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¿Fue Bolívar Estadista?

Guillermo Arosemena Arosemena

Conferencia para Proyecto Bolívar

Revisar la historia con objetividad es saludable para las nuevas generaciones,


es común en los países del Primer Mundo, donde en algunos, hay
procedimientos para hacerlo sistemáticamente. En Estados Unidos
periódicamente se reúnen historiadores para escuchar las revisiones que
colegas proponen y decidir sobre ellas.

Mi primer análisis de revisión histórica fue la Revolución Juliana, evento


eminentemente económico, originalmente interpretado por historiadores que
desconocían de economía. Mi interpretación es totalmente diferente a la de
ellos, sobre las causas que motivaron los problemas económicos contribuyentes
a la citada revolución, y la motivación central de Luis Napoleón Dillon, su
ideólogo. Mi propuesta fue plasmada en un artículo controversial publicado en la
revista Cultura del Banco Central y posteriormente en el libro La Revolución
Juliana, evento ignominioso en la historia de Guayaquil.

La segunda revisión histórica es la que analizaré en mi intervención y cubre el


período de la Independencia de Guayaquil y luego de Ecuador. Los libros de
historia que tuve que estudiar hace más de medio siglo y los que se usan en la
actualidad en escuelas y colegios están llenos de mitos cuyos historiadores han
idealizado a personajes y sobredimensionando sus logros. Entre ellos se
encuentra el de Simón Bolívar, que lo describe como un superhombre, un héroe
de proporciones épicas lleno de hazañas extraordinarias. Seguramente los
autores de los mismos conocen el viejo refrán que dice que los países deben
tener héroes y si no hay es necesario crearlos.

Todo movimiento de independencia tiene un fin común para mejorar el nivel de


vida de los ciudadanos: terminar con el pasado oprobioso que incluyen malas
prácticas políticas y económicas. Este fue el patrón seguido por Estados Unidos,
Canadá y Australia, y durante los últimos cincuenta años, los países asiáticos,
como Singapur, Malasia, India y otros. En todos, el camino que trazaron los
padres de la patria y primeros gobernantes de esos países fue cómo llegar a la
prosperidad en la forma más rápida. Unos lo consiguieron en 40 años, otros,
como India les tomará más tiempo, pero van por el camino correcto. Los
resultados están a la vista. De ser naciones con renta por habitante muy inferior
a la ecuatoriana, actualmente es hasta 10 veces superior en algunos casos.

América Latina, que debió ser el referente para las colonias asiáticas que se
independizaron en el siglo XX, sigue sumergida en el desgobierno, pobreza y
frecuentes luchas ideológicas. El entorno presente de los países es resultado de
su pasado, por lo que quien se interesa en entender el comportamiento de la
sociedad en la actualidad, obligadamente necesita repasar la historia. Es esa
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anomalía histórica la que me llevó hace dos décadas, a buscar los
determinantes del subdesarrollo de Ecuador, y en el transcurso del tiempo a
publicar más de cuarenta libros describiendo mis conclusiones.

A fines del 2009, con motivo del bicentenario del 10 de Agosto de 1809, El
Banco Central y la FLACSO organizaron mesas redondas en Guayaquil, Quito y
Cuenca, en las que fui uno de los panelistas. Mi tema trataba sobre la economía
ecuatoriana en tiempos de la Independencia. Como este era un período que no
consideraba mi fuerte, dediqué seis meses a buscar fuentes primarias; mi
esfuerzo se justificó, logré adquirir más de 30 libros escritos por actores de la
Independencia, entre militares que sirvieron en los ejércitos de Bolívar y
personas que tuvieron cargos elevados durante la Gran Colombia. Por ejemplo,
en las Memorias del general O´Leary se encuentra la correspondencia de
Bolívar y demás personajes de la época en 32 tomos. Con tan abundante
bibliografía que incluye cartas, discursos y proclamas, no se necesita haber
vivido en su tiempo para emitir un juicio sobre el Libertador.

