You are on page 1of 11

“EL MUSEO DEL HORROR ORTOGRÁFICO”: UNA OPORTUNIDAD

PARA REFLEXIONAR SOBRE EL TRÁNSITO DESDE LA ORALIDAD


HACIA LA ESCRITURA

Campo Ricardo Burgos López

Por medio de este artículo pretendemos mostrar una experiencia didáctica sobre la
ortografía llevada a cabo en uno de los cursos a cargo del Departamento de Gramática
de la Universidad Sergio Arboleda, así como propiciar algunas reflexiones a partir de
tal experiencia. Para ello, nuestra labor contemplará cuatro momentos: En el primero
de ellos describiremos la labor que se desarrolló con los estudiantes; en el segundo - a
fin de contar con un marco para la interpretación de los resultados - trataremos de
contestar a la pregunta acerca de cuál es la utilidad de la ortografía; en el tercero
analizaremos algunos resultados del trabajo efectuado y, por último,
proporcionaremos algunas anotaciones a modo de conclusiones. Empecemos
entonces.

1. EL MUSEO DEL HORROR ORTOGRÁFICO

Durante el curso de Gramática correspondiente al primer período académico de 2006,


con algunos estudiantes de primer semestre de Derecho y segundo semestre de
Matemáticas de la Universidad Sergio Arboleda desarrollamos una experiencia
didáctica para el área de ortografía, denominada “El Museo del Horror Ortográfico”.
Para ello, al comienzo del semestre se les solicitó a los alumnos que trabajando en
grupo elaboraran un álbum donde recopilaran fotografías de errores ortográficos en
avisos o vallas de las que suelen observarse en la calle. Así mismo, el álbum también
podía contener errores ortográficos en volantes, folletos o tarjetas de las que
libremente se les reparten a los transeúntes a fin de publicitar eventos o
establecimientos diversos de la ciudad. La meta mínima era conformar un cuadernillo
con 24 fotografías (o volantes, o tarjetas, o folletos, o todo lo anterior mezclado)
donde, además de dejar testimonio del error ortográfico callejero o público, los
estudiantes propusieran también para cada caso, cuál sería el texto correctamente
escrito. El único error ortográfico que no se consideraba válido para llenar el álbum,
era el fotografiar palabras completamente escritas en mayúsculas, pero sin emplear la
tilde. Por ejemplo, no era válido fotografiar la palabra “CAFETERIA” (así, sin tilde),
pese a que allí existe un error pues la grafía correcta debería ser “CAFETERÍA” (así,
con tilde sobre la “I”). Esto porque la equivocación de no tildar las palabras escritas
en mayúsculas es demasiado común (la gente suele desconocer la norma de la Real
Academia Española según la cual es obligatorio tildar también las palabras escritas en
mayúsculas), y así la búsqueda que se proponía se tornaría demasiado obvia.
Esclarecida la experiencia en términos generales y a fin de interpretar algunos de sus
resultados, consideremos antes algunas propuestas acerca de cuál podría ser la
función de la ortografía en el proceso educativo.

2. ¿PARA QUÉ SIRVE LA ORTOGRAFÍA?

La pregunta de cuál es la utilidad de la buena ortografía en un escrito, ha merecido


múltiples respuestas. José Polo recuerda que es una idea muy extendida aquella según
la cual, la ortografía no sirve para nada y que tan sólo podría considerarse como un
lujo de la escritura1 . Para muchas personas (de un amplio espectro que va desde
estudiantes perezosos de secundaria hasta Premios Nobel de Literatura como Gabriel
García Márquez), la buena ortografía no es una necesidad. Argüyen ellos que lo

1
José Polo, Ortografía y ciencia del lenguaje, Madrid, Paraninfo, 1974, p. 40-42.
importante de un escrito es que se comprenda el mensaje que se pretende comunicar y
no que se cumpla con ciertas “tradiciones o minucias de la comunicación”. De
acuerdo con ellos, si yo escribo que “Oy almorsé codornis”, lo esencial es transmitir
la idea de que “ en el día que todavía corre, a la hora del almuerzo consumí carne del
ave referida”, y para nada se altera el mensaje si escribo “Oy almorsé codornis” o
más bien “Hoy almorcé codorniz”. Según quienes aceptan esta tesis, en el ejemplo
que nos ocupa las dos diferentes grafías comunicarían la misma idea, y entonces no
habría que penalizar una de ellas para privilegiar la otra. La ortografía -según ellos-
apenas sería una convención, una arbitrariedad que, por ser tal, sería de dudosa
importancia aprender2.

