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   , Zacarías 4:6.

En los días en que Dios levantó al profeta Zacarías, el pueblo de Israel se hallaba divagando, y
había adoptado una posición de ambigüedad y de ambivalencia en el ámbito espiritual. Por
consiguiente el mensaje de este profeta estribaba en un llamado a renovar y a profundizar la
relación del pueblo con Dios, y la exigencia de responder de forma definitiva y radical a sus
demandas.

La orden divina de reconstruir el templo adquiere una dimensión simbólica desde varias
perspectivas. Esta es la necesidad de reconstruir la vida espiritual derribada y abandonada. En
efecto, ¿Cómo iban a haber vida espiritual, sacrificios y adoración sin altar? ¿Cómo iba a haber
un sacerdocio sin lugar santo? ¿Cómo iba a saciar el pueblo sus necesidades espirituales, físicas,
emocionales y materiales sin tener un lugar en concreto donde acercarse a Dios? Segundo, la
reconstrucción del templo representa la sed y el hambre del pueblo por Dios, y su esfuerzo por
alcanzar las vidas que no conocen a Dios y traerlas a este lugar.

El pueblo de Dios había olvidado el origen de su poder, y también la razón por la cual Dios los
había libertado del cautiverio. Esta enseñanza nos invita, a conocer el origen de nuestra fuerza y
de nuestra victoria; y de otra parte, a identificar el carácter de nuestros conflictos.

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Dado el tiempo difícil que nos ha tocado vivir, parece ser que el pueblo del Señor ha olvidado en
qué se originan su poder y victoria. Ciertamente, este fenómeno no es nuevo, sino que se trata de
un ardid antiguo que el diablo se complace en usar todavía.

En Zacarías 4:1, nos dice la Escritura: ³Volvió el ángel que hablaba conmigo, y me despertó,
como un hombre que es despertado de su sueño´. Este versículo llama la atención, en la medida
en que el ángel tuvo que despertar al profeta de un sueño profundo. Y es menester que hoy, en el
siglo XXI, Dios venga asimismo a sacudirnos y a despertarnos del peligroso estado de letargo,
para recordarnos cuál es la fuente de nuestro poder.

En efecto, cuando la iglesia se duerme a esta realidad, desconoce tanto su origen como el
objetivo de su presencia en este mundo. Y por ende, el pueblo de Dios se aparta de la visión
divina, y se hunde en la confusión, en la indiferencia y en la inercia. El adormecimiento de la
iglesia con respecto a la fuente de su poder, le abre la puerta a Satanás para que él sustituya la
primera fuente por otra engañosa.

Los primeros efectos de este olvido en la congregación consisten en la ausencia del Espíritu
Santo, y de su poder de convicción de pecados en los perdidos. Por lo tanto, la iglesia sustituye el
poder de Dios por artificios y espectáculos atractivos para el mundo y la juventud, con luces de
colores, fuegos artificiales, láseres, humo, etc., que convierten el altar del Señor en un escenario
pagano. ¡Qué blasfemia!
En el libro de Zacarías 4:2-3, leemos que la visión de Zacarías contenía varios elementos
interrelacionados: un candelabro de oro, un depósito de aceite, siete lámparas de oro encendidas
que se comunicaban con dicho depósito por medio de unos tubos, y dos olivos situados a los dos
extremos del depósito. Esta visión, sin embargo, no estaba destinada únicamente a Zacarías, sino
que contenía un mensaje de contenido trascendental que transmitir también a otros: c  
         
   
   (Zacarías 4:6).

Al sol de hoy, la fuente del poder en la iglesia todavía sigue siendo la presencia del Espíritu
Santo en medio de ella. Así pues, si falta aceite para que alumbremos, adoremos y testifiquemos,
¡todavía hay abundancia de unción en el depósito y en el olivo! Dios quiere darnos su Espíritu
Santo, porque si éste deja de moverse en la iglesia, el servicio al Señor se torna en un acto
mecánico y sin sentido.

Ya no hay lágrimas en nuestros ojos, ni en los llamados misioneros, ni en el pastorado, ni


conversiones genuinas, ni sanidades, ni milagros, ni portentos, ni manifestaciones del poder de lo
alto. Tampoco hay crecimiento espiritual en el pueblo de Dios, por cuanto el espectáculo y el
show han venido a sustituir la alimentación que es por medio de la Palabra y el adoctrinamiento
del creyente.

