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Las promesas del constructivismo1

Bruno Latour

Trabajo preparado para un capítulo en Don Idhe (editor)


http://www.bruno-latour.fr/articles/article/087.html
En busca de la tecnociencia: matriz de la materialidad

Para ser publicado en Indiana Series for the Philosophy of Technology

“La experiencia también me enseñó una gran lección. No había


diseñado cuidadosamente un experimento que iba a ser difundido;
se dio por accidente. Eso y todas las otras observaciones que había
hecho me mostraron que no era yo quien estaba a cargo, sino los
moldes. Ellos me harían saber sus secretos en sus propios términos,
no en los míos.” John Tyler Bonner, Lives of a biologist: Adventures
in a century of extraordinary science, Harvard, 2002, p. 78 (cita
provista amablemente por I. Hacking).

¿Qué es lo que había salido tan mal? Al principio pareció una buena idea: era
divertido, original, iluminador usar la palabra “constructivismo” para designar el
trabajo que estaba haciendo sobre ciencia y tecnología: los laboratorios parecían
infinitamente más interesantes cuando se los describía como sitios de
construcción que cuando se los retrataba como una oscura mastabas (antigua
tumba egipcia rectangular con lados inclinados y techo chato [N de la T])
protegiendo a las leyes momificadas de la naturaleza. Y el adjetivo “social”
pareció bastante bien elegido al principio, ya que mis colegas y yo estábamos
bañando al venerable trabajo de la ciencia en un tubo caliente de cultura y
sociedad que apuntaba a hacerlas otra vez jóvenes y vitales. Y sin embargo todo
1
Traducción de Susana Tesone

1
salió mal: tuve que retirar la palabra “social” con vergüenza del título del
Laboratory Lifes, tal como las imágenes de Trotsky fueron suprimidas de los
pinturas de los desfiles de la Red Square; y respecto de la palabra
“constructivismo” no parece posible salvarla de las furias disparadas por las
“guerras de la ciencia” ni de los residuos dejados por el pasaje de la
“deconstrucción”, esta nueva Atila de la que los cascos de su caballo no dejan
ninguna brizna de hierba una vez que han pasado. Todo lo que yo quería alcanzar,
principalmente asociar realidad y construcción en una única dinámica y un único
término se había arruinado como un avión mal diseñado. Los tiempos han
cambiado: a fin de demostrar que uno no es un peligroso proscripto/marginado,
parece compulsivo jurar fidelidad al “realismo”, - que ahora significa lo opuesto al
constructivismo -. ‘Tienes que elegir’, gruñen los guardianes del templo; ‘o crees
en la realidad o te adhieres al constructivismo’.
Y sin embargo, preservar el constructivismo es precisamente lo que deseo lograr
en este trabajo: quiero hacer uso de las promesas ocultas en este confuso
concepto, promesas que son a la vez epistemológicas, morales y políticas – y
quizás también religiosas. Mi punto es que el constructivismo puede ser nuestra
única defensa contra el fundamentalismo definido como una tendencia a negar los
caracteres construidos y mediados de las entidades cuya existencia pública, sin
embargo, tiene que ser discutida. Entre los constructivistas son posibles las
negociaciones hacia una mundo común viable y pacífico, pero absolutamente
imposibles si se espera que los fundamentalistas se presenten a la mesa
diplomática - y la religión no es el único dominio del fanatismo: también la
naturaleza puede precipitar el fanatismo, y los mercados, y la “deconstrucción”.
Entre la guerra y la paz hay una definición realista de qué es una construcción –
éste es, por lo menos, mi argumento.

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¿Qué es lo que está mal con el constructivismo? Todo

Para empezar, puede ser útil revisar todo lo que está mal con la noción de
construcción. De ese modo, una vez que la lista esté diseñada, podemos decidir si
este concepto puede ser reparado o si debería ser abandonado para siempre.

Un rol inverosímil /poco probable para lo social

La primera confusión es a la vez la más diseminada y la más fácil de corregir.


Cuando las personas escuchan la palabra ‘construcción’ la substituyen con la
expresión construcción ‘social’, significando que la construcción está hecha de
material social. Del mismo modo en que las casas construidas por Los Tres
Chanchitos estaban hechas de paja, madera o piedra, se piensa que los
defensores de la construcción social están definiendo un ingrediente, un material,
un tipo de tela para dar cuenta de la fabricación de los hechos. Y exactamente en
la misma forma en que el soplo del Gran Lobo Malo pudo destruir las casas de los
Chanchitos hechas de paja y madera, pero no las de piedra, parece que los
‘constructivistas sociales’ han elegido un material tan liviano que el más leve viento
podría desmantelarlo. Se argumentará que la casa de la ciencia está hecha de
sólidas paredes de hechos y no de un frágil andamio de vínculos sociales. Pero
esa teoría de la construcción es imputada a los constructivistas sólo por sus
enemigos: nunca me encontré con un constructivista social que dijera que la
ciencia era una casa construida sobre arena con paredes hechas de aire.

No importa cuán vaga sea la palabra ‘social’ – y Ian Hacking, a quien regresaré
más tarde, ha hecho un lindo ranking de las muchas variantes del constructivismo
[1] – no designa una ‘clase de material’ en comparación con otros tipos de
materiales, sino el proceso a través del cual cualquier cosa, incluyendo los
hechos, han sido construidos. Las casas no caen en su lugar como pasteles desde
el aire, y ni los hechos ni los bebés son traídos por las cigüeñas. Los Tres
Chanchitos construyen casas de diferente resistencia, pero todos ellos eran

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constructores de casas y, además, todos trabajaban juntos o competían unos con
otros: es a este proceso común y colectivo al que se refiere la ‘construcción
social’, no a los diversos materiales con los cuales se hacen las cosas. ¿Por qué
llamar a este proceso ‘social’? Simplemente porque es colectivo, y requiere la
compleja colaboración de muchos intercambios y habilidades. Tan pronto como la
palabra ‘construcción’ logre ganar algo del peso metafórico de construir,
constructores, obreros, arquitectos, albañiles, grúas y cemento volcado en moldes
sostenidos por andamios, se hará claro que lo que está en cuestión no es la
solidez de la construcción resultante, sino los muchos ingredientes heterogéneos,
el prolongado proceso, los múltiples intercambios, la necesaria y sutil coordinación
para alcanzar ese resultado. El resultado en sí mismo es tan sólido como puede
serlo.
Lamentablemente, la primera aclaración no soluciona nada y no permite todavía
que uno preserve del daño al concepto de construcción. La razón es que así
como el núcleo más duro de los constructivistas sociales argumenta que las cosas
que consisten de o en vínculos sociales no existen en los estudios de ciencia,
existen muchas personas – la mayoría de ellas revisadas por Hacking – que
plantean que la misma sociedad, sus relaciones de poder, sus bases, sus normas,
sus leyes proveen un encuadre, una estructura, una base sólida, una fundación
que es tan durable, poderosa y sistemática que podría resistir realmente el intento
del Gran Lobo Malo de destruirla de un soplo. Ahora el planteo no es que la casa
de los hechos está hecha realmente del material más suave de los vínculos
sociales, sino que los vínculos suaves y superficiales provistos por las leyes, la
cultura, los medios de comunicación, las creencias, las religiones, la política y la
economía están hechos ‘en realidad’ de una material más duro provisto por el
encuadre social de las relaciones de poder. Tal es la forma estándar en que las
ciencias sociales y los estudios culturales explican por qué cualquier cosa se
sostiene: las cosas no se sostienen por la solidez interna de la cual están hechas,
sino porque sus fachadas superficiales están apuntaladas por el sólido acero de
la sociedad. La ley, por ejemplo, no tiene solidez en sí misma; sólo agrega
‘legitimidad’ a la fuerza oculta del poder: dejadas a su propia suerte, las leyes no

