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31 DE JULIO DE 1816

"Se camina con más entusiasmo y más seguridad cuando varias personas van juntas".

"Glady, perdona".

¿Es el olvido lo que se le pide? ¿Cómo podría Claudina Thévenet olvidar, ella, que desde este momento va
a llevar inscrito en su propia carne, hasta el último día, el recuerdo vivo de las atrocidades que ha
vivido, por un temblor de cabeza y una respiración fatigosa que se manifiesta en los momentos difíciles y
que llama su "terror"?... No hay que olvidar. Lyon lo ha comprendido bien y por eso en el año
conmemorativo del segundo centenario de la Revolución, se negó a pasar del año 1791, en las
celebraciones.

Perdona. Renuncia a la venganza. "Perdona como nosotros perdonamos". Sus hermanos rechazaron el
odio, por la gracia de Dios que les ofreció un anciano sacerdote encarcelado con ellos. En su carta de
despedida, no hay ni la menor palabra dura contra sus verdugos. ¡Una gran gracia de serenidad en la
oblación y a dos pasos de la muerte!

Perdonad. No os venguéis.

Cuando gire la rueda de la fortuna, la familia no denunciará al que sabían que había delatado a Luis y a
Francisco.

Perdona. La dignidad de sus hermanos en sus últimos momentos no impide el escándalo del sufrimiento y
de la muerte. ¡Pobre Claudina! ¡Ella que se había abierto a Dios por lo que decían de su bondad, por lo
que ella misma había experimentado! Dios, "ese buen Padre", escribió Francisco. Si Francisco hubiera
sobrevivido ¿hubiera seguido llamando a Dios "buen Padre"? ¡Qué tempestades en su corazón cuando está
sola! También podría ser que en la robustez de su fe, todo esto fortificara su adhesión a Dios, como
María al pie de la Cruz de su Hijo. Pero, ¡hay que guardar silencio ante un dolor semejante! A los veinte
años, silenciosamente heroica, presente, en pie, al lado de sus padres. Porque el perdón hay que
engendrarlo y, en primer lugar, viviendo las realidades cotidianas.

Desde el desenlace trágico del sitio de Lyon, la familia Thévenet se ha instalado en la calle Masson, en la
CroixRousse, en una casa adquirida por una hermana de la Sra. Thévenet. ¿Qué hace Claudina? ¿Se puede
pensar que está afiliada a la "Congregación de jóvenes" fundada por Linsolas, el sacerdote que nació
como ella en el barrio de Saint-Nizier y que por decisión del arzobispo exiliado de Lyon será nombrado
vicario general? El archivo de esa Sociedad no permite asegurarlo. ¿Acaso formó parte de la admirable y
modesta "Sociedad de las Carlotas", llamadas así por el nombre de su fundadora Carlota Dupin, para
alivio de los prisioneros y de los enfermos del Hospital general? Algunos lo han sugerido a causa de las
visitas a sus hermanos en la prisión, pero tampoco tenemos certeza de ello. ¿Fue miembro activo de las
"Misiones" de Linsolas, en las que los sacerdotes que no habían prestado el juramento y los seglares
trabajaban secretamente para que se mantuvieran la enseñanza religiosa y la Preparación a los
sacramentos? No lo sabemos con seguridad. Pero aunque falten las pruebas materiales, hay muchas
probabilidades que permiten asegurar que Claudina Thévenet participó en el trabajo de todos esos
obreros evangélicos de corazón ardiente que llevaron a cabo maravillas. Después del golpe de estado del
18 Brumario del año VIII (9 de noviembre de 1799), Bonaparte quiere restablecer la paz religiosa, no por
motivos de fe sino por conveniencias políticas. Logra un Concordato con el Papa. El 6 de junio de 1802,
se abre de nuevo al culto la catedral de San Juan. Lo mismo había sucedido poco antes con la iglesia de
San Bruno donde el día del Corpus Christi se celebró una gran procesión con el Santísimo Sacramento que
recorrió el antiguo claustro de la Cartuja. De todos los barrios de la ciudad, acudieron los fieles con
velas y flores y hubo un desbordamiento de emoción religiosa. Sin duda que la familia Thévenet
participó en esta ceremonia puesto que vivían muy cerca.

