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Cultura y amnesia

Hildamar Vilá1

“Se solicitan donantes de memoria”.

Consigna del Movimiento por la Recuperación de la


Memoria Histórica en España

“La amnesia de la represión es una de las formas más vivas


de la memoria”.

Jacques Lacan, Función y campo de la palabra

El propósito de la siguiente reflexión es hacer una breve exploración por distintas

manifestaciones de la amnesia en la cultura y formular algunas preguntas que seguiré

desarrollando en futuras reflexiones. Intentaré trazar una trayectoria desde la amnesia de

la especie a la amnesia infantil a la amnesia histérica, para luego puntuar algunos debates

en torno a las políticas del olvido en la cultura contemporánea.

I. De la amnesia de la especie a la amnesia infantil a la amnesia histérica

Una amnesia congénita marca el nacimiento de la cultura, el surgimiento de la

condición humana. Este “olvido” enlazado a nuestra evolución responde, en palabras de

Freud, a un “quebranto”, a una alteración en el instinto de adaptación que impulsa a las

otras especies; es el trauma de la pérdida con que inicia la vida humana, el deseo, la

palabra. Con el apremio de la vida (Ananké) ciertas funciones naturales e inherentes a

los seres vivientes y destinadas a preservar la especie son subvertidas. El nacimiento, el

crecimiento, la reproducción y la muerte son funciones trastocadas en la cría humana por

otra urgencia cuyo ritmo imparable se distancia del ritmo cronológico de la vida. Dicho

1
vilahilda@yahoo.com
de otro modo, hay algo que quebranta la “naturalidad” del ciclo vital del sujeto y nos

introduce en otra dimensión del tiempo. Al respecto Gómez (2002) sostiene que “no es

solamente que el sujeto pierda su naturalidad…, que pierda -con el quebranto del instinto

y la necesidad- un saber sobre la conservación, el saber de una programación inscrita en

el principio de inercia y la lógica de la supervivencia. Al perder su naturalidad e

inscribirse en el orden de la cultura, se introducen para el sujeto las paradojas del placer,

el escollo y los avatares de la satisfacción, el malestar del deseo y por otro lado, el

problema del goce” (p. 34).2 “Placer”, “satisfacción”, “deseo” y “goce” son conceptos

que nos incitan a pensar sobre los efectos en la cría humana de su llegada prematura al

mundo interpretado. El necesario amparo del otro en la cultura nos inserta en el mito, en

la historia que nunca termina (the never ending story) por la búsqueda incesante del

objeto de satisfacción.

La metáfora del eslabón perdido, de esa pregunta que aún persiste en torno al

origen del ser humano, cobra nuevos significados en el campo de la teoría psicoanalítica.

El quebranto de la herencia o memoria animal (genética) dará paso a otra memoria

propiamente humana, enlazada al lenguaje, a la constitución del psiquismo. De la cadena

de la evolución nos transferimos al registro de la cadena significante; de la lógica del

instinto a la lógica de la pulsión; del orden de la necesidad al orden del deseo.

Memorias, fantasías y olvidos van conformando simultáneamente la historia del sujeto y

la cultura.

¿Cómo se conciben la memoria y el olvido en la teoría psicoanalítica? En sus

primeros escritos, Freud (1895) sostiene que “la memoria, el poder de una vivencia para

2
Gómez, M. (Mayo, 2002). Quebrantos del bien-estar. En Actas XI Coloquio: Paradojas de la ética.
San Juan, PR: Taller del Discurso Analítico.
seguir produciendo efectos, depende de un factor que se designa magnitud de la

impresión, y de la frecuencia con que esa misma impresión se ha repetido” (p. 345).3

El término vivencia nos introduce de entrada en la dimensión de un sujeto deseante y un

cuerpo sometido a los imperativos de satisfacción pulsional; apunta a cómo el encuentro

o la excitación provocada por el toque/palabra/deseo del otro se inscribe en el psiquismo.

Implica una decisión o reacción inconsciente ante el efecto de las ocurrencias del mundo

exterior. Freud puntúa que no importaban las excitaciones que un individuo hubiera

experimentado en su infancia sino, sobre todo, su reacción frente a estas vivencias, es

decir, si había respondido o no con la ‘represión’ a las impresiones (Freud, 1906, p.

268).4 En términos semánticos, una impresión significa “reproducción de un texto”,

“estampación o huella producida por medio de una presión”, y “efecto o alteración”.