No se puede escribir sobre la Independencia, sin referirse a Simón Bolívar, por


ser él quien inició los movimientos independentistas en el noroeste de la
América del Sur. ¿Cómo era Bolívar? ¿Cuál era su personalidad, su filosofía
sobre la Independencia? Según él ¿Qué clase de gobierno debían tener las
nuevas repúblicas, cuales las metas y planes para el futuro de ellas? En todos
los libros consultados, sus autores describen a Bolívar, algunos incluso detallan
su físico, forma de vestir y hablar, defectos, abuso de poder, sus gustos y
pasiones, incluyendo el baile y controversial vida privada. Curiosamente los
autores que lo conocieron y escribieron sobre él, lo hacen con más objetividad
que los posteriores historiadores. A diferencia de los historiadores modernos y
contemporáneos que lo idolatran, la mayoría de los que escribieron en su época,
lo critican duramente por la forma cómo quería conducir la construcción de los
nuevos Estados.

Bolívar fue un soñador por excelencia, se convenció de ser el ungido para la


salvación de la América Española, muy controversial, de enorme ego, brillante
militar, tomador de grandes riesgos, audaz, ambicioso, con enorme capacidad
de trabajo y carismático. Pero le faltó lo más importante que debe tener un
estadista: coherencia y visión en sus decisiones. Quienes lo idolatran,
seguramente dirán que su legado es haber liberado a cinco naciones. Quienes
analizan objetivamente a este singular personaje, concluyen que él dejó el caos
y anarquía organizadas, como legado. Para los críticos, se olvidó de diseñar los
planos de la super estructura - Gran Colombia - que creó, y dejó convulsionada
a una región que después de 180 años de Independencia sigue estándolo, al
extremo de formar parte de la lista de los estados fallidos, publicada anualmente.
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Bolívar tuvo grandes contradicciones como el haber expresado en el discurso de


Angostura de 1819 ¨…nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia
que el mismo magistrado que los ha mandado mucho tiempo los mande
perpetuamente¨ y luego haber diseñado y promulgado la Constitución de Bolivia,
tomada de la Constitución de Haití donde él se nombró Presidente Vitalicio. Otra
fue escribir sobre la importancia de la institucionalidad y no poner en práctica lo
que sostenía. Después de haber tenido correspondencia extensa con Jeremy
Bentham, autor de leyes y tratados y consultor de gobiernos europeos y Estados
Unidos; haber recibido sus obras y ser gran admirador del constitucionalista y
jurista inglés al extremo de solicitarle que ¨… me adopte como uno de sus
discípulos, como consecuencia de haberme iniciado en sus doctrinas…”, ordenó
no usar los libros de Bentham en la enseñanza universitaria.

Otra contradicción de Bolívar fue querer hacer cambios para sacar a nuestros
países del atraso y pobreza con leyes obsoletas, copiadas de las españolas.
Durante la Gran Colombia se mantuvo el sistema económico monopólico. El
estanco de sal que había sido suprimido en Guayaquil, Bolívar lo volvió a poner
en práctica al entregar su explotación a un grupo de particulares que le
ofrecieron pagar 51,000 pesos por año, durante cuatro años. El 50% de esos
ingresos fueron usados por Bolívar para cubrir sus gastos militares. El sueño de
Olmedo de libre comercio estipulado en el Reglamento Provisorio, la
Constitución de Guayaquil Independiente, no se hizo realidad. Bolívar estableció
aranceles y limitó el número de países con los que Ecuador podía mantener
relaciones comerciales.

Bolívar admite su fracaso, cuando una parte de su discurso de Angostura lo


dedica a reconocer la imposibilidad de crear una nación como Estados Unidos
por ser una quimera la auténtica democracia en nuestros países. Dos décadas
más tarde, lo reafirma al terminar su vida pública. Un mes antes de morir, Bolívar
acepta haber hecho un trabajo inútil. En carta a Juan José Flores del 25 de
Noviembre de 1830, se lamenta: “Usted conoce que he gobernado por veinte
años y de ellos he llegado a pocas conclusiones: América es ingobernable, para
nosotros; aquellos que sirvieron a la revolución araron en el mar; lo único que se
puede hacer en América es emigrar; este país caerá inevitablemente en masas
desenfrenadas y luego pasará casi imperceptiblemente a manos de pequeños
tiranos de todos colores y razas; después de haber sido devorados por todos los
crímenes y extinguidos con ferocidad total, los europeos no nos mirarán como
ser dignos de ser conquistados; si fuera posible en alguna parte del mundo
regresar al caos primitivo, sería América en su hora final”.
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Muy duras palabras las de Bolívar, quien escribe es un ser frustrado, deprimido,
arrepentido y fracasado por haber invertido dinero, tiempo, tener una Gran
Colombia que se cae en pedazos y cuatro pueblos que lo han rechazado. Así
terminaba Bolívar a los 47 años de edad. Su esfuerzo inútil no debe interpretarse
que se debió exclusivamente a la forma de ser de los sudamericanos, Bolívar no
tuvo tiempo o no le interesó reflexionar sobre las verdaderas causas de su
derrota, en cómo pudo evitarla. ¿Cuánto pesó su personalidad y su falta de
experiencia en administrar países?