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son más que una fina capa de pintura, una cubierta para la dominación. [2]. Lo
mismo sucede con la religión, con la cultura popular, con las relaciones de
mercado, con los medios de comunicación y, por supuesto, con la política. Todo
está hecho de un solo y mismo material: la indiscutible, siempre lista y
todopoderosa sociedad. La mayor parte de los casos revisados por Hacking caen
en esta modalidad, en la que los constructivistas sociales exclaman
orgullosamente: ‘Ustedes creen ingenuamente que la ley, la religión, etc., se
sostienen a sí mismas, pero les mostraré que de lo que están hechas realmente
es de las relaciones sociales que son infinitamente más sólidas, más prolongadas,
homogéneas y poderosas que el polvo y la paja que esconde su estructura como
una cortina, un adorno, un señuelo’. Aquellos que se enorgullecen de ser
relativistas son, la mayor parte del tiempo, realistas sociales.
Los estudios de ciencia fueron rápidos para descubrir que este tipo de ‘explicación’
enmascara la propia noción de constructivismo - ¡tal vez aquí yo debería hablar
por mí mismo!-. Primero, ¿cómo diablos puede uno invocar la sustancia más
sólida de que están hechas las relaciones sociales para dar cuenta de la solidez
de los hechos más duros de la naturaleza? ¿Los hechos descubiertos por los
sociólogos y economistas son tanto más fuertes que los construidos por los
químicos, los físicos y los geólogos? ¡Qué improbable! ¿Cómo podría el material
homogéneo de la ‘sociedad’ todopoderosa dar cuenta de la variedad
desconcertante de la ciencia y la tecnología? El constructivismo, al menos en
nuestro pequeño campo de ciencia y tecnología, condujo a un programa
completamente diferente del repetido hasta el hartazgo por la sociología crítica.
Lejos de tratar de explicar los hechos duros de la ciencia con los hechos suaves
de la ciencia social, el objetivo se transformó en comprender cómo la ciencia y la
tecnología estaban proveyendo algunos de los ingredientes necesarios para
explicar/dar cuenta justamente de la elaboración y estabilidad de la sociedad. Esta
fue la única manera de darle a la palabra construcción algo de su significado
original, de iluminar el proceso colectivo que arriba a sólidos constructos a través
de la movilización y coordinación de habilidades e ingredientes heterogéneos. [3]

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Las dos cosas que no necesitaron hacer los estudios de ciencia fue reemplazar el
fascinante lugar/sitio/terreno que estaban descubriendo por una ‘sociedad’ no
construida, homogénea, abarcadora, indisputable, y, por supuesto, una
‘naturaleza’ indisputable, ya existente y no construida. Esta es la razón por la que
los estudios de ciencia se encontraron luchando en dos frentes: el primero, contra
la sociología crítica de la cual erróneamente parecían descender (como si se
tratara simplemente de extender la explicación social proveniente de la ley y la
religión a la ciencia y la tecnología), y el segundo contra los fundamentalistas de la
naturaleza que querían que los hechos apareciesen misteriosamente de la nada.
[4] Si el término ‘social’ quiere decir la sustancia de la cual están hechas las cosas
de la ciencia – una posición que, hasta donde yo sé, nunca ha sido defendida por
nadie – o la estructura más dura que explica la prolongada solidez de las fachadas
científicas – como cree todavía la mayor parte de las personas, incluyendo a
Hacking respecto de lo que él llama los ‘tipos humanos’ – es mejor abandonarlo
totalmente. Esta es la razón por la cual, si bien suprimí rápidamente del título de
mi primer libro el adjetivo ‘social’, mantuve cuidadosamente la palabra
‘construcción’ ya que, gracias a los estudios de ciencia, la mayor parte de las
interesantes connotaciones de las metáforas de la construcción finalmente
estaban comenzando a aparecer: historia, solidez, multiplicidad, incertidumbre,
heterogeneidad, riesgo, fragilidad, etc. Obviamente ‘social’ no se refería a la
sustancia de la cual las otras cosas fueron hechas – para ser seriamente acusado
-, sino a las asociaciones de muy diferentes fuentes de ingredientes relativamente
sólidos. Las ciencias sociales se estaban transformando no en las ciencias de lo
social, sino en las de las asociaciones heterogéneas. [5] El constructivismo es
como la palabra ‘República’: cuanto más adjetivos se le agregan ‘socialista’,
‘islámica’, más empeoran.

Buscar creadores tanto como criaturas

Una vez que se ha tachado ‘social’, el problema de la construcción sigue siendo


sin embargo tan irritante como antes. Esta vez la razón no tiene que ver con el

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final de la sociología crítica, la debilidad de nuestros propios estudios de caso o la
persistencia de las ‘guerras de la ciencia’, sino más bien con el mecanismo interno
de la propia construcción. El problema con el constructivismo es que nadie puede
dar cuenta de la construcción de nada, aún de la casucha más simple, para usar
esta metáfora que ha sido popularizada en las ciencias sociales. Nada en él
funciona: ni el rol dado al constructor o fabricante, ni el rol del material en uso; ni la
solidez y durabilidad del resultado, ni sus contingencias o necesidad; ni su historia,
ni su falta de historia. Si cualquier obrero, arquitecto, Pequeño Chanchito tratara
de construir algo con la teoría de la acción implicada por el constructivismo,
fracasarían desesperanzadamente para ensamblar/unir/reunir un todo durable.
Permítasenos medir la completa inadecuación de esta noción. El primero en
fracasar es el rol atribuido al fabricante. Hay un agente implícito en el
constructivismo que gobierna sus propios actos de fabricar – utilizo un término
neutral porque a la sociedad, a la naturaleza, a los campos de fuerza, a la
estructura como asimismo a los humanos se les puede pedir que cumplan el rol de
dueño-constructor en algún tema. Cuando alguien dice ‘esto es una construcción’,
está implicando: ‘fue construido por algún poder’. Pero ¿por qué clase de poder?
Si este es un creador todopoderoso que tiene el completo control de lo que se
produce de la nada, ésta no es por cierto una versión realista de la construcción
de cualquier estructura real. Aún si algunos arquitectos se ven a sí mismos como
dios, ninguno será lo suficientemente tonto como para creer que crea de la nada
(ex nihilo). [6] Por el contrario, las historias que cuentan los arquitectos sobre sus
propios logros están llenas de palabras pequeñas para explicar cómo ‘son
conducidos’ a una solución, ‘constreñidos’ por otras construcciones, ‘limitados’ por
otros intereses, ‘guiados por la lógica interna del material’, ‘forzados a obedecer’ la
necesidad del lugar, ‘influenciados’ por las elecciones de sus colegas, ‘sostenidos’
por el estado del arte/material (‘held up’ by the state of the art), etc. [7] Ningún dios
es menos creador que un arquitecto, aún el más osado e innovador. El ‘hacerse
sensible a las muchas limitaciones que conducen a una idea/proyecto bastante
autónomo, que comienza a cobrar una suerte de vida propia’, es precisamente lo
que ellos tratarán de enfatizar. Pero entonces, si atendemos a los modos más

