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LIBRO DE ELIAS NEUMAN

CAPITULO VI
EL CONTAGIO EN LAS CARCELES
45- Modos y formas de Transmisión
El escenario de las prisiones clásicas es particularmente similar, por sus
carencias, que el de las poblaciones hemisféricas o de los conurbanos. Pero
resulta mucho peor si se considera la pérdida de la libertad sumada a la
promiscuidad y hacinamiento en gran cantidad de penales. La segregación hoy
encierro implicaría perder sólo la libertad de ambulatoria y a eso hay que sumar
los derechos principalísimos: a la identidad y privacidad, entre otros. Al preso
-hombre o a la mujer- no se le puede privar de pensar, sentir, amar, ni de sus
naturales instintos.
Hay presos que llegan a la cárcel ya con VIH o que han pasado a la
seropositividad y no se han enterado de eso. Otros, si lo advierten, y sus
comportamientos en celdas o pabellones resulta riesgos en potencia (y en
actos) con respecto a la transmisión.
Los establecimientos de extrema seguridad han pasado a ser desde hace cinco
lustros de elevadísima vulnerabilidad. En lo que atañe al acudir lo sexual los
recursos están expuestos a concretas y meras realidades, cuando sin
protección practican (o son víctimas) de:
1 - la homosexualidad circunstancial
2- la homosexualidad consentida
3 - las agresiones sexuales
4 - la bisexualidad
5 - las relaciones heterosexuales mediante la llamada visita con visual, íntima o
higiénica (con esposas, concubinas, amigas)
6 - las relaciones heterosexuales con prostitutas
7 - relaciones sexuales informales o subrepticias
8 - Los intercambios sexuales múltiples bajo la influencia de drogas u otros
medios mas allá de lo sexual:
9 - La drogadicción intravenosa y el traspaso de jeringas y agujas sin
esterilizar, de vena en vena.
10 - Las agresiones con armas punzo cortantes
11 - Los cortes que se infieren en ciertas cárceles, en brazos, zona pelviana y
cuello, a dos o mas reclusos con el mismo instrumentos cortante.
12 - Los tatuajes efectuados sin asepsia

Resulta indispensable tratar esta problemática. Mas allá de su enunciación, y


de toda su espinosa complejidad, es preciso llenar de contenido conceptos
enunciados a fin de vigorizarlos y llamar la atención, sobre situaciones de
prisión en tiempos en que se ha proyectado como doctrina de la democracia a
la de los Derechos Humanos que también debe verificarse en las cárceles.
Al tratar de las formas y modos posibles de trasmisión de la enfermedad
sintetizaré hechos constatados en cárceles de Uruguay, Brasil, Chile, México y
nuestro país.

46 - Sexo y reclusión
Un hombre ingresa en una prisión de extrema seguridad. Se lo acusa de un
delito y no sabe cuando recuperará la libertad. Pueden pasar años. Muchos
años. Confinado en ese medio deberá vivir las apariencias de la salud física,
mental, emocional y es probable que reacomode su impulso y necesidad
heterosexual en nuevas prácticas.
La ausencia forzada de su pareja lo compele a buscar y a ubicar desde su
imaginación o en sus recuerdos eróticos, formas de excitación que lo
estimulen. Con el sexo no se puede tener la osadía de declararlo preso. Se
recurre a formas de excitación que son internalizadas al punto que, con el
tiempo, llegan solas.
Ninguna ley penal lo ha condenado -ni podría condenarlo- a la abstinencia
sexual. Ese hombre no viviría solo en libertad. Estaba casado o ligado a una
mujer en concubinato o tenía una amante, una amiga, o novia con las cuales
normalmente mantenía relaciones sexuales.1
Un mundo abigarrado de seres humanos que mixtura de modo infernal a
habituales o profesionales de delito con novicios y ocasionales, a reincidentes y
primarios, a hombres venidos de la ciudad y del campo, a jóvenes y viejos, a
seres cuyos instintos han sido satisfechos con mayor o menor largueza, a
personas de vida regular, a otras, en cambio, que jamás han tenido un hogar o
que solo han conocido la relación fácil de la prostituta. En las cárceles vivirán
juntos aunque no unidos, salvo en casos de violencia externa, requisas,
castigos colectivos, represalias.
Es el proceso que Donal Clemmer llamó, en la década de 1940 "prisionización".
Las formas puestas de vida intramuros y la aceptación como modo inapelable
de subsistencia, sus estructuras, fenómenos de convivencia, férreas pautas de
conductas, creencias místicas, actitudes bizarras frente a la autoridad, valores
y comportamientos a los que el preso debe atenerse si quiere vivir en paz,
aunque pierda en la emergencia su sentido de persona individual y su
autoestima. De allí que internalice una serie irreductible de conceptos, los hace
propios, se subordina a ellos y a la disciplina reinante en un proceso creciente
comenzado desde que ingresó en el encierro hasta terminar prisionalizado.
La cárcel termina por tragase al hombre y a la mujer presos.
Frente a la disciplina impuesta desde el otro lado de la reja y el código de honor
a que está sujeto dentro de ella, deberá cabalgar manteniéndose alerta. Si no
1
Ellas nada tuvieron que ver con el delito que se investiga. Ni siquiera sabían que su hombre
era o devendría delincuente. Y también se ven penadas, por la abstinencia impuesta. Les es
vedada su satisfacción sexual normal, cotidiana, pese a su total inocencia. Se victimiza y afecta
su instinto primordial, su deseo, su necesidad que es a la vez un derecho de su propia
condición humana. Otro tanto se podría decir del hombre cuando la presa es la mujer.
posee cartel carcelario, si es un don nadie (en nuestras cárceles, un logi) su
vulnerabilidad es absoluta. Como una regresión a la infancia deberá cumplir
todo lo que se le indica. Pasa a ser un dependiente de la pena que aniquila su
papel de adulto y termina desocializado a merced del devalúo diario que se le
impone.
Se ve lanzado e invadido por una convivencia forzada con seres que no eligió.
Deberá sumergirse en la nada fácil sociedad carcelaria con sus estructuras,
códigos iniciativos, lejos de su familia, en el ocio forzado y cando replique el
sexo, en formas de reacondicionarlo de modo urgente y a veces inesperadas.
Ninguna ley o disposición judicial dirá la privación del sexo. Ninguna sentenc ia
podría contener dislate semejante. Se trata de derechos humanos a respetar. Y
no penas conexas al encierro.
La cárcel acoge a todos, los despersonaliza diariamente con su mecanismo
abrumador. Los pensiona psíquica y físicamente, mortifica sus personalidades
y su sentido y suele generar el denominador común del rencor que dará razón
a la rebeldía.

