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GUÍA No.

PRINCIPIO Y FUNDAMENTO (II)

REFLEXIONES PREVIAS

Esta segunda semana de los Ejercicios puedes dedicarla a profundizar en la


reflexión sobre el Principio y Fundamento, deteniéndote en las dos consecuencias que se
siguen a la consideración inicial del fin del hombre y de la creación: el uso ordenado de las
creaturas y la tarea de hacernos indiferentes.

Dentro de la dinámica ignaciana de esta meditación fundamental, siguiendo al P.


Jean Laplace, podemos considerar las dos primeras afirmaciones del Principio y
Fundamento («el hombre es criado…» y «las otras cosas sobre la haz de la tierra son
criadas para el hombre…»), como objeto de contemplación; no así el resto («tanto cuanto»,
«indiferencia»), que contiene más bien la especificación del fruto de dicha contemplación
inicial. La indiferencia no se logra simplemente reflexionando sobre ella; es contemplando
el proyecto de Dios sobre el hombre y sobre todo el universo y dejándose abrazar por la
iniciativa de su amor, como el mismo Creador y Señor va disponiendo al ejercitante a un
propósito incondicional de ordenar su vida y de servirle (EE 15), «solamente deseando y
eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados» (EE 23).

Conviene, pues, dar un tiempo más a la consideración orante de esta página


ignaciana que nos abre al proyecto de Dios, para que nos dejemos penetrar por la actitud
fundamental: integrar nuestra vida a ese proyecto dinámico por el cual Dios, rico en
misericordia, nos llama a la plenitud de vida. «Ayuda mucho detenerle en la consideración
del fundamento», recomendaba San Ignacio:

«Después se le da el Fundamento, declarándosele de manera que él tenga ocasión de hallar


lo que busca. Convendría hacerle el camino de esta manera: para que sintáis la dificultad
que hay en usar indiferentemente de los medios que Dios nuestro Señor nos ha dado, para
que podamos conseguir el fin para que nos crió y para que conociendo esto os pongáis
totalmente en sus manos, pues aquí está el fundamento de que hallemos lo que deseamos…
consideraréis este fundamento bien. Podrále dividir en tres partes: 1ª el fin para que Dios lo
crió; 2ª los medios; 3ª la dificultad que hay en tomar éste o aquel, sin saber cierto el que
más conviene, según lo ya dicho, y el daño que desto viene, para que de aquí nazca el
ponerse en equilibrio»1.

Por otra parte, según el texto de los Ejercicios, a lo largo de los treinta días el
ejercitante comienza cada meditación o contemplación con un memento del Principio y
Fundamento expresado en forma de “oración preparatoria”. Se trata, pues, de una actitud

1
Directorio dictado al P. Vitoria, n.21, Los Directorios de Ejercicios. Traducción, notas y estudio. Miguel
Lop Sebastià, S.J. Colección MANRESA, 23, Mensajero-Sal Terrae, pp.28-37.
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que debemos recordar, actualizar y pedir, para que arraigue en nuestro corazón como sólido
cimiento de nuestra vida espiritual.

FIN QUE SE PRETENDE

Sacar las consecuencias de mi adhesión al proyecto de Dios sobre la creación y


sobre mi propia vida. Asumir la necesidad de “hacerme indiferente”, con la gracia,
para buscar, desear y elegir “lo que más me conduce para el fin que soy criado”.

GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR

La que se señala en la anotación 16: «Para que el Criador y Señor obre más
ciertamente en la criatura, si por ventura la tal ánima está afectada y inclinada a
una cosa desordenadamente, muy conveniente es moverse, poniendo todas sus
fuerzas, para venir al contrario de lo que está mal afectada… instando en oraciones
y otros ejercicios espirituales, y pidiendo a Dios nuestro Señor el contrario, que ni
quiere tal oficio o beneficio ni otra cosa alguna, si su divina majestad, ordenando sus
deseos, no le mudare su afección primera; de manera que la causa de desear una cosa
u otra sea solo servicio, honra y gloria de la su divina majestad».

TEXTO IGNACIANO

- «De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar dellas, cuanto le ayuden para
su fin, y tanto debe quitarse dellas, cuanto para ello le impiden» (EE 23, 4).

San Ignacio calibra el uso de las creaturas en relación con la alabanza, reverencia y
servicio de Dios nuestro Señor. La gloria de Dios, fin del hombre, fin de la Compañía, nos
centra en una perspectiva apostólica concreta. Dios no busca ni necesita gloria para sí
mismo, sino que quiere comunicarla a sus creaturas con el fin de que participen de su
plenitud. Usar rectamente de las creaturas significa ponerlas al servicio apostólico, para
bien del Reino, de la Iglesia, de los hombres. Se deben usar tanto cuanto promueven el
proyecto de Dios y su mayor gloria: «para que viendo el bien que ustedes hacen [gracias a
la actividad de la comunidad cristiana], todos alaben a su Padre que está en el cielo» (Mt 5,
16).