La Gran Colombia fue el sueño de Bolívar, pero él mismo no contribuyó a


hacerlo realidad. Fue teórico, sus discursos estaban llenos de principios
democráticos y liberales, sin embargo no pudo convertirlos en realidades. La
meta central de Bolívar, el fin que perseguía debió ser crear una forma de
gobierno capaz de conducir a los países a la prosperidad, por medio de leyes
modernas, sólido estado de derecho, estabilidad social, política y económica,
pero hizo redactar la Constitución en Bolivia nombrándose Presidente Vitalicio.
Lo hizo por estar convencido de que las sociedades de los países que había
liberado, por haber estado moldeadas durante siglos de un régimen colonial,
corporativo, esclavista y estamental, no estaban en condiciones de gobernarse,
por no estar preparados para la democracia. No supo construir la gran nación.
Por su forma de ser, personalidad impredecible y actitudes dictatoriales, no
sentó las bases de la institucionalidad, ni logró la unión de los pueblos. Veamos
los comentarios de tres personas que lo conocieron o vivieron durante su época.
José María Samper, en su obra Apuntes para la historia publicada en
Colombia en 1858, comenta:

“… ya no era de esperarse que este (Bolívar), embriagado por las adulaciones


de sus cortesanos de cuartel, las victorias i los testimonios de admiración
alcanzados en el Ecuador, Bolivia i Perú, dejase de lanzar su atrevido genio en
la empresa de aniquilar la libertad de Colombia, valiéndose del apoyo de la
fuerza, del fanatismo que inspiraba su nombre i de las ventajas de su posición.
De aquí la resolución que tomara Bolívar de volver al ejercicio del Poder
Ejecutivo, tan funesta para su gloria como aciaga para la República. […] el ídolo
de los colombianos, el símbolo de las glorias nacionales y el orgullo de los
veteranos de la libertad, había degenerado tan visiblemente, merced a la
obcecación de su espíritu, descaminado por la lisonja y la ambición, que su
nombre parecía la personificación del despotismo y su poder se hacía cada vez
más insoportable odioso”

William Tudor, Cónsul de Estados Unidos en Perú, en carta del 17 de Mayo de


1826 al Secretario de Estado comenta:
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“La profunda hipocresía del General Bolívar ha decepcionado al mundo y a la
mayoría de sus antiguos amigos quienes lo han abandonado al descubrir sus
verdaderas intenciones. Con la violenta disolución del Congreso se le ha caído
su máscara…”

Gabriel Lafond de Lurcy, en su libro Viajes alrededor del mundo en 1843,


escribe:

“El general Bolívar parecía tener excesivo orgullo, lo que estaría en


contradicción con su hábito de no mirar de frente a la persona con quien
hablaba, a menos que ésta no fuese muy inferior a él. Pude convencerme de
su falta de franqueza en las conferencias que tuve con él en Guayaquil, pues
no respondía de una manera clara a mis proposiciones, sino en forma
siempre evasiva. El tono que usaba con sus generales era extremadamente
altanero y poco adecuado para conciliarle afectos".

En Repúblicas de Aire, escrita por el mejicano Rafael Rojas y de reciente


publicación, el autor comenta que no hubo sólo una agenda en la
Independencia de nuestra región: “Las revoluciones de independencia en
Hispanoamérica fueron, al mismo tiempo, un conflicto militar, un proceso de
cambio político y una rebelión popular. Como toda revolución o toda guerra,
quienes se involucraron en aquella experiencia lo hicieron por razones diversas
y contradictorias. No pocos se levantaron en armas porque querían alcanzar un
autogobierno criollo sobre los reinos y provincias del imperio borbónico. Muchos
lo hicieron porque, más que a Madrid, rechazaban la hegemonía de las ciudades
capitales sobre su región. No faltaron quienes se levantaron en armas para
proteger un modo de vida tradicional o para ascender socialmente a través de la
guerra y la política”.