Un segundo punto de vista a este respecto alude al concepto de “sofisticación de la


escritura”. De acuerdo con Gomes de Morais cometer un error de ortografía no
significa que se desconozca el sistema (de hecho, quien comete un error ortográfico
suele conocer el alfabeto español) sino que se desconoce una norma (la ortografía
misma). Así pues, la ortografía sería una suerte de guinda en el pastel alfabético, una
sofisticación de tal sistema 3 ; ella cumpliría la función de mostrar el grado de
apropiación al interior de la escritura por parte de quien escribe, y en últimas,
deveniría casi un símbolo de “status”, de pertenecer a cierto círculo (al menos
académico). Mostrar mala ortografía acabaría siendo un símbolo de chabacanería,
pero, sobre todo, de “inocencia” acerca de la escritura, de insuficiente apropiación del
discurso escrito. Aquel que se comunica con mala ortografía sería análogo a quien no
ha madurado en el lenguaje, a quien se ha quedado en la “infancia escritural”. La
ortografía entonces, serviría para determinar (si se puede emplear esta expresión) el
“grado de adultez” de un discurso.

Una tercera forma de responder la pregunta acerca de la utilidad de la ortografía


(como por ejemplo, la de Hugo Salgado) asumiría que ella no cumple una función
2
Hugo Salgado, ¿Qué es la ortografía?, Buenos Aires, Aique, 1993, p. 30-31.
3
Artur Gomes de Morais, “Escribir como se debe”. En: Ana Teberosky y Liliana Tolchinsky
(compiladoras), Más allá de la alfabetización, Santillana, Buenos aires, 1995, p. 70.
meramente decorativa (posición uno) o de “indicador de la infancia escritural”
(posición dos), sino que es un medio esencial para propiciar el tránsito apropiado
desde la oralidad hacia la escrituralidad 4 (y eso no implica desconocer lo que pueda
haber de válido en las posiciones uno y dos que ya hemos reseñado). Pero
expliquemos mejor el asunto.

Según Salgado, la función primordial de la escuela (entendiendo por “escuela” la


totalidad del sistema educativo formal incluido también el escalón de la universidad)
no es otra que favorecer el paso desde una cultura oral hacia una cultura escrita5. El
estudiante va a la escuela para no quedarse en el modo oral del lenguaje (un estilo de
comunicación caracterizado por expresiones redundantes, imprecisas y acumulativas)
y acceder al modo escrito del mismo (estilo de comunicación que se preocupa más
por la organización del discurso, la eliminación de redundancias e imprecisiones, y el
privilegiar las expresiones analíticas) 6 . Mientras la oralidad se caracteriza por la
espontaneidad y cierta vaguedad de expresión, la escritura entraña premeditación y
exactitud.

La ortografía –continúa Salgado- no sería –como habitualmente se piensa- un


conjunto de normas de escritura y nada más, sino un medio –entre otros- para
conseguir la función fundamental de la escuela: Enseñarle al estudiante a expresarse
en un modo de lenguaje (el escritural) bien diferente al lenguaje habitual (el oral).
Esto porque al cometer cualquier error ortográfico, el profesor tiene una oportunidad
para llevar al alumno a reflexionar sobre otras áreas de la gramática. Citemos dos
ejemplos que trae Salgado:

