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LA ARQUITECTURA EN EL PARAGUAY CONSIDERACIONES GENERALES LIGERA DESCRIPCION DEL PAis 1 Paraguay es una regién mediterranea alejada del océano, pero rodeada en gran parte de su perimetro, por los rios Parana y Paraguay, que la transforman en una especie de Me- sopotamia sudamericana. Esté comprendida entre los paralelos 20 y 27 de Latitud Sur y los meridianos 54 y 62 de Longitud Oeste *, y una porcién considerable de su superficie pertenece a la zona templada. Su territorio es mas bien Iano, destacandose algunas ca- denas montafiosas no muy elevadas, como las de Amambay y Mbaracayzi, que son limitrofes con el Brasil por el lado N-E. De éstas se desprenden algunas serranfas que cruzan el pais de norte a sur, entre los paralelos 24 y 26, siendo las mas impor- tantes las de San Joaquin y de Caaguazi. Desde esta “altima se bifurcan varias sinuosas y pronunciadas colinas que forman la Iamada Cordillera de los Altos, que va desde el pueblo del mismo nombre * hasta Ibicuy, si bien el trozo que sigue a par- tir de Ibytymy, que presenta cotas menos elevadas, se deno- mina La Cordillerita. Tanto en ésta, como en la Cordillera de los Altos, abundan alegres valles de tupida vegetacién, her- mosas cascadas, y admirables puntos de vista panorémicos. Figuran también algunas eminencias que, o forman parte 15 de las ya nombradas 0 constituyen cerros aislados, mas 0 menos importantes, como los de Lambaré, Villeta, Limpio (los tres estén muy préximos a Asuncién), Paraguari, Caapuci, Taba- py, Ibytyrusi (cerca de Villa Rica), y, por tiltimo, los de Santa Rosa, Santa Maria, San Juan y San Miguel, existentes en la zona conocida por Las Misiones, La Repiblica Paraguaya esté abundantemente regada por los numerosos afluentes de los rios Parana y Paraguay, que na- cen dentro de ella. El primero recibe las aguas del Acaray. del Monday, del Nacunday y del Tacuari. Son tributarios de! segundo, los rios Apa (limite septentrional con el Brasil), Aqui- daban, Ipané, Jejuy, Manduviré y Tebicuary-guazts. Este tlti- mo es el mas caudaloso de todos ellos y tiene cerca de 300 ki- lémetros de curso. MaTerIALes Debido a la abundante humedad de su suelo, el Paraguay Posee una cuantiosa riqueza forestal; se calcula que, todavia hoy, més de un setenta por ciento de su superficie estd cubierta por bosques de magnificas maderas, aptas para toda clase de obras. Se destacan el urundey, el curupay, el trébol, el algarro. bo (blanco y negro), el fiandubay (blanco y colorado), el que- bracho (blanco y colorado), el lapacho, el laurel (blanco, ama- rillo y negro), el cedro (blanco, colorado y crespo), el incien- so, el palo santo, el ybyraré, etc., etc. Ha sido esta abundancia de buenas maderas lo que ha im- puesto el empleo de las mismas y en gran escala, en numerosas construcciones del periodo colonial, En cuanto a los materiales de origen pétreo, es indiscuti- ble que existen canteras de excelente piedra arenisca como lo comprueban ciertas obras Ilevadas a cabo por los jesuitas, en las que aun pueden verse enormes pafios de muros ejecutados con bloques de aquella piedra. Tampoco faltan canteras de gra- ©: 16 nito, pérfido, énix y mérmoles pero, debido a su dificil labra, dichos materiales han sido parcamente empleados. Pareceria que el uso de la cal viva, obtenida por la coccién de piedras calizas, no se hubiera iniciado antes de la segunda mi- tad del siglo xvi. A este respecto dice un autor, refiriéndose a la iglesia de la misién de Trinidad: Era tnicamente de pie- dra, sin trabazén de cal (pues hasta ese tiempo no se habia haliado cal en Misiones) y sdlidamente construida... Mads adelante agrega: Toda la obra (la de la iglesia de la reduccién de Jesiis] es de piedra de silleria trabada con cal que ya para aquel tiempo (hacia 17601 se habia hallado en Doctrinas, aun- que de mediana calidad; y quizd se empled la misma en cons- trucciones sobreafiadidas a la primitiva construccién de Tri- nidad, pues el inventario de la expulsién senala esta iglesia como construida de piedra y cal*. Durante la época hispana, y aun en afios posteriores, se hizo gran consumo de arcilla, ya en forma de adobe, o simple- mente de tierra apisonada (tapial). El empleo del ladrillo co- cido se desarrollé a partir de Ja independencia. Respecto a metales, se sabe que existen yacimientos de hierro, de manganeso y de cobre, pero no fueron aprovecha- dos por los conquistadores. Todo el hicrro necesario en Jas pose- siones espafiolas de América, debia venir de Vizcaya y, por lo tanto, su precio era muy elevado ‘. De ahi que las rejas desti- nadas a proteger las ventanas fuesen, f puestas por piezas de madera dura, a veces, esmeradam torneadas en forma de balaustres. ecuentemente, com- nite PoBLADORES PRECOLOMBINOS r Los espafioles encontraron el Paraguay habitado por los indios guaranies los que, si no habian salido de la barbarie, tampoco se Jos podia tachar de enteramente salvajes. Por de pronto, tenian una cierta aficién por la agricultu- 18 2m ra, lo que ya supone habitos sedentarios y opuestos al noma- dismo; cultivaban el mani, el zapallo, la mandioca, la batata y, probablemente, el maiz, el tabaco y el algodén®. Los Jesui- tas supieron sacar partido de los conocimientos agricolas de los guaranies, y de alli que los establecimientos mas présperos de aquella orden religiosa, hayan sido Ios que estaban ubicados en tierras habitadas por estos indios. Se debe a la inclinacién de los guaranies por la agricul- tura, que los Jesuitas hayan conseguido crear sus célebres mi- siones 0 reducciones, de algunas de las cuales quedan atin hoy, imponentes restos arquitecténicos. En las demés regiones del “Virreinato de Buenos Aires, la Compafiia de Jesiis se limité a explotar establecimientos agropecuarios, de cardcter muy dis- tinto al de las misiones y que, mas bien, se los podria consi- derar como verdaderas estancias. En estos tiltimos, gran parte del personal se componfa de esclavos negros, adquiridos a ese efecto, mientras que en las reducciones el elemento africano era totalmente desconocido. Hay quien afirma que los antiguos pobladores del Para- guay poseian rudimentos de escritura lapidaria o jeroglifica, y hasta una que se parecia no poco a los quipus de los antiguos peruanos *, No ignoraban que el Sol era’ un astro que aparen- temente giraba alrededor de la Tierra, conocian las fases de la Luna, y sabian distinguir un buen nimero de constelaciones. Se dice que Iegaron a organizar un servicio de correos, para Io cual abrian picadas* en los bosques. Segiin el Sr. Moi- sés Bertoni, las vias terminaban en la costa atlantica de Santa Catalina y pasaban a poca distancia de las cataratas del Guaira y del Iguazi. Eran habiles curanderos: conocian las propiedades curati- vas de las hojas y raices de muchas plantas, con Jas cuales cu- raban y combatian las fibres, las enfermedades del higado y de los rifiones, las hinchazones, las mordeduras y envenena- ‘mientos. 19 Por ultimo demostraron poseer profundos conocimientos de botdnica y zoografia *. : Es indudable que se trataba de una raza inteligente, labo- riosa y de sentimientos humanos’, siendo facil para los con- quistadores espafioles la tarea de colonizar el Paraguay, contan- do con colaboradores de mucha mejor calidad que los salvajes aborigenes que ocupaban la zona meridional de la cuenca del Rio de la Plata, como los charritas, minuanes, querandies, pam- pas, etc. Por lo tanto no nos debe extrafiar que aquel pais haya sido una de las ricas y présperas colonias que Espafia posey6 en la América del Sur, : Gon los guaranies se logré formar excelentes obreros en todos los oficios ”, y hasta se lleg6 a obtener hdbiles tallistas de imagenes, a juzgar por algunas muestras que han Iegado hasta nosotros. Los aborigenes paraguayos no eran belicosos, pero si muy valientes y, llegado el caso, sabian batirse con singular denue- do. Bien lo demostraron cuando los Jesuitas organizaron en ba- tallones, a los indios misioneros para luchar contra los mame- lucos paulistas, a los que infligieron tan crueles derrotas que nunca mas volvieron a inquietar las reducciones. Aparte de las campajias contra los bandeirantes, los gua- ranies se distinguieron en la toma de la Colonia del Sacramen- to (1680), y defendieron bizarramente a Asuncién, cada vez que esta ciudad fué atacada por los guaicurites y los payaguées durante los siglos xv y xvi. También, en varias ocasiones, acudieron en auxilio de las ciudades argentinas de Corrientes y de Santa Fe y, aun mismo la lejana Buenos Aires, conté con la valiosa cooperacién de esos abnegados guerreros, cuando estuvo amenazada por los piratas franceses, batavos y dina- marqueses que merodeaban en cl Rio de Ja Plata. \ La CoLontzaci6N El primer europeo que explord una parte de la hoy repii- blica paraguaya, fué el portugués Alejo Garcia quien, en 1524, tuvo la andacia de ir desde Santa Catalina hasta el Alto Peri, en busca de los tesoros del Rey Blanco de legendaria memoria “. En 1597 surcan las aguas del rio Paraguay los berganti- nes de Sebastian Gaboto, de quien se dice que legs mucho mas arriba del paraje donde mas tarde se instalaria la ciudad de ‘Asuncién, Sin embargo, no parece que haya quedado ninguna Imella de la permanencia del marino veneciano, pues también él tenia como objetivo los mentados paises de Occidente donde los metales preciosos crecian. como las plantas”. Nueve afios después, o sea en 1536, aparece la flotilla de Juan de Ayolas que remonté aquel rio hasta un paraje deno- minado Candelaria”. Alli dejé Ayolas un destacamento al mando de Domingo Martinez de Irala, y se interné temeraria- mente en el inexplorado continente sudamericano, en persecu- cién de la fabulosa Sierra de la Plata o, mas bien dicho, de las minas argentiferas de Porco y de Potosi, de las cuales tenian vagas noticias aquellos audaces aventurpros. En 1537 llega una cuarta expedicién espafiola; es Ja de Juan Salazar de Espinosa, que venia en socorro de Ayolas™; no encuentra ’a éste, sino a Irala detenido en Candelaria. Am- bos exploradores fraternizan y deciden que Salazar regrese al Sur para fundar un establecimiento que afirme la soberania de Espafia, en esta parte de la América meridional. El 15 de agosto de 1537 Salazar construye en los dominios del cacique guarani Carduaréz *, una Casa Fuerte a cuyo alre- dedor, con el andar del tiempo, se agruparian otras construc- ciones, dando asi origen a Ja actual ciudad de Asuncién. Salazar volvié a Buenos Aires casi inmediatamente des- pués de construido el fuerte, en el que dejé como jefe a Gon- zalo de Mendoza. AI mismo tiempo Irala, cansado de esperar 24 cl regreso de Ayolas, resolvié instalarse en la nueva poblacién donde, en 1539, es reconocido como Teniente Gobernador ™ Los espatioles no se limitaron a fundar Asuncién sino que, Povos afios después de creada esta urbe, fueron surgiendo otros centros poblados, que més tarde serian las florecientes ciudades de Aregud, Ipané, Guarambaré, Yaguarén, Ita, Altos, Taba. Py, y otras més cuya iniciacién dataria de la primera mitad del siglo xvi. La expansién civilizadora asuncena fué atm més lejos y se hizo sentir, especialmente, en la regién conocida por EL Guaira, y en la hoy Repiblica Argentina. En la primera se le debe la fundacién de cuatro importantes aldeas que son: Ori tiveros (1554), Ciudad Real (1556), Santiago de Jerez (1593) y Villa Rica (1570). Las tres primeras estaban situadas no muy distantes de Ta desembocadura del rio Piquiry en el Parand, y tuvieron una vida relativamente efimera: carestias, epidemias ¥; més que nada, las incursiones de los mamelucos paulistas, fueron causa de que sus pobladores las abandonaran antes de 1630. Villa Rica fué fundada en 1570 por el capitan Ruy Diaz de Melgarejo, relativamente alejada de las anteriores (como a unos 150 kilémetros en direccién al! Este) y con el nombre de Ciudad de Villa Rica del Espiritu Santo. En 1595, el capitan Ruy Diaz de Guzmén, traslada la naciente poblacién a unos 70 kilémetros més lejos, y siempre hacia el Levante. Los habitantes de esta segunda Villa Rica tuvieron que’ emigrar en 1635, después de resistir denodadamente los incé- santes ataques de los paulistas, También procedian de Asuncién, los primeros pobladores de las ciudades argentinas de Santa Fe (1573), Buenos Aires (fundada por segunda vez en 1580) y Corrientes (1588), ast como los de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, Durante