Los diferentes intereses de los involucrados en los distintos países impidió la


búsqueda del bien común. Cada uno tuvo en mente visiones distintas en la
construcción de la Gran Colombia. Se da el caso de la dura polémica mantenida
entre Bolívar y Rocafuerte, por este último oponerse al centralismo que Bolívar
quería en vez de crear provincias para que cada una tenga su propia autonomía.
En carta del 27 de Septiembre de 1826, Rocafuerte escribe a Bolívar para tratar
de convencerlo cambiar de opinión. Le comenta haber oído que en Colombia
hay apoyo para crear la federación compuesta de Venezuela, Cundinamarca y
Quito. Esta división sería fatal porque cada sección es lo suficientemente grande
para debilitar al Gobierno central e incluso aspirar a la independencia. Le sugiere
que sería mucho mejor dividir la república en doce provincias de acuerdo a la
geografía y condiciones locales. También le recomienda la necesidad de mejorar
las instituciones políticas y hacer la transición del centralismo al federalismo
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para poder ponerse a la vanguardia de la civilización. Finalmente le advierte que
como hijo de la libertad su responsabilidad es establecer la libertad en una
manera apropiada para la ilustración del siglo en que viven.

El sistema de gobierno federal perseguido por Rocafuerte, otros guayaquileños y


peruanos en lugar del centralismo proclamado por Bolívar fue causa de
permanente inestabilidad política, como sucedió en 1827, cuando en Lima hubo
una sublevación que perseguía la creación de un Gobierno federal y los
guayaquileños se adhirieron. Este tema lo cubre Bolívar en una carta del 24 de
Agosto al Presidente del Senado de la Gran Colombia: “…ha favorecido el voto
de algunos imprudentes que desde el año pasado trabajan en Guayaquil por dar
aquella forma a nuestro Gobierno, y a los cuales procuraré yo contener […] mi
decisión por un Gobierno central más adecuado a nuestras necesidades”

Otras cartas de Rocafuerte a Bolívar entre 1826 y 1828 tienen fuertes


expresiones acusatorias hacia Bolívar. En una de ellas advierte: “…su conducta
es alarmante para las libertad y bienestar de las otras repúblicas de la América
Española…Bolívar se ha quitado su disfraz de patriota y es capaz de cualquier
cosa. En su delirio de ambición bien podría ofrecer a Colombia en su
transacción maquiavélica, mientras sea reconocido como rey o presidente
vitalicio de Colombia”. Este último tema se refiere a ayudar a España para
nuevamente tomar control de México. Rocafuerte debió conocer sobre una carta
que Bolívar envió desde Jamaica a Maxwell Hyslop, poderoso empresario inglés
proponiéndole financiar su revolución y a cambio recibir Panamá y Nicaragua:
(...) Ventajas tan excesivas pueden ser obtenidas por los más débiles medios:
veinte o treinta mil fusiles; un millón de libras esterlinas; quince o veinte buques
de guerra; municiones, algunos agentes y los voluntarios militares que quieran
seguir las banderas americanas (…) Con estos socorros pone a cubierto el resto
de América del Sur y al mismo tiempo se puede entregar al gobierno británico
las provincias de Panamá y Nicaragua, para que forme de estos países el centro
del comercio del universo por medio de la apertura, que rompiendo los diques
de uno y otro mar, acerque distancias más remotas y hagan permanente el
imperio de Inglaterra sobre el comercio”.

La relación de Bolívar con Rocafuerte no fue buena, a pesar de haber estudiado


juntos en Europa. Después de más de veinte años de ellos perder contacto, el
10 de Enero de 1821, desde Bogotá Bolívar le escribe la siguiente carta: “Por fin
tengo el gusto de escribir a Vd. ¿Se acordará Vd. que soy un antiguo amigo?
Siempre me he acordado, y me acordaré que Vd. lo es mío, y que no puede
dejar de serlo; pues ¿por qué no me ha escrito Vd.? Vd. debía ser patriota,
honrado y el hombre de la naturaleza, como yo lo he llamado. ¿Por qué es Vd.
ingrato?” En esta carta se nota la personalidad dominante y prepotente de
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Bolívar. Lamentablemente las relaciones entre los dos se fueron deteriorando
con los años al extremo de que pocas semanas antes de fallecer, en
comunicación a Flores, sabiendo que Rocafuerte llegaba a Guayaquil, le
manifestó que este último era el más rabioso federalista del mundo,
antimilitarista y capaz de cualquier cosa y tenía los medios para lograrlo.
Termina la carta comentando que Rocafuerte se ha convertido en su más
implacable enemigo. Este mismo había acusado a militares venezolanos y
colombianos de ocupar los cargos más importantes en Ecuador y de
beneficiarse económicamente.

