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ETICA GENERAL Y ETICA MEDICA

RONALD PALACIOS CASTRILLO, M.D.;PH.D.

Dice el filósofo contemporáneo Peter Singer: “ Para que un análisis llevado a cabo dentro
del marco de la ética sirva de algo, es necesario hablar un poco de la ética, para tener una
clara comprensión de qué es lo que estamos haciendo cuando tratamos de cuestiones
éticas y siguiendo ésta recomendación, antes de ocuparme de la Ética Médica encuentro
conveniente fijar algunos conceptos relacionados con la ética en general.

ETICA GENERAL

Definiciones.

En la mayoría de los escritos que se ocupan del asunto se lee que la palabra ética deriva
del griego ethos, que quiere decir costumbre; a su vez, “moral” deriva del latin mos, que
significa también costumbre. Para no ser conformistas, vale la pena conocer con mayor
amplitud la evolución semántica de esas palabras, muy bien analizada por H.F. Drane. Para
él, ethos hace referencia a la actitud de la persona hacia la vida. En un principio significaba
una morada o lugar de habitación; más tarde, en la época de Aristóteles, el término se
personaliza para señalar el lugar íntimo, el sitio donde se refugia la persona, como también
lo que hay alla dentro, la actitud interior. Siendo asi, ethos es la raíz o la fuente de todos
los actos particulares.

Ese sentido griego original se perdió mas tarde al pasar al latin, pues se cambió por
mos/moris, significando casi sinonimo de hábitus, una práctica, un comportamiento, una
conducta. Por su parte, la forma plural “mores” significaría lo externo, las costumbres o los
usos.

En el habla corriente, ética y moral se manejan de manera ambivalente, es decir, con


igual significado. Sin embargo, analizados los dos términos en un plano intelectual, no
significan lo mismo, pues mientras que “la moral tiende a ser particular, por la concreción
de sus objetos, la ética tiende a ser universal, por la abstracción de sus principios”. De
hecho es muy correcto y práctico el interpretar la ética como la moralidad de la conciencia.
En términos prácticos, podemos aceptar que la ética es la disciplina que se ocupa de la
moral, de algo que compete a los actos humanos exclusivamente, y que los califica como
buenos o malos, a condición de que ellos sean libres, voluntarios, y concientes. Asimismo,
puede entenderse como el cumplimiento del deber. Vale decir, relacionarse con lo que uno
debe o no debe hacer.

Se acepta que la ética es una ciencia, puesto que expone y fundamenta científicamente
principios universales sobre la moralidad de los actos humanos. No es una ciencia
especulativa, sinó una ciencia práctica, por cuanto hace referencia a los actos humanos.
Por haber estado por muchos siglos en manos de los filósofos y los teólogos, la ética se
tuvo como algo especulativo; aún despierta en la generalidad de la gente temor o
complejo. Razón tuvo Kierkegaard al afirmar que de ordinario se considera a la ética como
algo totalmente abstracto y, en consecuencia, se la aborrece en secreto.

EL ACTUAR ETICO

Para el filósofo español Zubiri, el ethos no es otra cosa que una forma o modo de vida.
Ya señalé que la moral ha estado muy ligada a lo filosófico. Por eso cuando se intenta llegar
a los orígenes de la ética, los historiadores arrancan desde la época de los sofistas en la
Grecia clásica. La virtud para ellos consistía en ser un buen ciudadano, en tener éxito como
tal y en adaptarse a las conveniencias locales. Después Sócrates planteó los problemas
filosóficos capitales de la ética. Asimismo, él fué quién ( al decir de Séneca ) puso la

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filosofía al servicio de las costumbres, aceptando que se llega a la sabiduría suprema
cuando se es capaz de distinguir los bienes de los males.

Hemos dicho anteriormente que lo moral hace relación exclusiva a los actos humanos,
entendiendo como tales aquellas acciones libres, producto de la voluntad, que el hombre
es dueño de hacer o de omitir. Es importante aclarar que no es lo mismo “actos humanos”
que “actos de los hombres”. Los primeros siempre son producto de la reflexión, del
dominio de la voluntad; los otros pueden no serlo, como es el caso de acciones llevadas a
cabo por fuerzas ajenas a la voluntad. Asi puede entenderse porqué no es posible hablar
de la moralidad de los niños, ni de los dementes, ni de los enfermos de Alzheimer, como
tampoco de la moralidad de los animales o de las instituciones.

QUE BUSCA LA MORAL?

La moral se relaciona con el concepto de lo bueno y de lo malo, de lo que uno debe o no


debe hacer. Éste concepto está muy ligado a las costumbres, lo que permite deducir que la
moral no es una ( algo permanente), sinó muchas ( variable). En otras palabras, dado que
la costumbre es cambiante, la moral también lo es. Como dice Malherbe, las morales son
relativas a las sociedades y a las épocas que aquellas estructuran; ellas son múltiples.
Pero la ética que es la exigencia maestra del ser humano en cuanto tal, es única. Dos
ejemplos: la antropofágia era costumbre corriente entre los caníbales; el aborto era
aceptado en los paises comunistas. En ambos casos esos actos eran lícitos moralmente
para quienes los ejecutaban, porque la costumbre así lo imponía, pero eran susceptibles
de cuestionamiento ético.

La moral, que se identifica también con el obrar bien, ha sido interpretada a la luz de las
diferentes escuelas filosóficas (positivismo, hedonismo, institucionalismo, utilitarismo,
idealismo, materialismo dialectico, etc.), lo cuál ha conducido a una pluralidad de
conceptos, dificil de conciliar algunos. Siendo así, quién dicta las leyes de moral?, quién
determina lo que es bueno o malo?.

La palabra “moral” designa una institución social, compuesta por un conjunto de reglas
que generalmente son admitidas por sus miembros. Se trata, de un código moral
elaborado por la comunidad, cuyos principios u obligaciones tienen el carácter de
imperativo categórico. Hegel dice que esa ley moral representa el espíritu objetivo, al que
Erich Fromm denomina “ conciencia autoritaria”. Hay instituciones como el Estado y la
iglesia que se encargan de fijar normas de moral, siendo las que dicta el primero de
obligado cumplimiento por todos los asociados, en tanto que los que promulga la segunda
sólo obligan a sus adeptos.

Cuando se afirma que lo moral se identifica con el obrar bien, surge la pregunta, que es
obrar bien?, cuya respuesta no es fácil de dar y si se dá es probable que no sea aceptada
por todos. En efecto, lo “bueno” y lo “malo” siempre han dividido la humanidad.

LO BUENO Y LO MALO

No obstante haber postulado Sócrates ,hace veinticinco siglos, que la perfección


humana estriba en el conocimiento del bién y del mal, el concepto de la palabra “bueno”,
que es el eje alrededor del cuál gira la ética, ha sido muy discutido, lo que es explicable
por cuanto su significado está intimamente relacionado con la cultura y el orden social en
que tenga aplicación. Como dice Macintyre, a medida que cambia la vida social, cambian
también los conceptos morales. El filósofo inglés G.E. Moore, va mas allá al afirmar que el
retraso de que adolece el saber ético, se debe en gran medida al reiterado y pernicioso
intento de los filósofos por definir la bondad.

