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CAPITULO VI
EL CONTAGIO EN LAS CARCELES
45- Modos y formas de Transmisión
El escenario de las prisiones clásicas es particularmente similar, por sus
carencias, que el de las poblaciones hemisféricas o de los conurbanos. Pero
resulta mucho peor si se considera la pérdida de la libertad sumada a la
promiscuidad y hacinamiento en gran cantidad de penales. La segregación hoy
encierro implicaría perder sólo la libertad de ambulatoria y a eso hay que sumar
los derechos principalísimos: a la identidad y privacidad, entre otros. Al preso
-hombre o a la mujer- no se le puede privar de pensar, sentir, amar, ni de sus
naturales instintos.
Hay presos que llegan a la cárcel ya con VIH o que han pasado a la
seropositividad y no se han enterado de eso. Otros, si lo advierten, y sus
comportamientos en celdas o pabellones resulta riesgos en potencia (y en
actos) con respecto a la transmisión.
Los establecimientos de extrema seguridad han pasado a ser desde hace cinco
lustros de elevadísima vulnerabilidad. En lo que atañe al acudir lo sexual los
recursos están expuestos a concretas y meras realidades, cuando sin
protección practican (o son víctimas) de:
1 - la homosexualidad circunstancial
2- la homosexualidad consentida
3 - las agresiones sexuales
4 - la bisexualidad
5 - las relaciones heterosexuales mediante la llamada visita con visual, íntima o
higiénica (con esposas, concubinas, amigas)
6 - las relaciones heterosexuales con prostitutas
7 - relaciones sexuales informales o subrepticias
8 - Los intercambios sexuales múltiples bajo la influencia de drogas u otros
medios mas allá de lo sexual:
9 - La drogadicción intravenosa y el traspaso de jeringas y agujas sin
esterilizar, de vena en vena.
10 - Las agresiones con armas punzo cortantes
11 - Los cortes que se infieren en ciertas cárceles, en brazos, zona pelviana y
cuello, a dos o mas reclusos con el mismo instrumentos cortante.
12 - Los tatuajes efectuados sin asepsia
46 - Sexo y reclusión
Un hombre ingresa en una prisión de extrema seguridad. Se lo acusa de un
delito y no sabe cuando recuperará la libertad. Pueden pasar años. Muchos
años. Confinado en ese medio deberá vivir las apariencias de la salud física,
mental, emocional y es probable que reacomode su impulso y necesidad
heterosexual en nuevas prácticas.
La ausencia forzada de su pareja lo compele a buscar y a ubicar desde su
imaginación o en sus recuerdos eróticos, formas de excitación que lo
estimulen. Con el sexo no se puede tener la osadía de declararlo preso. Se
recurre a formas de excitación que son internalizadas al punto que, con el
tiempo, llegan solas.
Ninguna ley penal lo ha condenado -ni podría condenarlo- a la abstinencia
sexual. Ese hombre no viviría solo en libertad. Estaba casado o ligado a una
mujer en concubinato o tenía una amante, una amiga, o novia con las cuales
normalmente mantenía relaciones sexuales.1
Un mundo abigarrado de seres humanos que mixtura de modo infernal a
habituales o profesionales de delito con novicios y ocasionales, a reincidentes y
primarios, a hombres venidos de la ciudad y del campo, a jóvenes y viejos, a
seres cuyos instintos han sido satisfechos con mayor o menor largueza, a
personas de vida regular, a otras, en cambio, que jamás han tenido un hogar o
que solo han conocido la relación fácil de la prostituta. En las cárceles vivirán
juntos aunque no unidos, salvo en casos de violencia externa, requisas,
castigos colectivos, represalias.
Es el proceso que Donal Clemmer llamó, en la década de 1940 "prisionización".