Usamos bien de las creaturas si ese uso promueve el amor a Dios y al prójimo; si
comunica vida auténtica, a mí y a los demás; mal, si obstruye este amor y es fuente de mal,
no solo para mí, sino para los hombres, mis hermanos. Aquí vendría bien considerar el texto
de San Pablo: «hermanos, piensen en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto,
en todo lo recto, en todo lo puro en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama.
Piensen en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza» (Flp 4, 8).
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La regla del tanto cuanto reclama un ejercicio permanente, constante, de


discernimiento, para buscar la “discreta caridad” en el manejo de la creación y actuar como
administradores responsables de ella, en busca del Reino de Dios y su justicia.

- «Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo
que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío y no le está prohibido; en tal
manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza,
honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente
deseando y eligiendo lo que más conduce para el fin que somos criados» (EE 23, 5-6).

Después de contemplar el proyecto creador y salvador de Dios y de que haya echado


raíces en nuestro corazón una decisión resuelta y generosa - «con grande ánimo y
liberalidad con su Criador y Señor» (Anotación 5ª) -, de ofrecer nuestra libertad para que él
se sirva de nosotros conforme a su voluntad, pasemos a examinar cuán desordenada y
desviada del proyecto divino puede estar nuestra vida y cuánta necesidad tenemos de
“ordenarla”, de reorientar nuestra libertad para que corra en sintonía con la amorosa
libertad del Creador.

En la vida diaria se nos presenta continuamente la necesidad de escoger, de


encontrar la dosis del “tanto cuanto” en nuestra relación con las personas y con las demás
creaturas. Ahora bien, esto no puede lograrse sin la indiferencia, que es la libertad para
adherir al Señor con preferencia sobre toda otra cosa.

La indiferencia no puede confundirse con la apatía, el escepticismo, la pereza. Es,


ante todo, la libertad del amor, la disposición de una voluntad libre. Es una preferencia
amorosa - sobre todos los otros afectos naturales-, por Dios y por su proyecto, que nos hace
capaces de posponer otros amores y deseos porque nos apremia el afecto apasionado por el
Señor: «el amor de Cristo se ha apoderado de nosotros» (2 Co 5, 14). «La indiferencia está,
por su misma naturaleza, cargada de afecto»2.

No podemos llegar a ser indiferentes si no ha prendido en nosotros este amor. Y sin


la indiferencia tampoco podemos buscar, ni hallar, ni cumplir la voluntad de Dios. Al llegar
el momento de la elección San Ignacio repetirá lo que ya ha afirmado en el Principio y
Fundamento: que para acertar y hacer «sana y buena elección», «es menester tener por
obyecto el fin para que soy criado, que es para alabar a Dios nuestro Señor y salvar mi
ánima; y con esto, hallarme indiferente, sin afección alguna desordenada, de manera que no
esté más inclinado ni afectado a tomar la cosa propuesta que a dejarla, ni más a dejarla que
a tomarla; mas que me halle como en medio de un peso, para seguir aquello que sintiere ser
más en gloria y alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de mi ánima» (EE l79).

La indiferencia nos mantiene en equilibrio frente a toda clase de afectos e


inclinaciones, mientras descubrimos las exigencias que nos hace nuestro amor
preferencial al Señor. Es una disposición provisional para poder hallar libremente lo
mejor. Una vez que la voluntad de Dios es conocida, la indiferencia cesa para dar paso a la
adhesión generosa y radical.
2
ARZUBIALDE, SANTIAGO, S.J. Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Historia y análisis. Colección
MANRESA, 1. Mensajero-Sal Terrae, 1991, p.77.
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SUGERENCIAS PRÁCTICAS

San Pablo nos dejó en varias de sus páginas un impresionante testimonio de la


actitud de indiferencia con la que corría para alcanzar a Jesucristo e identificarse con él. En
este momento nos pueden servir de inspiración.

1. Ante la riqueza y la pobreza, manifiesta su agradecimiento, con mucha alegría,


por la ayuda económica que le ha prestado la comunidad, pero advierte que ha aprendido a
arreglarse en toda circunstancia. Su pobreza no consiste en buscar privaciones, sino en
aceptar cualquier nivel de vida que le exija la misión: «he aprendido a contentarme con lo
que tengo. Sé lo que es vivir en la pobreza, y también lo que es vivir en la abundancia. He
aprendido a hacer frente a cualquier situación, lo mismo a estar satisfecho que a tener
hambre, a tener de sobra que a no tener nada. A todo puedo hacerle frente, gracias a Cristo
que me fortalece» (Flp 4, 11-13).