47. PSIQUISMO SEXUAL DEL PROCESADO


La situación del procesado, en especial si se trata de un primario o novel, sigue
un curso conocido. En un primer momento vive bajo el impacto emocional del
hecho cometido o de la detención que lo arrancó de su vida habitual. La
necesidad de adaptarse al nuevo mundo del encierro arroja a su ánimo ideas
desesperadas. En los días siguientes la convivencia forzada y los coloquios, a
los que se va adaptando, aquietan, y hasta eliminan el aguijón de la privación
sexual. El ajetreo tribunalicio de su causa, las noticias de ésta, la incertidumbre
de lo que traerá la sentencia, el problema económico que se precipita sobre su
familia, contribuyen a ocupar su mente y, de hecho, a refrenar su libido o a
fijarla en otros cometidos o problemas.
El proceso de prisionización se subraya en una segunda época: el recluido
comienza a “hacerse la cárcel”. Conoce ya a los seres con los cuales convive y
se adecua a las nuevas condiciones. Insensiblemente va regresando el mundo
imaginativo, las sensaciones, los deseos, hasta entonces en quietud.
El monólogo interior resulta débil para vencer al tropel de sentimientos e
impulsos. Su mujer lo visita, no es ya tan sólo portadora de mensajes de su
familia o del escritorio del abogado, sino el ser capaz de callar sus deseos.
Producida cierta adaptación al medio, el ardor sexual contragolpea y el preso
se siente poseído por sensaciones e impulsos que hasta entonces
permanecían aquietados como producto del reposo precedente.
Todas las frustraciones, la retención de la libido, la fuerzas de los afectos en
conflicto, suelen producir una atmósfera cargada de sensualidad. Es necesario
apaciguar al instinto, ya que no hay posibilidad de satisfacerlo. La visión,
durante las visitas de las mujeres de otros presos, va agudizando la situación.
La sublimación del impulso sexual resulta muy difícil. Son pocos los que
pueden por caminos religiosos o místicos llegar a estos estratos. El autocontrol
se desvanece y es tarea vana reencontrarlo. Implica precisiones y un cierto
grado de auto represión que ya es difícil en la vida libre, aunque sí es más
sencillo canalizar energías acudiendo a otras formas de proyección y
realización humanas.
El temor al SIDA no resulta un elemento que sirva como inhibidor del deseo
contenido, salvo en contadísimos casos.
La selectividad penal lleva a las cárceles un gran porcentaje de seres que
debido a su extracción y falta de medios –pobreza estructural, marginación y
exclusión social- desconocen los peligros del SIDA pues no han sido
informados o no han prestado debida atención en su vida libre.
En libertad sus necesidades, sus valores, eran otros y no han sabido, no han
podido, o no han querido cuidarse. El placer sexual constituía una de las pocas
circunstancias de entera plenitud de sus vidas y no estaban dispuestos a
cercenar un ápice el goce mediante condones, por ejemplo.
Cuando el instinto sexual contragolpea el encierro la reacción suele ser
previsible. Casi siempre el preso primario se entrega a la práctica de la
masturbación. Pero hay ciertos casos en los que no se acostumbran o no les
ofrece suficiente satisfacción pues subyace el impulso del contacto carnal.
La situación del sentenciado es distinta. Por su mente pasan no solo las
apetencias sexuales insatisfechas, sino la implacable certeza de la suma de
días que le esperan sin contacto con una mujer (o a la mujer el contacto con
un hombre). Ello ahonda el problema dándole una dimensió n perdida para el
sexo.
El instinto sexual, que fermenta insatisfecho, agiganta los fantasmas sexuales y
adquiere una acentuada patología. En la celda de las prisiones de todo el
mundo hay casi siempre (a veces no es permitido) fotografías de mujeres,
generalmente modelos y participantes de porno show, en voluptuosa
posiciones. El visitante circunstancial asiente desde un ánimo de cierta
comprensión. Son las compañeras diarias del preso, simples papeles
convertidos en mudos coprotagonistas que agitan la imaginación y los desvelos
sexuales de sus habitantes. La abstinencia sexual involuntaria hace aguzar y
corromper la imaginación
Cuando se habla de SIDA en la prisión y, más aún cuando se llega a los
reclusos para trabajar en ese problema (médicos, paramédicos, enfermeros)
resulta imprescindible conocer ese mundillo con sus normas externas e
internas, quienes los habitan, como se manejan, cuáles son sus impulsiones y
formas de manifestación sexual. Circunstancias insoslayables para la
comprensión del tema y la planificación de programas preventivos y o
asistenciales.
La socióloga chilena Doris Cuper (p. 160), en su investigación sobre cárceles
de su país, indica: “Los internos estiman que entre un 20 y un 50% de ellos
tienen permanente relaciones sodomíticas, guarismos que varían dependiendo
de las facilidades que se le brindan para tener relaciones heterosexuales. Se
reconoce que esta cifra va disminuyendo, en atención al problema del SIDA.”
Expresa que un 92% reconoce tener apremiantes necesidades sexuales , en
tanto un 8% declara no tenerlas, controlarse o carecer de interés, e indica que
otras formas de alternativa de satisfacción sexual utilizadas por los internos
corresponden a:
“Masturbación solitaria o grupal: 58%; sueños (eyaculación nocturna): 5%;
abstinencia (en general religiosos):7%.
“En relación a la imagen que tienen del SIDA como enfermedad contagiosa, un
55% señala sentir temor, un 40% no tiene preocupación alguna y el 4% no
tiene opinión. El 1% desea contraerla para morir pronto”.
La sensibilidad mortificada por el ambiente y el exaltado deseo sexual van
carcomiendo al preso que para apaciguar su conciencia se refugia en la
certeza de que en la cárcel hay muchos que se “matan”.
Buena parte de los sicólogos y psicoanalistas han llegado de antiguo a la
conclusión de que entre la masturbación y la homosexualidad existen estrechos
vínculos y, en especial, cuando asume carácter de obsesivo e incontenible, las
fantasías parafílicas implican de cierto modo inconsciente una homosexualidad
inconsciente.
En un peldaño más alto y concreto de esta escala se halla la masturbación en
común o que suele conducir a la homosexualidad que el preso había
rechazado en algunos casos, con vehemencia y sentimientos de minusvalía.
Se trata del acto físico asociado en que la satisfacción erótica sucede y se
logra por la mano ajena. De ahí a la aceptación de actos homosexuales hay un
solo paso, pues existe una satisfacción específica del deseo sexual entre
individuos de igual sexo. En estos casos cabría aquello que señalaba André
Guide: “Solo se convence a los convencidos…”.
Desde el ancien régime penitenciario a la actualidad se termina alojando varios
presos en una misma celda, en un mismo cubículo, lo que se achaca al mayor
volumen de criminalidad. Se genera una agravante perspectiva de la que nadie
puede sustraerse: el ambiente hace que esos hombres deban desnudarse,
lavarse, vestirse, sufrir, la convivencia forzada, los olores, las mortificaciones
de toda índole, los unos de los otros.
Existe una cantidad de factores físicos, fisiológicos, psicológicos, que el
ambiente generaliza. Una atmósfera cargada de las ineludibles necesidades
del cuerpo: allí ellos deben descargar la vejiga y el vientre. Allí hallan la
suficiente comunidad moral, de lenguaje, de tono, mímica, el denominador
común de la maldición a terceros; la intimidad desagradable que adjetiva lo
previsible.
Hay reclusos que no pasan de la masturbación. Pero los que se entregan a la
masturbación mutua eliminan resistencia y crean una voluntad de contactos
más íntimos.
El sentido de “depósito” de estas cárceles se acentúa con la inclusión
indiscriminada de recientes ingresados, sin mayor selección que la aparente
que otorga la edad, o el estado sanitario o higiénico. Esta descripción halla su
ejemplo más típico, entre nosotros, en las cárceles de Villa Devoto, Caseros u
Olmos, similares a muchas otras de las provincias, y así en toda Latinoamérica.
Hay que transitar mucho las cárceles para conocer el “código de honor” que en
ellas se maneja. Nadie irá a delatar la relación sexual de compañeros de
infortunio que luego podrían ser castigados duramente.
El uso de los ojos y los oídos en la cárcel tiene otros parámetros y distancias.
Los temores son otros. Hay pactos insondables cobijados por el silencio: no ser
infidente de la autoridad o delator de algún compañero, “buchón”, “buche” (en
Chile, “sapo”).
Por lo demás no hay razones para mortificar al tercero, ni hacerlo testigo a la
fuerza… Siempre se hallará le situación propicia para esos contactos aún en
prisiones con régimen celular nocturno y trabajo diurno en común.
En el caso en que sean tres los alojados en una celda siempre existe la
posibilidad de que uno se ausente temporalmente, ya sea porque debe ser
conducido a tribunales, o va en capilla, o a la enfermería , o tiene visitas.
En estos casos los custodios están ocupados en mantener el orden de estos
traslados de modo que la situación queda expedita.