“Bueno”, con cierto criterio general, significa cualquier acción o cualquier objeto que
contribuya a la obtención de un fín deseable. La bondad ética tiene que ver con el hombre,

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con los actos que éste ejecute libremente y que vayan a beneficiarlo a él o al “otro”. El fin
deseable sería , alcanzar el bienestar, que a su vez involucra lo bueno. Puede encontrarse
una definición de “bien” que se identifique con lo que cada uno piensa que es el bien?. Ese
es , el punto clave que no ha resuelto la ética. Así las cosas se tendría que aceptar, con
enfoque práctico, que no es mediante la ciencia sinó mediante el sentido común cómo
podríamos entender lo que es el bien.

En sentido ontológico, “bien” es una propiedad del ser. “Bien moral”, repito, es algo
propio del hombre y de sus acciones libres. Para el filósofo católico Rodriguez, las acciones
que lesionan los fines esenciales de la naturaleza humana , son intrínsicamente malas; las
que los favorecen son buenas, entendiendo naturaleza como el término final del proceso
de perfeccionamiento del hombre. Para el mismo autor, la ley moral es la norma que regula
los actos humanos ,en órden al fín último que en la concepción católica cristiana y
siguiendo las enseñanzas de Santo Thomas de Aquino, es alcanzar la felicidad
sobrenatural, que es la posesión perfectísima de Dios, la cuál es intuitiva y por eso se
llama “visión beatífica”. Por supuesto que para ello es necesaria una ayuda sobrenatural de
Dios, que se denomina lumen gloriae. Si se condiciona lo bueno al fín último del hombre, se
crea otro conflicto, también insoluble, pues ese fín pueden ser muchos. Por ejemplo, para
los existencialistas es la autorización de una sociedad justa; para los utilitaristas la
felicidad es el más importante de los fines de la conducta y, consecuentemente, uno de los
criterios de moralidad; ante esa diversidad de criterios, la posición más inteligente podría
ser la que recomienda Cornford: en última instancia será cada individuo quién habrá de
juzgar por sí lo que constituirá la bondad de su conducta.

LOS DEBERES

Con frecuencia, ética y deontología se utilizan como sinónimos. Es cierto que ambas
palabras hacen relación al deber y ambas disciplinas son tenidas como ciencias: la primera
se ocupa de la moralidad de los actos humanos y la segunda determina los deberes que
han de cumplirse en algunas circunstancias sociales, y en particular dentro de una
profesión dada. Por eso se identifica como “la ciencia de los deberes”. Dice Ferrer Mora que
la deontología ha de considerarse como una disciplina descriptiva y empírica cuyo fín es la
determinación de ciertos deberes. Vimos ya que la ética, a su vez, puede aceptarse como
una disciplina normativa.

De manera general se acepta que el cumplimiento del deber es hacer aquello que la
sociedad ha impuesto en bién de los intereses colectivos y particulares. La persona buena,
actúa correctamente cuando cumple con las tareas y obligaciones que debe hacer. Desde
que el individuo tiene uso de razón comienza a actuar bajo la presión de normas llamadas
deberes, a tal punto que su cumplimiento vive en función de ellos, y es entonces
considerado como una persona honesta, virtuosa.

El individuo posee obligaciones que no son otra cosa que constricciones o coacciones;
en el ámbito de la moral la persona puede ser constreida externa o internamente. Las
obligaciones cuyas motivaciones son subjetivas o internas son obligaciones éticas,
obligaciones del deber, en tanto que aquellas cuyas motivaciones son objetivas o externas,
son obligaciones de la coacción o estrictamente jurídicas. Deduce por eso Kant que la
conciencia no es otra cosa que el sentido del deber. El deber no puede ser una consigna,
sinó algo que nos incumbe. “El individuo verdaderamente ético experimenta tranquilidad y
seguridad porque no tiene el deber fuera de si mismo, sino dentro de él. “En él” es en su
conciencia, que es nuestra propia voz interior, independiente de sanciones y recompensas
externas.

El filósofo inglés David Ross introdujo en 1930 el concepto de “deber prima facie”, para
significar que no existen deberes absolutos, pues los deberes dependen de circunstancias
particulares ( deberes condicionales). Desde entonces la frase “prima facie” encontró
acomodo en la filosofía moral. Ross, sostuvo que los deberes no pueden depender de un

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solo principio, sinó que deben condicionarse a lo circunstancial. Siendo así, al surgir un
conflicto de deberes, es decir una competencia jerárquica, nuestro verdadero deber será el
más exigente, el más severo.

Según Ross, nuestros deberes prima facie son variados: a) de fidelidad ( ej. decir la verdad,
cumplir una promesa); b) de reparación ( restituir de alguna forma el daño causado); c) de
gratitud; d) de beneficiencia ( existen seres cuyas condiciones podemos mejorar ); e) de
no maleficiencia ( no hacer daño a otro); f) de justicia ( distribución de los recursos de
acuerdo con los méritos y necesidades de las personas ); por último g) de
automejoramiento o autoperfección. Con la anterior propuesta, Ross puso las bases, y
señaló los principios morales que servirían luego para fundamentar la nueva ética médica.

LA REFLEXION ETICA

El actuar ético o moral, vale decir, el cumplimiento del deber, no es producto exclusivo
de la conciencia. Kant decía que ésta, es el sentido del deber, pero ese sentido no se
origina por pálpitos ni es absolutamente autónoma, sinó que es

alimentado por influencias externas. No olvidemos que la conciencia es transmitida por


nuestra misma inteligencia, por nuestro cerebro. Así lo creían con iluminada razón los
médicos hipocráticos. Y la inteligencia, nadie lo duda, es susceptible de ser educada, de
ser ejercitada. Cuando adjudicamos a una acción el predicado de “buena” o de “mala”, ese
juicio de valor debe estar respaldado por una norma de moral o unidad de medida. Amar a
la patria o respetar la dignidad de nuestros semejantes, que son deberes de cualquier
persona, se hacen concientes no por generación espontánea, sino por habernoslos
inculcado desde la edad escolar.

La moral, entonces, no tiene sólo un componente subjetivo de conciencia, sinó que para
concretarse requiere además un componente objetivo. Por supuesto que aquél es el que le
proporciona al actuar ético su más puro y trascendental ingrediente, pues lo suministra la
misma persona, con miras a cumplir con su deber ( lo que debe hacerse ), luego de un
proceso reflexivo voluntario, racional. Por eso los moralistas llaman a la conciencia “la
forma subjetiva de moralidad”. La conciencia , dice Vargas, no es ningún ente misterioso;
es sencillamente nuestro mismo entendimiento en cuanto se ocupa de juzgar la rectitud o
malicia de una acción. A esa moral subjetiva la llama Fromm “conciencia humanistica”. El
papel que desempeña la moral determina el camino que debemos tomar en las situaciones
ordinarias de nuestra vida. No obstante seguir la senda que mejor nos parezca es, o mejor
debe ser, una determinacion libre, no significa que sea una elección arbitraria. El ejercicio
de la conciencia moral, consiste en distinguir entre las posibles soluciones de una situación
dada aquella que permita preservar la autonomía de los seres humanos implicados en esa
situación. Precisamente, para evitar arbitrariedades o extravíos, la sociedad ( llamese
Estado o iglesia) ha fijado normas de conducta que, iluminen el camino para facilitar el
rumbo que decida seguir la conciencia. La autoridad de esas normas radica en que sean
consideradas valores y principios morales.