A diferencia de Olmedo, Rocafuerte era como Bolívar: arrogante, fuerte de


carácter, personalidad desbordante, autoritario con sus ideas, y sin problema
alguno en enfrentar a quien consideraba su oponente. Alfredo Luna Tobar en su
obra Bolívar y Ecuador, después de mostrar cartas de afecto entre el Libertador
y Rocafuerte, admite que “Unos años más tarde, sin embargo, no serían los
mismos los sentimientos existentes entre el Libertador y quien fuere, según
palabras del propio Bolívar ‘el mejor amigo mío desde mi juventud’”.

Bolívar fracasó entre otras causas por su idealismo, tratar de crear un gran país
con obstáculos muy grandes casi imposibles de poder saltar, comenzando por la
inhóspita geografía entre países y dentro de ellos. Para los guayaquileños les
era más rápido y seguro ir a Lima que a Quito. En el primer caso les tomaba
entre 4 y 5 días, mientras que en el segundo, no menos de una semana,
arriesgando la vida. Cuando Rocafuerte dejó Quito al terminar la presidencia, le
tomó un mes llegar a Guayaquil a posesionarse como Gobernador. Una tabla de
distancias de tiempo a caballo entre ciudades revela que de Popayán a Quito
tomaba más de 112 horas. La geografía atemorizó a los representantes de
Ecuador para asistir a todos los Congresos, situación que ocasionó perjuicios al
país por haberse dictado leyes contrarias a los intereses ecuatorianos.

Además de la geografía hubo otros obstáculos, entre ellos la falta de


homogeneidad en las sociedades de Gran Colombia. Esta era contraria a la
concepción del Estado que se pretendía construir teniendo como referente la
Constitución de Estados Unidos. Al respecto, Rojas comenta en su obra
Repúblicas de Aire: “Buena parte de los diseños constitucionales, codificaciones
jurídicas, políticas fiscales, proyectos educativos, estrategias de escritura
histórica, panteones heroicos, ceremoniales cívicos, manuales de instrucción
moral y alianzas diplomáticas, impulsados por aquellas élites, contenían
discursos y prácticas de homogeneización republicana de la diversidad. A la
heterogeneidad social se sumó, desde los primeros años poscoloniales, una
rápida diversificación del campo político y la esfera pública, provocada por las
tensiones legislativas, la rivalidad entre caudillos, la formación de nuevas élites
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locales, la irradiación de logias masónicas y sociedades secretas, y los primeros
brotes de guerra civil”.

Bolívar fracasó entre otras causas por su idealismo, tratar de crear un gran país
con obstáculos casi imposibles de poder superar, comenzando por la inhóspita
geografía entre países y dentro de ellos. Viajar de Guayaquil a Quito o de Quito
a Bogotá tomaba semanas y el viajero arriesgaba la vida. Cuando Rocafuerte
dejó Quito al terminar la presidencia, le tomó un mes (incluyendo descansos)
llegar a Guayaquil a posesionarse como Gobernador. Una tabla de distancias de
tiempos a caballo entre ciudades revela que de Popayán a Quito tomaba más de
112 horas. La geografía atemorizó a los representantes de Ecuador para asistir
a todos los Congresos, situación que ocasionó perjuicios al país por haberse
dictado leyes contrarias a los intereses ecuatorianos.

