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CAÍN y ABEL
El Problema De Las Religiones
Carlos Tomás Knott
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Título en inglés:
The Story of Cain and Abel
Editorial Discípulo
Apartado 202
22080 Huesca, España
Copyright©1992, 2001
Carlos Tomás Knott
Todos Los Derechos Reservados
ISBN-84-89870-22-5
Depósito Legal: B-6.938-2.001
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Caín y Abel:
El problema de las religiones
¿Cuántas religiones
supones que hay en el mundo?
¿Podrías hacer una relación de
ellas? ¿Cuánto tiempo crees que te
costaría? ¿De qué tamaño tendría
que ser el papel para escribir toda
la lista de ellas?
¿Te sorprenderías si te
dijera lo fácil que es hacerlo? Sí,
¡sencillísimo! Puedo afirmar sin
lugar a dudas que hay solamente
dos religiones en todo el mundo.
Hablamos de religión en el sentido
de lo que ella hace respecto al
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problema más básico del ser
humano: el PECADO, y respecto a
la cuestión de CÓMO podemos
obtener el perdón y la vida eterna.
En este sentido, repito que sólo hay
dos religiones. No lo estoy
simplificando demasiado. Realmente
la cuestión no es tan compleja como
parece. ¿Cómo puedo afirmar esto?
Me explicaré. Aunque hay muchos
nombres diferentes, y muchísimas
prácticas religiosas distintas, en el
fondo hay sólo dos religiones
básicas.
Una religión es la de Caín,
y la otra la de Abel, y ellas se
encuentran en Génesis 4:2-7.
Génesis es el libro de los
comienzos, los principios, y aquí
encontramos los comienzos de
todas las religiones del mundo, en
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Caín y Abel. La historia de estos
dos hombres nos enseña
admirablemente el comienzo de
las religiones, las ideas concebidas
por los hombres acerca de cómo
acercarse a Dios. La religión de
Caín es la religión de las obras, y la
“religión” de Abel, realmente, no
es una religión, sino una fe en
Dios, en Su Palabra, y por lo tanto,
en un sacrificio presentado como
sustituto. Miles de años después, y
a pesar de todo lo que el hombre ha
pensado, inventado y explorado,
no hay más religiones que estas
dos. Al analizarlo, veremos que
cada ser humano cree como Caín o
como Abel. Propongo que
pensemos en su historia y veamos
si eres como Caín o como Abel.
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La Religión de Caín
Primero consideraremos a
Caín. Ocupa un lugar de distinción
en la historia, porque fue el primer
hijo humano nacido (Génesis 4:1).
Otra distinción acerca de Caín se
ve más tarde, cuando edificó la
primera cuidad (Génesis 4:17), y
como dijo un amigo mío, quizá
llegó a ser el primer alcalde.
¡Excelentísimo Ayuntamiento de
Enoc, ciudad de Caín! Pero lo que
nos interesa ahora está en Génesis
4:3, donde dice que él llevó el
fruto de la tierra al Señor, es decir,
los resultados de su ardua labor
como hortelano. Debemos
reconocer que Caín no era un
hombre perezoso. Al parecer, de
los dos hermanos, él trabajaba más
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arduamente, siendo labrador de la
tierra. En Génesis 3:19 Dios había
dicho que el hombre obtendría el
fruto de la tierra con el sudor de su
frente. Esto describe a Caín,
picando, arando, despedregando,
regando, etcétera. Los que han
tenido un huerto o han sido
agricultores saben qué es esto. No
estuvo de brazos cruzados, sino que
a fuerza de duro trabajo consiguió el
fruto. Tenía callos en las manos, y
acababa cada día cansado de sus
labores, pero al final vino la
cosecha, recogió los frutos de su
trabajo, y los presentó a Dios en un
altar. Pero, Génesis 4:5 dice que
Dios no miró con agrado lo que Caín
trajo. Inmediatamente sentimos la
sorpresa, y preguntamos: “¿por
qué?”
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Al repasar el texto de
Génesis, si reflexionamos,
comenzamos a notar el problema.
Caín presentó el fruto de su labor,
pero su cosecha vino de una tierra
maldita por Dios. Génesis 3:17
declara la tierra maldita por causa
del pecado. Por eso, lo que Caín
presentó a Dios venía teñido de
maldición.