Debo insistir en que no basta sujetar nuestra conducta a esa conciencia o moral objetiva
para aceptar que nuestro actuar es ético. Kant decía que la ética sólo se interesa por las
intenciones, es decir, que atrae a la bondad intrínseca de las acciones. Si actuamos de
acuerdo a las leyes, más por miedo al castigo que por repulsión a las malas acciones, ese
actuar es parcialmente moral. Para que sea completamente moral debe haber sido
sometido al juicio de la conciencia. Es obrar, como quería Aristóteles, conforme a la recta
razón.

Segun Singer, para asentar la ética práctica sobre una base firme, lo que hay que
demostrar es que el razonamiento ético es posible. Es de suponer que cualquier persona
con capacidad reflexiva esté en posibilidad de discernir éticamente, a condición de que lo
haga con claridad y coherencia. Lo que se necesita para elegir una cosa en lugar de otra

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es una buena razón. Sin duda, el pensamiento moral sólo es posible con mente clara, pues
en él no caben la ambiguedad ni la equivocación. Como dice Toulmin, un problema central
de la ética es distinguir los argumentos válidos de los inválidos. Esa distinción por ser tan
compleja y delicada, corre a cargo de quienes, en plan de filósofos científicos, se ocupan
de darles a los argumentos éticos “validez universal”, es decir, pugnan para que sus
razonamientos sean dignos de aceptación general.

VALORES Y PRINCIPIOS MORALES

Para aclarar la mente y facilitar la reflexión ética se ha procurado, desde hace


veinticinco siglos, establecer valores y principios morales que sirvan de guía y sustento a
esa reflexión. Por supuesto que no todas las propuestas tienen aceptación unánime. Unas
tienden a lo metafísico y otras al racionalismo materialista, con múltiples posiciones
intermedias.

Como todo en lo moral, los distintos aspectos relacionados con el “valor”, tampoco han
escapado a la interpretación particular de los filósofos. F.M. Conford dice que el
conocimiento de los valores es intuición directa, como ver que el cielo es azul ó la hierba
verde. Precisamente, la forma cómo se aprenden los valores ha sido motivo de muchas
discusiones. J. Hessen, luego de revisar las principales posiciones filosóficas al respecto,
expresa que nuestros juicios morales de valor pueden ser producto de un conocimiento
discursivo ( racional ) pero, sobre todo, deben basarse en una experiencia y aprehensión
inmediata, emocional. El íntimo valor, la verdadera cualidad valiosa de sentimientos como
la justicia, la templanza y la pureza, sólo puede experimentarse y vivirse inmediatamente,
sólo puede conocerse intuitivamente.

Para Risiere Frondizi, los valores no son cosas, ni vivencias, ni esencias; son valores, es
decir, propiedades o cualidades sui generis que poseen ciertos objetos llamados bienes,
éstos , a su vez, equivalen a las cosas valiosas ( cosas más el valor o la cualidad que se les
ha incorporado ). Esas cualidades son irreales, sin corporalidad, valiosas o estimables en
sentido espiritual, abstracto. Para considerarse como tales deben poseer características
propias, aceptadas por algunos y registradas por Ferrarter Mora en su diccionario de
filosofía, asi:

1. Ser valentes. Al contrario de las joyas ( que son reales) no tienen ser, pero como
ellas, tienen valencia, no obstante ser cosas irreales. Precisamente, la realidad del
valor es el valer.
2. Tener objetividad. Pese a no ser cosas reales, los valores poseen objetividad dado
que son deseables, valiosos.
3. Tener polaridad. En otras palabras, tener un contrario o valor negativo. Ésta es una
característica fundamental de los valores. Un ejemplo: la belleza es un valor positivo;
su contrario o disvalor es la fealdad.
4. Tener cualidad. Siendo imposible de cuantificar, por no ser algo real, el patrimonio de
los valores es su cualidad.
5. Tener jerarquía. Es otra de sus características esenciales. Siendo así, hay valores
inferiores y superiores. Ésta cualidad permite que exista una tabla o sistema de valores,
y sirve a su vez como incitación permanente a la acción creadora y a la elevación
moral.

Tener dependencia. Los valores hacen siempre referencia al ser; son entes parasitarios,
que no pueden vivir sin apoyarse en objetos reales. Lo bello no significa nada si no se
relaciona con algo. Es importante tener en cuenta que el valor concreto no determina la
naturaleza del ser, sinó que éste lo exhibe en virtud de su naturaleza intrínseca.

Enumeradas las características de los valores, puede deducirse que una persona
inexperta difícilmente tendrá un concepto claro de ellos. Dado que la experiencia
contribuye a que se adquiera sentido de las cosas y de las ideas, son los expertos (filósofos

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y eticistas) los llamados a ayudar a que se adquiera esa claridad. No obstante la ayuda que
puedan prestar a éste propósito, la circunstancia de que no siempre se pongan de acuerdo
ha obligado a aceptar como válido el pluralismo moral, de tanta importancia en la ética
actual.

Pero, para qué sirven los valores? Sirven de fundamento a las reglas con las cuales el
individuo gobierna sus propias acciones. Esas reglas son los principios morales. Vale decir,
las normas o ideas fundamentales que rigen el pensamiento y la conducta. Drane
considera los principios como guías abstractas de acción. Apelar a un principio en ética es
apelar a una ley en ciencia. Sin duda, tener conciencia de lo que es valioso moralmente es
facilitar el cumplimiento del deber. Es que en la noción de valor ético está la llave que nos
permite acceder a los fenómenos de la vida moral

ETICA MEDICA

Habiendo revisado lo que es y lo que persigue la Ética General, no será difícil entender (eso
espero) lo que es y lo que persigue la Ética Médica.

ORIGENES Y DESARROLLO

De ordinario se piensa que la Ética Médica arranca desde la época de Hipócrates, con su
famoso Juramento. Puede aceptarse que haya sido así, si se habla de la cultura occidental.
Pero si le damos un marco más ecuménico, debemos retroceder más en el tiempo y
detenernos en la Mesopotamia del siglo XVIII antes de Cristo, cuando reinaba el rey
Hammurabi. Fué entonces cuando la sociedad, en este caso el Estado, dictó las primeras
leyes de moral relacionadas con la medicina, estableciendo con ellas la responsabilidad
jurídica del médico frente a su paciente. Es bueno señalar que se han encontrado tablillas
de arcilla que recogen leyes promulgadas 200 años antes de las dictadas por Hammurabi;
algunas referentes también a la medicina, sin que ésto le reste importancia al valor
histórico que tiene el código de aquél.

En dicho documento se regula la profesión médica en una sección comprendida por ocho
artículos, cuyo texto es el siguiente:

1. Si un médico ha tratado a un hombre libre de una herida grave mediante la lanceta de


bronce y el hombre cura; si ha abierto la nube de un hombre con la lanceta de bronce y ha
curado el ojo del hombre, recibirá diez siclos de plata.

2. Si se trata de un plebeyo, recibirá cinco siclos de plata.

3. Si se trata del esclavo de un hombre libre, el dueño del esclavo dará al médico dos siclos
de plata.

4. Si un médico ha tratado a un hombre libre de una herida grave con la lanceta de bronce
y ha hecho morir al hombre, o si ha abierto la nube del hombre con la lanceta de bronce y
destruye el ojo del hombre, se le cortarán las manos.