A pesar de haberse pasado recorriendo entre países, Bolívar no se dio cuenta


de que además de la geografía había otros obstáculos para hacer realidad su
sueño, entre ellos la falta de homogeneidad en las sociedades de Gran
Colombia. Al respecto, Rojas comenta en su obra Repúblicas de Aire:

“Buena parte de los diseños constitucionales, codificaciones jurídicas, políticas


fiscales, proyectos educativos, estrategias de escritura histórica, panteones
heroicos, ceremoniales cívicos, manuales de instrucción moral y alianzas
diplomáticas, impulsados por aquellas élites, contenían discursos y prácticas de
homogeneización republicana de la diversidad. A la heterogeneidad social se
sumó, desde los primeros años poscoloniales, una rápida diversificación del
campo político y la esfera pública, provocada por las tensiones legislativas, la
rivalidad entre caudillos, la formación de nuevas élites locales, la irradiación de
logias masónicas y sociedades secretas, y los primeros brotes de guerra civil”.

Entre las características del buen estadista están: tener eficiente estructura de
organización en su gobierno, optimizar y manejar las cuentas públicas
correctamente. En el caso de la Gran Colombia cuya dimensión era enorme,
para triunfar el proyecto, se requería casi la perfección en la organización del
Gobierno: fluidez en las comunicaciones, efectividad en la implementación de
decisiones, otorgamiento claro de autoridad a funcionarios, definición de
responsabilidades, etc. Lamentablemente, en los departamentos de la Gran
Colombia, la organización del gobierno fue muy pobre, prevalecía el caos y las
cuentas se manejaban irresponsablemente. Bolívar no tuvo políticas económicas
claras, actuó de acuerdo a lo dictado por su personalidad. En cuanto a la política
fiscal fue más perjudicial que la española porque además de mantener los
mismos impuestos, exigió “contribuciones” a los empresarios y profesionales.
Estos impuestos disfrazados tuvieron severa oposición en Quito. Se desconoce
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cuánto se gastó durante la Independencia de Ecuador y el monto de lo aportado
a la de Perú, además de si fueron bien invertidos los dineros. Lo único que se
sabe es la asignación de la deuda externa inglesa, valor que posiblemente fuera
inferior a lo gastado con recursos ecuatorianos, particularmente guayaquileños.
Bolívar desde donde se encontraba enviaba comunicaciones para que del
producto de las recaudaciones de la Aduana de Guayaquil se usaran los fondos
para hacer pagos por compras de barcos u otros recursos bélicos. La
contabilidad del gobierno fue introducida recién en la Presidencia de Vicente
Rocafuerte.

En el tema de Guayaquil, Bolívar también mostró muy pocas dotes de estadista,


le faltó habilidad diplomática para ganarse la confianza y respeto de todos los
guayaquileños. Él veía en Guayaquil la fuente de riqueza para financiar sus
guerras en el resto del país y Perú, y puerto de entrada para sus tropas. A esa
fecha, Guayaquil era la ciudad más rica de Ecuador y la principal generadora de
divisas por tener el dominio de las exportaciones. Bolívar ya había hecho
contacto con Olmedo, quien era la máxima autoridad en la Provincia de
Guayaquil, a raíz de que este último envió emisarios a Bolívar y San Martín para
hacerles partícipes del gran triunfo del 9 de Octubre de 1820. Pero la intención
de Olmedo no era entregarle la Provincia a ninguno de los dos. Las cartas de
Bolívar a Olmedo fueron prepotentes y autoritarias, sin conocer Guayaquil se
sentía dueño de la ciudad y con autoridad divina para decidir su futuro, como se
aprecia en la carta del 18 de Enero de 1822. En ella se expresa en duros
términos de Francisco Roca, uno de los patriotas guayaquileños, hermano de
Vicente Ramón Roca, quien sería Presidente de Ecuador:

“La copia que tengo el honor de incluir á V. E. manifiesta claramente los


sentimientos del Señor Francisco Roca miembro de ese gobierno. Ella no solo
hace creer que el Sr. Roca es un declarado enemigo del Gobierno de Colombia
sino que induce a conjeturar que lo es de la libertad de Guayaquil. Complacerse
con la disolución de los cuerpos, con la divergencia de opiniones y en la·
debilidad de las fuerzas que deben resistir al enemigo de América; llamar
tunantes á los oficiales que propenden a la incorporación de Guayaquil a
Colombia, es mostrar o que desconoce la verdadera debilidad de su país o los
derechos incontestables de Colombia o mas bien es mostrar que cree que los
esfuerzos de ese pueblo para recobrar su libertad, se han hecho para su
engrandecimiento personal. y para proporcionar un teatro á su ambición. Yo
creo que esta carta debe despertar y llamar toda la atención de ese gobierno
sobre sus verdaderos intereses y sobre su verdadera felicidad; ese gobierno
sabe que Guayaquil no puede ser un Estado independiente y soberano ese
gobierno sabe que Colombia no puede ni debe ceder sus legítimos derechos y
ese gobierno sabe en fin que en América no hay un poder humano que pueda
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hacer perder a Colombia un palmo de la integridad de su territorio. Yo creo
Señor Excmo. que ya es tiempo de obrar de un modo justo racional y
conveniente á los intereses de esa provincia demasiado tiempo expuesta a
vaivenes de la fortuna y a azares de la guerra, pero oportunamente auxiliada y
protegida por las armas de Colombia”.

