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A manera de introducción
Gonzalo Rose ocupa un lugar importante en la poesía peruana del siglo XX
dado el carácter renovador de su poética. Rose abrió paso a lo que serían los
experimentos británicos de la generación del 60, desarrollados por los poetas
Antonio Cisneros y Rodolfo Hinostroza, y además fue uno de los principales
exponentes de lo que se ha llamado poesía integral encumbrada en su
momento por la propuesta horazeriana. Esta poética de configuración
totalizadora, tanto temática como estructural, y en que lo lírico, lo épico y lo
dramático juegan un rol de tensiones constantes, se desarrolló en su poemario
Las comarcas de 1964.
La tradición ha configurado la imagen de Rose como el poeta del verso
limpio, depurado, nostálgico. Poemas suyos, pertenecientes a los primeros
libros como Cantos desde lejos (1957) y Simple canción (1960), son
constantemente publicados en textos escolares y pre-universitarios. Dichos
poemas han ingresado al terreno de la representación de una poética, y
cualquier otro texto suyo que difiera de esta tendencia suele encasillarse como
lo no paradigmático ni ejemplar de la poesía de Rose. No deja de ser
significativo, sobre todo cuando nos referimos a un poeta que, cuatro años más
tarde, publica un libro en que el lenguaje adquiere mayor protagonismo y la
temática se proyecta con mayor profundidad y ambición. Es significativo en la
medida de que la crítica ha sido poco proclive a abordar esta etapa del poeta.
Para la mayoría, Rose está del lado de allá, con sus primeros poemarios y sus
canciones y sus versos suaves, que del lado de acá, con los últimos, con los
versos más herméticos, exóticos y rimbombantes. Y ni qué decir si
consideramos que el último Rose es aquel que mudó del poema en verso al
poema en prosa.
Acercarse a Las comarcas para una interpretación poética requiere de parte
del crítico una apertura a los diferentes registros del lenguaje. Para este
artículo he considerado abordar el análisis del poemario a través de un rastreo
de lo que la poética fundamental de Emil Staiger denomina como lo lírico, lo
épico y lo dramático. A partir de allí considero que tendremos mayores luces
para advertir las funciones que cumplen tanto el desenvolvimiento del poema
en prosa como del poema en verso, registros que Rose en Las comarcas
emplea a cabalidad. No niego, sin embargo, que existan otras maneras (quizá
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GONZALO ROSE Chávez
Dentro de la tradición, esta canción cumple perfectamente con aquello que uno
podría denominar como típicamente lírico. Es un poema lírico en la medida de
que su composición es breve, se exalta un estado de ánimo y cada parte del
poema cumple una función específica. Existe, por tal motivo, una unidad
indestructible. Dice Staiger: “El valor de los versos líricos como tales consiste
en esa unidad de significación de sus palabras y su música" (31). Ahora bien,
ya que no podemos negar dicho carácter, debemos preguntarnos si lo
dramático o épico se advierten en un poema tan claramente lírico. No hay duda
que al intentar este otro análisis nos enfrentamos ya a un juzgamiento que
excede los elementos retóricos del lenguaje y nos movemos más bien dentro
de la representación (lo épico) y la tensión (lo dramático). Es decir, nos
aproximamos al poema ya no desde los efectos que el lenguaje nos produce
como lectores, sino más bien desde un análisis connotativo e interpretativo.
Para entender mejor este asunto, me parece importante mencionar que la idea
central detrás de este asunto está en que tanto lo lírico, lo épico y lo dramático
configuran un tiempo tridimensional de la construcción poética, tiempo en que
se pueden sintetizar el sentir, el mostrar y el demostrar.
Al aproximarnos a la canción Huayno del uru desde esta perspectiva, nos
daremos cuenta de que el sujeto que invoca, ordena y justifica, manifiesta una
tensión de desencanto entre el estado actual con respecto al estado deseado.
El sujeto juzga y concibe una arcadia sentimental. Es consciente de que el
objeto receptor debe anteceder a sus mandatos para realizar su pre-juicio. El
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ser dramático, por ende, es aquel que proyecta un modo de ser y que cree
fervientemente en ello. Muestra una tensión entre lo que es y lo que desea que
sea. Desde este punto de vista, lo dramático se configura en el poema pero
desde una forma tenue y sin fuerza, supeditado al poder musical y anímico de
los versos. Ahora, el plano de lo épico o la representación queda más escindido
ante la preponderancia de lo lírico y el sutil desarrollo de lo dramático. Lo épico
está intensamente relacionado con la acción, con el presente y la búsqueda de
un origen. Para mayor claridad acerca de lo que Staiger denomina épico y
cómo funciona en el poemario como Las comarcas, desarrollaré el tema tras el
análisis de otro poema. Queda claro, en todo caso, que en un texto cuyo
carácter lírico es indiscutible, el género dramático opera menor grado y forma.