En julio de 1802, se nombraba Arzobispo de Lyon a un tío del Primer Cónsul. José Fesch toma posesión de
su sede en enero de 1803 y poco después recibe el capelo cardenalicio. Dos años después, se encarga de
la venida del Papa a Francia para la coronación del Emperador. De camino hacia París, Pío VII se detiene
en Lyon donde es recibido con entusiasmo por las autoridades de la ciudad y por la población que
multitudinariamente acude a recibirlo. Al volver, en abril de 1806, celebra la Misa en la "iglesia de
Nuestra Señora y de Santo Tomás de Fourvière" dando así un nuevo empuje a las peregrinaciones. Y
desde el jardín contiguo de los hermanos Caille, bendice solemnemente a la "Roma de Francia" delante
de la cual permanece extasiado: "Com' èbella!".

Claudina está entre la multitud, perdida tal vez en una meditación sobre los avatares de la historia y la
ambigüedad de ciertas situaciones. Pero de todos modos el cardenal Fesch se entrega totalmente a su
diócesis, se afana por hacer florecer de nuevo en ella la plenitud de la vida cristiana, y se preocupa
sobre todo de la reorganización y desarrollo de

los seminarios, lo cual va a proporcionarle algunos roces con su imperial sobrino.

En 1804 había entrado en el seminario menor de l'Argentière el joven Andrés Coindre, nacido el 26 de
febrero de 1787 y cuyo padre, sastre primero y mercader de sal al por mayor después, se había instalado
en la calle de la Poulaillerie, en el barrio de Saint-Nizier. En 1809 pasa al seminario mayor y al finalizar
los tres años requeridos recibe la ordenación sacerdotal de manos del cardenal Fesch, en San Juan, el 14
de junio de 1812.

Para Claudina también pasan los años: Juan-Luis está empleado en la administración en Valence;
Elisabeth se ha casado con Juan Bautista Mayet en junio de 1802; Fanny es religiosa de Santo Tomás de
Villanueva en París; Eleonor, en 1813, se reúne en Crest con la fundadora de la Natividad. En 1815,
muere el señor Thévenet, a la edad de ochenta años. Glady se queda sola con su madre. Lleva una vida
discreta de la que sabemos muy poco. Su nombre se encuentra en varios documentos referentes a bodas,
nacimientos y testamentos.También figura en la primera página del "Catálogo de los cofrades y las
cofrades de la Cofradía del sagrado Corazón de Jesús establecida en la parroquia de San Bruno de los
Cartujos de Lyon el 22 de enero de 1809".

Desde hace tiempo, Claudina se siente atraída por el misterio del Corazón de Cristo y el del Corazón de
María al pie de la Cruz. La devoción al sagrado Corazón, tan viva desde las revelaciones de Paray-le-
Monial, llega a lo más profundo de su alma. Porque la petición de sus hermanos: "Perdona" ha resonado
como un eco de las mismas palabras de Cristo crucificado e intenta comprenderlas cada vez más.
Perdonar no consiste sólo en palabras y sentimientos, ella lo sabe. Engendrar perdón es apoyarse en lo
pasado para encontrar los medios de darle una orientación nueva; es cambiar de vida, para abrir un
futuro. Glady ha renunciado al matrimonio; se vuelve hacia Dios más radicalmente en el despojo de la
fe. "¡No conocen a Dios los que hacen sufrir!". Y su oración ante el Santísimo Sacramento se hace
reparación y súplica. Y también se pregunta: ¿qué hacer para que se conozca el amor de Dios, revelado
por Cristo, y cambie el corazón de los hombres?