Olmedo pretendió liberar al resto de las provincias de Ecuador, sin la ayuda de


nadie, para lo cual organizó la División Protectora de Quito, ejército que
lamentablemente sufrió una derrota en Noviembre de 1820. Fue en ese
momento en que Olmedo se vio obligado a pedir ayuda a San Martín y Bolívar,
mostrando más cercanía con el primero. Esto se observa por el número de
cartas suyas a los dos. Con Bolívar hubo un intercambio de comunicaciones
muy limitado. Mientras Olmedo estuvo en su cargo destinó importantes capitales
para financiar la traída de los soldados colombianos que marcharían a Quito y
luego el costo logístico para mantenerlos en el país hasta la batalla de
Pichincha. También financió el envío de tropas a San Martín, uniformes y cacao
para que con el producto de la venta, tuviera dinero para cubrir las necesidades
militares. Todo este gran esfuerzo no fue reconocido por Bolívar, quien veía en
Olmedo un serio obstáculo para apoderarse de Guayaquil.

El inicio del fin de Bolívar fue pretender modificar la constitución peruana y


colombiana adaptándolas a la boliviana, cuando él conocía que por ley durante
diez años no se podía modificar la colombiana. Pretender imponer su voluntad
en tema tan delicado, le causó a Bolívar hacerse de enemistades en los cuatro
países y romper amistad con personas influyentes como Olmedo, Rocafuerte,
Roca y Elizalde en Ecuador y sus similares en las demás repúblicas.
Simultáneamente los enemigos de Bolívar, sin ponerse de acuerdo, en sus
respectivos países decidieron encontrar la forma de acabar con el poder
absoluto e indivisible que Bolívar quería para sí.

Henri Villaume Ducoudray-Holstein, edecán y confidente del Libertador de


Bolívar, escribió dos libros, “Memorias de Bolívar” sobre sus experiencias con él
y la sociedad grancolombiana. El primero fue publicado en 1830 y el segundo en
1855. Este franco-alemán veterano de las guerras napoleónicas fue
considerado detractor en tiempos de Bolívar; los bolivarianos no lo pueden ver.
En el segundo libro critica duramente la personalidad de Bolívar. Entre las
páginas dedicadas a analizar la gestión de Bolívar, el autor se pregunta:
“¿Quién en Colombia es capaz de producir buenas leyes? Quién es capaz de
hacer ver al pueblo la importancia de las buenas leyes y persuadirlo a que se
deben cumplir a pesar de que ellas puedan ir en contra de sus intereses. Si
Bolívar hubiera puesto el ejemplo de cumplirlas, se hubiese logrado grandes
resultados. Pero infortunadamente para Colombia y ciertamente para el resto de
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las nuevas repúblicas, Bolívar no tenía virtud, firmeza ni talento para levantarse
sobre su esfera de mediocridad, pasión, ambición y vanidad. Él se encuentra
muy distante de sentar los cimientos para buenas leyes, escuelas, instituciones
útiles y comercio floreciente. Hubiera consultado a hombres de experiencia y
virtud y rodeado de gente con talento y probidad. Pero ¿qué ha hecho este
hombre durante los últimos cuatro años, es decir, desde 1824, cuando Colombia
se libró del último soldado español? En lugar de permanecer en su país para
establecer un sólido gobierno, lo vemos tan temprano como 1822, buscando
nuevos campos para su ambición, una nueva escena de lo que él considera su
gloria. Él va al Sur, se apodera de un país, destruye el Congreso de Perú y se
coloca como cabeza despótica de un gobierno militar y allí renueva las villanías
dictatoriales de 1823 y 1814 de Venezuela. Por la fuerza de las armas, él separa
una porción de Perú y la llama república de Bolivia, de la cual él es su
presidente y protector”.