5. Si un médico ha tratado una herida grave al esclavo de un plebeyo con el punzón de


bronce y lo ha matado, devolverá esclavo por esclavo.

6. Si ha abierto la nube con la lanceta de bronce y ha destruido el ojo, pagará en plata la


mitad del precio del esclavo.

7. Si un médico ha curado el miembro roto de un hombre libre , o hace revivir una víscera
enferma, el paciente dará al médico cinco siclos de plata.

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8. Si es un plebeyo dará tres siclos de plata.

Como vemos, en éste código se legisla sobre los honorarios profesionales y sobre la
responsabilidad cívil del médico. No obstante que en aquella época el médico era
considerado como un sacerdote, su actuar profesional estaba vigilado y sancionado por el
Estado.

La época en que se dice que vivió Hipócrates corresponde a la misma en que vivió
Sócrates (Siglos V y IV A.C.). Ya vimos que éste es reconocido como uno de los padres de
la filosofía y de la ética. A la vez, su contemporáneo Hipócrates es considerado uno de los
padres de la medicina y de la ética médica. Debemos recordar que en aquel entonces en
Grecia el ejercicio de la medicina estaba a cargo de individuos de diferente extracción
social y cultural, la mayoría de ellos convertidos en médicos motu propio, es decir eran
autodidactos. En virtud de sus escasos conocimientos, estaban muy desprestigiados; la
sociedad no les tenía confianza. En uno de los libros del Corpus hipocraticum, en la ley,
encontramos descrita ésta situación. Allí se lee: “ El arte de la medicina es de todas las
artes la más notable, pero, debido a la ignorancia de los que la practican y de los que a la
ligera los juzgan, actualmente está relegada al último lugar. En mi opinión el error, en éste
caso, se debe fundamentalmente a la siguiente causa; que el arte de la medicina es el
único que en las ciudades no tiene fijada una penalización, salvo el deshonor”. Existía, sin
embargo, un número, no se sabe que tan grande, de profesionales de la medicina
asociados en sectas un tanto misteriosas, que sólo divulgaban sus conocimientos a
aquellos que se iniciaban en esa especie de sacerdocio. Preocupados por la desconfianza
de la comunidad hacia los que se ocupaban del arte de curar., decidieron redactar un
documento a través del cuál se comprometían, bajo la gravedad del juramento, a ejercer
la profesión, ceñidos a unos principios cuyo fín único era favorecer los intereses del
paciente. De esa manera los mismos médicos se trazaron normas de moral, de obligado
cumplimiento para quíenes forman parte de la secta, pero carentes de responsabilidad
jurídica.
La filosofía griega que apenas comenzaba a espigar, sirvió para apuntalar el juramento
Hipocrático. Los iniciadores de la filosofía helénica eran teólogos. Los médicos
Hipocráticos, así mismo, estaban influidos por las corrientes filosóficas, en particular por la
pitagórica. La naturaleza o physis, era para ellos algo divino; de ahí que la ética médica
que destila el juramento haya sido considerada como formalmente religiosa. El médico era
un servidor o sacerdote de la naturaleza. Sólo mas tarde, cuando se recibió el influjo de las
corrientes estoicas, también de raigambre naturalista, el amor al hombre, la filantropía,
sirvió de fundamento para que se le tuviera amor al arte. Así quedó registrado en los
preceptos “ si hay amor a la humanidad, también hay amor a la ciencia”.

El juramento Hipocrático, tal como pasa a la posteridad, encierra valores morales


intemporales: el respeto por la vida, no hacer daño nunca, beneficiar siempre, ser grato,
ser reservado. Esos valores, ciertamente, giran alrededor del hombre. Siendo así, debe
aceptarse que a partir de Hipocrátes la medicina comienza a perder su carácter sagrado y,
de hecho, a secularizarse. Las enfermedades, por lo tanto, no tienen origen sagrado y el
médico se hace un técnico al preguntarse: qué son las enfermedades? Cómo debo
tratarlas?. Llama la atención que para los griegos el médico virtuoso no era el médico
moral, sinó el médico que sabía desempeñar bien su oficio, es decir, el que favorecía ó al
menos no hacía daño.

Mas tarde, la religión judeo-critiana reforzó la orientación naturalista de la medicina


griega. Existe un documento, escrito 200 años antes de Cristo e incluido en los libros
sagrados del Antiguo Testamento, que hace presente la aportación, sin duda alguna ceñida
al “orden natural”. No se sabe si Jesús, su autor e hijo del profeta Sirocides, fuera médico.
De todas maneras, la medicina y el médico le inspiraban admiración suma, pues el
documento es una invitación a honrarlos. Luego de señalar que la medicina tiene carácter
divino (toérgica), advierte que el médico fué hecho por Dios para beneficio del enfermo, es
decir, que es un intermediario suyo. Como la enfermedad es consecuencia del pecado, la

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curación se obtiene con la oración y el arrepentimiento. No obstante, de la naturaleza creó
Dios los medicamentos, cuya virtud Él les permitió a los médicos conocer. Al sentirse
enfermo, el individuo no debe descuidarse, sinó que debe apartarse del pecado, limpiar el
corazón, dedicarse a la oración, hacer ofrendas . Sólo entonces será posible que obre el
médico, quién, a su vez, debe rogar al Señor para que surtan efecto sus remedios.

Con la aparición de Jesús de Galilea y de sus doctrinas humanitarias, la filantropía ó


amor al prójimo ( sobre todo al prójimo minusválido, enfermo) se consolidó como
fundamento moral del ejercicio de la medicina, dándole de nuevo características
sacerdotales. No debe extrañar, que la medicina quedara en manos de los clérigos durante
muchos siglos. Con ellos nacieron los hospicios , los hospitales y las iglesias y los
monasterios se convirtieron en lugar de peregrinación para los enfermos. Recuérdese que
tres famosos hospitales en los comienzos de la época medieval fueron construidos dentro
del contexto “ la cura del enfermo debe ser puesta por encima de cualquier otro deber”, al
decir de San Benito, reformador monástico. Esos nosocomios fueron: el Hotel Dieu en Lyon
(a-o 542), el hotel Dieu en Paris (a-0 651) y el Santo Spiritu en Roma (a-o 717).

Esa medicina teologial, manejada desde “la iglesia Terapeuta”, pierde vigencia
cuando la enfermedad ya no es negociable con Dios. Se comienza a dudar de su poder
cuando las epidemias diezman a la poblaciones, es decir, cuando no pueden detenerse con
oraciones ni invocaciones, como ocurrió a lo largo del siglo X en Europa. Ya no se
necesitaban médicos de almas, sinó médicos del cuerpo. Al entregar los sacerdotes a los
laicos la responsabilidad de curar, la medicina se hace mundana. Así lo demuestran los
sucesivos y frecuentes concilios, como el de reims en el siglo XII, que prohibió a los clérigos
la práctica de la medicina con ánimo de lucro. En 1243, el papado estableció que en todas
las órdenes religiosas, por estatutos, se prohibiera a sus miembros el estudio y ejercicio de
la medicina. Al desaparecer de la escena la Iglesia terapéuta se consolida el concepto de
que las enfermedades no son consecuencia del pecado sino de factores sociales y
ambientales; por lo tanto ameritan un tratamiento político, prescindiendo de lo religioso.
Entonces los hospitales pasan a manos del poder político central y son los reyes y los
señores quienes se atribuyen la legitimidad divina para administrar los bienes y los
cuerpos.