Las formas puestas de vida intramuros y la aceptación como modo inapelable
de subsistencia, sus estructuras, fenómenos de convivencia, férreas pautas de
conductas, creencias místicas, actitudes bizarras frente a la autoridad, valores
y comportamientos a los que el preso debe atenerse si quiere vivir en paz,
aunque pierda en la emergencia su sentido de persona individual y su
autoestima. De allí que internalice una serie irreductible de conceptos, los hace
propios, se subordina a ellos y a la disciplina reinante en un proceso creciente
comenzado desde que ingresó en el encierro hasta terminar prisionalizado.
La cárcel termina por tragase al hombre y a la mujer presos.
Frente a la disciplina impuesta desde el otro lado de la reja y el código de honor
a que está sujeto dentro de ella, deberá cabalgar manteniéndose alerta. Si no
1
Ellas nada tuvieron que ver con el delito que se investiga. Ni siquiera sabían que su hombre
era o devendría delincuente. Y también se ven penadas, por la abstinencia impuesta. Les es
vedada su satisfacción sexual normal, cotidiana, pese a su total inocencia. Se victimiza y afecta
su instinto primordial, su deseo, su necesidad que es a la vez un derecho de su propia
condición humana. Otro tanto se podría decir del hombre cuando la presa es la mujer.
posee cartel carcelario, si es un don nadie (en nuestras cárceles, un logi) su
vulnerabilidad es absoluta. Como una regresión a la infancia deberá cumplir
todo lo que se le indica. Pasa a ser un dependiente de la pena que aniquila su
papel de adulto y termina desocializado a merced del devalúo diario que se le
impone.
Se ve lanzado e invadido por una convivencia forzada con seres que no eligió.
Deberá sumergirse en la nada fácil sociedad carcelaria con sus estructuras,
códigos iniciativos, lejos de su familia, en el ocio forzado y cando replique el
sexo, en formas de reacondicionarlo de modo urgente y a veces inesperadas.
Ninguna ley o disposición judicial dirá la privación del sexo. Ninguna sentenc ia
podría contener dislate semejante. Se trata de derechos humanos a respetar. Y
no penas conexas al encierro.
La cárcel acoge a todos, los despersonaliza diariamente con su mecanismo
abrumador. Los pensiona psíquica y físicamente, mortifica sus personalidades
y su sentido y suele generar el denominador común del rencor que dará razón
a la rebeldía.
2
El “ladrón-ladrón” se refiere a quien ha hecho profesión del delito de modo exclusivo. El
prestigio sube si roba a los ricos, es decir, a miembros de las clases económicas media y alta..
Está mal visto, por inescrutables razones, robar a los pobres. Es una forma de “saber” y puede
tener consecuencias nefastas contra el autor de estos hechos, incluido la violación.
impera en nuestras prisiones. La violación cuando sucede en la parte libre de
nuestra sociedad, la airean ampliadamente todos los medios de comunicación,
pero los ataques de violación que cunden en todos nuestros establecimientos
penales, se ocultan a los ojos del público”.
Vega Santa Gadena (p. 54) informa que “muchachos son violados por las
noches en los penales del Frontón, Sexto y Lurigancho (Perú), y lo que es más
grave, el comercio que se practica con los reos primarios a los que se les pone
precio ya sea por los capazote -tasadores expertos de carne humana -o por
algunos corruptos vigilantes de prisiones, que permiten esa subasta,
interesados en el tanto por ciento de comisión, a fin de que el mejor postor se
lleve su presa”.
Doris Cooper (p. 22 y ss.) refiere que en las cárceles chilenas el peor agravio
es ser señalado como “caballo” (porque ha sido montado o se deja montar)
mientras que a los homosexuales definidos los llaman “maricones”. Los
“caballos” son “fabricados”. Los ladrones (pertenecientes al hampa) denominan
esta fabricación como “cortar carrera”. El rol del caballo implica ser utilizado
sexualmente en forma obligatoria; es decir, supone poder ser montado, de allí
el concepto. Los caballos pueden ser personales de una carreta completa. En
este caso pueden ser utilizados por varios internos.
“Asimismo pueden ser prestados, cambiados por otros objetos de uso e
incluso enviados a ganar dinero o conseguir algún elemento para la
supervivencia del protector.”
