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Dice el filósofo contemporáneo Peter Singer: “ Para que un análisis llevado a cabo dentro
del marco de la ética sirva de algo, es necesario hablar un poco de la ética, para tener una
clara comprensión de qué es lo que estamos haciendo cuando tratamos de cuestiones
éticas y siguiendo ésta recomendación, antes de ocuparme de la Ética Médica encuentro
conveniente fijar algunos conceptos relacionados con la ética en general.
ETICA GENERAL
Definiciones.
En la mayoría de los escritos que se ocupan del asunto se lee que la palabra ética deriva
del griego ethos, que quiere decir costumbre; a su vez, “moral” deriva del latin mos, que
significa también costumbre. Para no ser conformistas, vale la pena conocer con mayor
amplitud la evolución semántica de esas palabras, muy bien analizada por H.F. Drane. Para
él, ethos hace referencia a la actitud de la persona hacia la vida. En un principio significaba
una morada o lugar de habitación; más tarde, en la época de Aristóteles, el término se
personaliza para señalar el lugar íntimo, el sitio donde se refugia la persona, como también
lo que hay alla dentro, la actitud interior. Siendo asi, ethos es la raíz o la fuente de todos
los actos particulares.
Ese sentido griego original se perdió mas tarde al pasar al latin, pues se cambió por
mos/moris, significando casi sinonimo de hábitus, una práctica, un comportamiento, una
conducta. Por su parte, la forma plural “mores” significaría lo externo, las costumbres o los
usos.
Se acepta que la ética es una ciencia, puesto que expone y fundamenta científicamente
principios universales sobre la moralidad de los actos humanos. No es una ciencia
especulativa, sinó una ciencia práctica, por cuanto hace referencia a los actos humanos.
Por haber estado por muchos siglos en manos de los filósofos y los teólogos, la ética se
tuvo como algo especulativo; aún despierta en la generalidad de la gente temor o
complejo. Razón tuvo Kierkegaard al afirmar que de ordinario se considera a la ética como
algo totalmente abstracto y, en consecuencia, se la aborrece en secreto.
EL ACTUAR ETICO
Para el filósofo español Zubiri, el ethos no es otra cosa que una forma o modo de vida.
Ya señalé que la moral ha estado muy ligada a lo filosófico. Por eso cuando se intenta llegar
a los orígenes de la ética, los historiadores arrancan desde la época de los sofistas en la
Grecia clásica. La virtud para ellos consistía en ser un buen ciudadano, en tener éxito como
tal y en adaptarse a las conveniencias locales. Después Sócrates planteó los problemas
filosóficos capitales de la ética. Asimismo, él fué quién ( al decir de Séneca ) puso la
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filosofía al servicio de las costumbres, aceptando que se llega a la sabiduría suprema
cuando se es capaz de distinguir los bienes de los males.
Hemos dicho anteriormente que lo moral hace relación exclusiva a los actos humanos,
entendiendo como tales aquellas acciones libres, producto de la voluntad, que el hombre
es dueño de hacer o de omitir. Es importante aclarar que no es lo mismo “actos humanos”
que “actos de los hombres”. Los primeros siempre son producto de la reflexión, del
dominio de la voluntad; los otros pueden no serlo, como es el caso de acciones llevadas a
cabo por fuerzas ajenas a la voluntad. Asi puede entenderse porqué no es posible hablar
de la moralidad de los niños, ni de los dementes, ni de los enfermos de Alzheimer, como
tampoco de la moralidad de los animales o de las instituciones.
La moral, que se identifica también con el obrar bien, ha sido interpretada a la luz de las
diferentes escuelas filosóficas (positivismo, hedonismo, institucionalismo, utilitarismo,
idealismo, materialismo dialectico, etc.), lo cuál ha conducido a una pluralidad de
conceptos, dificil de conciliar algunos. Siendo así, quién dicta las leyes de moral?, quién
determina lo que es bueno o malo?.
La palabra “moral” designa una institución social, compuesta por un conjunto de reglas
que generalmente son admitidas por sus miembros. Se trata, de un código moral
elaborado por la comunidad, cuyos principios u obligaciones tienen el carácter de
imperativo categórico. Hegel dice que esa ley moral representa el espíritu objetivo, al que
Erich Fromm denomina “ conciencia autoritaria”. Hay instituciones como el Estado y la
iglesia que se encargan de fijar normas de moral, siendo las que dicta el primero de
obligado cumplimiento por todos los asociados, en tanto que los que promulga la segunda
sólo obligan a sus adeptos.
Cuando se afirma que lo moral se identifica con el obrar bien, surge la pregunta, que es
obrar bien?, cuya respuesta no es fácil de dar y si se dá es probable que no sea aceptada
por todos. En efecto, lo “bueno” y lo “malo” siempre han dividido la humanidad.
LO BUENO Y LO MALO
“Bueno”, con cierto criterio general, significa cualquier acción o cualquier objeto que
contribuya a la obtención de un fín deseable. La bondad ética tiene que ver con el hombre,
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con los actos que éste ejecute libremente y que vayan a beneficiarlo a él o al “otro”. El fin
deseable sería , alcanzar el bienestar, que a su vez involucra lo bueno. Puede encontrarse
una definición de “bien” que se identifique con lo que cada uno piensa que es el bien?. Ese
es , el punto clave que no ha resuelto la ética. Así las cosas se tendría que aceptar, con
enfoque práctico, que no es mediante la ciencia sinó mediante el sentido común cómo
podríamos entender lo que es el bien.