el siglo xvir surgen nuevos caserios como Lak que, Capiat y Piribebuy, fundados por don Martin Ledesma 22 de Balderrama en los afios 1636, 1640 y 1641 respectivamente. Més tarde, el Gobernador don Juan Diez de Andino funda los pueblos de Atyra (1674) e Itapé (1680). Se puede incluir en este perfodo a la Villa Rica de hoy. Los pobladores de la ciudad guairefia, perseguidos por los pau- listas, cruzaron el rio Parana y se establecieron a occidente de dicho rio, en Curuguaty. Como fueran nuevamente molestados por sus enemigos, abandonaron ese paraje en 1679 y anduvie- ron peregrinando por el territorio paraguayo, hasta que el mencionado Gobernador Diez de Andino, los autoriz6 a esta- blecerse en la regién de Ybytyrust, que es su ubicacién actual. Fué en este siglo que los Jesuitas comenzaron a instalarse en el Paraguay, donde dieron origen a importantes misiones de indigenas ®. La primera fué la de San Ignacio Guazit, situada entre los rios Tebicuary y Parana y cuyo trazado se inicié en diciembre de 1609; a ésta la siguieron otras trece ms en Ja ya citada regién de El Guairé, las que entre 1628 y 1632, fueron totalmente aniquiladas por las hordas paulistas. Después de este fracaso, los discipulos de Loyola se enca- iminaron a fundar misiones en la hoy Republica Argentina” y en la regién conocida por El Ttatin, situada en la orilla iz- quierda del rio Paraguay y comprendida entre los grados 20 y 24 de Latitud Sur™. De las primeras no nos ocuparemos ahora, porque juzga- mos que no deben estar inchridas en este estudio; en cuanto a las del Itatin, diremos que, fundadas a partir de 1632, fueron también muy perseguidas por los mamelucos, hasta cl punto de que hacia 1640, sélo quedaban dos, que eran las de Santa Maria de Fe y de San Ignacio de Caaguazit del Sur. Su ubica- cién exacta es algo dificil de precisar pero, sin temor de equi- yocarnos mucho, suponemos que se encontrarian casi a la al- tura del paralelo 24, y a una distancia no mayor de unos 40 kilémetros del rio Paraguay. * ‘Asi mismo, no pasaron muchos afios sin que los habitan- 93 tes de esas dos ald debido a la peligrosa vecindad de los be- licosos indios mbayées, tuvieran que ser trasladados al sur del rio Tebicuary, no muy lejos de la ya antigua misién de San Ignacio Guazi, fundada en 1609. Con los que procedian de Santa Maria de Fe, se organiz6 un nuevo establecimiento que Hev6 el mismo nombre (1669), mientras que con Ios vecinos de San Ignacio de Caaguazit se dié principio a la reduccién co- nocida por Santiago (1672). La nueva Santa Maria de Fe pros- peré tan répidamente que, con su excedente de poblacién, se pudo iniciar en 1680 otra colonia que, més tarde, se transfor- mé en la floreciente misién de Santa Rosa. » En el departamento de Encarnacién se implantaron las reducciones de Trinidad, Jestis “*, San Cosme * e Ttapaa. De las tres primeras todavia se conservan importantes restos, pero la Ultima ha desaparecido por completo * En el siglo xvi se intensifica notablemente la coloniza- cin del hinterland paraguayo. Entre los numerosos pueblos y villas, creados durante esta centuria, podemos citar los siguien- tes: Villeta (1714), Carapegua (1795), Itaugué (1728), San Estanislao (1749), San Joaquin (1753), Ajos, cuyo nombre le ha sido cambiado por el de Coronel Oviedo (1758), Belén (1760), Ibicuy (1765), Pirayt (1769), Caacupé (1770), Ba- trero Grande (1770), Caraguatay (1770), Quindy (4773), Concepeién (1773), Quyquyé (1776), Villa Franca (1777), Villa del Rosario (1783), Villa San Pedro (1783), Ybytymy (1783), Acahay (1785), Limpio (1785), Caapucti (1787), San Pedro de Parand (1789), Cangé (1789), Valenzuela (1800), etc., etc. ™. Comparemos la campafia paraguaya de fines del siglo xvi, tan Iena de florecientes caserios, con la del Uruguay de la misma época, casi enteramente desprovista de miicleos poblados, y tendremos que convenir que el Paraguay habia ad- quirido un grado de prosperidad, que aquel pais debia tardar mucho en alcanzar. 24 # Con una simple ojeada en el mapa de la pagina 17 nos da- remos cuenta de que muchas de las poblaciones gitadas, se encuentran al sur del paralelo 25, y no muy lejos de la ruta que unia Asuncién con Encarnacién, Las relativamente pocas que estdn al norte del mismo paralelo, fueron fundadas en el faltimo tercio del siglo xvi, cuando ya no eran de temer Jas incursiones de los mamelucos paulistas. CLASIFICACION DE LA ARQUITECTURA PARAGUAYA El Paraguay posee un rico acervo arquitecténico, Quedan todavia no pocos monumentos de la época hispana, pues son__ relativamente numerosas las pequefias ciudades del interior de ese pais, que conservan sus primitivas iglesias coloniales. Ade- més hay que agregar los considerables restos de obras de gran importancia, ejecutadas por los jesuitas, en las ya mencionadas misiones de San Ignacio Guazii, Santa Rosa, Santiago, Trini- dad, Jestis, San Cosme, etc. En cambio, en Asuncién existen poquisimas huellas de arquitectura hispano-colonial, pues la capital guarani vié des- aparecer, durante el primer tercio del siglo x1x, todos sus an- tiguos monumentos quedando apenas una que otra vieja man- sion privada. Pero, si bien es cierto que poco después de proclamada Ja independencia, se destruyé implacablemente la mayoria de los edificios de origen peninsular, no Jo es menos que, entre 1840 y 1865, Asuncién se enriquecié con numerosas construcciones de gran importancia, tanto de indole civil como religiosa, las que hoy son consideradas como bellos exponentes de arquitec- tura neoclasica. La actividad constructiva de este periodo se hizo sentir también fuera de la capital, como lo demuestran las iglesias que se erigieron en diversas localidades proximas a aquella. Para estudiar con cierto método las obras arquitecténicas 25 existentes en el Paraguay, es necesario dividirlas previamente en seis grupos: ae 5 a) Las antiguas misiones jesuiticas. b) Obras coloniales existentes en poblaciones de origen civil, exceptuando las de Asuncién. ©) Monumentos asuncenos (1537-1900). ) Edificios civiles y religiosos del siglo xxx. : e) La arquitectura privada desde el siglo xv1 hasta el aux inclusive. f) La arquitectura fuera de Asuncién, después de 1830. 26 a LAS MISIONES JESUITICAS os frailes franciscanos, dominicos y mercedaiios, trataron, de catequizar a los indigenas establecidos en las comarcas meridionales de la vasta cuenca del Rio de la Plata, esperando convertirlos al cristianismo, y al mismo tiempo inculcarles ha- bitos de trabajo y de vida civilizada. Pero nada consiguieron con las tribus némades y enteramente salvajes que merodea- ban en gran parte de la zona que, en la actualidad, comprende las provineias de Buenos Aires, Entre Rios y Santa Fe y la Re- publica del Uruguay”. En cambio, los jesuitas obtuvieron magnificos resultados con los guaranies, mas déciles, con habitos de vida sedentaria, y poseedores de una rudimentaria civilizacién. Producto de los esfuerzos de esos abnegados religiosos, fueron las numerosas reducciones 0 misiones que, en todo el correr del siglo xvi y parte del xvi, surgieron no sélo en el Paraguay, sino tam- bién en algunas provincias argentinas y en el Estado brasilefio de Rio Grande del Sur. Estos establecimientos, —semi-civiles y semi-religiosos—, tenian un doble programa: evangelizar los indigenas y hacer de ellos excelentes agricultores y expertos artesanos, idéneos en toda clase de oficios. De las misiones salieron habiles escul- tores y discretos pintores; los primeros labraron artisticos reta- blos, confesonarios, crucifijos y otras valiosas obras de talla en 97 madera, que atin hoy son admiradas en muchas iglesias colo- niales. En cuanto a los pintores, demostraron tener notables aptitudes para cl dificil arte que eligieron, y a ellos se atribu- yen cuadros de no escasos méritos, que estn diseminados por conyentos y museos. La expulsién de los jesuitas, acaccida en 1767, trajo como consecuencia la ruina de estas présperas fumdaciones que —a pesar de algunos inevitables defectos de organizacién—, fue- ron sumamente beneficiosas para los aborigenes y contribuye- ron eficazmente al progreso de las artes e indu parte de la América espafiola. rias en gran ‘TRAzADO DE LAS MISIONES Todos los pueblos de fundacién jesuitica, ya se trate de los situados en el Paraguay, como en la Repiblica Argentina o en el Brasil, estaban dispuestos de idéntica manera y se puede decir que en ellos se repitié, indefinidamente, el mismo plan salvo algunas diferencias de detalle sin mayor importancia, im- puestas por la topografia del terreno, mimero de habitantes, mayor 0 menor facilidad de aprovisionamiento de agua y com- bustible, etc Se conoce detalladamente la disposicién general que tc- nian las importantes reducciones de Trinidad, San Tgnacio Mini y San Borja ®. Las tres presentan una organizacién. se- mejante; lo que podriamos Hamar el centro civico del poblado, lo determina una gran plaza siempre de mas de una hectérea de superficie”; en uno de sus costados se ubicaba la iglesia, —por lo general on el centro— y lindando con ella, se dispo- nian el claustro de los anexos, y el cemen- terio™. En los otros tres lados 4 gcupaban los pabe- Mones que servian de alojarniento a los indios conversos, es las, talleres, graneros, el fypambaé™, los depésitos de lana y igiosos con sus plaza se ue 28 be algodén®, cuarteles”, etc. En las misiones muy importantes, alguno de los edificios situados frente a la iglesia, era Ia sede ‘del Ayuntamiento 0 Cabildo *. La gran plaza central estaba desprovista de arbolado y, frecuentemente, en el centro de ella se levantaba una cruz de respetables dimensiones, apoyada sobre un zécalo de no gran altura, La iglesia, casi invariablemente de tres naves separadas por pies derechos de madera dura y con techo de tejas, no tenia otros anexos que un bautisterio, una sacristia, y una sala que mas bien era una dependencia del cementerio aledafio. Excep- cionalmente, se prefirieron pilares construidos con sillares de piedra arenisca, en las iglesias de las misiones paraguayas de Trinidad y Jesis y, en la primera, se reemplazé la cubierta de tejas por bévedas de ladrillo. Respecto a la segunda nada podemos decir de su techo, por cuanto su construccién fué in- terrumpida antes de iniciarlo. Por lo general, los muros exteriores de Jas iglesias anexas a las misiones guaranies, eran iambién de bloques de piedra arenisca asentados sobre arcilla diluida en agua; tmicamente en los de las citadas iglesias de Trinidad y Jesiis, se empled mortero de cal y arena. é No habia uniformidad absoluta en la orientacién del tem. plo. En las misiones de Trinidad y Jestis (Paraguay), en las de San Juan, San Nicolas y San Francisco de Borja (Rio Grande del Sur) y en la de San Ignacio Mini (Repiiblica Argentina), la fachada principal de la iglesia miraba al Norte. En las de Santo Angel (Rio Grande del Sur) y San Carlos Borromeo (Re- pablica Argentina) estaban dirigidas al Sur y al Este, respec tivamente. Estas iglesias nunca carecian de campanario, que algunas veces no estaba incorporado a ellas, sino que era una torre ais lada, construida con vigas de madera de fuerie escuadria, tal como aun se la puede yer en algunos templos parroquiales pa- 29 A raguayos como los de Yaguarén, Villa de San Pedro, San Pedro de Parana, ete. * El claustro solia constar de uno 0 dos grandes patios por- ticados. En el primer caso contenfa las siguientes dependencias: el colegio, celdas de los religiosos, refectorio, cocina, despensas, bodega, habitaciones del personal de servicio, y varios depé- sitos de utiles de toda clase. Cuando hay dos patios, éstos son de dimensiones desigua- les y, en el mas pequefio, se agrupan los locales de menos im- portancia: alojamientos del personal secundario, depésitos de enseres, bodega y algunas otras dependencias que,-por su indo- le, no podrian estar ubicaclas en el claustro del colegio, entre ellas, las caballerizas y las cocheras, las que, existiendo un solo patio, ocuparian algim pabelloncito independiente de la sec- cién claustral. Hay dudas de si en el programa de las reducciones, se pre- vieron edificios destinados a hospitales, por lo menos, con ca- racter permanente. Segtin el Dr. Rafael Schiaffino, los que figu- ran en los planos de algunos pueblos de construccién posterior a 1767, afio en que fué expulsada la Compafiia de Jestis de todos los dominios de la Corona espa- fiola *. Lo que esté plenamente comprobado es la presencia del Cotiguazit, que era un local en el que se albergaban las viudas, las mujeres cuyos maridos debian, por sus ocupaciones, alejar- se por temporadas prolongadas del pueblo; y las indias que, no teniendo apoyo en su familia, vivian alli en comunidad, sien- do sostenidas por el tupambaé 0 sea de los beneficios comunes *. Casi siempre se lo colocaba no muy lejos del claustro de los re- ligiosos, 0 del cementerio, y algo alejado del resto. ‘Algunos autores afirman que en las misiones, no faltaba un edificio carcelario. No es improbable que haya existido, pe- ro es un detalle que aun no esta bien aclarado *. igen jesuita, son de 30 Tit i PLanta ps ra Misiéx pe San Bossa A.