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Referencia del artículo publicado en forma impresa: Montgomery, W. (2007).

La psicología de la conducta y el fomento de la salud integral comunitaria.


Nuevos Paradigmas. Revista Psicológica de Actualización Integral. 1(1), 130-135.

LA PSICOLOGÍA DE LA CONDUCTA Y EL FOMENTO


DE LA SALUD INTEGRAL COMUNITARIA

William Montgomery Urday∗


Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Facultad de Psicologìa

RESUMEN

La psicología es una ciencia “bisagra” cuyo objeto constituye, en tanto ciencia de la conducta, la intersección de
los planos natural (específicamente biológico) y sociohistórico. Al presente, su inserción profesional está en el
campo de la salud, como concepción integradora de calidad de vida y bienestar socioemocional. En ese sentido,
propende al establecimiento de conductas instrumentales colectivas de salud integral que se dirigen a la
modulación de los estados biológicos del individuo, el desarrollo de sus competencias preventivas y el
mejoramiento de sus relaciones con otras personas. Desarrollar estas estrategias a nivel comunitario requiere una
colaboración sistemática entre profesionales de la salud pública y de la comunicación social para fomentar
programas de acción articulados en consonancia con los objetivos psicológicos.

Palabras clave: Psicología, salud integral, calidad de vida, bienestar socioemocional, conducta instrumental.

ABSTRACT

Psychology is a "hinge" science whose purpose is, in quantum behavior science, a intersection of natural
(specifically biological) and sociohistorical levels. At present, their employability is in health field, as inclusive
conception of quality of life and social-emotional well-being. In that sense, tends to establish collective
instrumental behaviors of integral health that target modulation of biological individual states, the development
of its preventive powers and the improvement of their relations with other people. Developing such strategies at
community level requires a systematic collaboration between public health professionals and the media to
promote action programmes articulated in line with psychological objectives.

Keywords: Psychology, comprehensive health care, quality of life, social-emotional well-being, instrumental
behavior.

En la actualidad los adelantos científicos en los niveles básico y aplicado revolucionan casi
todos los campos del quehacer humano, permitiendo optimizar el uso de los recursos, conseguir
mejores rendimientos y aumentar la producción. Parecieran exceptuarse de esa influencia, sin
embargo, los cambios en la salud integral, la calidad de vida y las relaciones interpersonales. Tanto en
los países desarrollados como en los subdesarrollados, sólo una élite de individuos cuenta
(parcialmente) con la posibilidad de informarse y/o usufructuar la concepción y los servicios que
dimanan de un enfoque psicosocial moderno, pese a la urgente necesidad de solución que los
problemas derivados de la sociedad consumista demandan, resumidos en los déficits de los tres rubros
mencionados ut supra.
Las características negativas de semejante sociedad son harto conocidas: la división de clases, la
injusta distribución de la riqueza, la caótica disposición de las relaciones productivas, la impronta de
ideologías precientíficas en la educación y en la vida cotidiana, la carencia de servicios y de
infraestructura frente al elevado índice de población, los intereses subalternos de las castas
gobernantes, etc. (Ribes, 1980). El impacto de estas condiciones redunda en el incremento de
conductas antisociales, la distorsión de valores, la creencia en el recurso de la fuerza como prima
ratio, la alineación, el separatismo étnico-racial, la discriminación política, el autoritarismo, la
desinformación mediática, la superstición, entre otras taras sociales.


Correo electrónico: avidolector@yahoo.es
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No es este el lugar para abundar sobre ellas, como tampoco para reseñar el sinnúmero de
investigaciones y teorías que apoyan la obligatoriedad de su crítica. Pero más allá del análisis trillado
de esas condiciones, conviene preguntarse que se viene haciendo desde el ámbito académico del
comportamiento y de la salud para contribuir a cambiarlas positivamente, así que el propósito del
presente artículo es exponer de manera sencilla, previo esclarecimiento teórico, las alternativas de
solución práctica desarrolladas específicamente por un sector de psicólogos. Ello en el entendido de
que es imprescindible “hacer conciencia pública” respecto a lo que, como pauta programática,
tecnológica y científica, puede ofrecer la psicología para el cambio de las condiciones de salud integral
comunitaria entendida como calidad de vida y sentimiento de bienestar socioemocional; de la misma
forma que se ha hecho en otras áreas aplicadas, por ejemplo en la educación (Bijou, 1968/1983) y en
la clínica (Anicama, 1983).

