales y la centralidad del
acontecimiento Cristiano en las perspectivas globalizadoras del tercer
milenio de la era Cristiana. Así mismo nos dejó como herramientas de
trabajo el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica y el
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.

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Finalmente, Benedicto XVI, centraliza todo su Pontificado en las
virtudes teologales, empezando por la caridad (Deus Caritas Est) 2005,
siguiendo por la fe y la esperanza (Jesus de Nazaret y Spes Salvi) 2007,
proyectando toda su potencialidad transfiguradora en Caritas in Veritate
(2009). Éste Papa desplegó así mismo una sinfonía de Belleza, ternura y
precisión conceptual en cada uno de sus audaces viajes apostólicos por
todo el mundo. La reflexión eclesial en este período se centrará en los
Sínodos de Obispos sobre la Eucaristía (Sacramentum Caritatis) y la
Palabra Hecha Carne (Verbum Domini), que son el fundamento de la
Nueva Evangelización (próximo sínodo). A su vez, durante la
catequesis de los miércoles, empezando por cada uno de los Apósteles,
nos viene introduciendo, paso a paso, en la “Memoria Viva” de la
Iglesia, a través de todos los grandes Padres de la Iglesia - Orientales y
Occidentales- y de los grandes Santos que han ido configurando la
autoconciencia que la Iglesia tiene de sí misma a través de su viva
tradición.

1.2.2.- Ubicación en el espacio: “Los Bloques Geoculturales


Continentales”
La manera con la que nos paramos frente a la realidad y la
tratamos de interpretar, generalmente está determinada por criterios
que nos impone la cultura dominante impregnada de un profundo
secularismo. Si intentamos hacer una lectura de la situación
internacional, lo primero que nos viene a la mente son los esquemas
ideológicos imperantes. Países desarrollados y subdesarrollados,
tecnológicamente avanzados y atrasados, países ricos del Norte y países
pobres del Sur; del Este y del Oeste. Estas categorías se encuentran en
un período de replanteamiento interpretativo debido a los nuevos
países emergentes, a los cambios geopolíticos, a los conflictos étnicos, a
los nacionalismos exacerbados, al terrorismo internacional, al
fundamentalismo religioso y al fenómeno de la globalización. Frente a
esta compleja realidad, la Iglesia nos propone una lectura de fondo,
para ir a la raíz de la situación.
Para poder descubrir cuál es el juicio de la Iglesia, no hay que
hacer otra cosa que mirar como se ha parado la Iglesia, desde su
Doctrina Social, y como nos ha ayudado a tener una “inteligencia
nueva” de la realidad ante la vertiginosidad de todos los cambios que se
vienen produciendo. En especial podemos contemplar la posición de

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Benedicto XVI ante la profunda crisis económica, geopolítica, social y
religiosa que está ante nuestros ojos. Caritas in Veritate nos propone un
juicio realista de lo que nos está pasando.
Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, cuando a partir del 4 de
Enero de 1964, han empezado a recorrer todos los pueblos de la tierra,
empezando por Tierra Santa, ¿desde dónde les hablan?, desde su
identidad cultural. Porque justamente es en la cultura donde se
sintetiza la realidad más profunda de un pueblo.
Ahora bien, en base a este criterio ¿cómo podríamos hacer una
lectura acertada del mundo contemporáneo? Desde los bloques
geoculturales – continentales. Los países que forman parte de un mismo
bloque geocultural son aquellos que tienen una manera análoga de
enfrentar los grandes interrogantes que se hace el hombre sobre sí
mismo, la naturaleza, los demás hombres y Dios. La forma como un
pueblo responde a estos interrogantes es lo que define su identidad
cultural.
Juan Pablo II ha elegido dirigirse a la Iglesia respetando la
impronta cultural donde ella está encarnada dentro de cada continente,
por ello ha elaborado junto a los obispo de África, América, Asia,
Oceanía y Europa, en sínodos continentales, cartas apostólicas pos-
sinodales, indicando la manera de vivir la fe según la realidad histórica
cultural de cada continente4.
A su vez, no podemos dejar de percibir y tratar de entender, qué
nos quiere indicar la Divina Providencia con esta serie de
Acontecimiento Históricos de dimensiones universales.
Debemos recordar que antes del Concilio Vaticano II, justamente
en América Latina, es donde se comenzó este inmenso proceso
universal de la Iglesia Católica. Fue con la celebración de la I
Conferencia del Episcopado Latinoamericano con convocada el 29 de
Junio de 1955 en Río de Janeiro por Pío XII. Desde allí, y lentamente
década tras década, se profundizó este proceso con Medellín en 1968,
inaugurada por Pablo VI, apenas tres años después del Concilio
Vaticano II, Puebla 1979 y Santo Domingo 1992, con la impronta
imborrable de Juan Pablo II, que acompañó este proceso de

4
Ecclesia in Africa (14-09-95), Ecclesia in América (22-01-99), Ecclesia in Asia (06-11-99), Ecclesia
in Oceanía (22-11-01), y Ecclesia in Europa (28-06-03).

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profundización de la Fe visitando cada uno de todos los Países que
componen el continente Americano, y concluyendo con Benedicto XVI
en Aparecida en 2007.
Cabe destacar que actualmente en América, luego de 500 años,
vive el 50% de los católicos de todo el mundo, en Europa, luego de 2000
años, vive el 26%, en África el 13%, en Asia el 10%, en Oceanía el 1%.
Esto lo ha vislumbrado claramente Juan Pablo II al presentar el
Catecismo de la Iglesia Católica el 11 de Octubre de 1992, a 30 años de la
Inauguración del Concilio Vaticano II, las vísperas del V Centenario de
América Latina.
Fue en América Latina donde Juan Pablo II hizo experiencia de la
Colegialidad Episcopal Continental entre Puebla 1979 y Santo Domingo
1992. En el mismo discurso inaugural de Santo Domingo ya proyectaba
los Sínodos Continentales, convocando al de América en su conjunto, y
celebrando uno por uno en Roma, presentado sus cartas pos-sinodales
en cada uno de los Continentes. África 1995, América y Asia 1999,
Oceanía 2001 y Europa 2003. Benedicto XVI, continúa y profundiza este
horizonte de relanzamiento universal de la Misión de la Iglesia
Contemporánea.
De todos modos hay una particularidad que destacar y que tiene
una trascendencia histórica muy precisa en el contexto contemporáneo
de la Iglesia Universal y con especial referencia a América Latina. De
todos los procesos globales continentales que se han dado en forma
comunional entre el Episcopado de los distintos continentes y el Papa,
que dieron como fruto las exhortaciones pos-sinodales, ha sido la voz
del Papa, en este caso Juan Pablo II, la que ha expresado la síntesis de lo
acontecido y la nueva autoconciencia que la Iglesia a tomado en cada
uno de los cinco continentes. En América Latina ha sido la voz directa
de los Obispos, bajo la orientación y guía autorizada del Papa Pío XII
(Río de Janeiro), Pablo VI (Medellín), Juan Pablo II (Puebla y Santo
Domingo) y Benedicto XVI (Aparecida), la que se ha expresado en
forma comunional y traducido en bellísimos documentos la propia
autoconciencia que el mismo Episcopado Latinoamericano ha ido
tomando a lo largo de 52 años de camino, que asumen y transfiguran
desde dentro de su propia experiencia los 500 años de vida de Fe de
América Latina a la luz del segundo milenio del Cristianismo. La
perspectiva realmente adecuada para entender todo este proceso es
leerlo a la luz de las cuatro oleadas evangelizadora, en especial la

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primera, por su gran analogía histórica, ya que San Pablo iniciaba un
proceso de inculturación y evangelización de las culturas (Romana,
Griega, Helenística y Hebrea), que trajo como fruto Europa, que
sintetizó toda esa herencia cultural y religiosa transfigurándola desde
dentro. Pensemos lo que el Espíritu Santo Puede hacer con los nuevos
“Pablos” (Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI) penetrando la Gran
Ecúmene Contemporánea, con los viajes realizados a lo largo y ancho
del mundo contemporáneo, dos terceras partes de la humanidad
recorrida paso a paso, igual que San Pablo, enfrentando todo tipo de
obstáculos, adversidades y dificultades, penetrándolas con la presencia
viva de Cristo en su cuerpo místico, la Iglesia, tocando el corazón de
cada hombre, real, concreto e histórico. San Pablo no contaba con 5000
obispos y 450.000 sacerdotes presentes en todos los rincones de la tierra,
para proyectar su acción evangelizadora, como cuentan los Papas
actuales para llevar a cabo la suya, más millones de fieles laicos que en
todo el mundo quieren vivir su bautismo como camino a la santidad.
Esto a su vez tiene una repercusión directa en como los
Episcopado Nacionales se han parado ante la realidad de sus propios
países. En Argentina, luego de Puebla (1979), con “Iglesia y Comunidad
Nacional” 1981, hasta “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad”
2008, se muestra claramente como la Autoconciencia de pueblo de Dios
que peregrina en la Argentina, ve, juzga y actúa, traduciendo de manera
concretísima los principios y criterios de la Doctrina Social de la Iglesia,
sobre los asuntos más reales que le toca vivir a nuestro pueblo.
Es el laicado católico, ese gran gigante adormecido, el que está
llamado a una profunda “metanoia”, cambio de mentalidad, para
adquirir esta “nueva inteligencia de la realidad” que nace de la Doctrina
Social de la Iglesia, unidos a nuestros Obispos y bajo la guía autorizada
del Papa.

1.2.3.- Reflexión acerca de la ubicación espacial y temporal


Esta cosmovisión universal nos permite hacer una reflexión
sobre los contenidos de la Doctrina Social de la Iglesia Católica con una
ubicación mínima en el tiempo y en el espacio. Cuando los pontífices
nos hablan, lo hacen encarnados en una situación y en una época
determinadas. Si nosotros hacemos abstracción de estos elementos
fundamentales nunca podremos sintonizar la enseñanza de la Iglesia
con la realidad.

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1.3.- El método para aprender la Doctrina Social de la Iglesia


Católica
Para comprender la DSIC se puede partir de los estudios de algún
experto en DSIC o de lo que dice expresamente el Papa en sus
documentos. A mi entender hay que partir directamente de las palabras
del Papa, ensimismarse con ellas, dejarse decir algo por ellas, descubrir
en ellas toda la tradición de la Iglesia y verificar su contenido en la
realidad histórica concreta.
Cuando se parte de lo que dicen los diversos autores se corre el
riesgo de reducir la voz de la Iglesia a “interpretaciones”. Por eso el
método de seguir las palabras del Papa, detenidamente, como
metiéndose dentro de ellas, que considero más adecuada para que la
tradición de la Iglesia se haga carne en nosotros. Así podremos
madurarla para que comience con el tiempo a tener una incidencia en
nosotros, en la manera como asumimos y vivimos la realidad.
Es por ello que proponemos seguir estrictamente el contenido
de las encíclicas papales, y del Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia.
La Fe que nosotros vivimos consiste esencialmente en seguir a
una Persona, Cristo. Él nos propuso como método para seguirlo a lo
largo de la historia, seguir a la persona que Él indicó como la Piedra en
torno a la cual vivir la unidad con Él, es decir, al Papa.

1.4.- Visión general de la evolución de la DSIC en la historia

1.4.1.- León XIII y la cuestión obrera


Desde la elección de León XIII en 1878 a la de Juan Pablo II, en
1978, hay justo 100 años. Entre estos dos pontífices hay grandes
semejanzas. Uno será el que desarrolle los frutos del Concilio Vaticano I
(1868-1870), el otro el del Vaticano II (1962-1965). León XIII gobernó la
Iglesia durante 25 años y cinco meses, Juan Pablo II durante 26 años y
cinco meses. León XIII inauguró la exposición sistemática de la DSIC,
Juan Pablo II será el gran sintetizador de sus contenidos.
Estas semejanzas no hacen otra cosa que poner de relieve el
momento fundacional de un nuevo período intra y extra eclesial que le
tocó vivir a León XIII. Él es quien dará comienzo a la cuarta oleada

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evangelizadora a nivel mundial, que luego continuarán llevando a su
plenitud Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Cuando León XIII asumió su pontificado hacía pocos años que la
Iglesia había perdido los estados pontificios 5. Esta pérdida implicó en el
tiempo una gran ganancia para la Iglesia, porque permitió que los Papas
sucesivos pudieran concentrar mejor su actividad en preocupaciones
estrictamente pastorales. León XIII se dedicó a reconstruir la Iglesia,
Cuerpo Místico de Cristo en la tierra, desde sus raíces, asumiendo una
actitud netamente misionera, en especial hacia el continente africano.
En cuanto a la realidad extra eclesial, estaba en pleno apogeo la
Revolución Industrial que, nacida en Inglaterra, se había extendido a
Francia y comenzaba a expandirse en Alemania. La ideología imperante
en el momento, base de esta Revolución era el liberalismo, que se
traducirá económicamente en el capitalismo. Las primeras reacciones
sociales contra ese sistema individualista se darán en Francia en 1848 y
1870. En la primera reacción confluyen corrientes socialistas,
anarquistas y católicas por igual. Pero ya en 1870 el movimiento obrero
emergente será conquistado primero por el anarquismo y luego, a partir
de 1917 por el marxismo.
Esta realidad social, política y económica, llevó al papa de
entonces, León XIII, a escribir Rerum novarum, principalmente para
criticar la mala respuesta que el socialismo-ateo significaba a los abusos
del capitalismo.
Esta encíclica condena al marxismo por su reduccionismo a lo
material, reafirma el derecho a la propiedad privada, cuestiona la
concepción totalitaria del poder del estado, defiende la prioridad de la
familia y advierte sobre algunas consecuencias que tendría este sistema:
opresión, discordia y falta de estímulo.
La segunda parte es una exposición positiva. Afirma el derecho
de la Iglesia a juzgar las realidades temporales en defensa de la
dignidad del hombre, propone el “realismo” como fórmula para
resolver los problemas sociales, aconseja la armonía de las clases
sociales a través de acuerdos conciliatorios, condena la luchas de las
clases recordando los deberes que cada una tiene, recuerda la existencia
de la vida futura como meta de todo hombre y la necesidad de no

5
Los estados pontificios fueron territorios, principalmente italianos, que pertenecieron a la Iglesia
como estados independientes, entre los siglos VIII y XIX.

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 15 -


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Alejandro Bonet
apegarse a los bienes de la tierra, establece criterios para discernir en
que caso se pone en juego la dignidad del hombre, define el rol del
estado estableciendo la necesidad de su intervención en el orden
económico en defensa de los más necesitados, propone la Iglesia como
lugar de la comunidad de todos los hombres en la gracia.
En ella se anuncian además principios fundamentales de la
DSIC como ser la dignidad del trabajo, su retribución justa,
generalización de la propiedad privada y función social de ésta,
defensa del derecho de asociación de los trabajadores. Estos principios
serán las bases de la nueva legislación social que se plasmará en el
moderno derecho laboral.