—Plaza; B.—Iglesia; C.—Cementerio; D.—Colegio; E.—Campanario; F.—Talleres (?); G.—Huerta; H.—Hospital; I.—Cabildo (2); P.—Pabellones. MIsIONES PARAGUAYAS Al promediar el siglo xv1ut, el Paraguay contaba con ocho florecientes reducciones, habitadas por unas 3.750 familias, que se traducian en una poblacién muy préxima a las 18.000 perso- nas. De tres de ellas, que son las de San Cosme, Trinidad y Je- stis, se ha salvado una parte relativamente considerable de sus primitivas construcciones. Las de San Ignacio Guazit y Santa Rosa han perdido sus respectivas iglesias, pero atin conservan restos de cierta magnitud. Menos huellas quedan aun de las reducciones de Santa Maria de Fe y de Santiago;-y, en cuanto ala de Itaptia, tan sélo podemos decir que ha desaparecido por completo. San Cosme Sabemos que esta misién fué implantada en el Paraguay, hacia el afio 1740, con la base de indios conversos procedenic de otra reduccién del mismo norhbre, ubicada en la margen izquierda del rio Parana, o sea, en territorio argentino. (Véase nota 24), Son visibles todavia hoy, parte de Ja iglesia y un ala del claustro contiguo a ella. La primera, que debe haber sido terminada hacia 1760, sufrié serios perjuicios debido a un vo- raz incendio, ocurrido el 29 de julio de 1899, que destruyé casi Ja mitad de su masa. Actualmente consta de una sala rectangu- lar de tres naves, que tendré unos 35 metros de largo por 1 de ancho, mientras que en sus buenos tiempos su longitud era, por Jo menos, el doble de la de hoy. Sus tres naves estén separadas por pies derechos de ma- dera de 0,35 m. x 0,35 m. de seccién, aproximadamente, que so- portan el techo de cerchas (en forma de artesonado) conjunta- mente con otros puntales que van embutidos en los muros ¢x- teriores. Se puede considerar este templo como una estructura de madera, en la cual sus muros perimetrales, que son de silla- 32, | | | PLANTA DE LA TOLESTA pe 14 Misté Y PARTE DE LAS DEFEND! A.—Iglesia actual; B.—Porcién de ta Iglesia incendiada en 1899; C.— Seccién transversal de la Iglesia; D.—Salas del Colegio; E.—Uno de los pilares internos, de madera, de In Iglesia; F.—Pilar de Picdra, de ta galeria; P.—Portada de acceso al patio del Colegio. res de piedra arenisca someramente labrados, solo desempefian el papel de muros de cerramiento. Contra la fachada lateral —del lado de la Epistola— hay un gran patio que no es otra cosa que el antiguo claustro de Jos religiosos; todavia hoy se mantienen en pie varias de las sa- as, que formaban uno de sus lados, las que actualmente estan ocupadas por oficinas pablicas. Delante de ellas corre un am- plio portico cuya techumbre esta sostenida por pilares de sec- cién cuadrada, tallados en un solo bloque de piedra arenisca de agradable tono rosado, y que tienen 3,20 m. de altura por una seccién de 0,45 m. x 0,45 m. Est4n colocados a una distancia de 4,50 m., de eje a eje, y cargan las gruesas vigas de madera que, a su vez, reciben los cabios de la armadira. El claustro era de planta casi cuadrada y, por dos de sus lados, estaba limitado por las auilas del colegio, el refectorio, los dormitorios de los religiosos, etc. Otro de dichos lados lo ocupaba la iglesia y, en el cuarto, solo hubo un muro de respe- table altura en cuyo centro se abria una amplia y lujosa porta- da de acceso. El muro ha desaparecido, pero todavia se conser- van las jambas y el dintel de la portada, esmeradamente labra- dos en piedra arenisca y realzados con adornos esculpidos. Un detalle curioso es la figura de un murciélago, primorosamente ejecutado y que aparece en lo alto del pifién que corona la puerta. Trinidad Esta misién, cuyo verdadero nombre es el de La Santisima Trinidad del Parand“, es una de las pocas que nos ofrece una completa idea de como estaban organizados los establecimien- tos que posela la Compafifa de Jestis en la Provincia Jesuitica del Paraguay“. En sus construcciones, que cubren una supe ficie que no baja de ocho hectireas, se destacan: una gran igle- sia con su claustro anexo, una capilla de relativa importancia, 34 diez grandes pabellones que fueron habitados por los indigenas artesanos, y una sé6lida torre aislada, de maniposteria de pie- dra, cuya ubicacién recuerda la de los campaniles italianos. De la iglesia, que por desgracia ha sufrido serios deterio- ros, solo quedan en pie los muros del crucero, los de la capilla mayor 0 presbiterio, y parte de los muros laterales. Ademés, de Jas dos sacristias adyacentes al presbiterio, solo una de ellas con- serva la cubierta en forma de béveda de rincén de claustro; la de Ja otra se ha derrumbado recientemente “*. Relevando los muros existentes y ayudéndonos con los da- tos que proporciona un plano que, de toda-la misién, levanté en el afio 1901 el ingeniero Otto Waldin “*, hemos tratado de reconstruir la planta de Ja iglesia en la forma mas verosimil que nos fué posible. El crucero y la capilla mayor estuvieron abovedados en medio cafién y, en el sitio donde debian interferirse la nave central y el crucero, hay huellas evidentes de haber existido una ctipula, Las dos grandes sacristias que hemos citado ante- riormente y que flanquean ‘a la capilla mayor, son de planta cuadrada y de respetables dimensiones (9 x 9 mts.). La planta de esta iglesia es muy distinta a la de Ja mision de San Cosme, que es la mas comin en los santuarios misione- Tos que, casi siempre, se reducen a salas rectangulares dividi- das en tres naves por dos filas de puntales de madera y cubier- tas con un techo de cerchas. No seria dificil que fuese la unica, entre las erigidas en las fundaciones sudamericanas de la Com- Paiiia de Jesits, que acusase este marcado sabor quinientista con un vago reflejo de bizantinismo “. Por otra parte, el templo trinitario ostenta una abundante decoracién interior, a base de ornamentos de notoria inclina- cién barroquista. En primer lugar se destacan las dos puertas que, desde la capilla mayor, dan acceso a las sacristias; ambas est4n encuadradas por pilastras, provistas de curiosos capiteles seudo-corintios, que soportan un desproporcionado entabla- 35 mento en el cual domina, por su altura, el friso decorado con delicados bajorrelieves. : Sobre la cornisa hay otros motives ornamentales que au- mentan la importancia de estas portadas. A todo esto se agre- gan los frisos de angelitos y guirnaldas que decoran la parte alta de la capilla mayor, las hornacinas de las sacristias, embu- tidas en los gruesos muros de las mismas, y los grandes recua- dros de caracter netamente dieciochesco, que completan la or- namentacién de los paramentos del crucero y de la capilla ma- yor. De Ja fachada —si es que la hubo—, no queda rastro al- guno. ; Se sindica como autor de esta bella creacién arquitecténi- ca, al Hermano Coadjutor jesuita Juan Bautista Primoli, naci- do en Milin y legado al Rio de la Plata hacia el afio 1717. Se | | | Plano de la iglesia de la Misién de Trinidad. 36 Je atribuyen también las iglesias de las misiones de San Miguel (Bio Grande del Sur) y de Concepcién en Ja Repitblica Argen- tina“, Por otra parte, se sabe que tuvo intervencién en las obras de la iglesia de Belén (hoy de San Telmo) y del Colegio de San Ignacio de Buenos Aires, y de los colegios Maximo y de Montserrat en la ciudad de Cérdoba, asi como proyecté, y tal vez haya iniciado, importantes construcciones existentes en las estancias que los jesuitas posefan en Alta Gracia y en Jesiis Ma- ria (Provincia de Cérdoba). A occidente de la iglesia estaba ubicado el claustro, cuyo patio central tendré una superficie no inferior a 6,000 metros cuadrados y que, en un tiempo, estuvo completamente rodeado de pérticos “, En tres lados de este claustro es facil notar hue- Ilas de las celdas, aulas y otros locales, pero, su estado ruinoso conspira contra cualquier ensayo de reconstruccién que se in- tentara Hevar a cabo. Frente a la iglesia se despliega la gran plaza o centro ci- vico del pueblo, cuyas dimensiones no bajan de 140 metros (de norte a sur) por 100 metros (de este a oeste). En tres de sus cos- tados estan distribuides ocho pabellones (P), provistos de ga- lerfas en sus cuatro lados y que tienen unos 50 metros de longi- tud por algo mas de 12 de anchura, incluidas las galerias. Es- tas iiltimas no son adinteladas, como las de San Cosme, sino que estén compuestas por arcos de medio punto de unos dos me- tros de luz, apoyados sobre pilares de 0,80 m. x 0,60 m, de sec- cin. En la mayoria de los pabellones, tanto los muros como los pilares y arquerfas estan construidos con sillares de piedra are- nisca, idéntica a Ja elegida para la estructura de Ja iglesia; en muy pocos se ha recurrido al adobe, y esto, tmicamente para los tabiques divisorios interiores. Llama la atencién, Ja suntuosidad con que han sido ejecu- tadas las galerias; las dovelas de los arcos y sus arquivoltas, lo mismo que las impostas y sillares de los pilares, estin labra- dos con todo esmero, Ademés, las rosetas finamente esculpidas 37 que campean en los timpanos, quitan toda aparente rudeza o monotonia que pudiera resultar en este conjunto de pérticos, que se extiende en varios centenares de metros. Afiadase a esto la nobleza del material empleado, y tendremos que convenir en que no pecan de exagerados los elogios que han tributado a Ja misién de Trinidad los viajeros europeos que tuvieron la dicha de contemplarla en mucho mejor estado, que en el que se en- cuentra actualmente. La capilla (D) consta de una sola nave orientada de este a oeste, y sus dimensiones son algo mayores de 60 mts. de largo por 9 mts, de ancho, medidas interiormente; su,techo de cer- chas ha desaparecido por completo y sus muros de piedra tie- nen casi un metro de espesor. Pareceria que por tres de sus jados, hubiese existido un corredor cubierto, pues aun hay hue- Mas de pilares de piedra de forma prismatica, de 0,40 m. por 0,40 m. de seccién y espaciados 4,50 mt. mas o menos, de eje a eje; esta respetable anchura de los tramos, permite suponer que sobre los pilares cargasen recias vigas de madera, a modo de dintele: En el muro de su fachada septentrional —que da a un vasto jardin inculto (E) que hoy desempefia el papel de cemen- terio—, no hubo galeria, pero se nota Ja presencia de unos for- midables contrafuertes de 3,50 m. de saliente por un espesor variable entre 0,90 m. y 1,70 m. Es realmente inexplicable el destino de estos contrafuertes adosados contra un solo muro ex- terior“. Delante de Ja fachada meridional de esta misma capilla, se extiende otra plaza, menos vasta que la primera, a la que ran por el lado oriental, uno de los pabellones (P) ya des- criptos y el clanstro; al sur, Ja limita el muro de cerca de la huerta que ocupaba un vasto espacio situado detras del claus- tro. Por el lado de poniente se levantan otros dos pabellones, de jdénticas forma y estructura que los que rodean a Ya plaza prin- cipal, Uno de ellos (F), oficia actualmente de iglesia parro- 38 Shiv rN sow [nace Panta Dz LA Misién pe Tanspan B—Iglesia principal; C—Claustro; D—Capilla; E.—Cemente rio; F.—Pebellén dedicado actualmente a iglesia parroquial; H.—Arco des- pecado a la manera musulmana; I—Otros tipos de arcos existentes en las construcciones; N.