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Vida y obra
Mathias Klotz
Biografía
Nació en abril de 1965 en Chile. Obtuvo el título de arquitecto en la Pontificia Universidad Católica
de Chile en 1990 y ganó el Premio Borromini de Arquitectura en 2001 en la categoría de
arquitectos menores de 40 años.
Casa Klotz
Casa Muller
Casa Reutter
Colegio Altamira
Bodega Las Niñas
Pabellón Suboficiales Solteros
Casa Ponce
Plan de infraestructura Universidad Diego Portales
Ha realizado también conferencias en México, España, Estados Unidos, Francia, Italia, China,
Turquía e Irlanda, entre otros.
Cronología
Actividad docente:
Concursos:
2002 Miami Biennal, Secundo e Tercero premio para la Escuela Altamira y la Reutter house
2001- ganador de la Sezione Giovani Premio Borromini 2001 con la "Escuela de Altamira"
1998 finalista de Premio Mies Van der Rohe para América Latina
1995 ganador del Premio Joven del Colegio de Arquitectos de Chile
Bibliografía:
Finalizados sus estudios, Klotz comenzó a construir casas para clientes que solicitaban segundas
residencias cuya particularidad consistía en estar destinadas a un único residente, factor que le
permitió experimentar con la creación de grandes espacios únicos y trabajar con materiales y
técnicas procedentes del lugar donde las obras se asentaban. Arquitectura que nutría y
reinterpretaba el paisaje, estas primeras obras - la Casa Klotz, la Casa Ugarte y la Casa Chiloé,
construidas entre 1991 y 1994-suscitaron un interés que sumergió a su autor casi
imperceptiblemente en la dinámica profesional del arquitecto de corta edad y le valió un justo
reconocimiento de la crítica internacional.
José Antonio Coderch cita el deseo de realizar una arquitectura viva y de adquirir un profundo
conocimiento como vocaciones del arquitecto en No son genios lo que necesitamos ahora, un
escrito de 1960 que Klotz señala como referencia personal. Coderch defiende la exigencia de
afrontar la creación arquitectónica desde una responsabilidad ética, en un sentido que implica
brindar construcciones surgidas de una actitud intelectual fundamentada en la dignidad espiritual
de lo humano y en la subordinación del ego a la búsqueda de la excelencia.
Tics inconvenientes. De acuerdo con esas ideas, la actitud de Klotz está despojada de las
inseguridades, complejos y ambiciones de genialidad que abocan a otros profesionales a la
rimbombancia estilística e ideológica que ahueca el valor de lo construido como acto de búsqueda
y comprensión esencial de la arquitectura. Tempranamente fue elogiada la «sofisticada sencillez»
de sus construcciones, reflejo de la actitud pragmática dotada de sensibilidad hacia lo material y
conceptual presente en su obra, posiblemente derivada de una actitud mental y de la
circunstancia personal de verse enfrentado a la experiencia de la construcción desde el mismo
comienzo de su carrera.
Su obra está imbuida de un carácter personal que tiene que ver con el paisaje y la posición
geográfica, pero sobrepasa estos factores. Goza del beneficio de estar en el mundo y, a la vez, de
poder refugiarse en un confín de la aldea global, estando lejos y, gracias a ello, disponer de una
perspectiva periférica de un mundo que, aunque conectado, está formado por redes asimétricas.
Su lugar en el mundo, y el hecho de no poder reconstruir su identidad en términos de pertenencia
a una tradición cultural específica y nítidamente definida (o estereotipada), son componentes que
señala como relevantes para establecer su retrato intelectual: «Sucede que soy un híbrido, nieto
de inmigrantes que llegaron a un país en el extremo sur occidental del nuevo mundo, es decir, al
sur del fin del mundo». Para Klotz, esta complejidad -que se transfiere a la inquietud de
preguntarse dónde está física y filosóficamente un proyecto- implica inherentemente la
posibilidad de concebir su propia arquitectura desde una profunda libertad, uno de cuyos rasgos
fundamentales sería la misma capacidad para no aferrarse a la necesidad de teorías o
interpretaciones ulteriores.
“El problema a resolver esta ahí, afuera. Los conocimientos técnicos y el espesor cultural los tiene
cada uno. En esta situación, la aplicación de ellos sobre un problema exterior a uno mismo, se
llama arquitectura. Así de simple; esta actitud la tuvo Mathias Klotz desde que era alumno de la
escuela de arquitectura, con una mezcla de decisión y seguridad, cuestión que era considerada por
algunos como arrogancia. Él lo ignoraba: estaba centrado en resolver algo.
No pretender, resolver.
La variedad de programas, la cantidad e interés de cada una de sus obras en 17 años de profesión
es, entonces posible.
El acercarse a la enseñanza académica y ser hace años decano de una facultad, lo ha realizado
igual, sin enredarse, siendo capaz de sintetizar: no pretender, resolver”.
Carmé Pinos escribe sobre Klotz: “…De él, siempre me ha sorprendido lo claras que tiene las cosas;
es preciso y no anda con rodeos.
Carmé Pinos
“Siempre he creído que la vivienda unifamiliar, en la que la relación entre el habitante y el lugar se
produce sin intermediación, constituyen como ya lo demostraron los mecenas y maestros de la
modernidad, un verdadero laboratorio irrepetible de investigación, innovación e inspiración;
Mathias Klotz ha utilizado la posibilidad de forma magistral a lo largo de su carrera profesional”.
Carlos Ferrate
Proyectos
La Casa Ponce es un encargo para vivienda unifamiliar en un barrio de los años ’40 en el
conurbano de Buenos Aires. El terreno es extremadamente largo y angosto (16 x 120 metros), con
importante vegetación en sus bordes, una fuerte pendiente y vista sobre el Río de La Plata en uno
de sus extremos, lo que le da un aspecto de quebrada. La idea fue mantener libre la vista desde el
acceso hasta el río, de modo de que la casa no se transforme en un tapón que divida el terreno en
un adelante y un atrás.
Se trata de una arquitectura tranquila, que resuelve con sutilezas el problema constructivo y
funcional conjugando distintas texturas en lo material y diferentes proporciones en lo referente al
espacio. El hormigón visto se recrea a sí mismo y muta mágicamente como si de algo dúctil se
tratase. Los suelos interiores y exteriores protagonizan extraordinariamente la obra.
La Casa Viejo es una vivienda unifamiliar ubicada en un barrio residencial de la década de los 50,
en Santiago. Originalmente existía una casa de estilo que fue demolida, y en su lugar se proyectó
una obra nueva, que aprovecha los mejores árboles del jardín.
La casa proyectada por Klotz está ubicada en la parte más baja del sitio. Linda con el campo de golf
por el oriente, con viviendas vecinas al norte y al sur, y con una calle al oeste. Debido a la
pendiente del terreno, la calle está tres metros sobre la cota de borde del golf. Es por esto que el
proyecto plantea hundir la construcción respecto de la calle liberando así las vistas de peatones y
vecinos. De este modo la casa gana privacidad y silencio en medio del bullicio que un conjunto de
esta naturaleza puede generar.