LA PSICOLOGÍA DE LA CONDUCTA COMO PUNTO DE PARTIDA

La psicología es una disciplina joven y todavía no integrada. No todos los psicólogos están de
acuerdo en lo que consideran su objeto de estudio y los conceptos, principios, métodos y aplicaciones
que convienen más a su labor. Por eso es necesario precisar desde qué perspectiva se postulan los
aportes reseñados en este escrito.
En tal sentido, hay que hacer dos precisiones: una respecto al objeto de estudio del cual parten
las soluciones que se van a explicar en el siguiente parágrafo, y otra respecto al área que constituye el
mejor lugar actual para el quehacer aplicativo del psicólogo científico. Tales precisiones se articularán
como respuestas a dos preguntas: 1) ¿cuál es el objeto de estudio de la psicología? y 2) ¿cuál es el
dominio en el que se ubica como ciencia?

¿Cuál es el objeto de estudio de la psicología?

El objeto de estudio de la psicología es la interacción intra y extra-organísmica del individuo


con su ambiente físico, biológico y social (Ribes, 2001). El carácter de esa interacción está sujeta a
leyes naturales, las leyes del comportamiento, tipificadas como conceptos y principios funcionales (o
sea que describen relaciones experimentalmente probadas entre variables orgánicas y ambientales), en
torno a los cuales se delimita la metodología y la investigación. La interacción evoluciona desde
niveles simples hasta complejos por medio de intrincadas combinaciones de repertorios conductuales
adquiridos mediante el aprendizaje (Staats, 1996/1997).
El análisis de los fenómenos psicológicos con base en los conceptos, principios y métodos del
aprendizaje permite desplegar una ingeniería conductual que cambia o dispone sucesos para
promover, disminuir, mantener, extender o incrementar el comportamiento en la medida que se
necesite según el contexto, las circunstancias del control y los correlatos motores, afectivos y
cognitivos que suponga (Montgomery, 2006).

¿Cuál es el dominio en el que se ubica como ciencia?

Históricamente, la psicología surge como sucedánea de cuatro grandes continentes de


conocimiento: la física, la química, la biología y la historia, cada uno con su propia especificidad
analítica de abstracción respecto a sus objetos de estudio. Sin embargo, en el escalafón de disciplinas
científicas que rige actualmente la división de sectores académicos debe ubicarse por fuerza o bien en
algún sector particular de las llamadas “ciencias humanas” o bien de las “ciencias naturales”.
Esta contraposición, introducida por los filósofos idealistas neohegelianos en el siglo pasado
(ciencias del espíritu versus ciencias de la naturaleza) ha llevado a extravíos basados en falsos
supuestos. Así, las ciencias “naturales” se definirían por su pertinencia a objetos materiales de orden
mecánico, y su método sería auxiliado por la instrumentación. Las “sociales”, a su vez, se definirían
por su pertinencia a los actos, la cultura y las relaciones humanas. Su método sería auxiliado por la
hermenéutica (Ribes, 1988). Tal contraposición se ha visto reflejada en dos tendencias reduccionistas
modernas de la psicología que consideran incompatible lo biológico y lo social (psicolobiogismo
versus psicosociologismo), o consideran que alguno de esos ámbitos de conocimiento puede ser
incluido en el otro (véase p. ej. Campos, 2005).
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Por encima de esos reduccionismos, la psicología se configura en realidad como ciencia