—Las arquerias que rodean a los pabellones; P Pabellones donde se alojaban los indios; L—Ubicacién de las Misiones de Jesiis y Trinidad; T—Atalaya y campanario, quial y contiene algunas interesantes estatuas, entre‘ ellas un Padre Eterno cuyo cuerpo es hueco y el brazo derecho que sos- tiene una vara, es movible. Para dominar a los indios un jesut- ta se introducta furtivamente en el hueco y desde alli hablaba a los fieles moviendo la vara*. Dentro de la plaza pequefia, pero no en el centro, se levan- ta sobre un estilobato que consta de ocho escalones, una torre cuadrada (I) de 6,00 mts. de lado y unos 11,00 mts de altura, a pesar de estar incompleta. Ya hemos recalcado que, en las mi- siones, las torres desempefiaban un doble cometido: eran ver- daderas atalayas desde cuya cuspide se vigilaban los alrededo- res del poblado, y también contenian las campanas que regu- laban Ja vida del vecindario e indicaban la hora de comenzar las tareas diarias. Es fama que las campanas de Trinidad se ofan desde Corpus, Esta reduccién, tal vez sea la tinica que haya contado con dos plazas o centros civicos. No seria improbable que se haya empezado por construir la iglesia menos importante y dos de los pabellones (los F y H) que debian rodear a Ia plaza peque- fia. Mas tarde, pareciendo insuficiente o reducido este pro- grama, se resolvié adoptar un plan més vasto, levanténdose el gran templo de planta en cruz griega al mismo tiempo que los ocho pabellones (P). Sin embargo, hay quien opina que Ja iglesia atribuida al Hno. Primoli es més antigua que la otra. Pero, por ahora sobre este asunto no hay nada definitivo, y sélo la compulsa de do- cumentos, todavia inéditos, podra resolver esta duda. Este conjunto de hermosas construcciones esté en camino de convertirse en un montén de ruinas, sino se toman prontas y enérgicas medidas tendientes a evitar su lenta y completa destruccién. Con razén exclama un erudite autor paraguayo: Y esta maravilla arquitectonica, joya jesuitica de Sud América, que se yergue altanera entre sus propios escombros, aprisiona- da por las devoradoras raices del guapoih™, del giiembé-tayé”, 40 y de otras variedades de la flora guarant que se han metido en los intersticios de las piedras, abriendo profundas heridas cn sus espesas paredes, desafta airosa, en medio del bosque de chir- cas, naranjos y caraguatds, al tiempo y a la incuria, que ame nazan con devorarla totalmente ™. ests De esta misi6n, situada a unos trece kilémetros al norte de Ja de Trinidad, ya adelantamos algunos datos, (Véase la nota 23), Sabemos que hasta 1765 estuvo ubicada en el mismo sitio que hoy ocupa el, pueblo de Jestis y que, en dicho afio, se resol- vié desplazarla al paraje denominado Tabarangiie, situado a poco mas de un kilémetro de distancia. Alli se erigié una her- mosa iglesia, aun incompleta pero en admirable estado de con- servacion, y un grandioso claustro rodeado de importantes construcciones, por desgracia, muy arruinadas. Como los jesuitas fueron expulsados en 1767, apenas hubo tiempo para terminar el claustro y levantar los muros de la iglesia hasta la altura de los techos. No hemos podido compro- bar la existencia de pabellones destinados a los indios conver- sos, y es probable que no haya habido tiempo de iniciarlos, Mientras se construfan el colegio y el templo, solo vivirian en Tabarangiie los obreros necesarios para las construcciones y al- gunos pocos religiosos; el resto de los habitantes continuaria alojado en Ja reduccién instalada en el actual pueblo de Jest Asi mismo, asombra la actividad de los jesuitas que, en solo dos aiios, pudieron levantar tan enorme masa edificada. Empezaremos por describir la iglesia, cuyas dimensiones internas no bajan de 70 metros de largo por unos 24. de ancho. Se dice que en su construccién trabajaron alrededor de tres mil indios, y que los hermosos sillares de asperén rosado que com- ponen su mamposteria, proceden de una cantera préxima situa- da a orillas del arroyo Cambay “. 4 Es de planta rectangular y consta de tres naves, crucero y capilla mayor con dbside recto. Los muros laterales tienen 1,50 metros de espesor y algo mas de once metros de altura. En la fachada principal, cuyo desarrollo pasa de 35 metros, se desta- ca en saliente una torre lateral de unos ocho metros de lado y algo menos de quince metros de altura “. En el interior de esta torre estaba previsto el bautisterio, el cual es una salita, tam- bién cuadrada, de 4,50 mts. de lado y cubierta por una ctipula sobre trompas, ejecutada con ladrillos. Detras de la capilla ma- yor hay una vasta sala que conserva parte de la béveda en rin- c6n de claustro, que la cubria hasta hace pocos afios. El resto del monumento carece de techos y como los pila- res que separan las naves apenas tienen de tres a cuatro metros de altura", es dificil adivinar cémo se proyect6 cubrirlo. Tal vez, aparte de los dos bévedas ya citadas, se hayan construido as de las dos sacristias, largas y angostas (19 x 5,50 mts.) y con- tiguas a la capilla mayor, asi como también la de esta ultima. Es més que probable que estas tres Ultimas bévedas —en caso de haber existido—, fuesen de cafién seguido ”. Es casi seguro que las tres naves nunca tuvieron techo: los muros laterales acusan un espesor suficiente como para recibir bévedas, pero con respecto a los pilares que separan las naves, opinamos que son algo débiles para ello. Por la disposicién de la planta pareceria que, en la inter- seccién del crucero con la nave central, se impusiese una ctipu- la; pero no estamos muy convencidos de que la intencién del proyectista haya sido de construirla con mamposteria de ladri- llo®; por lo menos, la seccién de los dos pilares aislados, que debian cargar parte de la media naranja, se nos antoja insu- ficiente como para soportar una presién de tal naturaleza. Ca- si nos atreveriamos a afirmar que si se pensara terminar este templo, teniendo en cuenta las dimensiones de los pilares, un techo de madera en forma de artesonado seria lo més practico y aparente para cubrir las tres naves; una clipula estructurada 42 pee w worw ww’ S Ps PLANO DE LAS CONSTRUCCIONES EXISTENTES DE LA Mision DE Jasts A—Iglesia; B.—Torre y Baptisterio; C.—Sacristia; D—Sala abovedada en rincdn de claustro; E.—Salas del Colegio; F.—Pilar de las galertas; H.— Pilar del crucero; I—Angulo del crucero y capilla mayor; L.—Pilar de separacién de las naves; My N.—Planta de una parte del muro de la fachada principal. « PLANO DE LAS CONSTIUCCIONES mxIsrENTES DE LA Misi6n DE Jasts A-Ielesia; B—Torre y Baptisterio; C.—Sacristia; D—Sala abovedada en rineén de claustro; E.—Salas det Colegio; F.—Pilar de las galerias; H.— Pilar del crucero; 1—Angulo del crucero y capilla mayor; L:—Pilar de separacién de las naves; M y N.—Planta de una parte del muro de la fachada principal, con piezas del mismo material podria ir en el crucero. Por lo demas, los jesuitas eran maestros en esta clase de trabajos. Volvemos a insistir en que es mas que probable que la ex- pulsién de los jesuitas (1767) haya interrumpido la construc- cién de este monumento. Se habria empezado por habilitar la capilla mayor y sus adyacencias, y se esperaria una ocasién fa- vorable para completar tan grandiosa obra. Por desgracia, esto no fué posible debido a aquel acontecimiento. Entre los detalles mas salientes que se notan en la iglesia de la misién de Jestis, aparte de los ya citados, podemos agregar los que a) b) c) @d e) van a continuacién: Las tres portadas de Ja fachada principal, cuyos arcos trilobulados dejan transparentar una influencia orie1 talista. Contribuye a acentuar esta caracteristica el he- cho de que todas las Hneas de junta de las dovelas, con- curren a un centro tinico™. Las dos grandes hornacinas ubicadas entre aquellos portales y que afectan la forma de nichos semi-esféri- cos, decorados con graciosas veneras. En estas horna nas, hasta no hace muchos afios, podian verse intere- santes imgenes de piedra, que han sido retiradas pa- ra evitar las depredaciones de los mal intencionados. Los pedestales de dos piilpitos, construidos con sillares de piedra, y que estan adosados a otros tantos pilares de la nave central. Escaleras dispuestas dentro de esos pilares, dan acceso a dichos pedestales. Las pilastras aplicadas contra los paramentos interio- res de Jos muros laterales; se trata, mas bien, de ver- daderas estipites, es decir que son més anchas en la parte alta que en la baja. Todas ellas llevan capiteles de aspecto vagamente corintio. Las dos puertas que dan acceso desde Ja capilla mayor a las sacristias. Estén encuadradas por pilastras corintias que sostienen un sencillo entablamento, coronado por 4 una especie de frontén triangular y curvilineo, de leve intencién barroca. ; Todavia no se sabe a ciencia cierta quien haya sido el au- tor de este bello edificio religioso. Pareceria que hubieran in- tervenido en su construccién, dos notables maestros jesuitas: el Hno. Antonio Forcada lo habria iniciado y tal vez haya dado las trazas; le sucederia en la direccién de las obras, el P. Juan. Antonio de Rivera. A este respecto dice el P. Guillermo Fur- long: En 1937 atribuimos esta iglesia al Padre Antonio de Ri- vera, quien estaba construyéndola en 1767, pero hay hemos de anotar que le habia precedido en esta labor el citado Forcada. También el mismo sabio investigador agrega lo siguiente: El Padre Domingo Muriel que atribuye la construccién de esta magna, aunque inconclusa iglesia, al Padre Rivera, nos infor- ma que la construyé con cal de mediana calidad hallada por el mismo Jesuita en las cercantas de Jestis™. En la parte alta de los paramentos interiores de Ja capilla mayor se perciben dos incripciones algo toscamente labrada: una de ellas dice: SAN Franorsco pe Asis. 1776, y la otra Sa to Domtnco pz GuzmAn. 13 de febrero. No creemos que haya que asignarles mucha importancia. Los bienes de Ja Compaitia de Jestis, después de 1767, pasaron a ser administrados por las respectivas Juntas de Temporalidades creadas en cada pais his pano-americano al ser desterrados los jesuitas. Dichas Juntas nunca hicieron nada de provecho; no sélo no completaron lo que los jesuitas habian dejado sin terminar, sino que ni atin conservaron lo ya existente, ni encomendaron esa misién a otras érdenes religiosas. Con todo, no seria dificil que algunos frailes franciscanos 0 dominicanos, se hayan establecido duran- te un lapso de tiempo, més o menos prolongado, en la abando- nada misién de Jesis, y de ahi el origen de esas inscripciones que quedaron como testigos de su permanencia en ella. El P. Furlong, por su parte, explica de esta manera la pre- sencia de dichas inscripciones: Hubo un emperioso pdrroco de 45 ese pueblo (esis), allé por el afto 1785 que continué el edifi- cio del templo y una piedra que se halla en lo mds alto de uno de los dngulos del mismo consigna una fecha de ésa época™. De las construcciones que integraban el claustro 0 colegio, solo quedan las del ala meridional, que tiene casi 90 metros de desarrollo y de las que, a pesar de su estado ruinoso, nos ha sido posible efectuar un relevamiento bastante aproximado. Las res- petables dimensiones de los locales aun visibles, permiten sos- pechar que se trate de las aulas y el refectorio. Observando la figura correspondiente podemos formarnos una idea muy completa de Jo que atin se conserva de esta mi- sin. De las galerias que rodeaban el claustro y la iglesia, que- dan testimonios irrefutables, como lo son las bases que indican la ubicacién de los pilares que soportaban la cubierta; los fus- tes monoliticos yacen en el suelo, a no mucha distancia de sus respectivas bases. Esos pilares son casi idénticos a los de las ga- lerias de la misién de San Cosme. Por otra parte, en los muros laterales del templo, se notan los-agujeros donde debia ir em- potrados los cabios de madera, correspondientes a la techum- bre de los pérticos. : San Ignacio Guazts Ya hemos dicho que con esta reduccién, fundada al fina- lizar el afio 1609, se inicié la obra colonizadora de la Compaiiia de Jess en Sud América, y pudo desarrollarse pacificamente debido a encontrarse muy alejada del campo de operaciones de Tas crueles hordas paulistas. Todavia estén casi intactos una gran parte del claustro o Colegio y varios pabellones que fue- ron habitados por los indigenas. De la iglesia solo quedan huellas de los cimientos corres- pondientes a los muros exteriores, pues se derrumbé hace ya algunos afios. Era un hermoso edificio de tres naves, con sopor- tes interiores de madera, y cuya techumbre del mismo mate- 46 rial y tejas, afectaba interiormente, la forma de un sencillo ar- tesonado liso, decorado con pinturas. . Tenia crucero con una citpula chata, acusada exteriormen- te por un pabellén cuadrado de techo piramidal escasamente apuntado. Al igual de casi todas las iglesias paraguayas, sus cuatro fachadas estaban protegidas por corredores cubiertos, siendo el de la principal mucho mis profundo que los restantes. No carecia de buenos altares, especialmente el mayor, que constaba de