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humildes de hablar, este poder va cambiando del dueño todopoderoso a las
muchas ‘cosas’, ‘agentes’, ‘actores’ con quienes tienen que compartir la acción.
Si uno considera a los ingenieros en lugar de los arquitectos -cubiertos por el aura
del artista moderno ‘libre’-, el vocabulario de ‘fabricar’ desviará la atención del
fabricante a los materiales aún más rápidamente. Aprender cómo responder a las
cualidades o virtualidades inesperadas de los materiales es el modo en que los
ingenieros explican el encuentro de soluciones prácticas: a ellos nunca se les pasó
por la cabeza describirse a sí mismos como niños pequeños moldeando la
realidad a voluntad. [8] Si hay algo hacia lo que ‘fabricar’ no conduce, es al
concepto de un actor humano completamente a cargo. Esta es la gran paradoja
del uso de la palabra construcción: es usada por la sociología crítica para mostrar
que las cosas no están ahí simple y naturalmente, pero tan pronto como esta
metáfora de ‘fabricar’, ‘crear’, o ‘construir’ comienza a brillar, el fabricante, el
creador, el constructor tiene que compartir su poder con un mar de actores a los
que no gobierna ni controla. Lo interesante en el constructivismo es exactamente
lo opuesto a lo que a primera vista parece implicar: no hay un fabricante, ni dueño,
ni creador del que pueda decirse que domina los materiales; o, al menos, se
introduce una nueva incertidumbre respecto de qué es lo que se va a construir,
como asimismo quién es responsable por la emergencia de las virtualidades de los
materiales que se manejan. Usar la palabra ‘constructivismo’ y olvidar esta
incertidumbre precisamente tan constitutiva del acto de construir es una tontería.
Lo segundo que falla es la concepción del material involucrado en el proceso de
construcción. Si usted piensa que los constructores no fueron tratados con
realismo, espere a ver la pobre descripción que usualmente se da del tema. Los
tres únicos roles dados a las cosas en los escenarios constructivistas son ejercer
una determinada y obstinada fuerza ciega, estar ahí como mero apoyo de la
fantasiosa ingeniosidad humana; o, simplemente, ofrecer alguna ‘resistencia’ a la
acción humana. La primera otorga a los poderes del material exactamente la
misma función no plausible dada al creador en la historia del ex nihilo, pero al
revés: las cosas imponen su aceptación por su propia fuerza que simplemente
debe ser obedecida. La segunda quita a las cosas cualquier posibilidad de poder:

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se las considera meramente plásticas, sólo capaces de retener una abundancia de
formas ofrecidas por la rica, creativa y totalmente libre mente humana. La tercera
concepción de las cosas difiere de la primera por la simple adición de alguna
resistencia cuya única razón sería la de brindarle al creador alguna sorpresa,
mientras él retiene el completo poder sobre la materia – y tiene que haber un ‘él’-.
Para completar este triste inventario, uno debería agregar el cómico rol de estar-
ahí-sólo-para-probar-que-uno-no-es-un-idealista inventado por Kant y repetido una
y otra vez por todos los filósofos desde él hasta David Bloor: las cosas están ahí
pero no juegan ningún rol excepto el de mudos guardianes sosteniendo un cartel
que dice: ‘Negamos que negamos la existencia de una realidad externa’. [9]
Cualquier constructivista que se precie debería avergonzarse al ver por todas
partes que a las cosas no se les ha hecho justicia: la primera trata a la materia
como amo/dueño, la segunda apenas como arena mojada en un arenero, y la
tercera como una ocasión para sentir la resistencia a la propia fuerza. Pero con
tales teorías de las fuerzas nadie tiene éxito en responsabilizarse siquiera por la
tarea más simple: hacer una torta, tejer una canasta, coser un botón – sin
mencionar erigir rascacielos o descubrir agujeros negros. Y sin embargo la mayor
parte de los debates sobre ‘realismo’ y ‘constructivismo’ nunca van más allá de la
próxima caja de juguetes de un niño – a la cual, además, uno debería agregar
algunos ‘gatos’ y ‘cisnes negros’. Seamos serios: si la palabra constructivista
significa algo, es porque nos conduce a agentes que no caen nunca dentro de
estos roles tontos e infantiles. Sí, actúan, sí, ordenan, sí, resisten, sí, son
plásticos, pero lo interesante son todas las posiciones como intermediarios que
pueden ocupar simultáneamente. [10] La paradoja es que las críticas retienen tres
o cuatro puntos de las trayectorias para las cuales los artistas, artesanos,
ingenieros, arquitectos, personas comunes y aún niños de jardín tienen un
vocabulario rico y talentoso. Gianbattista Vico, por cierto, nunca construyó mucho
con sus manos, como para creer que lo que hizo fue conocido completa y
absolutamente por esta razón. Nunca encontré científicos que estuvieran
contentos de elegir entre ‘realismo’ y ‘constructivismo’, excepto por supuesto en
los acalorados discursos de la guerra de la ciencia. Muéstrenme un solo artista

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que denigre el complejo material al que está dándole forma hasta llevarlo al punto
de un barro ‘infinitamente plástico’.[11] Muéstrenme a alguna programadora que
piense que tiene un control absoluto sobre el software que está escribiendo.
¿Alguna vez han visto a un cocinero que dé cuenta de un suflé de queso
definiendo su delicada y crocante substancia con las simples nociones de
‘plasticidad’, ‘resistencia’ y ‘pura obediencia a las fuerzas de la naturaleza’? [12]
En todas partes, construir, crear, edificar, trabajar, significa aprender cómo hacerse
sensible a los requerimientos opuestos, a las exigencias, a las presiones de
poderes en conflicto donde ninguno de ellos está realmente al mando. [13]
Especialmente no lo está el ‘fabricante’, que pasa días y noches tratando de estar
a la altura de su responsabilidad frente a lo que Etienne Souriau ha llamado
magníficamente instauración, o l’uvre à faire’. [14] ¿Cómo podemos dar cuenta de
la construcción, ya sea del lado del fabricante como del de lo fabricado, con una
teoría de la acción que cualquiera de nuestros propios actos contradice
absolutamente? Lo sé, el mal ejemplo proviene de más arriba: el Creador ex nihilo
jugando con Su polvo, barro y respiración nos ha dado a todos nosotros un mal
nombre. Pero no porque haya sido el primer ‘constructivista social’ que inventó
todo desde la fantasía de Su propia imaginación tenemos que seguir Su ejemplo –
O tal vez, cuando fuimos expulsados del Jardín del Edén, perdimos también el
sentido de esta historia de la Creación. No solamente ‘nos esforzaremos con el
sudor de nuestra frente’ y ‘pariremos con dolor a nuestros hijos’ sino que también
seremos maldecidos con la imposibilidad de comprender lo que significa laborar,
construir y crear. ‘Nunca más comprenderás el significado del poder de Dios’.
¿Viviremos por siempre castigados por el pecado original de confundir
constructivismo con ‘constructivismo social’?

Una oración imposible: ‘cuanto más construido más real’

No hay retorno al Jardín del Edén: sin embargo puede ser posible recuperar
algunos de los poderes perdidos del constructivismo original si sólo pudiéramos
deshacer la maldición que paraliza nuestras lenguas cada vez que deseamos

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usarlo. Por eso, no sólo es necesario suprimir la palabra ‘social’ para redistribuir
los agentes y agregar alguna incertidumbre referida a qué está haciendo la
construcción, como hice recién. A fin de salvar el modo de hablar constructivista,
se nos requiere otro movimiento más difícil aún: también tenemos que poder
ajustarnos a la práctica de la misma manera en que las versiones sofisticadas del
constructivismo nos prohíben hacer.
Cualquier arquitecto, obrero, planificador urbano, arrendatario, que da cuenta de la
realidad del la construcción que diseña, construye, planifica o habita, considerará
el monto de trabajo hecho como una de las razones por las que la construcción
está bien diseñada, bien construida, bien planeada o bien amueblada. De modo
que, para ellos, trabajar duro y tener un edificio sólidamente erigido e
independiente de su trabajo es una y la misma cosa –descontando que esté bien
hecho. En su sistema contable implícito, tienen una columna del haber en la que
ingresan su propio trabajo y la solidez autónoma del edificio, y una columna del
debe en la que ingresan lo que no ha estado bien diseñado, planeado o construido
y que por esta razón es peligroso, débil, incompleto, feo, inhabitable. ¿Cómo
puede ser que constructivistas bastante malos les pidan que tengan otro libro con
una práctica contable completamente diferente? Una en la que todos los ítems que
muestran que el edificio está erigido sólida e independientemente son ingresados
en la columna del haber mientras que todos los ítems tendientes a mostrar que el
trabajo se ha hecho se anoten en la columna del debe. Ni siquiera Enron y Arthur
Andersen osarían manipular sus libros contables hasta ese punto. Y, sin embargo,
esto es exactamente lo que hacemos cuando nos movemos del lenguaje práctico
de la construcción al teórico. Engañamos, mentimos, ingresamos a una
deshonestidad inaceptable.
Es exactamente esta traición del constructivismo lo que los estudios de ciencia
han discutido. En la jerga práctica de los científicos cuando trabajan, es a causa
de que trabajan y trabajan bien que los hechos son autónomos y se erigen
independientemente de su propia acción (la de los científicos). [15] Y sin embargo,
tan pronto como reflexionan sobre lo que han hecho – o tan pronto como caen
bajo la influencia de algún filósofo realista – cambian su libro, cambian sus