“bisagra” que reúne elementos de tipo biológico e histórico, de un modo tal que constituye una
mixtura indisoluble de leyes naturales y sociales, de experimentación y hermenéutica, de
instrumentación y ejercicio cualitativo, en suma, de universos complementarios (Dretske, 2004). En
consecuencia es una ciencia única y por lo tanto un quinto continente con derecho a existir
independientemente. Mientras la biología estudia el organismo fraccionado frente a un ambiente
genérico, constituido por circunstancias fisicoquímicas y ecológicas, y la sociología estudia el
ambiente construido históricamente y las relaciones entre individuos y sus productos; la psicología
estudia al organismo biológico individual total en interacción con otros individuos, con relación a
eventos entendibles histórica y culturalmente. Punto de intersección entre lo natural y lo social (ver
fig. 1).

EL PAPEL DE LA PSICOLOGÍA DE LA CONDUCTA EN EL CAMPO DE LA SALUD


INTEGRAL COMUNITARIA

No obstante su especificidad como ciencia independiente, la actual coyuntura inter y


transdisciplinaria de la globalización exige definiciones respecto a la inserción profesional de la
psicología. Es aquí donde cabe hacer la pregunta de cuál es el campo de acción emergente, efectivo y
prometedor respecto a sus aplicaciones modernas, y la respuesta pragmática no puede ser otra que el
campo de la salud.
La objeción que antes era válida en relación a que insertar la psicología en el área de salud era
subordinarla indebidamente al modelo biomédico es ahora extemporánea, por la siguiente razón: el
concepto de salud ha sufrido cambios definitivos, en el sentido de comprender el bienestar físico,
psicológico y social. La investigación médica, psicológica y sociológica demuestra que, en muchas de
las enfermedades características de las naciones desarrolladas y subdesarrolladas, hay una mezcla de
factores patógenos, “malos estilos de vida” y otros aspectos sociopsicológicos (Vega, Nava, Landa y
Carpio, 2000).
En suma, el concepto de salud es ahora integral. Esto es, la capacidad de actuar cotidianamente
con bienestar psicosocial y calidad de vida. Semejante concepción se remite a una amplia gama de
repertorios de interacción con el ambiente, tal como la Organización Mundial de la Salud lo viene
señalando desde 1985 (Rodríguez Marín, 1994). Los problemas de salud integral comunitaria pasan
por la abundante colección de conductas inadaptativas procedentes, por lo general, de un estilo de vida
inadecuado, donde la carencia de repertorios de manejo de la ansiedad y la tensión, la mala
administración del tiempo, la falta de ejercicio físico regular y la defectuosa alimentación, causan o
conducen al estrés, la irritabilidad, la depresión, la inseguridad, adicciones, disfunciones sexuales,
tensiones musculares, hábitos nerviosos, etc.
La calidad de vida es una noción central en este panorama. Se trata, en esencia, de un juicio
individual subjetivo del grado de bienestar, ligado a factores objetivos tales como los de orden
sociodemográfico (ingresos, edad, sexo, estado marital y familiar, etc.), de disponibilidad o
accesibilidad a los servicios comunitarios (transporte, seguridad, educación, entretenimiento), y digno
gozo de componentes del tipo alojamiento, grado de confort, elementos sanitarios, y otros.
Como dicen Carpio, Pacheco, Flores y Canales (2000), aun cuando la calidad de vida no es una
cuestión agotable por el análisis psicológico, su dimensión psicológica se concreta en la práctica
individual a manera de competencias funcionalmente pertinentes para la promoción de la salud
biológica. Estas competencias pueden resumirse no exhaustivamente en lo siguientes puntos:
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1) Autocuidado, higiene, hábitos alimenticios, hábitos de sueño, evitación del consumo de


