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EL AMOR

GENNY ALEJANDRA RODRÍGUEZ VELÁSQUEZ


CC. 43’991.667

TEORÍA PSICOANALÍTICA: POSTFREUDIANOS II

LUIS FERNANDO PALACIO.

29 DE ENERO

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA
MEDELLÍN
2008
AMOR

“Hablar de amor es en sí un goce…”


J. Lacan. Seminario Aún.

A través de la historia, en la literatura y la cultura siempre hemos encontrado


el amor, la sexualidad y el erotismo como las manifestaciones más
fehacientes de lo que llamamos vida. El sentimiento amoroso aparece como
una excepción frente a la amalgama que forman erotismo y sexualidad. No
obstante, es una excepción que aparece en todas las sociedades y en todas
las épocas. No hay pueblo ni civilización que no posea poemas, canciones,
leyendas o cuentos en los que la anécdota o el argumento –el mito, en el
sentido original de la palabra- no sea el encuentro de dos personas, su
atracción mutua y los trabajos y penalidades que deben afrontar para unirse.
La idea de ese encuentro exige, a su vez, dos condiciones contradictorias.
Por un lado, la atracción que experimentan los amantes es involuntaria, nace
de un magnetismo secreto y todopoderoso y, por otro, ese encuentro es una
elección. Es así, como predestinación y elección, los poderes objetivos y los
subjetivos, el destino y la libertad, se cruzan en el amor.

La idea de que el amor surgió en un lugar y periodo determinados es


imprecisa, pues este, siempre ha hecho parte de la historia y la condición
humana. Ante todo, debe distinguirse entre el sentimiento amoroso y la idea
del amor adoptada por una sociedad y una época. El sentimiento amoroso
pertenece a todos los tiempos y lugares. Es en su forma más simple e
inmediata la atracción pasional que se siente hacia una persona entre
muchas. Es el amor entonces, una misteriosa inclinación pasional hacia una
sola persona, es decir, es la transformación del “objeto erótico” en un sujeto
libre y único.
El amor es una de las formas en que se manifiesta el deseo universal. Así
pues, aunque el deseo es universal y aguijonea a todos, cada uno desea
algo distinto. El amor no es simple, es un mixto compuesto por varios
elementos, unidos y animados por el deseo. Es así como su objeto tampoco
es simple y además sufre cambios sin cesar.

Aportes Freudianos

Al revisar la obra freudiana en busca del concepto de amor nos tropezamos


con una dificultad y esta es, que la noción de amor no corresponde a un
concepto específico del psicoanálisis excepto cuando se presenta, dentro de
la clínica, bajo el nombre de transferencia. No obstante, Freud intentó ir más
allá de la concepción del amor de transferencia y así, en su obra,
localizamos tres artículos denominados Contribuciones a la psicología del
amor.

En la primera de sus Contribuciones a la psicología del amor (1910), Freud


se propone describir rigurosamente los procesos anímicos que se presentan
en el estado amoroso desde el pensamiento científico, contrario al trabajo
que han hecho los poetas a lo largo de la historia, pues estos han estado
“atados a la condición de obtener un placer intelectual y estético, así como
determinados efectos de sentimiento”1.

Freud parte, entonces, del tema de la elección de objeto masculina,


planteando cuatro condiciones de amor. Las dos primeras hacen referencia
a características que se buscan en el objeto, mientras que las dos siguientes
tienen que ver con la posición del amante hacia dicho objeto.

1
FREUD, S. Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre. (Contribuciones a
la psicología de la vida amorosa I). Vol. XI. En: OC. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1979. P.
159
Así pues, la primera condición del amor hace alusión al tercero perjudicado,
en la cual lo indispensable es que el objeto amoroso tenga claros nexos con
otro, sea pretendiente, amigo o esposo. En la segunda condición, Freud
alude al amor por mujeres fáciles y destaca la importancia de los celos para
el hombre que realiza la elección de objeto de esta forma, quien además
logra una satisfacción en una vivencia amorosa triangular. Es entonces el
atractivo que se logra a partir de la moralidad comprometida lo que permite
inflar la pasión del amante en cuestión.