48. VIOLACIONES EFECTUADAS POR LA FUERZA


En estos establecimientos, llamados algunas veces “de tránsito” (aunque el
preso deba esperar por años el proceso y la sentencia), la aglomeración
humana da lugar a situaciones abrumadoras. Allí llegan los jóvenes inexpertos,
noticiosos del crimen, y son rodeados inmediatamente con halagos por los
veteranos. Éstos son los “lobos”, que con su protección, con el regalo de
tabaco, alcohol o alimentos tratan de seducirlos.
El recién llegado, desprovisto de todo, desorientado y lleno de miedos, puede
finalmente ceder a los deseos de su ocasional protector, pero por lo general se
rebela; entonces, en el momento oportuno, se pasa directamente a la violencia.
Se le “empuja”, como se denomina en la jerga carcelaria argentina a la
amenaza con zunchos, aún más filosos que los cuchillos, u otros objetos
cortantes, e incluso se hiere, hasta que cede.
La víctima se convierte en tentación y estímulo de homosexualidad de los otros
presos, algunos que nunca lo habían hecho, otros que fueron, a su vez,
violados en la niñez en reformatorios u otras cárceles.
En julio de 1968, el juez de Filadelfia, Alexander Barbierior, ordenó una
investigación al recibir una denuncia, de un joven procesado, de que fue objeto
de múltiples y reiterados ataques sexuales por parte de compañeros de
reclusión. Durante tres meses el fiscal y la policía de aquella ciudad se
dedicaron a la investigación que luego se dio a publicidad. Se refiere a tres
instituciones: el Philadelphia Detention Center, la House of Corrections y la
Holmesburg Prisión, y revelan que en el curso de dos años hubo por lo menos
dos mil violaciones de reclusos a manos de otros y que era común que lo
hicieran en grupos decididos a consumar su objeto 2 .
Dos autores estadounidenses, Weiss y Friar (p.10), refiriéndose a su país
afirman: “Ninguna biblioteca, ninguna librería, contiene un solo libro, ya sea
encuadernado o en rústica, que se ocupe íntegramente de la violación que

2
El “ladrón-ladrón” se refiere a quien ha hecho profesión del delito de modo exclusivo. El
prestigio sube si roba a los ricos, es decir, a miembros de las clases económicas media y alta..
Está mal visto, por inescrutables razones, robar a los pobres. Es una forma de “saber” y puede
tener consecuencias nefastas contra el autor de estos hechos, incluido la violación.
impera en nuestras prisiones. La violación cuando sucede en la parte libre de
nuestra sociedad, la airean ampliadamente todos los medios de comunicación,
pero los ataques de violación que cunden en todos nuestros establecimientos
penales, se ocultan a los ojos del público”.
Vega Santa Gadena (p. 54) informa que “muchachos son violados por las
noches en los penales del Frontón, Sexto y Lurigancho (Perú), y lo que es más
grave, el comercio que se practica con los reos primarios a los que se les pone
precio ya sea por los capazote -tasadores expertos de carne humana -o por
algunos corruptos vigilantes de prisiones, que permiten esa subasta,
interesados en el tanto por ciento de comisión, a fin de que el mejor postor se
lleve su presa”.
Doris Cooper (p. 22 y ss.) refiere que en las cárceles chilenas el peor agravio
es ser señalado como “caballo” (porque ha sido montado o se deja montar)
mientras que a los homosexuales definidos los llaman “maricones”. Los
“caballos” son “fabricados”. Los ladrones (pertenecientes al hampa) denominan
esta fabricación como “cortar carrera”. El rol del caballo implica ser utilizado
sexualmente en forma obligatoria; es decir, supone poder ser montado, de allí
el concepto. Los caballos pueden ser personales de una carreta completa. En
este caso pueden ser utilizados por varios internos.
“Asimismo pueden ser prestados, cambiados por otros objetos de uso e
incluso enviados a ganar dinero o conseguir algún elemento para la
supervivencia del protector.”
“Como puede apreciarse, en este ámbito existe un verdadero tormento que
genera todo un drama en estos sujetos; más aún cuando se encuentran
imposibilitados para dar cuenta de su situación o delatar tales arbitrariedades
atendidas las altas posibilidades de perder la vida”
Las formas que indica Cooper para forzar a un recluso y convertirlo en la
actualidad en “caballo” o siquiera violarlo, no difieren de lo que ocurre en
cárceles de otros países, pero agrega otras mediante drogas. En especial la
“chicota”, que es el sicofármaco funitrze-pan, molido e inhalado o bien
combinado con alcohol que deja a la víctima en estado poco menos de
indefensión. Se lo proporciona con el mate cocido o cualquier otra bebida. Se
utiliza también la marihuana.
“Otra manera de proceder al abuso, es la utilización de la sorpresa, apañándolo
con frazadas, de forma que no pueda defenderse y tampoco le sea posible
identificar a sus autores”.
Se refiere también a casos en que se busca humillar a la víctima, lo que en la
jerga chilena se denomina “montarse una máquina”. Se trata del recluso
sindicado, frente al resto de la población, de haber actuado de “sapo” ante los
funcionarios o haber sido “roto” o violado anteriormente en otros penales. Claro
que estos procedimientos no pueden ser utilizados contra un “ladrón-ladrón” y
menos aún un pesado asaltante que posee su cartel carcelario 3, pues si en

3
A mediados de 1994, en oportunidad de visitar junto a algunos alumnos mexicanos la prisión
de Texoco, que lamentablemente lleva el nombre del maestro, Alfonso Quiroz Cuarón, cerca
del distrito federal de México, un recluso se auto infirió un tajo en el brazo en mi presencia con
total tranquilidad. El hombre entendió que yo era un funcionario de Derechos Humanos del país
hipótesis “se viera frente a situaciones como las descritas, deberán luchar
hasta la muerte; por lo demás, se sienten amparados por el código ético del
hampa”.
Estas situaciones sexuales ocurren en muchas prisiones del continente
americano y en otras latitudes, aunque siempre habrá funcionarios que se
atrevan a negarlo y despuntan su ignorancia o su convivencia.