En sentido ontológico, “bien” es una propiedad del ser. “Bien moral”, repito, es algo
propio del hombre y de sus acciones libres. Para el filósofo católico Rodriguez, las acciones
que lesionan los fines esenciales de la naturaleza humana , son intrínsicamente malas; las
que los favorecen son buenas, entendiendo naturaleza como el término final del proceso
de perfeccionamiento del hombre. Para el mismo autor, la ley moral es la norma que regula
los actos humanos ,en órden al fín último que en la concepción católica cristiana y
siguiendo las enseñanzas de Santo Thomas de Aquino, es alcanzar la felicidad
sobrenatural, que es la posesión perfectísima de Dios, la cuál es intuitiva y por eso se
llama “visión beatífica”. Por supuesto que para ello es necesaria una ayuda sobrenatural de
Dios, que se denomina lumen gloriae. Si se condiciona lo bueno al fín último del hombre, se
crea otro conflicto, también insoluble, pues ese fín pueden ser muchos. Por ejemplo, para
los existencialistas es la autorización de una sociedad justa; para los utilitaristas la
felicidad es el más importante de los fines de la conducta y, consecuentemente, uno de los
criterios de moralidad; ante esa diversidad de criterios, la posición más inteligente podría
ser la que recomienda Cornford: en última instancia será cada individuo quién habrá de
juzgar por sí lo que constituirá la bondad de su conducta.
LOS DEBERES
Con frecuencia, ética y deontología se utilizan como sinónimos. Es cierto que ambas
palabras hacen relación al deber y ambas disciplinas son tenidas como ciencias: la primera
se ocupa de la moralidad de los actos humanos y la segunda determina los deberes que
han de cumplirse en algunas circunstancias sociales, y en particular dentro de una
profesión dada. Por eso se identifica como “la ciencia de los deberes”. Dice Ferrer Mora que
la deontología ha de considerarse como una disciplina descriptiva y empírica cuyo fín es la
determinación de ciertos deberes. Vimos ya que la ética, a su vez, puede aceptarse como
una disciplina normativa.
De manera general se acepta que el cumplimiento del deber es hacer aquello que la
sociedad ha impuesto en bién de los intereses colectivos y particulares. La persona buena,
actúa correctamente cuando cumple con las tareas y obligaciones que debe hacer. Desde
que el individuo tiene uso de razón comienza a actuar bajo la presión de normas llamadas
deberes, a tal punto que su cumplimiento vive en función de ellos, y es entonces
considerado como una persona honesta, virtuosa.
El individuo posee obligaciones que no son otra cosa que constricciones o coacciones;
en el ámbito de la moral la persona puede ser constreida externa o internamente. Las
obligaciones cuyas motivaciones son subjetivas o internas son obligaciones éticas,
obligaciones del deber, en tanto que aquellas cuyas motivaciones son objetivas o externas,
son obligaciones de la coacción o estrictamente jurídicas. Deduce por eso Kant que la
conciencia no es otra cosa que el sentido del deber. El deber no puede ser una consigna,
sinó algo que nos incumbe. “El individuo verdaderamente ético experimenta tranquilidad y
seguridad porque no tiene el deber fuera de si mismo, sino dentro de él. “En él” es en su
conciencia, que es nuestra propia voz interior, independiente de sanciones y recompensas
externas.
El filósofo inglés David Ross introdujo en 1930 el concepto de “deber prima facie”, para
significar que no existen deberes absolutos, pues los deberes dependen de circunstancias
particulares ( deberes condicionales). Desde entonces la frase “prima facie” encontró
acomodo en la filosofía moral. Ross, sostuvo que los deberes no pueden depender de un
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solo principio, sinó que deben condicionarse a lo circunstancial. Siendo así, al surgir un
conflicto de deberes, es decir una competencia jerárquica, nuestro verdadero deber será el
más exigente, el más severo.
Según Ross, nuestros deberes prima facie son variados: a) de fidelidad ( ej. decir la verdad,
cumplir una promesa); b) de reparación ( restituir de alguna forma el daño causado); c) de
gratitud; d) de beneficiencia ( existen seres cuyas condiciones podemos mejorar ); e) de
no maleficiencia ( no hacer daño a otro); f) de justicia ( distribución de los recursos de
acuerdo con los méritos y necesidades de las personas ); por último g) de
automejoramiento o autoperfección. Con la anterior propuesta, Ross puso las bases, y
señaló los principios morales que servirían luego para fundamentar la nueva ética médica.