De igual manera, nos encontramos con la tercera condición que muestra


cómo al amante le resulta supremamente difícil no elegir una mujer de moral
lábil y así, se ve envuelto en una repetición, casi obsesiva, de una larga
serie de amantes, donde toda su energía psíquica esta puesta allí, dejando
de lado otro interés. En el cuarto caso, Freud se centra en el “carácter
filantrópico” del hombre, quien se da a la tarea de salvar y modelar su objeto
según lineamientos establecidos por él mismo.

Freud explica el proceso anímico de la elección de objeto amoroso


masculina tomando como base el complejo de Edipo y el papel que ambos
progenitores juegan en él. En el proceso de dicho complejo, el niño
experimenta una sensación ambivalente respeto a la madre, pues si bien la
percibe “de pureza moral inatacable”, también la sabe con iguales
quehaceres que una prostituta. En cuanto al padre, Freud indica que este se
granjea el odio y la desestimación del niño, por cuanto es considerado como
un competidor entrometido en su relación con la madre, si bien, más
adelante representará un punto de identificación. La elección entonces, se
hace de manera inconciente teniendo como referente las mociones
pulsionales surgidas en el Edipo.

En su segundo aporte de las Contribuciones a la psicología del amor


llamado Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa, Freud
postula dos vertientes de la conducta amorosa con respecto al objeto, una
tierna y una sensual. La primera proviene de la temprana infancia como
consecuencia de la satisfacción procurada por las personas encargadas de
la crianza. Por lo anterior, Freud argumenta que los objetos de las pulsiones
sexuales han tenido como base las pulsiones yoicas, en tanto fueron estas
las que inicialmente se apuntalaron en los objetos que cubrían la necesidad
posibilitando la conservación de la vida. “…Inferimos que las pulsiones
sexuales hallan sus primeros objetos apuntalándose en las estimaciones de
las pulsiones yoicas, del mismo modo como las primeras satisfacciones
sexuales se experimentan apuntaladas en las funciones corporales
necesarias para la conservación de la vida.”2

Esta corriente tierna permanece durante toda la infancia, tomando cada vez
más un carácter erótico. Ya en la adolescencia, “se añade la poderosa
corriente «sensual», que ya no ignora sus metas”3, pero debido a la
operación de censura con respecto al incesto, se buscará ansiosamente otro
objeto que permita la descarga de esa tensión libidinal, es decir, objetos
ajenos a los que aparecen enfáticamente prohibidos. Tales se eligen bajo el
constructo de los arquetipos infantiles; el tiempo hará entonces, que la
vertiente tierna se imponga sobre la sensual. “El varón dejará a su padre y a
su madre -según el precepto bíblico- y se allegará a su mujer; así quedan
conjugadas ternura y sensualidad. Los grados máximos de enamoramiento
sensual conllevarán la máxima estimación psíquica.”4

En este trabajo, nos muestra Freud, hay dos factores que hacen obstáculo
para la nueva elección de objeto. Uno de ellos es la frustración real, en la
cual se coarta la libertad para efectuar dicha elección, trayendo como
consecuencia la imposibilidad de elegir un subrogado. El segundo factor
consiste en “la medida de atracción que sean capaces de exteriorizar los

2
FREUD, S. Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa. (Contribuciones a
la psicología de la vida amorosa I). Vol. XI. En: OC., 1979. p. 182.
3
Ibíd.
4
Ibíd.
objetos infantiles que han de abordarse, y que es proporcional a la
investidura erótica que les ocupó en la niñez.”5

Freud plantea que la forma acentuada de estas dos circunstancias sería el


motor de la neurosis. Toda esa libido que habría de ser dirigida hacia la
realidad, recae sobre la fantasía, “refuerza las imágenes de los primeros
objetos sexuales y se fija a estos.”6 Cuando el nuevo objeto tiene
características de elección incestuosa, la libido se conserva en el
inconciente. Es así como Freud explica entonces la impotencia psíquica,
pues este nuevo amor es representante de otro más antiguo, la madre, con
todas las mociones incestuosas a que el devenir del sujeto le hicieron
constreñirse.