49. RELACIONES HOMOSEXUALES.


En todas las cárceles existen cierta tipología de homosexuales que desde su
ingreso, provocan desembozadamente a otros reclusos proponiéndoles, incluso
por precio, relaciones sexuales. El encuentro entre dos sirve para despertar
tentaciones. El sueño no sustrae de rumores y, a veces se es testigo. Nadie
protesta ni amenaza con avisar al guardia para impedir el hecho. ¿Por qué ser
responsable del silencio si todos callan? Y cuando se habla del silencio se
incluye el de los celadores y funcionarios. Además, ya está dicho, no se puede
correr el terrible riesgo de ser delator.
En las cárceles hay una tipología ostentosa de homosexuales conocida por
todos sus habitantes. Otros son antiguos compañeros de algunos reclusos
desde la época de los reformatorios, cuando eran adolescentes y fueron
sometidas a esas prácticas.
Hay quienes son o devienen homosexuales obedeciendo íntimos mandatos
personales, síquicos, emotivos, afectivos y suelen unirse en parejas estables. Y
los que se podría denominar ocasional, llegaron a esta situación por la
violencia física que se ejerció sobre ellos hasta que debieron hacer elección de
uno de sus victimarios, para que ello no vuelva a ocurrir.
Indica Escaff Silva (p. 34) que en Chile los homosexuales son habitualmente
aislados o segregados del resto por los funcionarios de los penales, “…en
especial para evitar que sean utilizados por los internos. Cuando este objeto no
se logra plenamente se integran y forman parejas con internos no
homosexuales, aliv iándose en esta forma la tensión sexual de ambos”.
En el espectral presidio de Sierra Chica, hace años, los homosexuales
detectados fueron alojados en régimen celular en un pabellón de aislamiento.
Tiempo después, la superoblación llevo a reunir a dos o más en la misma
celda… y, finalmente, ingresaron heterosexuales en ese pabellón, y la
homosexualidad volvió a expandirse.
Hay homosexuales reprimidos que, tal cual ocurre en la vida libre, no se
proponen contactos y se resisten con todas sus fuerzas. Podría ocurrir que el
medio ambiente carcelario con su inevitable promiscuidad, exacerbe o
desinhiba a estas personas. Resulta obvio que nada tienen en común con
aquellos provocadores que proponen la relación sexual por dinero, por
protección o simple atracción a unos y otros. Habrá que distinguir a la violencia
sexual, sus victimas y victimarios, pero también a los homosexuales que se

y quiso con tal medida, llamar mi atención (¿cosa que logró, y cómo!) para formular una
protesta.
sienten atraídos o confluyen a una relación aceptada y estable que muchas
veces continúa fuera del encierro.
Otra cosa muy diversa es la desviación forzada o finalmente consentida
mediando fuerza y amenazas de todo tipo. Quien ha debido sucumbir a la
prestación sexual por esos medios va a sufrir perturbaciones graves en su
personalidad y en el psiquismo sexual al recuperar la libertad.
Hay presos heterosexuales que tienen contactos sexuales ocasionales con
personas de su mismo sexo. Otros para los cuales la penetración anal o
bucogenital son corrientes y luego volverán a ser heterosexuales fuera de la
prisión.
En ciertas prisiones del Continente, adictos a las drogas, mini traficantes para
su propio consumo o facilitadores a título gratuito son forzados. Otros han
aceptado la relación homosexual. Es que hay aviesas publicaciones que
combinan la ingestión de drogas con orgías sexuales y corrupción. Y hay
adictos que con ingenuidad, situados en el limbo de la no beligerancia, suelen
referirse a las drogas como influyentes directas de la mayor o mejor actividad
erótica que describen con minucia en la cárcel, despertando una fuerte
sexualidad y, de modo inconsciente, a ellos mismos con objetos de esa
sexualidad.
En ocasiones, del modo más agazapado y violento, ocurre el ataque sexual a
algún preso marcado de antemano. La ley intracarcelaria ordena el
escarmiento cual una forma deliberada de hundir a la victima en la abyección.
Son formas de venganza por “cuestiones morales”, acciones balsámicas
inherentes a la “hombría”, con lo cual se pretende escarmentar a la victima,
humillándola hasta lo indecible. Se trata de la venganza frente a un delator o
alguien alojado por cometer delitos contra la libertad sexual de mujeres o niños
o de quien, en la vida libre, fue policía o perteneció a algún cuerpo de represión
o, más simplemente, vistió uniforme.

50. CONTACTOS HETEROSEXUALES FORMALES E INFORMALES


En buena parte de las cárceles de América hay modalidades de actividad
heterosexual informal (más allá de normas y reglamentos) que resulta
conocida, tolerada y amparada por ciertas razones, aunque se suele argüir la
de la humanidad.
Hay funcionarios que explican que es una realidad que no se puede negar y
que hay que admitir para no sembrar vientos… pero, está claro todo tiene un
precio; saben los reclusos que en varias cárceles argentinas –tal cual ocurre en
otros países del continente- a un coste, según sus posibilidades pueden tener
contacto sexual con su mujer y, en ciertas cárceles, con amigas o con
prostitutas.
Cuando no existen habitáculos para recibir las visitas sexuales, la relación
puede realizársela en la propia celda, todo se reduce a un pro blema de costos.
Se han conocido casos en que el contacto ha tenido lugar en oficinas
administrativas o aún en los baños.
La astucia del preso y el silencio de custodios, y en ocasiones de funcionarios
se coligaron para el logro de las relaciones heterosexuales, pese a la
posibilidad de castigo.
Elias Scaff Silva (p.47) lo informa con total claridad: “no obstante la existencia
de castigos y restricciones… el contacto sexual es una realidad y se realiza de
manera ocasional y en forma subrepticia. Es común la utilización de sillones de
diversos tipos que permiten la realización del coito sin ser detectados por los
gendarmes o de ser así se practica con su consentimiento tácito que de algún
modo evidencia la solidaridad humana de éstos.
En la cárcel de Olmos en la Prov. de Bs. As., en la de Devoto de la capital y
otras del interior del país, son conocidos casos de relaciones sexuales durante
las visitas en que los contactos se efectúan en el patio o en locales. Se forma
una suerte de biombo humano de presos y visitantes que, solidarios, ayudan
para que detrás de ese biombo, la pareja pueda verificar algún tipo de relación
sexual. Hay guardias que parecen distraídos. Algunos por una suerte de
caridad comunicativa, otros por precio. Pero el método más utilizado, siempre
que no medie una cerril prohibición, es la de carpas armadas con mantas
(“armar el embrollo”) colocadas por los presos en el patio destinado a las
visitas. Dentro de esas carpas se verifican relaciones sexuales.
Hace unos años el entonces subsecretario de justicia de la Prov. de Bs. As.,
Joaquín da Rocha, que impulsó un proyecto de visitas íntimas, se refirió con
inédita sinceridad sobre este tema: ”Los días de visita podían derivar en
cordones de presos que ocultaban a alguna pareja haciendo el amor y
fomentaba, además la corrupción, porque las coimas a los carceleros para
gozar de un lugar más íntimo eran habituales “. (“Clarín”, 7/4/91). Instauradas
las visitas, tanto en un orden nacional como provincial, esos hechos
continuaron ocurriendo pues las cárceles, es obvio, se pueblan también con
solteros, divorciados y viudos con igual apetito sexual que los casados y
amancebados y con edades similares, entre los 18 y 35 años.