Jeroglíficos, letras, en la pizarra mágica de la memoria que se van inscribiendo y

resignificando a posteriori en la historia del sujeto.

¿En qué consisten estas impresiones, huellas mnémicas que enlazan cuerpo y

lenguaje? En uno de sus últimos escritos, Freud (1939) concibe los traumas como

“vivencias en el cuerpo propio o bien percepciones sensoriales, las más de las veces de lo

visto y oído”; se refieren a “impresiones de naturaleza sexual y agresiva, y a daños

tempranos del yo (mortificaciones narcisistas)” (p. 72).5 Infaltables desengaños,

impotencia, insatisfacción, frustraciones, excesos de excitación, angustia, dolor… son

muchos los motivos para reprimir, para no querer saber, para desconocer el deseo.

3
Freud, S. (1895). Proyecto de psicología. Obras Completas, Vol. I. Buenos Aires: Ed. Amorrortu
4
Freud, S. (1906). Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis. Obras
Completas, Vol. VII. Ed. Amorrortu.
5
Freud, S. (1939). Moisés y la religión monoteísta. Obras Completas, Vol. XXIII. Ed. Amorrortu.
En Tres ensayos de teoría sexual, Freud (1905) nos habla de una peculiar

amnesia que cubre los primeros años de la infancia en la mayoría de los seres humanos.6

Una de las grandes paradojas de la memoria que señala es cómo el sujeto no recuerda

nada de su vida anímica en estos primeros años, aún cuando en ningún otro período de la

vida la capacidad de reproducción y de recepción es mayor que en los años de la infancia:

“Tan habituados estamos a esta falta de recuerdo para las impresiones infantiles que
solemos ignorar el problema que tras ella se oculta, y nos inclinamos a considerarlo algo
natural, dado el estado rudimentario de la actividad anímica en el niño. En realidad, el
niño de desarrollo normal nos muestra, ya a la edad de tres a cuatro años, una enormidad
de operaciones anímicas de suma complejidad en sus comparaciones, razonamientos, y
en la expresión de sus sentimientos; y no se intelige sin más que debiera de haber
amnesia para estos actos psíquicos, tan plenamente equiparables a los de una edad
posterior” (Freud, 1899, p. 298).7

Amnesia, pérdida de la memoria, olvido sostenido. ¿Qué es lo que se

olvida/descuida/desvela en eso que llamamos amnesia? La amnesia infantil convierte la

infancia de cada individuo en un tiempo anterior, prehistórico, que oculta los comienzos

de su propia vida sexual. En esta pérdida de memoria ligada a lo infantil Freud ubica la

génesis de la neurosis y, en particular, de la amnesia histérica. “Sin amnesia infantil”,

nos dice, “no habría amnesia histérica” (Freud, 1905, p. 159). En este contexto el olvido

aparece como una inevitable secuela del desarrollo psicosexual y la neurosis como una

consecuencia de este “olvido”, de una represión originaria que da paso al surgimiento de

lo inconsciente.

Espejismos del recuerdo, lagunas de la memoria, recuerdos encubridores son

términos utilizados por Freud para apalabrar las coartadas de la represión. Subterfugios,

excusas refugios, auto engaños del sujeto para lidiar con la verdad, con la imposibilidad;

estrategias del psiquismo que irremediablemente enlazan eso que llamamos memoria con

6
Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. Obras Completas, Vol. VII. Ed. Amorrortu.
7
Freud, S. (1899). Sobre los recuerdos encubridores. Obras Completas, Vol. III. Ed. Amorrortu.
la imaginación. En sus Escritos, Lacan (2000) sostiene que el inconsciente es

precisamente “ese capítulo de mi historia que está marcado por un blanco u ocupado por

un embuste: es el capítulo censurado” (p. 249).8 En los casos de amnesia histérica,

Freud nos dice que “nunca faltan amnesias reales, lagunas de la memoria en las que han

caído no sólo recuerdos antiguos, sino aun muy recientes; además, espejismos del

recuerdo [paramnesias] que se formaron secundariamente para llenar estas lagunas” (p.

17).

Laguna, del latín lacuna, significa hoyo, agujero; es lo que falta o se desconoce.