Ducoudray-Holstein continua analizando todos los desaciertos que en su opinión


fueron cometidos por Bolívar. Juan Carlos Vela, en su ensayo, El Bolívar
desconocido, comenta que los libros le sirvieron a Karl Marx para escribir la
biografía de Bolívar donde lo critica severamente y describe en duros términos.

La personalidad de Bolívar, que incluía un fuerte temperamento, una relación de


amor y odio con sus amigos y colaboradores y una lengua que no podía
controlar, además de su falta de visión práctica, lo llevó al ostracismo. A los
quiteños los tachó de bochincheros, de Sucre, su más cercano colaborador, no
tuvo buenas expresiones e incluso pretendió quitarle méritos cuando comparó
las victorias de Bomboná y Pichincha. En una carta enviada a Santander le
comenta sobre ese tema:

“(…) Sucre tenía mayor número de tropas que yo y menos el número de


enemigos.(…) La victoria de Bombona es mucho más bella que la de Pichincha.
La pérdida de ambos ha sido igual y el carácter de los enemigos muy desigual.
El general Sucre no sacó más ventajas que yo (…) él se ha cogido la copia de
nuestras conquistas”.

El historiador Rafael Rojas, en su artículo El bicentenario y la tradición,


publicado en el diario español, El País el 22-11-2009, comenta:

“Para aquellos fundadores de la Hispanoamérica moderna el arquetipo del


estadista republicano era George Washington, quien en 1796, a punto de
cumplir su segundo mandato presidencial, declinó postularse a una segunda
reelección y se retiró a la vida privada en Mount Vernon. Desde 1808 esos
pensadores comenzaron a contraponer la figura de Washington a la de
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Napoleón, a quien vieron como una encarnación moderna del cesarismo que
había malogrado la república romana. A partir de 1826, Bolívar comenzó a ser
visto, también, como un nuevo César. Benjamin Constant resumiría ese
desencanto hacia la figura del Libertador en un discurso ante el Parlamento
francés: ‘No, la dictadura nunca es un bien; la dictadura nunca es lícita. Nadie
está lo suficientemente por encima de su país y de su tiempo para tener derecho
a desheredar a sus ciudadanos’ Si hace 200 años, los fundadores de
Hispanoamérica imaginaron repúblicas sin democracia, hoy, en América Latina,
parecen construirse democracias sin república. [….] El ascenso del autoritarismo
de izquierda en la última década, desplazó el péndulo al otro extremo:
reelección indefinida, control de la sociedad civil y los medios de comunicación,
capitalismo de Estado, caudillismo. A 20 años de la caída del muro de Berlín,
todos los países latinoamericanos, menos Cuba, son democráticos, pero la
democracia vive amenazada por la crisis de los valores republicanos que
decidieron la ruptura con la monarquía absoluta”

“Atribuir a Bolívar una ‘concepción democrática revolucionaria’, ‘antiburguesa’ o


‘anticapitalista’, como hizo el presidente Hugo Chávez en su discurso de toma
de posesión, el 10 de enero de 2007, es, cuando menos, una burla a dos siglos
de estudios bolivarianos en Iberoamérica. Ese Bolívar protomarxista no sólo es
cuestionable desde las conocidas ideas de Marx sobre Bolívar, sino desde los
propios textos políticos y constitucionales del Libertador. Con el Bolívar de
Chávez sucede como con el Martí de Fidel Castro: dos estadistas republicanos
del siglo XIX que terminan siendo desconectados de su propia tradición e
incrustados en las izquierdas marxistas del siglo XX.”

La desaparición de la Gran Colombia no cambió en nada la forma de gobernar y


hacer política en la República de Ecuador y otras en la América Latina. Esta
característica peculiar latinoamericana llevó a Bernardo O’Higgins a comentar
“Las revoluciones y los gobiernos se suceden por nuestros países como el
viento” y a San Martín, “cuando uno piensa que tanta sangre y sacrificio no han
sido empleados más que para perpetuar el desorden y la anarquía, se le llena el
alma del más cruel desconsuelo”.

Ecuador ingresó al siglo XXI, sin lograr todavía hacer realidad el sueño de
Bolívar y de los Padres de la Patria, grandes soñadores, pero muy poco
adicionales y prácticos

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