Y también hubo otro
problema. Lo que Caín ofrendó a
Dios no fue al precio de ninguna
muerte. No había ningún animal
que matar, ni sangre derramada,
ninguna vida entregada. Lo que
Caín había ofrecido era un
sacrificio incruento, sin sangre.
De esta manera, Caín no estaba
viendo la seriedad de la
culpabilidad de su condición de
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pecador. Estaba dando a entender
que el pecado no es tan serio como
para tener por consecuencia la
muerte. Se podía pagar ofrendando
unos ajos, tomates, patatas, judías
u otras cosas del huerto. Es decir,
que él no creía que era necesario el
derramamiento de sangre. “Dios
aceptará lo que yo haga, el fruto de
mi arduo trabajo”. Él presentó lo
mejor de su trabajo, no era
cualquier cosa sino lo mejor, y
lógicamente esperaba ser aceptado.
Aquí observamos que
todavía hay muchas personas
como Caín en el mundo. Es muy
común oir a la gente expresar la
creencia de que Dios le aceptará si
es sincera o hace lo mejor que
puede. Muchos piensan que está
bien tener sus propias ideas sobre
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cómo llegar a Dios y al cielo, como
lo hizo Caín. ¿Tú qué piensas?
¿Crees que es suficiente ser sincero
y hacer lo mejor que puedes?
Podrías decir, “después de todo, si
hacemos lo mejor que podemos,
¿quién puede pedir más? Dios
puede pedir más, mucho más,
porque Él es perfecto. ¿Piensas que
te ayudará el darle la vuelta a la
página, esto es, comenzar de nuevo,
“borrón y cuenta nueva”? Pero si
Dios realmente no lo ha borrado, no
será olvidado ni pasado por alto.
Hay quienes declaran estar
reformando y limpiando sus vidas.
Otros entran en una confraternidad,
se hacen devotos, se entregan a una
comunidad religiosa, o siguen
ciertas reglas filosóficas y regímenes
de ejercicio y dieta para ser mejores
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personas: yoga, vegetarianismo, etc.
El punto es que Caín también hizo
sinceramente lo mejor que pudo.
Pero no le sirvió.
El pobre Caín tuvo que
descubrir lo que muchas otras
personas todavía necesitan saber,
y es algo que puede ahorrarles
muchos disgustos y perdición. Es
esto: Dios no acepta al ser humano
aunque haga las cosas lo mejor
posible, porque lo mejor de
nuestras obras y vidas, como en el
caso de Caín, están teñidas de
maldición. Como la tierra era
maldita, y no podía producir nada
bueno, así también el corazón del
hombre es malo y no puede
producir nada bueno. El profeta
Jeremías habló de esto cuando
dijo:
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“¿Mudará el etíope su piel,
y el leopardo sus manchas?
Así también, ¿podréis
vosotros hacer bien, estando
habituados a hacer mal?”
(Jeremías 13:23).
Variedades de la Religión de
Caín
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La Religión de Abel
Nuestro Sustituto
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Lo que Debes Hacer
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Lo que estas manos mías han hecho,
no puede librar mi alma de su culpa,
Ni lo que yo he obrado en este cuerpo
puede sanar mi espíritu.
Ni lo que yo siento o hago vale, porque
esas cosas no me dan paz con Dios,
Ni siquiera mis oraciones, suspiros o
lágrimas pueden aligerar mi carga tan
pesada y terrible.
Tu amor a mí, Oh Dios mío,
y no el amor mío a Ti,
Puede quitar esa negra inquietud y
librar mi pobre espíritu.
Ninguna obra sino sólo la Tuya para mí,
y no me vale otra sangre si no es la que
brotó de Ti,
Y no hay fortaleza sino sólo la divina
que pueda librarme y llevarme.
Sólo Tu obra, oh mi Salvador, me libra
del peso de mi pecado;
Sólo Tu sangre, oh Cordero de Dios, me
limpia y derrama Tu paz sublime dentro
de mi.
(traducción libre de una poesía
de Horacio Bonar 1808-1899)
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Realidad, por James G. McCarthy
¿Armagedón Pronto?,
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(DIME) por O. J. Gibson
El Evangelio Según Roma,
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Ramón Vallés Casamayor
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