LA REFLEXION ETICA
El actuar ético o moral, vale decir, el cumplimiento del deber, no es producto exclusivo
de la conciencia. Kant decía que ésta, es el sentido del deber, pero ese sentido no se
origina por pálpitos ni es absolutamente autónoma, sinó que es
La moral, entonces, no tiene sólo un componente subjetivo de conciencia, sinó que para
concretarse requiere además un componente objetivo. Por supuesto que aquél es el que le
proporciona al actuar ético su más puro y trascendental ingrediente, pues lo suministra la
misma persona, con miras a cumplir con su deber ( lo que debe hacerse ), luego de un
proceso reflexivo voluntario, racional. Por eso los moralistas llaman a la conciencia “la
forma subjetiva de moralidad”. La conciencia , dice Vargas, no es ningún ente misterioso;
es sencillamente nuestro mismo entendimiento en cuanto se ocupa de juzgar la rectitud o
malicia de una acción. A esa moral subjetiva la llama Fromm “conciencia humanistica”. El
papel que desempeña la moral determina el camino que debemos tomar en las situaciones
ordinarias de nuestra vida. No obstante seguir la senda que mejor nos parezca es, o mejor
debe ser, una determinacion libre, no significa que sea una elección arbitraria. El ejercicio
de la conciencia moral, consiste en distinguir entre las posibles soluciones de una situación
dada aquella que permita preservar la autonomía de los seres humanos implicados en esa
situación. Precisamente, para evitar arbitrariedades o extravíos, la sociedad ( llamese
Estado o iglesia) ha fijado normas de conducta que, iluminen el camino para facilitar el
rumbo que decida seguir la conciencia. La autoridad de esas normas radica en que sean
consideradas valores y principios morales.
Debo insistir en que no basta sujetar nuestra conducta a esa conciencia o moral objetiva
para aceptar que nuestro actuar es ético. Kant decía que la ética sólo se interesa por las
intenciones, es decir, que atrae a la bondad intrínseca de las acciones. Si actuamos de
acuerdo a las leyes, más por miedo al castigo que por repulsión a las malas acciones, ese
actuar es parcialmente moral. Para que sea completamente moral debe haber sido
sometido al juicio de la conciencia. Es obrar, como quería Aristóteles, conforme a la recta
razón.
Segun Singer, para asentar la ética práctica sobre una base firme, lo que hay que
demostrar es que el razonamiento ético es posible. Es de suponer que cualquier persona
con capacidad reflexiva esté en posibilidad de discernir éticamente, a condición de que lo
haga con claridad y coherencia. Lo que se necesita para elegir una cosa en lugar de otra
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es una buena razón. Sin duda, el pensamiento moral sólo es posible con mente clara, pues
en él no caben la ambiguedad ni la equivocación. Como dice Toulmin, un problema central
de la ética es distinguir los argumentos válidos de los inválidos. Esa distinción por ser tan
compleja y delicada, corre a cargo de quienes, en plan de filósofos científicos, se ocupan
de darles a los argumentos éticos “validez universal”, es decir, pugnan para que sus
razonamientos sean dignos de aceptación general.
Como todo en lo moral, los distintos aspectos relacionados con el “valor”, tampoco han
escapado a la interpretación particular de los filósofos. F.M. Conford dice que el
conocimiento de los valores es intuición directa, como ver que el cielo es azul ó la hierba
verde. Precisamente, la forma cómo se aprenden los valores ha sido motivo de muchas
discusiones. J. Hessen, luego de revisar las principales posiciones filosóficas al respecto,
expresa que nuestros juicios morales de valor pueden ser producto de un conocimiento
discursivo ( racional ) pero, sobre todo, deben basarse en una experiencia y aprehensión
inmediata, emocional. El íntimo valor, la verdadera cualidad valiosa de sentimientos como
la justicia, la templanza y la pureza, sólo puede experimentarse y vivirse inmediatamente,
sólo puede conocerse intuitivamente.
Para Risiere Frondizi, los valores no son cosas, ni vivencias, ni esencias; son valores, es
decir, propiedades o cualidades sui generis que poseen ciertos objetos llamados bienes,
éstos , a su vez, equivalen a las cosas valiosas ( cosas más el valor o la cualidad que se les
ha incorporado ). Esas cualidades son irreales, sin corporalidad, valiosas o estimables en
sentido espiritual, abstracto. Para considerarse como tales deben poseer características
propias, aceptadas por algunos y registradas por Ferrarter Mora en su diccionario de
filosofía, asi:
1. Ser valentes. Al contrario de las joyas ( que son reales) no tienen ser, pero como
ellas, tienen valencia, no obstante ser cosas irreales. Precisamente, la realidad del
valor es el valer.
2. Tener objetividad. Pese a no ser cosas reales, los valores poseen objetividad dado
que son deseables, valiosos.
3. Tener polaridad. En otras palabras, tener un contrario o valor negativo. Ésta es una
característica fundamental de los valores. Un ejemplo: la belleza es un valor positivo;
su contrario o disvalor es la fealdad.
4. Tener cualidad. Siendo imposible de cuantificar, por no ser algo real, el patrimonio de
los valores es su cualidad.
5. Tener jerarquía. Es otra de sus características esenciales. Siendo así, hay valores
inferiores y superiores. Ésta cualidad permite que exista una tabla o sistema de valores,
y sirve a su vez como incitación permanente a la acción creadora y a la elevación
moral.
Tener dependencia. Los valores hacen siempre referencia al ser; son entes parasitarios,
que no pueden vivir sin apoyarse en objetos reales. Lo bello no significa nada si no se
relaciona con algo. Es importante tener en cuenta que el valor concreto no determina la
naturaleza del ser, sinó que éste lo exhibe en virtud de su naturaleza intrínseca.