La medicina para estas épocas ( finales de la Edad Media y principios del Renacimiento) se
distancia del órden natural. La ciencia, en general, comienza a cuestionarlo y a revelar lo
que antes era tenido como misterioso. En otras palabras, la razón los substituye,
convirtiendose ésta en el nuevo órden moral. Bien entrado el siglo XVII, en la Edad
Moderna, Descartes establece que la razón no es contemplativa sino plena de acción. “Al
fin y a la postre dice dormidos o despiertos, no debemos dejarnos convencer nunca sino
por la evidencia de nuestra razón”.

A pesar de semejante vuelco, el dispensador de la medicina, es decir, el médico,


continuaba oficiando a la manera de los hipocráticos: con gran respeto por la vida humana,
con el propósito firme de proporcionar beneficio, pero sobre todo con un exagerado instinto
paternalista. El enfermo o paciente continúo siendo tratado como incapacitado mental
sometido al criterio de un déspota ilustrado; el médico. La razón asiste a Gracia Guillen
cuando afirma que el texto canónico del paternalismo médico fue el juramento hipocrático.

Nuevas corrientes, como el Idealismo y la Ilustración fueron imponiendose, sustentadas


en una profunda confianza en la razón humana. El órden establecido fue perdiendo
adeptos, en tanto se fortalecía la causa cuya consigna preconizaba que se debía creer en
lo que pudiera ser confirmado por los sentidos. Sin duda , con la ilustración se derrumbó el
dogmatismo medieval. El estudio de las ciencias era el camino para llegar a la sociedad
perfecta. La autoridad del paternalismo de los soberanos, sustentados en el concepto de
que éstos eran intermediarios divinos, se desmoronaron asimismo para darle paso al
concepto del Estado con orientación secular. Algo como lo ocurrido en la jóven
Norteamérica (Filadelfia 1774 y Virgina 1776), pero en especial el espíritu y el cuerpo de la

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Revolución francesa tenían que ser el corolario de toda esa influencia ideológica. La
promulgación de los derechos del hombre y del ciudadano que hiciera la Asamblea
Nacional Francesa en 1789, dio al individuo su verdadera condición de persona, vale decir,
un sitio respetable dentro de la sociedad. “El objeto de la sociedad es el bién común”,
prescribía en su artículo I. En el VI declaraba que “la libertad consiste en poder hacer todo
lo que no perjudica a los derechos de otro; tiene por principio la naturaleza, por regla la
justicia y por salvaguardia la ley; sus límites morales se contienen en esta máxima : “ No
hagas a otro lo que no quieres que te hagan a tí ”. El individuo, entonces, pasó de la
condición de inepto, de invitado de piedad, a la de ciudadano con capacidad decisoria.
Igualdad, libertad y fraternidad constituían, sin duda, una nueva moral de proyección
ecuménica. Con ella muere el despotismo y nace el pueblo soberano.

Promediando el siglo XIX, Augusto Comte con su discurso sobre el espíritu positivo
refuerza la tésis anterior, proyectándolas con mayor nitidez hacia lo social; según él, todas
las especulaciones reales, convencionalmente sistematizadas, harían posible la
preponderancia universal de la mora, “puesto que el punto de vista social llegará a ser
necesariamente el vínculo científico y el regulador lógico de todos los demás aspectos
positivos”. La felicidad privada, decía, será posible a través del bien público. Para Comte, la
base necesaria de toda moral sana era el pensamiento social, desarrollado directamente a
travéz del espíritu positivo. Igual papel desempeñó John Stuart Mill al dar a conocer, por la
misma época sus obras, el Utilitarismo y Sobre la libertad. La moral utilitarista reconocía en
los seres humanos la capacidad de sacrificar su propio mayor bien por el bien de los
demás. Ese espíritu positivo, amasado durante varios siglos, se consolida en el siglo XX,
que es la centúria durante la cuál la ciencia da muestra fehaciente de todas sus
posibilidades. Lo pragmático, lo útil, es el signo del tiempo. Los derechos de la persona se
ven insuficientes y es necesario ampliarlos. Por eso, en 1948, la Organización de las
Naciones Unidas promulga la declaración Universal de los Derechos Humanos, que les dá
carta de naturaleza a la autonomía de la persona, a su libertad de pensar y actuar, a su
derecho a la vida privada, a su derecho a que la vida y la salud le sean tuteladas.

Como se ha visto en todos éstos cambios de las costumbres, la injerencia de los filósofos
ha sido definitiva. A ellos se debió el establecimiento de la ética naturalista y a ellos
también se debe el predominio de la ética pragmática. El curso que siguió con las ideas,
pasó sucesivamente por los tres estados teóricos de los que habla Comte: el teológico, el
metafísico y el positivo. Esta evolución mental individual o colectiva, en la edad madura,
en contraposición a los otros estados ( el teológico y el metafísico) que eran anteriores. Al
estado metaf´sico lo consideraba como una enfermedad crónica, ubicada entre la infancia
y la virilidad, es decir, en la edad adolescente. Si aceptamos la tésis positivista de Comte
podemos explicarnos entonces cómo fué posible que se consolidara la idea de que el
individuo, la persona, no podía seguir siendo tratado igual que un niño, ni siquiera como un
adolescente, sinó como un adulto, es decir, con plena capacidad mental.

Es indudable que las grandes catástrofes que la humanidad ha padecido han servido
para que se reflexione acerca de los valores morales. Por ejemplo, la tremenda explosión
atómica de Hiroshima y Nagasaki, que acorta la duración de la segunda guerra mundial a
expensas de una horrible hecatombe, dió material para cuestionar éticamente a la ciencia,
que hasta entonces se había considerado neutra en ese aspecto. Pero ante semejante
tragedia, producto claro de las conquistas científicas, quedó al descubierto que éstas, así
como habían traido beneficios a la humanidad, también podían conducir a su destrucción.
Lógico que al ponerse la ciencia en entredicho, hija legítima de corrientes del pensamiento
moderno, se volviera a pensar en el naturalismo y en el humanismo. En el afán de
progreso, la ciencia amenazaba destruir al hombre y a la naturaleza , y para neutralizar tan
evidente peligro era necesario que se interpusiera una buena dosis de conciencia. Un
médico, el Dr. Van Rensselaer Potter, propuso en los Estados Unidos de Norteamérica en
1971, crear una nueva disciplina ética, que sirviera de puente entre la ciencia y la
conciencia. A esa disciplina le dió el nombre de Bioética.