“Como puede apreciarse, en este ámbito existe un verdadero tormento que
genera todo un drama en estos sujetos; más aún cuando se encuentran
imposibilitados para dar cuenta de su situación o delatar tales arbitrariedades
atendidas las altas posibilidades de perder la vida”
Las formas que indica Cooper para forzar a un recluso y convertirlo en la
actualidad en “caballo” o siquiera violarlo, no difieren de lo que ocurre en
cárceles de otros países, pero agrega otras mediante drogas. En especial la
“chicota”, que es el sicofármaco funitrze-pan, molido e inhalado o bien
combinado con alcohol que deja a la víctima en estado poco menos de
indefensión. Se lo proporciona con el mate cocido o cualquier otra bebida. Se
utiliza también la marihuana.
“Otra manera de proceder al abuso, es la utilización de la sorpresa, apañándolo
con frazadas, de forma que no pueda defenderse y tampoco le sea posible
identificar a sus autores”.
Se refiere también a casos en que se busca humillar a la víctima, lo que en la
jerga chilena se denomina “montarse una máquina”. Se trata del recluso
sindicado, frente al resto de la población, de haber actuado de “sapo” ante los
funcionarios o haber sido “roto” o violado anteriormente en otros penales. Claro
que estos procedimientos no pueden ser utilizados contra un “ladrón-ladrón” y
menos aún un pesado asaltante que posee su cartel carcelario 3, pues si en
3
A mediados de 1994, en oportunidad de visitar junto a algunos alumnos mexicanos la prisión
de Texoco, que lamentablemente lleva el nombre del maestro, Alfonso Quiroz Cuarón, cerca
del distrito federal de México, un recluso se auto infirió un tajo en el brazo en mi presencia con
total tranquilidad. El hombre entendió que yo era un funcionario de Derechos Humanos del país
hipótesis “se viera frente a situaciones como las descritas, deberán luchar
hasta la muerte; por lo demás, se sienten amparados por el código ético del
hampa”.
Estas situaciones sexuales ocurren en muchas prisiones del continente
americano y en otras latitudes, aunque siempre habrá funcionarios que se
atrevan a negarlo y despuntan su ignorancia o su convivencia.
y quiso con tal medida, llamar mi atención (¿cosa que logró, y cómo!) para formular una
protesta.
sienten atraídos o confluyen a una relación aceptada y estable que muchas
veces continúa fuera del encierro.
Otra cosa muy diversa es la desviación forzada o finalmente consentida
mediando fuerza y amenazas de todo tipo. Quien ha debido sucumbir a la
prestación sexual por esos medios va a sufrir perturbaciones graves en su
personalidad y en el psiquismo sexual al recuperar la libertad.
Hay presos heterosexuales que tienen contactos sexuales ocasionales con
personas de su mismo sexo. Otros para los cuales la penetración anal o
bucogenital son corrientes y luego volverán a ser heterosexuales fuera de la
prisión.
En ciertas prisiones del Continente, adictos a las drogas, mini traficantes para
su propio consumo o facilitadores a título gratuito son forzados. Otros han
aceptado la relación homosexual. Es que hay aviesas publicaciones que
combinan la ingestión de drogas con orgías sexuales y corrupción. Y hay
adictos que con ingenuidad, situados en el limbo de la no beligerancia, suelen
referirse a las drogas como influyentes directas de la mayor o mejor actividad
erótica que describen con minucia en la cárcel, despertando una fuerte
sexualidad y, de modo inconsciente, a ellos mismos con objetos de esa
sexualidad.
En ocasiones, del modo más agazapado y violento, ocurre el ataque sexual a
algún preso marcado de antemano. La ley intracarcelaria ordena el
escarmiento cual una forma deliberada de hundir a la victima en la abyección.
Son formas de venganza por “cuestiones morales”, acciones balsámicas
inherentes a la “hombría”, con lo cual se pretende escarmentar a la victima,
humillándola hasta lo indecible. Se trata de la venganza frente a un delator o
alguien alojado por cometer delitos contra la libertad sexual de mujeres o niños
o de quien, en la vida libre, fue policía o perteneció a algún cuerpo de represión
o, más simplemente, vistió uniforme.