Espejismo, de espejo, significa “ilusión de la imaginación”. Ante la falta de satisfacción

plena, ante el hueco instaurado por el lenguaje, el yo se ampara en la ilusión del objeto

perdido y construye recuerdos en los que va dibujando su propia imagen. Para Freud, las

fantasías son edificios protectores y provienen en su mayoría de lo oído, sonidos que

adquirieron un sentido con posterioridad. En su guión fantasmático el sujeto re-crea

escenas en las que asume posiciones simbólicas e imaginarias respecto al otro y cuya

repetición le depara unos modos particulares de satisfacción pulsional.

Engañoso mecanismo de defensa, mutación de la adaptación, la represión

garantiza el retorno de lo que se quiere y no se quiere olvidar. El analizado, nos dice

Freud, no recuerda nada de lo olvidado y reprimido, pero lo actúa, “lo repite sin saber que

lo hace”. Recordar, repetir y reelaborar aparecen entonces como modos contrastantes de

evocar lo pasado en el presente; verbos que asumen diferentes estrategias subjetivas.

Mientras que en el acting-out, el sujeto desconoce el significado de lo que repite, y por

tanto no asume responsabilidad por su deseo, el trabajo de reelaboración a través de la

palabra implica el acto de asumir un giro de posición frente al espejismo del recuerdo, y
8
Lacan, J. (2000). Función y campo de la palabra y el lenguaje. Escritos I. México: Siglo XXI.
un reconocimiento de las urgencias que impulsan a repetir ciertas vivencias

displacenteras. Lo importante entonces no es revivir los acontecimientos formativos del

pasado; en el caso de la reelaboración, como bien sostiene Lacan (1953), “se trata menos

de recordar que de reescribir la historia” (p. 29).

Así, vemos que en esta concepción la memoria se concibe como discursiva,

imaginativa, selectiva y sujeta a un tiempo no cronológico según el cual puede

transformarse. La amnesia, laguna de la memoria, desierto del lenguaje, aparece como

síntoma de la cultura, constatación de lo inconsciente como constitutivo del sujeto

humano. ¿Cuál es el alcance de la teoría psicoanalítica para dar cuenta de la memoria y

el olvido a nivel colectivo? ¿Rememorar los eventos traumáticos del pasado previene la

repetición de eventos similares en el presente? ¿Cómo pensar los efectos psíquicos y

sociales de las diversas políticas del olvido –de la represión- en la cultura? ¿Qué, cómo

y por qué se nos insta a recordar y a olvidar a nivel colectivo?

II. Políticas del olvido en la cultura

Ante su amnesia congénita, la humanidad históricamente ha edificado sus mitos

protectores para lidiar con la falta, con los límites de la sexualidad y la muerte. Para

Gerber (1992), “el síntoma que la historia –compulsivamente- repite es esta imposible

restitución del estado armónico que los hombres debieron resignar para ser hombres” (p.

146).9 Religiones, ciencias, filosofías y doctrinas de diversa índole son algunas de las

sublimaciones que hemos construido para dar sentido al malestar que quedó enlazado a la

9
Gerber, D. (1992). La represión y el inconsciente. En N. Braunstein, La reflexión de los conceptos de
Freud en la obra de Lacan. Ediciones de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis.
cultura como saldo de la humanización del animal; homo sapiens, único animal que

piensa y se regodea en su sufrimiento.

Hoy día, pareciera que la conjunción entre los discursos de la ciencia y el capital

más allá de buscar respuestas a los por qué del sinsentido, dirigen sus esfuerzos a

convencernos de cómo (“How to”…) es posible dejar de pensar en “eso”, de cómo

podemos erradicar el malestar o, al menos, sus dolorosas reminiscencias. Este giro en el

posicionamiento de las preguntas nos introduce, por supuesto, en el lucrativo mundo del

mercado donde las ofertas de imágenes en el laberinto especular del consumo son tan

infinitas como las demandas de solución y absolución de los sujetos. Esta política del

olvido dirigido, de la amnesia que con goce asumimos, al igual que toda estrategia de

represión, tarde o temprano resulta engañosa.