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Simultáneamente con la propuesta de Potter surgía otra tambien en EUA, con igual o
mayor incidencia sobre el desarrollo de la ética médica. Me refiero a la declaración de la
National Welfare Rights Organization, emitida en Junio de1970 , que contiene 26
propuestas relacionadas con los derechos del paciente, inquietud ésta, que dió origen a un
amplio movimiento a favor de los derechos del paciente. Algunas de esas propuestas
fueron aceptadas por la Comisión conjunta para la Acreditación de Hospitales y además
incluídas en el Manual de Acreditación en ese mismo año de 1970. La Asociación
Americana de Hospitales comenzó entonces a debatir el tema de los derechos del paciente
y en 1972 adoptó un proyecto acerca de los mismos. En Junio de 1973 una comisión del
departamento de Bienestar y Salud de EUA recomendó que se distribuyera tal documento
y se facilitara su adopción. En esa declaración se otorga al paciente el derecho de obtener
de su médico una completa información sobre su estado de salud, pronóstico y tratamiento
para poder dar su consentimiento antes de iniciar cualquier procedimiento terapéutico.

En 1980 el congreso de EUA designó una comisión presidencial, para que continuara el
trabajo que en 1978, había adelantado la comisión nacional para la protección de los
sujetos humanos en la investigación biomédica. Esa comisión presidencial rindió un
informe (Informe Belmont) en el cuál dejó establecido que la autodeterminación
(autonomía) y el bienestar (beneficiencia) de la persona eran los principios éticos que
debían regir la actuación del médico y de todos aquellos profesionales que se ocuparan de
la atención y la investigación de los sujetos humanos. A partir de entonces quedaron
claramente identificados los principios morales sobre los cuales sustentar la Ética Médica:
autonomía, beneficiencia, no maleficiencia y justicia. El primero inherente al paciente, el
segundo al médico y el tercero a la sociedad y el Estado. Por su gran importancia, más
adelante analizaré estos parámetros con mayor profundidad.

DEFINICION DE ETICA MEDICA

Conociendo ya lo que se entiende por ética y moral, como también por valores y
principios, será más fácil comprender lo que es y representa la Ética Médica.

La Ética Médica es una disciplina que se ocupa del estudio de los actos médicos desde el
punto de vista moral y que los califica como buenos o malos, a condición de que ellos sean
voluntarios, conscientes. Al decir “actos médicos”, se refiere a los que adelanta el
profesional de la medicina en desempeño de su profesión frente al paciente ( Ética Médica
Individual ) y a la sociedad ( Ética Médica Social ). Los actos que lleve a cabo en función de
su vida privada, no profesional , caerán en el campo de la Ética General, la misma que
permite juzgar los actos de cualquier persona.

El “acto médico”, en mi concepto, no tiene que ver sólo con lo relativo al paciente y a un
paciente dado. El médico actúa en función profesional también en actividades distintas a
las clínicas y a las quirúrgicas, como son las concernientes a la salud pública, al laboratorio
clínico, a la patología, a la medicina legal, a la investigación biológica, etc. Precisamente,
uno de los defectos que tuvo la ética tradicional, la hipocrática, fué que el juzgamiento
moral del médico, redujo su campo de acción a lo que hiciera al lado del lecho del enfermo
o en el quirófano. La medicina a distancia (la telemedicina ) como se la ejerce desde un
escritorio o desde un laboratorio, quedaba excluida. Hoy, vale reconocerlo, el médico no
sólo tiene compromiso con su paciente, sino también con la sociedad toda. Lo que una
persona hace , tiene antecedentes sociales e inevitablemente tendrá efectos sociales. Fácil
entender entonces porqué el principio ético de beneficiencia, de carácter individualista,
tiene que ser complementado con el principio de justicia, de alcance social.

EL SISTEMA ETICO MEDICO

Para mejor entenderla y aplicarla, la ética médica debe concebirse como una disciplina
estructurada, sistematizada. En otras palabras, es necesario que, a manera de un edificio,
posea cimientos, muros y acabados. Atrás vimos que la ética se construye con valores

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morales, principios y normas. Los filósofos y moralistas, que han sido desde Sócrates los
constructores del edificio ético, han procurado escoger los materiales ( el terreno, que es el
hombre, ha existido siempre) de la mejor calidad, resistentes al paso del tiempo y a
presiones de las costumbres. Adviértase que el símil que estoy utilizando hace referencia a
la ética como disciplina. Del actuar ético cada quién es su propio arquitecto, su propio
responsable. Como las desiciones éticas no son productos de púlpito o inspiración divina, el
médico en el desempeño de su delicada función debe poseer cualidades y llenar algunos
requisitos. Uno de esos requisitos es el conocimiento del sistema ético médico, es decir, la
estructura sobre la cuál debe modelar su actuar.

VALORES

“Valor ( dice el diccionario de la Real Academia ) es la cualidad que poseen algunas


realidades, llamadas bienes, por lo cuál son estimables”. Sin desconocer que muchos son
los valores morales que deben incidir en el actuar correcto de los médicos y aceptando que
la Ética Médica es una ética práctica, considero que aceptar la vida humana como principal
valor ético, seguido de la salud, no es una propuesta carente de lógica.. Analizemos por
qué.

La ética es una disciplina antropocéntrica, al igual que la medicina. Aquella se ocupa de


analizar los actos de los hombres con miras a calificarlos como buenos o malos, en tanto
que ésta se ocupa de cuidar la salud, con miras a conservar la vida dentro de la mejor
calidad posible. El hombre siempre ha sido considerado como el bien mayor de la
naturaleza y, por lo tanto, sirve de vehículo a valores, entre los cuales la vida y la salud son
los más valiosos en la escala jerárquica. Además, ambas poseen polaridad, es decir,
poseen sus contrarios o antivalores, que son la muerte y la enfermedad. Se acepta que los
valores, para ser considerados como tales, requieren tener una existencia virtual, requisito
que llenan la vida y la salud, pues ellas no existen por sí mismas sino que están sostenidas
en un ser real, en algo corporal, que es el cuerpo humano. Ausente éste, tampoco existiría
la vida y la salud.

Analizadas desde el punto de vista naturalista, tanto la vida como la salud podrían
quedar clasificadas como valores biológicos, vitales. Puede objetarse que ellas tienen más
de bienes que de valores, si se las considera con purismo axiológico.

Decía Descartes que la salud es sin duda el primer bien y fundamento de todos los demás
bienes de ésta vida. Sin embargo, aceptando que salud y vida son cosas buenas dado que
sólo con ellas el hombre puede llegar a realizarse y a trascender, y siendo lo bueno un
valor moral, parece lógico que ellas lo sean. Qué sentido tendría la existencia de valores
que escaparan a toda posibilidad de ser apreciados por el hombre?

En su libro Costo y valor de la vida humana, el francés Alfred Sauvy denunciaba los
criterios que se han tenido para juzgar la vida cuando se la considera apenas como un bien
utilitario. Vale según se la tase a la luz de intereses económicos, raciales, sociales,
religiosos, políticos y de conveniencia personal. Tal enfoque pragmático de la vida se
advierte también en relación con la salud. Ésta preocupa más cuanto más importante y
adinerado sea el individuo; en cambio, la falta de salud en el pobre es un asunto de poca
monta. Sin duda, ese enfoque deshumanizado de la vida y la salud como bienes materiales
exclusivamente, no le hace bien a la medicina. Es cierto que son bienes para quienes los
poseeen, pero deben ser valores ( y valores éticos) para los demás, en particular para
quíenes estamos comprometidos a preservarlas y mejorarlas.

