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Judaísmo - 04/08/2008

PARASHAT HASHAVUA
``Devarim''
Interpretación y comentario
El libro ``Devarim'' (``Deuteronomio'') es también conocido como ``Mishné Torá'' (``Repetición de la Torá''),
pues Moshé repite en él todas las cosas que ya se dijeron en la Torá.
En la parashá ``Shmot'' (`Éxodo''), Moshé dice que él no es un hombre de palabras: ``Y le dijo Moshé a Dios:
Te ruego, Adonai, no soy yo hombre de palabras ni desde ayer ni tampoco desde anteayer, ni desde el tiempo
en que has hablado a Tu servidor, ya que lento de palabra y lento de locución soy yo'' (Éxodo 4:10). Con el
correr del tiempo, Moshé se convierte en líder y repite las palabras de Dios delante del pueblo. Por eso, el
libro de Deuteronomio comienza con las palabras: ``Estas son las palabras que habló Moshé a todo Israel''
(Deuteronomio 1:1).
La parashá comienza con la continuación de la travesía hacia la tierra de Canaán. Dios le dice a Moshé que
debe levantarse e ir al Monte Seir, al lugar donde estaban asentados los hijos de Seir. Dios avisa al pueblo
que, en su camino hacia la Tierra Prometida, van a encontrarse con otros pueblos y deben comportarse con
ellos de manera pacífica y no provocarlos, pues también aquellos pueblos recibieron de Dios un territorio para
asentarse en él.
Antes del asentamiento de los moabitas en Moab, ellos se asentaron en Refaim, un pueblo antíguo a cuyos
miembros se los consideraba gigantes, y los moabitas los llamaron ``Emim'': ``Los Refaim son considerados
ellos también como gigantes. Pero los moabitas los solian llamar Emima'' (Deuteronomio 2:11).
También en los territorios pertenecientes a los hijos de Amón se asentaron los Refaim y los Amonim los
llamaban ``Zamzumim'', de la palabra ``mezimá'' (``astucia''), pues eran pueblos de gran estatura que
acostumbraban a actuar con astucia y artimañas: ``Y los Amonitas los llamaban Zamzumim'' (Deuteronomio
2:20). Moshé destaca que Dios exterminó a los Refaim y permitió a los Amonitas heredar su tierra
(Deuteronomio 2:21).
``Se les ordena a los hijos de Israel cruzar el río Arnón hacia el reino de los Emorim'' (Deuteronomio 2:24).
Moshé se dirige a Sijón, rey de los Emorim, en son de paz, pero él decide salir a la guerra contra Israel. Los
hijos de Israel destruyen sus ciudades, matan a sus habitantes y toman el botín. Después de la guerra contra
Sijón, los hijos de Israel continúan su travesía hacia Bashán, hacia la tierra de Og, quien también era un
gigante, sobreviviente del pueblo de los Refaim (Deuteronomio 3:11).
Dios calma al pueblo para que no tema porque, así como Él hizo con Sijón, rey de los Emorim, también hará
con Og, rey de Bashán (Deuteronomio 3:2-3).
En la parashá ``Shlaj Lejá'', en el libro de Números, leímos por primera vez la descripción de los pueblos
asentados en la Tierra Prometida.
Los espías describieron a los numerosos habitantes de la tierra como gigantes y se compararon a sí mismos
como langostas, como pequeños insectos que se pueden destruir fácilmente: ``...Es tierra que se come a sus
habitantes, y todo el pueblo que hemos visto en su seno, hombres de estatura son. Y ahí hemos visto a los
Nefilim: los hijos de Hanak, descendientes de los Nefilim, aparecimos ante nuestros ojos como langostas, y
así éramos ante los ojos de ellos'' (Números 13:32-33).
Los espías describen a la tierra como que ``come a sus habitantes'' y las langostas son la creaturas más
pequeñas que pueden ser comidas. Así ellos destacan sus sensación de que la tierra los va a tragar
fácilmente. La imagen de las langostas es la imagen propia: los espías se ven a sí mismos pequeños frente a
las personas de gran estatura.
En la parashá ``Devarim'', Moshé recuerda el relato de los espías y nuevamente son recordados los gigantes
que habitan la tierra: ``Y también hijos de Anak (gigantes) vimos ahí'' (Deuteronomio 1:28).
Muchas explicaciones se dieron al adjetivo ``anak'' (``gigante''). Para nosotros, ``Refaim`` y ``Anakim`` son
personas de gran estatura. Es decir, opuestos a los seres de pequeño tamaño, como las langostas.
La parashá ``Devarim'' trae, como ejemplo, las medidas del cajón en el cual fue enterrado Og, rey de Bashán,
y estima así el tamaño intimidante del rey: ``Pues solamente Og, rey de Bashán, había quedado del
remanente de los Refaim; he aquí que una cama, cama de hierro, -que por cierto está en Rabbah de los hijos
de Amón-, nueve codos es su largo y cuatro codos es su ancho, en codo de hombre'' (Deuteronomio 3:11).
En nuestra parashá se aprende que gracias a la ayuda de Dios se puede vencer a los gigantes: ``Entregó
Adonai nuestro Dios en nuestra mano, también a Og, rey de Bashán, y a todo su pueblo. Lo batimos hasta no
dejarle sobreviviente'' (Deuteronomio 3:3).
La descripción de los Refaim, personas de gran estatura; los Nefilim, Og rey de Bashán, Goliat y otros
gigantes, nos quiere enseñar que, a veces, por miedo y temor, le damos mucha importancia a los datos
físicos.
Cuando estamos en guerra con un enemigo externo o con enemigos que se encuentran dentro nuestro, los
datos concretos no deberían ser el único parámetro para valorar el poder de las partes.
El espíritu del ser humano, su fe, su firmeza y su apego al objetivo por el cual pelea, no son menos
importantes, -y quizás hasta lo son más aún-, para el resultado final de la lucha.

*Profesora de Biblia, Instituto Schechter de Estudios Judaicos Jerusalem


Editado por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, la Asamblea Rabínica de Israel, el Movimiento
Conservador y la Unión Mundial de Sinagogas Conservadoras.
Traducción: rabina Sandra Kochmann.
Por la Dra. Pnina Galpaz-Feler*

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