1.4.2.- Pío XI y las Ideologías


El pontificado de Pío XI se desarrolla entre 1922 y 1939, en medio
de dos guerras mundiales6. Es el momento en que están en plena
ebullición las Ideologías que marcaron el siglo veinte: el liberalismo7 y el
socialismo8.
El liberalismo - capitalismo había conquistado ya algunos países
europeos y estaba emergiendo en la nueva potencia mundial: Estados
Unidos de América. El socialismo adquirió diversas facetas: marxismo,
nacionalsocialismo, fascismo. El marxismo había triunfado en la
revolución rusa de 1917 y se traducía en el sistema político comunista
de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). El
nacionalsocialismo, triunfante en Alemania, ambicionaba imponerse
como sistema universal fundándose en la superioridad y la pureza de la
raza germana. El fascismo, por su lado, nacido en Italia, intentaba
hacerlo a través del corporativismo.
En este momento tan crucial para la humanidad, sin ningún
temor frente al poder, la Iglesia nuevamente será signo de contradicción
y saldrá en defensa del ser humano, condenando de cada ideología todo
lo que vaya en contra de la plena realización del hombre como persona.

6
Primera guerra mundial: 1914-1918. Segunda guerra mundial: 1939-1945.
7
Se entiende generalmente por liberalismo la forma de entender la sociedad, en la que el individuo
y su libertad son lo esencial. Cada hombre puede hacer con su libertad todo lo que quisiera. El
estado determinará solo algunos límites mínimos para evitar el daño a terceros.
8
El socialismo es una corriente de pensamiento que tiene como principal eje la igualdad social. El
estado cumple en él el rol fundamental de regular las libertades humanas para lograr la equidad.
Existen a lo largo de la historia diferentes corrientes y versiones más o menos extremas.

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Alejandro Bonet
En 1931 el Papa repudiará el atropello a los católicos italianos
por parte del régimen fascista con la encíclica Non abbiamo bisogno. En
ella hace una dura advertencia sobre el peligro de idolatrar el poder del
Estado.
En 1937, en el sugestivo plazo de una semana (del 14 al 19 de
marzo), alzará su voz para condenar al nacionalsocialismo con la Mit
brenender Sorge y al comunismo con la Divini redemptoris. Con respecto al
primero refutará punto por punto la inconsistencia de una ideología
sustentada en la superioridad de una raza frente a otra. En lo que hace
al segundo reafirmará el rechazo al materialismo-ateo del marxismo.
Con la Quadragesimo anno, publicada en 1931 en ocasión del
cuarenta aniversario de la Rerum Novarum, hará primero una
evaluación de los resultados positivos de la encíclica de León XIII en lo
que hace a la obra de la Iglesia, la labor del Estado y la acción de las
asociaciones de trabajadores y patrones. Luego profundizará las
enseñanzas sobre el derecho a la propiedad, el capital, el trabajo, el
salario y las asociaciones profesionales. Por último realizará un
exhaustivo análisis de las consecuencias nefastas del liberalismo
individualista como la desigualdad social, la pobreza y la explotación
de los trabajadores.

1.4.3.- Pío XII y la configuración del mundo


contemporáneo
Durante el pontificado de Pío XII, desde 1939 a 1958, se lleva a
cabo una de las guerras más atroces y despiadadas de la historia.
Además en la posguerra, la guerra fría 9 configurará una nueva
estructura política, social y económica del mundo. Esta guerra significa
la explosión y confrontación mutua de las ideologías que estaban en
ebullición durante el pontificado de Pío XI.
Se produce una alianza entre el nacional-socialismo Alemán, el
fascismo Italiano y el imperio Nipón, con el expreso propósito de
imponerse universalmente. Para enfrentar esta alianza se unirán

9
Se entiende por guerra fría el período de tiempo que nace con el fin de la segunda guerra mundial,
en 1945 hasta la caída del muro de Berlín en 1989, que determinará el fracaso del régimen
socialista en Europa. Durante estos años habrá un enfrentamiento político de las dos ideologías
imperantes: capitalismo (liderado por Estados Unidos) y socialismo (liderado por la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas – URSS). Se lo denomina frío, ya que no hubo conflicto
armado directo entre ambos países en sus propios territorios. Pero si se enfrentaron
armamentísticamente en las guerras que llevaron a cabo en otros países “periféricos”.

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 17 -


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Inglaterra, Francia y más tarde Estados Unidos, junto con otros países
europeos y lograrán derrotar al Eje socialista.
Como resultado de esta guerra se reúnen en Yalta los
vencedores EE.UU y URSS con la intermediación de Inglaterra para
repartirse los territorios mundiales en zonas de influencia militar,
política, económica e ideológica. Para darle un marco legal a esta
situación nueva se crea la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Estados Unidos organiza a su vez una alianza militar que se
denominará Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la
URSS lo hará con el pacto de Varsovia.
Económicamente la URSS se organiza en un sistema colectivista
de planificación centralizada y EE.UU en una economía de mercado
policentrista. En este momento se fundan el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional (FMI).
Pío XII intuye la trascendencia del momento histórico y actúa
sin vacilaciones. Defiende la neutralidad de la Iglesia frente a las
estériles luchas ideológicas de las potencias mundiales y se dedica a la
ayuda de los damnificados sin importar su procedencia ideológica.
En la posguerra comenzará un proceso de deseuropeización de
la Iglesia con el nombramiento de 32 nuevos cardenales no europeos,
entre los cuales había latinoamericanos, africanos, asiáticos,
estadounidenses y canadienses.
En el mensaje de Navidad de 1946 el Papa habla de la necesidad
de superar la etapa misionera de las nuevas Iglesias emergentes y las
convoca a asumir su propio protagonismo en el concierto de la Iglesia
universal.
Por su amplio magisterio de los más diversos temas se
considera a Pio XII el gran precursor del Concilio Vaticano II. Además,
ya durante el pontificado de su predecesor Pío XI, Eugenio Pacelli, más
tarde Pío XII, había realizado un esquema para preparar el Concilio.

1.4.4.- Juan XXIII y el Aggiornamento


Juan XXIII es elegido Papa en 1958 y su pontificado se extenderá
hasta 1963. Cuando fue electo se comentaba que iba a ser un pontífice
de transición. Ya era bastante anciano. Sin embargo la historia nos
volverá a demostrar que los designios de Dios no siempre coinciden
con los de los hombres. Además de haber escrito dos encíclicas sociales
de gran trascendencia, realiza gestos de apertura muy significativos y lo

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 18 -


Apuntes para una introducción en la Doctrina Social de la Iglesia Católica
Alejandro Bonet
más importante, convoca al Concilio Vaticano II, llevando adelante su
primera etapa.
El último gran Concilio que había realizado la Iglesia era el de
Trento en el siglo XVI. El cimbronazo que había significado para la
Iglesia Católica la reforma protestante, hizo que en este Concilio se
planteara una renovación profunda de la vida de la Iglesia. Sus frutos se
extendieron a lo largo de cuatro siglos.
El Concilio Vaticano I se llevó a cabo entre 1868 y 1870. Tuvo que
ser interrumpido por la ocupación de los estados pontificios y no pudo
concretar sus propósitos. Será el Concilio Vaticano II quien retomará su
tarea y la cumplirá acabadamente. Los católicos contemporáneos
todavía no hemos logrado dimensionar y asimilar adecuadamente la
importancia de este gran acontecimiento histórico.
El mismo Juan XXIII es quien define este momento como de
“aggiornamento”: renovación progresiva de la vida de la Iglesia. Él decía
que era tiempo de abrir las ventanas para que entre aire fresco. Había
que lavarle el rostro a la Iglesia. Había que redefinir su identidad de
hacia adentro para poder proyectarla más claramente hacia fuera. Por
eso los dos grandes temas del Concilio serán la Iglesia y el Mundo.
Éste mismo Papa escribirá dos encíclicas sociales: la Mater et
magistra (1961) sobre el enfrentamiento de los hemisferios Norte
(desarrollado) – Sur (subdesarrollado – en vías de desarrollo) y la Pacem
in terris (1963) sobre la confrontación Este (socialista) – Oeste
(capitalista).
En la primera parte de la Mater et magistra hace un repaso y
evaluación de las anteriores encíclicas y mensajes papales. En la
segunda parte puntualiza y desarrolla algunos temas de los anteriores
pontífices como ser: iniciativa privada y poder público en el campo
económico, la socialización, la remuneración del trabajo, las estructuras
económicas y la propiedad. En la tercera parte abarca los aspectos más
importantes de la cuestión social de su momento como ser la relación
desigual entre los países o entre los distintos sectores de la economía
interna y externa de cada país, el incremento demográfico y la
colaboración en el plano mundial. Por último plantea la reconstrucción
de las relaciones de convivencia y advierte sobre las ideologías
defectuosas y erróneas, reafirma la perenne eficacia de la DSIC y
convoca a la acción social de los católicos.

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 19 -


Apuntes para una introducción en la Doctrina Social de la Iglesia Católica
Alejandro Bonet
En la Pacem in terris analizará a fondo las condiciones de una
paz duradera. Primero establecerá como base de la convivencia humana
la necesidad de respetar los derechos fundamentales del hombre y de
cumplir los deberes correspondientes. En cuanto a las relaciones entre el
poder público y el ciudadano, se expide sobre el verdadero sentido de la
estructura jurídica de los poderes públicos y el derecho constitucional.
Enseña también que las relaciones entre los Estados deben fundarse en
la verdad, la justicia, la solidaridad común y la libertad y recomienda la
creación de una autoridad mundial. Por último hace propuestas
pastorales sobre el deber de intervenir en la vida pública, la necesidad
de una coherencia entre fe y conducta, aclarando a su vez criterios para
la acción social de los católicos y advirtiendo sobre la importancia de
estar bien preparados para enfrentar la realidad del mundo
contemporáneo.

1.4.5.- Pablo VI y el Tercer Mundo


El pontificado de Pablo VI se extendió entre los años 1963 y
1978. Durante este período se desarrolla la última parte del Concilio
Vaticano II, de manera que a este papa le tocará enfrentar el difícil
período posconciliar. Pablo VI inaugurará también los viajes papales a
los distintos continentes, orientando a la Iglesia hacia la evangelización.
Escribirá además dos encíclicas sociales de amplia repercusión mundial.
La primera será la Populorum Progressio del año 1967. Ella refleja
claramente el momento histórico que se estaba viviendo por entonces.
En la década del setenta la ONU 10 impulsó el proceso de
descolonización política de las colonias de los países europeos
principalmente en Asia y África. Nace entonces la problemática de los
llamados países del tercer mundo. Estados Unidos y la URSS se disputarán
estos países para atraerlos a sus respectivas zonas de influencia. Los
tomarán como campos de batalla, para luchar por sus intereses
económicos, militares, geopolíticos e ideológicos.
Frente a estas circunstancias Pablo VI intentará transmitir una
visión clarificadora desde la fe. Como signo de contradicción saldrá en
defensa del desarrollo integral del hombre y del desarrollo solidario de
la humanidad.

10
Organización de las Naciones Unidas.

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Alejandro Bonet
En lo que se refiere al desarrollo integral del hombre critica las
visiones reduccionistas tanto a lo económico como a lo material. El
hombre no puede ser valorado en función del mercado o del estado,
tiene un valor en sí mismo y tanto el mercado como el estado deben
estar en función de su plena realización humana.
Con respecto al desarrollo solidario de la humanidad, propone
un cambio de lógica de las relaciones internacionales en lo económico,
comercial y político. Promueve pasar de una actitud de
aprovechamiento y explotación a una de servicio, solidaridad y caridad
fraterna.
En la Octogessima adveniens del año 1971 analizará las temáticas
sociales en boga: la urbanización, los jóvenes, la situación de la mujer,
los trabajadores, la emigración, la discriminación, el desempleo, los
medios de comunicación social y el medio ambiente. Intentando dar
respuesta a estos desafíos surgen nuevos matices de las viejas ideologías
que el Papa identificará en diversos movimientos históricos y planteará
la ilusión que significa el renacimiento de las utopías del progreso, del
mercado y de la sociedad sin clases, el peligro del cientificismo y la
ambigüedad del progreso.
Por último explicará el dinamismo en el que se debe fundar la
enseñanza de la DSIC, aclarando que en definitiva, no habrá cambio de
estructuras sino hay cambio en los corazones de los hombres.

1.4.6.- Juan Pablo II: Cristo y el Hombre


Juan Pablo II fue electo el 16 de Octubre de 1978 y su pontificado
se extendió hasta el 2 de abril de 2005. Como lo muestra el mismo
nombre que eligió y como él mismo lo expresa en su primera encíclica,
es un pontífice de síntesis. En su persona se conjugan en perfecta
armonía la herencia recibida de Juan XXIII y Pablo VI. Fue uno de los
principales protagonistas del desarrollo y elaboración del Concilio
Vaticano II y su principal ejecutor.
Su cosmovisión se centra en dos ejes: Cristo y el hombre. Éstos
confluirán en uno nuevo: desde su encarnación Cristo se ha unido a
todo hombre, solamente en Cristo el hombre se descubre a sí mismo y
todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre. Estas tres frases son
las principales de su primera encíclica y en ellas está contenido todo su
magisterio.