En estos casos la vida amorosa suele presentarse dividida de una forma


notoria entre lo tierno y lo sensual, no pudiendo encontrar ambas vertientes
en un mismo objeto, “cuando aman, no anhelan, y cuando anhelan no
pueden amar.7”

La degradación cumple aquí su función de posibilitar el encuentro con lo


sensual. Es precisamente en la minusvalía del objeto de amor como se
puede operar con libertad y conseguir el placer. Freud propone como modelo
de una feliz vida amorosa, el haber aceptado que en toda nueva elección de
objeto existen rasgos incestuosos presentes y tomar en cuenta que hay un
prejuzgamiento con respecto al acto sexual como algo degradante.

En la última parte del texto, Freud enfatiza la importancia de la frustración


que opera culturalmente sobre la satisfacción sexual, pues afirma que en la
satisfacción completa el sujeto estaría abocado a la pérdida de interés por
todo lo que rodea su vida.

5
FREUD, S. Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre. (Contribuciones a
la psicología de la vida amorosa I). Vol. XI. En: OC., 1979. p. 175.
6
Ibíd.
7
Ibíd.. p. 176.
En Introducción del narcisismo (1914), Freud establece una distinción entre
libido yoica y libido objetal, en el sentido económico. Mientras más gasto
haya de una, más se empobrecerá la otra. Explica de este modo el estado
de enamoramiento como la cima del desarrollo de la libido objetal,
menguando así la propia “personalidad” del amante.

La pregunta que se hace Freud con respecto al narcisismo es cómo este en


algún momento llega a ceder para dirigir esa libido hacia otro extremo, a la
cual responde con una paradoja. En un determinado momento el egoísmo le
permite al individuo sanar, pero si esta actitud se mantiene, adviene la
enfermedad, viéndose compelido a dirigir su energía hacia ese otro.

Freud destaca dos tipos de elección de objeto: uno anaclítico o por


apuntalamiento y otro narcisista. El primero, supone que la elección de
objeto toma como referente aquellas pulsiones sexuales, que en la infancia,
estuvieron dirigidas hacia las personas encargadas del cuidado del niño. El
segundo, el de carácter narcisista, supone no tomar a la madre como objeto,
sino la persona propia, es decir, elegir el objeto amoroso para, en éste,
amarse a sí mismo. “Todo ser humano tiene abiertos frente a sí ambos
caminos para la elección de objeto, pudiendo preferir uno o el otro. Decimos
que tiene dos objetos sexuales originarios: él mismo y la mujer que lo crió, y
presuponemos entonces en todo ser humano el narcisismo primario que,
eventualmente, puede expresarse de manera dominante en su elección de
objeto.”8

Freud supone que la elección de objeto es distinta en hombres y mujeres.


Así, afirma que el primer tipo, por apuntalamiento, sería más específico del
hombre de donde, a su vez, proviene la sobreestimación sexual que luego
se transfiere al objeto elegido. El enamoramiento en este caso lleva a un
empobrecimiento libidinal del yo a costa del objeto. La elección de objeto
narcisista es ubicada del lado de la mujer. La explica por el florecimiento de
8
FREUD, S. Introducción del narcisismo. En: OC., 1979. p. 85
sus órganos sexuales en la pubertad, que le permite fortalecer su narcisismo
originario y afecta la sobrevaloración sexual del objeto amoroso. Así, las
mujeres que aman según la forma narcisista, buscan no tanto el objeto, sino
el amor que este despliega hacia ellas.