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registros y comienzan a delinear dos líneas opuestas: una para la realidad
independiente de los hechos (el crédito) y otra para el trabajo mundano, humano,
social y colectivo que han hecho (el débito). [16] Un trato tonto, primero porque la
misma palabra ‘hecho’ retiene aún rastros del otro sistema contable torpemente
eliminado “les faits sont faits”; segundo, porque al manipular este nuevo registro,
los científicos pierden la oportunidad de obtener un crédito por su propio y duro
trabajo, ¡que ahora va a la columna del debe!; y tercero, porque se privan a sí
mismos de la autoridad para pedir fondos ya que parece, al leer sus libros
contables manipulados, que si no trabajaran, si no tuvieran instrumentos, ni un
hacer colectivo, ni un sitio de construcción, conocerían mejor, más rápido y más
verdaderamente. La realidad independiente se erige sola y ellos están del otro
lado de una brecha gigante, sin poder achicarla. Pero la cuarta razón es
realmente la que expone mejor la tontería de esta deshonestidad: la diferencia
entre la buena y la mala ciencia, entre un experimento bien y mal diseñado,
hechos bien o mal fabricados, ha desaparecido, mientras que fue exactamente
esta crucial diferencia la que el otro sistema contable capturó tan bien – y hacia la
que se ha dirigido toda la atención de los científicos que trabajan: la diferencia
entre un buen y un mal científico. [17]
Si es claro que en el caso de los arquitectos la única opción interesante es entre
una construcción buena y otra mala y no entre la construcción y la realidad
autónoma, ¿por qué no sucede lo mismo con los científicos y los hechos? Por dos
rasgos agregados/sumados que parecen condenar al lenguaje del constructivismo.
Cuando decimos de un edificio que está erigido sobre su propio peso luego del
trabajo de los ingenieros, planificadores, arquitectos y albañiles, y en razón de su
buen trabajo, no tenemos que embarcarnos en una tramposa cuestión metafísica:
todos acordarán, cualquiera sea su autonomía: el edificio no estaba antes ahí. No
importa cuán elegante, coherente, necesaria, ajustada al paisaje termine siendo la
forma de una casa; no importa cuán “necesaria” parezca ser, ni cuán placentera
sea a la vista, eso no brinda la clase de necesidad requerida para la cuestión. Esta
tiene todavía una fuente y un origen en algún estudio de arquitectura señalado por
una placa de mármol o de bronce fijada en algún lugar de la pared -como todos

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nosotros tenemos la marca de nuestro ombligo en nuestra panza para tirar abajo
nuestro sueño de la autoconstrucción. Pero es precisamente este ombligo el que
irrita (con razón) a los cientistas y a los filósofos cuando ven que se usa la palabra
‘fabricación’ con relación a los ‘hechos’, aún cuando puedan estar dolorosamente
concientes de la maldita etimología de la palabra. La autonomía que se empeñan
en lograr es la de un edificio que siempre se mantuvo erigido sobre su propio peso
sin importar qué trabajo fue necesario para descubrir su ubicación exacta, para
medir su peso y para visitarlo o habitarlo. Tal grado de certeza, tal ocupación del
tiempo y el espacio, tal incuestionable autonomía, solidez y durabilidad, no la
puede brindar ninguna expresión de la construcción, ni ninguna metáfora
arquitectónica – aún si nos adherimos tan estrechamente como sea posible a la
confusa práctica de construir realmente edificios reales – ya que la construcción,
por definición, deja exactamente esos rastros que deberían ser eliminados. Si el
libro de doble entrada del sistema contable puede ser expuesto para los
arquitectos e ingenieros, no parece posible hacer lo mismo cuando están en
cuestión los duros hechos: autonomía y trabajo realmente parecen contradictorios.
¿Es éste entonces el último suspiro del constructivismo?
Es probable, especialmente cuando, para sumar el insulto a la injuria, la sociología
crítica mide esta máxima dificultad de todas las preguntas metafísicas y la
trivializa en una Q & A al final del curso de Teoría Continental 101: “La realidad
construida ¿es construida o real?” Respuesta: “Ambas” Comentado con una ligera
sonrisa indiferente: “¿Somos tan ingenuos como para pensar que tenemos que
elegir? ¿No sabemos que aún las ideologías más locas tienen consecuencias
reales? ¿Qué vivimos en un mundo de nuestra propia construcción y que no por
eso es menos real?” [18] Cómo desprecio este “ambas” que de forma tan barata
aparenta una cubierta de profundidad, y que no obstante pasa por ser el máximo
espíritu crítico. Nunca la crítica fue menos crítica que cuando acepta como una
respuesta obvia lo que, por el contrario, debería ser una fuente de absoluta
confusión. ‘Nosotros’ nunca construimos un mundo de ‘nuestra propia ilusión’
porque no existe en ‘nosotros’ tal libre creador y porque no existe un material lo
suficientemente flexible como para retener las marcas de nuestra ingeniosidad

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juguetona. ‘Nosotros’ nunca fuimos engañados por un ‘mundo de fantasía’, porque
no existe una fuerza lo suficientemente fuerte como para transformarnos en meros
esclavos de poderosas ilusiones. En ambas versiones -como creaciones de
nuestra propia imaginación, o como lo que esas criaturas imponen sobre nosotros-
el espíritu crítico fracasa ya que utiliza la definición menos realista posible de lo
que es crear, construir, estar influido, ilusionar. Transforma en una cosa simple lo
que precisamente es lo más misterioso en la puesta en común de los agentes con
otros actores, con los ajenos. El espíritu crítico se adormece justo cuando debería
estar despierto: nadie ha sido nunca engañado por la realidad que retorna de un
mundo hecho por uno mismo. Una vez más, el constructivismo es una víctima de
sus propios aparentes amigos, y la versión menos probable de qué es ‘construir un
mundo de uno mismo’ se utiliza para hacer imposible cualquier
versión/relato/registro de esta misma construcción. Esta creencia en una ingenua
creencia es la única ingenua creencia siempre visible ‘sólo si usted tiene un Ph.D.
en teoría crítica puede mantener esta ilusión contra la permanente refutación de
la práctica’.
De modo que, al final, las cosas no se ven muy bien: parece no haber una manera
creíble de decir que algo es sólido, durable, independiente, autónomo y necesario,
debido a que ha sido construido y bien construido – aún cuando esto es lo que los
muchos lenguajes de la práctica no se cansan de explicar, y lo que los estudios de
la ciencia han tratado de extraer permaneciendo “lo más cerca posible del banco”.
La amenaza se llevará a cabo, tendremos que someternos al examen: “Tienes que
elegir: o es real, o es construida”, y si osamos contestar “ambos” nuestro propio y
seguro ambos será confundido con la respuesta débil, barata y negativa de
nuestros peores enemigos - ej. nuestros queridos amigos los sociólogos críticos.
Parece ser que si la deconstrucción, más vorazmente que las termitas, ha podido
convertir en polvo todos los reclamos de solidez, autonomía, durabilidad y
necesidad, es porque el constructivismo fue un material demasiado frágil con el
que comenzar. No parecen existir tratamientos antitermitas, ni fumigación que
proteja al constructivismo de quedar en ruinas. Sólo lo que no ha sido construido
soportará la prueba del tiempo.

14
Una escala para calificar el monto correcto de constructivismo

Una solución podría ser abstenerse completamente de la palabra constructivismo.