A modo de ilustración, Pommier (2002) plantea que un hombre angustiado que

bebe alcohol con regularidad, y piensa que debería abstenerse de hacerlo, puede ingerir

ansiolíticos con prescripción médica, y así “ignorar” cualquier culpa consciente al pasar

de una droga relativamente ilegal a una droga legal. El medicamento desubjetiviza la

causa, ya que significa implícitamente que se trata de un desorden “orgánico” y no

“moral”. De este modo, “el fantasma de la organicidad funciona como una religión que

se ignora a sí misma… La ciencia sabe muchas cosas, pero ignora su propio papel

religioso que da lugar a una fe” (Pommier, pp. 49-51).10

Lacan ya anticipaba las consecuencias del enlace entre la ciencia y el capital, al

plantear cómo el yo del hombre moderno tomó su forma en el callejón dialéctico del

“alma bella” que no reconoce la razón misma de su ser en el desorden que denuncia en el

mundo. La salida que se ofrece al sujeto, nos dice Lacan (2000), “se halla precisamente
10
Pommier, G. (2002). Los cuerpos angélicos de la posmodernidad. Ediciones Nueva Visión.
en el interior de la enorme objetivación constituida por esa ciencia, que le permitirá

olvidar su subjetividad… su existencia y su muerte, al mismo tiempo que de desconocer

en una falsa comunicación el sentido particular de su vida” (pp. 271-72).

Borrar los recuerdos de vivencias dolorosas como en la película Eternal sunshine

of the spotless mind, parece ser la propuesta de dos grupos de investigadores que en

distintas partes del mundo han identificado dos diferentes “moléculas de la memoria”.11

Contrario a la hipótesis de que la memoria consiste en un almacenamiento estático de

información, los estudios plantean que la actividad y el refuerzo continuo de estas

enzimas actúan como un motor que consigue mantener “vivo” el recuerdo de lo

aprendido. El olvido se produce al bloquear o inhibir la acción de estas enzimas. Según

uno de los investigadores, estos conocimientos sirven para desarrollar futuros fármacos

“anti-recuerdos” e “innovadores” procedimientos que se podrían aplicar a víctimas de

estrés post-traumático (PTSD), para aliviar la sensación de dolor, entre otras.

La teoría psicoanalítica provee un campo fértil de análisis para las múltiples

preguntas clínicas y éticas que suscitan estos estudios. Por otra parte, este debate también

me hace pensar en lo que Paul Ricoeur (2004) llama una de las paradojas de la

experiencia histórica: se tiene demasiada memoria para unos acontecimientos del pasado

y muy poca memoria para otros. Resulta interesante la comparación que hace Ricoeur

entre el exceso de memoria -como ocurre en el PTSD o las eternas luchas entre algunos

pueblos- y la compulsión a repetición que sustituye el acting-out por el trabajo de

reelaboración.12

11
De Martos, C. (oct, 2008). Un equipo de investigadores logra borrar recuerdos de forma selectiva.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2008/10/22/neurociencia/; De Benito, E. (sept, 2007). La molécula
de la memoria. http://www.elpais.com/
12
Ricoeur, P. (2004). Memory, history, forgetting. University of Chicago Press.
¿Qué se recuerda y se olvida en la historia de un grupo cultural? ¿Cómo ciertos

significantes perduran o se borran con el tiempo?

Ante la impunidad político-económica que silencia la tortura y desaparición de

millares de personas en América Latina, la psiquiatra argentina Lucila Edelman (2002)

utiliza el término políticas de la memoria y del olvido para dar cuenta de cómo en una

comunidad los acontecimientos, lo que queda inscrito o qué tipo de representación social

se crea (la historia oficial) se procesan de forma selectiva, muchas veces de acuerdo a

determinadas ideologías o discursos hegemónicos en cada contexto.13 Mientras el mundo

entero es convocado a recordar los actos terroristas del “9/11”, el documental White light,

black rain, nos presenta cómo los jóvenes de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki

desconocen la fecha y los sucesos del lanzamiento de la única bomba nuclear lanzada en

la historia de la humanidad precisamente sobre estas ciudades. No obstante, la memoria

sigue dolorosamente inscrita en los cuerpos y las narraciones de las víctimas del

bombardeo.

¿Es posible hablar de amnesia cultural o de memoria colectiva? ¿Cómo pensar

estos debates en el caso de Puerto Rico?

En este punto se me hace inevitable, aunque pueda resultar anacrónico, recordar

los planteamientos de Albert Memmi en Retrato del colonizado. En dicho texto Memmi

(1969) realiza lo que podría ser considerado una especie de radiografía del fantasma

colectivo, es decir, de la construcción simbólica e imaginaria que da soporte al tipo de

relación o vínculo llamado colonial. Vago, débil, amnésico, esclavo… el colonizado es

descrito como un “ser de carencia”: ser en falta, ubicado en el lugar de la impotencia, de

13
Edelman, L. (2002). Apuntes sobre la memoria individual y la memoria colectiva. En Salud mental y
derechos humanos en el Cono Sur. Buenos Aires.
la eterna demanda. En tanto se halla “situado fuera de la historia”, el colonizado “está

condenado a perder progresivamente la memoria”.14 Puerto Rico, experimento país,

simultáneamente considerado el más feliz del mundo y uno de los que tiene mayor tasa

de criminalidad, adicciones, consumo desmedido, y enfermedades como cáncer, asma,

sida, entre otros.