Enumeradas las características de los valores, puede deducirse que una persona
inexperta difícilmente tendrá un concepto claro de ellos. Dado que la experiencia
contribuye a que se adquiera sentido de las cosas y de las ideas, son los expertos (filósofos
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y eticistas) los llamados a ayudar a que se adquiera esa claridad. No obstante la ayuda que
puedan prestar a éste propósito, la circunstancia de que no siempre se pongan de acuerdo
ha obligado a aceptar como válido el pluralismo moral, de tanta importancia en la ética
actual.
Pero, para qué sirven los valores? Sirven de fundamento a las reglas con las cuales el
individuo gobierna sus propias acciones. Esas reglas son los principios morales. Vale decir,
las normas o ideas fundamentales que rigen el pensamiento y la conducta. Drane
considera los principios como guías abstractas de acción. Apelar a un principio en ética es
apelar a una ley en ciencia. Sin duda, tener conciencia de lo que es valioso moralmente es
facilitar el cumplimiento del deber. Es que en la noción de valor ético está la llave que nos
permite acceder a los fenómenos de la vida moral
ETICA MEDICA
Habiendo revisado lo que es y lo que persigue la Ética General, no será difícil entender (eso
espero) lo que es y lo que persigue la Ética Médica.
ORIGENES Y DESARROLLO
De ordinario se piensa que la Ética Médica arranca desde la época de Hipócrates, con su
famoso Juramento. Puede aceptarse que haya sido así, si se habla de la cultura occidental.
Pero si le damos un marco más ecuménico, debemos retroceder más en el tiempo y
detenernos en la Mesopotamia del siglo XVIII antes de Cristo, cuando reinaba el rey
Hammurabi. Fué entonces cuando la sociedad, en este caso el Estado, dictó las primeras
leyes de moral relacionadas con la medicina, estableciendo con ellas la responsabilidad
jurídica del médico frente a su paciente. Es bueno señalar que se han encontrado tablillas
de arcilla que recogen leyes promulgadas 200 años antes de las dictadas por Hammurabi;
algunas referentes también a la medicina, sin que ésto le reste importancia al valor
histórico que tiene el código de aquél.
En dicho documento se regula la profesión médica en una sección comprendida por ocho
artículos, cuyo texto es el siguiente:
3. Si se trata del esclavo de un hombre libre, el dueño del esclavo dará al médico dos siclos
de plata.
4. Si un médico ha tratado a un hombre libre de una herida grave con la lanceta de bronce
y ha hecho morir al hombre, o si ha abierto la nube del hombre con la lanceta de bronce y
destruye el ojo del hombre, se le cortarán las manos.
7. Si un médico ha curado el miembro roto de un hombre libre , o hace revivir una víscera
enferma, el paciente dará al médico cinco siclos de plata.
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8. Si es un plebeyo dará tres siclos de plata.
Como vemos, en éste código se legisla sobre los honorarios profesionales y sobre la
responsabilidad cívil del médico. No obstante que en aquella época el médico era
considerado como un sacerdote, su actuar profesional estaba vigilado y sancionado por el
Estado.
La época en que se dice que vivió Hipócrates corresponde a la misma en que vivió
Sócrates (Siglos V y IV A.C.). Ya vimos que éste es reconocido como uno de los padres de
la filosofía y de la ética. A la vez, su contemporáneo Hipócrates es considerado uno de los
padres de la medicina y de la ética médica. Debemos recordar que en aquel entonces en
Grecia el ejercicio de la medicina estaba a cargo de individuos de diferente extracción
social y cultural, la mayoría de ellos convertidos en médicos motu propio, es decir eran
autodidactos. En virtud de sus escasos conocimientos, estaban muy desprestigiados; la
sociedad no les tenía confianza. En uno de los libros del Corpus hipocraticum, en la ley,
encontramos descrita ésta situación. Allí se lee: “ El arte de la medicina es de todas las
artes la más notable, pero, debido a la ignorancia de los que la practican y de los que a la
ligera los juzgan, actualmente está relegada al último lugar. En mi opinión el error, en éste
caso, se debe fundamentalmente a la siguiente causa; que el arte de la medicina es el
único que en las ciudades no tiene fijada una penalización, salvo el deshonor”. Existía, sin
embargo, un número, no se sabe que tan grande, de profesionales de la medicina
asociados en sectas un tanto misteriosas, que sólo divulgaban sus conocimientos a
aquellos que se iniciaban en esa especie de sacerdocio. Preocupados por la desconfianza
de la comunidad hacia los que se ocupaban del arte de curar., decidieron redactar un
documento a través del cuál se comprometían, bajo la gravedad del juramento, a ejercer
la profesión, ceñidos a unos principios cuyo fín único era favorecer los intereses del
paciente. De esa manera los mismos médicos se trazaron normas de moral, de obligado
cumplimiento para quíenes forman parte de la secta, pero carentes de responsabilidad
jurídica.
La filosofía griega que apenas comenzaba a espigar, sirvió para apuntalar el juramento
Hipocrático. Los iniciadores de la filosofía helénica eran teólogos. Los médicos
Hipocráticos, así mismo, estaban influidos por las corrientes filosóficas, en particular por la
pitagórica. La naturaleza o physis, era para ellos algo divino; de ahí que la ética médica
que destila el juramento haya sido considerada como formalmente religiosa. El médico era
un servidor o sacerdote de la naturaleza. Sólo mas tarde, cuando se recibió el influjo de las
corrientes estoicas, también de raigambre naturalista, el amor al hombre, la filantropía,
sirvió de fundamento para que se le tuviera amor al arte. Así quedó registrado en los
preceptos “ si hay amor a la humanidad, también hay amor a la ciencia”.