[19] ¿Pero para quién quedaría el campo? Naturalistas, por un lado;
deconstruccionistas, por el otro. Habría un lugar en el sol sólo para aquellos que
vinculan la realidad con la ausencia de trabajo, y para aquellos que aparentan usar
el trabajo para desacreditar los reclamos de existencia, solidez, necesidad y
durabilidad. Los estudios de ciencia no tendrán un lugar propio. Un extraño
sistema contable que obligue a la práctica a volverse opaca a la indagación.
Afortunadamente, Ian Hacking ha hecho un buen trabajo clarificando este tópico
tan confuso en “¿La construcción social de qué?”. Gracias a su intento, puedo
tener éxito en ofrecer un inventario convincente de qué podrían significar
oraciones tales como ‘X debería ser considerado como construido’, donde X
representa ‘leyes de la naturaleza’, ‘divinidades’, ‘tecnologías’, ‘representaciones
políticas’, ‘organizaciones de mercado’, ‘subjetividades’. Y necesitamos que dichas
oraciones posean un significado claro ya que designan todos los ingredientes que
están disponibles en la progresiva definición del mundo común – el nombre que
ahora le doy al proceso político. [20] ¿Podría levantarse la maldición sobre la
teoría de la acción implicada por las muchas metáforas de la construcción?
Hacking comprendió que la razón por la que estas disputas sobre la mezcla
correcta de realidad y construcción disparan tanta pasión es que son políticas:
parecen hablar sobre epistemología pero realmente tratan sobre cómo
deberíamos empezar a vivir juntos. Para clasificar las muchas escuelas de
‘constructivistas sociales’ (sólo una rama de esta familia, como mostraré), ofrece
una escala que va desde el estado 0 (X está dado por la naturaleza), luego pasa a
estado 1 (X podría haber sido de otra manera), luego a estado 2 (X es malo),
luego a estado 3 (X debería ser derrocado) (p.6). En esta visión los
‘constructivistas sociales’ pueden ordenarse desde el más inocuo ‘las cosas no
siempre fueron como son, tienen una historia’, al más radical: ‘deberían

15
cambiarse’. Y todos los productos se oponen al estado 1, que Hacking implica
pero no define: X es lo que es, punto.
Aunque es muy importante ayudar a revelar la naturaleza inherentemente política
de este argumento, el gradiente de Hacking es demasiado asimétrico. Si bien
ordena bien los diferentes tipos de ‘constructivistas sociales’, no dice nada de las
políticas de aquellos que deberían ser llamados ‘naturalistas’, principalmente
aquellos que necesitan este implícito estado 1 que permite que X esté ahí como
un objeto fijo de la naturaleza. Para poder usar el esquema de Hacking, parece
más justo incluir también las políticas de aquellos que usan esta indisputable
necesidad de la naturaleza de definir el mundo común: ya está hecho y queda
fuera de los límites de cualquier proceso político. Una vez que está hecho, tanto
los constructivistas como los realistas se implican en lo que yo llamo
‘epistemología política’, a saber, la organización de la arena en la que los
candidatos que reclaman habitar el mismo mundo compartido ‘humanos y no
humanos’ están representados en todos los múltiples significados de la palabra.
De este modo, el debate no debería verse como algo en donde los estudiosos que
objetan la politización de la naturaleza se miden contra los militantes que politizan
todo, incluyendo los hechos de la naturaleza para sus muy diferentes objetivos
radicales: por el contrario, permite que diferentes facciones, partidos, ligas, hagan
explícito y público cómo se supone que van a distribuir lo que es discutible y lo que
no lo es, qué es contingente y qué necesario, qué debería mantenerse y qué
debería cambiarse. Para usar un set tradicional de metáforas, la epistemología
política no es una distorsión desafortunada de buena epistemología o buena
política, sino más bien la necesaria tarea de aquellos que escriben una
‘Constitución’ distribuyendo poderes en las varias ‘ramas’ de este vasto ‘gobierno
de las cosas’, buscando el mejor equilibrio entre ‘cheques y balances’. [ 21]
Una vez que esta base común es reconocida -una vez que el tratamiento
asimétrico de Hacking de los muy diferentes reclamos ha sido corregido- puede
ser posible abandonar, por un momento, las diversas etiquetas dadas a las partes
contendientes ‘realistas, naturalistas, constructivistas, deconstruccionistas, etc.’
para observar en cambio la lista de garantías que todos ellos desean obtener de

16
los participantes en el mundo común, aunque a través de diferentes medios. Me
parece que la lista que sigue ofrece más generalidad, y tal vez más claridad que la
ofrecida por Hacking, para ordenar la sub-familia de constructivistas sociales.
Utiliza sus mismos ‘puntos de adherencia’, pero ofrece una alternativa diplomática
diferente.
Primera garantía: una vez ahí, no importa cómo surgió, la discusión sobre X
debería detenerse. Esto es un reaseguro esencial contra las controversias
interminables, interrupciones, dudas superfluas y deconstrucción excesiva. Este es
uno de los dos significados de la palabra ‘hechos’: una vez ubicada, no debería
permitirse que la realidad sea disputada y debería usarse como la premisa
indiscutible de otros razonamientos. Es la única manera de asegurar una base de
hechos sólida y estable sobre la que descansar. Si esto no se hace, parece que la
discusión ya no es posible (‘punto de adherencia’ de Hacking Nº 3, p.84). Si una
parte llamada ‘constructivistas’ parece estar poniendo en peligro esta garantía
esencial, entonces ‘es la guerra’, y no sorprenderá que las otras facciones
tratarán de excluirla de cualquier ‘parlamento’. [22] Lo que salió tan mal en los
primeros debates sobre ‘construcción social’ fue que se ignoró esa garantía – o se
confundió con la siguiente, igualmente importante.
Segunda garantía: a pesar de la indisputabilidad asegurada por la primera,
debería mantenerse un proceso de revisión, una apelación de algún tipo, para
asegurarse de que los nuevos reclamantes –que la orden previamente establecida
no permitió que se tengan en cuenta-, podrán hacer oír su ‘voz’ – y ‘voz’, por
supuesto, no está limitada a los humanos. Esto es exactamente lo que el conjunto
revisado por Hacking requiere cuando ellos atacan el ‘naturalizado’, indiscutible,
dado por seguro estado 0. Solamente lo que ha sido hecho puede deshacerse o
rehacerse, lo cual es una fuente de energía indispensable. Si se remueven todas
las formas de revisión, si simplemente nos enfrentamos con las materias
indisputables de los hechos que siempre han sido del modo que son, se ha puesto
en peligro una garantía esencial y eso, también, ‘significa guerra’. Los nuevos
candidatos a la existencia tendrán prohibido el acceso al mundo común. Si una
parte llamada ‘naturalistas’ parece prevenir todas las discusiones, las revisiones,

17
porque usa el estado de la naturaleza para acortar el debido proceso en nombre
de ‘la ley y el orden’, entonces no debe sorprender que las otras facciones traten
de excluirla del parlamento.
El delicado sistema de balances de la epistemología política requiere de ambas
garantías, no hay debido proceso sin ellas. Pero la discusión no se detiene en
estas dos.
Tercera garantía: el mundo común se compone progresivamente, no está listo ahí
de una vez y para siempre. Esta garantía es totalmente confundida cuando se la
transforma en una discusión entre contingencia vs. necesidad - y es ahí donde
Hacking cae en la trampa (su ‘punto de adherencia’ Nº 1). Se arguye que para
probar que las materias de los hechos han sido ‘construidas’, uno simplemente
tiene que mostrar que son contingentes, que podrían haber sido de otro modo, que
no son necesarias. [23] Para refutar la versión constructivista, se contra-arguye,
uno tiene que mostrar simplemente que no hay dos maneras de que exista X, sólo
una. Pero tal debate es una muy mala lectura del argumento verdadero en los
estudios de ciencia, especialmente en la historia de la ciencia: el punto no es
demostrar la existencia de una física, química o genética ‘alternativa’, sino la
imposibilidad de absorber el mundo ‘en singular’, de un solo mordisco. [24] ‘El’
mundo unificado es una cosa del futuro, no del pasado.
Mientras tanto todos estamos en lo que James llama el ‘pluriverso’, y aquellos –
científicos, filósofos, activistas, personas comunes de todas clases – que intentan
hacerlo uno están arriesgándose y pueden caer. El peligro, la contingencia, la
incertidumbre, no califican el resultado – que bien puede ser la propia Necesidad –
sino el proceso a través del cual ‘el’ mundo se transforma en un mismo mundo
progresivamente compartido. La oposición no es entre contingencia y necesidad,
sino entre aquellos que quieren ordenar el mundo de una vez por todas sobre el
barato pretexto de que ya es ‘uno’, de modo que puedan deducir todo lo demás de
él, y aquellos que están listos para pagar el precio de su progresiva composición
en uno porque no pueden deducir nada.