No obstante que la medicina sea considerada una ciencia natural, en el fondo tiene
mucho de ciencia moral, espiritual, pues lo que se busca es propiciar el bien del hombre;
vale decir, es humanitaria. El concepto de la medicina como disciplina espiritual, hay que
imbuirlo a quienes se inician en ella; enseñarles que vida y salud son valores morales.
Aceptadas la vida y la salud como valores éticos, estaríamos obligados todos los

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profesionales de la salud a reconocerlas como tales, pues tendrían fuerza impositiva,
serían un imperativo moral al ocupar los primeros lugares en la escala axiológica que nos
debe servir de guía.

Continuando la tarea de elaborar una tabla de valores que sirva de fundamento al sistema
de la Ética Médica, me atrevería a colocar en tercer lugar la felicidad, que es lo que puede
experimentar una persona cuando tiene vida con salud. Es cierto que se trata de una
propuesta de sabor eudemonista, pues apareja tener que aceptar la felicidad como sumo
bien. No obstante la ética eudemonista es una ética de bienes y fines, vale decir que es
materialista, ha de aceptarse que la felicidad es un bien que puede alcanzarse a través de
la medicina. Con ésto la medicina no se demerita sino engrandece. Shopenhauer señala
que un cerebro poderoso, un humor alegre, un cuerpo bien organizado y en perfecta salud,
son los bienes supremos, lo más importante para alcanzar la felicidad. Y la felicidad , es
aquello sin lo cuál toda la empresa de la moralidad casi no tendría sentido.

PRINCIPIOS

Principio es la “norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta”


( Diccionario de la Real Academia ). En la ética se manejan los principios morales, es decir,
aquellos que permiten o facilitan que los actos sean buenos. Cuando con afán ético se
apela a ellos, es como cuando en la ciencia se apela a una ley.

Por supuesto que para que sea así, se hace necesario que esas normas autoricen acciones
cuyas consecuencias sean mejores que las que pudieran derivarse de cualquier otra
acción alternativa. Asi los condicionó hace 90 años el filósofo inglés G.E. Moore en su
Principia Ethica (Cambridge University Press, Cambridge).

Tres son los principios que en la actualidad hacen las veces de leyes morales en la Ética
Médica y que como dije, fueron propuestas, con caracter general, por el filósofo David
Ross. Ellos son: autonomía, beneficiencia ( no maleficiencia) y Justicia.

PRINCIPIO DE AUTONOMIA

La autonomía del paciente, como principio moral del actuar ético del médico, no fue
contemplada en el juramento Hipocrático. Al contrario, el paternalismo médico que
caracteriza a la moral Hipocrática, entronizó la heteronomía como requisito indispensable
de un buen acto médico. La introducción del principio de autonomía a la Ética Médica
como fundamento moral trajo consigo una verdadera revolución en el ejercicio profesional,
de la cuál muchos médicos y muchos pacientes no han hecho aún conciencia. El concepto
de autonomía, por interpretarse de muchas maneras, se ha prestado para hacer de la
relación médico-paciente un conflicto, no obstante el sano espiritu filosófico que anima
dicho principio.

La autonomía hace referencia a la libertad que tiene una persona para establecer sus
normas personales de conducta, es decir la facultad para gobernarse a si misma, basada
en su propio sistema de valores y principios. La palabra deriva del griego autos que
significa “mismo” y nomos que significa “regla, gobierno, ley”, es decir, expresa
autogobierno, sin constricciones de ningún tipo. La persona autónoma determina por sí
misma el curso de sus acciones de acuerdo a un plan escogido por ella misma. Por
supuesto que durante el acto médico la autonomía tiene que ver con la del paciente y no
con la del médico. La autonomía se ha convertido en la consigna que simboliza el derecho
moral y legal de los pacientes a adoptar sus propias decisiones sin restricción ni coerción,
por mas bienhechoras que sean las intenciones del médico. Sin duda, es un derecho que
limita lo que debe y puede hacer el médico por su paciente. Esto se ha tomado tan en
serio que los médicos que actúan contra los deseos del paciente, aún para salvarles la
vida, pueden llegar a enfrentarse a los tribunales disciplinarios y penales.

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La libertad de acción y la racionalidad son fundamentales para que un individuo pueda
considerarse autónomo. La racionalidad puede tener dos sentidos: la capacidad de escoger
los mejores medios para alcanzar un fín, y la elección de fines en vez de medios para
lograrlo. Siendo así, los actos de verdad racionales deben basarse en decisiones
relacionadas con los mejores medios que maximizen los fines escogidos. Para que ésto
ocurra, la persona será plenamente racional si posee aptitudes para; formular metas
apropiadas, especialmente a largo plazo; establecer prioridades entre esas metas;
determinar los mejores medios para alcanzarlas; actuar efectivamente para realizarlas;
abandonar o modificar las metas si las consecuencias son indeseables o indeseables al
usar los métodos disponibles.

Qué requisitos debe poseer una acción para que se considere autónoma? Según Faden y
Beauchamp son tres los requisitos necesarios : 1) que se ejecute con intencionalidad, 2)
con conocimiento y, 3) sin control externo. Para que una acción sea intencional debe
ocurrir como resultado de la intención de hacerla. No puede, por lo tanto, ser accidental, ni
ser hecha de manera inadvertida ó por error, ni ser producto de la presión física ejercida
por otro. Puede decirse que la acción intencional es una acción que se lleva a cabo de
acuerdo con un plan preconcebido.

El segundo requisito, es decir que la acción se ejecute con conocimiento o entendimiento,


hace referencia a que si la gente no entiende la acción, ésta no será autónoma dado que
es imprescindible que se comprenda cuál es la naturaleza de ella y cuáles sus posibles
consecuencias. El tercer requisito tiene que ver con el control que desde fuera pueda
ejercerse sobre la persona, en relación con sus actos, y que puede hacerse de distintas
formas o grados: mediante coerción, manipulación, y persuación. Por otra parte, la
autonomía también puede verse interferida o restringida por factores internos, como ser
alteraciones orgánicas ó funcionales del cerebro (ejemplo: neurosis compulsiva).

Como vemos, el principio de autonomía no es más que el derecho moral al autogobierno.


Se trata de un principio filosófico íntimamente relacionado con el concepto legal de la
intimidad.

El principio de autonomía en ética médica puede prestarse a conflictos de tipo


profesional y, por supuesto, de orden moral. Si los valores morales del paciente entran
directamente en conflicto con los valores de la medicina, la responsabilidad fundamental
del médico es respetar y facilitar la autodeterminación del paciente en la toma de
decisiones acerca de su salud. Esta política de hacer primar la voluntad o autonomía del
paciente frente a la del médico limita el poder del médico y protege al paciente de un
abusivo entretenimiento, culpable de muchas aberraciones, como son las hospitalizaciones
no voluntarias o las cirugías no consentidas. Sin embargo, el “yo quiero que……” del
paciente, no puede interpretarse como una orden de obligado cumplimiento por parte del
médico. “yo quiero que me practique una operacion cesárea” o “yo quiero que me aplique
la eutanasia”, no obstante poder ser determinaciones coherentes con el sistema de valores
y actitudes frente a la vida por parte del paciente, el médico tiene la obligación de
consultar sus propios valores y principios, su buen juicio, para acceder o nó a la demanda
que se le hace. Si el paternalismo que caracteriza a la medicina hipocrática fué causa de
muchos excesos por parte del médico, la autonomía que caracteriza a la medicina
moderna también está siendo causa de muchos excesos, venidos del paciente y del
médico. Cuando la autonomía se lleva al extremo e intenta convertirse en un principio
absoluto y sin excepciones, conduce a aberraciones no menores que las del paternalismo
de la medicina hipocrática.

