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NUEVAMENTE SOBRE LAS PERSPECTIVAS ELECTORALES DEL 2010.

Moritz Akerman Nov. 2008


Hace ya un año divagaba sobre el futuro político del país y su inscripción
internacional. En Nov. de 2007 escribí “Las perspectivas electorales del 2010”, un
intento de reflexión-guía buscando una conversación creativa, que estimulara no
sólo el pensamiento sino acciones y movimientos para la defensa de la
democracia y sus desarrollos. Entre otros alicientes, esas páginas sirvieron como
un acicate más, para que diferentes personas de distintas profesiones, actividades
sociales y lugares del país, nos agrupáramos en Repensar que es una Red para el
Desarrollo del Pensamiento y los Asuntos Democráticos.
Desde entonces, verdaderos sucesos internacionales y nacionales conmueven la
vida del país y exigen repensar esas perspectivas con estas nuevas variables.
Sería útil comparar lo escrito hace un año con lo que hoy se escribe. No con la
idea de ver que tan acertadas van siendo las “predicciones”, pues de eso no se
trata, sino para mantener o enriquecer el hilo conductor de las variables del
análisis, despejando el prejuicio frecuente frente a los análisis de perspectivas: es
fácil que muchos piensen que se están haciendo predicciones. Pero no. Lejos
estábamos y estamos de querer hacer futurología.
La idea es más bien, presentar distintos y alternativos ‘escenarios de futuro’, de tal
suerte que se pueda establecer cómo las decisiones del presente estén
efectivamente “marcando” el futuro en la forma que se esperaba. O si “en más de
una ocasión resulta lo que no se espera”. Esa es tal vez la principal herramienta y
búsqueda: que el futuro descrito en uno u otro escenario de futuro dependa, en
gran medida, de los hechos y las decisiones nacionales tomadas en el presente.
Sabemos sí que esas decisiones se toman en medio y sobre los sucesos
internacionales y nacionales, y que muchos de esos sucesos son independientes
o inmodificables por las voluntades–decisiones de los líderes que actúan sobre
ellos, se trata es de hacer lo menos imprevista la creciente incertidumbre
económico-social. Se impone, entonces, clasificar las variables de los escenarios
de acuerdo a su importancia (grado impacto o ‘conmoción’ que ellas generen), su
gobernabilidad (capacidad del liderazgo nacional de actuar sobre ellas para
modificarlas) y su influencia efectiva en la vida nacional (grado de dependencia de
ellas del país y el Gobierno).
Los escenarios así planteados deberían ser: primero, probables toda vez que
determinado cúmulo de decisiones en el presente y desarrollo de las variables que
analicemos los hagan factibles; segundo, sustentables y relevantes –en tanto
sean racionales y significativos de lo que sería el desarrollo futuro de acuerdo a
una u otra decisión del presente, y por último y ojalá, desafiantes de la forma
rutinaria de pensar, de ver y abordar en el presente los asuntos nacionales, de tal
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suerte que al “mirar” desde ese “futuro” hacia acá, nos obliguen a romper con los
‘lugares comunes o repetidos’ de la conversación, de la controversia y de las
decisiones nacionales.
Sin duda, el 2010 cualquiera sea el escenario dominante y resultante, será un
punto de inflexión de la vida nacional y por eso pongo allí la mirada y primera meta
de futuro. Se apruebe la reelección y se reelija a Uribe o se cambie de gobierno,
dada la maduración de la crisis económico-social que tiende a coincidir con las
elecciones de Congreso y presidenciales, el primer trimestre del 2010 parece
condensar los momentos de cambio más significativos.
La elección de Obama y el renacer de la esperanza mundial por la paz y el
multilateralismo, al mismo tiempo que la quiebra de los paradigmas en la teoría
económica, perdiendo su carácter de “sagrados”, lo que abre espacio a la
renegociación en la distribución del ingreso y aún los mismos efectos de la crisis
económica mundial, pueden hacer de “estimulo” al incipiente resurgimiento del
movimiento reivindicativo social y a su articulación con la oposición política,
articulación que había sido criminalizada. Creemos que el grado de saturación
social por la polarización política y por la exclusión social, estará incidiendo
decisivamente sobre nuestro régimen democrático constitucional hacia el 2010.
Veamos cómo podríamos empezar a hacer un ejercicio de ‘escenarios de futuro’
en esta nueva situación.
Si se aprueba la reelección podríamos conformar el primer escenario: se
caracterizaría por “más de lo mismo” y paradójicamente podría ser el de mayor
incertidumbre. ¿Y por qué? Porque, nadie, ni aún el Uribismo, podría sostener sin
engañar al país, que la elección del 2010 con nueva reelección, no estaría
convidando al entierro de tercera de la Constitución de 1991. Allí se empezaría a
conformar un escenario que nos pone frente a una alternativa: la de si es posible
superar la salida critica del ‘Perú de Fujimori’ en su tercer periodo, con la reforma
constitucional de la ‘Venezuela de Chávez’, sin la abundancia fiscal de los
petrodólares ni un slogan pretendidamente aglutinador de mayorías como el
“socialismo del siglo XXI”. Porque lo que sí parece seguro es que el rechazo
popular hacia las Farc no da para tanto, y el país tendería a quedarse sin agenda
convocante y transformativa.
Ahora, si no se aprueba la reelección y el Gobierno de Uribe va a ser sustituido
podríamos plantear dos escenarios:
Uno que podríamos llamar el ‘del camino chileno’, producto de un acuerdo de
mínimos para un consenso nacional de rango constitucional, de transacción y
transición-incluyente entre el Uribismo y la oposición, que reconoce un gobierno
aún dominante de lo político, pero en retroceso de liderazgo y programas
convocantes, y una oposición débil pero de creciente simpatía nacional e
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internacional que no estaría todavía madura para gobernar con el apoyo de todos
los colombianos.
En ese escenario el 2010 estaría muy “cerca” y podríamos ironizar llamándolo el
escenario del “empate en desventaja”. En él se impondría una reforma
constitucional, una transición “suave y consensuada” que incorporaría
seguramente a la Constitución los criterios verdaderamente democráticos de la
‘seguridad democrática’ y una verdadera reforma política que, excluyendo la
violencia del ejercicio electoral y gubernamental, dé un estatuto real a la oposición.
Paradójicamente, es este escenario el que más rápido podría abrir las puertas a la
propia solución del conflicto armado sin que esta solución-superación pase
necesariamente por una mesa de negociación: tal como en Irlanda del Norte.
El otro escenario es el de alternativa política, un escenario más de ruptura, de
sustitución democrática del Uribismo, escenario al que contribuiría gradualmente
una sociedad saturada por la polarización, que en medio de la crisis económica,
ve criminalizar los movimientos sociales reivindicativos y aún a la misma
oposición. Es el escenario de un creciente y previsible movimiento social por la
redistribución del ingreso que tendería a reforzar con un nuevo liderazgo y nuevos
objetivos programáticos a la oposición política, sacándola de la sola discusión de
las formulas de la mecánica electoral, discusión que sólo atañe ‘en las cumbres’
de sus partidos.
Así la oposición, alejada y crítica de la lucha armada y su narcotización, podría
generar una creciente esperanza de inclusión social y política, y una esperanza de
superación de la guerra, al convocar al país a concentrar tanto el propósito social,
como el presupuesto nacional en el desarrollo incluyente, que resuelve-disuelve el
conflicto y hace de la lucha contra los narco cultivos una sustitución convenida con
la compresión, el compromiso y la cooperación internacional. Podríamos llamar a
este escenario el de la “vía americana” o de la esperanza. A este escenario
contribuye el hegemonismo del propio Gobierno.
En este escenario de “ruptura en democracia” con el Uribismo, los cambios
constitucionales tampoco se harían esperar, pero estarían centrados en el
desarrollo de la Constitución del 91, retrotrayendo los andamiajes
neoconservadores impuestos en los años de hegemonía uribista.
En cualquier escenario ¡El desafío democrático del 2010 es enorme! Por eso
hemos creído necesario desarrollar la controversia centrada en ese inmediato
futuro. Pero aún más, esa controversia para ser creativa ha de superar la
polarización, poniendo el énfasis en lo significativo para evitar o superar la crisis
social que puede venírsenos encima tras la crisis económica mundial –y que a
diferencia de lo que piensan los técnicos del ‘fracasado’ FMI- parece inminente y
nos cogería con un déficit fiscal abultado y una estructura tributaria exangüe.

