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SEPARACIÓN: aprenda a decir adiós.

La separación de las parejas es una decisión que involucra un largo proceso de análi-
sis. Está constantemente marcada por sentimientos positivos y negativos, amor y
odio, rabia y remordimiento. Lo que parece que tiende a producir confusión en las
personas es si la separación verdaderamente va a generar algún bienestar en el largo
plazo.

En el esfuerzo por valorar todo lo que se pueda controlar, perdemos también la pers-
pectiva de confiar en nosotros mismos, lo que dificulta tomar la opción que se consi-
dera mejor cuando el proyecto conyugal se rompe como proyecto de vida y pasa a
ser algo que ya no se desea y por lo cual ya no vale la pena luchar.

Evidentemente hay elementos que ayudan a respaldar la decisión: la imposibilidad


de llegar al otro a pesar de todos los intentos, las peleas sin resolver, las peticiones
de cambio que no se consiguen, y la recurrencia de los desacuerdos, el incumpli-
miento de las promesas, de los planes de vida y de la relación misma, la desilusión,
la imposibilidad de amar como se desea pues el amor ha sido dañado, el completo
desamor, etc.

En la ruptura de un proyecto de pareja, lo fundamental es el respaldo de la decisión.


El ir dejando e ir asumiendo una vida sin el otro, una muerte del otro como proyecto
propio y una muerte de uno en el otro y en su vida futura. El dejar un sueño y un al-
guien a quien se ha amado. Asumir esto implica ser capaz de estar solos y lentamen-
te dejar de mirar atrás.

Uno de los sentimientos más frecuentes en la separación es la culpa. La culpa acom-


paña por un tiempo a la persona que "se va" y lo lleva a repensar la decisión y a mal-
tratarse. El que "es dejado" también se culpa de no haber logrado que el otro se que-
dara, de no ser lo que el otro necesitaba, de no haber satisfecho las necesidades del
otro, de haberse dado cuenta tarde de las cosas, etc.

Por supuesto cuando se siente así es sumamente difícil estar bien y más aún, respal-
dar la decisión y decirse que era lo mejor que se podía hacer. Revisar y revisar las
cosas no ayuda. No se obtienen todas las respuestas y el martillar sobre el problema
no permite irse. Hay que recuperar el equilibrio y lograr continuar adelante; es decir
recordar emocionalmente los motivos de la decisión y que ninguno de los dos es to-
talmente el responsable. Ambos lo son y ambos deben asumirla.
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La imposibilidad de vivir en pareja depende de la capacidad de los dos para com-


prenderse, comunicarse, compartir la cotidianidad y los proyectos en la forma que
ambos los necesitan. Claro está que en la mayoría de los casos es uno de los dos el
que toma la decisión final y quizás si ese uno no lo hace, no hay ruptura, pero en re-
alidad ambos participan de ese deterioro.

Otro sentimiento es el de la rabia. La rabia representa la imposibilidad de aceptar las


cosa tal como fueron y son: esta liga a la pareja al eterno reproche y al resentimento.
Siempre que hay rabia se está como cobrando algo que aún se debe y por consi-
guiente se imposibilita que las personas se liberen, que se puedan ir. Se quedan en-
ganchadas en la pelea a veces alimentando deseos de venganza y hasta conductas
vengativas en las que usualmente quienes salen perdiendo son los hijos. La rabia re-
quiere de mucho trabajo emocional. Implica soltar y dejar ese proyecto que no resul-
tó e ir desarrollando un perdón al otro y a sí mismo.

El otro sentimiento muy presente en la separación es el dolor. Ver morir unos sueños
y proyectos es una experiencia desgarradora, especialmente porque es la muerte de
los anhelos y de las dependencias; también de los hábitos, formas de hacer las cosas,
etc. Es necesario sentir ese dolor. Si no, no se deja al otro de verdad. Hay que hacer
el duelo.

Uno de los terrenos en donde se vierten todos los sentimientos negativos, ambiva-
lentes es el del manejo de los hijos. Cuando los padres experimentan el dolor, la ira,
la tristeza, el rencor, etc., los depositarios son los hijos, quienes sufren enormemente
la separación de sus padres, Durante mucho tiempo tienen que lidiar con sus propios
sentimientos y su propio duelo. A veces lo expresan otras veces no. Los efectos son
distintos en cada edad, pero en todas es muy profundo. Es importante para efectos de
reducir en los hijos tal sufrimiento evitar involucrarlos en el problema de los padres:
no tratar de aliar a los hijos con el propio lado de la historia, no triangular a los hijos
en sus versiones. La triangulación exige de los hijos una escogencia, una elección de
uno de los padres, una alianza con alguna versión, Por supuesto cualquier camino re-
sulta imposible. Si se escoge, se abandona al otro, si no se escoge hay uno que puede
sentirse abandonado, si optan por la parálisis emocional para no optar, esta también
les representa un trauma muy difícil de manejar.

Separarse implica saber decir adiós. Hay que cortar. Asumir una distancia del otro. A
medida que se vaya soltando, empiece a reorganizar su vida. No espere demasiado
tiempo para hacer los papeles para legalizar el divorcio. Aunque son una formalidad,
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psicológicamente ayudan mucho en la ruptura. Asuma su vida socialmente aún


cuando duela. Siga adelante y no se detenga. Aproveche la experiencia para conocer-
se y respetarse un poco más a sí mismo. La separación puede ser una oportunidad
para crecer y adquirir una mayor congruencia interna. Si bien la separación es un
fracaso en el logro de un proyecto, también debe implicar el poder iniciar otros, lu-
char y empezar cosa nuevas, enriquecedoras y valiosas.

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