51. LA LLAMADA VISITA ÍNTIMA, CONYUGAL O HIGIÉNICA.


La respuesta más conocida para resolver la cuestión es la de permitir al
condenado y eventualmente al procesado (México, Argentina) contactos
sexuales con el sexo opuesto mediante la denominada visita íntima o conyugal.
Consiste en permitir el ingreso de la esposa del condenado, previa solicitud de
éste y el acuerdo de ella, a la celda o a un recinto preparado para tener el
contacto sexual. Las autoridades del penal expiden el comprobante al cónyuge
que deberá, en adelante, mostrarlo en la recepción cada vez que se presente a
la visita íntima y deberá someterse a las revisaciones médicas y cacheos que
con carácter periódico se le practiquen.
De esa manera, en días y horas previamente determinados deberá concurrir a
recintos preparados para esas visitas, que también se las denominará
higiénicas, en la prisión.
El recluso es sometido a periódicas revisaciones médicas a fin de verificar si es
portador de enfermedades venéreas que hubiese contraído en la relación o
padece VIH- SIDA.
La práctica de las visitas conyugales demostró, a poco andar, la necesidad
perentoria de extenderla a quien no tuviera legítima esposa. Se sumaron las
concubinas que acreditasen de modo fehaciente esa condición por la
continuidad del ligámen.
El criterio debió ampliarse por una suerte de justicia distributiv a. Es que
solteros, viudos o divorciados o separados de hecho, requerían satisfacer su
necesidad sexual. De ahí que, en algunos establecimientos penales, se
permitió el ingreso de prostitutas (Prov. de Corrientes).
Se han conocido casos de mujeres que van a visitar a un preso y comienzan
una relación amistosa que culmina siendo amorosa con otro. Da la impresión
que el amor nada tiene que ver con estructuras edilicias o de papeles
legitimantes. De allí que la ley procesal ha sido ampliada en su concepto inicial
por la reglamentación, y hoy, en ciertas circunstancias y con ciertas
prevenciones médicas arriba señaladas, se permiten, de un modo más laxo,
esas relaciones. En el párrafo 59 se trata con mayor amplitud estas cuestiones
referidas en el caso a la legislación en vigencia en nuestro país.
Por cierto que, tal como ocurre en México, Chile, Uruguay, Brasil y otros países
y también en las Prov. de Córdoba, Salta y Corrientes del nuestro, los reclusos
tejen relaciones ficticias para tener una descarga seminal. Se han constatado
casos de amenazas mortales a otro recluso para que la hermana responda a
estos tipos de visita.
En algunos casos, según ocurre con los chicos violados en los reformatorios,
se advierte un definido sentimiento de venganza, de ira, de silenciosos
rencores que los lleva a: “a hacer con otro lo que una vez se ha hecho con
uno”. Formulación draculiana irreal consistente en la necesidad de reinventar lo
irracional e incluir sus excesos.
Un buen número de delincuentes ha sido violado en el encierro donde siendo
jóvenes, cumplieron sus primeras condenas. Es allí donde se producen hechos
de abrumadora crueldad que no es preciso reafirmar, ningún juez desconoce.
La violación es diaria y corriente. Los más chicos o más débiles son los “minos”
en esa corrupción sexual.
En una de las tantas rebeliones de presos en Olmos se supo que cuando los
reclusos tomaron el control de la cárcel, algunos marcharon de inmediato al
`pabellón de chicos y se dedicaron a violarlos y a otros abusos sexuales.