Establecer un análisis cabal de cómo los géneros funcionan en Las comarcas
conllevaría un estudio sistematizado y minucioso. Si bien ello no es el propósito
de este artículo, considero importante que, para acercarnos a la naturaleza de
los poemas en verso y prosa que Rose desarrolla en su libro, se establezcan las
pautas acerca de cómo operan los mecanismos de género y qué rasgos
podríamos relacionarlos con la temática y la estructura del poemario en
cuestión. ¿En qué momentos, por ejemplo, el poeta suspende el poema en
prosa para mudar a un registro en verso? Tras un recorrido por los escasos
poemas –Nocturno de Kingston, Postal sobre un poeta en Martinica, Tránsito,
Antifaces; Amazonía VI– se puede considerar que la preponderancia del poeta
en varios de estos textos es la de darle un carácter mucho más íntimo y
musical al poema. Sirve, también, como elemento de conexión entre el espacio
interior con el espacio exterior. Es un contacto poético que se manifiesta,
además, sobre el presente y el pasado. El futuro está mucho más ligado al
registro de los poemas en prosa, en que el héroe poético configura un ir y
venir, un viaje circular en que lo desconocido sirve como impulso motor de la
existencia. Esto es muy importante si consideramos que el carácter del viaje y
del porvenir forma el motivo del héroe épico. Dice Staiger: “Si el dramático se
sirve de los hombres y de las cosas para presentar grandes decisiones, para el
épico estas decisiones no son más que un motivo para narrar lo ocurrido del
modo más prolijo posible. No avanza para alcanzar una meta, sino que se fija
una meta para proseguir y observar todo con atención” (122).
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sobre lo que él juzga como correcto. Por eso que cada viaje termina siendo
para él un viaje nuevo. El héroe poético de Las comarcas debe vivir en un
constante presente. Es el presente, en sí, el que prima en el poemario, el viaje
que el poeta ha emprendido a través de los años. Solo cuando concluye dicho
periplo, se replantea la cuestión existencial y esboza una reflexión entre el ser
estático en que ha terminado o el ser en movimiento que desea alcanzar. A
partir de allí los lectores advertimos las contradicciones que se producen en el
sujeto poético fruto de una tensión metafísica.
Desde esta perspectiva, podemos advertir cómo la dimensión tridimensional
que configuran lo lírico, épico y dramático se correlaciona con los procesos
particulares de viajes que se establecen en Las comarcas, en que el sujeto
siente, muestra y demuestra. Al final de cada sección siempre nos enfrentamos
a una tensión entre la inercia y el movimiento, como en el último poema de la
primera parte: “Enciérrame, Protégeme. Y detenme. Detenme” (51), aunque
como sabemos este pedido será en vano. De igual forma, esta tensión se
manifiesta en el segunda parte, titulada Cartas a Karim: “Adiós, Karim,
perdóname. / Cuando seas grande y te pregunten por mí, diles que yo era un
hombre bueno y melancólico al que le gustaba cantar… / Adiós, hijo mío” (67).
Y, como ya señalé, en la tercera y última parte se manifiesta nuevamente esa
tensión cuando el sujeto afirma que se quedará en la Amazonía, pero en el
siguiente poema nos deja en claro que seguirá pese a todo con sus periplos por
las nuevas comarcas.
Queda claro entonces que la correlación entre los preceptos de Staiger se
correlaciona de una manera interesante en el proceso interno de Las comarcas:
“Lo que el poeta lírico recuerda lo hace presente el poeta épico… Lo que el
poeta épico hace presente, el poeta dramático lo desarrolla con un arreglo a un
plan o proyecto” (223). No pretendo con esto encasillar un poemario dentro de
una definición teórica. Más bien, considero importante acercarse al texto a
través del reconocimiento de cómo operan los géneros poéticos para que, a
partir de allí, poder analizar las funciones de cada poema considerando
también la naturaleza en la que están escritas, ya sea en verso o en prosa. Y es
que si tenemos en cuenta el carácter problemático que genera el poema en
prosa como tal, su carácter límite con respecto al cuento, por dar un ejemplo,
podremos salir mejor librados si es que advertimos las funciones que cumplen
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y el rol que desempeña cada poema dentro del plano tridimensional de lo lírico,
épico y dramático. En todo caso, considero que los poemas en prosa de Las
comarcas están fuertemente arraigados bajo el proceso en que lo épico se
configura como estructurador. Es el presente anhelado del poeta en que busca
descubrir nuevas comarcas y se permite representar lo observado a través del
viaje. Pero este presente, sin lugar a dudas, implica a su vez un proceso de
escritura en que lo lírico se concibe como amoldador, intensidad del estado
íntimo así como del uso de un lenguaje sonoro y rimbombante, juega un rol de
complemento, como de la misma manera las tensiones dramáticas del sujeto
poético con respecto al ser y el deber ser, al final de cada viaje y experiencia
vivida, configuran entre sí un espacio tridimensional en que el sujeto siente,
muestra y proyecta de una manera cíclica e infinita un proceso en que la vida
se manifiesta como tal. Y esa misma vida implica a su vez el proceso de los
géneros poéticos.
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