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Hay que centrarse en lo creativo: en encontrar la mejor inscripción de Colombia en
el mundo, en la urgente necesidad de recuperar la amistad, la confianza y los
negocios con nuestros vecinos, pues solos la crisis nos golpeará doblemente; en
la búsqueda de nuevos desarrollos democráticos, no sólo políticos, sino de
inclusión social que permitan agregar demanda por el crecimiento del consumo
interno; y ante todo, en la búsqueda de un clima cultural y nacional que supere la
crispación, los dolores, las venganzas y la “cultura” del dinero y del poder a la
fuerza o por la violencia.
No se trata de huir a la controversia por aguda que sea, sino a la pasión como
guía de la razón. En algún momento de nuestra historia se impondrá superar la
polarización que nos ha llevado a la negación absoluta del ‘otro’. Negación que
incita a más violencia, incrementando o mutando de un conflicto -que tuvo su
connotación y por tanto su resolución social- a otras formas menos políticas, pero
más sordas y generalizadas. En este ambiente de polarización, las fronteras
ideológicas y aún geográficas del conflicto se han hecho indeterminadas y
reaparecen tendencias de “superficialidad” del Gobierno, de corrupción e
ineficiencia y aún tendencias de disolución del poder del Estado.
Parece que la ausencia total de cultura y política de paz y la polarización estén
“ayudando” a la corrupción para convertir sectores de la Fuerza Pública y de la
Fiscalía en instrumentos “privatizados” que acumulan poder y riquezas para los
grupos mafiosos. Allí se harían superfluos los grupos privados paramilitarizados,
porque se instrumentalizan sectores del Estado ¿No se abren, con esta
polarización irracional, posibilidades que terminen favoreciendo las acciones y
organizaciones mafiosas que sólo prosperan en esos ambientes de corrupción-
disolución y de ruptura social? ¿No son, en la contemporaneidad, las mafias más
amenazantes que el extremismo ideológico? ¿No requiere la superación de la
crisis económica el mayor grado de cohesión social, que ayude a aislar las
inercias ‘reeditantes’ del conflicto?
Son preguntas que apenas si tocan la esencia de nuestro devenir, pero que
buscan convocar más allá del partidismo y de la reelección o no del Presidente
Uribe, colocándonos en la perspectiva del país que recibirán nuestros hijos:
mirando desde ‘ese’ futuro hacia acá podremos desprendernos de las pasiones,
que no son más que formas de enmascarar el interés económico o el
reconocimiento personal en argumentaciones políticas y nos ayudará a superar la
visión vengativa y salvaje que se nos ha impuesto como “obsesión nacional” por la
prolongación y deshumanización del conflicto interno, mientras la vida real de los
colombianos discurre en la incertidumbre, entre el empleo de hoy y la
desesperanza del mañana, la creciente informalidad, la generación de riqueza sí
pero concentrada agresivamente y la ausencia de un destino nacional común, que
se traduzca en compromiso, inclusión y felicidad de todos.

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