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Cuadernos de educación

Inteligencia emocional y educación moral


Autor: Félix García Moriyón
Facultad de Psicología. Universidad Autónoma de Madrid.
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Emociones, sentimientos y vida afectiva En el ámbito de la moral, la posible separación ha


venido determinada por el predominio en el mundo
Umosnohacer
de los primeros problemas a los que debe-
frente en este tema es al de la clarifica-
occidental de dos corrientes filosóficas de gran ca-
lado, estoicos y kantianos, que han tendido a redu-
cir el papel de las emociones en la vida moral. Los
ción conceptual. No entro a aclarar aquí el con- estoicos propusieron el control completo de las pa-
cepto de inteligencia emocional, que plantea siones por el alma racional de los seres humanos;
algunos problemas, pues ya se hace en otro artí- las emociones eran consideradas incontrolables y
culo de este mismo número. Tampoco resulta fácil fuente de desajustes de comportamiento, por lo
distinguir entre emociones, sentimientos y pasio- que el ideal estaba en alcanzar la ataraxia, o estado
nes, ni definir con precisión ninguno de ellos. De de equilibrio en el que las pasiones, algo ajeno a
hecho, a lo largo de la historia de la ética han reci- nosotros, no nos afectan y alcanzamos la libertad.
bido nombres diferentes y han hecho alusión a Con importantes matices, esa misma idea la com-
realidades diferentes. Hoy llamamos en general partían también los epicúreos y los cínicos. Kant de-
emociones a lo que los antiguos llamaban pasio- sestimó las emociones y sentimientos porque consi-
nes, y sentimientos a lo que aquellos llamaban deraba que eran fuentes de relativismo moral y
afectos. Dada la brevedad de este artículo, englo- hacían imposible una pura fundamentación racio-
baré emociones y sentimientos en lo que se puede nal, por tanto universal, de las normas morales. Na-
denominar de forma genérica dimensión afectiva da hay bueno excepto una buena voluntad y esta
de los seres humanos. Por otra parte, en lo que si- es aquella que actúa por deber, siguiendo los dicta-
gue voy a atenerme al paradigma Marañón- dos del imperativo categórico. Si el móvil de nues-
Schachter acerca de las emociones, sin negar que tra acción son los sentimientos o emociones que
no es un modelo totalmente aceptado (Fernández una situación nos provoca, no estaremos actuando
Dols, 1997, págs. 326-359). moralmente bien, por más que esté bien lo que ha-
Desde ese paradigma, carece de sentido realizar gamos. Aunque los defensores del papel decisivo
una separación tajante entre la dimensión cognitiva de los sentimientos, desde Hutchenson, Shaftes-
y la dimensión afectiva del ser humano. Según esos bury y Hume hasta nuestros días, han ido ganando
autores hay un doble proceso que va desde la acti- terreno y han reivindicado el papel central que los
vación fisiológica hasta los procesos cognitivos su- sentimientos tienen en la vida moral, el peso de
periores y al revés. La situación más normal es Kant y el estoicismo sigue siendo fuerte.
