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Introducción.

La ansiedad es un sentimiento humano normal que todos experimentamos cuando nos


enfrentamos con situaciones que consideramos difíciles o
que suponen una amenaza.

Con frecuencia llamamos a este sentimiento estrés, pero


este término puede resultar confuso ya que la misma
palabra puede ser utilizada para hacer mención a dos cosas
diferentes; por una parte a las cosas que nos ponen
nerviosos y por otra a nuestra reacción ante ellas. Por esta razón no emplearemos el
término estrés en este folleto.

Cuando nuestra ansiedad es el resultado de un problema más o menos prolongado,


como puede ser la presencia de dificultades económicas, lo llamamos preocupación. Si
es una respuesta repentina ante una amenaza inmediata o un peligro inminente como
puede ser el mirar desde lo alto de un precipicio o el enfrentarse a un perro rabioso lo
llamamos miedo.

Normalmente, tanto el miedo como la ansiedad nos son útiles ya que nos permiten
evitar situaciones peligrosas, nos ponen alerta frente a las mismas y nos suministran
motivación para afrontar los problemas. Sin embargo, si estos sentimientos se vuelven
demasiado intensos o duraderos pueden interferir nuestra capacidad para hacer las cosas
que queremos y hacernos sentir desdichados e infelices.

Una fobia es un miedo ante situaciones particulares u objetos que no son peligrosos y a
los que la mayoría de la gente no considera problemáticos.

Síntomas.

Ansiedad

Mentales:

• Sentirse preocupado todo el tiempo.

• Sentirse cansado.

• Incapacidad para concentrarse.

• Sentirse irritable.

• Dormir mal.
Corporales:

• Palpitaciones (latidos irregulares).

• Sudoración.

• Tensión y dolores musculares.

• Dificultad para respirar.

• Vértigo.

• Mareos, desvanecimientos.

• Indigestión.

• Diarrea.

Las personas ansiosas suelen confundir estos síntomas con indicios de la presencia de
enfermedades físicas graves, y esta preocupación puede hacer que los síntomas incluso
empeoren. Los episodios inesperados y repentinos de ansiedad son llamados pánico, y
generalmente llevan a la persona a huir rápidamente de la situación en la que se
encuentran cuando el ataque tiene lugar. Ansiedad y pánico con frecuencia se
acompañan de sentimientos de depresión, de forma que la persona ansiosa puede
sentirse malhumorada, perder el apetito y ver el futuro como triste y sin esperanza.

Fobias

Una persona con una fobia tiene intensos síntomas de ansiedad como los descritos con
anterioridad que suelen surgir en determinados momentos ante situaciones particulares
consideradas como amenazantes. En otros momentos los pacientes no suelen sentirse
ansiosos. Si usted tiene una fobia a los perros, usted se sentirá bien si no hay perros a su
alrededor. Si a usted le asustan las alturas, usted se sentirá bien a nivel de tierra. Si usted
no puede afrontar situaciones sociales, usted se sentirá tranquilo cuando no exista gente
a su alrededor.

Una fobia suele conducir a quien la sufre a evitar aquellas situaciones en las que se
siente ansioso y esto hará que la fobia empeore según transcurre el tiempo. También
puede dar lugar a que la vida de la persona llegue a estar progresivamente dominada por
las precauciones que tiene que tomar para evitar las situaciones que teme. Los que
sufren fobias generalmente saben que no existe un peligro real y que su miedo es
irracional e injustificado y como consecuencia pueden sentirse estúpidos sobre sus
temores ya que son incapaces de controlarlos. Una fobia es más probable que
desaparezca si ha comenzado tras un acontecimiento estresante o traumático.

¿Son frecuentes?
Cerca de una de cada diez personas tendrá ansiedad
patológica o fobias en algún momento de su vida. Sin
embargo, la mayoría de ellos nunca solicitará tratamiento
al respecto.

Causas.