sustancias tóxicas.
2) Seguimiento de prescripciones médicas, rehabilitación, dietas.
3) Obediencia a reglamentos de seguridad en ambientes de riesgo y públicos.
4) Manejo adecuado de tecnología proambientalista.
Ya a nivel netamente interdisciplinario, se configuran la medicina conductual y la
psiconeuroinmunología. Estas se basan en la investigación experimental que proviene del
condicionamiento clásico y operante para crear métodos de modificación de salud biológica de los
cuales el propio individuo es agente, como sucede con los procedimientos de biorretroalimentación
(gracias a los cuales se enseña al cliente a regular sus estados somáticos), y del condicionamiento
inmunológico (que permite detener y hasta revertir efectos patógenos sumamente fuertes, como por
ejemplo el cáncer).
A todo esto hay que añadir que las prácticas sociales inherentes a los individuos que conforman
una comunidad aportan mucho a la conformación de un eje no menos fundamental que la calidad de
vida: el bienestar socioemocional. Las competencias de comunicación, negociación, solución de
conflictos, planeación de actividades grupales, educación y valores morales. Los dos ejes en relación
con la participación del individuo mismo, pueden verse en la figura 2.

El papel de la psicología como disciplina inserta en el campo de la salud integral comunitaria se


constituye, pues, en el establecimiento de conducta instrumental competente para modular sus estados
biológicos, ejercer competencias preventivas y relacionarse interindividualmente de manera efectiva:
saber qué hacer y en qué circunstancias, cómo y porqué hay que hacerlo o no, y el entrenamiento en
desempeños variados (Ribes, 1990) respecto a la construcción de un estilo de vida saludable (o
proactivo) mediante el manejo del estrés, del ordenamiento del tiempo disponible, del ejercicio físico y
de los hábitos alimenticios, en relación con el apoyo social y de estados emocionales asociados al
desarrollo de la conducta (Moscoso, 1996; Bermúdez, Lasa y Contreras, 2002); del entrenamiento en
habilidades de comunicación, negociación, solución de conflictos interpersonales, comportamiento
cooperativo, de moral convencional y postconvencional, etc.; y de la capacitación en repertorios de
autocontrol y de afrontamiento racionales (existen muchos programas para ello, véase Montgomery,
1998).
Desde la perspectiva de una ciencia de la conducta, la elaboración de programas destinados a
cumplimentar estos propósitos se basa en objetivos claramente definidos, análisis de tareas o
subhabilidades que necesitan los aprendices para cada objetivo, la elección de incentivos y la
explicitación cuantitativa tanto de una conducta inicial como de una terminal, a fin de verificar si en el
intermedio se producen los cambios esperados.

COMENTARIO FINAL

La oferta predicha apoya la sugerencia de que la psicología (como ciencia de la conducta) tiene
aplicaciones potencialmente beneficiosas —algunas de las cuales ya se vienen haciendo en los países
desarrollados— para el fomento de la calidad de vida y del bienestar socioemocional. Para dinamizar
la tarea movilizadora que requiere la articulación de programas psicológicos a gran nivel, es necesaria
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una asociación (mediada por la psicología) entre profesionales de la salud y profesionales de la


comunicación social, que consistirá en planificar sistemáticamente la acción de medios de
comunicación masiva para el logro de comportamientos activos de la comunidad, compatibles con las
aspiraciones expresadas en políticas, estrategias y planes de salud pública.
Como ejercicio profesional, la “comunicación para la salud” auspiciada desde el plano
psicológico es el empleo de los medios de comunicación como herramientas de apoyo para generar
conductas colectivas funcionales a los objetivos de los programas de salud pública. Vista como
proceso, es un mecanismo de intervención para extender, a escala multitudinaria, influencia social que
proporcione conocimientos, forje actitudes e induzca prácticas favorables.
Se requieren amplios cambios comunitarios (por ejemplo a través de organizaciones
gubernamentales o no gubernamentales), y el trabajo pendiente implica hacer un previo diseño de
política, establecer metas para la intervención delineadas como subprogramas o proyectos
complementarios, cada uno de los cuales involucra su propio análisis de tareas. Una vez implantados
esos programas, se requerirá evaluar su impacto en la calidad de vida y el bienestar socioemocional de
las poblaciones elegidas.

REFERENCIAS
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Latinoamericana, 2, 107-122.
Bermúdez, J., Lasa, A. y Contreras, A. (2002). Personalidad, procesos psicológicos e intención de cambio de conducta:
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