Freud hace además un paralelo para explicar la forma en que se ama según
estos dos tipos. Así, nos dice que se ama:
“1. Según el tipo narcisista:
a. A lo que uno mismo es (a sí mismo), b. A lo que uno mismo fue,
c. A lo que uno querría ser, y
d. A la persona que fue una parte del sí mismo propio.
2. Según el tipo del apuntalamiento:
a. A la mujer nutricia, y
b. Al hombre protector”9

Freud introduce, además, la expresión “sentimiento de sí” relacionada con el


narcisismo, para indicar que este decrece o se inflama en las contingencias
del amor. Afirma, “en la vida amorosa, el no-ser-amado deprime el
sentimiento de sí, mientras que el ser-amado lo realza.”10 La posición del
amante es vista pues como una disminución de este sentimiento de sí.
Según Freud es un estado de humillación en el que se resigna parte del
narcisismo, pudiendo solamente ser recuperado al ser correspondido, es
decir, siendo amado.

De igual manera, Freud destaca dos vías del sentimiento de sí relacionadas


con el erotismo. Aquella en la que las investiduras amorosas son acordes al
yo, y otra en la que tales investiduras han sido presas de la represión. En la
primera, el despliegue que se hace al amar tiene como efecto reducir la
autoestima, sólo siendo amado, se tendrá la posibilidad de recuperarla. En
cuanto a la segunda vía, la investidura de amor ocasiona una grave

9
Ibíd. p. 87
10
Ibíd. p. 75
reducción del yo, haciendo imposible la satisfacción amorosa por esta vía. El
yo alterado tendría que retirar su libido de esos objetos para enriquecerse,
constituyéndose así un amor perfecto que recuerda aquel primer estado del
narcisismo en el que no habría diferencia entre libido de objeto y libido
yoica.11

Aportes lacanianos

En el Seminario 1, Lacan plantea una distinción interesante entre amor


imaginario y amor simbólico. El primero sería aquel en el cual existe una
intensa vinculación entre los amantes de un modo especular, razón por la
también tiene lugar la agresividad. Afirma “aprendan a distinguir ahora el
amor como pasión imaginaria del don activo que él constituye en el plano
simbólico. El amor de quien desea ser amado, es esencialmente una
tentativa de capturar al otro en sí mismo, de capturarlo en sí mismo como
objeto […] ser amado hasta el punto máximo que puede alcanzar la
completa subversión del sujeto en una particularidad, y en lo que esa
particularidad tiene de más opaco, de más impensable. Se quiere ser amado
por todo, no sólo por su yo- como dice Descartes- sino por su color de
cabello, por sus manías, por sus debilidades, por todo.”

El amor simbólico, en cambio, es desligado de la pasión, pudiendo


vislumbrar en el otro su singularidad esencial. En este sentido, habría la
posibilidad de reconocer la diferencia del otro y precisamente amarlo desde
allí. “El amor, no ya como pasión, sino como don activo, apunta siempre
más allá del cautiverio imaginario, al ser del sujeto amado, a su
particularidad. Por ser así puede aceptar en forma extrema sus debilidades y
rodeos, hasta puede admitir sus errores, pero se detiene en un punto, punto
que sólo puede situarse a partir del ser.”12

11
Ibíd. p. 96
12
Lacan, J. Escritos. p. 402
Lacan insiste en el carácter narcisista del amor, sosteniendo que se busca
ser amado para así llegar a amar al propio yo. “En el amor se ama al propio
yo, al propio yo realizado a nivel imaginario.”13 Es este matiz imaginario el
que supone que en el amor se busque reciprocidad, la ilusión que se tiene
de querer ser amado por el otro de la misma manera y con la misma
intensidad con la que uno lo hace.