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Alejandro Bonet
Este Papa nos dice que el principal drama del hombre
contemporáneo es que está alienado, desencontrado consigo mismo. Lo
que el hombre ha creado se volvió en su contra. El hombre ha perdido el
sentido de su vida. Solamente Cristo responderá a los deseos más
profundos del corazón del hombre.
Cuando Juan Pablo II nos habla del hombre, no lo hace de una
manera abstracta sino todo lo contrario. Él se refiere al hombre, situado
en la familia, proyectado en el trabajo, identificado en la cultura y
encarnado en un pueblo. Toda su actividad pastoral y su magisterio
están orientados a hacer presente al Cristo encarnado, muerto y resucitado.
Sólo Él podrá cambiar al hombre y al mundo, transfigurándolos.
Sus encíclicas sociales son la Laborem exercens de 1981, la
Sollicitudo rei socialis de 1987 y la Centesimus annus de 1991.
En la Laborem exercens asume la problemática del trabajo. En la
introducción ubica el documento históricamente y afirma que el trabajo
es la clave de la cuestión social. Luego se dedica a la relación del
hombre con el trabajo desde el enfoque del libro del Génesis, diferencia
la dimensión objetiva y subjetiva del mismo, alienta la solidaridad de
los hombres en el trabajo y analiza el vínculo profundo entre la
dignidad de la persona que trabaja, la familia y la nación. En la tercera
parte expone el actual conflicto entre trabajo y capital. Afirma
nuevamente la prioridad del trabajo desde el argumento personalista
frente a las distorsiones del economicismo y materialismo. En la cuarta
parte, luego de definir los conceptos de empresario indirecto y directo,
plantea los derechos de los trabajadores como el salario y demás
prestaciones, la importancia de los sindicatos, el trabajo agrícola, la
persona minusválida y el problema de la emigración. Por último
desarrolla algunos elementos para una espiritualidad del trabajo: la
participación en la obra del Creador, el Evangelio del trabajo y el
sentido redentor del mismo.
En la Sollicitudo rei socialis retoma el tema planteado por Pablo
VI en la Populorum progressio. Analiza los cambios sociales, geopolíticos
y económicos producidos entre 1960 y 1980, proponiendo criterios para
juzgar un auténtico desarrollo humano desde la lectura teológica de los
problemas modernos, proponiendo algunas orientaciones particulares.
La Centésimus annus es una síntesis recapituladora de todo su
magisterio social y de la DSIC en general. En el primer capítulo
revaloriza la originalidad y el extraordinario valor profético de la

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Alejandro Bonet
Rerum Novarum, que marcó un hito histórico adelantándose cien años
en el anuncio del fracaso de la revolución marxista. En el segundo
capítulo nos introduce en el contexto social, describiendo la realidad de
la globalización y criticando las injustas consecuencias que conlleva
para los países más pobres. En el capítulo tercero analiza las
consecuencias del fin de la Guerra Fría 11 y su significado histórico. Se
dedica también a analizar la incidencia decisiva de la Iglesia en el
mundo y la necesidad de la recuperación del protagonismo histórico del
Pueblo de Dios así como las posibles perspectivas para que se lleve a
cabo. El capítulo cuarto tiene como eje la propiedad, entendida dentro
del cambio profundo que ha vivido la humanidad con la tecnología y
los nuevos paradigmas, esencialmente a partir el valor de la
cualificación del trabajo y la riqueza del conocimiento. El capítulo
quinto pone el acento en la importancia del sujeto frente a la sociedad y
el estado bajo el lema “más sociedad y menos estado”. Este apartado
trabaja también la idea de cultura como sustrato profundo de la
sociedad. Ésta expresa la riqueza subjetiva de la persona individual que
se expresa en el contexto más amplio de la sociedad y debe ser
favorecida por el estado. Finalmente el capítulo sexto plantea el punto
fundamental de la DSIC: “El hombre es el camino de la Iglesia”, es
decir, que la Iglesia existe para salir al encuentro del hombre real,
concreto e histórico. La finalidad de la Doctrina Social de la Iglesia
Católica consiste en que el hombre encuentre a Cristo como significado
de su vida, a través de la Iglesia.

1.4.7.- De Redemptor hominis a Eclessia de Eucharistia

1.4.7.1.- Introducción
El Papa Juan Pablo II inicia su pontificado con un programa
planteado claramente en su primera encíclica “Redemptor hominis”. En
ella planteó una hipótesis a verificar durante todo su pontificado:
Jesucristo el Redentor del hombre, es el centro del cosmos y de la
historia. La coherencia de este extraordinario hombre fue “la identidad

11
La caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 significó el fin de la división este-oeste
de Alemania, y la asunción de Mijaíl Gorbachov como Presidente de la URSS el 15 de marzo
del mismo año, implicó una apertura de la URSS a occidente.

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 23 -


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Alejandro Bonet
entre su experiencia humana y el hecho histórico de Cristo” 12, es decir,
el ensimismamiento con Cristo como experiencia de vida.

1.4.7.2.- La Fe es un acontecimiento
La clave interpretativa del Pontificado de Juan Pablo II es la
vivencia de la fe y su propuesta como un acontecimiento. Cuando él
afirmó que Cristo es el centro del cosmos y de la historia, no estaba
haciendo una afirmación de tipo ideológica, sino que se estaba
refiriendo a algo que aconteció históricamente, que él experimentó
durante toda su vida y que lo llevó a proponerlo a todo el mundo:
“abrid el corazón a Cristo”. Además, por la genialidad de su
personalidad y su forma de proponer el Misterio Cristiano, este Papa
fue una figura decisiva a nivel internacional en los ámbitos social,
político y del pensamiento en el siglo XX.

1.4.7.3.- Itinerario de su tarea educativa


Los 26 años y medio de su pontificado, Juan Pablo II los dedicó a
educar a la Iglesia de Cristo en la Catequesis, siendo un verdadero
Maestro de Fe. Por ello creemos que no es casual que en el primer
aniversario de su pontificado haya publicado la Exhortación Apostólica
Catechesi tradendae.
Este Papa centró su tarea educativa ante todo en el misterio
Trinitario. Esto se plasmó en tres de las encíclicas que escribió:
Redempor Hominis (Dios Hijo), Dives in misericordia (Dios Padre) y
Dominum et vivificantem (Dios Espíritu Santo); y en la Constitución
Apostólica Depositum Fidei para la publicación del Catecismo de la
Iglesia Católica. Además, desde el quinto año de su pontificado, durante
quince años, en las catequesis que dictó cada miércoles, meditó
profundamente sobre el Credo.
Juan Pablo II nos ayudó también a comprender el “contexto de
la Encarnación” con la encíclica sobre María Redempotoris Mater y con
otra sobre José: Redemptoris Custos, dedicándole luego una carta
apostólica a la Sagrada familia.
Otro de los temas que abordará este Papa, será el del amor
humano. Lo encara partiendo desde la idea de que solamente desde el
misterio de la Encarnación de Cristo y la Redención del hombre se

12
Luigi Giussani.

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 24 -


Apuntes para una introducción en la Doctrina Social de la Iglesia Católica
Alejandro Bonet
esclarece la complejidad la pluridimensionalidad del ser humano. Por
ello Juan Pablo II le brindó tanta atención a este tema en la Teología del
cuerpo y la Sacramentalidad del Matrimonio, dedicándole los primeros
cuatro años de su catequesis de los miércoles. También se encargará de
abordar la realidad de la Familia en su encíclica Familiaris Consortio, el
tema del trabajo en la Laborem exercens, el del desarrollo en la Sollicitudo
rei socialis y los de la propiedad y el estado en la Centesimus annus.
Juan Pablo II se dedicará también a ubicar al hombre como
perteneciente a una tradición que se desarrolla en la historia en su
encíclica Tertio millenio adveniente y como ser con una historia personal
en la Slavorum Apostoli.
En la Redemptoris missio describirá cómo el profundo
apasionamiento por la presencia de Cristo abre el deseo del hombre de
comunicarlo a los demás. En la Veritatis Splendor expresará cómo esa
pasión lleva al hombre a desear abrazar toda la realidad. En Ut unum
sint y Orientale lumen se ocupará del deseo de unidad que genera este
encuentro con Cristo y en Evangelium vitae y Mulieris dignitatem cómo
ello debe llevar a buscar una defensa intransigente por la dignidad del
hombre considerado en la totalidad de sus factores. En Salvifici doloris
escribirá cómo esta relación pasional con Cristo se da incluso en el
sufrimiento.
En Christifideles laici describe cómo esta forma concreta de
comprender la fe como un encuentro con Jesucristo, generó que se
vuelva a experimentar al Pueblo de Dios como “misterio de comunión
misionera”, donde se ha revalorizado la libertad del Espíritu en la
riqueza de los carismas, y donde se renueva la tarea de la vida
consagrada repotenciando la impronta de cada orden religiosa desde la
raíz del carisma fundador en la unidad de la fe con todo el Pueblo de
Dios -según expresó en la carta pos sinodal sobre la vida consagrada- y
donde el orden sagrado es llamado a recrearse en una profundización
de su tarea sacramental recuperando la identidad propiamente
sacerdotal, puesta en crisis en el pos-concilio – según su carta pos sinodal
sobre la formación al sacerdocio - y dónde finalmente, se indica al Obispo
como eje en torno al cual vivir la comunión eclesial – según Pastor
Gregis-. Así cada bautizado, sea laico, religioso o sacerdote está llamado
a vivir la vocación a la santidad desde su propia vida, dentro de la
unidad de la fe, es decir en comunión.

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 25 -


Apuntes para una introducción en la Doctrina Social de la Iglesia Católica
Alejandro Bonet
En la carta a los jóvenes así cómo en las jornadas mundiales de la
juventud expresa cómo la juventud vuelve a experimentar el atractivo
hacia la verdad, la belleza, la bondad y el amor cuando se manifiestan
en una realidad humana, como la Iglesia, que se propone como ámbito
dentro del cual vivir todas las exigencia de su corazón al ciento por uno.
En Reconciliatio et paenientia escribirá cómo dentro de una
realidad visible, audible, tangible, se hace concreta la experiencia de la
misericordia y el perdón, y en Dominicae Coenae cómo la
sacramentalidad se convierte en una necesidad existencial, que se
manifiesta en la habitualidad en recibir la Eucaristía. Por último, en
Dies Domini hablará de la importancia de respetar el domingo como el
día que permite recuperar el significado de la semana.

1.4.7.4.- Juan Pablo II sometió la razón a la experiencia (Fides


et ratio)
Su encíclica sobre la razón y la fe describe su experiencia de
vida. Leyéndola detenidamente uno ve, toca y siente la experiencia de
un hombre real. Él creyó para entender. Entendió para creer. Su vida es
un signo que nos regaló la providencia para que nosotros, hombres del
siglo XXI, podamos tener un claro camino a seguir. Desde esta
perspectiva se pueden comprender también todos sus viajes
Juan Pablo II nos vuelve a proponer el mismo método que Cristo
propuso hace 2000 años: Vengan y vean. La Iglesia es el ambiente de la
redención del hombre, es el lugar donde el hombre puede verificar el
significado de su vida: Cristo, centro del cosmos y de la historia. Es
decir “Él se nos manifiesta en lo que para nosotros es más familiar y
fácil de verificar, porque pertenece a nuestro contexto cotidiano, sin el
cual no llegaríamos a comprendernos” 13.

1.4.7.5.- El Jubileo del 2000 y el desafío del tercer milenio


Luego de haber preparado a la Iglesia y al Mundo para ser
conscientes del acontecimiento de la encarnación celebrando el jubileo
del 2000, Juan Pablo II, en Nuevo Millenio Ineunte, plantea el desafío de la
Iglesia de cara al tercer milenio: la santidad comunional será el método
para recrear la Iglesia dentro del mundo. Santo es quien vive
contemplando el rostro de Cristo en la vida ordinaria, metido a fondo

13
Fides et Ratio

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 26 -


Apuntes para una introducción en la Doctrina Social de la Iglesia Católica
Alejandro Bonet
en la circunstancia que Otro te pone. La manera de vivir la santidad es
la Comunión. Por eso hacer de la Iglesia una Casa y una Escuela de
Comunión es la modalidad a través de la cual la Iglesia santifica a la
persona, real, concreta e histórica, con la cual se encuentra en su vida
cotidiana.
La Eucaristía, fuente y culmen de la vida de la Iglesia, es la
presencia más eficaz de Cristo en la Historia. María es la primera
educadora que nos introduce en este misterio y nos acompaña a vivirlo
plenamente.

1.4.7.6.- Conclusión sintética del Pontificado de Juan


Pablo II:
Lo que Juan Pablo II nos ha propuesto, desde una profunda
autoconciencia de sí mismo y un profundo amor al hombre – cómo se
puede observar en el Libro entrevist, en Don y Misterio, en Levantaos
Vamos, en Triptico Romano y en Memoria e Identidad-, tiene encarnaciones
concretas: compañías de hombres, que con audacia ingenua, se juntan
para verificar el Depositum fidei y vivir cotidianamente la alegría de la
fe, como se pudo ver en el Encuentro con los Movimientos del 30 de mayo de
1998.
La propuesta de Cristo, retomada por Juan Pablo II vuelve a ser
hoy desafío en la Iglesia para todos: Vengan y vean, sigan un “lugar”
donde la vida es tomada en serio, donde todo es tendencialmente
vivido como camino a la santidad, que es como decir, a la vida en
plenitud. Así uno comienza a darse cuenta que “Cristo es mendigo del
corazón del hombre y el hombre es mendigo del corazón de Cristo” 14.

1.4.8.- Conclusión General- de León XIII a Juan Pablo II-:


Entre dos Milenios. La caducidad de la ideología y la continuidad del
Realismo Cristiano
A través del sintético panorama de la evolución de la DSIC que
expusimos, podemos observar cómo la Iglesia fue respondiendo a cada
momento histórico que le tocó vivir según el llamado de Cristo, muchas
veces adelantándose proféticamente a los acontecimientos. Así podemos
ver cómo las ideologías son insuficientes para responder a las
necesidades y aspiraciones del hombre concreto. Éste necesita un

14
Luigi Giussani

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 27 -


Apuntes para una introducción en la Doctrina Social de la Iglesia Católica
Alejandro Bonet
encuentro personal, una realidad humana que lo cambie y lo
transfigure, más que una teoría a aplicar.
Las ideologías al querer encuadrar al hombre y su realidad en sus
parámetros teóricos, terminan reduciéndolo. Las ideologías pretenden
de algún modo ocupar el lugar de Dios, intentando dilucidar
teóricamente que es lo que el hombre desea. Pero solamente Dios sabe
quién es el hombre, justamente porque es quien lo ha creado.
Quien está ideologizado vuelve a repetir la actitud de Adán:
pretende ser autónomo frente a Dios. Éste fue el pecado original: no
aceptar ser criaturas. Con las ideologías el hombre se propone crear
sistemas perfectos prescindiendo de Dios. La triste experiencia del siglo
XX nos demuestra la inconsistencia de tal pretensión. Por eso se habla
de la caducidad de las Ideologías.
El realismo Cristiano intenta ver al hombre tal cual es. Un ser
creado a imagen y semejanza de Dios, que al pecar, ha introducido un
desorden tan grande en la creación que solamente un Redentor puede
remediar. Los hombres por nuestros medios, somos totalmente
impotentes para solucionar el drama de nuestras vidas. Solamente
Cristo nos revela el Misterio escondido en nuestro ser. El mayor
realismo consiste en descubrir y afirmar esta centralidad de Jesucristo.
Él es quien redime al género humano, no nosotros, a nosotros nos toca
adherirnos a Cristo. Cristo se manifiesta a través de su Cuerpo Místico,
la Iglesia, el Pueblo de Dios. El desafío más grande que tenemos los
católicos es recrear la presencia de Cristo en todos los ambientes en que
vivimos.
El método propuesto por Cristo para vivir esta presencia en el
mundo es nuestra Comunión, que se manifiesta en Santidad. El hombre
de nuestro tiempo debe redescubrir en la Iglesia un ambiente que se
vuelva fascinante y donde encuentre la respuesta a la pregunta sobre el
sentido de su vida: “Cristo, centro del cosmos y de la historia”.