aquella en la que la percepción de una situación Más recientemente, en el campo de la educación
provoca en nosotros una actividad fisiológica que moral, la polémica ha estado servida por el enfren-
denominamos emoción, aunque a veces se da el tamiento entre Kohlberg (Kohlberg, 1992) y Gilli-
proceso inverso con los consiguientes errores de gan (Gilligan, 1985). El primero, seguidor del para-
atribución, o también con las dificultades que pue- digma kantiano, se ha centrado en analizar el
de plantearnos ser conscientes de qué es lo que desarrollo cognitivo moral, es decir, el desarrollo
nos está ocurriendo o identificar el tipo de emocio- del juicio moral, relacionado con los problemas de
nes que nos afectan. Al negar una separación ta- justicia en los que la fría imparcialidad parece que
jante no negamos que existan diferencias que expli- debe jugar un importante papel. La segunda ha
can y justifican la distinción clásica de esas dos cuestionado la universalidad de dicho modelo y ha
dimensiones de la personalidad, la afectiva y la cog- considerado que perjudicaba a las mujeres, quie-
nitiva; esas diferencias pueden provocar unas rela- nes se rigen más por un paradigma del afecto y el
ciones entre ambas muy conflictivas o, en algunos cuidado. La perspectiva de Kohlberg es, sin duda,
casos, puede llevar a que un elevado desarrollo de algo reduccionista, pero eso lo reconoció el mismo
una dimensión no vaya adecuadamente acompa- autor. La llamada de atención de Gilligan es ade-
ñado por el desarrollo de la otra. La alegoría plató- cuada, pero comete un error importante al atribuir
nica del auriga peleando con sus dos corceles para diferencias de género en los modos de comporta-
que no se desviara el carro es una buena forma de miento moral y de justificación de dicho comporta-
exponer esas conflictivas relaciones y de proponer miento, algo que no parece gozar de suficiente
el necesario equilibrio entre ambas, algo que en es- evidencia empírica. Lo importante, en todo caso,
tos momentos ha vuelto a poner de actualidad la es recordar que ambas dimensiones, la «fría e im-
propuesta de una inteligencia emocional. parcial» y la «caliente que toma partido sin ser par-
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tidista» son irrenunciables en el crecimiento moral. va. La cultura oriental (japonesa) puede, por ejem-
Lo que puede ser llamativo es que, al repasar las plo, conceder un peso decisivo a la vergüenza en
corrientes dominantes en educación moral, no sa- las relaciones interpersonales, mientras que la cul-
len muy bien parados los planteamientos que pres- tura occidental da más importancia a la culpa (o el
tan atención a la educación de las emociones, sal- pecado); sentimientos ambos de enorme impor-
vo posiblemente en el caso de las propuestas de tancia en la vida moral, pero que le confieren un
Lickona (Lickona, 1991) y otras más concretas, co- color diferente en cada caso, si bien es posible y no
mo pueden ser la educación para la paz o la tole- muy complicado establecer puentes entre ambos
rancia, o de reflexiones más bien teóricas como la sentimientos. La cultura victoriana burguesa ha
de Peters (Peters, 1984). tendido a considerar que el objetivo primordial era
la ocultación de las emociones, lo que podía inclu-
Niveles de vida emocional so llevar a su extinción (especialmente en el caso
de los hombres), mientras que en amplios ambien-
Si queremos elaborar modelos de intervención tes de la sociedad actual se pone como objetivo
educativa para el crecimiento moral, debemos te- prioritario el dar rienda suelta a los sentimientos
ner en cuenta, en primer lugar, que podemos ha- básicos, sin dejarse llevar por los controles o res-
blar de dos niveles de manifestación de los senti- tricciones impuestos. Si aceptáramos la terminolo-
mientos. En un primer y más profundo nivel nos gía freudiana podríamos hablar de éticas que han
encontraríamos con lo que desde la ética se ha lla- defendido el principio de realidad frente a éticas
mado el temple (Heidegger), talante (Aranguren) que han apostado por el principio de placer. En
o animus (escolástica); en lenguaje psicológico ac- cierto sentido es posible que en estos momentos
tual lo llamaríamos posiblemente temperamento los planteamientos teóricos de la gente se inclinen
o ergios según Cattell (Colom, 1995, cap. 14 y 17). hacia el principio de la realidad, en el sentido es-
Es nuestro sentimiento fundamental de la existen- toico kantiano del control de las emociones, mien-
cia, algo que nos viene dado de nacimiento y con tras que la vida real esté más bien dominada por
lo que tenemos que habérnoslas; no depende de el principio de placer.
