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NIVEL DE LA LENGUA DEL NARRADOR

Daniel Battiston

No solo interesa establecer quién es el que narra (tipos


de narradores) sino también cómo narra (nivel de
lengua), desde qué lugar narra (foco narrativo) y desde
qué tiempo narra (utilización de los tiempos verbales y
ritmo narrativo)

El nivel de lengua del narrador es el modo en que éste


se expresa. En un primer momento puede pensarse
que los modos expresivos a utilizar son muchos e
inclasificables en la práctica. Pero, por el contrario, son
solo seis ordenados en tres pares de opuestos:

1. Clasicismo - Barroquismo
2. Coloquialismo - Experimentalismo
3. Realismo sucio - Realismo poético

Clasicismo: Se refiere a un uso del lenguaje


despojado. El clasicismo basa su estructura
expresiva en la utilización de sustantivos
fuertes. Los sustantivos fuertes son aquellos a los
cuales no es necesario adosarles adjetivos, ya que su
significación es lo bastante poderosa como para crear
imágenes explícitas en el lector.
Por ejemplo, la palabra mamá es lo suficientemente
significativo como para no ser adjetivado. La narrativa
clásica norteamericana (Hemingway, Auster, Richard
Ford) y buena parte de la literatura argentina (Borges,
Bioy Casares, algunos momentos de Cortázar) son
buenos ejemplos del clasicismo.

Barroquismo: Al contrario del clasicismo, aquí nos


encontramos con un uso más elaborado del lenguaje,
más adornado; con una masa narrativa densa, donde
hay una tendencia al uso de sustantivos débiles
(que requieren adjetivación) por sobre los fuertes.
En el barroquismo hay, también, una tendencia hacia
las descripciones.
La descripción es, desde el punto de vista narrativo,
letra muerta, por lo que las mismas son en cierta
forma peligrosas: atentan contra el desarrollo de la
narración. Durante un fragmento descriptivo la
narración se detiene, no avanza. Un recurso para
evitar la inmovilidad del texto durante una
descripción, es usar la descripción accional. ¿Qué
es esto? Se trata de describir sin permitir que los
personajes dejen de actuar. Por ejemplo, si digo
que “Juan viste una camisa azul y el pelo canoso
corto”; la masa narrativa permanece quieta, la acción
se detiene; escribir lo anterior es lo mismo que estar
contando la imagen que veo en una foto; todo aquello
que se encuentra en la narración se mantiene en
suspenso. En cambio, si digo que “Juan se alisó la
camisa azul y pasó su mano por el pelo corto y gris” si
bien estoy diciendo lo mismo, que Juan viste una
camisa azul y tiene el pelo canoso y corto, aquí lo hago
desde la acción: describo la camisa y el pelo de
Juan al mismo tiempo en que narro las acciones
de Juan.

Coloquialismo: Es un intento por crear un cercanía


entre la materia escrita y el lector, intentando
transcribir el modo de hablar cotidiano. No es un nivel
de lengua usado con frecuencia, por lo que los buenos
ejemplos no abundan. Quizás el mejor libro escrito
desde el coloquialismo sea El palacio de las
blanquísimas mofetas, de Reinaldo Arenas. Una
variante que podría ubicarse dentro del coloquialismo
es el monólogo. Pero éste muchas veces adopta la
forma del monólogo interior, o fluir consciente; que se
encuentra encuadrado en el nivel de lengua opuesto al
coloquialismo (el experimentalismo).

Experimentalismo: Es, al contrario del coloquialismo,


un intento por alejar la masa narrativa del lector. Este
alejamiento lleva al experimentalismo nos lleva a
escarbar bajo la superficie del texto. El concepto de
alejamiento o extrañamiento, es sólo una parte del
experimentalismo. Luego, el mismo evolucionó como
herramienta para intentar modos de expresión
diferentes a los tradicionales. La búsqueda de nuevas
formas expresivas en la narrativa muchas veces se
vuelve peligrosa: pareciera que escribir raro fuera
sinónimo de experimentalismo; pareciera que renegar
del canon literario es ser original. Sin embargo, no
puede hacerse experimentalismo en serio si no se
tiene un conocimiento profundo de las formas clásicas
de la narrativa: ¿cómo se puede pretender cuestionar
una forma literaria de la cual no se tiene un amplio
conocimiento? De este modo es común encontrarse
con gente que se lanza, por ejemplo, a hacer escritura
automática, cuando es incapaz de escribir una sola
frase más o menos coherente. Algunos escritores que
incursionaron (de un modo feliz) en el
experimentalismo: Joyce, Ballard, Willam Burroughs.

Realismo sucio: Consiste en escribir lo que se piensa


cuando se está narrando. ¿Qué quiero decir con esto?
Simple: si un personaje está sintiendo mucho frío dice
que frío está haciendo; en el realismo sucio diría, hace
un frío de mierda. El ejemplo es un tanto burdo, lo
reconozco, pero creo que es lo suficientemente gráfico
como para explicar al realismo sucio. Como escritor
emblemático del realismo sucio podría nombrar a
Charles Bukowski; que por otra parte ha sido un poeta
excelente.

Realismo poético: De los tres pares de opuestos que


existen en el nivel de lengua, el del realismo sucio y
realismo poético es el más notorio. No es usual
encontrarlo, ya que siempre cae en una especie de
poética edulcorada. Es común encontrarlo en
escritoras latinoamericanas del estilo de Isabel Allende
o Laura Esquivel. Las novelas caen en la imitación
melosa del primer García Márquez que, dicho sea
de paso, es muy superior a cualquiera de estas
escritoras.

Por supuesto, todo lo anterior no es más que una guía;


y no debería tomarse como un canon estricto al que se
debe seguir a rajatabla. Por lo general no
encontraremos en un texto alguno de estos niveles de
lengua en estado puro; en especial en una novela,
donde un nivel de lengua determinado puede
desplazarse, aunque habrá uno que predomine por
sobre los demás. En el caso que esto suceda, no es
adecuado moverse a través de más de dos registros
diferentes, manteniéndose en la mayor parte del texto
sobre uno en particular, que será el que dé el tono
general a la narración.

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