1.4.9.- Benedicto XVI: La Caridad de Dios y el Hombre. En el


inicio de un Nuevo Milenio
En la etapa final de su pontificado Juan Pablo II nos deja los
instrumentos sintéticos más importantes con los que cuenta la Iglesia
Católica contemporánea para iniciar el nuevo milenio desde la
perspectiva de la Nueva Evangelización. El primero es el Compendio de
la Doctrina Social de la Iglesia, que le es presentado justo un año antes de

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 28 -


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su fallecimiento el 02-04-04, y que se publica el 29 de Junio de 2004. El
segundo es el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, publicado
precisamente un año después, el 28 de Junio de 2005, luego del
fallecimiento de Juan Pablo II, por el Papa Benedicto XVI, que se lo
había presentado siendo todavía el Cardenal Ratzinger el 20 de Marzo
de 2005, unos pocos días antes de morir el 02-04.05.
El 29 de Junio de 2007 es aprobado el Documento de Aparecida, de
la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que en
muchísimos puntos anticipa de manera profética, la bellísima e
intensísima encíclica Caritas in Veritate, que tiene fecha de publicación
el 29 de Junio de 200915.
Benedicto XVI comienza su pontificado con la encíclica Deus
Caritas Est diciéndonos: “No se comienza a ser Cristiano por una decisión
ética o una gran idea sino por el encuentro con una Acontecimiento, con una
Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación
decidida”. Todo un desafío.

15
Recordemos que el Catecismo de la Iglesia Católica había sido presentado por Juan
Pablo II, desde Santo Domingo, República Dominicana, en América Latina, el 11 de Octubre de
1992, en el trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y el día anterior a que se
cumplan el V Centenario del Descubrimiento del Continente que contiene actualmente el 50% de
los Católicos de todo el mundo.

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 29 -


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Alejandro Bonet
2.- El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica
Como dijimos anteriormente, es presentado a Juan Pablo II el 2
de abril de 2004, justo un año antes de su fallecimiento, y aprobado el 29
de Junio de 2004, justo un año antes de la Publicación del Compendio
del Catecismo de la Iglesia Católica 16.
Ambos compendios, el de la Doctrina Social de la Iglesia
Católica (29-06-04) y el del Catecismo de la Iglesia Católica (28-06-05),
son los instrumentos más concretos, sintéticos y sistemáticos con los que
contamos actualmente los católicos contemporáneos para aprender,
celebrar, vivir y rezar nuestra Fe.
El compendio de la DSIC es el primer intento de sistematizar
contenido completo de la DSIC y lo hace de una manera muy
organizada.

2.1.- Esquema sintético del compendio de la DSIC


La Introducción ubica a la DSIC en el contexto del inicio del
Nuevo Milenio, de la Nueva Evangelización. Sigue claramente la
indicación de Juan Pablo II: todos los caminos de la Iglesia conducen al
Hombre, presentando a la Iglesia como “compañera de Camino” del
hombre contemporáneo.
Se estructura en tres partes divididas en doce capítulos. La
primera parte contiene cuatro capítulos que tratan sobre el fundamento
de la DSIC. La segunda parte consta de siete capítulos que se ocupan de
cada uno de los temas concretos de la DSIC. En la tercera parte está
planteado el método a seguir para estudiarla.
En la conclusión, y como un anticipo de la línea a seguir en el
pontificado de Benedicto XVI, se centra el horizonte de la DSIC en las
tres virtudes teologales, que son el contenido más importante y decisivo
del Magisterio del Papa.

2.1.1.- Primera parte


La idea central de toda la DSIC es comprender quién creó al
hombre, cómo lo creó y de qué manera se manifestó a él. Además se
ocupa de cuál es la naturaleza más profunda de la DSIC como unidad
entre Razón y Fe, cómo sigue presente el Misterio de Dios en la Historia,

16
El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica del el 28 de Junio de 2005 es una síntesis
didáctica y pedagógica del Catecismo de la Iglesia Católica del 11 de octubre de 1992.

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Alejandro Bonet
es decir, cuál es la naturaleza ontológica de la Iglesia como realidad
humana que vehiculiza lo Divino, y se hace capaz de juzgar la realidad
histórica desde la Tradición Viva de la Fe que es su propia
autoconciencia. También se encarga de la “tensión dramática” que vive
cada hombre en su experiencia cotidiana, para ayudarnos a
descubrirnos a nosotros mismos como creaturas de Dios y para
comprender así también mejor nuestro entorno social.

2.1.1.1.- Capítulo I
Quién nos creó nos hizo imagen y semejanza de su propio
Misterio, como comunión trinitaria, como unidad relacional. Todo lo
que creó está en función de la manifestación plena del designio
encerrado en este Misterio. Es decir, nuestra primera actitud es de
sorpresa y gratitud por la inmensa grandeza de lo que se nos ha
donado.
El compendio nos lleva de la mano para sumergirnos en este
Misterio, comprenderlo. Reconocer el significado de Ser Imagen y
Semejanza de algo tan Bello, Profundo e Inconmensurable.
En las cuatro partes que tiene este primer capítulo se desarrolla
cómo y porqué actúa Dios, qué significa que Jesucristo es un
acontecimiento que nos introduce en lo más profundo del Misterio de
Dios, en qué consiste nuestra grandeza humana como semejanza del
Misterio de Dios, cómo está presente eficazmente Dios en el aquí y ahora
de la historia.
Dios actúa gratuitamente, es puro don de sí mismo. Se da
dándonos el Ser. Este es el principio de la creación y de la acción
gratuita de Dios. Dios está cercano, acompaña al hombre en y dentro de
la Historia. Asumió hasta las últimas consecuencias lo que creó, no nos
abandonó, se implicó con nosotros en las circunstancias históricas que
nos tocan vivir.
Jesucristo se manifestó a través de un hecho, es el acontecimiento
histórico más decisivo de la historia humanidad. Todo converge en EL.
Se reveló como acontecimiento y sigue presente hoy de la misma
manera. En este acontecimiento se nos introduce en el Misterio de los
Misterios, la Trinidad. Se nos introduce haciendo experiencia del
contenido de este Misterio que es la Caridad, que nos sale al encuentro a
través de una relación humana.

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Apuntes para una introducción en la Doctrina Social de la Iglesia Católica
Alejandro Bonet
El hombre refleja el Misterio Trinitario dentro de las relaciones
más ordinarias de la vida cotidiana, en especial en la relación hombre –
mujer, y el fruto de esta relación que es la fecundidad: los hijos, la
Familia. En esta relación hacemos experiencia de lo que significa ser
imagen y semejanza de Un Dios Trinitario. Dios quiso salvar al hombre de
su incapacidad para vivir esta belleza, esta intensidad humana, esta
división profunda de su propia humanidad. La experiencia cristiana nos
salva de esta incapacidad, por eso recupera a todo el hombre, para que a
través de los que han tenido la gracia de esta salvación llegar a todos los
hombres, invitándolos a hacer la misma experiencia de plenitud de lo
humano. Esta plenitud se manifiesta como nueva criatura. Aprendemos a
vivir todo desde una trascendencia de lo ordinario como tensión hacia
lo eterno. Todo depende de Él y sólo en esta dependencia puede el
hombre ser autónomo.
El Acontecimiento de Cristo permanece en el Acontecimiento de
su Presencia histórica que se llama Iglesia. Es el lugar donde lo humano
es rescatado de sus límites, dónde se renuevan todas las relaciones y
dónde aprendemos a vivir un anticipo de lo que esperamos: los cielos
nuevos y la tierra nueva. En María encontramos la encarnación histórica
de este anticipo de lo que estamos llamados a vivir, que nos acompaña
en nuestra propia experiencia humana, ella también vivió como esposa
y madre, en Familia, en la fatiga del trabajo cotidiano, administrando
una casa y acompañando a su esposo e Hijo.

2.1.1.2.- Capítulo II:


Hoy Dios sigue presente a través de la realidad humana, que Él
formó, forma y realiza históricamente. Ésta desde el punto de vista
sociológico se llama Pueblo de Dios y desde el punto de vista ontológico
se llama Cuerpo de Cristo. Desde dentro de este Cuerpo Dios nos
acompaña, nos acoge, nos educa, nos transfigura.
La DSIC como unidad entre la Razón y la Fe, se da dentro de la
dinámica histórica de este Misterio de Dios hecho realidad humana para
el hombre de cada lugar y tiempo. Se nos invita a pertenecernos a Él, en el
lugar que Él eligió para abrazarnos y rescatarnos de nuestros límites y
ayudarnos a vivir una vida plenamente humana.
Podemos verificar históricamente como la capacidad de juzgar
la realidad desde el contenido de la Fe tiene una extraordinaria
“razonabilidad” en la comprensión humana del drama del hombre

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contemporáneo, es decir una gran adecuación a cada momento
histórico. Esto nos permite decir una vez más que la Fe nos propone una
verdadera inteligencia nueva de lo real para vivir los acontecimientos
históricos.
En los 120 años que transcurrieron entre la Rerum Novarum y la
Caritas in Veritate - con las diez encíclicas escritas por seis Pontífices-,
podemos observar la gran novedad que la Fe nos trae para vivir cada
momento, la gran profundidad con que cada Papa abrazó cada
problemática, la gran capacidad de análisis de los diversos factores de la
realidad, abrazando toda su intensidad dramática.
Cuando la Iglesia se manifiesta como morada de Dios con los
Hombres, se refiere a que Cristo ha “fecundado y fermentado la sociedad”
desde dentro. En cada catequesis y sacramento el hombre está invitado
a descubrir una nueva inteligencia de la realidad haciendo experiencia de
la eficacia de Dios en su Palabra y en su Presencia Real Eucarística, que
produce esta metanoia, este cambio de mentalidad en la manera de
entender y tratar todas las cosas. Justamente la Doctrina Social de la
Iglesia intenta ser una unión entre Evangelización y Promoción
humana. Es un deber y un derecho de la la Iglesia anunciar Misterio de
la Encarnación y de la Redención.
La insistencia de referirnos constantemente a la necesidad de
vivir una inteligencia nueva de la realidad, surge como intención de
superar una manera de entender la DSIC que consideramos errónea.
Cómo dijimos en la introducción, hoy en día muchas veces se reduce la
fe y su doctrina a un moralismo, a un conjunto de reglas, o a un consejo.
Esto no es lo que la doctrina quiere comunicarnos.
La esencia de su propuesta consiste una ayuda, a la luz de la
Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio, para entender la
realidad de cada día según lo totalidad de los factores en juego en cada
circunstancia histórica. Es una apertura a todo lo real. Por eso no es una
Ideología. Es la mirada misma de Cristo sobre el hoy de la historia, a
través de su Cuerpo Místico, de su pueblo, que interpela al hombre
como lo hacía hace 2000 años.

2.1.1.3.- Capítulo III:


Evidentemente el más importante de todo el compendio. Aquí
se nos aclara qué significa que Cristo revela plenamente el hombre al
propio hombre.

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Alejandro Bonet
Ante todo afirma que el hombre fue creado de tal modo que un
hombre no puede ser instrumento de otro hombre para ningún fin que
se persiga, ya que somos imagen y semejanza de Dios mismo. Esta
grandeza humana que portamos quedó totalmente desdibujada a partir
del misterio del pecado original. Esta es la realidad más incomprendida
por el hombre de nuestro tiempo desde hace 500 años y justamente éste
es uno de los puntos más decisivos del Compendio, ya que a la luz de
este Misterio se nos ayuda a entender el concepto de antropología
dramática. La gran riqueza de nuestra humanidad se manifiesta como
tensión entre cuerpo y espíritu, entre mujer y varón, entre individuo y
sociedad. Esto que ha sido así desde antes del pecado original, desde el
momento mismo de la Creación, y es lo que hace de nuestra vida una
aventura fascinante, y que se ha convertido en dramática por el pecado
original, ya que ningún hombre es capaz de resolver el drama de su vida
como tensión por sí mismo. Por eso necesitamos ser redimidos, salvados.
Necesitamos ser ayudados a recuperar la plenitud a la que hemos sido
llamados desde el origen. Por eso Cristo es lo que más se “corresponde”
al Corazón humano, ya que al ser el mismo quién nos Creó en la unidad
de la Santísima Trinidad, conoce de qué estamos hecho. El asume
nuestra incapacidad, nuestra fragilidad, nuestra desproporción, y nos
ayuda a restablecer la unidad perdida, nos hace experimentar la gracia
que significa pertenecerle, ya que gracias a Él todo lo humano vuelve a
adquirir una intensidad nueva, lo que él llamó el “ciento por uno”.
Juan Pablo II nos decía en Redemptor Hominis que el mayor
drama del hombre contemporáneo era no entender de que estaba hecho,
quién era el mismo. Este hombre está desencontrado consigo mismo.
Esta la experiencia dramática de la que hablábamos, una experiencia de
alienación. Hoy tenemos ante nuestros ojos este drama llevado a su
máxima expresión, convertido en muchas ocasiones en tragedia.
Justamente este capítulo del compendio ofrece una respuesta bella,
realista y profunda a este drama humano. En él es donde mejor está
expresada la frase “el camino de la Iglesia es el Hombre”. Es este hombre
tan concreto, tan real, tan histórico. Con ese hombre es con el que estamos
llamados a encontrarnos cada día, en cada circunstancia, en cada
situación de nuestra vida. Toda la DSIC se ocupa de comprender este
drama. Cada uno de los temas que desarrolla son una ampliación de
este capítulo.

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Apuntes para una introducción en la Doctrina Social de la Iglesia Católica
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La parte final de este apartado se ocupa de los derechos
humanos. Sin el fundamento antropológico que les da sustento, estos
derechos degeneran en ideología. Hoy en día vemos cómo en muchos
parlamentos del mundo se desfigura la imagen del hombre, en nombre
de los derechos humanos. Juan Pablo II se ha enfrentado a esta situación
en Veritates Splendor, Evangelium Vitae y Fides et Ratzio. El compendio
retoma estos fundamentos, los sistematiza y desarrolla.

2.1.1.4.- Capítulo IV:


A partir de esta comprensión del hombre como creatura, como
ser creado a Imagen y semejanza de Dios, ingresamos en la comprensión
de lo que constituye la raíz de la vida del hombre en sociedad. A partir
de su experiencia como madre y maestra durante 2000 años de historia,
la iglesia se anima nuevamente proponer su mirada iluminadora
también en el ámbito social y político. La Iglesia intenta abrazar la
esencia de la vida social, la dinámica profunda del vivir junto a otros. El
En esta línea, se desarrollarán en este capítulo temas como el bien
común, el destino universal de los bienes, la subsidiaridad, la
participación y la solidaridad, que describen las características de la
vida en comunidad, desde la tensión ideal a la verdad, la libertad, la
justicia y la caridad: Caritas in Veritate in Rei Sociale.
Ante todo es importante entender la co-implicación profunda
entre principios y valores. Su unidad nace de la relación fecunda entre
ambos, ya que los principios hacen las veces de cimiento de la vida
social y los valores, de las exigencias intrínsecas que la constituyen.
El bien común como horizonte totalizador es lo que nos permite a
todos realizar lo que cada uno tiene posibilidades de ser. Cuando más
se acrecienta ese tejido de relaciones, vínculos humanos, condiciones
objetivas de desarrollo integral de la sociedad, más se favorece el bien
de cada uno. No es un fin en sí mismo, ya que tiene sentido justamente
en función del bien individual y relacional de cada uno.
Es sorprendente la precisión que tiene el compendio en este
punto, ya que vincula directamente el bien común con el destino
universal de los bienes. Lo que mejor favorece el bien común es que
todos tengan acceso a los bienes necesarios para poder vivir
dignamente. Nos recuerda que todo fue creado para todos. A su vez
cada cual accede a lo que fue creado mediante su trabajo, de ahí nace la
propiedad privada, fundamental para el desarrollo de la libertad

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personal y familiar. Todos debemos educarnos a vivir lo que tenemos
abiertos a la necesidad de los otros. Ante la idolatría del tener debemos
vivir un desprendimiento virginal de los bienes, es decir poseerlos
según su finalidad.
La subsidiaridad es el método más importante a nivel político y
social para ayudar a que la sociedad pueda llegar a ser ella misma, no
un instrumento de la pretensión manipuladora del poder político de
turno. Favorecer la subjetividad de la sociedad es ayudarle a que tenga
personalidad, a que sea ella misma, que despliegue toda su creatividad,
que busque responder desde ella misma a lo que necesita.
Conjuntamente con este principio nace la necesidad de
educarnos a ser sensibles a las necesidades de los que han sido menos
favorecidos en la sociedad. La solidaridad nos abre a ayudar a los que
más nos necesitan, a hacerlos partícipes del bien común que nos
favorece a todos. Esta actitud en acto se llama participación, ser
copartícipes del destino común.
Los valores adquieren densidad existencial si los vivimos como
exigencias de nuestra propia humanidad, como exigencias profundas de
nuestro corazón.