nuestra elección y es muy difícil provocar modifi-
Cuando intentamos enumerar o clasificar las emo-
caciones de cualquier tipo en ese nivel que tanto
ciones y sentimientos, nos encontramos con un
peso tiene en definir quiénes somos. Siguiendo
amplio abanico de posibilidades y difícil resulta jus-
la obra clásica de Aranguren (Aranguren, 1975,
tificar unas por encima de las otras; lo que sí se
págs. 335-371), podemos decir que en gran parte
puede y se debe defender es la conveniencia de al-
lo que nos define como personas morales es cómo
canzar un cierto equilibrio emocional de tal mane-
nos las habemos con ese talante y cómo configura-
ra que alcancemos un adecuado control de nues-
mos nuestro propio carácter moral a partir del ta-
tras emociones que nos permita avanzar en el
lante que nos ha tocado en suerte. El punto de
camino de nuestra plenitud personal. En este senti-
profunda vinculación entre ambas dimensiones, la
do, no puede negarse que desde siempre se ha
más puramente temperamental y la moral, lo en-
postulado en ética la necesidad de una cierta inte-
contramos en la estrecha correlación que existe en-
ligencia emocional. Los griegos ya hablaron del
tre la palabra fuerza (entendida desde la psicología
sentido de la mesura y del mesotes, que tanto
como fuerza del yo o como substrato radical de la
apreciaba Aristóteles; la desmesura es a la postre
dinámica de la personalidad) y la palabra virtud. Un
altamente destructiva y no hace falta proponer el
requisito imprescindible para la vida ética es tener
más moral que el Alcoyano, siguiendo la expresión control –casi extinción– de las pasiones para reco-
popular. mendar su equilibrada manifestación. Las emocio-
nes dan color y calor a nuestra vida, pero no dejan
Sobre ese nivel radical se configura el amplio cam- de ser en muchas ocasiones amenazadoras preci-
po de las emociones y sentimientos, momento en samente porque no las controlamos, o más bien,
el que el peso de la elaboración social de las mis- no las elegimos. No me es dado decidir si tengo o
mas es decisivo. Podemos admitir la universalidad no tengo miedo ante una situación; pero sé con
de algunas emociones básicas y de su correspon- toda seguridad que más me conviene encauzar la
diente expresión, pero es la cultura en la que uno manifestación de ese miedo, y lo mismo se puede
se sitúa la que permite introducir variados y sutiles decir de las otras emociones que parecen ser bási-
matices en toda nuestra percepción de las emocio- cas: ira, amor (odio), alegría (tristeza), sorpresa y
nes, y la actuación que de esa percepción se deri- asco.
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Tener emociones ciba la situación de la tortura como moralmente


relevante y la convierta en un problema puramente
De todas formas hay algo todavía más importante técnico en el que la única preocupación es que el
que el control de esas emociones: tenerlas. La irre- torturado no se le muera antes de tiempo.
nunciable contribución de los moralistas ingleses
fue recordarnos que en la dinámica de la vida mo- Ese sentimiento moral básico tiene dos dimensio-
ral los sentimientos juegan el papel decisivo y así nes. La primera es lo que el mismo Kant llamaba un
debe ser reconocido (Guisán, 1986). El famoso sentimiento de satisfacción consigo mismo. Cuando
asno de Buridán posiblemente se hubiera muerto practicamos la introspección, o simplemente cuan-
de hambre ante los dos montones de paja si algo do nos miramos al espejo todas las mañanas, es im-
en su dimensión afectiva no le hubiera impulsado a prescindible que sintamos un nivel claro de satisfac-
preferir un montón. La vida moral empieza de for- ción, que estemos contentos con nosotros mismos.