53. EXPERIENCIAS EN LOS ESTADOS UNIDOS.


Ya se ha señalado – párrafos arriba- los problemas que suscita el sexo en las
cárceles de los Estados Unidos. Algunos de sus aspectos han sido encerrados
con envidiable realismo, en especial la ayuda a los reclusos objeto de violencia
sexual. Se ha creado una ONG de carácter nacional denominada STOP
PRISIONER RAPE dedicada al combate de asalto sexual a presos y la
asistencia a los “sobrevivientes”. El fundador y actual presidente de la
institución, Stephen Donaldson, como todos los miembros de su dirección, son
hombres que han sido violados en las cárceles.
En un articulo publicado por “The New York Times”, el 29 de diciembre de
1993, Donaldson, luego de señalar que es este un tema que se mantiene
silenciado pero que debe ser puesto a la luz del día para conocimiento de la
opinión publica y para resguardo y ayuda a la victima –en especial, con
respecto al problema del VIH-SIDA– explica que el número exacto de presos
asaltados sexualmente es desconocido. Empero, sobre la base, de dos
décadas de encuesta se estima que más de 290.000 hombres son asaltados
sexualmente tras las rejas cada año en los Estados Unidos. (Cabe recordar
que la población actual de presos se acerca a los dos millones). Se trata de
una condición establecida y considerada por los presos como una manera
legitima de “comprobar la hombría”, a la vez de satisfacer deseos sexuales o
en oportunidades una forma brutal de demostración de poder.
“Una vez victimizado el hombre preso es marcado como un blanco continuo
para el asalto sexual y se encuentra sujeto a ser forzado por múltiples
asaltantes y, en consecuencia, suele prestar sumisión a uno o más hombres
como moneda de cambio para ser protegido del resto.
“Hace veinte años yo fui asaltado sexualmente por múltiples asaltantes
mientras estaba en la cárcel con un cargo por el que luego fui declarado
inocente (Fui arrestado por participar en una marcha y acción religiosa
cuáquera en la Casa Blanca para protestar por los bombardeos a Camboya).
Pronto aprendí que las victimas del asalto sexual presidiario eran, como yo,
usualmente los mas jóvenes, más pequeños, los no violentos, los que están
presos por primera vez y los acusados de crímenes menores.
“Si un preso es de clase media, no tiene experiencia de la calle, no está afiliado
con una pandilla, no es parte del grupo étnico o racial que domina su
instrucción o esta en la cárcel de una ciudad grande, es probable que será un
blanco”.
Según se advierte por medio de estas manifestaciones, ciertas escabrosas
situaciones son patrimonio de las cárceles de todo el mundo, así se trate de un
país rector. El afán reprimido de obrar, los impulsos sexuales y la nombradía o
cartel carcelario proyectan, junto a otras circunstancias ya analizadas,
situaciones de extrema perversión moral.
Las victimas son heterosexuales a quienes se pretende llevar a un papel sexual
pasivo. Pero también los reconocidos como homosexuales pueden ser
forzados.
Explica Donaldson por que en la institución que dirige, se habla con toda
determinación de “asalto sexual homosexual” e indica que ello no suele ocurrir
en las prisiones femeninas de su país en que las reclusas “son más propensas
a ser abusadas por guardias”.
Señala que aun existe el silencio plagado de temores pero que la presencia del
SIDA fue un detonante que rompió viejos tabúes. Ello llevó, en julio de 1993, a
la Corte Federal de Apelaciones para el Circuito Once a impartir una orden al
GLADES CORRECTIONAL INSTITUTION de BELE GRADE, Florida, para
establecer un programa de entrenamiento para educar a sus empleados acerca
del asalto sexual en las prisiones. Dicho programa fue el primero que se
conoció en Estados Unidos. En sus fundamentos se señala que el estudio y
discusión de los problemas “es un asunto de vida o muerte en estas épocas de
SIDA”.
La STOP PRISIONER RAPE, al margen de la ayuda, que presta a millares de
presos, se opone a que estos delaten a sus victimarios. Es que conoce y tiene
muy en cuenta los códigos de la vida carcelaria y que las represalias pueden
resultar ferocísimas. “Si dices que fuiste asaltado sexualmente o presionado
sexualmente, debes estar preparado para la presión que ejercerán los
empleados para que des los nombres…y, en otras palabras, corres el riesgo de
ser un “soplón”. Lo que debes pedir es un tiempo de segregación o ubic arte
bajo el disfraz de la llamada “custodia protectora”. (“Patear la reja” en la jerga
carcelaria de Buenos Aires).
Resulta singular que en los consejos generales que proporciona a los presos,
se les enseñe la manera de hacer saber a los empleados carcelarios sobre el
asalto sexual sufrido o como convencerlos para que les presten ayuda (cambio
de alojamiento o atención médica), sin denunciar al o los autores del asalto
sexual.
La idea que predomina es que las chances mejoran cuando los empleados
consideran al violentado sexualmente una victima. “Por ejemplo, puedes
decirles, simplemente, «no soy mujer», sin señalar a quien te está
posesionando o te fuerza”.
La instrucción preconiza: “A pesar de cómo te sientas por dentro, cuando
trates a un empleado tienes que rechazar cualquier implicación y demostrar
que la victimización sexual a que has sido sometido, no es algo que te haga
sentir particularmente avergonzado, que no te hace ser un ciudadano menos
valioso o que eres culpable”. En una palabra, asumir la situación y dado que
deberá vivir en el encierro buscar el mejor modo de causarte las menores
lesiones físicas y psicológicas posibles.
Se resalta que el hecho de que no poder resistirse a delincuentes violentos que
actúan de modo conjunto o separado (violación múltiple o individual), no
implique perder autoestima, que eso se trasunte en actitudes concretas para
que, de ese modo, los empleados lo respeten o, al menos, no lo confundan. No
permitir que el personal carcelario “te clasifique erróneamente como
homosexual, aunque te hayan descubierto teniendo sexo. Se especifica en ese
aspecto que los homosexuales tienen el mismo derecho de evitar que el sexo
sea forzado sobre ellos tal cual ocurre con los heterosexuales”.
Se advierte en los casetes y folletos que s e hacen llegar a los reclusos víctimas
que los solicitan o que el sacerdote o algún educador señalan para ser
instruidos, que resulta común que los empleados desconozcan las situaciones
que debe enfrentar un violado en la cárcel. Para el caso que éste no s e atreva
a hablarles, la SPR, a su pedido, puede entrevistar a dichos empleados.
Los consejos que proporciona la SPR son tan minuciosos como elocuentes.
Entre ellos, que el recluso utilice ante su o sus violadores la “amenaza de
registrarte” que implica P.C. (pedir custodia) a fin de ir a vivir aislado en una
celda en un enclave especial del establecimiento. Se trata de utilizar esa
amenaza como un punto de negociación pues “si alguien te quiere usar
sexualmente pretende mantenerte allí donde él esta”.
Si el violador no hace caso a la amenaza o la ignora, el consejo estriba en
registrarse e irse durante un tiempo y luego, con el tiempo, optar entre
quedarse a vivir solo o volver. Si no se soporta la soledad y se hace preciso,
por ese u otro motivo, regresar al pabellón común, lo que significa –de hecho–
reiniciar la relación sexual, imponer condiciones. Exigir protección y una
manera única de realizar actos sexuales, por medio de la fellatio que, según se
advierte, aparejaría una menor posibilidad de contraer SIDA.
Los consejos cuando de precaverse del SIDA se trata comienzan con la táctica
aceptación de que el problema sexual existe en las cárceles y es preciso
exponerlos. De allí que la STOP PRISIONER RAPE expresa, con un lenguaje
que no ahorra palabras, las verdades especificas de hombres violados que han
pasado años en prisión. En especial para quienes pretenden regresar y vivir
con la población común. Se explica que antes de llevar a cabo la decisión, no
dejen de escuchar el audio-casete “Como ser un sobre viviente” publicado por el
Stafer Society Program. “Pregúntale al psicólogo o al sacerdote si en tu prisión
tienen una copia. De no ser así, SRP te la puede remitir gratis, si lo pides.
Debes hacer arreglos para que te lo enviemos por medio del psicólogo o el
sacerdote y que te permitan verlo y escucharlo”.
La idea de sobrevivir surge del análisis que se efectúa de la situación de
depresión y la habitual idea de matarse del que ha sido violentado
sexualmente, por un lado, y, por el otro, de la posibilidad cierta de contraer
SIDA. Frente a la situación de privación de la libertad que se le impone por la
ley, la expresión sugerida es: “Estoy muy feliz ahora que no cedí a la tentación
de matarme”, y de inmediato el consejo: “Tener un papi es mucho mejor que
ser asaltado sexualmente por muchos, así que no tengo que pedirle perdón a
nadie por eso. Tú haces lo que tienes que hacer para sobrevivir en tu pabellón.
No puedes dejar de ser tu mismo y comportarte como un ser humano por un
cambio que te impongan por la fu erza”.
Se habla de la “pareja protectiva”. El esquema parte de lo que debería hacer un
preso para sobrevivir y se le quitan culpas por la relación sexual a la que fue o
está forzado. “Tu no eres legalmente o moralmente responsable por ello; estos
compromisos que asumes son temporales para tu sobreviva. Hasta puede ser
una ventaja el sexo oral al que debes propender para que los hombres con los
que tienes que tratar estén satisfechos con eso. No te sientas culpable, solo
estás tratando de salvar tu vida.
“Además con esa propensión puedes limitar tu involucramiento sexual a las
formas menos riesgosas poniéndote en pareja con alguien que no le gusten las
agujas y que se va a satisfacer con mamadas de verga o que por lo menos use
condones para sexo anal y sino hubiesen condones disponibles estarás mejor
con él (si piensas que no es utilizador de agujas) que quedar expuesto al asalto
sexual por múltiples asaltantes. Además si estas con alguien es posible que
sea gentil y no te cause heridas sangrantes. Si tu papi insiste que te prostituyas
pelea duro para limitarlo a sexo oral y, si es necesario, apela a su egoísmo
para que te mantenga solo para él. 4
“El SIDA es algo que todo sobreviviente de asalto sexual debe tomar en
cuenta. Un enfoque inteligente del problema implica que no te tienes que
infectar, aunque tengas sexo regularmente tras las rejas. Debes tener extremo
cuidado”.
4
Para informarse sobre SIDA aconseja hacer llamadas los martes y jueves de las 3 a las 8 PM,
al (212) 674-0800 o escribir a Osborne Association of New York, 135 E. 15 th. New York, NY
1003.
Transcribo las normas específicas de esta singular institución y alguno de los
conceptos que la presiden:
“El problema del Sida es uno de los más cruciales aunque difícil de ser
encarados por los presos sobrevivientes del asalto sexual, porque puede
convertir una corta detención en una pena de muerte sin que el juez sepa
jamás de ello. Pero no hay razón para tener pánico. Si estás en pareja con
alguien debes limitar los riesgos de contraer SIDA. El virus VIH (que según la
mayoría de los científicos causa SIDA) es trasmitido de sangre a sangre o de
semen a sangre. La transmisión sexual generalmente ocurre de pene a vagina
o a ano, del activo al pasivo, no al revés.
“No está de más suponer que cualquier recluso que te fuerza sexualmente no
ha sido penetrado él mismo. Así que, en principio, puedes asumir que cualquier
hombre que te penetra es probable que es limpio o libre de VIH salvo que haya
utilizado agujas sucias en el pasado. Si tienes la opción trata de evitar a los
hombres que han usado agujas para drogas en el pasado o que siguen
haciéndolo.
“Sexo anal pasivo con un asador de agujas es actividad sexual del más alto
riesgo y debe ser evitado siempre que sea posible. Un asalto sexual anal es
probable que te cause la infección, estas expuesto, así que trata de evitar el
sexo anal con múltiples personas. La situación más peligrosa de todas es si tu
ano esta sangrando, porque eso le da fácil entrada al virus a tu corriente de
sangre. Así que trata de usar un lubricante o grasa o crema para minimizar el
daño a tus partes internas delicadas.
“Estos consejos no tienen el sentido de cooperación o de consentimiento con el
victimario o con el acto violatorio en sí, solo son medidas de sentido común
para tratar de salvarte la vida.
“El sexo oral tiene un riesgo comparativamente insignificante o ninguno, solo
que tengas un corte o una herida abierta en tu boca. La saliva ataca al virus y
los ácidos del estomago lo destruyen. Así que si tienes la posibilidad de
escoger en una situación donde tienes que “mocharte” sexualmente, trata de
limitar las cosas a la relación oral.
“Si tienes que aceptar penetración anal, insiste en el uso de condón si hay y
urge al personal médico para proveer condones informalmente. SPR considera
que la prohibición de condones en el encarcelamiento es una forma de
asesinato apoyada por el gobierno”.
“Si piensas en esto, verás que en muchas situaciones te conviene más
consentir a hacer algo (masturbarlo, aceptar el sexo oral o que te penetre por el
ano con condón), en lugar de resistir hasta ser vencido y forzado a aguantar
sexo anal sin protección de uno o muchos hombres. Puedes sentir que debes
resistir al fin, pero eso pondría en peligro tu vida”.
Esta institución y los consejos que propicia intenta, con crudo realismo,
exponer entre ripios y aciertos un problema que se oculta o no interesa a los
gobiernos, frente a los ojos de todo el mundo. Varios de sus folletos figuran en
Internet, sin olvidar que son los actores del drama quienes intentan dar pautas.
La inteligencia conmovida o la pasión del conocimiento puesta al servicio de un
problema tan ríspido; la utilización de todo el léxico para expresarlo, en fin, esta
muy lejos de la postura de funcionarios que niegan estas cosas o las callan.5