2.1.2.- Segunda Parte


En base al fundamento puesto en los primeros cuatro capítulos
nos sumergimos ahora en la realidad del amor humano, en la realidad
que hace que lo humano sea humano, concretado en el matrimonio y
plenificado en la familia, así como en la realidad del trabajo humano,
ocasión para que cada hombre despliegue todo el potencial de los
talentos que le han sido dados. También se ocupará esta parte del uso
de los bienes en la esfera personal y social y de su utilización inteligente,
es decir según su finalidad, como sentido propio de la vida económica.
Más adelante describirá la relación con el poder como desarrollo pleno
de la potencialidad que encierra cada ser humano, no dejándose
instrumentalizar sino haciendo uso de él para permitir la expresión
plena de la libertad del hombre considerado individual y socialmente.
También se ocupará de una comprensión global de la vida social que
educa a la Iglesia en que lo le sucede al conjunto de la vida internacional
es parte del propio problema humano, ya que el ser católico implica
tener en cuenta siempre la totalidad. Además trabajará la idea de la
educación en la conciencia de la naturaleza como don confiado a la libre

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creatividad humana, respetando lo que son las cosas en sí mismas y el
concepto de paz como fruto de la justicia y como realidad a la que aspira
el corazón humano.
Estos siete temas abarcan el conjunto de la vida humana de cada
ser humano y de la sociedad en su conjunto. El valor que tiene haberlos
desarrollado en sentido piramidal es haber ubicado en grado de
importancia los temas que constituyen el conjunto de la DSIC. Este es
un enfoque novedoso para los 118 años que transcurrieron desde la
Rerum Novarum hasta la Caritas in Veritate. Las diferentes encíclicas,
fueron resaltando los temas que desarrollaron según cada momento que
le tocaba vivir al Pontífice de entonces y según las exigencias pastorales
de su Iglesia. En gran medida se había generalizado en la mentalidad
común la idea que la DSIC era la ideología católica que se contraponía a
las distintas ideologías en boga. El nuevo enfoque del compendio
permite en gran medida desideologizar la esta concepción de la DSIC,
para plantear un nuevo inicio desde un centro cristológico,
antropológico y eclesiológico.
A la Iglesia no le preocupa afirmar una idea distinta a la que
tiene el mundo sino vivir una experiencia diferente de lo humano en un
contexto concreto que es la comunidad de los creyentes e invitar a todo
hombre a ser parte de esta experiencia. Dentro de este contexto humano
podemos redescubrir que significa vivir el amor humano, arriesgar
nuestra libertad en el matrimonio, formar una familia, enfrentar un
trabajo, usar el dinero, hacer política, preocuparnos por lo que pasa en
todo el mundo, respetar el ambiente y construir la paz.
Es muchos más interesante para el hombre de hoy poder ver
una realidad humana que haga experiencia de lo humano de manera
diferente, que encontrarse con un pensamiento abstracto sobre
determinados temas. Hemos aprendido de Von Balthasar que el hombre
se mueve por la belleza, que es el resplandor de la Verdad y que es lo
que busca todo corazón humano. Allí donde lo encuentre, si tiene un
corazón de niño, se adherirá para salvar su humanidad. Transmitir este
mensaje es nuestra gran tarea, esta es la nueva evangelización a la que
somos llamados.

2.1.2.1.- Capítulo V
En la edición anterior del curso de DSIC de 2004 nos habíamos
detenido especialmente en el fenómeno del Amor Humano. Debemos

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tener muy en cuenta lo que entonces habíamos desarrollado, porque allí
está el fundamento de todo lo que nos ofrece el compendio. Si lo
tratamos de entender en toda su profundidad descubrimos que el
primer tema que despliega en toda su riqueza el valor de lo humano es
justamente la relación Hombre – Mujer. El compendio tiene en este
sentido una estructura piramidal, ya que cada tema es fundamento del
siguiente.
El primer gran desafío para el Hombre es resolver su problema
afectivo, que es lo más humano de lo humano. Y en esto consiste
básicamente el amor humano. Karol Wojtyla le ha dedicado a este tema el
libro “Amor y Responsabilidad” en el que lo aborda desde diferentes
enfoques. Además, siendo ya Papa, lo trabajará durante 129 de sus
catequesis de los miércoles, desde su fundamento teológico bajo el
título “La Teología del Cuerpo y la Sacramentalidad del Matrimonio”(entre
1979 y 1984). Estos temas se encuentran en el fundamento del
Compendio.
Básicamente el amor humano significa que cuando más me doy a
otro más me realizo yo mismo. En esto está encerrado todo el misterio
del eros y del agapé: la concupiscencia y la benevolencia. Es la gran
posibilidad humana de imitar el misterio más profundo del ser que es
pura relación. Tanto en las relaciones conyugales como paterno filiales.
Este es la esencia más profunda y bella de la vida familiar. Esto significa
comprender el misterio nupcial como Diversidad, cómo Don de sí y cómo
Fecundidad. Esto es la trinidad y esto mismo es la familia.
El compendio se hace eco de este enfoque y por eso, antes de
hablar del valor del matrimonio y de la familia como tal, se refiere ante
todo a la importancia de la familia para la persona y para la sociedad.
La familia es conveniente tanto al hombre como a la, ya que es el ámbito
donde el hombre encuentra su propio rostro, por eso Jesús también
quiso hacerse familia para que entendamos que sólo en familia nos
redescubrimos como hombres y sólo dentro de ella descubrimos que
Dios es familia y se hace familia.
El matrimonio es planteado como un valor humano. Diría Juan
Pablo II en sus catequesis como “sacramento primordial”, como signo por
excelencia del misterio de lo humano, como exigencia de integración
plena con otro para encontrarme a mí mismo. En esa unión total y
definitiva con otro encuentro el “signo sacramental” que el mismo Cristo
quiso asumir como modalidad de relación con el hombre, como amor

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esponsal, que él quiso tener con nosotros a través de su amor a la
Iglesia.
A partir de aquí el compendio incorpora un capítulo muy bello
y novedoso, en el que se puede disfrutar toda la genialidad y
originalidad de Juan Pablo II. Él nos habla de “la Subjetividad social de la
Familia”. Subjetividad porque cada uno aprende a ser amado por sí
mismo, no en función de su utilidad política o económica, sino por lo
que es. En la familia estamos llamados a educarnos a valorarnos por lo
que somos, no por lo que hacemos, consumimos o producimos, ni por
nuestras virtudes o defectos. De aquí nace la familia como protagonista
de la vida social. Por eso mismo la sociedad debe estar al servicio de la
familia.

2.1.2.2.- Capítulo VI
El trabajo es la gran ocasión de llevar a plenitud los talentos que
Dios le dio a cada uno. El Creador los dio y confió totalmente a la
libertad de cada ser humano. El trabajo es la herramienta que cada uno
tiene para desplegar la riqueza que encierra en su particularidad más
personal.
El compendio se ocupa de esta realidad desde su dimensión
objetiva como concreción y materialidad de lo que cada uno hace en el
lugar donde Dios le pone. Y desde la dimensión subjetiva, que es la
realización de cada uno, de la riqueza que cada hombre es y encierra, y
que sale a luz gracias al trabajo, y que su vez se profundiza y
engrandece en el trabajo. El trabajo es para cada hombre la herramienta
del propio engrandecimiento, de la propia autorrealización.
El trabajo adquiere todo su valor y sentido desde el misterio de
la creación, encarnación y redención. Y a su vez desde esta perspectiva
se derivan todos los derechos y deberes que la realidad que éste
implica.
En el origen, en el Génesis, fuimos creados para vivir en familia
(procreaos) y para trabajar (someted la tierra). Viviendo en familia y
trabajando estamos llamados a realizarnos en plenitud, es decir en la
riqueza de nuestra intersubjetividad como personas. También esta
dimensión de la realidad humana, como lo veíamos en la familia, quiso
asumir Jesús como propia. Él trabajó como cualquier ser humano,
traspiró, se cansó, se fatigó, quiso experimentar nuestra cotidianidad de

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manera real. Cada hombre tiene a su vez este deber de trabajar: seremos
juzgados por el uso de los talentos que nos han sido dados.
La dignidad del trabajo surge justamente porque a través de él
el hombre se hace hombre. El trabajo existe para nosotros no nosotros
para el trabajo. Esto fue instituido por el mismo Jesucristo: si él no se
hubiera encarnado en un trabajador el trabajo sería solamente un
elemento de sometimiento y opresión, de dominación de unos sobre
otros. Justamente donde la memoria de Él está ausente el trabajo vuelve
a ser lo que era en la época de los esclavos, un elemento de
instrumentalización de unos por otros. Si él está presente redescubrimos
en el trabajo la ocasión de nuestra propia realización.
La Iglesia, a la luz del misterio de la creación, de la encarnación
y de la redención, en el apogeo de una época que volvía convertir el
trabajo en esclavizante, volvió a abrir la conciencia del hombre hacia el
verdadero valor del trabajo humano. El itinerario educativo desde la
Rerum Novarum a la Laborem Excercen es una profundización
permanente de lo que significa el trabajo como la herramienta principal
del desarrollo de la libertad humana y del dominio del hombre sobre
toda la realidad.
Todos los derechos del hombre en relación al trabajo son fruto
de esta nueva inteligencia de la realidad que ha aportado la Iglesia al
mundo moderno y contemporáneo. Otro elemento esencial es la
solidaridad que nace gracias al trabajo entre los que trabajan y que es la
base de la defensa de los propios derechos. En este sentido, el
compendio nos ayuda a comprender la Res Novae sobre el mundo del
trabajo.

2.1.2.3.- Capítulo VII


El uso de los bienes es una realidad decisiva para el hombre de
hoy. Él necesita ser educado en cómo utilizarlos, tal vez más que nunca
antes en la historia, ya que hoy, en la sociedad del consumo los bienes
son idolatrados como nunca antes. En ella se presenta como un nuevo
totalitarismo: el del mercado del consumo y se traduce en una consigna:
“quien no produce y consume no existe, no es digno de ser tenido en
cuenta”. Esta es la base de la lógica de la economía liberal
contemporánea.
Sin embargo toda la realidad fascinante del mercado, las
finanzas, la empresa, la creación de riqueza, la generación de trabajo e

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Apuntes para una introducción en la Doctrina Social de la Iglesia Católica
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inversiones, son un instrumento extraordinario en manos del hombre.
Son instrumentos creados por la inteligencia del hombre, y que según
cómo los viva en relación a las exigencias de su corazón, podrán
potenciar su vida o volverse en su contra. Y esto se dará en cada
circunstancia cotidiana, no sólo y necesariamente como proceso global.
Es decir en cada empresa, en cada negocio, en cada supermercado o
hipermercado, en cada banco, en cada crédito, en cada inversión se
juega el destino de los que están implicados en la realidad de esos
instrumentos de la economía contemporánea.
El compendio, al tanto de esta realidad, luego de ayudarnos a
entender la contingencia de los bienes y su vocación a ser compartidos,
entra de lleno en la realidad de la iniciativa privada y la empresa. Aquí da
un gran paso a la luz de lo que ya había introducido Juan Pablo II en
Solicitudo Rei Sociale y en Centecimus Annus, al valorar el significado que
tiene la persona, que con su libertad asume una iniciativa, arriesga y
genera un emprendimiento que da trabajo y produce riqueza. Esto es un
valor en sí mismo. Luego la empresa es ante todo una Comunidad de
Trabajo, una ocasión de crecimiento en común. El hombre deba
aprender a no instrumentalizar a otros hombres en la dinámica de las
relaciones personales que le incumben.
Las instituciones económicas no tienen un sentido en sí mismas,
tampoco son malas en sí mismas. Son, en cambio, un poderoso
instrumento en las manos de la libertad humana. Por eso se aprecia en
toda su dimensión el valor del mercado, del libre mercado, y su
contextualización adecuada en el marco que le ofrece la acción del
Estado, la necesidad de darle vida a los cuerpos intermedios y de
educarnos en el ahorro, la inversión y el consumo.
Aquí podemos ver otra vez cómo esta “inteligencia nueva de la
realidad” que nos propone la Doctrina Social de la Iglesia nos abre a
tratar de comprender a fondo los fenómenos más vertiginosos de la
economía actual, analizando y comprendiendo las “res novae” de las
tendencias financieras, flujos de fondos, competencia entre estados, de
los cambios vertiginosos que producen las economías emergentes y de
toda la fascinante realidad que tenemos ante nuestros ojos. La Iglesia
educa a vivir esta vertiginosidad con la plena conciencia de su
significado profundo, de su valor humano, de su verdadero sentido.