Algunas personas parecen haber nacido con una tendencia a ser ansiosos (la
investigación sugiere que esta tendencia puede ser heredada a través de nuestros genes).
Sin embargo, aún incluso la gente que no es ansiosa por naturaleza puede llegar a estar
ansiosa si se le somete a la presión suficiente.

En ocasiones parece bastante evidente la causa de la ansiedad, y cuando los problemas


desaparecen también lo suele hacer la ansiedad. Sin embargo, existen ciertas
circunstancias que son tan turbadoras y estresantes que la ansiedad que causan puede
persistir tras el suceso. Estas situaciones generalmente suponen una amenaza para la
vida como puede ser el caso de accidentes de automóvil, accidentes de tren o incendios.
Las personas involucradas pueden sentirse nerviosas y ansiosas meses incluso años
después del suceso, aún incluso si no resultaron heridos físicamente, constituyendo lo
que conocemos como trastorno por estrés postraumático.

A veces la ansiedad puede ser consecuencia del consumo de drogas del tipo de las
anfetaminas, el LSD o el éxtasis. Incluso la propia cafeína presente en el café o en las
bebidas con cola puede ser suficiente para hacernos sentir a algunos de nosotros
inconfortablemente ansiosos.

Por otra parte, puede no estar claro el porqué una persona en particular se siente ansiosa,
ya que su ansiedad puede deberse a una mezcla de factores: su personalidad, las cosas
que le han ocurrido, o cambios vitales como puede ser un embarazo.

Buscando ayuda.

Si estamos sometidos a gran cantidad de tensión podemos sentirnos ansiosos o


temerosos por mucho tiempo. Generalmente superamos estos sentimientos ya que
conocemos qué es lo que los está causando y cuando finalizará la situación. Por
ejemplo, la mayoría de nosotros se sentirá ansioso antes de un examen de conducir, pero
podemos afrontarlo porque sabemos que estos sentimientos desaparecerán una vez que
el examen finalice.

Sin embargo, algunas personas pueden tener esos sentimientos durante mucho tiempo
sin saber qué se los está causando y por tanto no sabiendo cuándo desaparecerán. Esta
situación es mucho más dura de afrontar y generalmente se necesitará la ayuda de
alguien. Los pacientes en ocasiones no desean solicitar ayuda porque piensan que los
demás pueden considerar que están "locos". De hecho, lo cierto es que las personas con
ansiedad y temores no suelen padecer enfermedades mentales graves. Además, es
mucho mejor solicitar ayuda lo antes posible que sufrir en silencio.
En ocasiones, las personas con ansiedad y fobias pueden no querer hablar acerca de esos
sentimientos, ni siquiera con su familia o amigos íntimos. Aún así, es fácil darse cuenta
de que las cosas no van bien. El que sufre de ansiedad o tiene una fobia tiende a estar
apagado y tenso, y puede asustarse o sobresaltarse fácilmente por sonidos normales
como pueden ser el timbre de la puerta o la bocina de un coche. Suelen estar irritables y
esto puede dar lugar a discusiones frecuentes con las personas que les rodean,
especialmente si éstas no comprenden el hecho de que no pueda hacer ciertas cosas. En
otras ocasiones, aunque los amigos y la familia puedan comprender el malestar causado
por la ansiedad, pueden encontrar difícil el convivir con ella, especialmente si los
temores parecen irracionales.

Ansiedad y fobias en los niños.

La mayoría de los niños pasan épocas en las que se sienten muy asustadizos ya que es
parte normal de su crecimiento. Por ejemplo, los niños pequeños suelen estar muy
unidos a las personas que los cuidan, y si por alguna razón son separados de ellas
pueden ponerse muy ansiosos. Muchos niños se asustan de la oscuridad o de monstruos
imaginarios. Estos miedos suelen desaparecer cuando el niño crece y generalmente no
suponen una merma en la vida del niño ni interfieren con su desarrollo. La mayoría de
los niños se sentirán ansiosos ante acontecimientos importantes en su vida como puede
ser el primer día de colegio, pero pronto se les pasa y son capaces de disfrutar con la
nueva situación.