dos cuerpos con hornacinas que albergaban imé- genes de cierto mérito artistico, las que, en su mayoria, se con- servan en colecciones particulares. Tanto la ctipula, como los altares e imagenes eran de madera ®. = Los pabellones de los indios se asemejan a los de Ja misién de Trinidad, en cuanto a forma, tamafio y divisiones internas, pero sus paredes son de adobe, y los pérticos exteriores no pre- sentan arquerias de medio punto construidas con dovelas de piedra, sino que se componen simplemente de pies derechos y dinteles de madera dura“. Santa Rosa Santa Rosa fué una de las mas importantes misiones para- guayas pero, actualmente, solo han escapado a la accién des- tructora de los elementos y del tiempo, la torre de la iglesia, el antiguo refectorio de los religiosos, y una capillita dedicada a Nuestra Sefiora de Loreto. La iglesia habria sido terminada en los primeros afios del siglo xvi y, a juzgar por las descripciones de los viajeros que Ja visitaron, causaba asombro por Io bien edificada y por las ri- quezas que contenia. He aqui cémo la describe el Dr. Martin de Moussy: Este edificio esté construido con piedra y madera, siendo los muros formados por grandes bloques de asperén ro- jo, superpuestos y sin cemento mientras que el techo artesona- do, las columnas pareadas que lo sostienen y el portico en for- 47 ma de concha, estén formados por enormes piezas de madera perfectamente trabajadas. La longitud total del edificio es de 60 metros; al entrar en él se siente verdaderamente deslumbra- do por la riqueza y el ntimero de las ornamentaciones que en- cierra. El coro esté cubierto de arriba abajo de estatuas de San- tos esculpidas en madera; un San Miguel derribando al diablo corona el arquitrabe del altar mayor; la ciipula, esculpida y pintada de rojo y oro, tiene en sus cuatro pechinas un nicho conteniendo la estatua de un Papa. Las doce columnas aparea- das que sostienen la nave de cada lado, tienen en su intercolum- nio, la estatua de un apéstol de tamafio natural; las siete capi- Uas laterales no son ni menos ricas ni menos adornadas “*. De este relato sacamos en consecuencia que su estructura seria semejante a la de la iglesia de la reduccién de San Cosme, ya descripta anteriormente; es decir, que se presentaria bajo la forma de un salén rectangular, limitado por muros construidos con sillares de piedra arenisca y dividido en tres naves por co- lumnas de madera “, Probablemente, en Ja cubierta y en Ja c- pula a que alude el Dr. de Moussy, se habria recurrido también a piezas de madera, y la armadura de la ultima no seria muy distinta a la de la cipula que se levanta en el crucero del tem- plo de la Compafiia de Jestis, existente en Ja cindad de Cér- doba”. Este magnifico ejemplar de arquitectura misionera desa- parecié, por efectos de un incendio, en el afio 1883. La torre, que escapé al desastre, es de seccién cuadrada, con muros de piedra de casi dos metros de espesor, y tiene siete metros de lado por ocho de altura. A poca distancia de esta torre se encuentra el Oratorio de Nuestra Sefiora de Loreto, pequefia capilla de silueta rectangu- Jar, cubierta por un techo de tejas a cuatro faldones. Tiene una ventana con delicados adornos esculpidos en madera, tanto en sus postigos como en el contramarco que la encuadra. Las pa- redes de este oratorio, son de adobe, pero apoyan sobre un 26- 48 calo de piedra arenisca cuya altura es aproximadamente de un metro. . El refectorio de los religiosos, que es lo ‘unico que se ha sal- vado del antiguo claustro o colegio, conserva curiosas pinturas de la época jesuitica, Santa Maria de Fe Esta reduccién fué creada en 1669 con indios conversos He- vados de otro establecimiento homénimo, situado en el Itatin, y cuyo abandono tuvo lugar en aquel afio. Pronto hizo répidos Progresos la nueva colonia y, en 1702, llegd a contar con 680 familias. Aun se nota parte de su trazado, especialmente el de la plaza, en cuyos costados norte, sur y este se mantienen en pie parte de los pabellones que Ja rodeaban. De su iglesia sélo quedan escombros y apenas si es posible reconocer Ja ubicacién de los muros y pies derechos que sepa- raban las naves. S6lo se puede situar la portada principal, gra- cias a un resto de escalinata que aim no ha desaparecido del todo. También quedan algunos restos de cornisas y esculturas que han sido incorporadas a los muros del edificio que, en la actualidad, sirve de templo parroquial, en cuyo interior se guardan tin cierto nimero de imagenes policromadas de exce- lente talla. Por algunas fotografias tomadas antes de su definitiva desaparicién, es facil darse cuenta de que su planta y estructu- ra eran semejantes a las de las iglesias de San Ignacio Gu y Santa Rosa, y, lo mismo que en éstas realzaban su artesonado pinturas de vivos colores. También contaba con un valioso altar mayor que ocupaba todo el muro del fondo del templo, o sea, el del Abside: estaba subdividido en dos cuerpos, cada uno con tres hornacinas separadas por columas, siendo las del inferior, del tipo Mamado saloménico. Lo mismo que en San Ignacio Guazi, delante de la facha- 49 da principal, estaba dispuesto un amplio y profundo atrio cu- bierto, que se unia con los corredores laterales, mas angostos. Tampoco carecia de campanario que era del modelo co- rrientemente adoptado en las misiones, es decir, una torre cons- truida con recias piezas de madera, cubierta por un techo api- ramidado. Santiago También esta misién fué iniciada, hacia 1672, con habitan- tes de otro establecimiento similar, perteneciente al grupo de los del Itatin (San Ignacio de Caaguazii), quienes, lo mismo que los de Santa Maria de Fe, tuvieron que emigrar debido a las incursiones de los mbaydes. No tardé en adquirir un alto grado de prosperidad, pero hoy nada queda que nos dé una idea de su primitivo esplendor, a no ser una ermita dedicada a Nuestra Sefiora de Loreto y un reloj de sol, labrado en marmol, cuyo pedestal prismatico es de seccién cuadrada y de 0,90 m. de lado. En la ermita estén depositadas algunas bellas imagenes, talladas en madera, de factura evidentemente jesuitica. De todas las misiones que los jesuitas poseian en el Para- guay, Santiago era la més poblada pues, en 1739, en ella vivian 838 familias que, en conjunto, representaban algo mas de 4.000 habitantes. Itaptia (Hoy ciudad de Encarnacién) Hemos tenido oportunidad de indicar (cf. nota 25) que es- ta reduccién estuvo instalada, desde 1702 en adelante, donde actualmente se encuentra la ciudad de Encarnacién. Todas las construcciones que la integraban desaparecieron por completo. Sin embargo, examinando algunos insignificantes restos que aun quedan de ella, en la manzana situada al sur de la 60 plaza principal de dicha ciudad, son todavia visibles débiles in- dicios de fundaciones, construidas con bloques pétreos apenas desbastados", mezclados con otras piedras Mamadas tacuris que solo se las encuentra en las mamposterias de la época colo- nial ®. También aparecen trozos de capiteles liticos, que indi cutiblemente formarian parte de los pilares correspondientes a los pérticos, fragmentos de tejas, etc. Hasta sospechamos que perteneciese a la antigua misién, un muro de un vetusto edifi- cio que afios atras fué destinado a cuartel. Este muro esta cons- truido con grandes piedras, idénticas a las de las citadas funda- ciones, alternadas de tiempo en tiempo por, hiladas de Jadrillo, a modo de juntas horizontales. Esta clase dé muros, a fajas su- perpuestas de mamposteria de piedra en aparejo poligonal y niveladas por dos o tres hiladas de ladrillos, eran usados fre- cuentemente por los constructores jesuitas “. Respecto a la importancia de los edificios de la misién de Itapia, sélo disponemos de algunos datos relacionados con la iglesia la que, segtin el Dr. Martin de Moussy, era una de las mds hermosas del orbe jesuitico. Tenia 118 varas de largo por 38 de ancho y 16 y % de altura. Dos hileras de horcones tornea- dos en los que estribaban o se formaban tres naves hermosas. Los horcones del frontispicio eran seis, de lapacho y torneados como los de adentro”. En una palabra: presentaba la misma estructura que las iglesias de las misiones de San Cosme, Santa Rosa, San Ignacio Guazii, etc. y, lo mismo que las de éstas, su fachada no seria muy distinta a la de Ja iglesia parroquial de Yaguarén *. Otros informes tomados del inventario practicado en el afio 1767, nos dicen que no Ie faltaban crucero y cipula, esta tl- tima también ejecutada con piezas de madera e idéntica a las de los templos citados anteriormente. Ademas su sacristia, de grandes dimensiones y siempre cubierta con una béveda de ma- dera policromada, contenia ricos muebles realzados con toques de oro y pinturas de distintos tonos. 54 ‘Actualmente nada queda de este hermoso santuario, ni aun los-restos que hace casi un siglo pudo admirar De Moussy. Hasta las ruinas han desaparecido, y sobre ellas se han levan- tado casas, se han construido plazas y paseos como si hubieran querido ensafiarse los hombres en borrar, en aplastar, en se pultar las huellas heroicas de un pasado que se va eclipsando™. EstA histéricamente comprobado que el templo de Itapiia fué construido entre los afios 1718 y 1725 por el arquitecto je- suita P. José Brassanelli (1659-1726), de origen milanés y a quien se deben ademés las otras importantes iglesias mi ras de Concepcién, Santa Ana y San Ignacio Mini, en la Re- publica Argentina, y la de San Francisco de Borja (o San Borja), en el Estado brasilefio de Rio Grande del Sur. OBRAS COLONIALES EN POBLACIONES DE ORIGEN CIVIL excepto Asuncién IcLEstas PARROQUIALES” Generalidades s indudable que la estructura de las iglesias misioneras fué adoptada para los templos parroquiales de muchos pueblos, villas y ciudades, que fueron creados por las autoridades espa- fiolas, ya fuesen civiles o militares. Pero, el programa no era el mismo. Ya no se necesitaba un vasto ambiente, desde el momento que el nimero de files era mucho més reducido que el de los que concurrian a las iglesias de las reducciones. También se podia prescindir del claustro, dormitorios de los religiosos, refectorio, etc., asi como de muchas otras dependencias, como los graneros, bodegas, ta- Heres, etc. Bastaba con una sencilla casa parroquial que sirvie- ra de alojamiento al sacerdote adscripto a la iglesia. En mu- chos parajes, tampoco se disponia de la excelente piedra are- nisca, que tanto abunda en la regién donde se establecieron las misiones; de ahi que, si bien se continuase con el esqueleto a base de piezas de madera para estructurar el edificio, en cam- bio, para los muros, tanto interiores como exteriores, se prefi- rié el adobe o el tapial en vez de la mamposteria de piedra ™. La supresién de numerosos anexos fué causa de que la 53 iglesia pudiese presentarse aislada. Por otra parte, sus muros externos, construidos con materiales algo deleznables (adobe © tapial), podian ser perjudicados por las Iluvias que, en el Paraguay como en todo pais préximo a la zona tropical, suelen ser violentas y, a veces, diluviales. Por lo tanto, casi invaria- blemente, las cuatro fachadas estén protegidas por amplios pérticos, que al mismo tiempo sirven de lugar de reunién a los feligreses, mientras aguardan la apertura del templo. Otra caracteristica muy comin en las iglesias paragua- Z ; 1* al YO Plano del pueblo de Caacupé. yas, es la de estar ubicadas dentro de un gran espacio libre, algo asi como una especie de temenos, que las rodea por com- pleto. No es un atrio, pues éste, en la mayoria de los casos, s6lo 54 se extiende delante de Ja fachada principal, sino que se trata de una verdadera plaza, que ocupa una manzana entera, que puede estar arbolada, y en cuyo centro se destaca el templo aislado y libre de-toda otra construccién. Dicha plaza no des- empefia el papel de paseo ptiblico; es un espacio libre que per- tenece exclusivamente a la parroquia, que esta cercado en todo su contorno, y a veces presenta una portada de acceso, relati- yamente Iujosa. En todas las ciudades de los otros paises hispano-america- nos, la Plaza Mayor era el punto capital de la urbe. Frente a ella se levantaban la Iglesia Mayor, el Cabildo, las Cajas Rea- les o Tesoreria Real, la Audiencia y otros @dificios de indole administrativa. La Iglesia Mayor, casi siempre ocupaba una esquina de cualquiera de las cuatro manzanas que rodeaban < Ja plaza, y contra ella solian estar adosadas otras construccio- nes, de modo