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curación se obtiene con la oración y el arrepentimiento. No obstante, de la naturaleza creó
Dios los medicamentos, cuya virtud Él les permitió a los médicos conocer. Al sentirse
enfermo, el individuo no debe descuidarse, sinó que debe apartarse del pecado, limpiar el
corazón, dedicarse a la oración, hacer ofrendas . Sólo entonces será posible que obre el
médico, quién, a su vez, debe rogar al Señor para que surtan efecto sus remedios.
Esa medicina teologial, manejada desde “la iglesia Terapeuta”, pierde vigencia
cuando la enfermedad ya no es negociable con Dios. Se comienza a dudar de su poder
cuando las epidemias diezman a la poblaciones, es decir, cuando no pueden detenerse con
oraciones ni invocaciones, como ocurrió a lo largo del siglo X en Europa. Ya no se
necesitaban médicos de almas, sinó médicos del cuerpo. Al entregar los sacerdotes a los
laicos la responsabilidad de curar, la medicina se hace mundana. Así lo demuestran los
sucesivos y frecuentes concilios, como el de reims en el siglo XII, que prohibió a los clérigos
la práctica de la medicina con ánimo de lucro. En 1243, el papado estableció que en todas
las órdenes religiosas, por estatutos, se prohibiera a sus miembros el estudio y ejercicio de
la medicina. Al desaparecer de la escena la Iglesia terapéuta se consolida el concepto de
que las enfermedades no son consecuencia del pecado sino de factores sociales y
ambientales; por lo tanto ameritan un tratamiento político, prescindiendo de lo religioso.
Entonces los hospitales pasan a manos del poder político central y son los reyes y los
señores quienes se atribuyen la legitimidad divina para administrar los bienes y los
cuerpos.
La medicina para estas épocas ( finales de la Edad Media y principios del Renacimiento) se
distancia del órden natural. La ciencia, en general, comienza a cuestionarlo y a revelar lo
que antes era tenido como misterioso. En otras palabras, la razón los substituye,
convirtiendose ésta en el nuevo órden moral. Bien entrado el siglo XVII, en la Edad
Moderna, Descartes establece que la razón no es contemplativa sino plena de acción. “Al
fin y a la postre dice dormidos o despiertos, no debemos dejarnos convencer nunca sino
por la evidencia de nuestra razón”.
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Revolución francesa tenían que ser el corolario de toda esa influencia ideológica. La
promulgación de los derechos del hombre y del ciudadano que hiciera la Asamblea
Nacional Francesa en 1789, dio al individuo su verdadera condición de persona, vale decir,
un sitio respetable dentro de la sociedad. “El objeto de la sociedad es el bién común”,
prescribía en su artículo I. En el VI declaraba que “la libertad consiste en poder hacer todo
lo que no perjudica a los derechos de otro; tiene por principio la naturaleza, por regla la
justicia y por salvaguardia la ley; sus límites morales se contienen en esta máxima : “ No
hagas a otro lo que no quieres que te hagan a tí ”. El individuo, entonces, pasó de la
condición de inepto, de invitado de piedad, a la de ciudadano con capacidad decisoria.
Igualdad, libertad y fraternidad constituían, sin duda, una nueva moral de proyección
ecuménica. Con ella muere el despotismo y nace el pueblo soberano.
Promediando el siglo XIX, Augusto Comte con su discurso sobre el espíritu positivo
refuerza la tésis anterior, proyectándolas con mayor nitidez hacia lo social; según él, todas
las especulaciones reales, convencionalmente sistematizadas, harían posible la
preponderancia universal de la mora, “puesto que el punto de vista social llegará a ser
necesariamente el vínculo científico y el regulador lógico de todos los demás aspectos
positivos”. La felicidad privada, decía, será posible a través del bien público. Para Comte, la
base necesaria de toda moral sana era el pensamiento social, desarrollado directamente a
travéz del espíritu positivo. Igual papel desempeñó John Stuart Mill al dar a conocer, por la
misma época sus obras, el Utilitarismo y Sobre la libertad. La moral utilitarista reconocía en
los seres humanos la capacidad de sacrificar su propio mayor bien por el bien de los
demás. Ese espíritu positivo, amasado durante varios siglos, se consolida en el siglo XX,
que es la centúria durante la cuál la ciencia da muestra fehaciente de todas sus
posibilidades. Lo pragmático, lo útil, es el signo del tiempo. Los derechos de la persona se
ven insuficientes y es necesario ampliarlos. Por eso, en 1948, la Organización de las
Naciones Unidas promulga la declaración Universal de los Derechos Humanos, que les dá
carta de naturaleza a la autonomía de la persona, a su libertad de pensar y actuar, a su
derecho a la vida privada, a su derecho a que la vida y la salud le sean tuteladas.