18
Cuarta garantía: los humanos y los no-humanos están embarcados en una
historia que hará imposible su separación. De nuevo, cuando este rasgo del
constructivismo es visto como un debate entre realismo y nominalismo, está
profundamente mal interpretado. (‘punto de adherencia’ Nº 2 de Hacking, p. 80).
Las palabras y los mundos no representan dos estatuas enfrentadas que marcan
los respectivos territorios de dos reinos – a uno solo de los cuales se le jurará
lealtad. Por el contrario, las palabras y los mundos marcan extremidades posibles
y no tan interesantes, puntos finales de un complejo juego de prácticas,
mediaciones, instrumentos, formas de vida, compromisos, participaciones a través
de las cuales se generan nuevas asociaciones. Imaginar que se tiene que elegir
entre declaraciones y hechos, sería como hacer que las orillas de un río compitan
una contra la otra, ignorando el grande y poderoso río que corre entre ellas. Si la
filosofía sólo ha registrado la opción entre realismo y nominalismo, eso no tiene
nada que ver con la forma en que lidiamos con el verdadero contenido de los
hechos, sino con una precisa orden política que ha requerido una separación
estricta entre humanos y no-humanos. [25] Tan pronto como la asamblea política
se modifica –y esto es precisamente lo que es registrado por los estudios de
ciencia– la garantía no es obtener finalmente una clara separación entre palabras
y mundos, naturaleza y cultura, hechos y representación, sino justamente lo
opuesto: asegurar que no hay tal separación.
Quinta garantía: las instituciones que aseguran el debido proceso deberían poder
especificar la calidad del buen mundo común que tienen que monitorear. Como
mostré antes, lo que es crucial para una apropiada explicación del constructivismo
es poder diferenciar una buena construcción de una mala – y no quedar atascado
para siempre en una opción absurda: ¿está construido o no? Aunque la tradición
filosófica ha separado la cuestión moral de ‘la buena vida’ de la epistemológica del
‘mundo común’, sólo es cuestión de ver qué mundo común es mejor y cómo puede
ser compartido como un mundo que ocupe el escenario cuando el sutil discurso de
la práctica sea destacado. [26] Es aquí donde la composición del mundo común
cobra su sentido, lo que ha sido expresado desde los griegos en adelante por la
palabra cosmos – por oposición a kakosmos. [27] La búsqueda del mundo común

19
no puede siquiera comenzar a elevarse cuando se establece una oposición entre
un mundo ‘no construido’ que ya está ahí, unificado, desprovisto de valores, por
una parte, y un ‘construido’ y heterogéneo grupo de conflictivos valores sociales o
subjetivos por la otra. ‘Estar ahí’ no es suficiente para que los hechos/las prácticas
(matter of fact) sean absorbidas, asociadas, digeridas, y finalmente compatibles
con otros reclamos conflictivos: tienen que componerse, tienen que llegar a ser en
lugar de ser considerados estados de hecho. [28]
La idea (muy aproximada) de mi lista es que ahora debería ser posible comparar
las proposiciones que ingresan a la arena común de ‘el nuevo espacio público’
para chequear si conducen hacia un fortalecimiento o un debilitamiento de ese
conjunto de cinco garantías. Mi planteo es que este listado permite una
clasificación mucho más eficiente que la propuesta por Hacking (p.199). [29] A
falta de un término mejor (a mí me gustaría presentar/introducir ‘composicionismo’
pero no tiene pedigree), quiero retener la palabra ‘constructivismo’ para las ideas o
proposiciones que aceptables en la ‘constitución’, y ‘naturalismo’ o
‘deconstrucción’ para las que no lo hacen – la primera porque maximiza la quinta
garantía y es a la vez indiferente a las otras, y la última porque se adhiere a la
segunda y quinta garantía, pero minimiza las otras. Estoy preparado para
abandonar completamente el término, mientras se utilice uno nuevo para describir
el orden constitucional que he deseado describir con esta desconcertante palabra.
Cualquier término va a funcionar mientras pueda permitirme designar algo que
a) no siempre estuvo ahí,
b) tiene un origen humilde,
c) está compuesto por partes heterogéneas,
d) nunca estuvo por completo bajo el control de sus hacedores/fabricantes,
e) pudo no haber llegado a existir,
f) brinda oportunidades tanto como obligaciones,
g) por esta razón necesita ser protegido y mantenido si va a continuar existiendo.

Muchos rasgos, confieso, para una pobre y pequeña palabra – y una que termina
con esta condenada terminación ‘ismo’.

20
Si tan solo el construccionismo y la deconstrucción pudieran romper
relaciones

La razón más probable por la que mi solución va a fracasar no es sólo porque su


utilización levanta la bandera roja para los guerreros de la ciencia (todavía pienso
que ellos pueden tranquilizarse), [30] sino por su mucho más peligrosa asociación
con la de-construcción. [31] Aún cuando el prefijo ‘de’ debería ser suficiente para
indicar que va exactamente en la dirección opuesta, el espíritu crítico siempre
inclinará irónicamente su cabeza y exclamará con placer: ‘Si X está construido,
entonces puedo fácilmente ‘deconstruirlo’ y hacerlo polvo’. La relación parece tan
inevitable como la que hay entre la presa y el predador. Cuando se pronuncia la
palabra ‘construcción’, en lugar de ver inmediatamente qué herramientas y
recursos asegurarían su mantenimiento y quizás aún restaurarían la estructura
construida, el Gran Lobo Malo se anticipa gustosamente a clavar sus mandíbulas
deconstruccionistas. La razón es que las mentes críticas comparten al menos una
cosa con los fundamentalistas, sus crueles enemigos: ellos también creen que si
algo es construido, ello es sólo una prueba de que es tan débil que debería ser
deconstruido hasta que uno alcance el ideal último que todos comparten,
principalmente lo que no ha sido construido por ninguna mano humana. [32]
La deconstrucción serpentea por una empinada cuesta que el construccionismo –
o el composicionismo – trata de ascender a través de dolorosos zigzag. Es extraño
que estos dos movimientos se confundan cuando sus objetivos son tan diferentes.
Es verdad que vistos desde arriba y de lejos parezcan iguales ya que ambos
difieren mucho de la línea directa que los fundamentalistas sueñan con trazar.
Ambos insisten en el inevitable tropismo de las mediaciones, en el poder de todos
esos intermediarios que hacen imposible cualquier acceso directo a la objetividad,
la verdad, la moralidad, las divinidades, o la belleza. Sin embargo, el parecido se
termina aquí. La deconstrucción va empeorando para evitar el peligro de la
presencia, el composicionismo se va esforzando para tratar de captar tanta
presencia como sea posible. La primera se comporta como si el peligro mayor
fuera que las palabras cargasen demasiado significado, el segundo lucha por