ma radical con el sentimiento moral, es decir, con Llegar a sentir desprecio por uno mismo no sólo ha-
la capacidad de percibir la dimensión moral de una ce imposible la vida moral, sino la pura y simple vi-
situación. Está claro que los psicópatas tienen esa da. El evangelio acierta de pleno cuando propone
grave carencia, lo que hace que no podamos con- que debemos amar a los demás como a nosotros
siderarles sujetos morales, aunque algunos discu- mismos, pues nos recuerda que es imposible amar
tan esa cuestión; es cierto que desde el punto de al prójimo cuando uno no se ama a sí mismo; es un
vista legal son considerados responsables y van a la tema en el que también son muy sugerentes las
cárcel, pero la carencia total de emociones mora- aportaciones de Unamuno. No quiero extenderme
les, en especial las que nos vinculan a los demás, demasiado en este sentimiento pues es algo que,
plantea serias dudas sobre su responsabilidad mo- afortunadamente, goza de clara aceptación en la
ral. Ellos saben perfectamente lo que hacen, pero actualidad. La literatura sobre el auto-concepto, la
carecen del más mínimo sentimiento moral (Co- auto-estima o la auto-eficacia, y las propuestas para
lom, 1998, págs. 496 y 599; Pritchard, 1991). trabajar esos temas en el aula son muy numerosas
(Burns, 1990). Los sentimientos que produce este
Desde el punto de vista de la educación esto tiene estar en paz con un mismo, el haber alcanzado
una gran importancia pues nos exige dar al alum- unos niveles mínimos de realización personal, tiene
nado la posibilidad de discutir de los aspectos mo- un importante efecto de retroalimentación y se con-
rales de las situaciones a las que tienen que hacer vierten en poderosos dinamismos de la vida moral.
frente. Su problema –nuestro problema– consiste Hacer el bien es emocionalmente gratificante y el
muchas veces en que no se dan cuenta de que una gozo producido por la conciencia del deber cumpli-
determinada acción puede ser evaluada desde la do es uno de los componentes fundamentales de la
moral, considerándola como buena o mala y algu- felicidad a la que todos aspiramos.
nos autores se han preocupado del parecido que
esta actitud socialmente extendida guarda con la El segundo sentimiento moral básico es el de la be-
de los psicópatas. Esto, por cierto, no se consigue nevolencia, para utilizar el término que propusieron
haciendo moralina en el aula o dándoles la charla, los moralistas ingleses del XVIII. Pertenece a nuestra
como denuncian los estudiantes, sino discutiendo propia naturaleza y prueba de ello es que se mani-
con ellos sobre aquellos aspectos relevantes de una fiesta ya en la primera infancia. Desde que el niño
situación que nos permiten juzgarla como buena o tiene dos años es capaz de emocionarse ante la
como mala. Desde una perspectiva negativa, se desgracia de quienes están con él y procura hacer
puede observar la necesidad de educar este senti- algo para consolarles. Con una formulación algo
miento radical si vemos el proceso educativo que, más sofisticada, Levinas nos recuerda que el cora-
según algunas fuentes, siguen las personas que zón de la moral humana está en la exigencia que
van a ejercer de torturadores, como fue el caso de nos plantea la mirada del otro; por defecto, la radi-
los miembros de las S.S. nazis o el de algunos cuer- calidad de este sentimiento moral la describe Primo
pos especiales en todo el mundo en la actualidad. Levi al relatar su dramática experiencia en los cam-
Mediante calculados y sofisticados procedimientos, pos de exterminio, describiendo la falta de huma-
se busca en esos programas anular casi completa- nidad en la mirada de su interrogador: «si yo pudie-
mente la sensibilidad moral, al menos en determi- ra explicar a fondo la naturaleza de esa mirada,
nadas situaciones. No se trata en este caso de que intercambiada como a través del cristal de un acua-
el torturador no sienta compasión por el torturado, rio entre dos seres pertenecientes a dos mundos
sino de algo más profundo, de que ni siquiera per- diferentes, habría explicado al mismo tiempo la esen-
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cia de la gran locura del tercer Reich». Los anarquis- posiblemente por eso resulta tan difícil generar sen-
tas iban algo más allá y, bajo el nombre del apoyo timientos morales respecto a los extranjeros o los
mutuo, consideraban que esa benevolencia es el diferentes étnicamente (Rocher, 1985).