Como se ha visto en todos éstos cambios de las costumbres, la injerencia de los filósofos
ha sido definitiva. A ellos se debió el establecimiento de la ética naturalista y a ellos
también se debe el predominio de la ética pragmática. El curso que siguió con las ideas,
pasó sucesivamente por los tres estados teóricos de los que habla Comte: el teológico, el
metafísico y el positivo. Esta evolución mental individual o colectiva, en la edad madura,
en contraposición a los otros estados ( el teológico y el metafísico) que eran anteriores. Al
estado metaf´sico lo consideraba como una enfermedad crónica, ubicada entre la infancia
y la virilidad, es decir, en la edad adolescente. Si aceptamos la tésis positivista de Comte
podemos explicarnos entonces cómo fué posible que se consolidara la idea de que el
individuo, la persona, no podía seguir siendo tratado igual que un niño, ni siquiera como un
adolescente, sinó como un adulto, es decir, con plena capacidad mental.
Es indudable que las grandes catástrofes que la humanidad ha padecido han servido
para que se reflexione acerca de los valores morales. Por ejemplo, la tremenda explosión
atómica de Hiroshima y Nagasaki, que acorta la duración de la segunda guerra mundial a
expensas de una horrible hecatombe, dió material para cuestionar éticamente a la ciencia,
que hasta entonces se había considerado neutra en ese aspecto. Pero ante semejante
tragedia, producto claro de las conquistas científicas, quedó al descubierto que éstas, así
como habían traido beneficios a la humanidad, también podían conducir a su destrucción.
Lógico que al ponerse la ciencia en entredicho, hija legítima de corrientes del pensamiento
moderno, se volviera a pensar en el naturalismo y en el humanismo. En el afán de
progreso, la ciencia amenazaba destruir al hombre y a la naturaleza , y para neutralizar tan
evidente peligro era necesario que se interpusiera una buena dosis de conciencia. Un
médico, el Dr. Van Rensselaer Potter, propuso en los Estados Unidos de Norteamérica en
1971, crear una nueva disciplina ética, que sirviera de puente entre la ciencia y la
conciencia. A esa disciplina le dió el nombre de Bioética.
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Simultáneamente con la propuesta de Potter surgía otra tambien en EUA, con igual o
mayor incidencia sobre el desarrollo de la ética médica. Me refiero a la declaración de la
National Welfare Rights Organization, emitida en Junio de1970 , que contiene 26
propuestas relacionadas con los derechos del paciente, inquietud ésta, que dió origen a un
amplio movimiento a favor de los derechos del paciente. Algunas de esas propuestas
fueron aceptadas por la Comisión conjunta para la Acreditación de Hospitales y además
incluídas en el Manual de Acreditación en ese mismo año de 1970. La Asociación
Americana de Hospitales comenzó entonces a debatir el tema de los derechos del paciente
y en 1972 adoptó un proyecto acerca de los mismos. En Junio de 1973 una comisión del
departamento de Bienestar y Salud de EUA recomendó que se distribuyera tal documento
y se facilitara su adopción. En esa declaración se otorga al paciente el derecho de obtener
de su médico una completa información sobre su estado de salud, pronóstico y tratamiento
para poder dar su consentimiento antes de iniciar cualquier procedimiento terapéutico.
En 1980 el congreso de EUA designó una comisión presidencial, para que continuara el
trabajo que en 1978, había adelantado la comisión nacional para la protección de los
sujetos humanos en la investigación biomédica. Esa comisión presidencial rindió un
informe (Informe Belmont) en el cuál dejó establecido que la autodeterminación
(autonomía) y el bienestar (beneficiencia) de la persona eran los principios éticos que
debían regir la actuación del médico y de todos aquellos profesionales que se ocuparan de
la atención y la investigación de los sujetos humanos. A partir de entonces quedaron
claramente identificados los principios morales sobre los cuales sustentar la Ética Médica:
autonomía, beneficiencia, no maleficiencia y justicia. El primero inherente al paciente, el
segundo al médico y el tercero a la sociedad y el Estado. Por su gran importancia, más
adelante analizaré estos parámetros con mayor profundidad.
Conociendo ya lo que se entiende por ética y moral, como también por valores y
principios, será más fácil comprender lo que es y representa la Ética Médica.
La Ética Médica es una disciplina que se ocupa del estudio de los actos médicos desde el
punto de vista moral y que los califica como buenos o malos, a condición de que ellos sean
voluntarios, conscientes. Al decir “actos médicos”, se refiere a los que adelanta el
profesional de la medicina en desempeño de su profesión frente al paciente ( Ética Médica
Individual ) y a la sociedad ( Ética Médica Social ). Los actos que lleve a cabo en función de
su vida privada, no profesional , caerán en el campo de la Ética General, la misma que
permite juzgar los actos de cualquier persona.
El “acto médico”, en mi concepto, no tiene que ver sólo con lo relativo al paciente y a un
paciente dado. El médico actúa en función profesional también en actividades distintas a
las clínicas y a las quirúrgicas, como son las concernientes a la salud pública, al laboratorio
clínico, a la patología, a la medicina legal, a la investigación biológica, etc. Precisamente,
uno de los defectos que tuvo la ética tradicional, la hipocrática, fué que el juzgamiento
moral del médico, redujo su campo de acción a lo que hiciera al lado del lecho del enfermo
o en el quirófano. La medicina a distancia (la telemedicina ) como se la ejerce desde un
escritorio o desde un laboratorio, quedaba excluida. Hoy, vale reconocerlo, el médico no
sólo tiene compromiso con su paciente, sino también con la sociedad toda. Lo que una
persona hace , tiene antecedentes sociales e inevitablemente tendrá efectos sociales. Fácil
entender entonces porqué el principio ético de beneficiencia, de carácter individualista,
tiene que ser complementado con el principio de justicia, de alcance social.