21
extraer tanta realidad como sea posible de los frágiles mediadores que
dolorosamente recopiló/recogió. Si la primera serpentea tanto es porque
constantemente tiene que demorar el decir algo, mientras el otro se esfuerza por
conseguir la rectitud y sólo se desvía por la extrema empinadura de la loma que
trata de ascender. La una trata de huir tan lejos como sea posible del rostro del
dios que desea borrar, el otro sabe que no hay un rostro de Dios, de modo que no
hay nada que deba ser borrado. En su lugar se producirá un rostro, para ser
pintado y repintado a través de tantas reproducciones y representaciones no
miméticas como sea posible. [33]
Los deconstruccionistas se comportan más como aquellos ilustres generales
franceses que siempre estaban una guerra atrás: luchan una vieja batalla contra la
ingenuidad, la inmediatez, la naturalización, como si los intelectuales todavía
tuvieran que liberar a las masas del exceso de creencia. ¿No se han dado cuenta
de que las mentes críticas murieron hace mucho de una sobredosis de
descreimiento? La miniaturización de la crítica, como la de las computadoras, ha
abaratado tanto la duda que ahora todos, sin esfuerzo, podemos dudar de la
certeza más fuerte y más arraigada, deconstruir la construcción más sólida y
elevada sin ningún costo – cualquier cuter lo hará. ¿Por qué son tan lentos para
darse cuenta de que la difusión de la teoría de la conspiración ha tomado el lugar
de la ‘confianza ingenua en la autoridad’; que este revisionismo expandido,
popularizado y barato ha llevado a que el criticismo se transforme exactamente en
su opuesto, lo que uno podría llamar ‘ingenuo retraimiento de la autoridad’ o
‘barbarie crítica’? [34] En contraste, los composicionistas no tienen que derribar la
creencia, sino más bien producir lentamente la recuperación de la confianza. Ellos
no ven la ingenuidad como el pecado último, sino como una virtud refrescante a
ser recuperada con mucho dolor. No corren a buscar su revólver cuando se
pronuncia la palabra ‘certeza’, pues saben cuál es el precio que se paga por
producir un pequeño trozo de su mercadería/producto más preciado.
Para convencer a las mentes críticas de que el constructivismo significa nuestro
único lento y progresivo acceso a la objetividad, la moralidad, la paz civil y la
piedad, y que, por esta razón, todas las sutiles mediaciones de la práctica

22
deberían ser protegidas y cuidadas en lugar de ser lentamente derribadas y
destruidas, se requerirá una alteración tan profunda en nuestra ecología intelectual
que es difícil ver cómo sucederá. [35] Y sin embargo, sería necesario este primer
movimiento si se intentara el siguiente, aún más problemático: convencer
principalmente a los fundamentalistas que el idioma del constructivismo puede
brindarles más sólidas y durables garantías de preservar los valores por los cuales
ellos están tan dispuestos a morir. ¿Cuánto pasará antes de que la palabra
‘construcción’ deje de sonar como un insulto a ser pagado con sangre o como una
confesión de debilidad que invita a la deconstrucción? ¿Cuánto pasará antes de
que la palabra se escuche no como un grito de guerra que incite a tomar las armas
o los martillos, sino como una apelación a la extensión del cuidado y la prudencia,
un pedido para elevar otra vez la pregunta: ‘¿Cómo puede construirse mejor?’?
Para terminar con una encuesta (con el espíritu del sistema de puntuación /scoring
system) de Ian Hacking), propongo el siguiente test:
‘Cuando escucha que algo que usted aprecia/valora es una ‘construcción’, su
primera reacción es: (tildar la opción correcta)

• tomar un arma
• agarrar un martillo
• erigir un andamio

Respuesta: Si tildó la primera, usted es un fundamentalista listo para aniquilar


/hacer desaparecer a aquellos que piden la destrucción de lo que permanece
fuerte sólo si no fue construido por manos humanas; si tildó la segunda, entonces
usted es un deconstruccionista que debería ser prensado hasta quedar totalmente
chato a fin de facilitar un estructura mejor y más firme no tocada por manos
humanas; si tildó la tercera, usted es un constructivista, o, mejor, un
composicionista involucrado a la vez en la tarea de mantener y nutrir esas frágiles
habitaciones; si tildó todas, entonces usted está desesperanzadamente
confundido.

23
[ ] Traducción al inglés corregida amablemente por Duana Fullwiley. Agradezco a
Isabelle Stengers y a Graham Harman por sus sugerencias.

[1] Hacking, I. (1999) The Social Construction of What? Cambridge, Mass,


Harvard University Press.

[2] Para una versión estándar, Bordieu, P. (1986). ‘La Force du droit’. Actes de la
recherche en sciences sociales (64); 3-19; para una crítica poderosa y definitiva,
ver Favereau, O., ‘L’économie du sociologue ou penser (l’orthodoxie) à partir de
Pierre Bourdieu’ en Le Travail sociologique de Pierre Bourdieu, Dettes et critiques,
Edition revue et augmentée. B. Lahire (editor). (2001) París, La Découverte: 255-
314

[3] Para ejemplos de este constructivismo realista, ver Haraway, D. (1989).


Primate Visions, Gender, Race and Nature in the World of Modern Science.
Londres, Routledge y Kegan Paul; Pickering, A. (1995). The Mangle of Practice.
Time, Agency and Science. Chicago, The University of Chicago Press;
Rheinberger, H. J. (1997). Toward a History of Epistemic Thing, Synthetizing
Proteins in the Test Tube. Stanford, Stanford University Press; Knorr-Cetina, K.
(1999). Epistemic Cultures. How the Sciences Make Knowledge. Cambridge,
Mass, Harvard University press. Para una discusión más filosófica ver Latour, B.
(1999). Pandora’s Hope. Essays on the reality of science studies. Cambridge,
Mass, Harvard University Press.

[4] En lo que sigue no distingo entre sociología crítica y deconstrucción: la primera


destruye en grande, la otra en detalle; la primera está sacrificando el presente a la
revolución, la segunda sacrifica todo, incluyendo los sueños de la revolución, al
celoso dios de la presencia.

24
[5] Tarde, G. (1999 re-edición). Monadologie et sociologie. París, Les empêcheurs
de penser en rond y mi versión de su teoría social (2002). Gabriel Tarde and the
End of the Social. The Social in Question. New Bearings in the History and the
Social Sciences. P. Joyce. Londres, Routledge: 117-132

[6] Yaneva, A. (2002). ‘Scaling Up and Down: Models and Publics in Architecture.
Case Study of the Extensions of Whitney Museum for American Art.’, trabajo
presentado en el seminario del Max-Planck Institute for the History of Science en
Berlín, departamento II, 21 de Marzo de 2002.

[7] Para un repertorio rico en dichos términos ver el ahora clásico trabajo de
Koolhaas, R. y B. Mau (1995). Small, Medium, Large, Extra-Large. Rotterdam,
Office for Metropolitan Architecture.

[8] Pueden encontrarse muchos ricos ejemplos en Suchman, L. (1987). Plans and
Situated Actions. The Problem of Human Machine. Cambridge, Cambridge
University Press; MacKenzie, D. (1990). Inventing Accuracy. A Historical Sociology
of Nuclear Missile Guidance. Cambridge Mass, MIT Press; McGrew, W. C. (1992).
Chimpanzee Material Culture. Implications for Human Evolution. Cambridge,
Cambridge University Press; Lemmonier, P., Ed. (1993). Technological Choices.
Transformation in Material Cultures since the Neolithic. Londres, Routledge; Bijker,
W. (1995). Of Bicycles, Bakelities, and Bulbs. Toward a Theory of Sociotechnical
Change. Cambridge, Mass, MIT Press; Petroski, H. (1996). Inventing by Design.
How Engineers Get from Thought to Thing. Cambridge, Mass, Harvard University
Press.

[9] Ver Bloor, D. (1999). ‘Anti-Latour.’ Studies in History and Philosophy of Science
30(1): 81-112 y mi respuesta ‘For Bloor’ and Beyond’’ en la misma edición.

[10] Latour, B. y P. Lemonnier, Eds. (1994). De la préhistoire aux missiles


balistiques – l’intelligence sociale des techniques. París, La Découverte.