que s6lo eran visibles dos fachadas del templo Ja principal, hacia la plaza, y la lateral que se extendia sobre una de las dos calles que limitaban el solar eclesidstico. En cambio, la iglesia parroquial paraguaya siempre se destaca como una masa itica y sin tener muros medianeros con otros inmuebles extrafios, dentro de su propia manzana la que, en este caso, desempefia la misién de Plaza de la Iglesia. Esto no quiere decir que las poblaciones guaranies carez- can de plazas publicas; todo lo contrario, pues aun en las mas Pequefias localidades siempre hay dos: una, la mas importan- te, suele estar frente al temenos que rodea a la Iglesia;.Ja otra, es la Hamada Plaza del mercado en cuyo centro se levanta un edificio mas 0 menos considerable y que, como su nombre Io indica, esta destinado al expendio de articulos de primera ne- cesidad, Es también en ella que tienen lugar las ferias al aire libre. En cuanto a la estructura, como ya hemos dicho se ha preferido copiar la de las iglesias misioneras de San Cosme, Santa Rosa, San Ignacio Guazi, etc., que debido a su esqueleto 55 de vigas de madera, presentaban menos dificultades de ejecu- cién que las costosas iglesias abovedadas del tipo de la de Tri- nidad. De alli, que consten simplemente de un salén rectangu- lar, m&s 0 menos vasto, dividido en tres naves por pies derechos u horcones de madera, y rodeado enteramente por galerias apoyadas en otros horcones semejantes a los del interior. Los dibujos de la pag, 88 nos dan una idea de cémo son las plantas de la mayoria de las iglesias coloniales de la campafia paragua- Z, Ve if 0 an I Li Lidl Wu VA Plano del pueblo de Villa Rica. ya; se asemejan notablemente a las de los templos peripteros griegos. El techo, siempre de cerchas, puede estar oculto por un simple cielo raso plano, pero es més frecuente que afecte la forma de un artesonado que en ciertos casos, como el de la igle- sia parroquial de Yaguarén, es de elevado valor artistico. 56 kum En resumen podemos decir que los relativamente modes- tos templos parroquiales del Paraguay, presentan tres parti- cularidades bien definidas y suficientes, como para caracteri- zarlos y distinguirlos de los que existen. én otras regiones de la América hispana. Dichas particularidades serian las siguientes: a) Estas iglesias se presentan siempre aisladas, dentro de un vasto terreno y libres de toda edificacién adosada a ellas. b) Su planta recuerda mucho la de los templos peripte- Tos griegos. c) Invariablemente estén cubiertas con techos de cerchas y, muy a menudo, ostentan hermosos artesonados. Pasaremos a dar algunos datos respetto a las més intere- santes de estas iglesias. Iglesia parroquial de Yaguarén Examinando la planta indicada en’ la pagina 58 vemos que este templo se presenta con sus cuatro fachadas rodeadas por pértico lo que, unido a su forma rectangular y alargada y a la carencia de bside semicircular o poligonal, trae como consecuencia que esa planta se asémeje a la de un templo he- lénico. Consta de tres naves separadas por pies derechos de ma- dera, de 0,36 x 0,36 mts. de escuadria y, como contra los mu- ros exteriores también se han adosado idénticos pies derechos, se forman asi cuatro filas de columnas de madera, que son las que reciben toda la carga de la techumbre. Esta ultima es a dos vertientes, con cerchas aparentes y sin cielo raso plano, quedando a la vista todas Jas piezas de la armadura, obtenién- dose un hermoso artesonado que recuerda los de par y nudi- Mos de algunas antiguas iglesias espafiolas. Completan digna- mente este artesonado las bellas ménsulas que coronan los pies derechos. 57 Como los muros exteriores no desempefian ninguna fun- cién estatica, sino que su ttnica misién es la de cerrar el tem- plo, podemos decir que la iglesia esté compuesta por una es- tructura de piezas de madera, no muy distinta a las actuales de columnas y vigas de cemento armado, de uso corriente en los edificios modernos. En la capilla mayor, el artesonado ya no es recto y a dos vertientes, sino que afecta la forma de una béveda de cafién seguido. La sacristia es magnifica y de gran importancia siendo, en realidad, una completa capilla de una nave también cu- bierta por una falsa béveda de cafién seguido, ejecutada con aaa poo Plantas de las iglesias parroquiales de Yaguarén y Capiaté 58 piezas de madera, y por una cipula del mismo material im- plantada sobre una especie de crucero, que existe en esta sacristia ™. Tanto el artesonado como las bévedas estan decorados con graciosos motivos policromos cuyos tonos verdes, grises, rojos y violados han sido obtenidos de plantas nativas™. Otro detalle de mucho mérito es el coro adosado contra la fachada principal, sostenido por colummas cuadradas y cuyo artesonado plano, de vigas y viguetas aparentes realzadas con pinturas, rivaliza en magnificencia con cl de la iglesia. Ade- més, esta tiltima contiene algunas obras de talla en madera, de elevado valor artistico y de las cuales conviene hacer re- saltar sus caracteres més salientes. El altar mayor, situado en el fondo de la nave central, es comparable a los mejores que existen en la América his- pana y, en toda su profusa y bien enteridida ornamentacién, predomina el estilo barroco, debido a Ja presencia de columns en cuyos fustes saloménicos se enroscan guirnaldas de florc abundando especialmente Jas xosas y las margaritas. Entre esas columnas estan dispuestos tres nichos; el cen- tral, que es cl mas importante, contiene el Sagrario coronado por una hermosa imagen de La Purisima con su ropaje de vo- luptuoso movimiento que recuerda la de Murillo™. En los dos nichos laterales sobresalen, apoyadas sobre re- pisas, las estatuas de San Miguel Arcangel y de San Buenaven- tura, ejecutadas realmente de mano maestra. Es también valioso el retablo existente en la sacristia, que es el resultado de una feliz combjnacién de altar y de cajone- vias destinadas a guardar las ropas litirgicas. En el centro, dentro de una gran hornacina aparece una bella y majesiuosa imagen de Jesucristo, de admirable perfeccién anatémica y dolorosa expresién™. Pareceria ejecutada por alguno de los grandes maestros espafioles de la segunda mitad del siglo xvir. Otra pieza notable, bajo todos conceptos, es el piilpito en 59 forma de copa™ y cuya tribuna exagonal est sostenida por una figura de Angel”. En los paneles de la tribuna, que estan separados por columnas en espiral, se perciben imAgenes de santos, pintadas y guamnecidas por delicados adornos esculpidos. Los confesonarios y las sillas han sido labrados de acue: do con la suntuosidad que caracteriza al valiosisimo amuebla- do de esta iglesia. Por ultimo, hasta las puertas exteriores estan tratadas con gran riqueza y se componen de montantes y tableros ensam- Dlados. Estos ‘iltimos estan ornamentados con bajorrelieves que contrastan felizmente con las superficies lisas de los montantes y son de relativa anchura. 3 Las dimensiones de este templo son respetables pues, in- cluyendo los pérticos externos, no bajan de unos 70 metros de longitud por algo mas de 30 de ancho. Sus fachadas son muy simples, casi pobres, pero acusan con toda claridad Ja estructura del edificio. La principal no es otra cosa que un gran porche triangular, que abarca las tres naves y las dos galerias laterales, y que esta sostenido por puntales de madera que van aumentando de altura a medi que se aproximan al eje. En las fachadas laterales y poste dominan los pies derechos —todos de idénficas dimensione: que soportan los aleros 0 techos de las galerias que ci el edificio. Creemos oportuno decir algunas palabras respecto al cam- panario de esta iglesia. No es una torre de mamposteria ni tampoco una espadafia levantada sobre alguno de los muros principales, sino que se trata de una simple torre de madera, algo_separada del templo y no muy distinta a las que debian existir en algunas misiones jesuiticas, tal como ya lo expusi- mos en la pagina 29. Es un vago remedo del campanil italia- no, reducido a su minima expresién, pues bastan dos pies de- rechos para soportar estructura y campanas. Los bajorrelieves esculpidos en la parte inferior de esos pies derechos, permiten ircundan 60 sospechar que la torre no sea muy modema y tal vez, en ella, se reproduzcan las formas de otra mas antigua, desaparecida por efecto del deterioro ocasionado por las inclemencias del tiempo. 2s algo incierta la antigiiedad de la iglesia de Yaguarén pero, segiin datos bastante verosimiles, se supone que haya sido empezada hacia el afio 1680 y consagrada en 1720. De esta rdpida descripcién se saca en consecuencia que en este edificio existen evidentes influencias jesuiticas, tanto en su planta como en su estructura, muy parecidas a Jas de las iglesias misioneras de San Ignacio Guazit y San Cosme; el cam- panario imita los mangrulios o atalayas de los pueblos fundados por la Compafiia de Jess y, por wltimo es muy probable que las excelentes obras de talla en madera, hayan salido de manc de artifices formados en los talleres de las misiones. Iglesia parroquial de Capiaté Es casi seguro que la construccién de esta iglesia sea con- tempordnea con la de Yaguarén, debido a que ambas son muy parecidas, si bien las dimensiones de la de Capiata son algo menores, y algunas obras ejecutadas en estos ltimos afios, han cambiado sensiblemente el aspecto de la fachada principal de la Ultima. Lo mismo que la mayoria de Jas iglesias parroquiales pa- raguayas, est4 ubicada dentro de una vasta plaza y es de plan- ta rectangular con galerias en todo su alrededor. Tiene cerca de 23 metros de ancho por unos 60 de longitud, incluyendo los corredo1 ubiertos que la rodean. También es de tres naves separadas por columnas de madera, y la cubre un artesonado a dos vertientes, exceptuando la capilla mayor cuyo cielo raso es en forma de béveda en caiién seguido. Las dependencias (sacristia, bautisterio, etc.), son menos importantes que Jas de la anterior y tampoco contienen tantas obras de talla. Sin em- 6 bargo posee un magnifico retablo, un bello pilpito, y varias imagenes valiosas, destacandose un Cristo de la Agonia, obra atribuida al escultor Padre Adorno, di-cipulo de los jesuitas. El altar mayor, sin ser tan monumental como el de la iglesia de Yaguarén, pues solo tiene ocho metros de ancho por doce de altura, lo iguala en valor artistico y hasta existen no- tables semejanzas entre ambas obras escultéricas. Por de pron- to, la composicién es idéntica: un gran nicho central y dos Ja- terales mds pequefios, separados por bellas columnas torsas 0 saloménicas con muchos adornos esculpidos en sus fustes heli- coidales. El nicho central contiene el Sagrario que es toda una obra de arte, al paso que los otros dos albergan, respectivamen- te, las grandes imagenes de San Miguel Arcdngel y de San Francisco Javier, apoyadas en artisticas repisas, casi iguales a las que ya vimos en la iglesia anteriormente descripta. El pilpito, sin ser tan rico como el de Yaguarén, no por eso deja de ser una excelente obra de talla en madera y, como aquel, afecta la forma de uma copa, pero el pie no est consti- tuido por una figura de angel alado, sino por una columnita en forma de balaustre, esmeradamente labrada “’. Se cree que el autor de las obras escultéricas de Capiata sea el maestro Gabriel, disctpulo de los jestiétas, y cuyo facsimil se halla debajo de un cuadro que adorna el piilpito™. Iglesias de otras localidades Aparte de los dos templos mencionados anteriormente, hay otros distribuidos en diversas poblaciones, como Piribebuy, Valenzuela, Ybytymy, Tobaty y San Pedro de Parana, que presentan las mismas caracteristicas y estructura que los de Yaguarén y Capiata. Ninguno de ellos parece ser anterior a 1750. Se dice que Ja iglesia parroquial de Piribebuy fué inaugurada en el afio 1753, y que la de Valenzuela existia desde mucho antes de ser 62 declarada pueblo, la localidad donde esté ubicada “. La prime- ra posee un bellisimo pilpito muy semejante al. de Yaguarén, por estar apoyado sobre una figur. alada, asi como algunos valiosos confesonarios y un Cristo o Nandeyara-Guazt de ex- celente factura. ‘ La principal atraccién de la bonita iglesia de Valenzuela es su altar mayor, de talla barroca, y cuya composicién no di- fiere mucho de la que acusan los de Yaguarén y Capiaté. Tam~- bién cuenta con un pilpito de muy buen cufio y cuya tribuna estd sostenida por una columnita en forma de candelabro. La modesta pero graciosa iglezucla de San Pedro de Pa+ rand", debe hacer sido terminada entre fines del siglo xvitt y principios del xrx. Conserva algunos viejos candelabros tala: * dos en cedro, y una estatua de San Miguél bastdnte bien es- culpida y que, probablemente, procede de alguna misién je- suita. También ostenta el tipico campanario, en forma de torre ‘tronco-piramidal, construido con vigas de madera, y tal vez co- piado de los que existian en las reducciones religiosas. Contempordnea de la anterior era la iglesia de Cango", demolida hace ya algunos afios, pero de la cual quedan fot grafias que demuestran que estaba provista de un campanario idéntico al de aquella. La también desaparecida iglesia de Caazap4, debia estar totalmente terminada en 1752, a juzgar por lo que afirma el P, Parras que la visit6 en dicho afio. Este pueblo de Caazapé es el mejor de nuestras misiones. Tendré cuatrocientas fami- lias, buena iglesia y un gran convento con su buena huerta™. Su campanario tenia la misma estructura e idéntica ubicacién que los de San Pedro de Parand y Cangé. La antigua iglesia de Tobaty tenia un hermoso altar ma- yor y algunos otros instalados en las naves laterales, también de mucho mérito artistico, Es probable que ya hayan sido tras- ladados a una nueva iglesia que debia reemplazar a la primi- tiva, cuyo estado imponia su desafectacién. 