Andrés Coindre, después de su ordenación, ha permanecido en el seminario para hacer un curso de


oratoria, luego es destinado a la parroquia de Nuestra Señora de Bourg-en-Bresse donde permanecerá
poco tiempo. Después es nombrado vicario de San Bruno; su firma aparece en el registro de dicha
parroquia a partir del 27 de noviembre de 1815. En la antigua Cartuja de Lys que el cardenal Fesch, con
su propio dinero, ha podido rescatar en parte, y cuya iglesia se ha convertido en la iglesia parroquias de
San Bruno, se ha instalado un grupo de sacerdotes "misioneros" con el fin de trabajar juntos en la
renovación espiritual de la diócesis. El Padre Coindre participará activamente en ese trabajo de
recristianización; en el curso de siete años se le encuentra en veintiún sectores diferentes. En el tiempo
que le queda, predica retiros en los seminarios menores, a las comunidades religiosas, en las cárceles,
parroquias y, por supuesto en San Bruno. Con su voz potente puede hacerse oír al aire libre ante un
inmenso auditorio. Además, "es muy amable en el trato y nunca hará sufrir a nadie. Se hace querer por
su buen corazón y por sus excelentes cualidades".

Poco tiempo después de fijar su residencia en la Croix-Rousse, el Padre Coindre, al pasar delante de la
iglesia de Saint-Nizier, ve en el pórticoa dos niñas abandonadas tiritando de frío; se las lleva consigo.
Feliz con su carga; pero muy perplejo, se pregunta quién podrá hacerse cargo de las dos niñas. Siguiendo
el consejo de su párroco, Simón Gagneur, que conoce muy bien a su feligresa se dirige a la señorita
Thévenet, a la que él no conocía todavía mucho. Claudina acoge a las dos niñas, las consuela, les da de
comer. Lo que hoy realiza va a ser el punto de partida de una graventura.

Pero Glady no puede quedarse mucho tiempo con esas niñas en una casa que no le pertenece y que ya
está muy llena. Piensa en su amiga María Chirat que vive con su amiga Adela Duperier en una casa
próxima a la iglesia, la antigua tercera celda sur del gran claustro de la Cartuja. María Chirat no duda ni
un momento; deja libre inmediatamente uno de los dos pisos que tiene el apartamento, para instalar en
él a las dos niñas. Unos días más tarde habrá ya siete. No será posible permanecer mucho tiempo en ese
local que le ha sacado de apuros. Claudina se da cuenta perfectamente de que esos primeros pasos van a
llevarla más allá de las obras de piedad y de celo que hasta entonces había practicado. Seguirá recto su
camino, paso tras paso. Sin duda, en el fondo del corazón se siente conmovida y una luz nueva ilumina
su fe. "El que acoge a uno de estos pequeños a mí me acoge". Se siente más fuerte en su búsqueda
aunque se da perfecta cuenta de que está a punto de abrir una Providencia. Conoce la de las Trinitarias
reorganizada en 1804 en la Croix-Rousse. Sabe también que el párroco de Saint-Nizier acaba de abrir
otra que ha confiado a la Hermanas de San Carlos. También ella recogerá a las niñas pobres y tratará de
formarlas en un oficio con el que puedan ganarse la vida. Pero se necesita un local, hacen falta recursos.
La ayuda del párroco Gagneur fue entonces preciosa para Claudina: crea una asociación de señoras de la
parroquia que podrán sostener económicamente la obra que comienza. Después piensan en una celda
vacía del claustro que formaba parte de la donación que el cardenal Fesch había hecho a la obra de los
Misioneros. El Reverendo Bochard, vicario general, que aprecia de un modo especial al Padre Coindre,
consigue que les cedan la celda sin pago de alquiler. Claudina se convierte en directora de esta obra que
desea llamar "Providencia del sagrado Corazón" pero que será conocida sobre todo con el nombre de
"Providencia de San Bruno" por estar emplazada en el lado derecho de la entrada lateral de la iglesia de
San Bruno. Como ella no podía residir allí, pide a la Madre San Juan, Superiora general de las Hermanas
de San José, una religiosa que se ocupe de la cocina y dirija el taller; la Hermana Clotilde hace
maravillas.