En el amor se anhela no solamente ser completado, sino completar al otro


como en el famoso mito de Aristófanes. Es así como Lacan opone a esto, su
famosa frase “el amor es ofrecer algo que no se tiene a alguien que no es” 14.
Lacan devela así la imposibilidad de complementariedad de los sexos.
Asimismo, en su seminario Aún va a decir “lo que suple la relación sexual es
precisamente el amor”. Al respecto, Soler va a decir “el amor queda ‘fuera
del sexo.’ Lo está, (fuera del sexo) cuando permite, a falta de proporción
sexual, y según las contingencias del encuentro, una relación de sujeto a
sujeto, puesto que esa es la nueva definición del amor al final de Aún.”15

Vemos pues que el amor viene a ubicarse allí donde hay una falta
estructural. Suple un agujero, algo que no hay. Podemos decir, entonces,
que la dificultad en la vida amorosa surge a partir de que los sexos no llegan
nunca a armonizar completamente. Nunca terminan de hacer de dos, uno o
de encajar perfectamente. En este sentido, el amor, en su valor supletorio e
ilusorio, se ubica como semblante para posibilitar un encaje. Miller afirma “si
decimos que no hay relación sexual es en tanto no hay una condición
necesaria y suficiente para ambos sexos que los haga complementarios. No
hay una condición universal de la elección de objeto.”16 Vemos entonces que
si la única condición para la elección de objeto fuera un sujeto que fuera del

13
Lacan, J. Los escritos técnicos de Freud. P. 216.
14
Lacan, J. La significación del falo. En: Escritos. Ed. Paidós. 1989.
15
Soler, C. Lo que Lacan decía de las mujeres. Ed. No todo, 1998.
16
Miller, J.A. "Lógicas de la vida amorosa", Tercera conferencia.
sexo contrario, podríamos entonces decir que habría relación sexual, pero
esto no ocurre y entonces no hay nada que oriente la elección de objeto.

Por su parte, Jacques-Alain Miller en Lógicas de la vida amorosa postula


que el escrito de Lacan "La significación del falo" debe ser tomado como la
contribución a la vida amorosa. Este permite ver como amor, deseo y goce
se articulan a la luz del valor del falo como significación, planteando la
castración para ambas posiciones respecto del tener o no el falo. El que lo
tiene (el hombre) no lo es; quien lo es (la mujer), no lo tiene. Lacan va a
decir “si el hombre encuentra en efecto como satisfacer su demanda de
amor en la relación con la mujer en la medida en que el significante del falo
la constituye ciertamente como dando en el amor lo que no tiene.”17

Miller también va también a hacer una distinción entre amor y sexualidad y


entonces va a afirmar que el amor se ubica como velo que cubre la
satisfacción de las pulsiones parciales. El amor sería un semblante que
permite que la pulsión se satisfaga “en un circuito autoerótico mediante el
objeto que va a buscar en el Otro.”18 De igual manera, afirma que a falta de
proporción sexual, entonces hay síntomas. Entonces, “cuando se establece
una relación, un rapport, es siempre una relación sintomática.”19 El amor
sintomático, va a decir entonces Miller. Así, todo vínculo que se establezca
entre dos seres humanos siempre va a pasar por la vía del síntoma y son
estas uniones sintomáticas los más cercano a la relación o proporción
sexual: “un partenaire sintomatificado es mejor, pues con él uno está lo más
cerca posible de la relación.”20 Pensar el amor como sintomático nos lleva a
preguntarnos sobre la elección de partenaire y entender que ésta nunca es
azarosa, que la elección nunca es casual, sino uno que el que se elige
“procura precisamente, el objeto (a), el plus de goce que le conviene.”21

17
Lacan, J. La significación del falo. En: Escritos. Ed. Paidós. 1989
18
Miller, J.A. El amor sintomático. En: El síntoma charlatán. p. 47
19
Ibíd. p. 52
20
Ibíd. p. 53
21
Ibíd.
Por otro lado, en Lo que Lacan decía de las mujeres, Soler hace una
distinción entre el amor femenino y el amor masculino. Describe el amor
femenino, como un amor celoso y exclusivo porque demanda el ser. Así,
afirma “en sus momentos de plenitud recíproca (el amor), llega a producir un
borramiento temporal de falta en ser, un correctivo transitorio de la
castración.”22 De aquí, que la pérdida del amor conlleve un efecto depresivo
porque ese efecto correctivo transitorio de la castración desaparece y se vive
como una pérdida de una parte de sí.