núcleo de la vida social sobre el que deben funda-
mentarse todas las instituciones sociales; la exigen- Educar las emociones
cia de justicia encuentra su fuerza en el sentimiento
de apoyo mutuo que reside en los seres humanos. Pues bien, la educación de las emociones supone
El individualismo posesivo, al estilo del defendido de entrada conseguir que las personas desarrollen
en la fábula de las abejas de Mandeville, se encuen- esas emociones, se den cuenta de que las poseen y
tra con numerosos problemas en la construcción de les presten la adecuada atención. En ese sentido va
una sociedad éticamente presentable, y algo de eso la aportación muy oportuna de Colom y Froufe en
estamos viendo ahora en las consecuencias sociales otro artículo de esta misma página de internet. Des-
que depara un neoliberalismo radical. graciadamente dedicamos muy poco tiempo en el
aula a hablar de las emociones, a analizarlas, a des-
Pues bien, la benevolencia se puede analizar en tres cubrir sus sutiles matices y a poner de manifiesto el
componentes diferentes, todos ellos imprescindi- impacto que tienen en nuestra vida cotidiana. Basta
bles en el ámbito moral. El primero sería la simpatía recordar el componente cognitivo de toda emoción
o, como dice literalmente la palabra, la capacidad para percibir de inmediato la importancia que tiene
de ver en los que nos rodean seres como nosotros esa elaboración consciente de las mismas y lo difícil
que despiertan en nosotros un sentimiento de fa- que puede ser dominar un vocabulario fluido que
miliaridad, una inclinación afectiva que nos permite pueda dar cumplida cuenta de todas esas alteracio-
tratarles como personas y no como cosas; por ex- nes emocionales que nos afectan. No conviene ol-
tensión, podríamos decir que la simpatía debe diri- vidar que algunas características del sistema educa-
girse también hacia todos los seres de la naturaleza, tivo plantean serias dificultades a este proceso de
como sentimiento que provoca nuestro trato con apropiación y desarrollo de las emociones básicas
ella porque percibimos un vínculo profundo con la de la vida moral. Por un lado, las inevitables califica-
misma. El segundo sería la compasión, del que ya ciones son con frecuencia una seria traba para el
he dicho algo en el párrafo anterior; el sufrimiento desarrollo de la auto-estima en la medida en que in-
del otro no me deja indiferente y de forma casi in- troducen un peligroso proceso de comparaciones.
mediata me impulsa a una acción de ayuda y con- Por otra parte, debemos tener en cuenta que los
suelo; le veo padecer y me compadezco, es decir, sentimientos de apego y territorialidad que van muy
padezco con él porque percibo en su sufrimiento unidos al desarrollo de las emociones suelen ir
algo que también me afecta. Actúa la compasión, acompañados de sentimientos de exclusión; el afec-
por tanto, no sólo como inhibidor de acciones vio- to por los compañeros del grupo suele unirse al re-
lentas y destructivas, sino también como motor de chazo de los miembros de otros grupos. También
acciones solidarias, como bien se muestra en los resulta difícil despertar y desarrollar los sentimientos
movimientos espontáneos provocados por las ca- de benevolencia cuando pretendemos ir más allá
tástrofes naturales. El tercero y último sería el de la del aula y empezamos a hablar de todo el alum-
empatía, como capacidad de percibir cómo le afec- nado del centro, de la población de la ciudad o del
ta una situación a otra persona; es el sentimiento país y en última instancia de la humanidad toda.