No obstante, sin el poder de Dios moviéndose en nuestras vidas... ¿Cómo pelearemos las batallas
de Jehová? ¿Acaso no nos estamos mintiendo a nosotros mismos, como sucediera con los
cuatrocientos profetas de Acab? ¡Hasta con cuernos de hierro aquellos farsantes le profetizaban
al rey que vencería a todos sus enemigos! Mas el mensaje de Dios, por boca del profeta Micaías,
fue: c  
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  (2 Crónicas 18:16). En otras
palabras. Dios estaba denunciando la irresponsabilidad de Acab a la hora de dirigir al pueblo,
como un pastor que abandona a su rebaño.

Ultrajado por aquel mensaje, el rey Acab ordenó que encerraran a Micaías en un calabozo, y lo
castigaran con pan y agua, porque los mensajes que conllevan alguna reprimenda divina nunca
obtienen popularidad. Mas nosotros, por nuestra parte, queremos que el Espíritu Santo siga
hablando a la congregación, que convenza al pecador de juicio y de castigo, que nos exhorte a
regresar a la senda antigua, a lo que se considera obsoleto.

El Espíritu de Dios siempre levanta en el pueblo el deseo de buscar el rostro de Dios por medio
de la oración. Amado lector, ¿sabía usted que un sondeo mostró que, en la actualidad, los
pastores oran un promedio de siete minutos diarios (y en ciertos casos semanales)? Ahora bien, si
han cambiado el altar de Jehová por otros altares, como la televisión, los juegos de vídeo y las
revistas de deportes... ¿Cómo, pues, conocerán la fuente de su poder?

El rey israelita Acaz, al enterarse de una posible invasión de su tierra, decidió trabar alianza con
el rey de Asiria. Este, definitivamente, desconocía cuál era la fuente de su poder. Y cuando este
rey entró al templo de los asirios, se quedó impresionado por la c 
 
 , y quiso exportar un diseño similar a Jerusalén.
Así que en una primera etapa puso el nuevo altar pagano y el altar de Jehová lado a lado, y
decidió que en el altar de Jehová consultaría a Dios, mientras que en el altar pagano realizaría los
sacrificios. ¡Qué atrevimiento de parte suya! No es el Señor el que deba amoldarse a nuestros
conceptos e ideas, sino nosotros los que tenemos que someternos a sus directrices. En una
segunda etapa, eliminó el altar del templo y la fuente de la purificación. Pero, hermanos, ¿adónde
nos acercaremos sino al altar de Jehová? Allí encontramos fortaleza, poder, incluso el Espíritu
nos habla y nos instruye acerca de lo que tenemos que hacer.
Cuando Jesús anunció a sus discípulos que partía de este mundo, éstos se entristecieron mucho
porque, físicamente hablando, les convenía más que Él estuviera cerca de ellos. Sin embargo, la
vida en el espíritu va más allá de los sentidos y de los sentimientos (los cuales operan en el área
física y humana), estos últimos pueden resultar engañosos.

Sin lugar a duda, sería maravilloso tener a nuestro amado Salvador presente físicamente en cada
uno de los servicios que damos. No obstante, el mismo Señor Jesucristo dijo que era más
conveniente todavía tener al Consolador moviéndose con libertad en medio de nosotros. En
efecto, el Espíritu de Dios opera directamente en el ámbito de la fe, y también en todo lo que
bifurca de la fe hacia otras dimensiones de nuestras vidas cristianas. El Espíritu Santo es una
fuente de poder para los hijos de Dios, porque en Él se funden fuego, luz, aceite, unción y
testimonio. En Apocalipsis se nos describe al Señor en medio del trono, en forma de un cordero
inmolado que tiene siete cuernos (símbolo del poder, de la fuerza y de la Omnipotencia divina) y
siete ojos (símbolo de su Omnisciencia).

El pueblo de Dios no puede pelear las guerras espirituales sin ser investido con esa fuerza
sobrenatural, porque Satanás lo haría pedazos. En efecto, nuestra lucha es ³contra principados,
contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes´ (Efesios 6:12). Con el diablo no se juega; sino
que hemos de captarlo, descubrirlo, exhibirlo y vencerlo en el nombre de Jesús.

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En Zacarías capítulo 3 hallamos al sumo sacerdote Josué, quien estaba experimentado una
situación de deterioro, un sentimiento de derrota, una debilidad que no le dejaba empuñar el
arado e iniciar su tarea espiritual. Pero a Dios gracias por aquellas personas que doblan sus
rodillas, que buscan su rostro para que Dios les revele cuáles cosas no están funcionando
adecuadamente.