Según Soler, el amor depende de las características de goce de cada uno.


El amor femenino es, entonces, celoso porque responde a las características
de ese goce suplementario que sobrepasa al sujeto y que es un goce
heterogéneo que no identifica. Para el hombre, al contrario, el goce fálico
tiene un valor que identifica. “Por eso los hombres se vanaglorian de sus
hazañas […] y se reconocen tanto más hombres cuanto más acumulan goce
fálico.”23 Por su parte, la mujer toma como recurso al amor y se identifica por
él porque “a falta de poder ser La mujer, queda la opción de ser “una” mujer,
elegida por un hombre.”24 Este explica, según Soler, porque las mujeres
“aman el amor”.

Soler, al igual que Miller, va a dar al falo como significación gran importancia
para entender el valor del amor. El asunto se juega entre el ser y el tener
fálicos. Del lado de la mujer, el ser fálico aparece como la única
identificación que sostiene el ser-mujer y este viene a sustentarse en el
amor. El hombre, por su parte, afirma su virilidad del lado del tener, del poder
sexual. “El ser-mujer se sustenta doblemente en el amor: en tanto que ‘ser
amada’ equivale a ‘ser su falo’; pero también por el hecho de que se ama
solamente a partir de su propia falta. Se puede decir entonces: el amor,
femenino.” Es así como “cuando un hombre ama, lo que pasa también es
que ama como mujer […] ama porque él mismo es sujeto de la falta, pues en
22
Soler, C. Lo que Lacan decía de las mujeres. Medellín: Ed. No todo. P. 67.
23
Ibíd.
24
Ibíd. p. 68
lo que concierne a su ser de hombre, no entiende nada del amor […] porque
se ‘contenta con su goce’ (Lacan, 1974)”25.

Soler retoma también la idea del amor como semblante, como engaño que
se produce a causa de la no proporción sexual. Así, nos dice que para el
hombre el acceso al partenaire pasa por el fantasma y entonces “se puede
decir que el está casado con el objeto de su fantasma, con el cual engaña
de todas maneras a su partenaire.” Del lado de la mujer, encontramos que
como su goce no es todo fálico, ella también tiene acceso a ese goce otro
por medio de varios partenaires. Finaliza diciendo “los partenaires varían
aquí, sin comprometer la pertenencia sexuada del sujeto, quien se decide al
nivel del modo de goce; y teniendo por consecuencia, que en cada caso el
verdadero partenaire – el goce – permanece velado y como a la espera de la
interpretación.”26 Vemos pues que independiente del objeto que se elija, el
goce siempre será el mismo, siempre será un goce autista.

BIBLIOGRAFÍA

FREUD, Sigmund. Sobre un tipo particular de elección de objeto en el


hombre (Contribuciones a la psicología de la vida amorosa I). Vol. XI. En:
Obras Completas. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1979.
25
Ibíd. p. 97
26
Ibíd. p. 171
_________. Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa.
(Contribuciones a la psicología de la vida amorosa II). Vol. XI. En: Obras
Completas. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1979.

___________. Introducción del narcisismo. Vol. XIV. En: Obras Completas.


Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1979.

LACAN, Jacques. Seminario XX: Aún. Buenos Aires: Ed. Paidós, 1997.

______. La significación del falo. En: Escritos. México: Ed. Siglo XXI, 1989.

______. Los escritos técnicos de Freud. En: Escritos. México: Ed. Siglo XXI,
1989.

MILLER, Jacques-Alain. El amor sintomático. En: El síntoma charlatán.


Barcelona: Ed. Paidós, 1997.

________. Lógicas de la vida amorosa. Tercera conferencia.

LAPLANCHE, J., y PONTALIS, J.B. Diccionario de psicoanálisis. Buenos


Aires: Ed. Paidós, 1996

SOLER, Colette. Lo que Lacan decía de las mujeres. Medellín: Ed. No Todo,
2004.

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