Para mejor entenderla y aplicarla, la ética médica debe concebirse como una disciplina
estructurada, sistematizada. En otras palabras, es necesario que, a manera de un edificio,
posea cimientos, muros y acabados. Atrás vimos que la ética se construye con valores
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morales, principios y normas. Los filósofos y moralistas, que han sido desde Sócrates los
constructores del edificio ético, han procurado escoger los materiales ( el terreno, que es el
hombre, ha existido siempre) de la mejor calidad, resistentes al paso del tiempo y a
presiones de las costumbres. Adviértase que el símil que estoy utilizando hace referencia a
la ética como disciplina. Del actuar ético cada quién es su propio arquitecto, su propio
responsable. Como las desiciones éticas no son productos de púlpito o inspiración divina, el
médico en el desempeño de su delicada función debe poseer cualidades y llenar algunos
requisitos. Uno de esos requisitos es el conocimiento del sistema ético médico, es decir, la
estructura sobre la cuál debe modelar su actuar.
VALORES
Analizadas desde el punto de vista naturalista, tanto la vida como la salud podrían
quedar clasificadas como valores biológicos, vitales. Puede objetarse que ellas tienen más
de bienes que de valores, si se las considera con purismo axiológico.
Decía Descartes que la salud es sin duda el primer bien y fundamento de todos los demás
bienes de ésta vida. Sin embargo, aceptando que salud y vida son cosas buenas dado que
sólo con ellas el hombre puede llegar a realizarse y a trascender, y siendo lo bueno un
valor moral, parece lógico que ellas lo sean. Qué sentido tendría la existencia de valores
que escaparan a toda posibilidad de ser apreciados por el hombre?
En su libro Costo y valor de la vida humana, el francés Alfred Sauvy denunciaba los
criterios que se han tenido para juzgar la vida cuando se la considera apenas como un bien
utilitario. Vale según se la tase a la luz de intereses económicos, raciales, sociales,
religiosos, políticos y de conveniencia personal. Tal enfoque pragmático de la vida se
advierte también en relación con la salud. Ésta preocupa más cuanto más importante y
adinerado sea el individuo; en cambio, la falta de salud en el pobre es un asunto de poca
monta. Sin duda, ese enfoque deshumanizado de la vida y la salud como bienes materiales
exclusivamente, no le hace bien a la medicina. Es cierto que son bienes para quienes los
poseeen, pero deben ser valores ( y valores éticos) para los demás, en particular para
quíenes estamos comprometidos a preservarlas y mejorarlas.
No obstante que la medicina sea considerada una ciencia natural, en el fondo tiene
mucho de ciencia moral, espiritual, pues lo que se busca es propiciar el bien del hombre;
vale decir, es humanitaria. El concepto de la medicina como disciplina espiritual, hay que
imbuirlo a quienes se inician en ella; enseñarles que vida y salud son valores morales.
Aceptadas la vida y la salud como valores éticos, estaríamos obligados todos los
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profesionales de la salud a reconocerlas como tales, pues tendrían fuerza impositiva,
serían un imperativo moral al ocupar los primeros lugares en la escala axiológica que nos
debe servir de guía.
Continuando la tarea de elaborar una tabla de valores que sirva de fundamento al sistema
de la Ética Médica, me atrevería a colocar en tercer lugar la felicidad, que es lo que puede
experimentar una persona cuando tiene vida con salud. Es cierto que se trata de una
propuesta de sabor eudemonista, pues apareja tener que aceptar la felicidad como sumo
bien. No obstante la ética eudemonista es una ética de bienes y fines, vale decir que es
materialista, ha de aceptarse que la felicidad es un bien que puede alcanzarse a través de
la medicina. Con ésto la medicina no se demerita sino engrandece. Shopenhauer señala
que un cerebro poderoso, un humor alegre, un cuerpo bien organizado y en perfecta salud,
son los bienes supremos, lo más importante para alcanzar la felicidad. Y la felicidad , es
aquello sin lo cuál toda la empresa de la moralidad casi no tendría sentido.
PRINCIPIOS
Por supuesto que para que sea así, se hace necesario que esas normas autoricen acciones
cuyas consecuencias sean mejores que las que pudieran derivarse de cualquier otra
acción alternativa. Asi los condicionó hace 90 años el filósofo inglés G.E. Moore en su
Principia Ethica (Cambridge University Press, Cambridge).
Tres son los principios que en la actualidad hacen las veces de leyes morales en la Ética
Médica y que como dije, fueron propuestas, con caracter general, por el filósofo David
Ross. Ellos son: autonomía, beneficiencia ( no maleficiencia) y Justicia.
PRINCIPIO DE AUTONOMIA
La autonomía del paciente, como principio moral del actuar ético del médico, no fue
contemplada en el juramento Hipocrático. Al contrario, el paternalismo médico que
caracteriza a la moral Hipocrática, entronizó la heteronomía como requisito indispensable
de un buen acto médico. La introducción del principio de autonomía a la Ética Médica
como fundamento moral trajo consigo una verdadera revolución en el ejercicio profesional,
de la cuál muchos médicos y muchos pacientes no han hecho aún conciencia. El concepto
de autonomía, por interpretarse de muchas maneras, se ha prestado para hacer de la
relación médico-paciente un conflicto, no obstante el sano espiritu filosófico que anima
dicho principio.