Los adolescentes pueden con frecuencia estar malhumorados. A esta edad tienden a
preocuparse por su imagen, por lo que los demás piensan de ellos y por sus relaciones
con otras personas, especialmente con las del sexo opuesto. Estas preocupaciones suelen
superarse hablando sobre ellas. Sin embargo, si son demasiado intensas pueden afectar
su vida de forma que otras personas pueden darse cuenta de que disminuye su
rendimiento escolar, que se comportan de forma diferente o de que no se sienten
físicamente bien.

Si un niño o un adolescente se sienten tan ansiosos o temerosos que ésto afecta


negativamente su vida, es una buena idea el consultar a su pediatra o médico de
cabecera para que lo valore.

Ayudando a las personas con ansiedad y fobias.

Hablar sobre el problema puede ayudar cuando la


ansiedad surge ante algún problema o conflicto
reciente, como puede ser la pérdida del empleo, el
tener un hijo enfermo o que le abandone su esposa.
¿Con quién hemos de hablar? Lo recomendable sería
el intentar hablar con amigos o familiares en los que
se confíe, cuyas opiniones se respeten, y que sepan
escuchar. Ellos pueden haber tenido el mismo
problema o conocer a alguien que lo haya tenido. A
la vez que tenemos la oportunidad de hablar, podemos ser capaces de darnos cuenta de
cómo otras personas han afrontado un problema similar.

Los grupos de autoayuda son una buena forma de entrar en contacto con personas con
problemas similares. Ellos serán capaces de comprender lo que tu estás pasando y te
podrán sugerir alguna forma de superar la situación. Estos grupos pueden estar
centrados en la ansiedad y las fobias, o pueden estar constituidos por personas que han
pasado experiencias similares (grupos de mujeres,
grupos de pacientes en duelo, grupos de
supervivientes de abusos).

Aprender a relajarse puede ser de gran ayuda para


controlar la ansiedad. Podemos aprender a
relajarnos a través de grupos o de profesionales,
aunque también existen libros y cintas de audio y de
video que pueden enseñarnos. Es una buena idea
practicar con regularidad este tipo de técnicas y no
sólo cuando se está en crisis.

La psicoterapia es un tratamiento a base de hablar pero más intensivo que nos puede
ayudar a comprender y a afrontar aquellas razones de nuestra ansiedad que podemos no
haber reconocido nosotros mismos. Este tipo de tratamiento puede tener lugar en grupos
o individualmente, generalmente con frecuencia semanal durante varias semanas o
meses, con psicoterapeutas que pueden ser o no médicos.

Si lo anterior no es suficiente, existen diferentes profesionales que pueden ayudarle -el


médico de cabecera, el psiquiatra, los psicólogos, los trabajadores sociales, las
enfermeras, consejeros-.

La medicación puede ser de gran utilidad en el tratamiento de algunas personas con


ansiedad y fobias.

Los tranquilizantes más frecuentes son los fármacos del tipo Valium o Diazepan, las
benzodiacepinas (la mayoría de las pastillas para dormir pertenecen a esta clase de
medicamentos). Son muy eficaces en el alivio de la ansiedad, pero sabemos que pueden
ser adictivos tras sólo 4 semanas de uso continuado. Además, cuando se trata de
suspender estos fármacos se puede experimentar síntomas de abstinencia desagradables
que pueden durar cierto tiempo. Este tipo de medicamentos debe ser empleado
únicamente durante breves períodos de tiempo, quizás para ayudar en una situación de
crisis. No deben ser empleados en tratamientos a largo plazo de la ansiedad.

Por otra parte, los antidepresivos no son adictivos y pueden ayudar a aliviar la
ansiedad así como la depresión para la que habitualmente son prescritos. Algunos de
ellos incluso parecen tener un efecto específico en ciertos tipos de ansiedad. Uno de sus
defectos es que suelen precisar de 2 a 4 semanas antes de ser eficaces y que algunos
pueden causar sedación, vértigo, sequedad de boca y estreñimiento. El tomar ciertos
antidepresivos especiales como los IMAOS requiere el tener que seguir una dieta.

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