63 El Paraguay todavia conserva otis hermosos templos de fundacién colonial, como la catedral, de Villa Rica, y las igle- sias parroquiales de Aregud, Caacupé, Itaugua, Guarambaré, Paraguari, etc., pero todos ellos han sufrido importantes refor- mas que les han hecho perder gran parte de su cardcter an- cestral *®, CLASIFICACION DE LAS IGLESIAS PARAGUAYAS DE. ACUERDO CON SU ESTRUCTURA En/eliconjunto de templos que hemos estudiado encontra- remos los tres sistemas, de. estructura.que exponemos a, conti- ‘nuacién: a) b) c) Aquellos cuyo primordial elemento constructivo es un esqueleto compuesto de piezas de madera, y los muros exteriores, ejecutados.con adobe o tapial, son entera- mente independientes de dicho esqueleto. A este. gru- po pertenecen las iglesias parroquiales de Yaguarén, Capiata, Tobaty, Valenzuela, Piribebuy, Ybytymy, San Pedro de Parané, Villa de San Pedro, etc. También fueron construidas en esta forma las desaparecidas iglesias de San Ignacio Guazi, Gaaéapa y Cangé. Otros que presentan idéntica estructura que los del grupo anterior, pero cuyos muros exteriores se com- ponen de mampuestos aparentes, de piedra arenisca y regularmente tallados. Todavia existe un ejemplo, que es la iglesia de la misién de San Cosme, y hasta el afio 1883 existi6 otro que era el bello templo de Santa Rosa, también obra de los jesuitas y destruido por un incen- dio en aquel afio. Monumentos cuyos muros estén construidos con silla- res de piedra arenisca esmeradamente labrados, y sus techos fueron de béyedas de ladrillo, como Io atestigua la magnifica iglesia de la misién de Trinidad. 64+ Los muros y pilares de la iglesia de la misién de Jestis, son también de piedra arenisca impecablemente tallada, pero co- mo est inconclusa nada podemos afirmar respecto al sistema de cubiertas ideado por su proyectista. Tal vez fuese el mismo adoptado en Ia iglesia de Trinidad, si bien todo lo que se diga sobre este tépico es sumamente aventurado. 65. LA ARQUITECTURA EN ASUNCION (1537-1900) FUNDACION ¥ DESARROLLO DE LA CIUDAD iniciada el 15 de agosto de 1537 por el Capitan Juan Sa- lazar de Espinosa, debia ser mas bien un recinto fortificado, tal vez no muy distinto a la primera Buenos Aires, fundada por Pedro de Mendoza, y de la cual nos da una vaga idea un dibujo del célebre lansquenete aleman Ulrico Schmidel. El fuerte que establecié Salazar sobre la barranca del con la colaboracion de los Guaranies, no diferta de las vivien- das indégenas, en cuanio a los materiales de construccién. Era, segtin el testimonio de su mismo fundador, una casa de made- ra, con su techo de paja, indudablemente. Pero el modesto re. cinto fortificado debia tener alguna capacidad, porque dentro de él se concentraron todos los elementos de la naciente po- blacién. Ault estaban la artillerta y el parque, las moradas de los pobladores, la iglesia con sus dos clérigos, la herreria el | depésito de viveres. Termindda la casa fuerte, Salazar bajé a Buenos Aires, de- | jando a Gonzalo de Mendoza al mando de la nueva pobla- lee ciudad de Nuestra Sefiora Santa Maria de la Asuncion", cién...*. Domingo Martinez de Irala, cansado de esperar, en Can- delaria, a Juan de Ayolas, que habia ido en busca de la Sie- : & 67 rra de la Plata”, se trasladé a Asuncién, probablemente a fines de 1538, y en junio de 1539 es reconocido como Teniente Gobernador. En 1544, Irala conduce a Asuncién los vecinos sobrevi- vientes de Buenos Aires, junto con las mercaderias de Pancal- do™, aumentando asi, sensiblemente, la poblacién asuncena™. No se conoce exactamente el mimero de vecinos que, en aquel entonces, contenia la naciente urbe pero, a lo que pare- ce, no pasarian de 600, a los cuales habria que agregar sus res- pectivas familias y la servidumbre indigena. Ese ya respetable numero de habitantes, se albergaba en unas 260 viviendas si- tuadas en su mayor parte allende un pequefio arroyo de igno- rado nombre, que posiblemente fué el que ha conservado des- pués la denominacién de Jaén. Desgraciadamente, un incendio ocurrido a principios de 1548 destruyd gran parte de lo ya edificado, salvandose ape- nas unas sesenta casas, gracias a la circunstancia de estar se- “paradas del fuego por el citado arroyo de Jaén™. No se amilanaron los colonos por tal contratiempo, sino que aprovecharon el desastre para reedificar sus viviendas en for- ma més racional, sustituyendo los muros de paja por otros de tierra apisonada, conseryando la paja Gmicaménte para la te- chumbre. Al mismo tiempo se mejoré el trazado de Ja pobla- cién, que habia crecido al azar, y se previeron calles, se divi- dieron las manzanas en solares, se reservé un amplio espacio libre para Plaza Mayor en Ja que se enarbolé el rollo piblico “. A los lados de esta plaza se levantaron la casa del gobernador y la iglesia de la ciudad; y seguramente, en idéntica situacién estuvieron los dems edificios ptiblicos y las casas de los prin- cipales vecinos". : Pareceria que los comienzos de Asuncién hayan sido muy présperas, Por de pronto, a los pocos afios de creada ya conta- ba con un excelente astillero en el cual, durante el afio 1542, se construyeron una carabela y diez bergantines, bajo la direc- 68 cién de un maestro de ribera portugués Hamado Hernan de Baez". 3 Otro establecimiento importante era la Herreria; en sus primeros tiempos disponia de un muy modesto utilaje: una fra- gua, un yunque, tres martillos y dos pares de tenazas", Mis tarde adquirié gran incremento y en ella se fabricaron cafio- nes, arcabuces y todo el herraje indispensable para Jas cons- trucciones, tanto navales como civiles. En 1544, Pablo III crea el Obispado de Asuncién y enton- ces Irala™ construye una Catedral de muy buena y labrada madera. Debido a las numerosas ciudades, que en cl correr del si- glo xv: fundara Asuncién”, 1a poblacién de esta ultima quedé casi estacionaria durante la segunda mitad de aquel siglo. Ha- cia 1597 el Gobernador Juan Ramtrez de Velasco, le concedia apenas 200 hombres y dos mil mujeres. Este exceso de elemen- to femenino y su clima ideal, motivaron que Uamaran. a la Asuncién el Paratso de Mahoma*®, Con todo, aquella expan- sién creadora no dejaba de, tener sus compensaciones pues, a fines del siglo xv1, Asuncién mantenfa un floreciente intercam- bio de productos con Corrientes, Santa Fe, Buenos Aires, y aun con el Norte argentino, : A los pocos afios de fundada Santa Fe (1573), legaban a la Asuncién navios de registro con las mercaderias mds nece- sarias, como ropas y herramientas. Y enseguida de la refunda- cién de Buenos Aires, partia de dicho puerto con rumbo a Es- pafia una carabela conduciendo productos asuncenos. La situa= cién intermedia de Santa Fe facilitaba asimismo la comunica- cién con otras ciudades, estimulando el intercambio de sus fru- tos; en 1586 el oficial real Hernando de Montalvo indicaba di- cho puerto como el punto de afluencia de los navios de la Asun- cién y las carretas de Tucumén, que tornaban al interior con miel, azticar, conservas y vinos del Paraguay. Por esas vias los productos asuncenos empezaban a introducirse en el Perti,... 69 IMAM AS ii Ann rr in| HODDeoooapooooo HODODooBanooeoo lI AROmenAAAnnnAnnnT vo Prano pp A crupan pe Asunvar6n. 4--Primera Case de Gobierno (Machain-cu), demolida; 2—Antiguo colegio de los Jeraltms mde tarde reidencie del doctor Francia. par ities offcines det Correo, de- ete 90D; 3 Cabildo, mis tarde Ministerio del Interlors 4 Catedral 5.—Pe Me idl Mariscal Eépes, hoy Palaclo de Gobierno; 6—Escuela Militar, 7-—Correo; eee carro Municipal; 9.—Departarento de Policia; 10-—Teatro dele Opava, incon- ainwo, boy oficina de Impuestos Internas: 11-—Facultad de Derecho, hms re de Mme. Gonchy 12--Oratorfo de Nara. Sra. de le Asuncién, hoy Pantesn de Tos Héroes; 13 Nuova Iglesia de la Encarnacién; 14.—Solar que ocupaba la antignt iglesia de la En veeraiin, incendiada en 18893 15-—Ialesia da San Roque; 16—Casa do Ttarburus 17 oe Velaco; 18.-Casa de Racalde; 19-—Cosa de los Abente; 20-—Com de Be- wigno Edper, hoy Hotel Colonial; 2t.—Case de Venencio Lines, her ‘Asuncién Palace Hutel; 22, -Restos de la casa de Policarpo Patio; 23.—lastaci Rerroviarias 24—Plaza cote ing 5.-Plaza de los Héroes; 26-—Placa Unuguayas 27-—Esealinata de Ante- ‘quera y monumento a los Comuneros. ¥ las maderas del, Paraguay, conocidas de antiguo en sus va- riadas aplicaciones, llegaban también a Santa Fe y Buenos Ai- res, donde se utilizaban principalmente en la construccién de obras pitblicas™. Este activo movimiento comercial cesé casi totalmente du- rante el siglo xvrt, debido a las desacertadas leyes econémicas dictadas por la Corona de Espafia, en los primeros afios de aquel siglo. De ahi que durante el periodo comprendido entre 1600 y 1700, —que fué una época de casi mortal decadencia para el Paraguay **—, la ciudad de Salazar apenas tuvo incremento y su poblacién no pasaria de cinco mil habitantes. Sin embar- go, segin Ruy Diaz de Guzmén, que la visité a fines del siglo xvr, ademés de la Catedral, contaba con dos parroquiales, una de espatioles Uamada de Santa Lucta, y otra de naturales, del Bienaventurado San Blds...*. También ya existian los con- ventos de Nuestra Sefiora de Guadalupe, de La Merced, de San Francisco, de Santo Domingo y de La Compaiiia de Jesis™, asi como la Casa de los Gobernadores y un hospital para espa- fioles y nativos, ef Durante el siglo xvi mejoran considerablemente las con- diciones econémicas del pafs y, por lo tanto las de Asuncién, Sin embargo el nitmero de sus habitantes, en 1777, no alcan- zaba a seis mil, debido.a la continua emigracién de vecinos para poblar nuevas villas y ciudades (Concepcién, Hyaty, Pa- raguari, San Lorenzo, Neembucit, Caacupé, etc.). Hacia 1800 Asuncién contaba con algo mas de siete mil habitantes, y ya serian alrededor de diez mil en 1811 y de quince mil en 1819. En cuanto al caserio’ podemos decir que predominaban los edificios de un solo piso. La ciudad conservaba integramente su antigua caracteristica y ‘su fisonomia tradicional; sus altas ba- rrancas riberefias del rio, sus zanjones profuntos y sus alcores arbolados, en cuyas cimas y laderas los edificios uniformemen- te bajos, de amplia.techumbre y ciclépeos muros de adobe, pa- a I" It rectan desparramados al azar. Las calles, apenas esbozudlas, sin pavimentos ni aceras, disemindbanse en. tortuosos callejones, de general desnivel y caprichosas encrucijadas, por donde las grandes Iluvias precipitaban sus aguas como torrentes impe: tuosos, que socavaban los cimientos, de las casas, invadian los patios y arrasaban los huertos y gallineros de los vecinos im previstos ™*. Un plano de Asuncién, levantado por Félix de Azara, nos demuestra que ef trazado de dicha ciudad era, en la ép lonial, enteramente distinto al de las otras urbes americanas de fundacién espafiola, en las cuales se habia aplicado, més 0 menos rigidamente, el damero que prescribian Jas de Indias. Fse trazado recuerda més bien el de las poblaciones crea: das por los portugueses en el Brasil, donde sélo por excepcién se encuentra alguna ciudad dispuesta en forma reticulada. En el plano de Azara se destaca