5
. Stop Prisioner Rape, Inc., 7 333 North Avenue 61-4, Los Angeles, CA 90042. Send email to:
information (a) spr. Roger Woods, Webmaster, webmaster (a) spr. Con respecto al P. C.
“Custodia protectora”, se explica que es una manera de registrarse a los fines de preservar
derechos, implica en cárceles estadounidenses un encerramiento celular de 23 horas al día “y
recibes comida (usualmente fría) en charolas, sin posibilidad de escoger o recibir segundas
porciones”.
Han ocurrido casos que demuestran que ni siquiera el P. C. es seguro: “Alguien que ha
decidido registrarse porque tiene pendencias con una pandilla y esta en una celda contigo
puede ser tan violento como cualquier preso en la población y puede no tener el más mínimo
escrúpulo de apresurarte y forzarte sexualmente en una situación donde no te puedes escapar
de él”.
responsabilidad penal y administrativa, al no impedirlas o, al menos, no
denunciarlas, lo que puede acarrear consecuencias.
El esquema ecuacional sería el siguiente: relaciones homosexuales en parejas
estables o promiscuas o por violación, existen. También sexo heterosexual de
carácter informal durante las visitas y que se efectúan de manera
aparentemente subrepticia en los patios de recreo, en las celdas, en oficinas…
Si se acepta la necesidad de condones para prevenir la transmisión de
enfermedades infecciosas, en especial del SIDA, se está admitiendo de hecho
la existencia de las relaciones homosexuales, e incluso heterosexuales,
subrepticias, y ello implica, según los casos, inobservancia de los deberes del
funcionario y, acaso, encubrimiento de delitos de violación. El silencio implica
que no se labraran sumarios administrativos por esos hechos…
De tal modo se oculta la situación como a un cáncer que se desea olvidar. Solo
que el cáncer aquí se denomina SIDA. Y que la enfermedad se transmite en las
cárceles por las facultades que otorga el ambiente y la desaprensión y falta de
conocimientos de funcionarios mas adscritos a sus sueldos y silencios que a la
prevención del contagio entre presos.
No serán las víctimas las que se suban a la plataforma y denuncien la
situación. De modo que si quienes tienen que hablar silencian; si los que
gobiernan las prisiones cierran sus ojos, jueces y fiscales se siente n impotentes
ante hechos que los abruman, pero no demasiado; y, en una palabra, la opinión
pública (o publicada) cada vez participa menos, y si lo hace confunde… se
deberá llegar a la conclusión de que las tropelías y violaciones forman parte ya
de un folclore carcelario que habrá que aceptar como una verdad kantiana tan
insuperable como los barrotes de la celda, los protones y puertas, las almenas
que dan apariencia de fortaleza inexpugnable al establecimiento y las caras
tristes y grávidas de temores de funcionarios y celadores.
Todo converge hacia un mismo terror.
Siempre habrá quien sostenga que las prisiones deben ser férreas y no hay
que disfrazarlas como lugares en que el penado trabaja y se mejora. Arranques
dialécticos y golpes de pecho: ¡Quién las hizo que las pague! Habrá también
quien diga que la perspectiva de muchos años sin mujer es disuasiva al delito.
Y por ello resultan intimidantes las violencias sexuales a que se ven expuestos
los reclusos. Además, si el infierno termina siendo tibio, ¿qué clase de infierno
es…?
En la medida en que sigan existiendo cárceles de extrema seguridad y el SIDA
siga minando la vida de reclusos, además de educación prevencionalista
habría que impartir – por personal altamente calificado – conocimientos a los
reclus os que nunca antes recibieron en libertad; se les entregue gratuitamente
preservativos tal cual ocurre en España, en Chile y otros sitios del mundo,
siguiendo las normas trazadas por la Organización Mundial de la Salud (1987).