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La separación de las parejas es una decisión que involucra un largo proceso de análi-
sis. Está constantemente marcada por sentimientos positivos y negativos, amor y
odio, rabia y remordimiento. Lo que parece que tiende a producir confusión en las
personas es si la separación verdaderamente va a generar algún bienestar en el largo
plazo.
En el esfuerzo por valorar todo lo que se pueda controlar, perdemos también la pers-
pectiva de confiar en nosotros mismos, lo que dificulta tomar la opción que se consi-
dera mejor cuando el proyecto conyugal se rompe como proyecto de vida y pasa a
ser algo que ya no se desea y por lo cual ya no vale la pena luchar.
Por supuesto cuando se siente así es sumamente difícil estar bien y más aún, respal-
dar la decisión y decirse que era lo mejor que se podía hacer. Revisar y revisar las
cosas no ayuda. No se obtienen todas las respuestas y el martillar sobre el problema
no permite irse. Hay que recuperar el equilibrio y lograr continuar adelante; es decir
recordar emocionalmente los motivos de la decisión y que ninguno de los dos es to-
talmente el responsable. Ambos lo son y ambos deben asumirla.
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El otro sentimiento muy presente en la separación es el dolor. Ver morir unos sueños
y proyectos es una experiencia desgarradora, especialmente porque es la muerte de
los anhelos y de las dependencias; también de los hábitos, formas de hacer las cosas,
etc. Es necesario sentir ese dolor. Si no, no se deja al otro de verdad. Hay que hacer
el duelo.
Uno de los terrenos en donde se vierten todos los sentimientos negativos, ambiva-
lentes es el del manejo de los hijos. Cuando los padres experimentan el dolor, la ira,
la tristeza, el rencor, etc., los depositarios son los hijos, quienes sufren enormemente
la separación de sus padres, Durante mucho tiempo tienen que lidiar con sus propios
sentimientos y su propio duelo. A veces lo expresan otras veces no. Los efectos son
distintos en cada edad, pero en todas es muy profundo. Es importante para efectos de
reducir en los hijos tal sufrimiento evitar involucrarlos en el problema de los padres:
no tratar de aliar a los hijos con el propio lado de la historia, no triangular a los hijos
en sus versiones. La triangulación exige de los hijos una escogencia, una elección de
uno de los padres, una alianza con alguna versión, Por supuesto cualquier camino re-
sulta imposible. Si se escoge, se abandona al otro, si no se escoge hay uno que puede
sentirse abandonado, si optan por la parálisis emocional para no optar, esta también
les representa un trauma muy difícil de manejar.
Separarse implica saber decir adiós. Hay que cortar. Asumir una distancia del otro. A
medida que se vaya soltando, empiece a reorganizar su vida. No espere demasiado
tiempo para hacer los papeles para legalizar el divorcio. Aunque son una formalidad,
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