que indica que hemos superado una actitud ego-
céntrica y al mismo tiempo egoísta, porque somos No basta con tener las emociones, hace falta tam-
capaces de ponernos en la piel de la otra persona y bién aprender a regularlas, pero en el sentido de
sentir como ella siente. Una dificultad para la vida encauzarlas en el conjunto de nuestro proyecto de
social radica en que estos sentimientos pueden sur- desarrollo personal. Las emociones, si no son bien
gir de forma relativamente sencilla en el trato con gestionadas –y de eso trata precisamente la inteli-
los próximos, con quienes entramos en contacto; gencia emocional–, pueden ser enormemente des-
más difícil resulta, sin embargo, despertar los senti- tructivas. La sabiduría popular ha creado un amplio
mientos de benevolencia cuando estamos hablan- repertorio de refranes en los que se alude a esas
do de una comunidad más amplia, como la que consecuencias negativas que puede tener el dejar-
configura la vida política y social de un estado o de se llevar por las emociones, y eso es lo que posible-
toda la humanidad. Posiblemente por eso, cuando mente ha contribuido a marginarlas, incluso a pre-
se trata de la vida social, se habla sobre todo de jus- ferir suprimirlas. Actuar movidos por la ira, dejarse
ticia y se ve en ella algo frío e imparcial; y también llevar por la tristeza, permitir que la alegría se con-
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vierta en euforia o dejarse cegar por el amor no re- animarnos a actuar en un determinado sentido.
sulta muy positivo. Desde siempre –recordemos la Sentir vergüenza acompaña indefectiblemente a la
Retórica de Aristóteles– se ha sabido la eficacia conciencia de que hemos hecho algo que está mal
que podía tener un adecuado uso de las emocio- y es casi imprescindible, por tanto, para revisar en
nes del auditorio para provocar en él cambios de qué radica el mal hecho y buscar pautas diferentes
comportamiento, adhesiones o rechazos; en gene- de comportamiento. Afear la conducta de alguien
ral, si no pasan de esa evocación emotiva primaria, es una manera de hacer que se avergüence de lo
son procedimientos tramposos propios de sofistas, que ha hecho y resulta necesario en la educación
seductores y embaucadores, en los que todos cae- moral; lo malo es que con demasiada frecuencia es
mos de vez en cuando, incluido el profesorado. En algo que hacemos en público lo que lo convierte
todo caso se trata de una eficacia a corto plazo, más bien en un proceso de humillación que des-
que necesita de algo más para que produzca cam- pierta justo unas emociones totalmente opuestas a
bios duraderos en el comportamiento de las perso- un sano proceso de crecimiento moral. Los casti-
nas. Si ampliamos el campo al conjunto de la vida gos físicos han desaparecido casi totalmente de las
social, podremos observar el peligroso juego que aulas; creo, sin embargo, que las humillaciones si-
realizan la mayor parte, por no decir todos, los na- guen mucho más vigentes de lo debido y no logra-
cionalismos apelando de forma casi exclusiva a los mos con facilidad que las llamadas de atención al
sentimientos de apego y pertenencia al grupo étni- alumnado cuando hace algo mal se limiten a des-
co correspondiente y poniendo serias trabas a una pertar un equilibrado sentimiento de vergüenza:
gestión consciente de esas emociones. Incluso la más bien caemos en la ridiculización o humillación.
gestión ritualizada de estos sentimientos naciona- Por eso resulta decisivo no separar nunca este sen-
listas de pertenencia que se da en las competicio- timiento de los dos sentimientos positivos que pre-
nes deportivas provoca conflictos muy poco desea- tende recuperar y preservar: el propio respeto y el
bles en numerosas ocasiones. respeto social (Bandura, 1991).