¿Cuánta pertinencia podrán tener estos planteamientos en la actualidad? ¿Es

posible hacer una lectura del lugar del colonizado como un posicionamiento subjetivo

inconsciente respecto del cual se devengan unos particulares modos de satisfacción, sin

caer en el psicologismo? ¿Intentar borrar fechas o acontecimientos de la cadena

significante de un grupo podrá tener como consecuencia la inscripción de una memoria

colectiva que surja en cualquier momento y de diversas formas? ¿Cómo pensar lo que

pareciera ser una creciente afasia lingüística que impide la capacidad de análisis y

pensamiento, y que dirige cada vez más al olvido de la importancia y función de la

palabra?

III. Éticas del recuerdo

Luego de 60 años de la Guerra Civil Española y la dictadura del General Franco,

a la entrada del nuevo milenio, surgió un movimiento por la recuperación de la memoria

histórica ante el aparente olvido de los 30,000 sujetos desaparecidos por el régimen

fascista en España.15 Anarquistas, poetas, guerrilleros, libertarias, rebeldes, fueron

términos de una u otra forma utilizados para justificar la forzada erradicación de sus

14
Memmi, A. (1969). Retrato del colonizado. Ediciones de la Flor.
15
Notas de la conferencia “Memorias de la Guerra Civil Española” ofrecida por el Dr. Alejando Baer de
la Universidad Complutense de Madrid, como parte del Seminario Travesías en la Universidad de Puerto
Rico en Arecibo. Enero de 2009.
cuerpos y, sobre todo, de sus ideas del cosmos social. Décadas después, hijos, nietos,

familiares y amigos desvelan su amnesia colectiva y reclaman un lugar simbólico para

sus desaparecidos, un ritual para honrar a sus muertos. Vecinos de algunos pueblos

donde se han identificado fosas comunes, recuerdan cómo de niños tenían prohibido ir a

ciertas áreas del campo; lugares escondidos que en su imaginación-memoria infantil se

convirtieron en bosques encantados donde habitaban todo tipo de fantasmas... Fosas

comunes, inconsciente colectivo que “sin querer queriendo” nos recuerda aquello que se

pretende reprimir u olvidar.

En su libro Los abusos de la memoria, Todorov (2000) sostiene que aunque la

recuperación del pasado es indispensable, ello no significa que el pasado deba regir el

presente, sino que, al contrario, el sujeto hará del pasado el uso que prefiera. Sin duda,

nos dice Todorov, “todos tienen derecho a recuperar su pasado, pero no hay razón para

erigir un culto a la memoria por la memoria; sacralizar la memoria es otro modo de

hacerla estéril. Una vez restablecido el pasado, la pregunta debe ser: ¿para qué puede

servir y con qué fin? ” (p. 33).16 El autor propone el término de memoria ejemplar, una

memoria histórica que, sin negar la singularidad de cada suceso traumático, lo utiliza, una

vez recuperado, como una manifestación entre otras de una categoría más general y se

sirve de él como de un modelo para comprender situaciones nuevas, con agentes

diferentes. Aquí pareciese implícita la necesidad de una responsabilidad o ética social

sostenida por parte no sólo de aquellos grupos o sujetos que han padecido situaciones

sociales traumáticas, sino de la sociedad civil que ha recuperado y reconocido su

doloroso pasado histórico. En este contexto, la concepción de una memoria ejemplar de

la cultura me remite nuevamente a la noción de reelaboración en el ámbito de la clínica


16
Todorov, T. (2000). Los abusos de la memoria. Editorial Paidós.
psicoanalítica, en tanto que en ambos conceptos se apunta a una posición de sujeto que

trasciende el lugar de víctima, y que más allá de esperar reparación por los daños

sufridos en su historia, elabora una reflexión crítica de lo vivenciado.

La consigna “se buscan donantes de memoria” que sirve de epígrafe a este escrito

nos recuerda cómo para los humanos la memoria es tan vital como la sangre: cuerpo

simbólico que necesita tanto del aire y el agua como del mito y la poesía para vivir.

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