2.1.2.4.- Capítulo VIII

PASTORAL DE JUVENTUD DIOCESANA – Diócesis de Rafaela 41 -


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La relación con el poder es fruto de cómo vivimos la familia, el
trabajo y la economía. Ya que si estas tres realidades configuran la
personalidad del hombre en la fatiga cotidiana y colaboran para que ella
se despliegue en toda su amplitud, la relación con el poder será buscar
que no le sofoque, que favorezca lo que está viviendo, que sea un
elemento de constructividad y profundización de la obra que está
llevando a cabo con sus seres más cercanos, con sus compañeros de
trabajo, con los que comparte una determinada iniciativa económica,
con las deudas que asume para poder tener lo necesario para vivir y/o
para invertir y ejercer su libre iniciativa. Buscara así que el poder
favorezca este desarrollo de toda su persona y de todas las demás. De
esta idea nace el concepto de subsidiaridad: el hombre debe buscar que
se favorezca igualmente a los que no han sido favorecidos por las
circunstancias de la vida en que Dios los puso y que tienen mayor
necesidad de ser apoyados y acompañados en su camino humano. Y de
allí nace el concepto de solidaridad. Ambos enunciados hacen a la idea
de bien común que es obra de todos y cada uno.
Benedicto XVI ha aportado un esclarecimiento decisivo a la
comprensión de la lógica profunda del poder que se configuró en la
modernidad al organizarse el estado según los parámetros de la
Revolución Francesa, la Revolución Rusa, y la explosión de las
Ideologías del Siglo XX. En Spes Salvi analiza profundamente el paso de
una esperanza cristiana a una esperanza pagana fundada en la ilusión
que el hombre podía autoredimirse confiando en poder organizar la
salvación a través del Poder del Estado y luego del Mercado. Los
contemporáneos vivimos presos de esa ilusión, todavía hoy vigente y de
manera masiva y popular.
A esa manera de entender el poder el Compendio contrapone el
criterio más novedoso en materia política que se ha propuesto en los
últimos dos siglos: “La Comunidad Política al Servicio de la Sociedad
Civil”. Este criterio ayuda a entender el fundamento y fin de la
Comunidad Política, el sentido de la Autoridad, y el valor del sistema
democrático.
El poder tiene sentido y valor si favorece a la expresión de la
persona, al despliegue de sus potencialidades, a la emergencia de todo
el potencial encerrado en la subjetividad de la vida social. Hay un
humus humano que el poder puede favorecer a que se exprese o puede
obstaculizar su expresividad. Aquí está lo central de la novedad del

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Compendio, cuyo origen se remonta a la caída del muro de Berlín, en
1989, justo 200 años después de la Revolución Francesa. La caída del
muro de Berlín es la contracara de la Revolución Francesa, por eso Juan
Pablo II dedicó el tercer capítulo de Centécimus Annus a tratar de
comprender este hecho histórico que tiene una resonancia muy
profunda en la manera de entender desde una novedad que nace de la
realidad el significado mismo de la política.
Finalmente el compendio desarrolla orgánicamente el valor de
las Dos Ciudades, cual es su especificidad al servicio del hombre. Que
quiere decir históricamente dar a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo
que es del Cesar. Cuál es el verdadero sentido de la libertad religiosa,
que es la libertad de las libertades, porque es el punto de fuga que nos
relaciona con el Misterio y nos ayuda a comprender toda la realidad.

2.1.2.5.- Capítulo IX
La conciencia por la totalidad nació de la Fe Católica: “hasta los
confines de la tierra”. Esto es el fundamento de la preocupación por el
destino de todos los pueblos. Nos educamos en la preocupación de
todos los hombres y de todo el hombre, viva donde viva y esté donde
esté. Por eso el compendio nos introduce en la conciencia de la situación
de los grandes problemas que tiene la humanidad en su conjunto, en
detectar cuales son los verdaderos problemas globales, como la
humanidad los está tratando actualmente, como se ha organizado para
hacerlo, y que tarea específica le compete a la Iglesia, como Madres y
Maestra, de cada hombre y del conjunto de la humanidad.
El compendio luego de resaltar en los aspectos bíblicos el
horizonte infinito que abre el cristianismo a cada hombre, ya que la
conciencia que creas es una tensión por “todo lo real”, nos propone
como ideal cotidiano para nuestra vida ordinaria la unidad de la familia
humana; esto es, una manera de concebirnos diferente. Me reconozco
unido a todos, por menos no soy católico, es decir, no estoy abierto a la
totalidad. Quien inicia esta modalidad de concepción por primera vez
en la historia es Cristo, por eso es el fundamento y el prototipo de la
nueva humanidad; de ahí nace, la vocación universal del cristianismo.
Esto no es una utopía, un ideal ideológico, una abstracta pretensión
ilusoria, es un Hecho, hoy podemos constatar que es así, hoy el
cristianismo en la realidad de lo que pasa en cada momento en el Hoy
de la Historia, demuestra tener esta conciencia, demuestra vivir esta

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tensión, y nos educa para que todo los que nos reconocemos en Cristo y
en la Iglesia tengamos el mismo horizonte.
Este desde éste fundamento desde el cual la Iglesia comprende
las reglas fundamentales de la comunidad internacional, su
organización y la cooperación para el desarrollo.
No es una entidad filantrópica, es el Misterio de Dios que
penetra espacio temporalmente toda la humanidad y se convierte lenta
y progresivamente en un sujeto visible, audible, tangible, que sale al
encuentro de todos los pueblos, pequeños y grandes, viejos y nuevos,
poderosos y débiles, porque traspasa cualquier categoría para ver al
hombre real, concreto e histórico, que están “dentro de esas realidades”
que los condicionan y en gran medida lo determinan.
En el proceso histórico que abarca desde el 4 de enero de 1964
con la llegada a Pablo VI a Tierra Santa, y sus sucesivos viajes a Fátima,
Suiza y la OIT, EEUU y la ONU, Uganda, Medellín, India, Turquía,
Hong Kong, Papúa – Nueva Guinea, Australia, tocando un punto inicial
de cada continente, que luego Juan Pablo II multiplicaría hasta llegar a
104 viajes por las dos terceras partes de los pueblos del mundo, ya que
de 195 visitó a 129 países, y que Benedicto XVI continúa
incansablemente profundizando y yendo al encuentro de todos los
hombre y de cada hombre, ahí donde se encuentran.
Este testimonio de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, es la
mejor explicación de lo que nos quiere transmitir el compendio en este
capítulo, y que no son más que hechos tras hechos, Acontecimientos tras
Acontecimientos.

2.1.2.6.- Capítulo X
Es el más visible de los problemas ya que toca el ambiente en el
que vivimos y desarrollamos nuestra vida cotidiana. El llamado a
dominar la tierra, a someterla a nuestro uso y control, es un mandato
originario del Creador. Por eso la Iglesia se manifiesta abiertamente a
favor de todo aquello que ponga de manifiesto ese mandato original,
tanto la ciencia, la técnica y la tecnología, han demostrado claramente
que ese mandato se está cumpliendo por parte del hombre. Pero a su
vez la misma Iglesia nos educa en reconocer que si no lo hace
reconociendo la “dependencia original” de todo lo creado y del hombre
mismo en relación a su Creador, la misma naturaleza se nos vuelve en
contra. Por eso también ante la mentalidad ecologista contemporánea

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tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han centrado la cuestión en la
“ecología humana”.
En la perspectiva del compendio la categoría que mejor nos
ayuda a entrar en lo profundo de la cuestión ecológica, del medio
ambiente, es “Misterio”. Es todo un signo que el hombre experimenta la
insondable riqueza de lo real. El intento de poseer la realidad se la hace
inaccesible, siempre hay aspectos que no se podrán abarcar, y esto se
hace cada vez más evidente cuanto más se parcela los distintos aspectos
de la naturaleza.
La Iglesia no quiere ser un muro de contención sino una
compañía apasionada por lo que el hombre es capaz de descubrir y
realizar en el universo de las cosas.
La crisis en la relación entre el hombre y el medio ambiente
refleja la inadecuada pretensión de querer dominar lo indominable, de
querer reducir el Misterio a medida humana.
Es significativo que en este capítulo se tocan los temas más
sensibles a la conciencia del hombre contemporáneo. En Caritas in
Veritate Benedicto XVI retomando los mismos temas de este capítulo
nos dirá que en estas cuestiones de manipulación del origen de la vida
el hombre lleva al límite de lo inimaginable su pretensión de autonomía.
La respuesta que nos da el Compendio es muy precisa, nos hace
conscientes de una responsabilidad común, ya que el ambiente es un
bien colectivo, que se pone a riesgo permanentemente en la manera que
usemos las biotecnologías.
También acá, y en relación directa al medio ambiente, se pone
se pone en juego la cuestión decisiva de la distribución de los bienes,
pero a diferencias de las soluciones utópicas e ideológicas, el compendio
nos propone creas “nuevos estilos de vida”. Esta es la modalidad que
nace de la Fe católica, la realidad se cambia por el cambio de la persona,
y hoy el cambio tan profundo que han tenido todas las cosas requiere
un “nuevo inicio”, empezar desde la persona, educándola en vivir un
nuevo estilo de vida que no deje nada afuera de todo lo grande, bello y
fascinante de lo que el hombre ha sido capaz de crear con el genio que
Dios le ha regalado. Benedicto nos dice que esto lo logramos retomando
nuestra amistad con Dios no teniéndolo de enemigo, reconociéndolo en
lo que El realmente Es.

2.1.2.7.- Capítulo XI

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La paz se identifica con la intensidad de vida que la Gracia de
Cristo nos concede al experimentar una vida vivida en plenitud.
Identificar la presencia de Cristo es la mayor Justicia, esta es la Paz que
Él nos da, no como la da el mundo. En la liturgia todo celebra e invoca
esta Paz. Los que hemos sido agraciados con ella penetramos como una
onda expansiva la realidad cotidiana del mundo y la transfiguramos en
experiencia humana de Paz. La Paz es fruto de “esta” Justicia, el
Reconocimiento de Su Presencia.
El compendio ayuda a entender la complejidad del mundo
contemporáneo y porqué la ausencia de Paz. En el fondo la Paz es
ausencia de Justicia y Caridad. Donde hay Justicia y Caridad hay Paz.
Por eso es muy creativo el enfoque que hace el compendio al
hablar del fracaso de la paz, esto es la guerra. En un contexto tan
exasperado como el contemporáneo la Iglesia aporta criterios para
juzgar situaciones de tensión política, religiosa, ideológica y militar.
De ahí la precisión de tratar uno por uno los puntos conflictivos
que se dan y llamando cada cosa por su nombre: ¿Qué es legítima
defensa? ¿Qué significa defender la paz?. El deber de proteger a los
inocentes. Cuáles serían las medidas contra quienes amenazan la paz.
La urgencia del desarme. La condena del terrorismo.
La aportación de la Iglesia a la Paz es su misma existencia. Por
lo que decíamos al principio de este capítulo cada gesto que vive la
Iglesia genera paz porque pone al hombre en relación a su destino.
Entendemos que este es un punto de síntesis. No por estar al
final tiene menos importancia, ya que según el enfoque que dimos al
principio diciendo que los temas tenían una estructura piramidal, la paz
no es una abstracción, ajena a la experiencia de las cuestiones más
concretas de la vida cotidiana, como si tuviese que darse en los
momentos que están fuera de la tensión dramática que implica vivir lo
real. Esta no sería una paz que nace del encuentro con Cristo. La Paz
que da Cristo es para que la vivamos “dentro” de la tensión dramática
de lo cotidiano, dentro de la pasión humana del Amor, el Trabajo, el uso
del dinero, la política y la conflictividad propia de la realidad de los
problemas del hombre concreto.
Me parece apasionante que el “lugar” que se nos propone para
vivir esta Paz sea la Liturgia. En un Compendio de la Doctrina Social de
la Iglesia esto es una novedad total, ya que la realidad es una sola, y la
liturgia toma posesión de esta realidad tan concreta que nosotros

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vivimos, y de puramente humana la transfigura en Divina. La hace de
Dios, de la Paz de Dios. En el minuto a minuto, en el día a día, de la
Historia del Mundo, de la historia de la presencia del Misterio dentro de
los problemas humanos. Es la presencia más eficaz de la que se tenga
conocimiento, produce una transfiguración cotidiana totalmente
verificable, que se hace visible.
Que mayor Paz podemos tener que hacer experiencia que es
Real que El está con nosotros todos los días de nuestra vida hasta el Fin
del Mundo.

2.1.3.- Tercera Parte

2.1.3.1.- Capítulo XII


¿Por qué lo más importante es el método? Porque es aquello que
nos permite vivir lo que hemos aprendido. ¿Cómo es posible vivirlo?
Compartiéndolo. Lo compartimos si hacemos de lo que hemos
aprendido una experiencia que incida en la vida ordinaria, de ahí que lo
más decisivo de todo el contenido del Compendio es la búsqueda
apasionada de verificar junto a otros que lo que se nos propone es lo
que mejor me permite vivir la realidad. De ahí que la indicación
metodológica más importante es crear ámbitos educativos donde volcar
la dramaticidad de nuestra vida ordinaria. Necesitamos poder
compartir con otros lo que nos pasa en cada circunstancia que vivimos,
y esto juzgarlo a partir de una Presencia que le da significado. Para esto
el Compendio es una herramienta extraordinaria, un verdadero Don de
Dios, un instrumento de trabajo.
La Iglesia es Madre y Maestra, Casa y Escuela de Comunión,
donde somos acogidos tal cual se nos “encuentra”, con total
misericordia y compasión por nuestros límites, pero como una buena
madre no se limita al consuelo sino que nos educa, nos despierta, nos
reclama, nos ayuda a levantarnos, nos empuja a meternos y vivir con
intensidad todo lo real, nos prepara y nos introduce en la realidad, nos
provoca a meternos a fondo en todas las circunstancias a través de las
cuales Otros nos hace pasar para llevarnos a nuestro Destino de
Plenitud Humana, que es lo mismo que la Santidad. De ahí que nuestro
horizonte último sea la Santidad Comunional, imitación de lo que vive
la Trinidad dentro de su propio Misterio.

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El compendio al propone la acción pastoral en el ámbito social
lo hace desde la nueva conciencia eclesial que ha creado el Concilio
Vaticano II, lo que Wojtyla llamaba autoconciencia en su famoso texto
“la renovación en sus fuentes” y que ha madurado actualmente en la
identidad de la Iglesia como “Misterio de Comunión Misionera”.
En el centro de esta nueva autoconciencia está el
Crhristifidelislaici. El fiel cristiano laico que vive su realidad cotidiana,
real y concreta, histórica, marcado por la conciencia que define su
identidad: el bautismo.
Los dos textos entrevistas que reflejan el pensamiento de
Benedicto XVI, Sal de la Tierra y Luz del Mundo, podrían caracterizar
adecuadamente esta tarea que estamos llamados a llevar a cabo todos
los Fieles Laicos, ser Luz y Sal, desde dentro de las circunstancias
cotidianas, esta es nuestra espiritualidad, marcada por la índole secular.
El tercer milenio de la Era Cristiana exige volver a lo simple, a
lo cotidiano, a lo real, concreto e histórico, a la vida simple de la Sagrada
Familia, entretejida de Amor Humano, Trabajo diario, uso razonable de
los frutos del trabajo, relación digna y eficaz con los que tiene el poder,
conciencia plena de toda la realidad, sumergidos en el Misterio
Trinitario y que expresa como familia humana, que quiso vivir el
contenido del compendio como experiencia de relación, de pertenencia,
de acompañamiento del hombre ordinario, da fatiga y alegría, de pasión
y gozo, de una vida vivida al ciento por uno.