2. Ante el vano honor del mundo, manifiesta abiertamente que nadie tendría más
razones que él para confiar en lo propio, y si algún otro piensa que puede hacerlo, él
mucho más: «me circuncidaron a los ocho días de nacer, soy de raza israelita, pertenezco a
la tribu de Benjamín, soy hebreo e hijo de hebreos. En cuanto a la interpretación de la ley
judía, fui del partido fariseo; era tan fanático que perseguía a los de la iglesia; y en cuanto a
la justicia que se basa en el cumplimiento de la ley, era irreprochable». Sin embargo, todo
aquello que valía tanto para él, pierde su consistencia después de haber conocido
personalmente a Jesús: «pero todo esto, que antes valía mucho para mí, ahora, a causa de
Cristo, lo tengo por algo sin valor. Aún más, a nada le concedo valor si lo comparo con el
bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y
todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él y encontrarme unido a él…» (Flp 3, 5-
l1).

3. Su fama ya no le importa a Pablo, lo único que le interesa es que Jesús sea


conocido. No todos están de su parte, sabe que algunos anuncian a Jesucristo por envidia y
rivalidad y otros con buena intención, mientras él se encuentra prisionero, pero: «¿qué
importa? De cualquier manera, con sinceridad o sin ella, anuncian a Cristo; y esto me causa
alegría» (Flp 1, l8). Porque piensa que todas las cosas que le han pasado, han venido en
realidad a ayudar al anuncio del Evangelio (cf. Flp.1, 12-18).

4. Ante la vida y la muerte: prisionero, puede obtener la libertad o ser condenado a


muerte. No se espanta. Para él la muerte es cosa accidental, si bien, se encuentra en un
dilema: «para mí, seguir viviendo es Cristo, y morir, una ganancia». (Flp 1, 21). Por otra
parte, si vivir en este mundo le significa trabajar con fruto, ¿qué elegir? No lo sabe. Las dos
cosas tiran de él: «si al seguir viviendo en este cuerpo, mi trabajo puede producir tanto
fruto, entonces no sé qué escoger. Me es difícil decidirme por una de las dos cosas: por un
lado, quisiera morir para ir a estar con Cristo, pues eso sería mucho mejor para mí; pero por
otro lado, a causa de ustedes es más necesario que siga viviendo. Y como estoy convencido
de esto, sé que me quedaré todavía con ustedes, para ayudarlos a seguir adelante y a tener
más gozo en su fe»» (Flp 1, 22-25). Sus propios sentimientos están ordenados con
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verdadera indiferencia a las exigencias de su ardor apostólico. El criterio decisivo de sus


preferencias es el servicio del Evangelio.

En este punto de la reflexión, podrías traer a la memoria situaciones de tu vida en


las que no te has hecho indiferente y has sido arrastrado por tus afectos y pasiones; así
como otras en las que el amor a Jesús y el servicio a los demás han triunfado sobre tus
afectos desordenados.

Lo importante de este ejercicio es, pues, experimentar la dificultad en que nos


encontramos con frecuencia para preferir la gloria de Dios, el Reino y su justicia, a nuestros
propios intereses, afectos y deseos; y comprender la necesidad que tenemos de llegar a esta
indiferencia, para “afectarnos” y permitir que Dios coseche plenamente en nosotros los
frutos de su Espíritu (cf Gal 5, 22).

FUENTES DE ORACIÓN PARA LA SEMANA

Textos bíblicos

Mc 10, 17-31 (y paralelos): el joven rico


Lc 19, 1-10: Zaqueo
Ro 8, 1-l7: el Espíritu que habita en los cristianos: hijos de Dios son aquellos que se
dejan llevar por el Espíritu
Ro 8, 28-30: el designio de Dios: nos llamó a reproducir la imagen de su Hijo

Textos de la Compañía

CG 33, d.1, 23 y 40: necesidad de la indiferencia y de la libertad para encontrar a


Dios en todas las cosas y para revisar sinceramente nuestro modo de proceder y nuestros
ministerios

CG 34, d.6, 17: ser libres para evitar modos de proceder que los Ejercicios presentan
como contrarios al Evangelio: riqueza, honores, poder, prestigio

CG 34, d.4, 8ss: libertad para sintonizar con todo lo que hay de bueno en cada
cultura

Conténtate con unos pocos de esos textos para mantener el clima de oración durante
la jornada de trabajo y elige los que piensas que te ayudan para encontrar lo que buscas,
según tus deseos y tu necesidad personal y teniendo en cuenta que «no el mucho saber harta
y satisface el ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» (EE 2).

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