La autonomía hace referencia a la libertad que tiene una persona para establecer sus
normas personales de conducta, es decir la facultad para gobernarse a si misma, basada
en su propio sistema de valores y principios. La palabra deriva del griego autos que
significa “mismo” y nomos que significa “regla, gobierno, ley”, es decir, expresa
autogobierno, sin constricciones de ningún tipo. La persona autónoma determina por sí
misma el curso de sus acciones de acuerdo a un plan escogido por ella misma. Por
supuesto que durante el acto médico la autonomía tiene que ver con la del paciente y no
con la del médico. La autonomía se ha convertido en la consigna que simboliza el derecho
moral y legal de los pacientes a adoptar sus propias decisiones sin restricción ni coerción,
por mas bienhechoras que sean las intenciones del médico. Sin duda, es un derecho que
limita lo que debe y puede hacer el médico por su paciente. Esto se ha tomado tan en
serio que los médicos que actúan contra los deseos del paciente, aún para salvarles la
vida, pueden llegar a enfrentarse a los tribunales disciplinarios y penales.
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La libertad de acción y la racionalidad son fundamentales para que un individuo pueda
considerarse autónomo. La racionalidad puede tener dos sentidos: la capacidad de escoger
los mejores medios para alcanzar un fín, y la elección de fines en vez de medios para
lograrlo. Siendo así, los actos de verdad racionales deben basarse en decisiones
relacionadas con los mejores medios que maximizen los fines escogidos. Para que ésto
ocurra, la persona será plenamente racional si posee aptitudes para; formular metas
apropiadas, especialmente a largo plazo; establecer prioridades entre esas metas;
determinar los mejores medios para alcanzarlas; actuar efectivamente para realizarlas;
abandonar o modificar las metas si las consecuencias son indeseables o indeseables al
usar los métodos disponibles.
Qué requisitos debe poseer una acción para que se considere autónoma? Según Faden y
Beauchamp son tres los requisitos necesarios : 1) que se ejecute con intencionalidad, 2)
con conocimiento y, 3) sin control externo. Para que una acción sea intencional debe
ocurrir como resultado de la intención de hacerla. No puede, por lo tanto, ser accidental, ni
ser hecha de manera inadvertida ó por error, ni ser producto de la presión física ejercida
por otro. Puede decirse que la acción intencional es una acción que se lleva a cabo de
acuerdo con un plan preconcebido.
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paciente; otro hace relación al compromiso de evitar hacerle daño. En efecto, el
documento dice asi:
“Haré uso del regimen dietético para ayuda del enfermo, según mi capacidad y recto
entender: del daño y la injusticia le preservaré”. Éste compromiso se ve reforzado con lo
registrado en el libro Epidemias: el médico debe “ ejercitarse respecto a las enfermedades
en dos cosas, ayudar o al menos no causar daño”.
La máxima latina “primun non nocere ( primero no hacer daño) siempre ha sido tenida
como el fundamento de la moralidad en el ejercicio médico. Pese a que se desconoce quién
y cuando la pronunció, se la relaciona con la Escuela Hipocrática.
PRINCIPIO DE JUSTICIA
Es bien sabido que el concepto teórico de justicia sigue siendo discutible en el ámbito
social ( político contemporáneo ). Para unos el ideal moral de justicia es la libertad; para
otros la igualdad social; para los demas la posesión equitativa de la riqueza. Desde la
perspectiva de la justicia distributiva se acepta que no sólo la
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sociedad tiene la obligación moral de proveer o facilitar un acceso igualitario a los servicios
de salud, sinó que además todo individuo tiene el derecho moral a
Ya ha quedado señalado que la Ética Médica es una ética práctica, normativa. Con ese
criterio ha sido absorbida por la Bioética. Por lo tanto, el médico en
ejercicio deberá para actuar dentro del marco ético, estar familiarizado ( y ojalá
identificado ) con los valores y principios morales que sustentan el sistema ético médico.
Creo que las tres recomendaciones que siguen a continuación tienen utilidad práctica:
1. El médico debe tener una idea muy clara de la estructura de su propio sistema de
valores y de la forma en que sus juicios personales influye en las decisiones
relacionadas con lo que es bueno o malo.
3. El proceso por el cuál el médico llega a las decisiones éticas y las implemente, debe ser
sistemático, consistente con la lógica.
El deber del médico es propiciar el mayor bién para su paciente; es decir, defender sus
mejores intereses, que son la vida, la salud y la felicidad. Si yo como médico me pongo a
reflexionar si éste o aquél acto mío adelantado en mi condición de profesional de la salud
va a beneficiar a mi paciente ó a la comunidad, estoy adelantando un juicio ético
,mediante el cuál espero llegar al convencimiento de cuál es la mejor de las alternativas
que puedan brindarse y que no van a lesionarse los intereses de un tercero. Para facilitar
ese juicio dispongo de principios morales como son el de autonomía, el de beneficiencia y
el de justicia, como también de normas de moral objetiva, que son las que ha dictado la
sociedad.
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