a) “Al trabajar las particularidades que plantean homófonas tales como


“Asia/hacia” o “bienes/vienes” o los parónimos como “arrear/arriar” o
“cesto/sexto”, donde ciertas diferencias fonético-ortográficas conllevan
4
Salgado, op. cit., p. 69.
5
Ibíd., p. 20.
6
Ibíd., p. 16-18.
diferencias semánticas o morfosintácticas, ¿por qué no promover la búsqueda
de otras palabras tales como “quizá/quizás”, “doscientos/doscientos” o
“hierba/yerba”, donde esas mismas diferencias no conllevan diferenciación
alguna y fomentar así la reflexión en torno a los fenómenos de nuestra
lengua?”7
b) Un estudiante escribe lo siguiente: “El 19 de septiebre cumpleaños mi
hermano”. En este caso nos encontramos ante errores de ortografía que, bien
manejados por el profesor, pueden conducir al alumno a un conocimiento
reflexivo del lenguaje. Para que el estudiante perciba que lo que intentó
representar era “cumple años” y no “cumpleaños”, es decir, un verbo más un
sustantivo y no un sustantivo compuesto ¿Cómo hacer? ¿Será suficiente con
que el profesor escriba una raya de color indicando la separación? Quizá al
estudiante le baste esto “pero ¿qué sucederá entonces cuando quiera escribir
“el cumpleaños de mi hermano”? ¿Recordará también la raya que separaba los
términos? La ortografía recurre entonces a la morfosintaxis, la que permitirá
comprobar la conjugabilidad del verbo:

- si el 19 de septiembre fuese ayer, ¿cómo diría?: “ ayer…”


- ¿y si fuese mañana?. “mañana…”

Se hará difícil ahora relacionar la escritura de “cumplió años” o “cumplirá


años” con la del sustantivo compuesto “cumpleaños”, homófono de “cumple
años” (salvo por la acentuación).”8

En el otro error de la frase “El 19 de septiebre cumpleaños mi hermano”, para


analizar la palabra “septiebre” la ortografía puede recurrir a la fonética de
modo que, en la articulación oral, grafema por grafema “se descubra la

7
Ibíd.., p.22-23.
8
Ibíd.., p. 26.
omisión de una consonante y se pueda así lograr la representación escrita
correcta (“septiembre”)”.9

Estos dos casos que menciona Salgado –entre otros tantos- son una muestra de su
tesis: La ortografía no es una mera normativa acerca de cómo se representan
correctamente los grafemas de un alfabeto, sino una oportunidad para que estudiante
y maestro reflexionen sobre otras áreas de la gramática (en los dos ejemplos
referidos, vemos que desde la ortografía el estudiante es llevado a pensar en la
semántica, la morfosintaxis o la fonética) y de este modo adquirir una mejor
comprensión del lenguaje. Un error ortográfico (y en general, la ortografía) es una
excelente ocasión para que el sujeto se haga más consciente acerca del lenguaje, para
reestructurar la oralidad, y (dada la meditación que demanda la escrituralidad)
aprender a pensar de un modo diferente (con la precisión y el análisis propios del
texto escrito).

En cuanto a la aseveración según la cual la ortografía no debería aprenderse por ser


arbitraria, Salgado esgrime dos argumentos. El primero es que la ortografía no
consiste tan solo en una lista de normas sino que también es instrumento útil para
explicar y comprender el lenguaje (como hemos visto en los dos ejemplos ya
señalados). El segundo es que toda lengua oral y escrita (como ya mostró Saussure)
es un sistema de signos arbitrario: La fonética es arbitraria, las reglas morfosintácticas
son arbitrarias, la semántica es arbitraria. Así pues, la arbitrariedad (o
convencionalidad) no es sólo patrimonio de la ortografía sino de toda la lengua. 10 Si
le hiciéramos caso a quienes sugieren no aprender la ortografía por ser arbitraria,
tendríamos que ser consecuentes y no aprender ningún aspecto de la lengua, e incluso
ninguna lengua.

9
Ibíd..
10
Ibíd.., p. 30-31.
Por último, y para completar las tesis de Salgado acerca de la ortografía,
mencionemos que, de acuerdo con sus planteamientos, cuando menos pueden
distinguirse 3 grandes fases en el desarrollo de la “conciencia ortográfica”.11 En la
primera de ellas, asistiríamos a la “inconsciencia ortográfica”, es decir, al hecho de
que el sujeto comete errores sin percibir que existen “posibilidades de error”. Por
posibilidades de error nos referimos al hecho de ser consciente que en español pueden
existir diversas grafías para un mismo sonido (b/v, s/z, g/j, con h /sin h, etc). Cuando
un sujeto sabe que en el idioma existen posibilidades de error, es cuando entiende que
en la escritura española existen oposiciones ortográficas como las señaladas.
Entonces, en esta fase uno sugerida por Salgado, el sujeto es inconsciente de este
rasgo de la escritura. En una segunda fase, el sujeto adquiere conciencia de la
posibilidad de error (es decir, de las oposiciones ortográficas usuales en la escritura
española) pero, al carecer de la información suficiente, todavía incurre en yerros.
Finalmente, en la fase tres, el individuo accede a una plena conciencia ortográfica; de
este modo, no sólo identifica las oposiciones de grafemas típicas del español, sino que
además cuenta con la información necesaria al respecto que le permite alcanzar una
grafía correcta.