54. CUANDO LOS PRESERVATIVOS SON INNECESARIOS.


Hay funcionarios que no quieren admitir situaciones como las descriptas en los
párrafos precedentes y señalar que en las cárceles ya no existe ese tipo de
problemas, que han sido erradicados (no se sabe muy bien como se podría…).
Nos hablan, desde su aparente ignorancia, desconocimiento o de su mala fe.
En las cárceles las vejaciones sexuales son siempre silenciadas cual una
fatalidad insuperable.
En la Argentina los encargados de la dirección y la seguridad en las cárceles
indican que la reclusión, por sí sola, no define riesgos de exposición al VIH.
Que el riesgo proviene, o esta determinado, por la infección que los reclusos ya
traen y, en todo cas o, admiten por lo bajo, la frecuencia con que efectúen
practicas “de riesgo” entre infectados y no infectados. La primacía, en cuanto a
la transmisión, según ellos, se debe al uso de jeringas y agujas por los adictos
a drogas inyectables. Cuando se les pregunta sobre las situaciones sexuales,
intentan minimizarlas: “No, ya no es como antes… las cosas han cambiado en
el encierro”. “Desde que existen visitas conyugales no hay mas violencias
sexuales”. Y cuando la pregunta es disparada con respecto al SIDA y a l
posibilidad de contagio, entonces es posible advertir otras formas de
escamotear la realidad: “La mayor parte de los que se contagian es siempre
por drogas”.
Aunque resulte de inapelable dureza, habrá que decir que los directores y
empleados de las cárceles saben y mucho sobre estos escabrosos problemas,
pero por lo general se han decidido por no hablar sobre ello o escapar de
realidades que forman parte del encierro como las rejas o los candados…
Existen también quienes han optado por tolerar la situació n sexual, tal vez
sabiendo que algunos funcionarios la propician, pues así el penal estará mas
calmo y será de mas fácil manejo, y, por ende, ocasionara menor trabajo.
Funcionarios y, tal vez, guardias aunque sepan de actos de sodomía y
violación, jamás hablaran de ello porque revelarían negligencia criminal. Podría
costarles su puesto un juicio penal. He constatado la renuencia, asombro y
negación frente a la posibilidad de repartir profilácticos de forma gratuita a los
reclusos. Es que ello significaría una aceptación de que existen situaciones
sexuales violentas o amañadas. Su “instinto” les hace saber de su

5
. Stop Prisioner Rape, Inc., 7 333 North Avenue 61-4, Los Angeles, CA 90042. Send email to:
information (a) spr. Roger Woods, Webmaster, webmaster (a) spr. Con respecto al P. C.
“Custodia protectora”, se explica que es una manera de registrarse a los fines de preservar
derechos, implica en cárceles estadounidenses un encerramiento celular de 23 horas al día “y
recibes comida (usualmente fría) en charolas, sin posibilidad de escoger o recibir segundas
porciones”.
Han ocurrido casos que demuestran que ni siquiera el P. C. es seguro: “Alguien que ha
decidido registrarse porque tiene pendencias con una pandilla y esta en una celda contigo
puede ser tan violento como cualquier preso en la población y puede no tener el más mínimo
escrúpulo de apresurarte y forzarte sexualmente en una situación donde no te puedes escapar
de él”.
responsabilidad penal y administrativa, al no impedirlas o, al menos, no
denunciarlas, lo que puede acarrear consecuencias.
El esquema ecuacional sería el siguiente: relaciones homosexuales en parejas
estables o promiscuas o por violación, existen. También sexo heterosexual de
carácter informal durante las visitas y que se efectúan de manera
aparentemente subrepticia en los patios de recreo, en las celdas, en oficinas…
Si se acepta la necesidad de condones para prevenir la transmisión de
enfermedades infecciosas, en especial del SIDA, se está admitiendo de hecho
la existencia de las relaciones homosexuales, e incluso heterosexuales,
subrepticias, y ello implica, según los casos, inobservancia de los deberes del
funcionario y, acaso, encubrimiento de delitos de violación. El silencio implica
que no se labraran sumarios administrativos por esos hechos…
De tal modo se oculta la situación como a un cáncer que se desea olvidar. Solo
que el cáncer aquí se denomina SIDA. Y que la enfermedad se transmite en las
cárceles por las facultades que otorga el ambiente y la desaprensión y falta de
conocimientos de funcionarios mas adscritos a sus sueldos y silencios que a la
prevención del contagio entre presos.
No serán las víctimas las que se suban a la plataforma y denuncien la
situación. De modo que si quienes tienen que hablar silencian; si los que
gobiernan las prisiones cierran sus ojos, jueces y fiscales se siente n impotentes
ante hechos que los abruman, pero no demasiado; y, en una palabra, la opinión
pública (o publicada) cada vez participa menos, y si lo hace confunde… se
deberá llegar a la conclusión de que las tropelías y violaciones forman parte ya
de un folclore carcelario que habrá que aceptar como una verdad kantiana tan
insuperable como los barrotes de la celda, los protones y puertas, las almenas
que dan apariencia de fortaleza inexpugnable al establecimiento y las caras
tristes y grávidas de temores de funcionarios y celadores.
Todo converge hacia un mismo terror.
Siempre habrá quien sostenga que las prisiones deben ser férreas y no hay
que disfrazarlas como lugares en que el penado trabaja y se mejora. Arranques
dialécticos y golpes de pecho: ¡Quién las hizo que las pague! Habrá también
quien diga que la perspectiva de muchos años sin mujer es disuasiva al delito.
Y por ello resultan intimidantes las violencias sexuales a que se ven expuestos
los reclusos. Además, si el infierno termina siendo tibio, ¿qué clase de infierno
es…?
En la medida en que sigan existiendo cárceles de extrema seguridad y el SIDA
siga minando la vida de reclusos, además de educación prevencionalista
habría que impartir – por personal altamente calificado – conocimientos a los
reclus os que nunca antes recibieron en libertad; se les entregue gratuitamente
preservativos tal cual ocurre en España, en Chile y otros sitios del mundo,
siguiendo las normas trazadas por la Organización Mundial de la Salud (1987).