25
[11] Van der Leeuw, S. (1994). Innovation et tradition chez les potiers mexicains.
De la préhistoire aux missiles balistiques – l’intelligence socials des techniques. B.
Latour y P. Lemonnier (eds.). París, La découverte: 290-310.

[12] Física de superficie, como ha sido bellamente mostrado por Bensaude-


Vincent, B. (1998). Eloge du mixte. París, Hachette tiene una compleja ontología
que tampoco podría mantenerse un minuto en el pobre vocabulario materialista,
como ha mostrado antes Gaston Bachelard en muchos de sus ejemplos.

[13] De acuerdo con Jullien, F. O. (1995). The Propensity of Things. Toward a


History of Efficacy in China. Cambridge, Mass, Zone Books y (1997). Traité de
l’efficacité. París, Grasset, aquellos pensamientos serían mucho más fáciles de
conceptualizar en chino.

[14] Souriau, E. (1935). ‘L’oeuvre à faire.’; Souriau, E. (1939). L’instauration


philosophique. París, Félix Alcan.

[15] Latour, B. (19969. Petite réflexion sur le culte moderne des dieux Faitiches.
París, Les Empêcheurs de penser en rond.

[16] Todavía inspirado – o bastante contaminado – por el antifetichismo de la


teoría crítica malinterpreté este cambio en Laboratory Life: pensé que el
producto de los ‘hechos fabricados’ por su propia mano comenzó a ser que ‘los
hechos no fabricados’ no habían sido producidos por ninguna mano, de modo que
los cientistas, como los buenos fetichistas, estaban invirtiendo la causalidad,
concediendo a lo que ellos mismos habían hecho la razón por la que lo habían
hecho. Pero estaban en lo correcto – y también lo estaba yo: en efecto, había
realmente un cambio, pero desde el primer sistema contable – cuantas más
manos más autonomía – al segundo – usted tiene que elegir entre trabajo y

26
autonomía. Aunque para descubrir esto, tuve que buscar en el corazón/núcleo del
antifetichismo que sigue siendo hasta hoy el elemento principal de la teoría crítica.

[17] Diferencia que está en el corazón de la epistemología de Isabelle Stengers,


Stengers, I. (1993). L’invention des sciences modernes. París, La Découverte;
Stengers, Il (1997). Power and Invention. Minneapolis, University of Minnesota
Press.

[18] Para un típico ejemplo ver Heinich, N, (1993). ‘Les objets-personnes.


Fétiches, reliques et oeuvres dárt.’ Sociologie de l’art (6): 25-56. Para una ‘crítica’
de esta posición crítica, ver Robert Koch ‘The critical gesture in philosophy’, en
Latour, B. y P. Weibel, Eds. (2002). Iconoclash. Beyond the Imge Wars in Science,
Religión and Art. Cambridge, Mass, MIT Press, pp. 524-537.

[19] Y suprimir la palabra ‘construcción’ del subtítulo de Laboratory Life después


de haber suprimido la palabra social ‘¡antes de que los hechos, estoy seguro, se
vayan también!’.

[20] El vínculo necesario entre constructivismo y diplomacia está explorado en


Latour, B. (2002). War of the Worlds: What about Peace?, Chicago, Prickly Press
Pamphlet. Chicago University Press, que es un trabajo muy compañero de éste.

[21] Para todo este complejo set de movimientos, ver Latour, B. (1999). Politiques
de la nature. Comment faire entrer les sciences en démocratice. París, La
Découverte (traducido por Harvard University Press).

[22] Stengers, I. (1998). La guerre des sciences: et la paix? Impostures


scientifiques. Les malentendus de l’affaire Sokal. B. Jurdant (ed.). París, La
découverte: 268-292

27
[23] En los estudios de tecnología el mismo rol es jugado por la desgastada y
vieja noción de ‘flexibilidad interpretativa’ o ‘adaptabilidad’, como si el ser flexible y
adaptable fueran los únicos dos estados de la materia dignos de ser registrados.

[24] El mismo Hacking, en el hermoso último capítulo 7 sobre la dolomita muestra


cómo, - aún en un caso sencillo como el de las rocas ‘¡el mismísimo Steven
Weinberg gustaba de patear con su pie para probar que eso estaba ‘ahí’!’ –, la
‘unicidad’ de ‘el mundo’ es difícil de conseguir/obtener, a causa del multirealismo al
que conduce cualquier investigación. El autor no parece advertir que este capítulo
hace discutible su primer análisis del ‘punto de adherencia’. Mi lista de garantías
trata simplemente de hacer justicia a su capítulo empírico de un modo mejor de lo
que él ha podido hacer.

[25] Para una historia política e intelectual del nominalismo, ver de Libera A. La
querelle des universaux. De Platon à la fin du Moyen Age. (1996). París, Le Seuil.

[26] Los estados 2 y 3 de la lista de Hacking apuntan a esto cuando transforman la


historia contingente de X, estado 1, en lo que ‘ es malo’ y ‘debería ser descartado’,
pero abandonan la cuarta garantía, como asimismo la tercera, ya que su mundo,
el prometido por la ‘revolución’ es exactamente tan no compuesto y tan
innegociable como el que ellos quieren reemplazar.

[27] El objeto principal de Politiques de la nature op. cit., son las condiciones bajo
las cuales la distinción hecho/valor podría reemplazarse por otro set de dos
preguntas: ¿qué entidad deberíamos tomar en cuenta? ¿cómo podrán estar
asociadas?.

[28] Para registrar las diferencias entre la tradición del empirismo y los dos
escenarios en epistemología política que implican, trato de dar un significado
técnico a la diferencia en inglés entre lo realista (matters of fact) y la situación
(state of affairs).

28
[29] Con el cual simplemente no puedo clasificarme a mí mismo aunque soy uno
de los conejillos de indias de su libro - y con el cual sería imposible, para mí,
clasificar el propio capítulo de Hacking sobre las dolomitas.

[30] Esto es al menos lo que intenté en (1999). Pandora’s Hope. Essays on the
reality of science studies. Cambridge, Mass, Harvard University Press.

[31] Es interesante notar que hay un arquitecto explícitamente


deconstruccionista, aún derridiano, Daniel Liebeskind, pero aún así una rápida
visita a su conmovedor, claustrogene (claustrofóbico ¿?) y magnífico museo judío
en Berlín, es suficiente para mostrar que él también es, antes que nada, un
constructivista, y uno excelente por cierto.

[32] Sobre este sueño aqueropoiético (¿? acheropoietic dream) ver los artículos
de Galison, Koerner, Mondzain en Iconoclash. Beyond the Image Wars in
Science, Religion and Art. B. Latour y P. Weibel. Cambridge, Mass, MIT Press.

[33] Ver Koerner, J. (2002). The Icon as Iconoclash en op.cit. 164-214.

[34] No creo que sea una coincidencia que estas dos barbaries críticas hayan
golpeado al World Trade Center una después de la otra: la primera reduciéndolo a
escombros, la segunda, sumando insulto a la injuria, planteando que fue la misma
semilla de las víctimas, ayudada por la CIA o el Mossad. Pero es Baudrillard quien
tiene el honor de poner el último clavo al féretro del criticismo: ¿Acaso no ha
planteado que las Torres, - íconos de un capitalismo auto destructivo – (Sr. Bin
Laden dixit), se han deconstruido a sí mismas al atraer a las aeronaves que
pasaban a cometer suicidio?’ (2002) L’esprit du terrorisme, Galilée, París). Uno
sólo puede esperar que este gesto extremo, esta máxima auto destrucción del
pensamiento nihilista sobre un acto nihilista de auto destrucción, será el último

29
suspiro de la barbarie crítica. La historia muestra, lamentablemente, que el
nihilismo no tiene fondo.

[35] La exhibición Iconoclash – ver el catálogo en la op.cit. – fue, para mí, un


pequeño esfuerzo que apuntó a la alteración ecológica local en los jardines de
nuestros prejuicios.

30

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