3. ALGUNOS RESULTADOS DE LA EXPERIENCIA

En este apartado, a la luz de las consideraciones apuntadas en la sección anterior,


quisiéramos analizar algunos de los errores encontrados en la didáctica del “Museo
del Horror Ortográfico” A nuestro modo de ver, las tres fases que Salgado ha
sugerido en el desarrollo de la conciencia ortográfica pueden ejemplificarse con los
hallazgos.12 Veamos.

11
Ibíd.., p. 40-45.
12
Aclaremos, eso sí, que no insertamos aquí las fotografías de los avisos publicitarios o volantes en
donde aparecen los errores ortográficos. Nos hemos limitado a transcribir los textos y errores que
necesitamos para el análisis respectivo. Así mismo, anotemos que sólo consideramos una pequeña
En la fase uno de inconsciencia ortográfica podríamos señalar errores como:

a) “Jugueteria – Papeleria- Perfumeria- Laminacion-


Cosmeticos”. En este aviso de un negocio escrito a mano y donde, como es
evidente, faltan las tildes, puede asegurarse que se desconoce una de las
oposiciones ortográficas básicas de la escritura española (con tilde/sin tilde).
El hecho de que en cinco palabras del mismo aviso se prescinda de la tilde,
permite postular la total inconsciencia de la oposición para cada caso (de otro
modo la equivocación no sería tan reiterativa).
b) “unico – credito –activate”. Es el mismo caso de los errores en el aviso
anterior. En un mismo aviso escrito a mano para un negocio, aparecen estas
tres palabras sin las tildes respectivas. Es claro que, en quien escribe, no existe
la conciencia de la oposición con tilde/sin tilde.
c) “Carne asada ala plancha”. En esta frase escrita a mano en un negocio
del Barrio Chapinero lo curioso es esa expresión “ala” que suprime los
espacios entre palabras que son patrimonio del lenguaje escrito (bien se sabe
que el lenguaje oral es un solo “chorro de discurso” que al escribir es
necesario fragmentar en unidades de sentido). Aquí lo interesante es que se
muestre esa “semiescrituralidad” (si vale la expresión) que da cuenta de cierta
“inconsciencia a la hora de escribir”, que encuadraría en las tesis de Salgado.

En la fase dos (Conciencia de un posible error pero sin suficiente información para la
resolución) podríamos apuntar casos como los siguientes:

a) “Asecinos”. Esta es la fotografía de un grafito en un muro de la ciudad. No


obstante, lo curioso es que en la fotografía puede advertirse que en un primer
momento el sujeto escribió “Acecinos” y luego (al tomar conciencia del error)

muestra de todo el gran cúmulo de errores que el Museo del Horror nos permitió registrar, por cuanto
si examináramos la totalidad de errores, necesitaríamos escribir un libro y no un artículo.
corrigió al menos la primera letra “c” sustituyéndola por una letra “s”(por ello
quedó “Asecinos”). A pesar de que al final comete un error en la grafía de la
palabra, el hecho de haber autocorregido al menos una de las dos oposiciones
s/c incluidas en ella, revelaría que estamos en la fase dos (el individuo es
consciente de las oposiciones escriturales, pero su información aún es
insuficiente para resolverlas de modo apropiado).
b) “El tinbre no cirve”. Es este un texto a mano escrito junto a la entrada de
un apartamento. Es el mismo caso del ejemplo anterior: A pesar de la frase
principal (“El tinbre no cirve”), la fotografía permite ver que hubo una
primera versión mal borrada de la frase que decía “El tinbre no sirve”.
Empero, se ha borrado la “s” de “sirve” y se la ha sustituido por una “c”
(“cirve”). No obstante, es claro que quien escribió dudó entre “c” y “s” para
escribir “cirve”, y ello nos permite inferir que este individuo tenía conciencia
de la oposición c/s pero no disponía de la información necesaria para
solucionarla. Aunque a primera vista “El tinbre no cirve” parece una
expresión más fea que, por decir algo, el error “unico-credito-activate”
señalado en la fase uno, lo cierto es que revela un estadio superior en la
evolución de la conciencia ortográfica (lo que, de paso, nos permite aseverar
que en ortografía, no siempre la mayor “fealdad” de una frase o palabra en
comparación con otra frase o palabra, indica un estadio inferior de desarrollo).
c) “Jéfe- calidád- exámen”. Estas tres palabras donde se emplea mal la
tilde, aparecen en un volante publicitario. De nuevo, lo interesante de estos
errores es que revelan que, quien los cometió, es consciente de la oposición
“con tilde/sin tilde” en algunas palabras, pero desconoce las reglas sobre
agudas y graves que determinan cuándo se puede añadir el acento ortográfico
y cuándo no.