55. LA ADICCION A LAS DROGAS ENDOVENOSAS


Lo cierto es que insiste en que la forma más común de transmisión de la
enfermedad en nuestras cárceles, es mediante el uso de jeringas y agujas que
sin la menor asepsia circulan de vena en vena. En otros países no he reportado
tal creencia. Admitirlo, es bastante. Aunque no se sepa como traspusieron los
muros del penal drogas, jeringas y agujas.
Hay casos de jeringas fabricadas en las cárceles y como en un ritual admitido
la aguja acude de vena en vena. Un lenguaje donde no caben desconfianzas o
miedos (o estos se aceptan) como parte de este ritual o de la confusión que
causan las propias drogas.
Lo que se omite es explicar como llegaron drogas y agujas y, mucho menos,
quien y como las ingreso. Eso se endilga a los familiares y amigos de los
detenidos y, para avivar la memoria de los resortes, cabria entonces una
pregunta de rigor: ¿y la vigilancia?
El alcalde Miguel Ángel Matosian, que es jefe de la oficina de SIDA de la cárcel
de Villa Devoto (U-2), indica “que el contagio es en el 90% de los casos por
jeringas o promiscuidad sexual, divididos en el 50 % de contagiados por
inyectarse y el 40% restante por vía sexual. El 10% restante es a través de una
pareja infectada de VIH” (“La Nación”, 2/10/97).
En estas formas de inyectomía no hay amor como puede ocurrir con la
homosexualidad o la bisexualidad. Solo formas grupales de huida o bienestar
en que la tierra se convierte en una esfera de tentaciones, mas allá de la
muerte.
Dan tan solo menguados datos estadísticos pero nada dice de cómo el preso
se hace de todos los elementos.
Son los malos funcionarios y celadores los que suministran, por precio, la droga
en cuestión.

56. LOS CORTES


Subsiste en nuestras cárceles una tradición “canera” que he descrito en La
sociedad carcelaria, 4ª ed., p. 81, que consiste en infligirse cortes en especial
en brazos (interesando las venas) e incluso en el cuello.
En una época era usual hacerlo en el estómago y pelvis.
Se trata de presos pertenecientes a la “pesada” y esas cicatrices dan “cartel
carcelario”, pues constituyen un timbre de honor. Solo las lleva “alguien que ha
sufrido”. Y eso siempre se debe respetar.
Constituyen también una forma de expresar expansivos y alegres sentimientos
de liberación. En la lunfardía se dice: “está para cortarse…” si es que algo, una
sentencia, por ejemplo, sale bien o “¡si se hace, me corto…”! en el logro de
algo inesperado cual una gratificación.
Se las inflige con cuchillos o con “sunchos” hechos con flejes de cama y
mango de madera sumamente filosa y también, cuando se los logra, con viejas
hojas de afeitar. Hay casos de cortes en masa. Se van pasando los cuchillos y
se cortan, a veces unos a otros, como una forma de llamar la atención, de
protesta colectiva. Existieron casos en que se impuso el temor a la
recriminación del grupo o a pasar por cobarde si no se cortaban.
Cuando se estudio en un principio estos cortes, los criminólogos positivistas y
sus epígonos hablaron de síndromes degenerativos de la personalidad. En
realidad, sin perjuicio de que por su naturaleza puedan ser vistos como
pequeños homicidios en cuotas, donde prevalece el instinto de muerte de que
hablo Albert Camus, se trata de formas de protesta individual o colectiva y, en
algunos casos, de “pagar alguna culpa”. Cuando esto ocurre asume una forma
de autocastigo por alguna oscura hostil circunstancia. Entonces el involucrado
en el caso se corta para demostrar su arrepentimiento (sin decirlo) o para evitar
una represalia castigo. En otras ocasiones se busca intranquilizar a los
encargados de la seguridad del penal.
Los reclusos que no se cortan señalan que “con pasmosa tranquilidad, como si
estuvieran hablando o comiendo, se los ve infiriéndose terribles tajos”.
Es común oír decir “el hombre que se cortó se tranquiliza”.
Cuando se suscita una discusión entre dos “pesados” que son amigos y que
pareciera está a punto de dirimir en pelea, es común que alguno de ellos tome
un cuchillo y se corte en un brazo. La tradición impone que, de inmediato, el
otro, tome el mismo cuchillo y, a la vez, se corte también. Entonces sucede un
apaciguamiento. Se los puede ver conversar luego, tranquilamente, retomando
con extrema calma sus disidencias y, acaso, reconociendo errores mientras la
sangre brota y se esparce. Alguien llamara a algún celador para que arbitre
medidas para curarlos. Ambos serán llevados a la enfermería.
Es como un acto de amor “canero”. Se cortó por el otro y, a la vez, sin decirlo
invitó al otro a hacer lo mismo. Pero el caso es que en ciertas ocasiones la
discusión se suscita entre dos que apenas se conocen. Pero nadie quiere ser
menos, ambos se cortan y cesa la discusión.
El denominador común es que lo mítico asume su rostro umbroso. No interesa
médico ni SIDA, solo parece importar la explosión en sí y luego la serenidad.

57. EL USO COMUN DE MAQUINAS U HOJAS DE AFEITAR. LOS


TATUAJES.
Es tradición, forma parte del código intramuros de las prisiones del continente,
que los reclusos no pidan unos a los otros. “En la cárcel no se pide, se da”. Si
alguien necesita una maquina de afeitar, por ejemplo, o allí donde existan,
hojas de afeitar, se dirige a otro recluso: “tenés algo para afeitarme”. Es una
práctica común. Y sucede que si el interrogado tiene la máquina u hojas,
deberá, de modo instantáneo, suministrarlas.
Es común, en especial después de una requisa en que todo se subvierte por
acción de la búsqueda de elementos prohibidos, que desaparezcan estos
implementos. El que los tiene deberá prestarlos una y otra vez. Pasa de mano
en mano y de rostro a rostro lo que hace posible el contagio.
En cuanto a los tatuajes que fueran patrimonio de la gente de mar y de los
presos, ha pasado a ser una moda social. En las cárceles se sigue practicando
y, para distinguirlo, se lo denomina “tumbero” (hecho en las tumbas). Siempre
hay alguien que gratuitamente, y en ocasiones por precio, -según quien sea el
recluso-, lo propone o es llamado para realizarlo en las horas muertas por el
tedio.
En estos casos no hay asepsia posible. Todos los elementos utilizables son
precarios. Puede tratarse de bolígrafos o tenedores con una aguja adosada e
impulsada por un motor de radio. También agujas de coser pasan de unos a
otros con el consiguiente riesgo.

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