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3.- Caritas in Veritate

3.1.- Introducción
Ante todo es importante comprender su clave de lectura y luego
su hilo conductor.
La clave de lectura es una concreción impresionante del método
de la Doctrina Social de la Iglesia, el núcleo del Corazón es la Caridad,
el núcleo de la Razón es la Verdad. La Razón existe para dar respuesta a
lo que el Corazón le pide. De Ahí Caritas in Veritate, la Caridad (el
Corazón) en la Verdad (en la Razón).
El Hilo conductor de toda la encíclica es “Ampliar la Razón” a las
“Dimensiones del Corazón”. El Corazón es lo único que le puede dar un
horizonte adecuado a la Razón.
Desde esta clave de lectura e hilo conductor podemos entender
toda la encíclica y cada uno de sus capítulos.
El capítulo I nos ayuda a entender la razón última del desarrollo
humano que es que el hombre realice la vocación a la que ha sido
llamado, que es el despliegue más amplio posible que encierra
potencialmente toda su humanidad.
El capítulo II nos muestra concretamente que las distintas
razones del hombre contemporáneo son insuficientes para responder
adecuadamente a lo que el mismo hombre necesita, sea esta la razón
económica o política. Por eso debemos ampliar y ensanchar la razón.
El capítulo III nos propone la manera concreta de ampliar y
ensanchar la razón a través del descubrimiento de otra lógica que la que
habitualmente vivimos, esta lógica es la gratuidad. La lógica del
mercado y del estado demostraron no ser capaces de crear fraternidad,
solamente la gratuidad crea una posibilidad realista de vivir de manera
más adecuada la realidad, ya que posibilita una verdadera sociabilidad.
Esto lo debemos descubrir en la misma realidad de la empresa y la
política.
El capítulo IV nos da el criterio para un verdadero desarrollo,
para un uso inteligente de los recursos sobreabundante que hoy
tenemos, “la centralidad de la persona”. Esto nos permite tratar
adecuadamente el ambiente respetando su propia “gramática”.
El capítulo V toca la raíz del problema del hombre
contemporáneo, su incapacidad de establecer relaciones humanas, por

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eso propone “una profundización crítica y valorativa de la categoría de
la relación”.
El capítulo VI nos advierte “el verdadero desarrollo no consiste
principalmente en hacer. La clave del desarrollo están en una
inteligencia capaz de entender la técnica y de captar el significado
plenamente humano del quehacer del hombre, según el horizonte de
sentido de la persona considerada en la globalidad de su ser”.
En la conclusión se nos da la certeza que hay Alguien que está
presente, que es el único capaz de transfigurar nuestros corazones de
piedras en corazones de carne.

3.2.- Capítulo I: El mensaje de la Populorum Progresio


Es una clara expresión de la Tradición de la Fe Apostólica. La
Iglesia estando al servicio de Dios está al servicio del mundo. En todo su
ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a
promover el desarrollo integral del hombre. El auténtico desarrollo del
hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en
todas sus dimensiones. El desarrollo humano integral es ante todo
vocación. Necesita a Dios.
La Doctrina Social de la Iglesia ilumina con una luz que no
cambia los problemas siempre nuevos que van surgiendo.
El corazón del mensaje social cristiano es el desarrollo cuya principal
fuerza es la caridad.
La ideología tecnocrática es contraria al verdadero desarrollo.
El fundamento de la sociedad es la pareja de los esposos, hombre y
mujer, que se acogen recíprocamente en la distinción y
complementariedad.
Interpelación recíproca en el curso de los tiempos entre
Evangelio y Vida concreta, personal y social del hombre. Un
humanismo verdadero que se abre al Absoluto en el reconocimiento de
una vocación que da la idea verdadera de la vida humana. Cada uno
permanece siempre, sean los que sean los influjos que sobre él se
ejercen, el artífice principal de su éxito o de su fracaso. La Verdad del
auténtico desarrollo es que debe ser integral, promover a todos los
hombres y a todo el hombre. Lo que cuenta es el hombre, cada hombre,
cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera. El Evangelio
es un elemento fundamental del desarrollo porque Cristo manifiesta
plenamente el hombre al propio hombre. La verdad del desarrollo

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consiste en su totalidad, sino es de todo el hombre y de todos los
hombres, no es el verdadero desarrollo. La causa más profunda del
subdesarrollo es la falta de fraternidad. La urgencia de alcanzar una
auténtica fraternidad. Esta meta hay que comprenderla a fondo y
movilizarse concretamente con el “corazón”, con el fin de hacer cambiar
los procesos económicos y sociales actuales hacia metas plenamente
humanas.

3.3.- Capítulo II: El desarrollo humano en nuestro tiempo


Pablo VI tenía una visión articulada del desarrollo. Con
el término “desarrollo” quiso indicar ante todo el objetivo de que los
pueblos salieran del hambre, la miseria, las enfermedades endémicas y
el analfabetismo.
Estaba fundada la preocupación de la Iglesia por la capacidad
del hombre meramente tecnológico.La ganancia es útil si, como medio,
se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla
como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es
obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de
destruir la riqueza y crear pobreza. El desarrollo económico que Pablo
VI deseaba era el que produjera una crecimiento real, extensible a todos
y concretamente sostenible.
La crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un
modo nuevo. Conviene afrontar las dificultades del presente en esta
clave, de manera confiada más que resignada.
El cuadro del desarrollo se despliega en múltiples ámbitos. Hay
que examinar con objetividad la dimensión humana de los problemas.
La riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumenta también
las desigualdades.
Hoy muchas áreas del planeta se han desarrollado. No basta
progresar sólo desde el punto de vista económico y tecnológico. Tras el
derrumbe de los sistemas económicos y políticos de los países
comunistas de Europa Oriental y el fin de los llamados bloques
contrapuestos, hubiera sido necesario un replanteamiento total del
desarrollo.
El mundo que Pablo VI tenía ante sí estaba aún muchos menos
integrado que el actual. En nuestra época, el Estado se encuentra con el
deber de afrontar las limitaciones a su soberanía. Se ha modificado el
poder político de los estados. Parece realista una renovada valoración

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de su papel y de su poder, con nuevas modalidades de ejercerlos, a
través de la actuación de las organizaciones de la sociedad civil.
Desde el punto de vista social, ante la reducción de la red de
seguridad social, la movilidad laboral, el estar sin trabajo, el primer
capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en
su integridad. Pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la
vida económica-social.
En el plano cultural, la interacción entre las culturas, genera el
riesgo de su mercantilización, el eclecticismo cultural, rebajando la
cultura y homologando los comportamientos y estilos de vida. Esto
coincide en separar la cultura de la naturaleza humana.
Falta de alimentación: el hambre. Dar de comer a los
hambrientos. El hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto
de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales
es de tipo institucional. Se debe promover el desarrollo agrícola de los
países más pobres. Es necesario que madure una conciencia solidaria
que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos
universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni
discriminaciones. La vía solidaria hacia el desarrollo de los países
pobres puede ser un proyecto de solución de la crisis global actual.
Ante el fenómeno de la mortalidad infantil, el control
demográfico, la mentalidad antinatalista, la práctica de la esterilización
y la eutanasia hay que entender que la apertura a la vida está en el
centro del verdadero desarrollo.
Se da simultáneamente, tanto la negación del derecho a la
libertad religiosa como el terrorismo de inspiración fundamentalista,
como así también la promoción programada de la indiferencia religiosa
o del ateísmo práctico. Dios es el garante del verdadero desarrollo del
hombre. El ser humano no es un átomo perdido en un universo casual,
sino una criatura de Dios, a quien él ha querido dar un alma inmortal y
al que ha amado desde siempre.
Se requiere que los distintos ámbitos del saber humano sean
interactivos. Todo acción social implica una doctrina. Se necesita una
interdisciplinariedad ordenada. La caridad no excluye el saber, más
bien lo exige, lo promueve y lo anima desde dentro. El saber nunca es
sólo obra de la inteligencia. Sin el saber, el hacer es ciego, y el saber es
estéril sin el amor. Al afrontar los fenómenos que tenemos delante, la
caridad en la verdad exige ante todo conocer y entender, conscientes y

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respetuosos de la competencia específica de cada ámbito del saber. No
existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en
inteligencia y la inteligencia llena de amor.
La valoración moral y la investigación científica deben crecer
juntas. La doctrina social de la Iglesia ejerce especialmente su dimensión
sapiencial permitiendo a la fe, a la teología, a la metafísica y a las
ciencias encontrar su lugar dentro de una colaboración al servicio del
hombre. Una de las causas del subdesarrollo es una falta de sabiduría,
de reflexión, de pensamiento capaz de elaborar una síntesis orientadora.
Es indispensable “ampliar nuestro concepto de razón y de su uso”.
Las nuevas soluciones han de buscarse en el respeto de las leyes
propias de cada cosa y a la luz de una visión integral del hombre. Una
exigencia de la “razón económica” es buscar como prioridad el objetivo
del acceso al trabajo por parte de todos. Las ciencias económicas
sostienen que los costes humanos son siempre también costes
económicos y las disfunciones económicas comportan igualmente costes
humanos. Esto exige “una nueva y más profunda reflexión sobre el
sentido de la economía y de sus fines”.
Más de cuarenta años después de la Populorum Progressio, su
argumento de fondo, el progreso, sigue siendo aún un problema
abierto. La novedad principal ha sido el estallido de la interdependencia
planetaria. Es de por sí una gran oportunidad. La caridad y la verdad
nos plantean un compromiso inédito y creativo, ciertamente muy vasto
y complejo. Se trata de ensanchar la razón y hacerla capaz de conocer y
orientar estas nuevas e imponentes dinámicas, animándolas en la
perspectiva de esa “civilización del amor”, de la cual Dios ha puesto la
semilla en cada pueblo y en cada cultura.

3.4.- Capítulo III: Fraternidad, desarrollo económico y


sociedad civil
La caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente
experiencia del don. Creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí
mismo el mal de la historia ha inducido al hombre a confundir la
felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar material y
de actuación social. Por su naturaleza, el don supera el mérito, su norma
es sobreabundar. La lógica del don no excluye la justicia ni se
yuxtapone a ella como un añadido externo en un segundo momento. El
desarrollo económico, social y político necesita, si quiere ser

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auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad como
expresión de fraternidad.
Si el mercado se rige únicamente por el principio de la
equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a
producir la cohesión social que necesita para su buen funcionamiento.
Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado
no pude cumplir plenamente su propia función económica.
La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir
relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de
solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad
económica y no solamente fuera o “después” de ella. El sector
económico no es éticamente neutro ni inhumano o antisocial por
naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es
humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente. En las
relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don,
como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la
actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el
momento actual, pero también de la razón económica misma. Una
exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo.
La vida económica tiene necesidad del contrato para regular las
relaciones de intercambio entre valores equivalentes. Pero necesita
igualmente leyes justas y formas de redistribución guiadas por la
política, además de obras caracterizadas por el espíritu del don. La
economía globalizada parece privilegiar la primera lógica, la del
intercambio contractual, pero directa o indirectamente demuestra que
necesita a las otras dos, la lógica de la política y la lógica del don sin
contrapartida.
Sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia. Caridad en
la Verdad significa la necesidad de dar forma y organización a las
iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio, quieren ir más
allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y del lucro como
fin en sí mismo.
Cuando la lógica del mercado y la lógica del Estado se ponen de
acuerdo para mantener el monopolio de sus respectivos ámbitos de
influencia, se debilita a la larga la solidaridad en las relaciones entre los
ciudadanos, la participación y el sentido de pertenencia, que no se
identifica con el “dar para tener”, propio de la lógica de la compraventa,
ni con el “dar por deber”, propio de la lógica de las intervenciones

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públicas, que el Estado impone por ley. La victoria sobre el
subdesarrollo requiere la apertura progresiva en el contexto mundial a
formas de actividad económica caracterizada por ciertos márgenes de
gratuidad y comunión. El binomio exclusivo mercado-Estado corroe la
sociabilidad, mientras que las formas de economía solidaria, que
encuentran su mejor terreno en la sociedad civil aunque no se reducen a
ella, crea sociabilidad. El mercado de la gratuidad no existe y las
actitudes gratuitas no se pueden prescribir por ley. Sin embargo, tanto
el mercado como la política tienen necesidad de personas abiertas al
don recíproco.
Se requieren cambios profundos en el modo de entender la
empresa. Se está extendiendo la conciencia de la necesidad de una
“responsabilidad social” más amplia de la empresa. La gestión de la
empresa no puede tener en cuenta únicamente el interés de sus
propietarios, sino también el de todos los otros sujetos que contribuyen
a la vida de la empresa. Invertir tiene siempre un significado moral,
además de económico. La moderna mentalidad tecnológica puede
inducir a pensar que invertir es sólo un hecho técnico y no humano ni
ético.
La iniciativa empresarial tiene, y debe asumir cada vez más, un
significado polivalente, se ha de entender de modo articulado. El ser
empresario, antes de tener un significado profesional, tiene un
significado humano. También la “autoridad política” tiene un
significado polivalente. La articulación de la autoridad política en el
ámbito local, nacional o internacional, es uno de los cauces privilegiados
para poder orientar la globalización económica.
La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético
fundamental vienen dados por la unidad de la familia humana y su
crecimiento en el bien. Por tanto, hay que esforzarse incesantemente
para favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria,
abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria. Hay
que tomar conciencia del espíritu antropológico y ético que en el fondo
impulsa la globalización hacia metas de humanización solidaria. La
globalización es un fenómeno multidimensional y polivalente, que exige
ser comprendido en la diversidad y en la unidad de todas sus
dimensiones, incluida la teológica. Esto consentirá vivir y orientar la
globalización de la humanidad en términos de relacionalidad,
comunión y participación.