En la fase tres (conciencia ortográfica) podríamos señalar el siguiente ejemplo:


“tiene tanta diavetiz que laz ormigaz cele suven puel chorro”. Es esta
una fotografía tomada de un aviso a mano colocado para crear cierto ambiente en la
pared de un restaurante típico paisa en la ciudad de Bogotá. Un primer análisis podría
considerarlo como una muestra de las fases uno o dos de conciencia ortográfica pero,
la verdad es que es un ejemplo de plena conciencia de la ortografía (fase tres). Esto
porque es evidente que los errores se han cometido a propósito, que hay un intento
deliberado de mostrar “inconsciencia escritural” y eso, paradójicamente, es un
indicador de que se ha adquirido total conciencia escritural (al menos para la oración
considerada en el aviso).

4. ANOTACIONES FINALES

A partir de lo expuesto en los apartados anteriores, podríamos plantear algunas


anotaciones postreras:

a) Los distintos errores encontrados en el “Museo del Horror Ortográfico” (de


los cuales este artículo solo expone una muestra) permiten advertir las tres
fases apuntadas por Salgado, así como individuos que no han conseguido
hacer un tránsito completo desde la oralidad a la escrituralidad, individuos que
se quedaron a medio camino en su reflexión y su práctica de la escritura. Estos
errores delatarían a los “semiescritores”(no escritores plenos) que
probablemente son el resultado usual del sistema escolar.
b) Como ya se apuntó en otro apartado, la escuela entraña una reestructuración
del pensamiento, en tanto que su propósito fundamental tiene que ver con la
reorganización del lenguaje oral (que es espontáneo) y la familiarización con
el lenguaje escrito (que es premeditado). Ese paso desde lo espontáneo hacia
lo premeditado entraña alterar el modo en que se razona. Los errores
observados en el “Museo del Horror Ortográfico” (errores de personas que
muy probablemente ya abandonaron el sistema escolar) coinciden con la
tendencia que como docentes solemos encontrar, de estudiantes que tienden a
escribir como se habla. En ambos casos (en los sujetos que cometen errores en
el “Museo del Horror” y en los estudiantes que “oralizan la escritura”) no
sería muy aventurado imaginar el resultado usual del sistema escolar: Un
sujeto en quien la reestructuración del modo de razonar se ha quedado a
medias
c) Según Salgado, el análisis de los errores ortográficos proporciona una pausa
que permite al individuo no sólo subsanar el yerro especifico, sino tener la
oportunidad de reflexionar sobre el lenguaje, de reconstruir la escritura, y en
últimas de reestructurar el pensamiento. El error ortográfico, entonces, bien
puede constituirse en un medio para que los sujetos “repiensen” lo que
escriben (es decir, para que piensen de un modo más ordenado, preciso y
analítico). La enseñanza y el aprendizaje de la ortografía serían cruciales, en
tanto ellas serían otros medios para alcanzar ese proceso de “iluminación
escritural” que es tarea sustancial de la escuela. La ortografía hallaría su
justificación y su razón de ser en el ámbito escolar dado que, si se utiliza para
propiciar la reflexión sobre el lenguaje, bien podría ser un medio privilegiado
para acceder a la “metaescrituralidad” o reflexión sobre la escritura.

Bogotá, Julio de 2006.

You might also like