Y para lograr ambos objetivos, el de despertar y en- Especial importancia tiene también el que, en la re-
riquecer la vida emocional al mismo tiempo que se solución de los numerosos conflictos que se produ-
enseña a integrarla en un proyecto personal de cen en la vida escolar, procuremos que las personas
búsqueda de sentido, hay que tenerlas más en implicadas intenten ponerse en el punto de vista de
cuenta en todo el conjunto de estrategias de moti- la otra persona, en algunos casos de la víctima de la
vación, de refuerzos positivos y negativos que em- agresión, estrategia encaminada a despertar esa ge-
pleamos constantemente en el aula reflexionando neral benevolencia que constituye el sustrato de la
nosotros también en el tipo de emociones que es- vida moral. Con este modelo se puede despertar la
tamos poniendo en juego para conseguir que capacidad de percibir los sentimientos del otro, así
nuestros alumnos vayan creciendo moralmente. No como provocar el que la persona sea capaz de asu-
haber prestado suficiente atención a esta dimen- mir responsabilidades (De Veer, 1994). Durante el
sión puede, por ejemplo, estar manteniendo en las conflicto, el otro es visto como un enemigo que en
aulas el uso de los castigos, de tan dudosa eficacia última instancia debe ser derrotado completamente
precisamente por los sentimientos que provocan en y es muy frecuente que los niños y adultos tengan
la persona castigada. La frontera que permite esta- serias dificultades para indagar cuáles pueden ser los
blecer una clara diferencia entre un refuerzo nega- sentimientos de la otra persona, cuál es su propio
tivo y un castigo no siempre está clara, pero no pa- punto de vista sobre la situación. En esa misma línea,
rece que quepa la menor duda sobre el riesgo que pero dando un paso más allá en la percepción, desa-
se corre cuando se recurre a los castigos y la prefe- rrollo y gestión de las emociones, están las estra-
rencia que debemos tener siempre por presentar tegias que buscan la resolución de los conflictos
nuestra intervención de tal manera que sea enten- apelando al perdón. En estos modelos, las interven-
dida como un refuerzo positivo o negativo. ciones educativas diseñadas son muy elaboradas y
pretenden ir tomando conciencia de todo un amplio
Una frontera igualmente delicada es la que separa espectro de sentimientos, desde la rabia inicial, hasta
la vergüenza de la humillación. Parece obvio que la la tranquilidad emocional interior final, pasando por
vergüenza es una emoción decisiva en la vida mo- la vergüenza, la empatía, la compasión, junto con las
ral; los seres humanos nos avergonzamos cuando correspondientes destrezas cognitivas que nos ayu-
hacemos algo mal y esa es una emoción muy poco dan a tener una percepción más ajustada, amplia y
agradable que actúa como refuerzo negativo para compleja de los acontecimientos (Al Mabur, 1995).
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Igualmente eficaces son todas las actividades de dra- ma. Muchos de nosotros, en especial los hombres,
matización que ayudan a tomar conciencia de las crecimos en un contexto cultural en el que no había
emociones, más todavía cuando al alumno se le pide una brillante gestión de las emociones y eso no se su-
que represente el papel de esas personas a las que pera fácilmente. Quizá por eso lo más prudente sea
habitualmente no tiene en cuenta. Su papel en la que adoptemos la humilde actitud de quienes saben
educación moral resulta difícilmente sustituible. que no sólo van a enseñar, sino también a aprender
aceptando en este campo más que en ningún otro la
Una última observación. No olvidemos que una propuesta de educación cooperativa y dialógica de
parte muy importante del aprendizaje, sobre todo Freire. Podemos aplicarnos a nosotros mismos la inci-
del aprendizaje moral, se realiza a través del ejem- siva pregunta: ¿en el ámbito de la educación emocio-
plo y de la imitación. La expresión de las emocio- nal, quién educa a los educadores?
nes, como dije antes, está mediatizada socialmente
y los niños aprenden a expresar sus emociones
viendo lo que hacemos los adultos, algo en lo que REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
insiste Bandura. En este sentido sí que tiene impor- AL MABUR, R. H.; ENRIGHT, R. D.; CARDIS, P. A. (1995):
tancia la llamada de atención de Gilligan hacia una «Forgiveness Education with Parental Love-depri-
ética del cuidado y del afecto; obsesionado por la ved Late Adolescents» en Journal of Moral Educa-
imparcialidad calificadora, el profesorado tiene una tion, vol. 24, n.º 4, págs. 427-444.