El profeta Zacarías recibió una visión en la cual vio a Josué vestido con vestiduras viles, y a
Satanás a su mano derecha acusándolo ante el ángel de Jehová. La batalla de Josué no era, pues,
física ni terrenal, sino espiritual, y él mismo no había comprendido lo que le estaba sucediendo.
En medio de la bendición más sublime que estribaba en la presencia del ángel de Jehová a su
lado, también se encontraba el diablo avergonzándolo, y acusándolo de que él no servía porque
era un hombre pecador y falto de fe.

Sin embargo, en ese momento preciso de la visión, el ángel de Jehová miró a Satanás y lo
reprendió duramente, y mandó que se le pusieran vestiduras limpias a Josué: ³  
 
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 '*(Josué)
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   (Zacarías 3:2-5). El sumo sacerdote Josué no permaneció más en ese
estado de postración e inercia, por cuanto el diablo había sido descubierto y vencido.

Asimismo, la iglesia debe conocer que el enemigo trabaja en las áreas como la indiferencia y la
apatía por buscar a Dios. Cuántas veces pasamos al altar, y le prometemos a Dios que tendremos
una conducta diferente; pero no hacemos nada y el diablo empieza a decirnos que no hemos
cambiado, que se trataba de un momento de emoción y que recaeremos nuevamente. Pero en esta
situación, es menester alzar bandera, y declararle al maligno que el Señor lo reprenda.

Puede ser, amado lector, que se encuentre en una prueba, en una lucha, y que el diablo haya
tornado todos sus cañones contra usted. En este trance, quizá no entienda por qué se encuentra en
esa situación; mas recuerde el caso de Job, quien, sin haber pecado, sufrió los ataques violentos
del enemigo contra su hogar, sus bienes y su salud. Job se había convertido él mismo en un
campo de batalla, y el diablo luchaba de forma directa contra él.

Sin embargo, aunque no entendía el por qué de aquellos atropellos, Job se dirigió a Dios, la
fuente de su poder. Cada arremetida del diablo, en vez de alejarlo de Dios, lo acercaba a Él; y
frente al precipicio de la muerte, Job se hallaba más cerca del Señor que nunca antes. Por eso
mismo, pudo exclamar: c* /
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 - "   #
    #    (Job 19:25-27).

Tal vez el diablo quiere hacerle creer que Dios no oye sus oraciones y ruegos, mas esto es
completamente falso. Cuando Daniel estaba rogándole a Dios que interviniera, se le apareció el
arcángel Gabriel portador de un mensaje: c0  
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(Daniel 9:23). No importa lo que nos susurre el maligno, ni los obstáculos que él ponga, ni
tampoco cuánto tiempo llevamos orando para que Dios obre en algún aspecto... Desde el
principio El nos ha oído, y ya ha dado la orden.

En el camino del Señor se camina por fe y no por vista, porque todo lo que concierne a Dios
trasciende lo que sentimos u oímos. Por ende, si Dios pone la disposición en nuestros corazones
de orar por algo, no permitamos que el enemigo nos interrumpa el ruego poniendo en nosotros
dudas, preocupaciones o desesperación. Daniel descubrió que había una lucha en el ámbito del
espíritu, y venció porque no dejó de orar.

Dios nos ha dado el poder de identificar el origen de nuestros conflictos para que venzamos al
enemigo de nuestras almas. Existe un conflicto espiritual que no se reporta en ningún libro del
Antiguo Testamento, sino en la epístola de Judas, en el Nuevo Testamento. Y este estriba en que
el diablo intentó desenterrar el cuerpo de Moisés con vistas a hacer de él una reliquia, y para que
el pueblo -cuya debilidad era la idolatría- lo adorara. Sin embargo, habiendo descubierto sus
nefastos designios, Dios mandó al arcángel Miguel, el general de los ejércitos celestiales, a
defender la tumba de Moisés.

Tenemos siempre a nuestro alcance un arma poderosa: el discernimiento de espíritus. Dios nos lo
ha dado para que identifiquemos el origen de nuestros conflictos, y que descubramos las
artimañas de Satanás. En la cruz del calvario, Cristo exhibió al diablo públicamente, lo descubrió
y lo puso bajo la planta de Sus pies. La victoria del Cordero es la nuestra también, y el diablo
está bajo nuestros pies. ¡Que el Señor lo reprenda!
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