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3.5.- Capítulo IV: Desarrollo de los pueblos, derechos y


deberes, ambiente
Es importante urgir una nueva reflexión sobre los deberes que
los derechos presuponen, sin los cuales éstos se convierten en algo
arbitrario. Los deberes delimitan los derechos porque remiten a un
marco antropológico y ético en cuya verdad se insertan también los
derechos y así dejan de ser arbitrarios. Compartir los deberes recíprocos
moviliza mucho más que la mera reivindicación de derechos.
El Crecimiento demográfico. La apertura moralmente
responsable a la vida es una riqueza social y económica. Se convierte en
una necesidad social, e incluso económica, seguir proponiendo a las
nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su
sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad
de la persona. Establecer políticas que promuevan la centralidad y la
integridad de la familia, en el respeto de su naturaleza relacional.
Le economía tiene necesidad de la ética para su correcto
funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de
la persona. Mucho depende del sistema moral de referencia. La DSIC
ofrece una aportación específica, que se funda en la creación del hombre
“a imagen de Dios”, algo que comporta la inviolable dignidad de la
persona humana, así como el valor trascendente de las normas morales
naturales. Conviene esforzarse para que toda la economía y las finanzas
sean éticas por el respeto de las exigencias intrínsecas de su propia
naturaleza.
En el amplio mundo de agentes de la llamada economía civil y
de comunión surgen empresas que conciben la ganancia como un
instrumento para alcanzar objetivos de humanización del mercado y de
la sociedad. La misma pluralidad de las formas institucionales de
empresa es lo que promueve un mercado más cívico y al mismo tiempo
más competitivo.
En las iniciativas para el desarrollo debe quedar a salvo el
principio de la centralidad de la persona humana, que es quien debe
asumir en primer lugar el deber de desarrollo. Hay que aplicar los
criterios de progresión y acompañamiento. Las dinámicas de inclusión
no tienen nada de mecánico.
En la relación del hombre con el ambiente natural el creyente
reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención

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creadora de Dios. Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la
naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella. El
ambiente natural lleva en sí una “gramática” que indica finalidad y
criterios para un uso inteligente, no instrumental y arbitrario. Los
proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las
generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la
solidaridad y la justicia intergeneracional.
En relación a los problemas energéticos es necesaria su
redistribución planetaria, su destino no puede dejarse en manos del
primero que llega o depender de la lógica del más fuerte. Hoy se puede
mejorar la eficacia energética y al mismo tiempo progresar en la
búsqueda de energías alternativas.
Es lícito que el hombre gobierne responsablemente la naturaleza
para custodiarla, hacerla productiva y cultivarla también con métodos
nuevos y tecnología avanzadas, de modo que pueda acoger y alimentar
dignamente a la población que la habita. Pero debemos considerar una
deber muy grave el dejar la tierra a las nuevas generaciones en un
estado en el que puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola.
Una de las mayores tareas de la economía es precisamente el uso más
eficaz de los recursos, no el abuso, teniendo siempre presente que el
concepto de eficiencia no es axiológicamente neutral.
El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la
manera en que se trata a sí mismo, y viceversa. Es necesario un cambio
efectivo de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida, a
tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así
como de la comunión con los demás hombres para un crecimiento
común sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de
los ahorros y de las inversiones. El problema decisivo es la capacidad
moral global de la sociedad. Si no se respeta el derecho a la vida y a la
muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el
nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la
investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de
ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una
contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente
natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a si
mismas. El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que
concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las
relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral.

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La verdad, y el amor que ella desvela, no se pueden producir,
sólo se pueden acoger. Su última fuente no es, ni puede ser, el hombre,
sino Dios, o sea Aquel que es Verdad y Amor. Este principio es muy
importante para la sociedad y para el desarrollo, en cuanto que ni la
Verdad ni el Amor pueden ser sólo productos humanos; la vocación
misma al desarrollo de las personas y de los pueblos no se fundamentan
en una simple deliberación humana, sino que está inscrita en un plano
que nos precede y que para todos nosotros es un deber que ha de ser
acogido libremente. Lo que nos precede y constituye –el Amor y la
Verdad subsistentes- nos indican qué es el bien y en qué consiste
nuestra felicidad. Nos señala así el camino hacia el verdadero
desarrollo.

3. 6.- Capítulo V: La colaboración de la familia humana


Una de las pobrezas más hondas que el hombre puede
experimentar es la soledad. Ciertamente, también las otras pobrezas,
incluidas las materiales, nacen del aislamiento, del no ser amados o de
la dificultad de amar. Hoy la humanidad aparece mucho más
interactiva que antes: esa mayor vecindad debe transformarse en
verdadera comunión. El desarrollo de los pueblos depende sobre todo
de que se reconozca como parte de una sola familia. Es preciso un
nuevo impulso del pensamiento que obliga a una “profundización
crítica y valorativa de la categoría de la relación”. La criatura humana,
en cuanto de naturaleza espiritual, se realiza en las relaciones
interpersonales. Cuanto más las vive de manera auténtica, tanto más
madura también la propia identidad. El hombre se valoriza no
aislándose sino poniéndose en relación con los otros y con Dios.
El tema del desarrollo coincide con el de la inclusión relacional
de todas las personas y de todos los pueblos en la única comunidad de
la familia humana. A semejanza de la relación entre las Personas de la
Trinidad en la única Sustancia divina. La Trinidad es absoluta unidad,
en cuanto las tres Personas divinas son relacionalidad pura. La
transparencia recíproca entre las Personas divinas es plena y el vínculo
de una con otra total, porque constituyen una absoluta unidad y
unicidad. Dios nos quiere también asociar a esa realidad de comunión:
“para que sean uno, como nosotros somos uno”. La Iglesia es signo e
instrumento de esta unidad. A la luz del misterio revelado de la
Trinidad, se comprende que la verdadera apertura no significa

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dispersión centrífuga, sino compenetración profunda. Como el amor
sacramental une a los esposos espiritualmente en “una sola carne”, y de
los dos que eran hace de ellos una unidad relacional y real, de manera
análoga la verdad une los espíritus entre sí y los hace pensar al unísono,
atrayéndolos y uniéndolos en ella.
La revelación cristiana sobre la unidad del género humano
presupone una interpretación metafísica del humanum, en la que la
relacionalidad es elemento esencial. Algunas culturas de trasfondo
religioso, cierta proliferación de itinerarios y sincretismos religiosos,
pueden ser factor de dispersión y de falta de compromiso, alimentando
formas de religión que alejan a las personas unas de otra, en vez de
hacer que se encuentren, y las apartan de la realidad. Es necesario un
adecuado discernimiento que deberá basarse en el criterio de la caridad
y de la verdad, que comprenda a todo el hombre y todos los hombres.
La libertad religiosa no significa indiferentismo religioso y no comporta
que todas las religiones sean iguales.
La razón necesita siempre ser purificada por la fe, y esto vale
también para la razón política, que no debe creerse omnipotente. A su
vez, la religión tiene siempre necesidad de ser purificada por la razón
para mostrar su auténtico rostro humano.
La subsidiaridad es ante todo una ayuda a la persona, a través
de la autonomía de los cuerpos intermedios. Dicha ayuda se ofrece
cuando la persona y los sujetos sociales no son capaces de valerse por sí
mismo, implicando siempre una finalidad emancipadora, porque
favorece la libertad y la participación a la hora de asumir
responsabilidades. Respeta la dignidad de la persona, en la que ve un
sujeto siempre capaz de dar algo a los otros. Al reconocer que la
reciprocidad forma parte de la constitución íntima del ser humano, es el
antídoto más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo
paternalista.
El principio de subsidiaridad debe mantenerse íntimamente
unido al principio de la solidaridad y viceversa. Sigue siendo verdad
que el recurso humano es el más valioso de los países en vías de
desarrollo: éste es el auténtico capital que se ha de potenciar para
asegurar a los países más pobres un futuro verdaderamente autónomo.
La cooperación para el desarrollo ha de ser una gran ocasión
para el encuentro cultural y humano. En todas las culturas se dan
singulares y múltiples convergencias ética, expresiones de una misma

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naturaleza humana, querida por el Creador, y que la sabiduría ética de
la humanidad llama ley natural. En todas las culturas hay costras que
limpiar y sombras que despejar.
En la búsqueda de soluciones para la crisis económica actual, la
ayuda al desarrollo de los países pobres debe considerarse un
verdadero instrumento de creación de riqueza para todos.
Un mayor acceso a la educación comporta un aspecto
problemático: para educar es preciso saber quién es la persona humana,
conocer su naturaleza. Un ejemplo lo tenemos en el fenómeno del
turismo internacional.
Sobre el fenómeno de las migraciones hay que reconocer que
todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee
derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por
todos y en cualquier situación.
Al considerar los problemas del desarrollo se ha de resaltar la
relación entre pobreza y desocupación. Se necesita una coalición
mundial para el trabajo decente.
Un terreno para experiencias sindicales innovadoras es el
conflicto entre persona trabajadora – persona consumidora. Volver la
mirada hacia los no afiliados y hacia los trabajadores de los países en vía
de desarrollo. Mantener la distinción de papeles y funciones entre
sindicato y política.
Las finanzas vuelvan a ser un instrumento encaminado a
producir mejor riqueza y desarrollo. Es preciso que el intento de hacer
el bien no se contraponga al de la capacidad efectiva de producir bienes.
El consumidor tiene una responsabilidad social específica, que
se añade a la responsabilidad social de la empresa.
Urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial,
regulada por el derecho, y que deberá atenerse de manera concreta a los
principios de subsidiaridad y solidaridad.

3.7.- Capítulo VI: El desarrollo de los pueblos y la técnica


Somos un don y no el resultado de una autogeneración. El
desarrollo de la persona se degrada cuando ésta pretende ser la única
creadora de sí misma; como cuando la humanidad piensa que puede
recrearse utilizando los “prodigios” de la tecnología. Hemos de
fortalecer el aprecio por una libertad no arbitraria. Es necesario que el

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hombre entre en sí mismo para descubrir las normas fundamentales de
la ley moral natural que Dios ha inscrito en su corazón.
La técnica es el aspecto objetivo del actuar humano, cuyo origen
y razón de ser está en el elemento subjetivo: el hombre que trabaja.
Manifiesta quién es el hombre y cuáles son sus aspiraciones de
desarrollo, expresa la tensión del ánimo humano hacia la superación
gradual de ciertos condicionamientos materiales. Se inserta en el
mandato de cultivar y custodiar la tierra.
El desarrollo tecnológico puede alentar la idea de la
autosuficiencia de la técnica, cuando el hombre se pregunta sólo por el
cómo, en vez de considerar los porqués que lo impulsan a actuar. El
proceso de globalización podría sustituir las ideologías por la técnica,
transformándose ella misma en un poder ideológico, que expondría a la
humanidad al riesgo de encontrarse encerrada dentro de un a priori del
cual no podría salir para encontrar el ser y la verdad. Hoy la
mentalidad tecnicista hace coincidir la verdad con lo factible. El
verdadero desarrollo no consiste principalmente en hacer. La clave del
desarrollo está en una inteligencia capaz de entender la técnica y de
captar el significado plenamente humano del quehacer del hombre,
según el horizonte de sentido de la persona considerada en la
globalidad de su ser.
El desarrollo de los pueblos es considerado con frecuencia como
un problema de ingeniería financiera, de apertura de mercados, de
bajadas de impuestos, de inversiones productivas, de reformas
institucionales, en definitiva como una cuestión exclusivamente técnica.
El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores
económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia
la llamada al bien común.
La construcción de la paz es necesario que se sustente en valores
fundamentados en la verdad de la vida.
Dada la importancia fundamental de los medios de
comunicación en determinar los cambios en el modo de percibir y de
conocer la realidad y la persona humana, se hace necesaria una seria
reflexión sobre su influjo, especialmente sobre la dimensión ético-
cultural de la globalización y el desarrollo solidario de los pueblos. El
sentido y la finalidad de los medios de comunicación deben buscarse en
su fundamento antropológico. Pueden ser una ocasión de
humanización. Los medios pueden ofrecer una valiosa ayuda al

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aumento de la comunión en la familia humana y al ethos de la sociedad,
cuando se convierten en instrumentos que promueven la participación
universal en la búsqueda común de lo que es justo.
En la bioética se plantea con toda su fuerza dramática la
cuestión fundamental: si el hombre es un producto de sí mismo o si
depende de Dios. Parecen imponer la elección entre dos tipos de razón:
una razón abierta a la trascendencia o una razón encerrada en la
inmanencia. La racionalidad del quehacer técnico centrada sólo en sí
misma se revela como irracional, porque comporta un rechazo firme del
sentido y del valor. Atraída por el puro quehacer técnico, la razón sin la
fe se ve avocada a perderse en la ilusión de su propia omnipotencia. La
fe sin la razón corre el riesgo de alejarse de la vida concreta de las
personas.
La cuestión social se ha convertido radicalmente en una
cuestión antropológica. La fecundación in vitro, la investigación con
embriones, la posibilidad de la clonación y de la hibridación humana
nacen y se promueven en la cultura actual del desencanto total, que cree
haber desvelado cualquier misterio, puesto que se ha llegado ya a la raíz
de la vida. Es aquí donde el absolutismo de la técnica encuentra su
máxima expresión. Dios revela el hombre al hombre; la razón y la fe
colaboran a la hora de mostrarle el bien, con tal que lo quiera ver; la ley
natural, en la que brilla la Razón creadora, indica la grandeza del
hombre, pero también su miseria, cuando desconoce el reclamo de la
verdad moral.
El problema del desarrollo está estrechamente relacionado con
el concepto que tengamos del alma del hombre, ya que nuestro yo se ve
reducido muchas veces a la psique, y la salud del alma se confunde con
el bienestar emotivo. El ser humano se desarrolla cuando crece
espiritualmente, cuando su alma se conoce a sí misma y la verdad que
Dios ha impreso germinalmente en ella, cuando dialoga consigo mismo
y con su Creador. No hay desarrollo pleno ni bien común universal sin
el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad
de alma y cuerpo.
Todo conocimiento, hasta el más simple, es siempre un pequeño
prodigio, porque nunca se explica completamente con los elementos
que empleamos. Se necesita unos ojos nuevos y un corazón nuevo, que
superen la visión materialista de los acontecimientos humanos y que

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vislumbren en el desarrollo ese “algo más” que la técnica no puede
ofrecer.

3.8.- Conclusión sobre Caritas in Veritate


Sin Dios el hombre no sabe dónde ir ni tampoco logra entender
quién es. “Sin mí no podéis hacer nada”, “Yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el fin del mundo”. Ante el ingente trabajo que queda por
hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se
unen en su nombre. El humanismo que excluye a Dios es un
humanismo inhumano. El amor de Dios nos invita a salir de lo que es
limitado y seguir en busca del bien de todos. Dios nos da la fuerza para
luchar y sufrir por amor al bien común, porque ÉL es nuestro Todo,
nuestra esperanza más grande.
El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia
Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad,
caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el
resultado de nuestro esfuerzo sino un don. Todo esto es indispensable
para transformar los “corazones de piedra” en “corazones de carne”, y
hacer así la vida terrena más “divina” y por tanto más digna del
hombre. Invocando a Dios como “Padre nuestro”, y a la Madre de la
Iglesia, Espejo de Justicia y Reina de la Paz.

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Conclusión
En el itinerario educativo que hemos propuesto en estas páginas
podemos descubrir la riqueza insondable que contiene nuestra Fe:
madurada, profundizada, transmitida, de generación a generación, de
persona a persona, de experiencia en experiencia, de una vida a la otra,
hasta llegar a nosotros. Percibimos que la profundización de esta Fe, su
verificación existencial, es lo que nos permite vivir lo real de una
manera cien veces más verdadera.
El 15 de mayo de este año 2011 se cumplen los 50 años de Mater
et Magistra (Madre y Maestra), la primera gran encíclica social de Juan
XXIII. Creemos que ésto es lo que más necesita la Iglesia hoy:
convertirse en Madre y Maestra, en Casa y Escuela de Comunión,
donde el hombre de hoy, es decir nosotros, podamos ser acogidos,
educados y enviados, a transfigurar cada vez más profundamente el
hombre y el mundo que nos toca vivir, tal cual fue el propósito
fundamental del Concilio Vaticano II.
Que la Virgen María, encarnación sublime y suprema de la
“transfiguración” que Cristo produce en el hombre, nos acompañe en
esta “audacia ingenua” con que nos proponemos vivir nuestra realidad.

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Bibliografía
- Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica
- Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica
- Encíclicas citadas

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