tendencia desmesurada a inhibir cualquier tipo de ARANGUREN, J. L. (1975): Ética. Madrid: Revista de
comportamiento emocional o afectivo, en especial Occidente.
los relacionados con la ternura y el cariño. Procura-
BANDURA, A. (1991): «Social Cognitive Theory of
mos de forma consciente y sistemática que nues-
Moral Action» en W. KURTINES y J. GEWIRTZ: Hand-
tras evaluaciones no estén teñidas de ningún tipo
book of Moral Behaviour and Development. Hills-
de antipatías o simpatías que podrían alterar seria-
dale, N. J.: Lawrence Erlbaum Pub.
mente la equidad exigida en la evaluación. También
procuramos de forma consciente que en el aula no BURNS, R. B. (1990): El autoconcepto. Teoría, medi-
afloren esas querencias, esas afinidades o rechazos ción, desarrollo y comportamiento. Bilbao: Ega.
que podrían llevarnos a prestar una mayor atención COLOM, R. (1995): Tests, inteligencia y personali-
a una parte del alumnado, dejando algo marginada dad. Madrid: Pirámide.
a la otra parte que no nos cae tan bien. En este COLOM, R. (1998): Psicología de las diferencias indi-
sentido todas las precauciones son pocas, pues es viduales. Madrid: Pirámide.
mucho el daño que se puede hacer, en especial en DE VEER, A. J. E. & JANSSENS, J. M. A. M. (1994):
aquellos niños que perciban una falta de atención. «Victim orientated Discipline, Interpersonal Un-
Ahora bien, una vez más hace falta algo más de in- derstanding and Guilt» en Journal of Moral Educa-
teligencia emocional que nos permita mantener la tion, vol. 23, n.º 2, págs. 165-182.
necesaria imparcialidad sin renunciar a dar cabida FERNÁNDEZ DOLS, J. M. (1997): «Emociones» en J. F.
en el aula a los sentimientos y su expresión. Los ni- MORALES: Psicología social. Madrid: McGraw-Hill.
ños, y los adultos, sacan más fácilmente lo mejor
que llevan dentro cuando se sienten queridos y eso GILLIGAN, K. (1985): La moral y la teoría. Psicología
exige muestras reales de afecto, que no llevan con- del desarrollo femenino. México: Fondo de Cultura
sigo un lenguaje verbal y corporal. Si ven en noso- Económica.
tros esas muestras de afecto –de simpatía, empatía GUISÁN, E. (1985): Razón y pasión en ética. Barce-
y compasión– es mucho más probable que ellos lona: Anthropos.
tiendan a imitarnos, pues somos sus modelos. KOHLBERG, L. (1992): Psicología del desarrollo mo-
ral. Bilbao: Declée de Brouwer.
Reconozco que es un tema delicado, pero es inevita- LICKONA, T. (1992): Educating for character. New
ble. Queramos o no ya estamos transmitiendo un de- York: Bantam Books.
terminado modelo de gestión de las emociones; se
trata de que seamos conscientes de ello y de que ela- PETERS, R. S. (1984): Desarrollo moral y educación
boremos un modelo positivo y enriquecedor. El pro- moral. México: Fondo de Cultura Económica.
blema más bien es que es muy plausible que con cier- PRITCHARD, M. (1991): On Becoming Responsible.
ta frecuencia seamos los profesores los que tenemos Lawrence, K.: Kansas Univ. Press.
reales carencias emocionales, y nos protejamos con el ROCHER, R. (1985): La prosocialitat. Elements d’es-
manto de la imparcialidad para no abordar el proble- tudi. Intervenció i projecció. Bellaterra: U.A.B.

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