El Padre Coindre, que ya conoce más a fondo a Claudina Thévenet y a sus amigas atraídas por su celo,
les propone que organicen el grupo que ya forman. Existen otras asociaciones apostólicas; no se conocen
porque se pide a los miembros un secreto absoluto. La "Congregación de señoritas" de la que hemos
hablado anteriormente, ha renovado sus estatutos en septiembre de 1802*. La "Congregación de jóvenes"
fundada en 'julio del mismo año está floreciente como nunca. Y en 1817 se funda la "Congregación de
Hombres" continuación natural de la precedente. El Padre Coindre y Claudina redactan un reglamento
que se inspira ampliamente, e incluso a veces palabra por palabra, en el de las "Congregaciones".
Después, el 28 de julio de 1816, el Padre convoca una reunión en la capilla de los Retiros de San Bruno;
explica a las ocho personas allí presentes el fin, el espíritu de esta "Pía Unión del Sagrado Corazón de
Jesús" cuyas bases han puesto la señorita Thévenet y él mismo, explica también las ventajas de tal
asociación: "Cuando se va solo en un largo y fatigoso viaje, uno se cansa pronto y para sostenerse no se
encuentran más que recursos comunes y ordinarios; pero, al contrario, cuando son varios los que van
juntos se va con seguridad y ánimo, se prestan nuevos apoyos". Se trata de "inspirar y reanimar la
devoción a María, de honrar de un modo especial al Sagrado Corazón de su Hijo, de permanecer
fuertemente unida a la Iglesia romana y de morir antes que abandonar la fe". Este último punto lleva la
marca de los recuerdos del período revolucionario y de los desórdenes que causaron en Lyon la aparición
de la Pequeña Iglesia que rechazaba el Concordato; y del conflicto de Napoleón con el Papa.

Los siguientes artículos del reglamento describen cómo se gobernará la asociación, cómo funcionará, la
división de sus miembros en cuatro secciones: Instrucción, Edificación, Consuelos, Limosnas. También se
determinan los deberes de las asociadas. Sorprenden los detalles tan minuciosos que se encuentran en el
reglamento y que parecen opuestos al modo de ser de Claudina Thévenet: "Hay que ir a Dios con
sencillez" decía. Pero leyendo las actas de las asambleas que se tuvieron entre el 31 de julio de 1816
-fecha de la fundación- y el 6 de noviembre de 1825, se da uno cuenta que la vida ha pasado por encima
de las normas, y si los estatutos han servido de punto de referencia a lo largo del camino, las
realizaciones apostólicas nacen de una fuente unificada: el amor de Dios revelado por Cristo Jesús que
nació de María Virgen. Amor recibido y vivido en una actitud primordial de humildad, pero también de
reciprocidad activa. Porque hay que socorrer a los pobres, ayudar a los que nada tienen, visitar a los
enfermos y a los presos, instruir a los ignorantes, preparar a los que van a recibir la primera Comunión y
la Confirmación, consolar, animar, acompañar, interceder, reunirse para rezar juntas, evaluar, y procurar
que no haya más que un corazón y un alma. También hay que seguir y apoyar a las niñas de la
Providencia de San Bruno, obra privada de Claudina Thévenet y de María Chirat antes de ser adoptada
por la asociación.

Volveremos a hablar de las actividades de la Asociación del Sagrado Corazón y de su evolución. Pero
podemos decir desde ahora, que sus miembros entraron de lleno y fervorosamente en el impulso
apostólico y en la renovación espiritual de la Iglesia de Lyon a comienzos del siglo XIX.

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