la vasta Plaza de Armas que casi coincide con la actual Plaza Constitucién y no es de forma cuadrada como Ja mayoria de Jas plazas de las ciudades hispano-americanas, sino que presenta un contorno alargado y algo irregular. Frente a ella estén ubicadas la Catedral, la Casa de Gobierno (antiguo Colegio de los Jesuitas), el primitive Ca- bildo, las Cajas Reales y el Estanco de Tabacos**. El resto del caserio esta distribuido como al azar, sin su- jeccién a alineamiento alguno, destacdndose por su tamafio los establecimientos religiosos. Todos los edificios aparecen aisla: dos unos de otros, dentro de amplios solares y no se disting calles rectas y bien definidas; pareceria que estuviesen ri plazadas por antiguos y tortuosos sendero: frente a los cuales se fueron edificando, tanto las mansiones lujosas como las vi viendas populares. Se esbozaban asi mismo tres zonas relativamente bien ae finidas. Alrededor de la Plaza de Armas se concentraba la vidad burocratica, eclesidstica y civil. Seguia Inego la zona a co- Siete Léyes n em- 72 I! las residencias de los vecinos pudientes, las que, si bien estaban desprovistas de toda pretensién arquitectnica, se distinguian por su mayor altura, sus amplias galerias exteriores sostenida por pies derechos de madera, 0 macizos pilares de ladrillo, y sus grandes techos de teja. Por tiltimo venia la periferia o sean Jos humildes solares, rodeados por sus cercos de ybirdpemby, que reforzaban. floridas lianas y arbustos espinosos, conserve ban mds el sello de los antiguos tiempos, con sus casas de bajos aleros, cupial redondeado, techo de paja y horcones de ururt- dey". Es innegable que debia ser muy pintoresco el aspecto de Ja capital paraguaya de fines del siglo xvmr y principios det xix y que, contemplada desde cierta distancia acusaria dos to- nalidades netamente distintas; una mancha rojiza central pro- ducida por las cubiertas de teja de Jas casas importantes, a la que rodeaba un ancho anillo gris motivado por los techos de paja de las viviendas modestas; pero, esa faja grisacea estaba animada por el verde perenne de los naranjos, los enhiestos guayayvies y los copudos ybyraytt...*. Durante la dictadura del Dr. Gaspar Rodriguez de Fran- cia cambié profundamente la fisonomia de Asuncién. Dicho gobernante quiso hacer de Ja urbe de callejas tortuosas y des- iguales, una ciudad semejante a las otras ciudades americanas de fundacién espafiola, con sus calles trazadas a cordel y cor- tAndose en Angulo rect. Trazé [Francia] un nuevo plano di la ciudad, delineando sus calles longitudinalmente del noroest: al suroeste, y ordend que a su ideal paralelismo se ajustaran las fachadas de todas las casas**. Todo esto trajo como conse cuencia la desaparicién de la gran mayoria de las graciosas ca- sas del periodo colonial, escapando unas pocas a esta casi total destruccién de la ciudad. Se talaron los hermosos Arboles que tanto alegraban los patios y huertos, fueron destruidos los cer- cés floridos, y del hermoso cortinaje vegetal que envolvia al caserio sélo quedé el recuerdo *®. 73 Ademis, Francia mandé demoler el Convento de San Fran- cisco, trasladando su iglesia a la de Santo Domingo y,convir- tid @ los demds** en cuarteles de caballeria y de artille- ria™. La falta de oportunas reparaciones dié lugar a que estos venerables ejemplos de la antigua arquitectura religiosa, se fueran degradando con el tiempo y no tardaran en derrum- barse totalmente. El largo y préspero gobierno de Carlos Antonio Lépez (1844-1862), marca una época de verdadero progreso y hasta de resurgimiento, para la bella capital guarani. Es él quien inicia Ia pavimentacién de las calles principales del casco an- tiguo de la misma, tarea preliminar que se realizaba por vez primera en la Asuncién™*. De esta manera se eliminaron Jas profundas zanjas producidas por las Iluvias y que tanto perju- dicaban a la edificacién y al trafico asuncenos. Como complemento de esta obra tan util se Hevé a cabo la construccién de los malecones que encauzan el rio Paraguay y evitan la erosién de Ja barranca y su consiguiente desapari- cién. Esas dos grandes murallas de cal y piedra son las que to- davia sostienen los terrenos adyacentes al edificio del Congreso Nacional y se encuentran tan firmes y sélidos como entonces™*. Es en esta época que se construyen los bellos palacios de Gobierno y del Gongreso Nacional, asi como también se reedi- fica la ruinosa Catedral del tiempo de la colonia, y se levantan © reparan numerosos templos, como las iglesias de San Roque, de la Recoleta, de la Santisima Trinidad y de Lambaré*”. La antigua iglesia de Santo Domingo fué enteramente renovada y con su nuevo titulo de Nuestra Sefiora de la Encarnacién siguidé como iglesia parroguial del distrito del mismo nombre ™*. A fines de 1861 se inauguraba el servicio ferroviario hasta Luque, en un recorrido de 36 kilémetros, habiéndose tendido los primeros rieles en 1859. Al mismo tiempo se construfa Ia estacién actual, la mds importante en su género que durante mucho tiempo hubo en Sudamérica. En 1855 se crea el Arse- 14 nal, que se componia de varios talleres importantes y de co- rrecta arquitectura, de los cuales salieron los primeros buques a vapor que se construyeron en el Paraguay ™". Por ultimo, fué durante este floreciente periodo que se iniciaron las obras de un suntuoso teatro y del hermoso Oratorio de Nuestra Sefiora de la Asuncién ™*. Durante el gobierno del mariscal Francisco Solano Lépez, hijo y sucesor de Carlos Antonio (1862-1870), slo hubo tres afios tranquilos para proseguir las obras que aun estaban in- conclusas; la cruenta guerra de 1865 a 1870, no sélo impidié terminarlas, sino que durante el resto del siglo x1x, apenas si se pudo reparar en parte, los inmensos perjuicios ocasionados por aquella tragedia. A la época del mariscal Lépez pertenecen tres hermosos edificios privados; dos de ellos fueron construfdos por los sefio- res Benigno y Venancio Lépez (hermanos del mariscal) y, el tercero, es el que habité la famosa Mme. Lynch, en el cual fun- ciona actualmente la Facultad de Derecho **. Las desastrosas consecuencias de la guerra no fueron obs- taculo para que, en Asuncién, se continuaran levantando her- mosos inmuebles como los que hoy ocupan la Escuela Militar, el Departamento General de Policia, y las Oficinas de Correos y Telégrafos. También se construyeron algunas notables resi- dencias particulares, de las que hemos de ocuparnos oportu- namente. En lo que ya del siglo actual progresé muchisimo esta ciu- dad, y lo demuestran los numerosos edificios erigidos en estos Uiltimos cuarenta afios, entre Jos que se destacan Ja nueva igle- sia de La Encarnaci6n, el Seminario Conciliar, los colegios de San José ¢ Internacional, los Bancos de la Reptiblica y de Lon- dres y Rio de\la Plata, el Teatro Nacional, Escuela Normal de Profesores, etc. Las hermosas avenidas Colombia (hoy Maris- cal Lépez), Espafia, Venezuela y Artigas, estan marginadas por modernas mansiones que, realzadas por jardines, forman un 75 conjunto, comparable a los barrios residenciales de cualquier ciudad europea o americana. : Eprricios pz LA Epoca Hispana A no haber mediado las’ aficiones urbanisticas del doctor Francia, Asuncién contaria con un apreciable mimero de cons- trucciones legadas por la dominacién hispana; en su gran ma- yoria han desaparecido, pero de algunas de cllas quedan lige- ras descripciones, que arrojan alguna luz sobre su aspecto y caracteristicas. Hoy solo quedan unos pocos ejemplos de arqui- tectura privada. Las Casas de los Gobernadores Esta fuera de toda duda que la primera sede del gobier- no hispano, en Asuncién, estuvo ubicada en la Casa Fuerte construida por Juan Salazar de Espinosa. La mas remota Casa de Ia Gobernacién de Ja cual se ten- gan noticias, es la que se conocia por Machain-cué ™ que se le- vantaba en la manzana limitada por las calles Buenos Aires, Montevideo y Benjamin Constant. Sin embargo, no es dificil que entre ésta y la Casa Fuerte de Salazar, haya existido otra que, por lo precario de su construccién, no haya podido subsis- tir muchos afios. Se ignora la fecha exacta en que fué construida™, pero sabemos que era de dos pisos, con techo de teja a dos vertien- tes, y en una de sus fachadas presentaba un amplio porche, sobre el cual estaba dispuesto un balcén cubierto por la pro- longacién de uno de los faldones del techo. Esta disposicién, eminentemente éuskara, no prosperé mucho en el Paraguay, pero se la encuentra con cierta frecuencia, en los paises ribe- refios del Mar Caribe, que recibieron abundante colonizacién vizcaina. 76 Interiormente debia constar de un gran patio rodeado en. sus cuatro lados, por dos pisos de galerias sostenidas por hor- cones de madera dura, provistos de las infaltables zapatas, las que a su vez soportaban los dinteles del mismo material. Estas galerias daban acceso a las salas distribuidas sobre las distintas fachadas, y permitian circular cémodamente en los dias de Ilu- via o de fuertes calores. Puertas, ventanas, umbrales, dinteles y artesonados, eran de madera tallada y constitutan una her- mosa muestra de lo que fuera una gran casa durante la domi- nacién espafiola™®. La segunda Casa de Gobierno colonial, de cierta impor- tancia, era un enorme caserén que ocupaba una manzana en- tera y que fué construido por los jesuitas a mediados del siglo xvu, para ser utilizado como colegio y casa de retiro durante sus ejercicios espirituales. Estaba ubicado en el dngulo Sur- oeste de la Plaza de Armas y, si bien sus dimensiones eran muy superiores a las de Machain-cué, las plantas y estructuras de ambas no debian ser muy distintas. Sus gruesos muros eran de adobe y ladrillo y Jo cubria un techo de tejas a dos vertientes. Interiormente constaba de va- rios patios a los que rodeaban salas mas 0 menos vastas y, como en el edificio anteriormente descripto, no faltaban los amplios corredores cubiertos para facilitar la circulacién y el acceso a los distintos locales. Estos patios estaban alegrados con cante~- ros de gramilla y poblados de frondosos naranjos, que en los dias estivales, agregaban el solaz de su apacible sombra al fres- co ambiente de la ribera™*. Era de un solo piso, y sobre tres de sus fachadas reinaba también un profundo pértico, cuyo techo, —que no era otra cosa que la prolongacién del de las salas— apoyaba sobre los inevitables pies derechos de madera. En los tiltimos tiempos, estos pies derechos simulaban ser columnas de mamposteria pero, interiormente, se conservaban los antiguos horcones de urundey **. 77 Después de Ia expulsion de los jesuitas (1767), fué desti- nado a Casa de Gobierno en reemplazo de Ja ya vetusta Ma- chain-cué y en sus vastas salas tenian cabida, no s6lo las Cajas Reales, los almacenes de hacienda y las oficinas de los minis- tros, sino también el despacho y la morada del Gobernador. Fué en él, que las tiltimas autoridades de la Metrépoli, fueron reemplazadas por las primeras puramente paraguayas. En 1814, 0 sea tres afios después de proclamada la inde- pendencia del Paraguay, pasé a ocuparlo el doctor Francia, quien lo habit durante 26 afios consecutivos. Cuando los gobernantes trasladaron su residencia a otro sitio, la antigua casa de los jesuttas recibié variddos destinos, siendo el postrero servir para la Administracién de Correos. Por tiltimo fué demolida y su terreno agregado a la Plaza ve- cina™. Este enorme edificio debsa ser de aspecto muy simple, pero no por eso exento de cierta grandiosidad; los amplios pérticos que protegian las fachadas debian arrojar sobre éstas, profun- das sombras en las cuales se destacarian vivamente las colum- nas que soportaban las robustas vigas de madera, sobre las que a su vez incidian los tirantes y cabios del tejado. Se trataba de una arquitectura realmente funcional, y como se repetia siem- pre el mismo motivo, debia producir una impresién de serena monumentalidad, a la que debia agregarse la policromfa pro- ducida por Ia roja techumbre y los vivos colores de los para- mentos blanqueados. Otro tanto sucederia con los vastos patios porticados, a los cuales habria que afiadir Ja impresién de fres- cura debida a los naranjos, verde masa oscura salpicada de oro. El antiguo Cabildo Segim Félix de Azara, el primer Cabildo asunceno estuvo constituide por los capitanes Juan de Salazar y Gonzalo de Mendoza, en calidad de Alcaldes, y por seis Regidores cuyos 78

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