PRINCIPIO DE BENEFICIENCIA (NO MALEFICIENCIA)

El documento perdurable que ha servido de punto de partida y de sustento a la ética


médica occidental, es el Juramento Hipocrático. Uno de los principios morales en él
recogidos, tiene que ver con el beneficio que el médico está obligado a proporcionar a su

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paciente; otro hace relación al compromiso de evitar hacerle daño. En efecto, el
documento dice asi:

“Haré uso del regimen dietético para ayuda del enfermo, según mi capacidad y recto
entender: del daño y la injusticia le preservaré”. Éste compromiso se ve reforzado con lo
registrado en el libro Epidemias: el médico debe “ ejercitarse respecto a las enfermedades
en dos cosas, ayudar o al menos no causar daño”.

La máxima latina “primun non nocere ( primero no hacer daño) siempre ha sido tenida
como el fundamento de la moralidad en el ejercicio médico. Pese a que se desconoce quién
y cuando la pronunció, se la relaciona con la Escuela Hipocrática.

No obstante que el significado de “bien moral” puede interpretarse de diferentes maneras,


lo cierto es que se considera que un acto es bueno cuando está encaminado a favorecer lo
que naturalmente es conveniente al hombre. No habiendo nada más conveniente al
hombre que una buena salud, el mayor bien ó beneficio que puede causarsele es
devolversela cuando la ha perdido, ó protegersela cuando la posee. Si aceptamos, que la
salud debe adquirir la categoría de valor moral, corresponde al médico velar solícitamente
por ella, tenerla como fín último de su actuar profesional. De qué otra manera puede
beneficiarse al paciente como tal, si nó es defendiendo su salud, que es uno de sus
mejores y más legítimos intereses?

El principio de No Maleficiencia puede considerase, a diferencia del de beneficiencia, un


asunto pasivo. Si para realizar éste es necesario actuar, para no contrariar aquél es
indispensable abstenerse, vale decir, no infligir daño. El deber de No Maleficiencia abarca
no sólo el daño que pueda ocasionarse, sinó también el riesgo de daño. De ahí que para
evitarlo se requiera que el médico esté atento cuidadosamente. La ausencia de malicia, de
intención, no ampara de la violación del principio de No Maleficiencia. Así pues, para
beneficiar al paciente no basta hacerle el bien sinó también no hacerle daño, sobre todo
previniendo éste.

PRINCIPIO DE JUSTICIA

Aristóteles decía “ llamamos justo a lo que produce y protege la felicidad y sus


elementos en la comunidad política”. Estrechando este concepto para aplicarlo a la esfera
médica, sería a lo que haga el médico en favor de la vida con salud de su paciente,
circunstancia que favorece asimismo la felicidad. Ésta sería la justicia individual o
particular, que ha pasado a un segundo plano en la concepción actual de la ética médica,
pues en el marco de la atención de la salud, justicia es la distribución equitativa de los
bienes escasos en una comunidad, y que equivale a la justicia comunitaria o social, de
cuya vigencia debe responder el Estado.

Ésta macrojusticia ( si así puede llamarse la justicia comunitaria) en contraste con la


justicia individual o microjusticia tiene sus principales argumentos teóricos en las tésis
utilitaristas. En efecto, el objeto de la virtud, conforme a la ética utilitarista, es la
multiplicación de la felicidad. Según ésta, un acto es bueno sólo si alcanza el máximo de
utilidad, que puede interpretarse a favor de la persona ( per capita ) ó de un número
grande de individuos ( comunidad). En la bioética contemporánea el problema de la justicia
se ha centrado en el campo de los cuidados sanitarios.

Es bien sabido que el concepto teórico de justicia sigue siendo discutible en el ámbito
social ( político contemporáneo ). Para unos el ideal moral de justicia es la libertad; para
otros la igualdad social; para los demas la posesión equitativa de la riqueza. Desde la
perspectiva de la justicia distributiva se acepta que no sólo la

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sociedad tiene la obligación moral de proveer o facilitar un acceso igualitario a los servicios
de salud, sinó que además todo individuo tiene el derecho moral a

acceder a ellos. Pero la obligación moral se constituye en obligación legal? El derecho


moral es un derecho legal? En principio, debe entenderse que cuando la sociedad y el
Estado aceptan derechos morales adquieren la correspondiente obligación traducida en
términos legales. En 1983, en EUA, una comisión presidencial creada cinco años atrás para
estudiar los problemas éticos en medicina , hizo la siguiente declaración: “Con sentido
amplio , la sociedad tiene la obligación moral de hacer algo, es decir que debe moralmente
hacerlo; de lo contrario esa sociedad se expone a la critica moral”. Por eso es por lo que
algunos gobiernos han incluido en su constitución y en otros códigos disposiciones legales
destinadas a cumplir con la obligación moral de brindar salud a todos sus asociados. No
obstante, contados son los que hacen realidad su compromiso, restándole vigencia al
principio moral y legal de justicia distributiva. Puede decirse que aquellos sistemas de
gobierno de carácter socialista son los que más se acercan a ese ideal, pues al no existir
diferencias de clases la repartición de los recursos puede hacerse de manera semejante,
equitativa; en asuntos de salud, la posibilidad de acceso a los servicios, al igual que la
calidad de éstos es la misma para todos. En cambio, en aquellas naciones donde los
servicios médicos se prestan en mercado libre, se establece una lógica desigualdad,
contraria al principio ético de justicia.

LA REFLEXION ETICA EN EL EJERCICIO MEDICO

Ya ha quedado señalado que la Ética Médica es una ética práctica, normativa. Con ese
criterio ha sido absorbida por la Bioética. Por lo tanto, el médico en

ejercicio deberá para actuar dentro del marco ético, estar familiarizado ( y ojalá
identificado ) con los valores y principios morales que sustentan el sistema ético médico.
Creo que las tres recomendaciones que siguen a continuación tienen utilidad práctica:

1. El médico debe tener una idea muy clara de la estructura de su propio sistema de
valores y de la forma en que sus juicios personales influye en las decisiones
relacionadas con lo que es bueno o malo.

2. El médico debe tener un conocimiento básico de la ética como disciplina.

3. El proceso por el cuál el médico llega a las decisiones éticas y las implemente, debe ser
sistemático, consistente con la lógica.

El deber del médico es propiciar el mayor bién para su paciente; es decir, defender sus
mejores intereses, que son la vida, la salud y la felicidad. Si yo como médico me pongo a
reflexionar si éste o aquél acto mío adelantado en mi condición de profesional de la salud
va a beneficiar a mi paciente ó a la comunidad, estoy adelantando un juicio ético
,mediante el cuál espero llegar al convencimiento de cuál es la mejor de las alternativas
que puedan brindarse y que no van a lesionarse los intereses de un tercero. Para facilitar
ese juicio dispongo de principios morales como son el de autonomía, el de beneficiencia y
el de justicia, como también de normas de moral objetiva, que son las que ha dictado la
sociedad.

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