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Carlos Alfieri: entrevista con Massimo Cacciari

La Jornada semanal
México
Un filósofo en la Polis

Invitado por el Círculo de Bellas Artes para participar en el ciclo Filosofía y


Poesía, con motivo del centenario del nacimiento de María Zambrano –
pronunció una conferencia titulada "La idea del 'claros' en María Zambrano"–,
estuvo en Madrid, apenas durante unas horas, el filósofo italiano Massimo
Cacciari, una de las grandes figuras del actual panorama intelectual de su país.
Profundo conocedor de la cultura germana, lúcido estudioso de Heidegger,
Wittgenstein y Nietzsche, Cacciari es autor de una vasta obra filosófica que
tiene en la estética uno de sus ejes –Pensiero negativo e razionalizzazione
(1977), Icone della legge (1985), Dell'inizio (1990) son algunos de sus libros
más importantes. Recientemente se ha publicado en español su ensayo
Soledad acogedora. De Leopardi a Celan.

-Usted ha sido diputado por el Partido Comunista en el Parlamento italiano


desde 1976 hasta 1983, y alcalde de Venecia desde 1993 hasta
1999. ¿Cómo pudo conciliar la actitud que convencionalmente se le atribuye al
filósofo, reflexiva, íntima, teórica y con objetivos a largo plazo, con la
disposición pragmática, pública, concreta y volcada al corto plazo que preside
la práctica política?

–Primero es preciso entender qué es la filosofía. La filosofía –la nuestra, la


europea, la occidental– no es en absoluto un ejercicio contemplativo y
abstracto. Hay que desterrar esta idea banal, vulgar, equivocada de la filosofía.
En nuestra tradición, la filosofía indaga en la concreción de las cosas. Es decir,
procura despojar las cosas de todas sus interpretaciones, sus preconceptos, de
las opiniones y prejuicios que las rodean, para tratar de verlas en su
concreción. En este sentido, la filosofía europea siempre ha sido
eminentemente civil y política, pública, desde sus inicios. ¿Dónde hace filosofía
Sócrates? En el ágora, en la plaza, discutiendo con los ciudadanos.
¿Cuál es la gran obra de Platón? La República, donde toda su gran concepción
metafísica está dirigida a la fundación de la ciudad, a la politeia. Ocurre que
toda la filosofía europea está consagrada a construir una ciudad, una forma de
convivencia. Yo no he vivido jamás mi actividad política como algo
contradictorio respecto de la filosofía.

–De acuerdo, pero aun así, ¿nunca entraron en colisión ambos ámbitos?
Dicho de otra manera, ¿no tiene algo de traumático el tránsito del estudio del
Nietzsche de Heidegger a la discusión de los presupuestos para el dragado de
los canales de Venecia, pongamos por caso?

–No. Pero claro, hablo de la política concebida de una cierta manera.


La filosofía tiene siempre una función crítica frente a una política que sólo sea
demagogia, cháchara hueca, manipulación de las opiniones.

–Sin embargo, en su libro Soledad acogedora, al estudiar a Leopardi afirma


que "la verdadera soledad hace imaginar, pero imaginar es pensar". Entonces,
¿es posible ser hombre de pensamiento a la par que hombre público?

–Sí, aunque debo decir que no es en absoluto necesario que un filósofo sea
diputado o alcalde, pero cuando él piensa, ciertamente hace política. Incluso el
más solitario, Leopardi, concluye su vida con una grandiosa poesía, La ginestra
[La retama], que expresa un anhelo de federación entre los hombres, de
amistad entre ellos, de solidaridad. Otro tanto sucede con Nietzsche. ¿Cuál es
la figura humana que se exalta en Así hablaba Zaratustra? La de aquel que es
capaz de dar sin esperar recibir nada a cambio. Aun los más solitarios son
acogedores; no se trata de una soledad abstracta y absoluta. En nuestra
civilización, hasta los más solitarios tuvieron una pasión política y han dirigido
su filosofía a pensar una sociedad en la que las relaciones humanas sean más
ricas, más completas, más solidarias.

–En un comentario al coloquio entre usted y Gianfranco Bettin, Duemilauno.


Politica e futuro, Gianni Vattimo ironiza acerca de la coexistencia entre sus
concepciones apocalípticas en filosofía y lo que él denomina su "sentido
caritativo" o "sensato reformismo de izquierda" en la política práctica. ¿Qué
puede decir al respecto?

–Pues que Vattimo es un amigo muy inteligente pero poco proclive a leer los
libros que comenta. Yo no soy apocalíptico y jamás lo he sido, en absoluto, y en
política obviamente soy concreto, pragmático, reformista, pero sin que exista
ninguna contradicción con mi filosofía. La diferencia que tengo con Vattimo es
que pienso que la filosofía tiene todavía mucho que aprender de la gran
tradición metafísica clásica, y que en ella puede aún encontrar el fundamento
de su discurso. Es lo opuesto de lo apocalíptico. A ambos nos separa el juicio
sobre la importancia actual de la metafísica clásica, y también las distintas
interpretaciones que tenemos de Heidegger o Nietzsche. Yo atiendo al
Nietzsche lógico-filosófico, positivo, no al desconstructivo. Y recupero al
Heidegger que después de Ser y tiempo busca un nuevo inicio, no al que se
dedica a la crítica disolutiva de la tradición metafísica occidental. Si usted
quiere, intento desesperadamente un pensamiento fuerte, justamente para
evitar el apocalipsis.

–Otro comentarista de ese libro, Marcello Veneziani, lo define a usted como un


"conservador aristocrático" que ha trazado una parábola desde sus años de
militante comunista hasta coincidir hoy –"en sentido literal", dice– con el
pensamiento de la derecha social, por ejemplo con su propuesta de
"comunidad del bienestar". ¿Cómo se define políticamente hoy?

–Me parece interesante que Marcello Veneziani diga que soy un aristocrático
conservador: queda claro al menos que no soy un apocalíptico. Me reconozco
más en la definición de Veneziani que en la de Vattimo… Lo que ocurre es que
yo he tratado de leer e introducir en Italia, desde hace ya muchos años, a
grandes autores de la derecha europea, como Carl Schmidt, que hoy están en
el centro del debate político. ¿Por qué? Porque tienen una visión realista y
desencantada y ayudan a que nosotros cultivemos una mirada más distante. A
mí me sirven estos autores porque su visión desilusionada sobre nuestros
mecanismos representativos, sobre nuestro parlamentarismo, contribuye a
hacernos ver nuestros problemas.
Autores como Schmidt o Jünger enseñan todavía muchísimo sobre esta crisis
de la democracia, que es fundamental comprender si queremos encontrarle
remedio. En esta dirección de investigación, yo he encontrado grandes autores
de derecha –vamos, de derecha total–, que me dejan más enseñanzas que
ciertos liberales que sobrevuelan los problemas y utilizan las palabras sin
significados concretos. Nada ganamos con hacer, como a menudo hacemos,
vagas y vacuas exaltaciones de la libertad, de la democracia, de la igualdad,
sin ver la crisis que están atravesando estos principios. Hoy todas estas
grandes palabras se han vuelto vacías, hay que redefinirlas y precisarlas
haciendo un gran esfuerzo de higiene en el lenguaje, porque si los conceptos
quieren decir todo, es que ya no significan nada. Por eso nos encontramos con
que hoy todos somos demócratas; también los fascistas han devenido
demócratas: es el caso de Gianfranco Fini, el vicepresidente del Gobierno
italiano, por ejemplo.
EVA REBELDE ITZCUINTLI
itzcuintli@yahoogroups.com
http://members.tripod.com/~itzcuintli/index.html

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